CAPÍTULO
7
Cuando Nick entró en la habitación olvidó todo lo que había aprendido sobre la cautela y la prudencia entre los humanos, porque había dejado de ser humano. Su mirada se centró en el hombre que estaba abofeteando a su chica, y la ira se propagó por su cuerpo como un virus. Antes de que su mente pudiese registrar otro pensamiento tenía las manos en la ropa del hombre y lo estaba separando de Ary y tirándolo al suelo.
Entonces la habitación se llenó de rugidos y estrépitos, pero Nick no se dio cuenta porque lo único que podía ver era al ser que se había atrevido a poner sus sucias manos encima de Ary. Se abalanzó sobre él y empezó a darle puñetazos en la cara y el torso hasta que algo le golpeó en la espalda y lo desorientó por un momento. El hombre al que Nick había identificado vagamente como Sabar, el jefe rogue al que habían perseguido en Estados Unidos, aprovechó ese momento para ponerse de pie y enseñar sus colmillos.
Nick sacó sus colmillos, se los enseñó y dejó que sus garras se alargaran en sus dedos. Si quería que lucharan como animales, que así fuera. Él estaba encantado. Pero en lugar de atacarlo, el jefe rogue dio un paso atrás mientras asentía con la cabeza y sus ojos encendidos se movían de forma frenética.
El techo, o lo que se suponía que era un techo, eligió ese momento para derrumbarse por el peso de la lluvia que caía a cántaros. Trozos de lona aterrizaron sobre ellos cuando el viento y la lluvia atravesaron ese espacio abierto. Nick oyó gritar su nombre, pero lo ignoró. Tenía una idea fija. Sus fosas nasales se ensancharon y siguió el aroma. La buscaba a ella, a la persona que había ido a rescatar, a la responsable del interminable calor que se entretejía en su organismo. La atracción hacia ella era inexplicable y sus instintos de jaguar la perseguían. En su interior, el felino rugió y se estiró, consciente de que su hembra estaba cerca.
Todo estaba oscuro y era un caos, pero Nick continuó moviéndose hasta que al final alargó los brazos hacia el cuerpo que tenía delante. La cogió por la cintura, la acercó más a él y se lanzó con ella por un hueco que había en la lona. Un silbido familiar hizo que se dirigiera hacia el norte, corriendo lo más rápido posible.
Ary forcejaba ante la presión que sentía en la cintura. Sus pies no tocaban el suelo mientras él corría bajo la abundante lluvia y el cálido viento. Había otros… shifters, lo notaba. Había buscado a su padre de forma frenética, pero no lo había visto desde que se derrumbó el techo de la vivienda en la que la habían tenido retenida. El corazón estaba a punto de salírsele del pecho y su felina siseaba de forma salvaje bajo la superficie. Y aún tenía ese maldito dolor de cabeza que amenazaba con partirle el cráneo en dos.
El individuo que la llevaba, fuera quien fuese, no parecía ser de los que preguntan a la gente cómo está. Joder, no había dicho ni una palabra, solo la había cogido y se había ido con ella. No percibía ningún olor fétido, así que se sentía segura porque suponía que no era un rogue. Aun así, quería que la soltara, quería escapar por sí sola. Mientras avanzaban a toda velocidad por el bosque lúgubre y empapado por la lluvia se dio cuenta de que lo más probable era que eso no pasara.
Ary pensó que se sentiría aliviada cuando parasen, pero no fue así. Cuando al fin se detuvieron, él la dejó caer de forma brusca sobre una superficie compacta y un poco más seca, de modo que se golpeó la espalda con una roca afilada. La ira por el trato que estaba recibiendo pudo más que el alivio.
Iba a preguntarle quién era, pero no tuvo tiempo porque él la tomó de la mano para levantarla de un brusco tirón y casi la arrastró hasta una abertura en la roca por donde entraron a una pequeña cueva.
Por fin la soltó y Ary cayó al suelo.
—¿Se puede tener menos cuidado? —le dijo con brusquedad mientras se ponía de rodillas y cogía fuerzas antes de intentar levantarse. La cabeza le palpitaba y le dolía como un demonio y hacía que todo su cuerpo temblara.
—Perdona, lo tendré en cuenta la próxima vez que venga a salvarte.
