CAPÍTULO

8

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Nick se dijo a sí mismo que no iría tras ella. Juró que no la rescataría cuando era obvio que ella no quería que la volvieran a rescatar. Pero hacía más de veinte minutos que se había ido. Se le había acabado el tiempo a solas.

No tuvo que seguirle la pista, no tuvo que olfatear el entorno para saber en qué dirección había ido. Lo único que hizo fue cerrar los ojos y la imagen de ella apareció, con el aspecto que tenía hacía tantos años, pero mejor. Nick había visto mujeres hermosas en Estados Unidos. Se había acostado con muchas de ellas. Pero ninguna era comparable a Ary.

Ella tenía un aspecto muy sensual, con los labios carnosos y el mentón marcado. Sus cejas espesas y largas pestañas la hacían parecer más exótica. Sus ojos color vino, que se volvían dorado oscuro cuando su felina acechaba, añadían un toque de misterio. En cuanto a su cuerpo, Nick se estremeció al recordar el momento en que le estrechó la cintura con el brazo. Ary nunca había estado delgada como una modelo; estaba llena de exuberantes curvas, pechos generosos y caderas seductoras. Se excitó al pensarlo y aceleró el paso.

Sabía dónde encontrarla, o debería decir que su felino lo sabía, así que se guio por el instinto.

La lluvia había parado y el bosque se volvía cada vez más oscuro en las horas del ocaso. Justo delante de él escuchó el susurro del agua y pudo respirar un poco más tranquilo. Con su visión nocturna, Nick avanzó hasta que se quedó enfrente de una pequeña cascada. Tuvo que hacer un esfuerzo para recobrar el aliento.

Ella estaba allí, apenas visible a través de la fina cortina de agua que caía hasta el arroyo. En el mismo lugar en que la había poseído hacía dieciséis años.

Era preciosa. Es decir, la felina lo era. Con unos rosetones que parecían perfectamente simétricos a lo largo de su cuerpo dorado, el animal se estiró y se sumergió bajo el torrente de agua. Con la boca abierta de par en par, pasó la lengua por sus afiladísimos dientes. Luego se volvió a estirar, esta vez mientras se transformaba con una serie de movimientos difuminados, hasta que la mujer desnuda apareció en todo su esplendor.

Nick se relamió y sintió unos celos enfermizos del agua que enjuagaba cada centímetro de ese glorioso cuerpo. Su espalda estaba arqueada, su cabeza hacia atrás y su espesa melena se sumergía en la cascada. Unas caderas curvilíneas se ensanchaban para dar paso a unas voluptuosas nalgas. Cuando se giró ligeramente, apareció la V bien depilada de su sexo y Nick quiso rugir. El ansia que sentía en su interior le hizo dar un paso hacia el arroyo. Se quitó la ropa despacio al son de los movimientos de ella.

Cuando Ary levantó los brazos, sus pechos se elevaron y sus pezones se erizaron por el rocío del agua. Nick se quitó la camisa y recorrió con las manos su pecho y sus abdominales hasta llegar a la cinturilla de los pantalones. Ella se inclinó hacia delante, levantó una pierna, la sumergió de forma seductora por la cortina de agua y la lavó con las manos. Nick se bajó los pantalones por sus musculosos muslos y se los quitó, llevando la mano a su acalorada erección y proporcionándole las caricias que tanto necesitaba.

Ella se volvió a poner derecha, levantó los brazos y se echó el pelo hacia un lado. Nick caminaba despacio y sus pies se metieron en el arroyo con sigilo. En cuestión de segundos estaba en la cascada, de pie justo al otro lado, a solo unos centímetros de Ary.

Entonces ella lo sintió. Se puso tensa y se dio la vuelta para mirarlo de frente. A través del agua parecía una diosa, con gotitas seductoras en las pestañas, los labios húmedos y carnosos. Cuando atravesó el rocío de la cascada, Nick sintió el frío del agua en su acalorada piel, pero no dejó que lo disuadiera. Alargó el brazo, la agarró de la cintura y la atrajo hacia él. Ella ladeó la cabeza al instante con la boca entreabierta. Y eso era todo lo Nick necesitaba.

