CAPÍTULO
16
Si no querías llevarme a cenar solo tenías que decirlo.
Inmejorable recibimiento, se dijo Nick. Las sienes le palpitaban por la escena que acababa de vivir, y una especie de sentimiento de culpabilidad le comprimía el pecho con fuerza.
—Ha ocurrido algo —dijo mientras pasaba a la sala de estar para ponerse una copa.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Ary, mientras lo seguía—. ¿Es Sabar otra vez?
Nick se detuvo, con el vaso en una mano y la botella de Hennessy en la otra.
—¿Por qué crees que tiene que ver con Sabar?
En realidad no la había mirado al entrar; su cerebro le gritaba que necesitaba una copa a cada paso que había dado desde el garaje. Ahora veía que llevaba el pelo recogido con unos rizos ensortijados que le caían y le rozaban el cuello. El vestido que lucía sin duda lo excitaba. Era negro, con unas franjas que se envolvían en un fascinante laberinto a su alrededor, dejando tanta piel desnuda como tapada. Estaba guapísima. Sin embargo, había preguntado por Sabar como si estuviera esperando su visita de un momento a otro. Nick tenía curiosidad.
—Simplemente me he imaginado que era eso lo que te había entretenido —fue la fría respuesta de Ary.
Nick se puso la copa, se llevó el vaso a los labios y dejó que el poderoso líquido se deslizara por su garganta y recorriera su cuerpo. Un trago no era suficiente; dio otro y otro. Mientras tanto su mirada continuaba fija en la de ella. Estaba incómoda, sus dedos se movían a los lados. Luego cruzó los brazos sobre su pecho y los dejó caer otra vez.
—¿Hay algo que quieras contarme sobre el tiempo que pasaste con Sabar, Ary?
Ella echó la cabeza hacia atrás, parecía algo sorprendida por la pregunta, y Nick pensó que estaba ocultándole algo. ¿Qué sería? Esperaba que no fuera importante.
—¿Por qué me preguntas eso?
Cuando se terminó su tercera copa, Nick se encogió de hombros.
—No lo sé. Simplemente me parece raro que sea él la primera persona que te ha venido cabeza en el momento en que he entrado.
—Lo primero que me ha venido a la cabeza cuando has entrado es que eres demasiado arrogante como para llamarme y decirme que no íbamos a cenar. Podría haberme ahorrado el tiempo que he tardado en vestirme y arreglarme si lo que iba a hacer era quedarme en casa esta noche. —Dio un paso hacia él cuando terminó esa frase, luego lo pensó mejor y se detuvo a solo unos treinta centímetros de donde se encontraba Nick en el mini bar—. Mi primer pensamiento cuando has dicho que ha sucedido algo ha sido Sabar porque eso es todo lo que conozco. ¿O se te ha olvidado que me trajiste a tu gran ciudad justo anoche? Si está pasando algo aparte de lo de Sabar, ¿cómo lo voy a saber, si prefieres follarme a hablar conmigo?
Eso lo dijo en un tono mucho más alto que el de antes. Tanto, que Nick se puso otra copa y se tragó medio vaso de golpe. Se limpió la cara con las dos manos, y respiró hondo para mantener la calma.
—¿Prefiero follarte? ¿A qué viene eso? —preguntó.
No estaba tranquilo, en absoluto. Su felino interior caminaba de un lado a otro, y arañaba y quería liberarse. Quería luchar, encontrar a Sabar y matar. La rabia dentro de él hervía a fuego lento, y solo se contenía porque Rome y X no dejaban de decirle que matar ahora y preguntar después no funcionaba en Estados Unidos. También estaba ese infernal calor que lo envolvía cada segundo que estaba lejos de Ary. Lo cubría de deseo, hacía que estuviera en un perpetuo estado de excitación y que su sexo se muriera por liberar su esencia.
Y aquí estaba ella, de pie delante de él con unos tacones que pedían a gritos que la follara, unas medias de seda que se pegaban a sus piernas y un vestido que gritaba: «¡Estoy preparada!». Y todavía se preguntaba por qué quería follar con ella todo el tiempo. Joder, necesitaba otra copa.
—Viene por tus actos, que valen más que las palabras. Aunque tampoco me dices muchas palabras de todas formas.
