CAPÍTULO
33
Dónde cojones están? —bramó Rome mientras caminaba de un lado a otro por Havenway.
—Se tarda una hora y media en llegar aquí en coche, Rome. Además Caprise no debe de saber siquiera hacia dónde dirigirse —dijo X con una voz ronca debido a la rabia que intentaba controlar.
—Se conoce estas carreteras como la palma de su mano. Las traerá aquí sanas y salvas —dijo Nick. Estaba preocupado por Ary, pero de algún modo le aliviaba el hecho de que hubiese sido ella quien hiciese la llamada.
—Kalina está herida. ¿Te lo había dicho ya? —preguntó Rome, llevándose la mano a la cabeza mientras caminaba de un lado a otro.
—Sí, me lo has dicho —dijo Nick, comprendiendo exactamente cómo se sentía su amigo—, pero Ary está ahí. Estoy seguro de que la está ayudando.
—Tienes razón —asintió Rome—. Sé que tienes razón. De todos modos…
—Sí… —dijo Nick—. De todos modos…
No importaba que una curandera estuviese con ella. Su compañera estaba herida y él estaba allí, sintiéndose impotente. Toda la situación era un desastre, y Nick no quería revivirla por nada del mundo.
Cuando recibieron el aviso de que había un ataque en casa de Rome, su primera idea fue regresar, rescatar a sus mujeres y luchar contra los cabrones que las habían atacado. Pero Baxter, la voz de la razón, les advirtió de que no lo hiciesen. Ellos eran el gobierno de los shifters en ese momento, al menos en la Costa Este. Rome era el líder de Facción y Nick y X eran sus segundos al mando. Si morían en combate, ¿qué sería del resto de los shifters? Era gracioso que hubiera hecho falta un ataque para que Nick estuviera de acuerdo con eso.
La seguridad de todos los shifters era una prioridad. No por encima de la seguridad de su compañera, nunca por encima de eso, pero seguía siendo una prioridad. Y prevaleció sobre su primer impulso.
La última llamada que recibieron fue para informarles de que la lucha continuaba. Habían muerto ocho rogues. Baxter estaba a salvo, igual que Jax y Leo. Nivea había sido herida, pero seguía luchando. Dos guardianes habían muerto.
Unas luces brillaron fuera y Rome cruzó corriendo la puerta hacia la furgoneta antes incluso de que esta parase. Nick y X lo siguieron. Rome abrió la puerta trasera y tomó a Kalina entre sus brazos. Nick olió la sangre. Su corazón palpitó de forma salvaje cuando miró a Ary, que tenía la bata hecha jirones y estaba calada de sangre. En cuanto salió por la puerta de enfrente, Nick la abrazó y le acarició la espalda de arriba abajo.
—Estoy bien, estoy bien —dijo ella—. Tengo que ir a ayudar a Kalina.
—Claro —dijo Nick, suspirando aliviado.
Se dio la vuelta y vio a Caprise saliendo de la furgoneta.
—¿Estás bien? —preguntó X a varios metros de ella.
—No podía estar mejor —contestó Caprise con una sonrisa de autosuficiencia. Entonces miró a Nick—. Fue una emboscada. Aparecieron por todas partes al mismo tiempo, como si supiesen que estábamos allí y vosotros no.
Eso último lo dijo con un tono mordaz. X la miró con cierta incredulidad, pero Nick asintió sin más. Caprise era así, diferente. Supuso que X se estaba dando cuenta de ello.
—¿Otra trampa? ¿Es eso lo que estás diciendo? —preguntó X.
Ella puso los ojos en blanco y echó a andar hacia la puerta de la entrada.
—Es un genio. Desde luego merece la pena tenerlo cerca.
X gruñó, y Nick no pudo evitar sonreír.
Una hora más tarde Ary había cosido la pierna de Kalina y le había suministrado antibióticos y calmantes. Fue una buena idea que Rome hubiese insistido en contar con unas buenas instalaciones médicas en Havenway. No tenían todo el material ni el equipamiento, pero a Ary le bastó con lo que había.
