CAPÍTULO
5
Crees que está bien? Está débil, não? —preguntó José, intentando hablar en el poco portugués que sabía.
—¿Eres un curandero?
José negó con la cabeza tan fuerte que su larga y grasienta melena negra le dio en la frente.
—Não.
—¿Eres un chamán?
—Não.
—¡Entonces cierra la puta boca! —rugió Sabar, apartando a José mientras se dirigía hacia la mesa y movía una silla.
—Siéntate —le dijo a la curandera, cuyo voluptuoso cuerpo lo atraía hasta el punto de conducirlo al estado zombi en que ahora se encontraba.
Ella no se movió.
José la había llevado a esa habitación y la había dejado allí, apoyada contra la pared. Cuando Sabar hablaba, esperaba que todos a su alrededor acataran de forma automática sus órdenes. Ella no lo hizo.
—¡He dicho que te sientes! —ordenó más alto.
Su cabeza cayó hacia delante y su largo cabello formó una cortina a su alrededor, cubriéndole la cara. Después de la caminata del día anterior por esa horrible selva, Sabar había elegido sabiamente unas botas altas de cuero con la punta reforzada de acero y correas en los tobillos. Los pantalones cargo negros y la camiseta le quedaban perfectos y le otorgaban el aspecto de soldado que buscaba. No quería problemas con los nativos, pero no dudaría en matar a cualquiera que se cruzara en su camino. Se oyó el ruido sordo de sus botas cuando se acercó a la curandera.
Cogió unos mechones de su pelo y le empujó la cabeza hacia atrás. Ella puso los ojos en blanco, pero no lo miró.
—¡Joder! ¿Cuánto le disteis? —le gritó a José.
—Franco lo echó. Yo solo la sujeté —dijo el hombre con sus ojos aterrorizados. Era evidente que no estaba dispuesto a cargar con la culpa de su compañero.
—Entonces averigua cuánto le dio Franco. No puede ayudarme si está tan drogada que no es capaz de pensar con claridad.
Sabar arrastró a Ary hasta la mesa y la sentó él mismo en la silla. Sus extremidades estaban completamente muertas, los brazos pendían a sus costados y la cabeza le volvió a caer hacia delante. Sabar maldijo y empujó la silla hacia la mesa para no tener que sujetarla; la mesa resolvería el problema. La cabeza cayó sobre la sucia superficie, y el pelo la cubrió, de modo que él ya no podía verle la cara.
José había salido de la habitación; sin duda había ido fuera, donde Franco vigilaba el Hummer de Sabar y se aseguraba de que nadie se acercara a la vivienda sin previo aviso. Segundos más tarde los dos shifters entraron en la habitación; Franco parecía un poco menos asustado que José.
—¿Cuánto le diste, joder? —rugió Sabar en el momento en que levantó la vista—. ¡Es un puto zombi! Así, ¿cómo me va a ayudar?
Franco se encogió de hombros con una indiferencia que no se reflejaba en sus ojos. Su mirada iba de la cabeza de la curandera apoyada en la mesa a Sabar, que parecía estar a punto de transformarse y partirles el cuello.
—Le di lo que tú me diste. Pero lo escupió casi todo —dijo a la defensiva.
—Cierto. Se le derramó todo por la cara —aportó José, pero se calló cuando Sabar se dio la vuelta y lo fulminó con la mirada.
—No se mueve nada. Eso no era lo que tenía que pasar —espetó Sabar.
José y Franco se encogieron de hombros porque no sabían nada de drogas ni de las hierbas que Sabar había cogido del bosque para disolverlas en el brebaje que le dieron a la curandera. Sabar volvió a maldecir entre dientes mirándola, definitivamente ese no era el efecto deseado.
De hecho, él no tenía ni idea de cuál era el efecto de la damiana, y esa era la verdadera razón por la que se la había dado. Si la información por la que había pagado era cierta, la damiana era en esencia su huevo de oro. La planta, que se encontraba por lo general en el bosque tropical del Amazonas, podía añadir un valor astronómico al producto que ya estaba pasando en las calles de Estados Unidos. Así que necesitaba que funcionase. El problema era que ella, la curandera que ahora mismo estaba inconsciente, era la única que podía hacerlo funcionar.