Nick solo pudo negar con la cabeza No tenía ni idea de cómo había cambiado la conversación de forma tan drástica y habían acabado hablando de él. Tal vez ese era el propósito de Ary.
—No desvíes el tema. Te he preguntado por Sabar.
—No. He sido yo quien te ha preguntado por Sabar, Dominick.
Dijo su nombre deprisa, chasqueando la lengua y con un intenso destello en la mirada.
Nick cerró los ojos e intentó respirar hondo otra vez porque en cualquier momento iba a arrancarle ese vestido y matarla a polvos o a salir en busca de alguien a quien apalear. Esas eran sus únicas opciones.
—Voy a ducharme. Nos vamos dentro de quince minutos.
Se alejó antes de que ella pudiera decir nada y rezó para que no tuviera nada más que decir.
Vale, en su defensa podría decirse que parecía que Nick había tenido un mal día. Aunque, en su caso, eso significaba que seguía estando guapísimo. Aun así, Ary había visto la preocupación en sus oscuros ojos. Su perilla recortada a la perfección solo había enmascarado un poco la tensa línea de sus labios. Estaba disgustado por algo. Y, como era lógico, ella pensó en Sabar. Teniendo en cuenta su reacción, estaba claro que no había acertado.
Ahora no quería ir a cenar. Desde que había vuelto del centro comercial con Kalina, había estado pensando que todo era un error. Nick y ella no hablaban, no hacían lo que Ary suponía que era salir con alguien de forma civilizada. Simplemente tenían sexo salvaje y apasionado. Y ya está.
Companheiro o no, no había nada entre ellos excepto lo físico. Por desgracia, no podían negarse la satisfacción de sus necesidades físicas. Eran shifters. Pero eso no bastaba. Ary quería más.
Pensó en sus padres con pena. Ella quería mucho más de lo que sus padres nunca tuvieron. Los Serino parecían meros socios, dos miembros de una sociedad en la que Davi daba las órdenes y Sheena las cumplía. Ary sabía que no debería pensar cosas tan duras sobre sus padres, que acababan de morir en una sangrienta batalla de shifters, pero no podía evitarlo. No quería ser como ellos, nunca. Estar sola era una opción mucho mejor, según su modo de ver.
Sentada en el sofá intentó pensar en una forma de librarse de esa cena, de quitarse ese vestido. Mientras estuvieron fuera Kalina también le había enseñado dos universidades locales donde Ary podía matricularse en algo que Kalina llamó carrera de Medicina. Quería ser médico, y esa era la forma de conseguirlo: tendría que ser estudiante. Podía hacerlo. De hecho, había sido estudiante durante casi toda su vida, había aprendido de sus padres y después de Yuri.
Sintió una punzada en el pecho al pensar en el viejo chamán. Ya no podría verlo una vez a la semana, cuando acudía como su discípula para que él la enseñara. Ya no aprendería de él el arte de la sanación espiritual. Lo echaría muchísimo de menos.
Ary se sentó derecha en el sofá y parpadeó, como si hubiese algo delante de ella y no pudiese evitar mirarlo. Pero no había nada. Tenía la mirada perdida porque se acababa de dar cuenta de algo, un detalle importante que podía ayudarlos a descubrir lo que quería Sabar.
Sin pensarlo dos veces se puso de pie y corrió escaleras abajo para buscar a Nick. Cuando entró en su dormitorio la bombardeó su aroma. Fuerte, masculino, divino. Apartó esos pensamientos y se dirigió al baño, donde se escuchaba el agua de la ducha. Se detuvo solo por un momento para recuperar el aliento y entonces vio el cuerpo desnudo de Nick de espaldas. Tenía una piel suave y una magnífica silueta. Sus piernas eran muy fuertes y al mirar sus nalgas prietas se le hizo la boca agua. Una esbelta cintura se extendía hacia arriba hasta convertirse en unos hombros robustos y unos brazos musculosos.
Volvió a mirar sus hombros y se le cortó la respiración. En el izquierdo tenía un tatuaje. La insignia tribal de los Topètenia, la huella de una garra que se diluía en una espiral. Con los dedos temblorosos levantó la mano hasta el cristal y tocó donde veía el tatuaje. El agua le caía sobre la cabeza agachada, sobre los hombros y la espalda.
Entonces Ary supo que esa noche no saldrían a cenar.