La habitación a la que Nick la llevó para que pudiese darse una ducha y descansar un poco no era tan lujosa como la que tenía en casa de Rome, o la del apartamento de Nick, ya puestos. Pero estaba limpia y Ary estaba muerta de cansancio. Cuando salió de la ducha, él estaba allí para arroparla con un albornoz.
—Baxter va a traer un poco de té.
—Oh, bien —suspiró—. Menos mal que está bien. Me preocupaba haberlo dejado.
—Baxter va a vivir eternamente —dijo Nick mientras la ayudaba a sentarse en la cama. No parecía lo bastante grande para los dos, pero Ary pensó que ya se preocuparían de eso más tarde.
Salvo porque Nick aún estaba vestido.
—¿No te vas a duchar y a cambiarte? —preguntó ella.
Él la miró, y entonces fue cuando ella lo vio. El ceño fruncido, el matiz de sus ojos que indicaba que estaba a punto de hacer algo.
—Vamos a salir.
—¿Salir adónde? —preguntó ella sabiendo de sobra lo que él estaba a punto de contestar.
—Uno de los rogues ha hablado después de cierta «extorsión». Tenemos la localización exacta de Sabar.
—¡No! —exclamó ella mientras se levantaba con brusquedad—. No lucharás contra él.
—Él es el jefe de la manada… o de los felinos, en este caso. Vamos a matarlo para terminar con esta locura. O humanos y shifters seguirán muriendo.
Ary oía sus palabras, pero la verdad era que no podía asimilarlas porque solo podía sacudir la cabeza con rotundidad.
—No. No puedes ir. No eran normales. Nada en ellos era normal. Son mitad hombres mitad humanos y su finalidad es matar y, y…
Él acarició sus hombros, pero Ary se apartó.
—¡No! ¡Nick! ¡No! ¡En lo único que piensas todo el tiempo es en matar! ¡Estoy harta de esto! —gritó—. ¡No viviré así! ¡No puedo! Me dijiste que no me dejarías de nuevo. ¡Lo dijiste y yo te creí!
Las lágrimas caían por su cara, pero no le importó. Él volvió a acercarse a ella y Ary se dio la vuelta al instante; el hombro herido le abrasaba de dolor.
—¡Dijiste que no te marcharías! ¡Son asesinos! Si te vas…, si te vas ellos te…
—¡Para! —le ordenó Nick, agarrándole las muñecas y pegándola a su cuerpo—. Ya está bien. Sé lo que me hago.
—No lo sabes. No sabes lo que son, de lo que son capaces —dijo ella y su voz se quebraba más y más con cada minuto que pasaba—. No lo sabes.
Ary se alejó de él y lo miró con los ojos llorosos. Pero era Nick y no iba a echarse atrás. La siguió hasta que la espalda de ella dio contra la pared, la miró fijamente y presionó su duro cuerpo contra el de ella. Luego le cogió la cara entre las manos y la agarró con ternura, como si fuera una niña.
—Ary, haría casi cualquier cosa por ti. Espero que lo sepas —le susurró.
Ella asintió, y su corazón palpitaba con fuerza, desbordándose de amor por ese hombre, su compañero. No quería que se fuese, había estado a punto de suplicarle que se quedara. Pero sabía que no le haría caso.
Él se acercó a ella y la besó con dulzura. Ary saboreó ese beso, dejando que el calor se filtrara por su cuerpo, mitigando el escozor de su brazo y el dolor en su pecho. Cuando se apartó, sus ojos humanos color marrón oscuro se habían transformado en los del color oro de su felino.
—Por favor, no me pidas que sea un cobarde.
Ary negaba con la cabeza mientras su cuerpo seguía sintiendo el calor del abrazo de Nick.
—No eres un cobarde —le dijo con honestidad. De todo lo que era Nick, de todo lo que él quería ser, cobarde no estaba en la lista—. Tan solo tienes que pensar antes de actuar esta vez.
