CAPÍTULO
26
La habitación estaba muy oscura, como les habían dicho que la tuvieran. Solo las velas daban algo de luz, y ellos estaban colocados en puntos estratégicos por todo el lugar.
A Sabar no le había gustado la noticia de la muerte de Gabriel. Darel había llamado a su puerta para contárselo justo cuando Bianca y él terminaban su discusión. Una discusión que había llevado a esta ceremonia de ayahuasca que tenía lugar en uno de los cuartos traseros de su refugio en Arlington.
—Ella cree que esto nos hará más fuertes —le dijo Sabar a Darel unos minutos después de dejar a Bianca en el dormitorio.
Darel gruñó.
—¿Puedes confiar en ella?
Una risa resonó en el pecho de Sabar. Luego miró al techo, a su dormitorio, que estaba justo encima de ellos.
—Sabes que no confío por completo en nadie. Pero tan solo piensa en cuánto poder tendremos con nuestra nueva droga en las calles y un ejército de rogues sin miedo, sin pasado y sin inhibiciones.
—Mucho y rápido no es siempre la mejor manera de hacer las cosas —dijo Darel. Se encontraba de pie junto a la chimenea, que no estaba encendida, absorto en la oscuridad del agujero.
—Yo seré quien juzgue lo rápido que nos movemos. Tú concéntrate en poner el producto en las calles y en vigilar mi dinero. Si aún estás pensando en utilizar a esas strippers como camellos, será mejor que sean buenas haciendo números, a la primera pérdida están muertas.
Darel asintió.
—Sé cómo funciona.
—Bien. Entonces entremos y veamos qué coño ocurre con este brujo que Bianca nos ha traído.
Ahora estaban junto a la puerta de la habitación, al otro lado de una fila doble de velas, por lo que se encontraban fuera de peligro, en teoría.
—Bueno, ¿y de qué va todo esto? —preguntó Darel mientras miraban con curiosidad al hombre bajito que se movía entre las sombras de la habitación.
El hombre parecía estar preparándose, poniendo velas, sacando cosas de una enorme bolsa de lona y colocándolas en puntos específicos. Lo que fuera que hacía, lo hacía en completo silencio. Darel lo examinó con interés. Llevaba un taparrabos como única prenda de ropa y alrededor de su cuello había una cuerda con lo que Darel pensó que podían ser huesos. En los tobillos llevaba cintas con huesos que ni siquiera hacían ruido cuando él se movía. Y atravesando su labio inferior había un hueso largo y grueso que parecía demasiado doloroso y desagradable para que Darel siguiese mirándolo. Era escalofriante que pudiera haber seres como aquel, tan silenciosos, tan siniestros.
Decir que a Darel no le gustaba lo que estaba pasando era un eufemismo. Pero sabía que no debía ir contra Sabar. El hecho de que él fuera el único superviviente del cuarteto original significaba algo. Y a pesar de lo que le había dicho Sabar, Darel sabía que el rogue confiaba en él, si no nunca le habría permitido encargarse del negocio de la droga él solo. Después de la muerte de Gabriel, Darel supervisaría directamente a Norbert y a los camellos. Era el rogue número uno de Sabar, y le gustaba ese puesto. Tanto, que había mantenido la boca cerrada y los ojos abiertos en lo que concernía a la misteriosa Bianca.
—Su nombre es Yuri y es un chamán. Por un módico precio estuvo dispuesto a venir aquí y hacernos este favor —dijo una voz femenina que puso a Darel en alerta.
Hablando del Rey de Roma.
—Oficiará una ceremonia de ayahuasca, una especie de infusión que alterará la mente de cada uno de los shifters que hemos elegido —continuó Bianca.
—¿Por qué queremos alterar sus mentes? —preguntó Darel.
A su espalda notó la tensión de Sabar.
—Para que hagan exactamente lo que yo diga en lugar de lo que ellos quieran, como Gabriel y esa guepardo que tuvimos. Necesito sumisión total para vencer a cada una de las Facciones. No puedo estar en todos los sitios al mismo tiempo. Estos nuevos rogues serán capaces de viajar y harán que nuestro nuevo régimen sea una realidad entre los shifters.
Eso sonaba bien, pero Darel aún tenía reservas. En lugar de continuar hablando con ellos creyó que sería mejor observar y ver qué ocurría. Tal vez ese pequeño experimento no funcionase; al fin y al cabo no estaban en la selva. Estaban en casa de Sabar en medio de la ciudad. ¿Podría tener éxito una ceremonia de esas características en pleno centro de Washington D. C.?