Todos los músculos de su cuerpo, que ya estaban de por sí muy doloridos, se tensaron. Conocía esa voz. Solo por un momento se preguntó por qué no había reconocido su tacto o por qué dicho tacto le había causado incomodidad. Era él. Después de tanto tiempo, había vuelto al Gungi.
Su personalidad no era la de una niña boba que se rendía a los pies de cualquier shifter que se arriesgaba para salvarla. No había pedido que la salvaran y estaba segura de que se las habría arreglado para liberarse sola. Así que a pesar de su pasado con él, o más bien debido a ese pasado con él, se puso de pie y miró con furia al hombre que una vez lo fue todo para ella.
—No te he pedido que me salvaras —le dijo, sabiendo que en realidad no era eso lo que quería decir.
—¿Aryiola, estás bien? Gracias a los espíritus. —Davi entró corriendo en la pequeña cueva y se detuvo delante de Ary.
Le cogió las manos a su hija, bloqueando ligeramente la visión que Nick tenía de ella. Ary se soltó de un tirón.
—Estoy bien, padre.
Eso era mentira. Una muy grande. Estaba de todo menos bien.
—De nada —dijo Nick con un tono severo y más alto que antes.
Ary sospechó que se trataba de un intento de recuperar su atención. Eso sería propio del shifter egoísta y arrogante que ella recordaba.
—Te lo repito, no te he pedido que vinieras a por mí —dijo mirando alrededor de su padre.
Davi se dio la vuelta para mirar a Nick.
—Pero te estamos agradecidos. Muy agradecidos —afirmó.
Entonces entró otro hombre en la cueva, uno más moreno, y rastreó todo con los ojos aunque sin revelar las conclusiones a las que estaba llegando. También era de Estados Unidos, Ary lo sabía porque llevaba pantalones largos y botas, una camiseta que le marcaba los abdominales y unos brazos tan fuertes que la hicieron ser cautelosa a la hora de mirarlo con recelo. Aun así, no le producía ninguna sensación negativa o de resentimiento.
—Nos alegra poder ayudar, señor Serino. Su familia es de un gran valor para la tribu.
Hablaba con una voz suave y dominante que no admitía discusión alguna por parte de Ary. De todas formas, ella sentía un hormigueo de curiosidad.
—¿Quién eres? —preguntó con la voz más baja y serena porque por alguna razón sentía que este shifter se merecía esa cortesía.
Se acercó, y el shifter extendió la mano hacia ella.
—Soy Rome, líder de Facción de la Costa Este de Estados Unidos.
Ary le dio la mano de forma solícita e inclinó la cabeza.
—Un placer, señor. Y gracias por su amabilidad —le dijo, por respeto a su título y a todo lo que había hecho por su tribu. Había oído hablar de él, era el que mandaba dinero y suministros médicos. Sí; él merecía su respeto y su gratitud. En cuanto a Nick, ni siquiera miró hacia donde estaba.
—Esta —continuó Rome cuando le soltó la mano a Ary—, es mi pareja, Kalina. —Extendió el brazo y una mujer con la piel de un bonito color miel y los ojos marrón claro se acercó a Ary con una sincera sonrisa en los labios.
—Hola, Aryiola —saludó ella dejando entrever sus dientes perfectos y blancos. Sus marcados pómulos se elevaron cuando sonrió.
—Hola y gracias a ti también —dijo Ary. Eran una pareja que llamaba la atención, este líder shifter de piel morena con esta imponente mujer de piel mucho más blanca.
—Señorita Serino. —Un hombre grande y fuerte, al que Ary no había visto entrar, dio un paso al frente asintiendo con la cabeza—. Me alegro de que esté a salvo. Me llamo X y soy el comandante de la Facción de la Costa Este.
Guau. Aryiola no encontraba palabras para describirlo. Tenía los músculos marcados, una cara feroz, pero muy atractiva, y unos ojos que hicieron que la chica tragara saliva al mirarlos. Parecía un guerrero que nunca perdía una batalla, la personificación de un comandante. Un felino feroz y despiadado al que no le gustaría tener por enemigo.