Nick la miró durante un buen rato.
—Eso lo sé ahora.
—No, no lo sabes. Necesito que pienses de verdad… sobre…, sobre todo lo que tienes aquí. Sobre nosotros, sobre lo que podemos ser. Sobre Rome, que te necesita, al igual que Caprise, aunque nunca lo admitirá. Sobre X, que va a matar a Caprise si no estás aquí para detenerlo. Y…, y… sobre nuestra familia.
—Caprise tiene un guardián, está a salvo. X conoce sus límites. Y tú te quedarás en Havenway hasta que encontremos una casa. Este sitio está lleno de guardianes.
Ella volvió a sacudir la cabeza, le agarró la mano y la llevó hasta su vientre.
—Me refiero a tu nueva familia.
La insistencia de Baxter de darle zumo de naranja mientras que las demás mujeres tomaban café había despertado sus sospechas. Tumbada en la cama, justo antes del ataque, pensó como curandera y no como mujer.
Podría abofetearse por ser tan estúpida. Por supuesto que ese incesante dolor y el ansia que sintió la noche que aquel shifter la persiguió en el bosque eran porque estaba en celo. Era muy probable que el shifter la persiguiese solo por eso.
—¿Qué intentas decir? —preguntó Nick mientras la miraba de nuevo.
—Creo que es posible que esté embarazada —le contestó, llevándose la mano a la cara para secarse las lágrimas—. No he tenido la ocasión de hacerme el test, pero Baxter parece creer que lo estoy, así que… —Ary se encogió de hombros.
—Baxter —dijo Nick con un suspiro y volviendo a mirar la mano que reposaba sobre el estómago de ella—. Baxter lo sabe todo.
Ella no podía discernir si la posible noticia le hacía feliz o no. Pero eso no lo detendría.
—Volveré a ti —le dijo—. A nosotros. Lo prometo.
El plan consistía en ir a la dirección en la calle D que X había encontrado en la base de datos del FBI. Rome, Nick y X estaban dispuestos a ir, a pesar de los argumentos de Baxter. Era la primera vez que Rome se oponía a los consejos de Baxter e intentó explicarle que, en esta ocasión, la lucha había adquirido un carácter personal. Alguien se había infiltrado en la seguridad de su hogar y los había espiado, había ayudado a Sabar a tenderles una trampa y, lo que más lo enfurecía, habían herido a su compañera. Estaba dispuesto a matar.
Nick estaba en una situación parecida; necesitaba poner fin a esa locura o acabaría por volverse loco. Ahora tenía tanto que perder… Pensó en el regreso repentino de Caprise, luego en Ary y en la posibilidad de que estuviera embarazada. Todas eran razones suficientes para abandonar la operación, cosa que había considerado y descartado casi al mismo tiempo. Su plan seguía siendo el de siempre: matar primero y hacer preguntas después. Porque en su cabeza las respuestas no eran tan importantes como el mandar el alma negra de Sabar directa al infierno.
En cuanto a X, Nick percibió que su conducta hosca de siempre había empeorado y ahora parecía más un soldado en guerra que un agente del FBI. Iba a hacer daño de verdad y Nick pensó: «Bien por él». Cualquier cosa que preocupara a sus amigos podía desaparecer esa noche. Quizás todos sintieran cierto alivio después de la matanza que planeaban.
Había un furgón lleno de shifters detrás de ellos, dos furgones, de hecho. Probablemente parecía que estaban trasladando algo en la oscuridad de la noche, con su furgoneta negra guiando el séquito. La posibilidad de verse expuestos ante algún humano era un detalle digno de tener en cuenta.
—Si no protegemos a los humanos, morirán muchos. Siento que esto es parte de nuestro trabajo, incluso aunque violemos una de las normas de la Ètica —les dijo Rome antes de abandonar la casa.
