CAPÍTULO
11
La cama era cómoda. Cuando Ary apoyó la cabeza, eso fue lo único que se permitió pensar.
Estaba en casa de Nick, donde él quería que estuviese desde el principio. Cuando llegaron al Gungi se negó a ir con él, alegando que prefería estar en su casa, pero ahora no tenía elección. Podría haber pedido ayuda a los veteranos, que la habrían acogido gustosos, pero entonces Nick habría dormido en el suelo en su puerta. Había jurado que lo haría si ella no iba a su casa, y Ary accedió. Estaba cansada, y no quería molestar a la tribu o al Gungi más de lo que ya lo había hecho.
Así que allí estaba. En casa de Nick.
Sus padres estaban muertos. Ambos habían sido asesinados por los shifters rogues que habían ido a acabar con ellos. Sabar había cumplido su amenaza, salvo por un detalle: que ella seguía viva. Rome, X y Nick se habían asegurado de que ningún rogue tuviera el privilegio de matarla y habían acabado con todos, de modo que, con suerte, tal vez Sabar nunca llegaría a enterarse de que ella aún vivía.
Ary agitó la cabeza, intentaba apartar los pensamientos y los recuerdos de su mente. No funcionaba.
—Te he hecho un poco de té.
No se volvió, no se movió cuando oyó la voz de Nick y escuchó sus pasos acercándose a la cama.
Nick dejó en la mesilla una taza de la que salía vapor y bajó la vista hacia ella. Ary había apartado la mosquitera ya que una buena extensión de una de las paredes de la habitación era una ventana con persianas ajustables. La mayor parte del tiempo el Gungi era caluroso y pegajoso. Esa noche no era diferente, así que la persiana estaba abierta de par en par.
Entraban los sonidos de la noche y la brisa fresca gracias a la ligera llovizna que caía. El sonido constante de la lluvia era relajante, pero por desgracia no lo suficiente. Y ahora que él estaba cerca sabía que el sueño tardaría aún más en llegar.
—Gracias —susurró ella al final.
Nick se puso en cuclillas para que su cara estuviese al nivel de la de ella. Ary quería darse la vuelta, cerrar los ojos. Lo que fuera para no mirarlo. ¿Por qué? Porque era tan guapo que le dolía. Porque sus ojos se le clavaban en el corazón y porque estaba segura de que podría ver lo enamoradísima que seguía estando de él.
Nick se aclaró la garganta.
—Lo siento —dijo.
Luego frunció el ceño y volvió a poner esa cara de frustración suya. Un segundo después volvió a correr la mosquitera tan rápido y fuerte que casi la rasga.
—¿Por qué te estás disculpando? —preguntó Ary cuando su corazón amenazó con salírsele del pecho.
Estaba lo bastante cerca de él como para tocarle la mejilla con la mano y recorrerle los labios con los dedos. Podía besarlo, y lo habría hecho de pensar que eso era lo que él quería. Pero no estaba segura, así que mantuvo las manos quietas bajo la almohada sobre la que reposaba su cabeza.
—Por abandonarte. Debí haberme quedado.
Y a ella no debería conmoverla tanto la disculpa. Pero la conmovió.
—Tal vez yo debería haberte seguido —le dijo, envalentonada por su confesión.
Nick negó con la cabeza.
—Yo podría haber manejado la situación de otra forma. Debería haberlo hecho.
«Porque soy el hombre». No lo dijo, pero de alguna forma esas palabras quedaron suspendidas entre ellos.
—¿Y ahora qué? —le preguntó Ary con un suspiro. Estaba demasiado cansada para hacer nada más.
—Te vienes conmigo a Estados Unidos por la mañana —dijo él con decisión.
Con tanta decisión y naturalidad que la fatiga se le olvidó enseguida. Sus órdenes la estaban sacando de quicio.
—Mi plan es dirigirme al poblado humano y buscar trabajo allí.
—¿Trabajo? ¿Qué tipo de trabajo? Allí no conoces a nadie, no sabrías ni por dónde empezar.
—Sé que están en un bosque lleno de animales y enfermedades que nunca podrían llegar a entender. Sé que algunos de esos misioneros salen con buenas intenciones y vuelven muertos o enfermos terminales. Sé que puedo ayudarlos.
—De la misma forma en que te empeñabas en ayudar a los Topètenia —dijo él de manera inexpresiva.
—Es mi trabajo —se defendió ella—. ¿Sabes qué, Delgado? No tengo que darte explicaciones. No me importa que entiendas o no lo que quiero hacer con mi vida o el tipo de persona que soy. Ese es tu problema, no el mío.
Él se puso a la defensiva y la miró como si hubiera tenido la osadía de atacarlo.