—¡Despierta, maldita sea! —gritó mientras le golpeaba un lado de la cabeza.
Lo que vino después fue un rugido que hizo temblar las paredes de la vieja y destartalada vivienda e hizo a José y a Franco retroceder hasta el más oculto rincón. El impacto del golpe de Sabar hizo que el cuerpo medio muerto de la curandera cayera de la silla, pero en vez de caer al suelo, después de unos movimientos borrosos, se transformó en el aire, aterrizó a cuatro patas y la gran felina rugió y enseñó sus letales colmillos.
Mientras José y Franco estaban aterrorizados en su rincón, Sabar se mantuvo impasible al otro lado de la habitación. Su corazón palpitaba con fuerza y la adrenalina se disparó por sus retorcidas venas.
—Qué bestia más bonita —dijo, admirando a la perfecta hembra jaguar que tenía ante él—. Ven aquí.
Su pelaje color canela era precioso. Medía por lo menos un metro y medio de largo con llamativos rosetones negros en un patrón impecable y unos hipnóticos ojos dorados. Los cazadores furtivos se morirían por estar tan cerca de un espécimen así de glorioso.
Con toda su belleza, la felina arremetió, derribó la mesa y tiró a Sabar al suelo en cuestión de segundos. Él se echó a un lado con rapidez antes de que lo pudiera inmovilizar pues sabía de forma instintiva que eso significaría una muerte instantánea. En su interior, su propio felino gruñó amenazando con liberarse en cualquier momento. A Sabar le costó mucho trabajo contenerse, dejar de lado su naturaleza instintiva. Lo que quería no era una batalla, sino más poder.
La felina lanzó al aire su enorme garra, mientras gruñía su descontento una vez más. Sabar se puso de rodillas y cuando iba a esquivarla de nuevo oyó el chasquido del rifle en las manos de Franco. Por fin ese estúpido desgraciado había tenido algo de sentido común.
—Todo va a ir bien —dijo sin dejar de mirar a los ojos dorados de la felina.
Ella volvió a rugir y se abalanzó hacia el otro lado, derribando esta vez a José y arañándole la espalda. José aulló de dolor, luego se transformó y su propio felino acudió a morder a la hembra para defenderse.
La pelea fue breve. Sabar se imaginó que lo sería y le hizo señas a Franco para que no disparase. Ella era aún más hermosa en su forma felina, pensó, mientras observaba cómo sus patas traseras mantenían el equilibrio de su peso mientras estaba de pie golpeando al macho con una fuerza feroz. El macho, que en su forma humana era chapucero y estúpido a más no poder, era aún peor en su forma felina. Sus ataques eran débiles, sus habilidades de combate casi inexistentes. Así que cuando la hembra le dio un mordisco en el costado izquierdo, cayó al sucio suelo con un ruido sordo. La hembra, una cazadora preparada, entró a matar, cogió el cuello del macho entre sus fuertes fauces y apretó hasta que el felino ya no se pudo mover.
El aullido que salió de la hembra cuando por fin se apartó del cadáver fue ensordecedor. Franco tiró el rifle para taparse los oídos y Sabar se estremeció cuando el sonido perforó algo muy profundo en su interior. Entonces la felina se volvió, saltó y atravesó la tela que cubría una de las ventanas.
—Entraremos despacio y en silencio —dijo Rome. Hacía unos cuarenta y cinco minutos que habían abandonado el poblado y ahora caminaban por la selva con precaución.
Lucas, un adolescente Topètenia, era su guía designado. Caminaba delante de ellos, sus pies descalzos protegidos por el suelo empapado del bosque. El chico no hablaba inglés, lo que era extraño puesto que parecía tener unos quince años. La mayoría de los shadows hablaban los dos idiomas a esas alturas. El veterano Marras, que los había recibido esa mañana, no les había dado mucha información sobre Lucas. Todo lo que había dicho era que el chico podría ayudarlos en la búsqueda y Rome había accedido sin reparos, ya que hacía años que ninguno de ellos deambulaba por el bosque y necesitaban un guía. Lucas simplemente caminaba delante y esperaba que lo siguieran, cosa que hicieron.