Seis shifters fueron llevados a la habitación y alineados en el centro. A su alrededor encendieron dos filas de velas. Yuri y otro individuo que iba vestido como él se movieron en círculos alrededor de los shifters. El hombre más bajito sujetaba un cascabel, haciéndolo sonar rítmicamente. Yuri encendió el incienso. El humo llenó la habitación y creó enseguida una agradable sensación.
Yuri se colocó frente a los shifters y les pidió que se arrodillasen. Era raro ver a ese grupo de fuertes jaguares shifters haciendo lo que el flaco y enjuto humano les decía. Darel permaneció en silencio, con las manos entrelazadas delante de él, concentrándose en lo que estaba sucediendo en el centro de la habitación.
El hombre más bajito le ofreció un cuenco a Yuri. Una nube de vapor se escapó del utensilio cuando el chamán lo cogió entre sus manos y se lo llevó hasta los labios. Bebió y echó la cabeza hacia atrás hasta que se lo terminó. Mientras, el otro hombre se acercó a los shifters, les tocó en el hombro y los movió para que inclinaran la cabeza emulando a Yuri.
—Está bebiendo la ayahuasca. Eso le permitirá ver el interior del alma de cada shifter —susurró Bianca.
—Y ver si tienen maldad —murmuró Darel.
—O ver sus posibilidades —añadió Sabar.
Yuri fue de un shifter a otro, tocándoles la frente con la palma de la mano. La habitación parecía llenarse con más humo y el olor del incienso impregnó el aire. Entonces Yuri se paró delante de un shifter y le tocó la barbilla. Su boca se abrió de inmediato y Yuri se inclinó hacia él, insuflando humo dentro del shifter.
Darel quiso vomitar al ver eso. Un hombre posando los labios en los de otro hombre no era algo que le gustase en absoluto. El hecho de que ese humo saliese del interior del cuerpo de ese chamán era otra de las cosas sobre las que no quería saber nada.
—Me voy —dijo Darel mientras pasaba junto a Sabar usando su visión nocturna para ver la puerta y salir al pasillo. Una vez allí tomó aire profundamente.
No le gustaba nada lo que estaba ocurriendo en esa habitación. Pero no había manera de hablar con Sabar una vez que había tomado una decisión. Darel tan solo esperaba que no fuese algo de lo que todos tuvieran que arrepentirse.
—Tenemos el furgón en un garaje en la ciudad. Las huellas y los olores están siendo comprobados por la nueva base de datos de X mientras hablamos —dijo Eli cuando se sentaron a la larga mesa de la sala de conferencias de Rome.
Nick había organizado una reunión vespertina tras haber visitado la morgue y la nueva propiedad de Havenway. Como jefe de seguridad de la Facción era su trabajo planear el modo de proteger Havenway y las casas y familias de los líderes de Facción. Ya se habían trazado mapas preliminares de la situación de Havenway, los caminos de entrada y salida y el perímetro de más de treinta kilómetros hasta Arlington. Los viejos planos de los terrenos de Rome también estaban sobre la mesa.
En total había veinte shifters en la sala en ese momento: Nick, Eli, Ezra y diecisiete guardianes que llevarían a cabo cualquier plan que se decidiese. Se preparaban para la guerra, y la adrenalina de Nick se disparó.
—Bien. Tráeme los resultados tan pronto como los tengas. Y deja el furgón, tal vez lo necesitemos más tarde —le dijo Nick a Eli.
El shifter (idéntico a su hermano Ezra, que era quince segundos mayor) asintió y se acercó a la mesa, donde cogió uno de los planos y lo examinó durante unos segundos.
—Necesitamos extender la protección aquí, junto a la autopista. De aquí fue de donde vino el shifter —dijo Eli.
—Ya hay cámaras. Luces de movimiento serían una buena idea. Y sensores —dijo Nick.
—Sensores de calor, ya que los shifters tienen una temperatura corporal alta —añadió Ezra.
Nick se frotó la nuca.
—Busquemos algo diseñado para los shifters en concreto. No quiero un sensor que se dispare si un ciervo cruza los árboles.
Ezra asintió y anotó en un cuaderno la sugerencia de Nick.
—De acuerdo, así que queremos una temperatura corporal específica, tal vez también de olores. El nuestro no coincide con el de ningún otro animal o humano.
—Perfecto —acordó Nick—. ¿Qué tal vigilancia personalizada? Ahora mismo Jax está asignado a la Primera Hembra.