—Hola… —Detrás de él vio al chico delgado y le hizo un gesto con la cabeza—. Lucas, veo que has sido tan amable de ayudar a estos hombres a atravesar el bosque —le dijo al muchacho en portugués. El joven shifter era conocido en el poblado como el único jaguar que había sido capturado por los humanos y luego rescatado por sus compañeros shifters. Nadie sabía lo que Lucas había experimentado durante su cautiverio humano, porque casi nunca hablaba de ello, ni de ninguna otra cosa que no fuese absolutamente necesaria. También se desconocía si los humanos sabían que Lucas era un shifter o si solo lo consideraron un estupendo premio de caza. Por desgracia, a los humanos no se les permitió vivir para contarlo.
—¿Yo tengo que presentarme?
Ary tenía la esperanza de que él se esfumara de algún modo si lo ignoraba. Esa esperanza fue efímera. Todos se apartaron; al final de la cueva estaba Dominick Delgado. Su cara tenía el ceño fruncido, su piel era dorada, las cejas abundantes en una línea continua a lo largo de la frente, los labios estaban fruncidos y sus ojos eran feroces y seductores al mismo tiempo. No había cambiado nada.
—Sé quién eres —contestó ella.
Él asintió con la cabeza.
—Bien. Se acabaron las presentaciones oficiales. Ahora puedes decirme lo que quería de ti el líder de los rogues.
Ella apretó los puños a ambos lados de su cuerpo. No tanto como una muestra de rencor hacia él sino como una forma de mantener las manos quietas. Que su mente le gritara que se mantuviera alejada de ese hombre no significaba que su cuerpo tuviera que hacer caso.
—A ti no tengo que darte explicaciones.
Él se movió a toda prisa y se plantó justo delante de ella antes de que Ary pudiera decir otra palabra.
—No estoy de humor para juegos. Dime lo que quería para que pueda tener otra razón para matar a ese cabrón.
—Nick —dijo Rome en un tono conciliador—, dale un minuto para que se calme antes de interrogarla.
Kalina dio un paso al frente y apartó a Nick para llegar hasta Ary.
—Rome tiene razón. Vamos tú y yo al arroyo a lavarnos un poco antes de volver a ponernos en marcha.
—Deberíamos pasar aquí la noche —interrumpió X—. Si esos rogues aún están ahí fuera, puede que nos estén siguiendo. No me gustaría que lo hicieran hasta el poblado.
Rome asintió con la cabeza.
—X tiene razón. Nos quedaremos aquí esta noche. Empezaremos de cero por la mañana. Con un poco de suerte la lluvia habrá amainado para entones. Lucas tiene algunas provisiones para nosotros, así que no tendremos problemas para pernoctar.
Davi ya estaba asintiendo con la cabeza.
—Eso está bien. Quedarnos aquí a pasar la noche está bien.
—Quiero saber lo que ha pasado —insistió Nick.
—Entonces, ¿por qué no vas a buscar al rogue y se lo preguntas? —le espetó Ary mientras lo empujaba para pasar hacia la salida de la cueva con Kalina.
Más tarde, cuando la hoguera que había encendido Lucas empezaba a apagarse y se habían comido las barritas energéticas que el muchacho sacó de la mochila, los shifters se acomodaron para pasar la noche de la mejor manera posible. Pero Ary sabía que aún no podría dormirse; antes tendría que responder a unas cuantas preguntas.
—¿Te ha dicho Sabar por qué te secuestró? —le preguntó Rome.
Aunque solo había estado unas horas con ellos, Ary se había dado cuenta de lo enamorado que estaba el líder de Facción de su pareja, y viceversa. Morirían el uno por el otro, de eso no había duda. Esa idea se le clavó en el pecho como un puñal. Había entre ellos lealtad y dedicación. Los shifters estadounidenses eran una unidad, una que sería difícil separar si alguien se atreviera a intentarlo. Tenían causas comunes y formas similares de ocuparse de ellas. Luego estaba Nick.
Había evitado mirarlo, pero eso no significaba que no estuviese allí. No, más bien al contrario, cuanto más lo ignoraba, más intensa se hacía su presencia.