Sus labios se encontraron en un intenso roce. Él recorrió esos labios con la lengua y lamió el inferior como si fuese un caramelo. Cuando ella jadeó, él ahondó aún más y dejó que su lengua se mezclara con la de ella de forma salvaje. Ary alargó los brazos, se los puso alrededor del cuello y lo atrajo con fuerza. Retrocedieron y se adentraron en la caverna, mientras las manos de Nick recorrían de arriba abajo la suavidad de su piel. Le cogió las nalgas, contuvo el aliento y empujó su erección contra su vientre. Ary se puso de puntillas hasta que él se deslizó entre los pliegues de su sexo, y estuvo a punto de rugir cuando la alzó sin dejar de abrazarla y ella le rodeó con las piernas. Se quedó allí de pie, besándola mientras sus dedos se movían desde la hendidura de sus nalgas hasta la cálida humedad de su sexo. Estaba deliciosa y le lamió los labios de la forma en que quería chuparle su parte más íntima. Ary echó la cabeza hacia atrás y se arqueó mientras él la acariciaba con los dedos con movimientos rápidos. Tenía un aspecto celestial y Nick agachó la cabeza para pasar la lengua por su pezón erizado.

Ary bajó una mano, se agarró un pecho, lo apretó y lo metió en la boca de él, que se sació de ella, lamiéndolo y besándolo hasta que se quedó sin aliento. Con los dientes se aferró al pezón, tiró hasta que ella gimió y luego lo chupó mientras restregaba su miembro por su excitado sexo. Quería adentrarse en ella, desesperadamente. El simple pensamiento de deslizarse dentro de ella le provocaba un hormigueo por la columna vertebral; quería arrastrarla hasta que ambos no pudieran más, quería poseerla hasta llorar de placer. Era una idea tentadora, una idea excitante. Y no estaba dispuesto a permitir que se quedara solo en una «idea».

Cuando estuvieron tan dentro de la caverna como pudieron tendió a Ary en el suelo de piedra mojado. Sus ojos estaban vidriosos por la excitación.

—La última vez acudí a ti porque te deseaba —le dijo con el pecho jadeante y los labios hinchados por sus besos.

Él se quedó de pie encima de ella; su sexo excitado parecía una invitación, o una súplica; realmente no importaba a esas alturas.

—Ahora estoy aquí porque te deseo —añadió él.

Ella se tocó los pechos otra vez y Nick envolvió los dedos alrededor de su suplicante miembro. Ella parecía una experta en tocarse a sí misma, en darse placer. Joder, Nick se iba a correr en ese momento si no recuperaba el control. El control de su mente esta vez…

—Demuéstrame cuánto —dijo ella de forma sensual.

Apoyada sobre los codos, dejó que se abrieran sus rodillas y se expuso por completo a él. Parecía una estrella del porno, toda mojada y excitada y preparada y dispuesta. Él se sintió el cabrón más afortunado del mundo cuando dio otro paso hacia ella y cayó de rodillas. Entonces hundió la cara entre sus piernas en un tiempo record, su boca se cerró con deseo sobre el sexo de ella, lamiéndolo y besándolo mientras disfrutaba de su suave textura y su dulce sabor. Cuando ella le rodeó el hombro con su larga y tersa pierna, Nick le agarró el muslo y se sumió más hondo. Su lengua la acarició desde el clítoris hasta la base de su dulce centro, deteniéndose ahí e invadiendo las profundidades de su entrada. Ella daba sacudidas y se contoneaba contra su boca mientras Nick la seguía acariciando. En sus brazos estaba viva y era tan ardiente como cuando lo miraba enfadada. Su felina era lasciva y buscaba con ansia al felino que había en él, como si hubiese estado esperando ese preciso momento desde hacía mucho.

Con un sobresalto Nick se dio cuenta de que su felino también había estado esperando en actitud depredadora desde el segundo en que pusieron un pie en el bosque. Sabía que ella estaba allí, sabía que tendrían un reencuentro como ese, y desafió a Nick a que intentara detenerlo. Él no tuvo ningún reparo, nunca dejaría de desearla, sobre todo después de degustarla de esa manera. Su aroma impregnaba sus sentidos y pensó que moriría allí mismo entre sus piernas con su esencia calando su boca.

Salió de ella y se concentró en su clítoris, trazando círculos con la lengua para devorarlo a continuación. Ary se estremeció y ronroneó de placer mientras susurraba su nombre.

Su erección dolía y casi gritó de necesidad, apartando la boca de ella de mala gana. Estaba a punto de reemplazar su boca con su miembro y embestir sin piedad, pero ella lo miró fijamente. Nick percibió el destello malicioso de sus ojos, ahora dorados, y se rio entre dientes.

—¿Quieres un poco? —le preguntó, mientas sus dedos acariciaban de nuevo su envergadura.

—Quiero un poco. Ahora.

—Tus deseos son órdenes —fue la respuesta inmediata de Nick.

Se desplazó sobre ella sujetándose su sexo y colocándolo junto a su boca. La muy seductora tuvo la audacia de lamerse los labios y de humedecerlos poco a poco, lo que provocó una gota de excitación en su miembro. Ella se rio, segura de sí misma, alargó la lengua y se llevó la gota a la boca.