Ese era el título de Kalina desde que se unió a Rome. Su boda civil humana se celebró unas horas después de su regreso a Estados Unidos. Ahora su protección era tan importante como la de Rome.
—He asignado a Leo la de Ary —le dijo Eli a Nick.
Nick asintió. Leo Arrington era un buen shifter. Procedía de una familia de guardianes y estaba bien entrenado. Nick lo sabía, lo había entrenado él mismo. Ary estaba en buenas manos.
—Iré contigo cuando vuelvas a tu apartamento —le dijo Ezra.
—Y yo me quedaré con el líder de Facción —contestó Eli.
—Zach irá con X —comentó Ezra, apuntando hacia un shifter brasileño de aspecto imponente, de dos metros de estatura con el pelo rapado.
Este asintió hacia Nick.
—Dondequiera que vaya, iré con él —dijo Zach, aunque su fuerte acento hacía que sus palabras fueran casi incomprensibles.
—Quiero que los guardianes hagan rotaciones por las instalaciones. Necesitaremos al menos cien guardianes más en Havenway para empezar. Aquí hay un plano preliminar de las instalaciones. El líder de Facción y la Primera Hembra se quedarán en esta sección de habitaciones. Ya se ha ordenado construir el aislamiento de estas paredes con acero y protectores antirruidos. Los cierres serán programados mediante un ordenador. X se encargará de eso. Pero los cierres del líder de Facción estarán en un servidor separado. Tendremos un centro médico aquí. Quiero que estas paredes también estén aisladas y que haya cámaras por todas partes.
Nick no quería a Ary fuera de su vista en ningún momento, pero sabía que eso sería más que imposible. Él debía atender su bufete y ella tenía su carrera. La idea no era asfixiarla, sino mantenerla a salvo. Era un trago amargo para él, pero ella le había dado el mensaje alto y claro.
—Podemos tener el centro médico en un servidor separado también.
Ese era Tobías, que trabajaba a veces con X en asuntos de informática y se estaba volviendo muy bueno en ello.
—Buena idea —dijo Nick felicitando al joven shifter.
Dos horas de reunión y Nick sintió que habían organizado unos buenos planes preliminares para mantener seguros a los shifters de alto rango hasta que Havenway estuviese listo. Quería hablar sobre armas y diferentes mecanismos de defensa, pero supuso que debía discutirlo antes con Rome y X.
Estaba a punto de decirles a todos que se podían marchar cuando la puerta se abrió. Se coló un dulce olor almizclado y todos los shifters de la habitación se volvieron con los músculos tensos y salivando.
—Me está suplicando que la liberemos de la prisión en la que dice estar —dijo X.
Cuando Nick miró hacia la puerta le sorprendió y le molestó ver a X con la mano en el brazo de su hermana. Caprise trataba de separarse inútilmente y sus esfuerzos hicieron que se le levantara la camiseta hasta que la mitad de su vientre quedó expuesto; la espiral de flores del tatuaje de su cadera se fue viendo poco a poco.
—Se acabó la reunión —dijo Nick tenso, oliendo ya la excitación de la mitad de los shifters que había ahí.
Eli y Ezra permanecieron en la habitación y se quedaron detrás de Nick, ya que eran lo bastante listos como para percibir su enfado. Habían pasado tiempo más que de sobra con él para darse cuenta.
—Retenerme aquí es ilegal —dijo Caprise frunciendo el ceño a medida que el resto de los shifters pasaba por su lado para abandonar la sala.
Solo uno había sido lo bastante estúpido como para pararse y mirarla fijamente, a ella y al maldito tatuaje. Antes de que Nick pudiese decir una palabra, X gruñó.
—¡Muévete! —El shifter se dio cuenta de que había cometido un error y aceleró el paso hacia la salida.
X cerró de golpe la puerta y soltó a la malhablada Caprise.
—No tengo por qué quedarme aquí si no quiero —gritó.
—¿Qué coño haces aquí? —preguntó Nick, empujando dos sillas para llegar donde estaba ella —. Dijiste que estabas buscando un apartamento.
—Más bien irrumpiendo en el tuyo —respondió X mientras apoyaba su corpulenta complexión contra la puerta. Era una advertencia hacia Caprise para que no pensase en una huida. La mirada que ella le lanzó a X decía que le importaba una mierda donde se apoyase.
—¿De qué está hablando, Caprise? —preguntó Nick en lo que creyó que era un tono calmado aunque con los nervios a flor de piel temiendo la respuesta.
Caprise suspiró.
—Necesitaba quedarme en algún sitio. Llamé, pero no contestaste, por lo que rompí la cerradura. Fin de la historia.
