CAPÍTULO

32

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Los odio a todos —dijo Caprise de forma impulsiva mientras se dejaba caer de golpe en el sillón de cuero color chocolate que había en el cuarto de Rome.

Al otro lado de la habitación Kalina tomó una de las sillas en las que Ary se negó a sentarse. Ary rezó por que lo que fuera que le había impedido sentirse cómoda la primera noche que estuvo en esa habitación hubiese desaparecido, pero no quiso tentar a la suerte. Se sentó en el sillón con las piernas cruzadas y abrazó un cojín.

La escena era agradable: una noche corriente entre amigas. Pero había algo en el aire, una sensación que Ary no podía nombrar. No era pena, porque solo sentía pena por la gente a la que quería. Y Davi no era uno de ellos. Y no era miedo. Estaban seguras aquí, y tan pronto como regresara Nick, se sentiría incluso más protegida. No, había algo en el aire, pero Ary no podía reconocer qué era. Sin saber por qué, sintió escalofríos.

—¿A quién odias ahora, Caprise? —preguntó Kalina como si ya le aburriese el tema.

—¡A los hombres! —exclamó Caprise mientras daba un golpe en el brazo del sillón—. Son todos una panda de cretinos arrogantes que no tienen otra cosa mejor que hacer que mandar sobre las mujeres. ¡Me ponen enferma!

Ary asintió.

—A veces yo también lo creo —dijo mientras recordaba la de veces que Nick la había cabreado cuando llegó a Estados Unidos.

Kalina miró sorprendida a Caprise.

—Intentan protegerte.

—¿Protegerme de qué? No fui yo quien cabreó al tipo ese…, Sabar. Joder, ni siquiera sé quién es —contestó Caprise.

—Es un maldito shifter que creció en el Gungi hasta que un capullo infame y desquiciado se lo llevó a algún lugar dejado de la mano de Dios. Ahora sus miras están puestas en los shifters estadounidenses. Nos quiere muertos. A mí en especial porque no quise ayudarlo a fabricar la nueva droga que quiere vender en las calles —dijo Ary.

Kalina negó con la cabeza y dio un sorbo a la taza de café ardiendo que Baxter les había llevado hacía unos minutos.

—No. Creo que yo estoy la primera en su lista porque les he desbaratado los planes a él y a sus matones tres veces ya.

—Veis —dijo Caprise mientras hacía un movimiento con la mano—. Esto no tiene nada que ver conmigo. Yo no he cabreado a ese tío.

—Pero eres una de los nuestros, Caprise. Tanto si te gusta como si no —le dijo Ary.

Tenía la impresión de que Caprise no quería en absoluto ser una shifter. Nick no le había hablado mucho de su hermana, solo le había dicho que estaban muy unidos de niños y que después de la muerte de sus padres ella había desaparecido. Él quería protegerla, eso estaba claro, pero Ary no sabía exactamente de qué, porque no solo era de Sabar… Todos necesitaban protegerse de ese cerdo y Caprise no iba a ser una excepción. No. Había algo más, pero ¿qué?

Por otra parte, Caprise era un verdadero enigma para Ary. La había observado esa noche durante la cena y se había dado cuenta de que le ocultaba algo a su hermano. Se preguntó qué sería y por qué lo ocultaba.

Ary se inclinó hacia delante para coger su taza de café, pero se quedó desconcertada al ver un vaso de zumo de naranja en su lugar. Miró al resto; tenían café. No era propio de Baxter cometer semejante error, pensó. Cuando se disponía a llamarlo, Caprise empezó a hablar otra vez.

—No sé vosotras, pero yo soy una mujer. Eso de la transformación no es para mí. Nunca me ha gustado y no se me ocurre una razón por la que me fuera a empezar a gustar ahora —dijo.

Kalina la miró sorprendida.

—Es tu herencia —dijo.

