CAPÍTULO
30
Felipe Hernández, uno de los líderes del Cártel Cortez, fue capturado en Nuevo México anoche. He hecho un par de llamadas para que lo envíen al hotel de Bas bajo custodia —dijo X.
—Genial. Asesina a cientos de humanos, envía millones en drogas a territorio estadounidense, lo que mata a miles de humanos, y ganarás una estancia en un hotel de cuatro estrellas en la idílica Sedona —bromeó Nick.
Rome sacudió la cabeza hacia él.
—Pareces una agencia de viajes anunciando su mejor paquete de vacaciones.
—Bueno, de eso precisamente es de lo que está disfrutando ese criminal, de unas vacaciones.
—Está siendo vigilado en una de las bodegas. Bas no le está dando tratamiento VIP, eso te lo puedo garantizar. —X llamó al camarero para que le sirviera otra copa—. Quiero acercarme en algún momento de esta semana para hablar con él.
—Es una buena idea —dijo Rome.
Habían dejado la mansión de este nada más terminar el desayuno, asegurándose de que las mujeres se quedaban en la casa a buen recaudo, sobre todo después de los sucesos del día anterior. Ahora estaban tomando unas copas en el club de campo, del que Rome era miembro de honor, a pesar de haberse casado con una agente de policía en lugar de con una mujer importante de la escena política.
Tras la tentativa de ataque del museo y el robo del banco, habían enviado mensajes a todos los shifters de la base de datos de X para que estuvieran alerta ante el olor a rogue y ante cualquier actividad shifter sospechosa. Todos los guardianes entrenados con los que contaban estaban ya en la mansión de Rome, listos para ponerse en marcha ante cualquier aviso.
—También he descubierto que Julio Cortez vive ahora en una residencia de ancianos de lujo en Colombia. Se dice que la demencia lo mantiene muy ocupado estos días.
Rome tamborileó con sus dedos en la mesa.
—Ahí se nos va cualquier posibilidad de sonsacarle información. Las anotaciones de mi padre confirman que hablaba con Julio de manera regular. De eso puede hacer más de veinticinco años.
Nick asintió.
—Julio tenía el control del cártel de la droga en aquella época, cuando traficar con cocaína era la parte más importante del negocio. Bajo la afortunada dirección de Raúl se dedicaron al éxtasis y la trata de blancas. He oído que se especializó en adolescentes.
—Cabrones —gruñó X.
Tanto Rome como Nick se quedaron mirándolo.
—¿Estás bien, tío? —le preguntó Nick—. Has estado un poco tenso últimamente.
X miró a Nick, después bajó la mirada hacia su copa.
—Esta situación es tensa. Tenemos varios asuntos a la vez y todos son jodidamente impredecibles. Va a ser infernal intentar controlar cada situación.
—Entonces no las controlemos, reaccionemos y punto —contestó Rome—. Quiero saber cuál era la conexión que nuestros padres tenían con Cortez y con ese símbolo que aparece ahora en los paquetes de drogas que se venden en las calles. Pero nuestra seguridad es lo primero. Sabar continúa siendo nuestra prioridad.
Nick asintió y preguntó.
—¿Algo nuevo con respecto a las bolsas?
—Las están vendiendo a la entrada de un club llamado Athena’s. Tengo un par de shadows allí vigilando.
—La gente está muriendo por lo que sea que están metiendo en esas bolsas. —Nick tomó aire y decidió que era el momento de contarlo—. Ary piensa que Sabar está mezclando cocaína con damiana y otra raíz de la selva llamada ayahuasca. Dice que eso es posiblemente lo que añade el elemento de la locura en todas las sobredosis. La mujer que vi estaba muy pero que muy fuera de sí.
—¿Y quién lo está fabricando? ¿El chamán al que capturamos anoche? —preguntó X.
—Yo creo que debe de tener a alguien fabricándolo aquí. Un humano, lo más probable —añadió Rome.
—Sí, puede que tengas razón. El chamán le está costando mucho dinero a Sabar y creo que piensa matarlo cuando ya no lo necesite y pueda arreglárselas sin él. Al humano, sin embargo, no creo que le esté pagando, simplemente lo amenazará con matarlo si no coopera. —Nick se frotó la cara con las manos y volvió a sentarse en su silla—. ¡Qué desastre! Ni siquiera nuestros padres habrían podido pronosticar esto.
—Pero sabían que algo pasaría. Has de preguntarte cómo lo sabían —dijo Rome en voz baja.
—Probablemente porque estaban orquestando el comienzo de una guerra antes incluso de que nosotros supiésemos lo que éramos —añadió Nick.
—¿Y qué vamos a hacer? —preguntó X.
Todas las miradas se dirigieron a Rome, que parecía en ese momento casi tan diabólico y brutal como Sabar.
—Vamos a llevar la guerra a su terreno. Consigue que el chamán os diga dónde se encuentra Sabar —le dijo Rome a Nick.
—¿Por fin patearemos los culos de algunos rogues? —preguntó Nick.
Rome asintió.
—Eso es.
La casa de huéspedes de Rome debió de haber sido lujosa en algún momento; ahora no era más que una casa limpia que nadie se molestaba en usar. Bueno, en ese momento se le estaba dando un buen uso. Nick le había sugerido a Rome que se construyeran instalaciones en Havenway para prisioneros como Yuri, y él había estado de acuerdo al momento.
Pero esas instalaciones aún no estaban construidas, y el flaco cuerpo de Yuri estaba encadenado a una tubería que bajaba por una de las paredes de la cocina de la antigua casa de huéspedes. Estaba amordazado, con las manos encadenadas a la espalda y los tobillos unidos por la misma cadena que lo unía a la tubería. Y alrededor de su cuello había una abrazadera con una luz roja que emitía pitidos. Era el collar para prisioneros que Ezra y Nick le habían sugerido utilizar a Rome un par de años atrás. Rome pensó que nunca lo necesitarían, pero Nick quería estar preparado. Había sido una buena elección.