Su felina caminaba de un lado a otro y rugía, forcejeando para liberarse. El tatuaje convocó más recuerdos del Gungi: los aromas, las llamadas de otros animales cuando necesitaban aparearse. Los afilados dientes de Ary quedaron al descubierto cuando se apoyó en el cristal. Sus pechos dejaron huella en la fría superficie de la puerta y resopló.
Incluso a través del ruido del agua Nick la escuchó. Su felino escuchó a su pareja llamándolo. Se dio la vuelta despacio y la vio a través del vapor que se elevaba desde el suelo de mármol de la ducha. Su sexo excitado lo guio hacia donde necesitaba estar. Ella dio un paso atrás cuando él empujó la puerta de la ducha para abrirla.
Cuando le extendió la mano Ary se la dio de buena gana y entró en la cabina. Sin decir nada, le agarró los hombros y le dio la vuelta para que su espalda quedara frente a ella. Le lamió el tatuaje, deslizando la lengua por el símbolo que marcaba al hombre y a la bestia que era. Abarcaba el hombro entero, y su lengua tocó cada uno de sus matices.
Él se puso tenso y apretó los puños hasta que creyó que iba a explotar. Ella estaba apoyada en su espalda, lamiendo su hombro. Sin moverse, Nick echó los brazos hacia atrás y le agarró las nalgas para pegarla más a su espalda. Luego le pasó la mano por el muslo, le levantó una pierna y se la puso alrededor de la cintura. El tacón de doce centímetros de su zapato le arañó el miembro y Nick echó la cabeza hacia atrás y rugió; un erótico hormigueo recorría su cuerpo.
Las uñas de ella habían crecido de pronto, unas garras afiladas se le clavaban en la piel mientras movía las manos por sus pectorales, apretando su sexo contra su espalda.
—Nick. —Su voz era un susurro ronco que abría partes de Nick que él pensaba que estaban cerradas a cal y canto.
Se dio la vuelta, manteniendo la pierna de Ary alrededor de su cintura, y buscó sus labios como un hombre sediento en busca de agua. Y cuando sus labios colisionaron, Nick procedió a saciar su sed. Sus dientes afilados chocaban contra los de ella, sus labios se buscaban con ansia y luego se movían mientras sus lenguas se batían en duelo. Nick le agarró el culo con una mano mientras con la otra le tiraba del pelo, sin apenas darse cuenta de que le estaba deshaciendo el recogido y sin importarle lo más mínimo. Sus jadeos hacían eco en la acústica de la cabina de la ducha. El agua caliente corría sobre sus cuerpos, pero ellos eran casi ajenos a todo.
Nick le subió ese pequeñísimo y ajustadísimo vestido tan sexy por encima de las caderas, rasgando el hilito de tela que hacía las veces de tanga, y se sumergió hondo en ella.
Ary jadeó y luego ronroneó, meneando las caderas sobre su envergadura. Nick la embistió y le dio la vuelta para que apoyara la espalda contra la pared justo debajo de la alcachofa de la ducha. Le levantó la otra pierna y la poseyó con todo el deseo, la ira y la confusión que inundaban su mente, su cuerpo y su alma.
Cuando ella se corrió, se estremeció y su sexo se contrajo tanto que él casi no podía respirar. Nick retrocedió y a continuación volvió a sumergirse en las profundidades de ella. Ary gritó su nombre y algo más en portugués. Su cerebro no pudo traducirlo; nada existía, ni las palabras, ni los sonidos, nada más que su miembro dentro de su sexo. Eso era todo lo que le entraba en la cabeza. El perfecto vaivén de su unión. El sonido de su voz estaba allí, la sensación de sus brazos alrededor de su cuerpo, la tensión de sus muslos en su cintura, el roce de sus senos húmedos y resbaladizos y el contacto de la tela del vestido contra su pecho; apenas era capaz de asimilarlo todo, pero sabía que estaba ahí, en algún lugar de su borrosa mente.
Nick siguió embistiéndola una y otra vez, mientras una palabra resonaba en su cabeza: casa. Casa. Casa. Estaba en casa.
Enterró la cara en su cuello, sintió los rizos mojados de su pelo contra la cara y la estrechó aún más fuerte entre sus brazos cuando su esencia salió disparada, explotó dentro de ella y la llenó por completo con todo lo que tenía.