—¡Que se joda la Ètica! —gritó X, y Nick demostró su conformidad con un movimiento de cabeza.
Y de ese modo se marcharon, como soldados dirigiéndose a la guerra. Solo que ellos no tenían un gobierno y un país que los respaldaran, tan solo contaban con los felinos que acechaban bajo su superficie.
—La casa está en el siguiente bloque —dijo X cuando se adentraron en una calle oscura.
Era una noche calurosa, así que llevaban el aire acondicionado encendido dentro de la furgoneta. Dos guardianes iban delante y Nick, Rome y X iban en los asientos traseros. No hablaban mucho, tan solo aguardaban expectantes, y la tensión reinaba en el ambiente. Fuera yacía la calma, casi como en las películas justo antes de la escena de absoluto caos.
La calma que precede a la tormenta. Ese pensamiento tendría que haber sido suficiente advertencia.
De repente varios coches volcaron y patinaron justo delante de su furgoneta. El guardián que iba al volante frenó en seco, pero aun así colisionó con uno de los coches volcados. Detrás de ellos los frenos chirriaron cuando los otros dos furgones pararon también. Unos árboles no muy altos bordeaban la calle residencial. Nick miró en la oscuridad y vio lo que parecían humanos arrancando los árboles y lanzándolos contra sus vehículos.
—Rogues infectados, justo lo que Ary dijo —susurró Rome.
X rugió tan alto que la furgoneta se tambaleó. Nick le hizo un gesto.
—Venga, vamos a darles una buena paliza y hablaremos de esta mierda más tarde —le dijo.
Nick fue el primero en salir del coche, y X y Rome lo siguieron. Este último les gritó algo a los que iban detrás. Todos llevaban semiautomáticas para acabar con los rogues y no tener que transformarse. Pero a Nick no le importaba, iba a matar a esos cabrones como fuese. Y en ese momento su felino corría, rugía, listo para el combate.
Un árbol salió disparado hacia él, y Nick alzó una mano y lo agarró en el aire, sintiendo la adrenalina correr por su sangre como una droga. Abrió la boca y rugió mientras lo lanzaba de vuelta y veía como el jodido idiota dejaba que lo golpease en su fornido pecho. Cuando el rogue cayó de espaldas, Nick se lanzó sobre él, le dio la vuelta y le clavó sus afilados dientes en la nuca.
Sus garras se habían alargado y casi se sentía como las bestias contra las que luchaba, con su mitad humana y su mitad felina unidas para conseguir su objetivo. Había rogues por todas partes, y Nick se preguntó a cuántos de ellos habría infectado Yuri antes de que lo capturaran. Baxter le había informado de que el chamán seguía en la casa de huéspedes cuando sus creaciones atacaron y, como no eran más que shifters sin alma, lo habían matado sin pensárselo. No importaba quién fuese o lo que había hecho por ellos, él estaba allí y a ellos les habían ordenado matar todo lo que hubiese en la mansión. Nick no podía sentir ninguna lástima por ese tipo, se lo tenía merecido.
Otro se lanzó a por él y Nick le agarró del cuello y le clavó hondo sus garras. Después rugió y su boca se abrió para revelar sus afilados dientes. Cuando el rogue intentó alcanzarlo con sus garras, Nick lo zarandeó hasta que lo levantó del suelo. Con la otra mano le hundió las garras en el estómago y lo lanzó una manzana más allá.
Luego se acercó hasta la casa en la que sospechaban que vivía Sabar al menos la mitad del tiempo. Era imposible que el shifter tuviese solo una residencia; eso sería peligroso, y Sabar parecía un poco más listo que eso. Así que sabían que existía la posibilidad de que no estuviese allí, pero el plan era hacer el mayor daño posible a su operación, primero como represalia por el ataque en casa de Rome y después para darle el mensaje de que ya no se andarían con chiquitas con respecto a su mierda sádica.