—Yo no tengo ningún problema.
—Oh, es verdad, tú eres perfecto. Educado en la gran ciudad, con dinero, coches y lujos. Yo solo soy la pobrecita felina del bosque sin familia ni un sitio adonde ir. —Para entonces Ary se había sentado en el centro de la cama, con los brazos a los lados y los puños apretados y apoyados en el colchón.
—¡Yo no he dicho eso!
—No hace falta. Sé lo que piensas de mí. Sé lo que sientes por mí.
Entonces él la abrazó. Tenía la costumbre de hacer eso, de cogerla por la cintura y estrecharla contra sí como si fuera un objeto frágil. Un objeto que le pertenecía.
Ary agitó la cabeza y forcejeó para liberarse.
—¡Suéltame, idiota!
—¡No me conoces, Aryiola! No tienes ni idea del hombre en el que me he convertido.
La sostenía con fuerza ahora que estaba sentado en la cama y la espalda de ella estaba apretada contra su torso. Ella sentía su respiración, al igual que el movimiento de su pecho y el latir de su corazón. Él la abrazaba con fuerza, con los labios justo al lado de su oreja mientras hablaba. Su cálido aliento mandaba oleadas de calor por la columna vertebral de Ary.
—No me importa —gritó ella en tono desafiante—. ¡No te he pedido que vinieras y no te quiero aquí! Puedes volver a tu mansión y a tu dinero y a…
—¿Y a qué, Aryiola? —Nick aflojó un poco los brazos a su alrededor—. ¿Qué más crees que tengo en Estados Unidos? Dime, ¿qué tipo de vida crees que he llevado desde que te abandoné?
Ary cerró los ojos; odiaba el sonido de su voz, la sensación de estar segura entre sus brazos. Odiaba prácticamente todo lo que tenía que ver con Nick Delgado. Excepto que sabía que él tenía razón. Ella sabía tanto de él como él de ella.
—No sé qué tipo de vida has llevado. Intenté no pensar en ello —contestó con honestidad.
Nick levantó un brazo y sus dedos trazaron perezosos círculos sobre la mejilla de ella.
—Anoche vi el moratón de cuando estuviste con Sabar. Esta noche he visto a tu padre golpearte. Hace muchos años que me marché del Gungi, pero aún estoy dispuesto a matar por ti.
Ary no sabía qué decir a eso, ni siquiera sabía si hacía falta una respuesta. Y Nick tampoco le dio la oportunidad de decidir.
—Acuéstate y duerme esta noche. Nos encargaremos del resto mañana.
Como no se movió por sí misma, él se echó hacia atrás, se estiró en la cama y luego tiró de ella. Sus largos y fuertes brazos la envolvían, la mantenían cerca. Ary quería apartarse, pero gran parte de ella deseaba quedarse ahí mismo. La respiración de Nick era lenta y regular, y después de un rato la suya lo fue también.
Cuando el sueño por fin la alcanzó, Ary tuvo un pensamiento fugaz. ¿Y si había futuro para Nick y ella? ¿Y si se iba a Estados Unidos con él? ¿Y si…, y si nunca había dejado de amar a un hombre que no podía corresponderla?
—Esto es inaudito. Los curanderos no pueden abandonar el Gungi —dijo el veterano Marras sin alterar la voz. Sus gruesas y pobladas cejas arqueadas revelaron el hecho de que estaba enfadado.
—No estoy pidiendo permiso —dijo Nick, y dio un paso adelante de manera que Ary quedó parcialmente detrás de él.
Rome y Kalina estaban de pie a una corta distancia a su derecha. X, con las piernas un poco separadas y los brazos cruzados sobre el pecho, mantenía la misma postura a la izquierda de Nick con una agria mirada dirigida a los seis veteranos que estaban sentados en fila delante de ellos.
Se encontraban en el centro de la santa casa. Un tejido blanco caía desde el techo hasta el suelo y cubría las cuatro paredes a su alrededor. Había una larga mesa a un lado con taburetes para cada veterano y candelabros con velas encendidas en el otro.
Las paredes de la santa casa eran de un marrón terracota y resistentes al bosque tropical. El objetivo de la vivienda era servir como un pilar de fuerza en ese poblado, el único lugar al que todos los Topètenia podían acudir y ser escuchados. Esa mañana parecía un tribunal imponiendo una pena.
—No estás en posición de exigir algo así —dijo Ragata, el más alto y delgado de los veteranos—. Aquí en el Gungi tenemos leyes con las que puede que no estés familiarizado.