Ary sintió lástima por Kalina en ese momento. Habían pasado mucho tiempo juntas últimamente y sabía que Kalina había crecido con unos padres humanos. No supo que era una shifter hasta hacía un par de meses. Así que para ella esa era la oportunidad de formar parte de una familia. Hasta cierto punto, Ary sentía lo mismo porque, aunque había pasado toda su vida en el Gungi, con la tribu, en pocos días los shifters estadounidenses se habían convertido en su verdadera familia. Habían demostrado mucha más preocupación y amor por ella que aquellos con los que había vivido, y sentía que formaba parte de ellos. Por esa razón las palabras de Caprise también la dejaron perpleja.

—¿Cómo puedes no querer ser lo que eres? —le preguntó Kalina.

—Porque no es normal —contestó Caprise mientras se echaba el pelo negro hacia atrás y lo despejaba de su cuello—. Hay dos grupos en la tierra, humanos y animales. Ser mitad y mitad es una abominación.

—¡Hablar así se merece un bofetón en la cara! —gritó Kalina mientras se levantaba de su silla.

Caprise puso los ojos en blanco.

—Me has hecho una pregunta y te he respondido. —Entonces suspiró y se acomodó en su asiento, dejando que sus codos reposaran en sus rodillas—. Mira, no estoy aquí para hacer que os sintáis incómodos: yo no quiero incomodar a nadie. De hecho, ni siquiera quiero estar aquí. Tengo mis razones para sentir lo que siento. Así que no espero que lo entendáis.

Pero Ary pensó que podía entenderlo, quizá un poquito.

—A veces yo también desearía ser una cosa o la otra. Solía pensar que mi vida sería mejor si no fuera dos mitades de un todo.

—Exacto —coincidió Caprise. Se acercó la taza de café a los labios y bebió.

Ary recorrió el borde de su vaso de zumo con un dedo. Aunque no estaba segura de por qué le habían servido algo distinto lo cogió y tomó un sorbo.

—Somos lo que somos —sentenció Kalina. Luego se recostó en su asiento y sostuvo la taza en la mano—. Me alegro de haber conocido a Rome y de haber descubierto de dónde procedo.

—Entonces me alegro por ti —dijo Caprise alzando la taza hacia Kalina—. Yo prefiero seguir siendo más reticente.

Y Ary pudo imaginar que así sería. Había algo que Caprise estaba ocultando, algo que la había hecho cambiar de opinión con respecto a su especie. Los hermanos Delgado eran un par de misteriosos.

—Se está haciendo tarde —dijo Baxter mientras entraba con sigilo en la habitación.

—Me gustaría tomar un café —dijo Ary antes incluso de que él llegase al final de la mesa donde había dejado su vaso.

Baxter la miró atentamente durante un buen rato. Luego se acercó a ella, colocó la palma de su mano en su frente y después tocó su cuello. Ary dio un respingo y se calmó cuando vio que él estaba sonriendo.

—Justo lo que pensaba. Bébase el zumo, señorita Aryiola —dijo con su característico tono de voz—. Si no quiere terminarlo ahora, se lo subiré a su habitación.

Ary abrió la boca con intención de quejarse, después lo pensó mejor. Cogió el vaso y se terminó el zumo de un trago. Si luego le apetecía un café tan solo tenía que bajar a la cocina y prepararse uno, pero prefirió no decirle nada a Baxter. Esa noche estaba muy raro.

—Tú cuidas de todos aquí, ¿verdad? —le preguntó Caprise a Baxter después de ponerse de pie y estirarse.

—Es mi deber. Todos tenemos deberes en la vida.

Caprise sacudió la cabeza. Kalina ya se había levantado y le lanzó una mirada que decía «déjalo estar». Ary tan solo esperaba que Caprise lo pillara. Lo hizo. Y las tres se dirigieron hacia las escaleras.

Una vez que Ary estuvo sola en la habitación que Nick y ella compartían, miró por la ventana al cielo estrellado. Pensó en Nick y deseó con todas sus fuerzas que estuviese con ella. Aunque ya no sentía ese calor sofocante y los escalofríos habían pasado, aún sentía cierta ansiedad.