—Si es un verdadero chamán, sabrá que estamos aquí de todas formas, a pesar de nuestras precauciones —dijo Kalina detrás de Rome. Aunque este era su primer viaje al bosque, su apariencia era la de una experimentada shadow shifter—. Elisa ha dicho que no le encuentran explicación a sus poderes. Que la mayoría de los veteranos incluso le tienen miedo.
Elisa era la shifter que había estado ayudando a Kalina desde la unión. Nick supuso que también le había dado un curso intensivo de historia de los Topètenia, lo que en circunstancias normales habría estado bien. Pero cuanto más hablaba Kalina, más irritado parecía Rome.
Después de años de amistad Nick podía reconocer esa mirada. Rome odiaba el hecho de que su pareja estuviese con ellos en esa expedición. Lo último que él quería era ver a Kalina en peligro. Y cazar al rogue que había secuestrado a la curandera era más que peligroso.
Era probable que Kalina también lo supiera, y por eso no paraba de hablar mientras caminaba junto a Rome, sin importarle lo enfadado que parecía. Tenía una vena terca que de algún modo divertía a Nick.
—Sentirá nuestros espíritus acercarse y se preparará —les dijo ella por último.
—Estaría loco si intentara luchar contra nosotros —intervino X mientras esquivaba una raíz contrafuerte muy grande que sobresalía al menos dos metros por el suelo del bosque.
—No. Nosotros estaríamos locos si entrásemos allí pensando que tenemos algún tipo de control. Él tiene un poder del que no sabemos nada —insistió Kalina.
—Solo es un viejo que vive en el bosque —dijo Rome irritado.
—¡No puedes decirlo en serio! —Kalina parecía empeñada en acabar con la paciencia de Rome—. Es un hombre muy respetado en todo el bosque. Sheena lo dijo anoche, y los demás veteranos estuvieron de acuerdo. Al parecer Ary le tenía mucho respeto al tal Yuri y a su trabajo.
—Ary respetaría cualquier cosa que tuviese que ver con la sanación —aportó Nick al fin—. Todo lo que siempre ha querido es sanar y ayudar a los demás. Si Yuri le estaba enseñando a hacerlo, se sentirá en deuda con él.
—¿Tanto como para fugarse con ese tipo?
El bosque entero pareció quedarse inmóvil tras la pregunta de X. Nadie se movió; todos se quedaron muy quietos mientras la rabia recorría el cuerpo de Nick en fuertes oleadas. Era un sentimiento con el que él estaba familiarizado, ya que parecía encontrarse en un perpetuo estado de ira desde los diecinueve años. Ese año encontró el amor y lo perdió, y no solo eso, también descubrió que su padre era un mentiroso y un posible traidor a su especie. Nick estaba seguro de que tenía todo el derecho del mundo a estar tan enfadado como quisiera durante el tiempo que le diera la gana.
Pensar en Ary desaparecida solo exacerbaba ese sentimiento.
—No se ha fugado con el chamán —dijo por fin con los dientes apretados.
X le dio una palmada en la espalda.
—Solo era una broma para animarnos un poco. La vamos a encontrar y va a estar bien —dijo X a Nick con seriedad.
—Pues no tiene gracia —le espetó Nick. Un rápido vistazo a los demás le hizo ver que no estaban de acuerdo, ya que todos parecían estar sonriendo.
Les dio la espalda y se puso al frente de la expedición, dando rápidos pasos largos para llegar al borde del Gungi lo antes posible.
Una hora después, cuando el grupo se encontraba en un pequeño terraplén, los hombros de Nick se encorvaron. Entonces levantó la cabeza para recibir el soplo de la brisa. En su interior su felino aulló mientras su mirada recorría todo lo que le rodeaba.
—Rogues —dijo Rome—. Yo también lo he percibido.
—Viene por esa dirección —dijo X, señalando hacia el sur.
—Solo él sabrá cómo llegar, él es la otra mitad de ella —apuntó una voz baja y áspera.
El grupo se volvió hacia la voz, todos ellos en silencio. Un hombre de menos de metro y medio y unos cuarenta y cinco kilos de peso estaba de pie en una colina cubierta de musgo.
—Tú sabrás dónde está. —El hombre señaló a Nick con un brazo que no parecía más grande que el de un niño de dos años.