Nick estaba a punto de hablar, pero Rome levantó una mano para detenerlo. Los labios de Nick se cerraron. Quería decirles tantas cosas a los veteranos. Eran tan hipócritas, alardeaban de unificación y luego mantenían a los shadows sujetos a un código ético que los segregaba por completo.
—Conocemos las leyes de la Ètica y las respetamos —comenzó a decir Rome—. Hasta cierto punto.
Ninguno de los veteranos parecía contento. Solo el veterano Alamar, que había estado hacía poco en Estados Unidos en una reunión con Rome y su Facción, parecía entender su apremiante situación.
—Aryiola ha dedicado su vida a los Topètenia. Ha dado todo lo que tiene a esta tribu. A cambio, su padre la ha traicionado, y para el caso también a la tribu. Ella ha sido secuestrada y sus padres asesinados. Y ahora se ha quedado prácticamente sin hogar.
—Su hogar está aquí —interrumpió el veterano Marras.
Rome mantuvo la entereza y habló con la misma firmeza y autoritarismo de los veteranos.
—Su hogar debería estar donde ella elija. Es una shadow shifter adulta, no una esclava de vuestros caprichos.
El veterano Marras saltó de su asiento y su larga toga blanca se desplegó como una nube a su alrededor.
—¡No nos hablarás de esa forma! Puede que lideres en Estados Unidos, pero aquí los que decidimos somos nosotros.
Alamar se levantó poco a poco y dejó ver su cuerpo de guerrero aún en forma. Sus ojos inteligentes pero cansados miraron a Marras y a los demás veteranos. Entonces Alamar se salió de la fila y se colocó junto a Rome.
—Ya que hemos dado permiso a los líderes de Facción para crear un gobierno para nuestro pueblo en Estados Unidos, también deberíamos considerar cambiar las viejas leyes de aquí. El Gungi no es lo que era. Desde hace un tiempo la violencia ha enturbiado nuestra serenidad y debemos ponerle fin antes de que sea demasiado tarde. El entorno y los humanos que nos rodean también están cambiando de forma constante. Debemos estar dispuestos a aceptar nuevas ideas y sugerencias.
Una parte de Nick respiró por el apoyo del veterano, aunque en realidad le importaba una mierda lo que pensaran esos vejestorios. Eran sus estúpidas reglas las que decían que no podía tener una relación con Ary, para empezar. Si pensaban por un segundo que iba a alejarse de ella otra vez por sus ridículas leyes es que se chutaban algo de lo que Sabar intentaba vender.
Ary habló más alto.
—No voy a quedarme aquí un día más. —Salió de detrás de Nick y se adelantó con el cuerpo erguido y la voz fuerte—. No importa lo que digáis, no voy a quedarme en el Gungi.
El sonido de la voz de Ary se había vuelto tan familiar para Nick como la suya propia. Dormir con ella entre sus brazos le había activado aún más su vena posesiva en lo que a ella se refería. La necesitaba mucho; su aroma lo atraía, se le erizaba el vello cada segundo que estaban cerca y la mayoría de los que no lo estaban. Si pudiera, se quedaría enterrado dentro de ella horas y horas, pero tenía que ir a casa, volver a su vida y a su negocio. Y ella tenía que acompañarlo. Ary tenía que estar con él por si Sabar decidía volver a buscarla.
—La tribu no tendrá curandero si ella se marcha —dijo Marras, aún con el ceño fruncido—. ¿Qué pasará entonces?
—Hay otros curanderos en la tribu. Pueden ocupar su lugar. Si ella no quiere ayudar aquí, tal vez pueda hacerlo en otro sitio —propuso Alamar a la vez que dirigía la mirada a Ary—. Tienes mucho talento y te echaremos de menos. Entiendo que quieras marcharte, y espero que sepas que aunque no estés en el bosque seguirás estando sujeta a nuestras leyes. A las leyes de los shadow shifters.
Ary asintió con la cabeza.
—Y respetaré esas leyes. Excepto la que no me permite salir de aquí.
Alamar negó con la cabeza.
—Esa norma se cambiará. Nuestro objetivo no es tener cautivo a nuestro pueblo, sino promover el crecimiento y la lealtad.
—Estoy de acuerdo —añadió Rome—. La lealtad y la prosperidad deben ser la base de los shadow shifters en todo el mundo. Todos trabajaremos juntos para lograr que se adopte por completo la nueva dirección.
Nick trató de cogerle la mano a Ary, pero ella la apartó.
—Me voy al centro de sanación a coger mis cosas —dijo en voz baja.
—Te ayudaré —se ofreció Kalina.
Nick dio un paso hacia Ary, pero X lo detuvo.
—Déjala ir. Kalina estará con ella. Estará bien. Hay algo que necesito enseñaros a ti y a Rome.