Tras una ducha caliente, se metió entre las sábanas de satén y su cuerpo desnudo disfrutó de la suavidad y frescor de la tela en contacto con su piel. Sus ojos se cerraron e imágenes de cadáveres y drogas cruzaron su mente enseguida. Vio destellos del felino en los árboles, cayendo al suelo, muriendo; recordó el olor a sangre fresca, lo cansada que estaba de tanto correr. En un segundo sus pensamientos se trasladaron a los días en el bosque, a sus horas de estudio con Yuri, y el olor del incienso reemplazó el agrio hedor a sangre y muerte.

Un escalofrío recorrió su espalda y se estremeció mientras se levantaba de la cama y se ponía la bata. Se abrazó a sí misma, se sentó en el borde de la cama y su mirada se clavó en las puertas que daban al balcón. Y en ese momento todo cambió. Todos sus pensamientos desaparecieron a excepción de uno.

Rogues.

 

 

La ventana se rompió y las alarmas saltaron de forma estridente, dañando el tímpano de Ary. Pero enseguida se puso de pie, lista para recibir a los huéspedes inoportunos.

Dos de ellos saltaron a través del cristal; altos, vestidos de negro, enseñando los dientes. Como si hubiesen rastreado su olor, giraron las cabezas y se dirigieron directos a la cama. Tras un segundo de vacilación, Ary saltó, se agarró a la barra lateral del dosel y se balanceó como si estuviese en la rama de un árbol en el bosque. Sus pies dieron contra el pecho del primer rogue y este cayó de espaldas. El segundo levantó los brazos para alcanzarla en el momento en el que ella se lanzó en el aire y cayó al suelo justo detrás de él.

Cuando él se giró ella estaba preparada y le pegó un puñetazo en el estómago. El rogue se encogió y entonces ella le pegó dos puñetazos más en la cara. Una cara que, por cierto, no era humana. Se había percatado cuando se lanzaron a por ella de que sus rostros tenían forma felina, unos escalofriantes ojos verdes, hocicos planos y bigotes; eran caras de felino y cuerpos de humano.

Mientras Ary los analizaba, el rogue alargó el brazo y agarró el hombro de Ary. Ella gritó del dolor cuando la bestia le clavó las garras en la piel. Entonces cerró las piernas y cuando vio que la atacaba de nuevo, saltó, estiró una pierna y le dio una patada en la cara. Él rugió y cayó de espaldas.

El otro rogue iba hacia ella de nuevo cuando el felino grande y feroz de Leo atravesó la puerta y se abalanzó sobre su pecho. Enseguida entró otro felino y se hizo cargo del primer rogue.

—¡Vámonos! —Kalina entró y agarró a Ary del brazo. Llevaba un arma en la otra mano y cojeaba según se dirigían a la puerta.

—Espera, estás herida —dijo Ary mientras se detenía para que Kalina no tuviera más elección que pararse con ella.

—Estoy bien. Tenemos que bajar al túnel —contestó Kalina intentando permanecer serena y respirar.

—Ven, apóyate en mí —le dijo Ary mientras rodeaba por la cintura a Kalina para soportar su peso—. Esa pierna tiene mal aspecto.

—Tan solo necesitamos irnos.

—Sí, nos vamos. ¿Dónde está Caprise?

De repente se oyó un grito en su dormitorio y ambas se dirigieron hacia allá. Kalina empujó a Ary a un lado y levantó el arma. Apuntó a la cerradura y disparó. Ary empujó la puerta y vio a uno de los rogues con una mano alrededor del cuello de Caprise. Cuando Ary cargó contra él, Caprise levantó la rodilla y le golpeó en su entrepierna humana. El rogue rugió, la soltó, y se dobló. Ary levantó el brazo, le golpeó en la espalda y vio cómo caía de rodillas. Entonces Kalina apareció por detrás y le disparó en la nuca.

—¡Marchaos! —Era la voz de un hombre, que gritaba jadeante. Cuando se volvieron, vieron a Jax atravesar la ventana rota, seguido por un rogue—. ¡Bajad ahora mismo!

Al ver que Kalina estaba herida, Caprise imitó a Ary y ambas auparon a la Primera Hembra según salían de la habitación. Baxter estaba en el vestíbulo, donde parecía que el caos había entrado y se había hecho con el control.