Nick no estaba de humor para provocaciones. Si ella lo deseaba, lo iba a tener, enterito. De repente embistió contra ella y su pene se posó en sus labios. Ella cerró la boca y él presionó aún más.

—Abre, provocadora —bromeó, encantado de ese juego erótico. Hacía muchos años que no jugaba así con una mujer.

Ella abrió los labios un poco y dejó entrar solo la punta. Enseguida empezó a lamerla con ímpetu. Sabía a gloria, a gloria multiplicada por diez. Todo el cuerpo de Ary se estremecía de deseo. Extendió la lengua y lo lamió más. Él jadeó, la agarró por la nuca y la atrajo hacia sí.

Con una fortaleza tremenda Ary se resistió a sumergirlo por completo en su boca y en lugar de eso le chupó los testículos, acercándolo hacia ella y soltándolo cuando sentía que él se estremecía de placer. Cuando Nick empezó a temblar, ella abrió la boca, y en el momento en que su sexo recorrió sus labios, Ary se corrió.

Fue una explosión, una explosión de necesidad, deseo y hambre retenida durante mucho tiempo que sacudió su cuerpo como un terremoto. Se estremeció. Aún lo tenía dentro de la boca y necesitó un momento para orientarse antes de poder empezar a lamerlo de nuevo. Él embistió contra su boca y Ary acogió cada golpe con cuidado y erotismo. Entonces, posó las manos en las firmes nalgas de Nick y lo empujó hacía ella.

—¡Joder! —gritó, y chupó más y más fuerte.

Cuando Nick palpitó en su boca y ella sintió que se iba a correr, Ary se apartó. Había esperado lo que parecía una eternidad. Nick siempre la hacía esperar y ella lo despreciaba por eso. Odiaba desearlo de esa forma, pero no estaba dispuesta a privar a su felina y a su parte humana de ese delicioso placer.

—Tómame, ahora —jadeó ella mientras se abría a él una vez más.

—Claro que sí —dijo con un gemido.

La embistió con fiereza. Ella jadeó, elevó las caderas y lo aceptó por completo. Su enorme miembro la llenó y sintió que iba a estallar de placer. Tenía las piernas levantadas y apoyadas en los hombros de Nick mientras la embestía con más fuerza. Las uñas le dolían de arañar la roca mojada que tenía debajo y se mordía los labios con los dientes afilados en un esfuerzo por no gritar.

—Qué dulce. Dulce… —murmuraba él una y otra vez, mientras giraba las caderas y la acariciaba con cariño.

Pero no era amor.

Como una luz de neón en un recoveco oscuro, ese recuerdo iluminó su mente. Un vívido recordatorio de su mayor desengaño amoroso.

—Solo tú —susurró él cuando se inclinó hacia delante, en busca de su oído.

Ary trató de aferrarse a esas palabras, dejar que extinguieran la llama de ese recordatorio de neón. Era tan bueno, tan real. Sus movimientos la empujaban a un glorioso abismo, uno que nunca había conseguido alcanzar por sí sola. Quería ir allí, caer por ese precipicio de placer una vez más. Así que apartó todo lo demás de su mente. Mientras movía las caderas al ritmo de sus embestidas, envolvió los brazos alrededor de su cuello y lo estrechó contra sí para que la conexión no se desvaneciera demasiado pronto.

Entonces él salió de su cuerpo y ella jadeó con ganas de decirle que se quedara, pero le faltaba el aliento para encontrar las palabras. No importó, porque antes de que pudiera hablar él la levantó y le dio la vuelta para ponerla boca abajo. Con un fuerte tirón la puso de rodillas, le abrió las nalgas y deslizó su miembro dentro de ella. Entonces Ary gritó con la fuerza de su embestida y el intenso placer que invadía su cuerpo salió a la superficie en forma de agudos sonidos.

—Por favor —suplicó. Sí, le estaba suplicando con voz lastimera que la hiciera correrse, que la llevara a su glorioso clímax—. Por favor. —Sin importar lo degradante que era, lo dijo una y otra vez.

Él arremetía sin piedad, agarrado a sus caderas para mantenerla en su sitio. Ella daba sacudidas contra él mientras disfrutaba del eco del sonido de su unión en la cueva. Duró una eternidad, y no lo suficiente. Gritaron juntos… No, fue una sinfonía de rugidos, dos felinos unidos, entrelazados para siempre. Fue increíble.

Y cuando su respiración volvió a la normalidad, se había acabado. Otra vez.