Nick dijo el nombre de Ary en un mero susurro porque tenía los dientes en la clavícula de ella. No la mordió; aun así, le lamió el cuello una y otra vez, sin querer soltarla. No quería que su miembro saliera de la cálida funda de su sexo. No quería estar sin Ary nunca más.
Cuarenta y cinco minutos más tarde llegó la cena al apartamento de Nick. Los repartidores se movieron con rapidez para preparar la mesa en el comedor con un mantel de lino blanco, velas blancas que iluminaban la habitación con un brillo dorado, cristalería y vajilla de porcelana, y una rosa de tallo largo.
Cuando Nick la guio hasta la pequeña habitación, les dijo adiós con la cabeza a los cuatro chicos con trajes negros que se habían presentado en su casa con cajas y bolsas de comida que olían a gloria.
Ahora Ary llevaba un bonito batín de seda fucsia que le rozaba la piel como los rayos del sol, con zapatillas a juego. Nick llevaba unos bóxers debajo del batín negro. Todo muy tradicional y muy soso, pensó Ary, pero él parecía un dios.
La ayudó a sentarse y la acercó a la mesa antes de dar la vuelta hasta el otro lado para sentarse él.
—Discúlpame por tener que cenar en casa esta noche. Mañana te llevaré adonde quieras —dijo mientras abría una servilleta y se la pasaba a ella.
Ary observó a Nick abrir su servilleta y ponérsela en el regazo. Ella hizo lo mismo con la suya.
—¿Qué vamos a comer? Huele deliciosamente. —Se aclaró la garganta. Por alguna razón ahora era más difícil mirar a Nick, era más difícil estar ahí sentada con él sin sentir… algo.
—Un poco de todo ya que en realidad aún no sé lo que te gusta y lo que no. Solomillo, pechuga de pollo rellena, patatas asadas, macarrones con queso, brócoli con queso y judías verdes al vapor. Y en ese plato hay una ensalada con varios aliños —dijo él mientras señalaba las fuentes y cuencos tapados que había en la mesa carrito que los chicos habían llevado—. Y de postre… —continuó después de respirar hondo.
Ary se rio.
Él la miró y sonrió, luego prosiguió.
—Tenemos tarta de queso, tartaleta de fresa y pastel de chocolate.
—¿Para nosotros dos solos?
Le tocó reír a Nick. Ary descubrió que el sonido le gustaba mucho. No se reía lo suficiente, pensó, no se relajaba lo suficiente. Se preguntó por qué.
—Pondremos lo que no nos comamos en la nevera. No cocino a menudo. ¿Tú sabes cocinar?
Ary ya estaba sirviéndose uno de los panecillos que olían tan bien.
—Sé preparar sopas y hacer pan. En realidad eso es todo lo que sé.
—Sí, vamos a tener que guardar las sobras de cenas como esta. Menos mal que tengo muchos menús de comida a domicilio.
—Creo que me gustaría aprender a cocinar —dijo ella.
Luego se decidió por el pollo relleno porque parecía que algo sabroso rezumaba de su interior. Cogió judías verdes con la cuchara (a estas las reconoció fácilmente) y decidió probar los macarrones con queso.
—¿De verdad? No me pareces del tipo de mujer de delantal.
Nick tenía solomillo y pollo en su plato, junto con un montón de patatas y dos panecillos. Ella supuso que no le gustaban mucho las verduras y pensó que, por fin, sabía algo sobre él.
—Aún estoy empezando a descubrir el tipo de mujer que quiero ser —dijo con claridad—. También voy a matricularme en la universidad en un curso preparatorio de medicina.
Nick la observó mientras masticaba y luego contestó:
—Bueno, así sí que te imagino. Vas a ser una doctora maravillosa.
—¿De verdad? —La invadió una cálida sensación. Y no era el tipo de calor sexual que se agitaba por su cuerpo cada vez que pensaba en Nick. Era algo cómodo y reconfortante. Le gustaba—. ¿Tú crees?
Él asintió con la cabeza.
—Por supuesto. Tienes talento natural. Además, la formación académica, combinada con lo que ya sabes por ser la curandera de la tribu, te dará ventaja sobre los médicos humanos.
—No aceptarán mi sanación tribal en este mundo.
—Probablemente no, pero vamos a formar la Asamblea de Estados Unidos, a establecer un cuartel general para los shifters. Creo que sería lógico tener también nuestro propio centro médico. Los humanos no siempre sabrán cómo curar a los shifters.