A lo lejos Nick vio a Rome abrirse paso entre unos rogues que se dirigían a la casa mientras los shadows se hacían cargo de más renegados. Nick estaba a punto de alcanzar a Rome cuando fue derribado y algo pesado le presionó la espalda. Escuchó un rugido mortal y se dio cuenta de la posición en la que estaba. Cada músculo de su cuerpo humano se tensó. Cuando el aliento del rogue que le había tirado al suelo le dio en el cuello, listo para matar, un montón de imágenes aparecieron ante los ojos de Nick.
Caprise de niña, correteando con un vestido rosa de volantes y dos largas coletas. Le encantaba arreglarse, así que los domingos eran días muy especiales para ella. Nick nunca había visto una niña tan adorable.
Los ojos de Ary aparecieron a continuación, y Nick sintió que esos círculos color ámbar lo tenían hipnotizado. Ella sonrió y sus carnosos labios lo llamaron. Luego se dio la vuelta y echó a correr, con su pelo de reflejos castaños revuelto como un torrente a su espalda.
Después vio una cuna, blanca con lazos alrededor. Cuando se acercó para ver quién estaba dentro aparecieron sus padres. Llevaban los mismos trajes oscuros que tenían cuando yacían en los ataúdes el día del funeral. Henrique y Sophia le sonreían y le daban la bienvenida. Nick se quedó sin aliento mientras corría hasta la cuna, la cogía por los lados y miraba dentro. Estaba llena de sangre. Levantó la vista hacia sus padres y vio que sus rostros estaban desgarrados, pero sus brazos se extendían hacia él, llamándolo para que se uniera a ellos.
En ese instante Nick se transformó y su felino rasgó su piel humana mientras rugía de forma ensordecedora. La rapidez y fuerza de la transformación mandó al rogue a un lado, pero este enseguida regresó. El felino de Nick se levantó sobre sus patas traseras, alcanzó sus dos metros de largo y le dio un zarpazo en la cara al rogue, que empezó a sangrar. El rogue cayó de espaldas contra un coche y destrozó las ventanas con su peso, entonces el felino saltó sobre él, atacando de nuevo, rugiendo de un modo gutural que resonó en toda la calle residencial. Cuando Nick se cansó de jugar con el rogue (cuya fuerza y habilidades de lucha no estaban a su altura independientemente de quién controlara su mente), le mordió el cuello, llegando tan profundo que la cabeza se quedó colgando mientras el cuerpo se desplomó en el suelo.
Su felino caminó jadeante, sintiendo cómo le bajaba sangre por la garganta, y se dirigió a la calle donde había visto a Rome y X entrar en la casa. Empujó la puerta medio abierta y siguió el olor de los shadows hacia el primer piso.
—¡No está aquí, jodido cobarde! —gritó Rome mientras el felino entraba en la habitación.
X se giró al ver a Nick, abrió la boca y emitió un leve rugido para indicar que sabía quién era. El felino de Nick se lo devolvió y se lamió el hocico mientras se movía por la sala.
—Estuvo aquí. Y tenía además a Diamond. Quiero su cabeza, Rome. ¡Quiero matar a ese hijo de puta mientras duerme!
Rome asintió.
—Coincido contigo. Coged su ordenador y cualquier cosa que creáis importante. Y tú —dijo señalando al felino de Nick—, saca tu maldito culo de aquí antes de que algún humano denuncie la existencia de un puto jaguar en las calles.
Estaban de camino a Havenway y acababan de cruzar la frontera de Virginia cuando su furgoneta dio un volantazo que los sacó de la carretera. Nick se había puesto unos vaqueros y una camisa, y Rome y X estaban en la parte de atrás con él, como antes. La colisión les hizo dar tumbos en el asiento mientras soltaban tacos. Cuando la furgoneta volcó, forcejearon para abrir la puerta y salir antes de que el vehículo chocara contra un terraplén y explotara.
Uno de los furgones con los shifters se había quedado en la ciudad para limpiar el desastre que habían ocasionado, mientras que el otro viajaba a diez minutos del de Rome. Por eso todavía no estaba a la vista. Los tres shadows se arrastraron por la hierba seca, tosiendo por la humareda que ahora impregnaba el aire.