—Mi padre sabe lo que quería Sabar —le dijo a Rome mirando a su padre, que se había sentado en un rincón. Aún no había encontrado las palabras adecuadas para hablar con él. Parecía no haber ninguna. La había traicionado. Ahora lo sabía y le daba miedo preguntar hasta dónde había llegado su traición.
Todos los ojos se volvieron hacia Davi, que se encogió de miedo y se acercó aún más a la pared en la que estaba apoyado.
—Ya se ha acabado. Todo se ha acabado —murmuró.
—¿Qué se ha acabado, señor Serino? —le preguntó Rome.
Davi negó con la cabeza y sus ojos llorosos buscaron a Ary. Ella se negaba a sentir nada. Él era su padre, sí, pero podía ser un hombre cruel y malvado. Normalmente era su madre la que sufría lo peor de su energía negativa, lo que hacía que Ary lo odiara aún más. Durante años le había suplicado a su madre que se defendiera, que le dijera a Davi que se fuera a la mierda o algo por el estilo.
Pero Sheena Serino no era ese tipo de mujer. Decía que su deber era honrar a su pareja; que eso era lo que una mujer hacía cuando se emparejaba. Esa frase por sí sola había convencido a Ary: ella nunca se emparejaría con nadie si esperaban que se comportara como una idiota anodina.
—Tú sabías que me iba a secuestrar desde el principio —dijo ella, no a Davi en concreto sino al grupo en general—. Tú sabes lo que quiere. —Luego se humedeció los labios, que se le habían secado de repente—. Sabes lo que quería hacer con la damiana.
—¿Damiana? —preguntó Nick. Él fue el primero en levantarse y acercarse a Davi—. ¿Qué es eso?
—Veneno —susurró Lucas.
Davi sollozó y agachó la cabeza. Nick le agarró de la parte de atrás de la camisa y lo levantó del suelo.
—¿A quién iba a envenenar?
Ary se puso de pie porque se sintió mal al ver que Nick trataba a su padre con tanta dureza.
—Los hombres de Sabar me dieron una especie de brebaje. Yo reconocí el sabor, pero era demasiado tarde. Sabar parecía estar enfadado por mi reacción al líquido, pero no sé por qué —dijo a modo de explicación.
—¿Y crees que tu padre lo sabe? —preguntó Kalina.
Ary se sintió incapaz de decirlo en alto y simplemente asintió con la cabeza.
—Eres mi hija, deberías mostrarme un poco de respeto…
—¡Habla, Serino! —Nick interrumpió las palabras de Davi, que se dirigió entonces a Rome.
—¿Vas a dejar que este tipo me hable así? El líder aquí eres tú.
Rome se encogió de hombros.
—Me da la sensación de que sabes más de lo que nos dices. Si sus tácticas consiguen que hables, entonces, que así sea.
Nick golpeó la espalda del hombre contra la pared y lo miró fijamente.
—Puedes hablar por voluntad propia o te lo sonsacaré a golpes. La decisión es tuya.
—Era para ayudarnos. Vosotros…, vosotros… —Davi tartamudeó y movió los ojos a toda prisa de Nick a Rome, luego a X y de vuelta a Nick—. Vosotros estáis en la ciudad con los humanos y os olvidáis de nosotros. No podemos vivir con la miseria que nos mandáis.
Rome pareció sorprendido, y en cuanto asimiló ese sentimiento lo convirtió en ira.
—Mando miles de dólares al mes en efectivo. Además de suministros médicos y domésticos. ¿De qué estás hablando?
Davi negó con la cabeza de forma rotunda.
—No es suficiente.
—No es suficiente porque no nos llega todo lo que se manda —añadió Ary en voz baja. Solo era una corazonada, una posibilidad que ya llevaba considerando desde hacía algunos meses. En alguna ocasión se lo había comentado a su padre, pero Davi no había dicho nada. Ahora sabía por qué.
Su padre dirigía el centro de sanación, lo que significaba que todos los suministros médicos y buena parte del efectivo que se enviaba a través de las cuentas estadounidenses le llegaban a él para que los administrara y los distribuyera en el poblado como correspondiera. Ary era hija única y trabajaba a su lado. Sabía cómo debían fluir las cosas en el centro de sanación, los suministros que más se utilizaban y cuánto se gastaba en las necesidades del poblado cada mes. Pero en los últimos cinco o seis meses esas cantidades habían menguado de forma significativa.