Nick lo miró extrañado. Ese hombre lo había señalado a él, y aseguraba que solo él podía saber dónde estaba Ary.
Dio un paso al frente.
—¿Yuri?
—Ella te busca a ti. —Su voz era como un susurro, pero resonó en el bosque como si tuviera algún tipo de poder.
—¿Dónde está? —preguntó Rome desde detrás de Nick.
Yuri no apartó la vista de Nick.
—Ha estado llamándote durante mucho tiempo. Ahora tendrás que acercarte tú a ella. Llámala y te contestará.
—¿Este tío va en serio? —preguntó X en un susurro.
La piel de Yuri parecía cuero ajado, caía de sus huesos como si pudiese tocar el suelo en cualquier momento. Desde la distancia Nick podía ver que un hueso le atravesaba el labio inferior, lo que atenuaba más su voz y era signo de su alto estatus espiritual entre las tribus del bosque. Su cabello era largo y fino, parecía hebras de hilo. Llevaba una falda de paja y una especie de chaleco le cubría una parte del torso. Su brazo aún estaba extendido hacia Nick.
—Solo hay una forma de saberlo —dijo Nick encogiéndose de hombros mientras se dirigía hacia donde se encontraba Yuri.
Fue Lucas el que lo detuvo.
—Você deve oferecer-lhe um presente.
Nick suspiró. Esto se estaba alargando demasiado. Él solo quería interrogar al hombre ese, averiguar lo que sabía sobre la desaparición de Ary y luego continuar buscándola. Soltó un taco y se frotó la coronilla.
—Tengo que darle algo para que nos ayude —dijo Nick, traduciendo la declaración de Lucas.
—Eres abogado. Tú deberías saber que no se consigue nada sin dar algo a cambio —bromeó X otra vez.
—Toma. —Kalina se quitó un collar de oro del cuello—. Dale esto. Puede vendérselo a uno de los humanos por dinero o comida o algo.
Nick se encogió de hombros y cogió el collar.
—Gracias. Te compraré otro en cuanto lleguemos a casa.
—No te preocupes por eso —le dijo ella.
Lucas cogió el collar que Nick le ofreció y los guio camino arriba hacia la colina donde el chamán aguardaba expectante. Nick iba justo detrás de él; X, Rome y Kalina lo seguían de cerca. Estaba muy tenso y a la espera de encontrar a Ary para poder… ¿poder qué? Había pasado casi toda la noche, después del vívido sueño de su primera vez con ella, pensando en qué pasaría si al fin la encontraba.
Ary era la única mujer que le había hecho sentir algo, la única mujer que había logrado ese milagro. Y lo había hecho de forma sincera. ¿Sería capaz de alejarse de ella una segunda vez?
Lucas apoyó una rodilla en el suelo y agachó la cabeza lo suficiente como para tocarse la otra. Su brazo estaba extendido, la cadena de oro colgaba de sus dedos. Yuri se movió despacio, como si sus articulaciones se negaran a ir más rápido. Se paró delante de Lucas, inclinó la cabeza hacia atrás y le susurró algo a alguien que ellos no podían ver. Luego respiró hondo y cogió el collar de la mano de Lucas. Un toque del chamán en el hombro del joven guía le indicó que se levantara. Él lo hizo con el brazo extendido hacia Nick.
Nick dio un paso al frente, pero antes de que pudiera hablar, el chamán se acercó a él, le puso la palma de la mano en la frente y empezó a murmurar otra vez. No era portugués lo que hablaba. Nick conocía bien el idioma del Gungi. Ese idioma era diferente. No tenía ni idea de lo que el hombre decía.
—Ven. —Fue la directriz que le dio a Nick en inglés.
Lo siguió sin vacilar, con la esperanza de que esa especie de ceremonia no se alargara mucho. Cada minuto que Ary estaba desaparecida era como si le clavaran miles de agujas en la sien.
—Siéntate —dijo el chamán cuando llegaron a lo que parecía un agujero en una enorme roca.