Dando muestras de su descontento, Nick siguió a X y a Rome cuando salieron de la santa casa y se dirigieron a la esquina más lejana del amizade. Alamar también siguió al trío.
—Sebastián me mandó un e-mail anoche —dijo X mientras sacaba su iPhone—. Era largo y muy informativo.
Rome se metió las manos en los bolsillos.
—¿Qué tenía que decir?
—Uno de sus guardas vio llegar un barco anteanoche. Ha dicho que vio descargar del barco y meter en dos Hummer unas cajas con símbolos negros en el exterior. Los vehículos se separaron, por lo que el guarda solo pudo seguir a uno. Lo siguió todo el camino hasta una casa vallada en Albuquerque. El guarda sacó una foto de los símbolos. —X había estado presionando botones en su teléfono mientras hablaba. A continuación le dio la vuelta al móvil para que lo viese Nick y esperó—. ¿Te suenan?
Nick miró la pantalla y empezó a maldecir.
—Mierda, es el mismo símbolo que vi en aquellas cajas que se llevaron de aquí hace todos esos años. —Era el mismo escudo, pero cuando se acercó vio que dentro tenía cuatro escudos más pequeños.
Esta vez Rome también empezó a maldecir, lo que llamó la atención de los tres shifters, ya que solía mantener sus sentimientos bajo control.
—Sabar necesita capital. Hay rumores de que ya no es el vasallo de Boden y ansía el poder que tenía su antiguo captor. Necesita establecerse en nuestro mundo y en el mundo humano —dijo Alamar.
Boden era una sádica máquina de matar, violaba y mataba mujeres shifters y humanas sin remordimientos. Fue el primero en desvincularse de las tribus, y se llevó a Sabar con él.
—Así que vende drogas para conseguir dinero. Y utiliza el dinero para montar casas seguras por todo el país y reclutar nuevos rogues —continuó X.
Rome suspiró.
—Todo esto es la calma que precede a la tormenta. Lo que sea que haya planeado para los shifters va a ser grande. Tenemos que estar preparados cuando llegue.
—O podemos acabar con el problema ahora. —Todos miraron a Nick, aunque no estaban sorprendidos por sus palabras. Nick era así—. Parémoslo ahora, antes de que tenga la oportunidad de matar a nadie más. Mató a aquellas prostitutas en Washington y creo que también mató al Senador y a su hija. Joder, es probable que sus rogues fueran los responsables de las muertes que visteis aquí en el bosque. Está actuando justo delante de nosotros y no estamos haciendo nada excepto hablar.
Rome negó con la cabeza, aún no estaba convencido.
—Eso no lo sabemos seguro. Estoy de acuerdo en que puede que sea responsable de algo de lo que ha estado pasando, pero no de todo.
Nick frunció el ceño.
—La poli no lo sabe seguro, Rome, pero nosotros sí. Nosotros sabemos de lo que es capaz Sabar. Y ha estado en el bosque trasteando con hierbas venenosas; secuestró a Ary y la amenazó para que lo ayudara a convertirlas en una droga, por lo que está a punto de lanzar un ataque de órdago contra los humanos. De cualquier forma, es una amenaza. Hay que neutralizarlo. Y cuanto antes, mejor.
Para sorpresa de todos, Alamar asintió con la cabeza.
—Tiene razón.
X apagó su teléfono.
—Voy a organizar una reunión con Bas. Si Sabar está enviando su alijo por Nuevo México va a necesitar traficantes que se lo lleven a Washington.
—¿Crees que tiene allí el cuartel general? —preguntó Nick.
X asintió con la cabeza.
—Estoy casi seguro. Hay algo en Washington que es importante para él. ¿Por qué eligió seguir a Kalina y a Rome? Podría haberse centrado en cualquier otro líder de Facción, pero te eligió a ti y a tu ciudad. Me apuesto lo que sea a que está allí ahora mismo.
—Probablemente tengas razón —asintió Rome—. Tenemos que volver a Estados Unidos e informar a todos los líderes de Facción de lo que está pasando para que estén alerta. Luego formaremos un grupo más pequeño para concentrarnos en seguir a Sabar.
—Habrá que seguir también la droga que vende. Localizar ese símbolo y rastrearlo dondequiera que lo vean en el país —dijo X.
—Cierto —asintió Nick—. Ary se niega a ayudarlo a mejorar su droga, pero eso no lo va a detener.
—Va a hacer que esté más desesperado por encontrarla —añadió Rome solemnemente.
—Sí. Acabará enterándose de que Ary está viva y volverá a por ella —dijo Nick—. Y cuando lo haga, estaré esperando a ese hijo de puta.