—¡Por aquí! —les gritó.

Ary se sorprendió durante unos segundos al ver una trampilla abrirse en la pared. Kalina no estaba en absoluto sorprendida y fue la primera en atravesarla. Caprise la siguió y Ary fue después. Pensó que Baxter las seguiría, pero no lo hizo. El panel se cerró y quedaron a oscuras.

Su visión nocturna se puso en marcha en pocos segundos. Kalina fue la primera que echó a andar y las otras la siguieron. La Primera Hembra las condujo, cojeando, a través del que parecía el túnel más largo del mundo. Había una pendiente y Ary supuso que era una ladera paralela a los escalones del interior de la casa. Después entró un haz de luz del exterior cuando Kalina abrió una puerta golpeándola con el hombro con tanta fuerza que la atravesó y fue a caer al otro lado. Caprise y Ary la siguieron.

El hombro herido de Ary rozó la pared y ahogó un grito de dolor. Caprise la ayudó y ambas ayudaron a Kalina a ponerse en pie.

—Hay una furgoneta justo al cruzar la esquina. Las llaves están en la guantera. Necesitamos llegar a Havenway —les dijo Kalina.

Estaba claro que ese era un plan de fuga que ella y Rome habían discutido. Nick debía de conocerlo y Ary se enfadó un poco por no haber sido informada. No importaba, estaban fuera del alcance de esos estúpidos rogues. No, tuvo que corregirse después de dejar a Kalina en el asiento de atrás y trepar hasta el lado del copiloto, ya que Caprise estaba al volante. Estaban rodeadas de rogues.

—¿A dónde? —gritó Caprise.

Kalina estaba tendida en el asiento de atrás, pero sus palabras se oían con claridad.

—Dirígete hasta la 95 sur y sigue hasta que te diga la salida por la que has de meterte.

—De acuerdo —dijo Caprise, arrancando y conduciendo por un camino que apenas era más ancho que el vehículo. Subieron una rampa y dieron con una puerta grande.

—Aprieta el botón que hay debajo del salpicadero.

Ary tanteó bajo el salpicadero y movió la mano a lo largo hasta que encontró el botón y lo apretó. La puerta se elevó y se adentraron en la noche. Caprise pisó el acelerador y salieron disparadas hacia la carretera.

Kalina seguía dando indicaciones.

—Hay un móvil en la guantera, sácalo y pulsa el uno.

Entonces gimió y Ary, teléfono en mano, se volvió para ver cómo estaba. Tenía una herida profunda en la pierna. La sangre brotaba en un flujo continuo.

—¡Mierda! Está perdiendo mucha sangre —dijo Ary.

—Haz la llamada, después pásate atrás para ayudarla —dijo Caprise mientras se metía en lo que parecía una autopista colapsada.

Ary asintió y arrastró los dedos por la base del teléfono para encenderlo. Llevaba en Estados Unidos apenas un mes, pero se había dado cuenta de que aprender a utilizar un teléfono móvil aquí era casi tan importante como leer y escribir.

Contestó un hombre. Le pareció la voz de Rome, pero no estaba cien por cien segura. Era un teléfono privado, por lo que se imaginó que tenía que ser alguien que al menos trabajase para el líder de Facción.

—¿Dónde estáis? —preguntó.

—Vamos hacia Havenway. Caprise conduce. Kalina está herida —contestó.

La serie de maldiciones que siguieron le aseguraron que era Rome la persona con la que hablaba.

—Os veré allí —contestó él. Después colgó.

Ary dejó el teléfono y trepó a través de su asiento para llegar hasta Kalina.

—Bueno, esto te va a doler —le dijo mientras rasgaba una tira del bajo de su bata. Entonces vendó la pierna de Kalina con la tela y la anudó tan fuerte como pudo.

El grito de Kalina hizo eco dentro del coche. Ary intentó ignorarlo mientras presionaba la herida, rezando por poder al menos parar la hemorragia. A ese ritmo, Kalina se desangraría antes de que pudiesen llegar a Havenway.