—No repartías todo lo que llegaba. O lo mandabas a otro sitio —dijo ella mientras daba un paso hacia Davi.
—No sabes de lo que hablas. Tu mente está confundida por el veneno.
Eso suscitó un gruñido de Nick, que tiró a Davi al suelo.
—¡Has hecho que la envenenaran, cabrón!
Esta era una faceta de Nick que ella no había visto nunca. Su ira era tan real, tan feroz… Ary se preguntó si estaría así solo porque la habían secuestrado o habría algo más. Entonces Nick dio otro paso hacia Davi y ella le agarró el brazo.
El contacto entre ambos hizo que Ary sintiera una descarga eléctrica en los dedos y por todo el brazo. Retrocedió sorprendida y miró enfurecida a los ojos oscuros de Nick. Su felino estaba despierto, muy despierto, como evidenciaba el cambio en el color de sus ojos, de marrón oscuro a un verde escalofriante. Puso los brazos detrás de la espalda, apartó la mirada de Nick y bajó la vista hacia Davi.
—¿Qué hiciste con el resto del dinero y los suministros? —le preguntó.
—¡Vas a hacer que nos mate! ¿No lo entiendes? ¡Nos matará a todos! —gimoteó Davi.
X se inclinó hacia él, puso la cara justo frente a la de Davi y señaló a Nick.
—No sé de quién estás hablando, pero este de aquí te va a arrancar la puta cabeza si no empiezas a hablar pronto. Deberías considerarlo como tu amenaza más inmediata.
De repente la habitación se llenó de tanta tensión, tanta… testosterona, que Ary pensó que se iba a ahogar. Los felinos acechaban listos para atacar mientras que las preguntas sin responder avivaban el incipiente fuego.
—Le pago para que nos deje en paz. ¿Tan malo es eso? —preguntó Davi mientras se echaba hacia un lado y se ponía de rodillas. Tosió y tosió, y por un instante Ary pensó en acercarse a él. Luego cambió de idea.
—¿Le pagas a Sabar?
Davi asintió con la cabeza.
—Todos los meses llevo dinero al lugar donde te ha tenido retenida. Lo dejo allí en bolsas que él me proporciona. No sé cómo lo recoge, pero se lo lleva.
—Entonces, ¿por qué de repente necesita a Ary? —preguntó Kalina.
Había estado en silencio, observando lo que pasaba como si no fuera con ella. Ary habría deseado poder mantenerse también al margen de esa situación, sentarse a un lado como si fuera ajena a todo. Odiaba que su padre fuera un traidor y que hubiese recurrido a venderla.
—Os lo contaré todo —dijo Davi finalmente. Se puso de pie—. Él trabaja con medicinas, un tipo de medicinas que vende en Estados Unidos. Hace un tiempo me preguntó si teníamos algo para ayudarlo. Le dije que no lo sabía, que era mi hija la que conocía todas las medicinas, y que las conocía muy bien porque aprendió de Yuri. —Se volvió hacia su hija—. Quiere saber lo que tú sabes, Ary. Eso es todo. Deberías decírselo y ya está.
—¡Nunca le diría nada! —protestó furiosa—. ¡Y tú eres peor que la bilis por entregar a alguien de tu propia sangre a una criatura como Sabar!
X miró a Davi con lástima y desagrado mientras Rome negaba con la cabeza; el desprecio bullía bajo la aparente serenidad de su rostro. La cara de Nick solo mostraba ira. A duras penas podía controlarse, lo atestiguaban la forma en que sus puños se apretaban a ambos lados de su cuerpo y el palpitar de sus sienes.
A Ary le escocían los ojos por las lágrimas. Y entonces lo maldijo:
—¡Vete por donde has venido, Dominick Delgado! Podemos cuidar de nosotros mismos.
Nada más pronunciar esas palabras Ary sintió que todo se desmoronaba a su alrededor, por lo que se dio la vuelta a toda prisa y salió corriendo de la cueva, deseando con todas sus fuerzas que esa pesadilla acabara de una vez. ¿Por qué había tenido que pasar? ¿Por qué había tocado a Nick? Eso era lo peor de todo: le había gustado demasiado.