La idea era que si tenían que controlar a un shifter, le pondrían ese collar. Si se transformaba con él puesto, el crecimiento instantáneo del cuello dispararía ondas electromagnéticas y el felino moriría antes de que sus patas tocaran el suelo. No lo habían usado con el shifter guepardo que capturaron porque se sabía que no viviría mucho tiempo.
Yuri no era un shifter, pero Ezra debió de considerar que era más inteligente colocarle el collar de todos modos. Siempre es mejor prevenir, se dijo.
—La primera vez que fui a verte, quería tu ayuda —comenzó a decir Nick, caminando hasta que estuvo por fin en la pequeña cocina.
El chamán lo miró con ojos sombríos. El tipo parecía un muerto de hambre, no una persona que le quitara a la gente su dinero y sus pertenencias a cambio de remedios falsos.
En el centro del suelo de baldosas beige había una mesa redonda con dos sillas de madera. Nick sacó una y tomó asiento. Apoyó los codos en las rodillas y miró a Yuri.
—Esta vez no te estoy pidiendo ayuda. Te diré lo que quiero saber y tú me proporcionarás esa información. Es así de simple.
Yuri ni siquiera parpadeó.
—Asiente si me estás entendiendo.
Yuri no asintió.
Nick se encogió de hombros, se puso de pie y caminó hacia donde estaba Yuri, apoyado en la pared. Le pegó un puñetazo en el estómago y vio cómo los ojos casi se le salieron de las órbitas segundos antes de retorcerse.
—Te he dicho que asientas si me entiendes.
Yuri se quedó ahí medio colgando, con la cabeza gacha y las extremidades inferiores inmóviles en el suelo.
Sin inmutarse por su falta de cooperación, Nick le agarró del pelo y tiró de su cabeza hacia atrás hasta casi romperle el cuello, que se veía lo bastante fino como para escaparse del collar.
—Asiente si me entiendes.
El chamán parpadeó con rapidez, y Nick sintió que movía un poco la cabeza. Sonrió.
—Bien. Ahora dime, ¿dónde te encontraste con Sabar? Quiero saber su ubicación exacta.
Yuri negó con la cabeza.
—Oh, te sugiero que no me mientas —le advirtió Nick, cuyas garras asomaron en la mano que tenía libre. Vio que los ojos del hombre se cerraban y escuchó una especie de lloriqueo. Nick le echó la cabeza hacia atrás otra vez y le tocó un lado de la cara.
—¡No intentes joderme, viejo! ¡Quiero respuestas!
Hubo un grito ahogado cuando las uñas de Nick atravesaron la piel del rostro de Yuri. Se acordó entonces de que estaba amordazado y utilizó sus garras para liberarle la boca.
—Empieza a hablar.
Yuri jadeó y parpadeó, probablemente intentando calmarse, ya que estaba sangrando mucho y seguía encadenado a la tubería. Tosió cuando Nick le sacudió de nuevo la cabeza.
—Una casa, fui a una casa cuando bajé del avión —dijo con tono ronco.
—¿Dónde estaba la casa? —preguntó Nick como si estuviese hablando a un niño.
Los ojos de Yuri estaban vidriosos y frunció los labios. Nick pensó que iba a empezar con el humo de nuevo, por lo que le pegó un puñetazo en la boca solo como advertencia.
—Lo único que vas a hacer es contestar a mis preguntas. Nada más, solo respuestas —le dijo.
—No lo sé. Yo no vivo aquí.
Nick no supo si pretendía ser sarcástico o no, pero había cierta verdad en ello. Si Yuri no era de aquí, si no sabía la dirección exacta, le iba a resultar difícil describir dónde vivía Sabar.
—¿Cuántos shifters hay con él?
Entonces los ojos de Yuri se iluminaron. Su fina boca dibujó una extraña sonrisa debido al enorme hueso que le atravesaba el labio. Y sí, Nick pensó que era una imagen muy desagradable de ver y algo que le hubiese hecho daño en los nudillos si su piel y sus huesos no se hubiesen endurecido cuando le salieron las garras.
—Los nuevos shifters son estupendos. Sus almas son obedientes —dijo Yuri con un susurro. Su lengua apartó el hueso, se tocó ligeramente el labio inferior y después el superior—. Funcionó.
—¿Qué funcionó? ¿Qué les hiciste a sus shifters?
—Ahora sus almas le pertenecen.
Nick le golpeó otra vez solo porque no le gustaba una mierda lo que el chamán estaba diciendo. ¿Había insuflado ese humo dentro de los shifters? ¿Había ahora unos cuantos shifters con el cerebro lavado merodeando por la ciudad? ¡Joder!
—Estoy hasta los cojones, dime dónde está. ¿Dónde se suponía que tenías que encontrarte con él de nuevo?
—No lo venceréis —dijo Yuri.
—Y tú no vivirás para ver otra puesta de sol. ¡Dime dónde cojones está! —Levantó a Yuri hasta que sus pies se despegaron del suelo. Nick le agarraba del pelo y el chamán gritaba de dolor mientras Nick lo levantaba más y más—. ¡Habla!
—D —susurró—. Está en una calle llamada D.
Nick lo soltó de inmediato, sin importarle una mierda que su cuerpo golpeara contra el suelo.
—Si estás mintiendo, volveré y te sacaré las tripas.
Cogió la mordaza del suelo y volvió a meterla en la boca de Yuri.
—Siéntate bien. Volveré.