Nick oyó una risita a su espalda. No se volvió para ver cuál de los gemelos había perdido la batalla contra el autocontrol.
—¿Por qué no me llamaste?
—Te llamé a tu casa y no contestabas.
—¡Haberme llamado al móvil!
Caprise se encogió de hombros.
—Olvidé el número.
Nick se pellizcó el puente de la nariz. Si eso le estuviera ocurriendo a otro shifter y en otro momento, sería divertido. Pero las cosas no estaban como para que Caprise anduviera callejeando por la ciudad, forzando cerraduras y lo que fuese que hiciera. Porque ahora, más que nunca, Nick sospechó que había algo que no le gustaba del comportamiento de su hermana. Algo no iba bien.
—No presentaré cargos —dijo intentando bromear—. Pero X tiene razón, no puedes salir de esta casa. —Se preparó para la respuesta violenta de su hermana.
Nadie, pensó Nick, absolutamente nadie en el mundo entero, podía tener un berrinche como Caprise Delgado.
Sus ojos se entornaron, puso las manos en las caderas, cuadró los hombros y sacó aún más pecho. Se oyeron carraspeos por toda la habitación, a excepción de Nick, que la miraba con ganas de poder arrancar una de esas cortinas brocadas y enrollársela alrededor del cuerpo.
—Soy una adulta. Iré y vendré cuando me dé la gana y ni tú ni los matones que os siguen a ti y a Rome como si fueseis dioses podrán impedírmelo.
—Caprise, esto no es un juego. Algo muy serio está ocurriendo ahí fuera. Podrían matarte —le dijo Nick.
—Intenté explicárselo, pero es una maldita cabezota —añadió X desde la puerta.
Los ojos de ella se clavaron en él.
—¡Cállate! —le soltó de repente—. Bien, supongo que están pasando cosas ahí fuera, en vuestro pequeño mundo shifter. Así que me quedaré en tu casa. Pero no puedo permanecer aquí.
—No tienes elección —le dijo X—. Los rogues están cazándonos.
—¡Tú! —le gritó ella a X—. ¡Deja de controlarme!
Nick suspiró, enviándole una mirada de ruego a su amigo y compañero. Entendía a X y estaba de acuerdo con él de todo corazón: Caprise no podía salir sin protección, pero tampoco podía obligarla a quedarse allí metida. Quería a su hermana y temía que volviera a huir y desapareciera durante otros cinco años si se veía amenazada por ellos. De modo que decidió actuar con mucho tacto, tenía que darle a Caprise la impresión de que estaba de su parte. Ella seguía desprendiendo un fuerte aroma a miedo y hasta que descubriese de qué se trataba, la quería cerca.
—No tienes que estar encerrada, Caprise. Pero deberás ir con un guardián. —Antes de que ella protestara, Nick levantó la mano—. Todos estamos acompañados ahora por un shadow, así que no te quejes, no eres la única. Trato de mantenerte a salvo.
—Estoy bien —contestó ella, apartando la vista—. Llevo bien mucho tiempo.
Nick se acercó a ella y le puso las manos en los hombros.
—Y me gustaría que permanecieses así. Por lo que, hazme un favor, deja que X te encuentre un guardián. Puedes seguir con tus asuntos durante el día y por la noche regresar y quedarte aquí con el resto de las mujeres.
—¿Qué otras mujeres? —respondió lanzándole una mirada interrogadora.
Nick no podía pensar en un momento mejor para que Ary llamase a la puerta.
—Soy yo, Ary —dijo, dado que X no se movió para abrir.
Nick asintió hacia él, y este la dejó pasar.
—Hola —dijo con precaución—. ¿Interrumpo algo?
Ary lo miraba fijamente y la tensión se palpaba en el ambiente. Entonces Nick se dio cuenta de que sus manos estaban en Caprise, otra mujer, y de que su compañera lo miraba de arriba abajo.
—Aryiola Serino, esta es mi hermana, Caprise —dijo con la esperanza de haber sido lo bastante rápido para calmar el temperamento de Ary. Su sonrisa indicó que así era.
—Hola, Caprise. Es agradable verte de nuevo. —Ary cruzó la habitación y estiró la mano para saludarla.
Para sorpresa de Nick, Caprise también sonrió y parecía sincera.
—Así que tú eres quien ha cambiado el olor de mi hermano y, me atrevería a decir, en cierta medida su actitud.
Las mujeres se dieron la mano. Nick miró a X, que agitaba la cabeza. Tuvo la sensación de que la suerte estaba de su lado.