—Supongo que tienes razón. Nuestra genética es diferente de la suya.
—Y tú podrías dirigir el centro médico —le dijo después de servirse otro plato.
—Dirigirlo… No sé. Pero podría enseñar a otros shifters sanaciones tribales y espirituales.
—¿Como Yuri te enseñó a ti? —preguntó Nick.
Su pregunta le recordó a Ary lo que había ido a decirle a Nick al baño. Aquello parecía haber ocurrido hacía tanto tiempo y tantos orgasmos.
Soltó el tenedor y masticó de forma apresurada los macarrones con queso que se había comido y tanto le habían gustado.
—Iba a contarte lo que he recordado.
—¿Qué? —preguntó Nick.
Ella se limpió la boca con la servilleta y luego continuó.
—Lo primero que Yuri me enseñó sobre usar las hojas de las hierbas del Gungi fue que hay que limpiarlas. Mira, si las utilizas en su estado natural a veces pueden causar efectos secundarios que impiden el resultado deseado. Si las limpias de antemano, puedes pedir a los espíritus que bendigan las hierbas, que las despojen de la energía negativa. Solo así, libre de efectos secundarios y de energía negativa, la hierba puede causar el efecto deseado.
Nick se recostó, mientras la observaba con lo que Ary solo podía describir como un atento interés.
—Continúa.
—Sabar quiere utilizar la damiana, supongo que por sus efectos relajantes y de aumento del deseo sexual. Pero quiere mezclarla con otra droga. Oí que lo decía cuando hablaba con Franco sobre el tema. Eso es lo que me hicieron beber.
—Pero dijiste que no te sentiste excitada una vez que lo tomaste, ¿verdad?
Una de las cejas de Nick se elevó de manera inquisitiva.
—No —contestó ella rápida y rotundamente—. En absoluto. Pero estaba enfadada y preparada para luchar. Para matar. Esa era la energía negativa.
—Porque Sabar no sabía que hay que limpiar la hierba antes de mezclarla —terminó Nick por ella.
Ary asintió con la cabeza.
—Correcto. No puede conocer la ceremonia que hay que celebrar para la limpieza.
Nick se frotó la barba recortada de su barbilla. A Ary le encantaba su barba, le encantaba la forma en la que rodeaba sus tentadores labios y le daba un aspecto tan masculino. Ningún hombre se dejaba vello facial en el Gungi. Ary esperaba que Nick nunca se lo afeitara.
—Fuimos a ver a Yuri y él hizo algo con humo y salvia. Lucas dijo que estaba limpiando el aire, quitándole la energía negativa.
—Exacto. Hay muchos rituales de limpieza, dependiendo de lo que quieras conseguir. La energía positiva es crucial para una sanación positiva.
Le pareció que Nick quería decir algo, pero luego negó con la cabeza y continuó pensando en lo que ella acababa de decir.
—Si ha traído la damiana aquí y planea seguir mezclándola, no va a tener éxito. Continuará produciendo los mismos efectos negativos.
Los ojos de Nick se centraron en ella y se inclinó hacia delante. Su frente se frunció de inmediato y Ary se resistió al impulso de extender la mano hasta el otro lado de la mesa y alisarle las arrugas. Quería que volviera su sonrisa, su risa, que se borrara la expresión de su rostro, en el que ahora se reflejaba la preocupación que sentía.
—Vístete. Tenemos que ir a ver a Rome —dijo de pronto mientras se ponía de pie—. Yo guardaré todo esto.
—Es malo, ¿verdad? ¿Lo que te acabo de decir es muy malo? —le preguntó.
—Desde luego, bueno no es —respondió él.
A continuación la dejó de piedra cuando dio la vuelta alrededor de la mesa, le tocó la barbilla con una mano y le rodeó la cintura con la otra.
—Pero lo has hecho bien. Has averiguado lo que Sabar está intentando hacer. Ahora podemos detenerlo.
La sensación cálida volvió. Ary le sonrió levemente a Nick.
—Espero que podamos detenerlo.
—Lo detendremos o lo mataremos. No hay otra solución —afirmó con voz seria.
—La muerte es siempre la solución para ti, ¿no, Nick? Tu respuesta siempre es matar.
Él negó con la cabeza.
—No, Ary. Mi respuesta siempre es sobrevivir.