Para Nick, Rome y X no fue fácil introducir sus cuerpos por el pequeño espacio. En especial para X, que era el que tenía la complexión más corpulenta de los tres debido a su obsesión con el gimnasio. Una vez dentro, la abertura se ensanchaba lo suficiente como para quedarse parcialmente erguidos sobre el suelo embarrado. Había una hoguera encendida en un hoyo en el centro y todo tipo de raíces y herramientas típicas de los rituales colgaban de clavos en las paredes.
—Sentaos todos —les indicó Yuri cuando se quedaron de pie alrededor del fuego con la mirada fija.
Lucas les hizo señas para que se sentaran en círculo alrededor de la hoguera y luego se sentó detrás de Rome, con la cabeza gacha en señal de lealtad al líder de Facción.
Cuando Yuri volvió a ellos, tenía un puñado de plantas en la mano. A continuación cruzó sus delgadas piernas, se sentó delante de la hoguera y tiró las plantas al fuego. Segundos más tarde un denso humo se elevó en finas volutas e impregnó el aire a su alrededor.
—Mmmmm, salvia —dijo Kalina mientras inhalaba hondo—. Está quemando salvia.
Detrás de Rome, Lucas le dio un golpecito en el hombro.
—É para a limpeza de energia.
—Es para limpiar la energía —tradujo Rome.
—Purificación —susurró Kalina—. Magdalena, la anciana shifter, realizó un ritual similar conmigo la noche antes de nuestra unión.
Yuri hizo un ruido y pasó el brazo por encima del fuego. Todos supusieron que eso significaba que se callaran.
Tras unos momentos de quejidos y susurros, Yuri trató de agarrarle la mano a Nick. Sin muchas ganas de que un hombre, un desconocido además, le cogiera de la mano, Nick carraspeó y se recordó a sí mismo que todo eso lo estaba haciendo por Ary.
—Su espíritu lucha —dijo Yuri en un susurro para que solo lo oyera Nick.
—¿Lucha con quién? ¿Cuándo fue la última vez que la viste? —A Nick se le estaba agotando la paciencia.
Yuri continuó sosteniendo la mano de Nick, recorriendo las líneas de su palma y las venas de su brazo.
—Una vez estuvisteis conectados y lo volveréis a estar. Es imperativo que las dos mitades formen un todo.
Nick apartó el brazo y se puso de pie.
—¿Dónde está? —gritó.
Yuri regresó a su humo, se inclinó hacia delante e inhaló, sentándose sobre los talones y cerrando los ojos como si estuviera rezando. Al cabo de cinco minutos el grupo se dio cuenta de que el chamán ya no iba a hablar más.
—Esto es una pérdida de tiempo —dijo Nick mientras se dirigía al pequeño agujero en la pared por el que tenía que volver a meterse para salir al bosque, donde Ary podría estar muerta en cualquier lugar.
Los otros se estaban levantando para seguirlo cuando Yuri empezó a silbar. No paró hasta que Nick se volvió a mirarlo.
—Sigue a tu corazón —le aconsejó entonces—. Tu alma reconoce a la suya.
Nick soltó un taco y salió por donde habían entrado. Una vez en el húmedo suelo del bosque siguió despotricando mientras salían los demás.
—Bueno, esto ha sido una pérdida de tiempo —afirmó Nick cuando estuvieron todos fuera—. No nos ha dicho nada que no supiéramos.
Los demás permanecieron en silencio. Nick no sabía si porque estaban de acuerdo con él o porque simplemente estaban dejando que se desahogara. Lucas no habló ni tampoco asumió el mando. Nick lo miró un momento y estuvo a punto de preguntarle que adónde irían ahora, pero luego pensó que a la mierda, encontraría a Ary por su cuenta.
Empezó a andar hacia el sur, de donde venía el olor a rogues. Cuanto más avanzaba, más fuerte era el olor. Algo más se hacía más fuerte mientras avanzaba por el bosque apenas iluminado. El deseo le hervía en la boca del estómago; un hambre salvaje que nunca antes había sentido lo empujaba más y más lejos. Ahora lo guiaban dos olores, el hedor a rogues y un aroma más fuerte y más dulce que se filtraba por su cuerpo como un bálsamo.
Nick no sabía lo que era el nuevo aroma o por qué lo percibía con tanta fuerza. Y en realidad no le importaba. Todo lo que sabía con seguridad era que le llevaría hasta Ary.