—¿Qué coño…? —gritó Nick—. ¿Rome, estás bien?
Más toses.
—Estoy bien. ¿Tú, X?
Más tacos.
—Estoy aquí.
Cuando los tres se encontraron, miraron hacia el terraplén y vieron su furgoneta en llamas.
—¿Qué coño nos ha golpeado? —dijo X segundos antes de que lo que los había golpeado apareciera corriendo desde una arboleda al otro lado de la carretera.
Era un felino y sus rosetones oscuros se hicieron visibles ante los faros de un coche que pasó en ese momento a toda velocidad y que estuvo a punto de llevárselo por delante cuando el animal se dirigía hacia los shadows. El automóvil viró un poco y después aceleró y se alejó a toda prisa, lo que fue, posiblemente, una decisión muy acertada. El felino se les acercó con sigilo, como un depredador.
—Reconozco su olor —dijo Rome sacando las garras.
Justo al decir eso apareció otro felino, más grande y oscuro, cuyos ojos verdes brillaban en la noche.
—¡A la mierda! —gritó Nick un segundo antes de transformarse. Su felino emergió con un majestuoso rugido que en palabras significaba: «¡Al ataque!».
El primer felino cargó directamente contra él. Nick recibió el golpe y la batalla comenzó. Ambos se golpearon entre rugidos y se arrastraron por el terraplén, levantando una nube de polvo. El felino era tan grande como Nick, y estaba entrenado para cazar y combatir, igual que él, así que la lucha estaba nivelada. Dientes y garras se clavaron en ambos por igual.
Cuando Nick pudo sentir el calor que venía de la furgoneta, paró y se alejó del fuego. Su oponente no se movió, sino que rugió retándolo. Parecía estar diciendo que no le importaba lo más mínimo el fuego. A Nick sí le importaba. Tenía mucho por lo que vivir. «Piensa primero», gruñía el humano dentro de la cabeza del felino.
Nick se levantó en el aire y su rival lo emuló, irguiéndose sobre sus patas traseras, con la boca completamente abierta. Estaba desafiándolo. ¡El muy cabrón! Nick se movió a un lado y observó que los ojos del felino seguían atentamente sus movimientos. A continuación Nick emitió un bufido y sus flancos vibraron con el sonido. Era el equivalente a un insulto, un: «Ven y cógeme, hijo de puta». El felino dio un paso hacia él, pero Nick rugió otra vez y cargó contra su oponente. Nick estaba preparado, levantándose sobre sus patas traseras y dando zarpazos rápidos. Sus dientes mordieron al felino en el cuello y Nick saboreó la sangre. Lo empujó con toda la fuerza que tenía y el felino se tropezó y se cayó al suelo. Nick saltó sobre él y le clavó los dientes en el costado.
Luces brillantes iluminaron la escena y el ruido de coches y sirenas resonó en la distancia. Llegaban más shadows, Nick los olió y escuchó sus pasos, y el felino que estaba debajo de él también, porque salió huyendo. Corrió, dejó atrás el vehículo ardiendo y lo pasó de largo. Nick en cambio se transformó y trepó por el terraplén, donde vio a Rome.
—El cabrón se escabulló en cuanto oyó las sirenas —le dijo a Rome.
X apareció a su espalda.
—Nosotros deberíamos hacer lo mismo. Lo último que quiero es que me interrogue un policía estúpido mientras estoy en pelotas.
Los tres estaban desnudos después de transformarse. El furgón con los otros shadows ya había llegado y los esperaba junto al guardarraíl unos metros más allá. Corrieron hasta allí y se subieron en la parte de atrás.
—Dos de vosotros os quedáis aquí para contestar a las preguntas. Había un ciervo cruzando y cuando el conductor intentó esquivarlo la furgoneta se salió de la carretera. Eso es todo —dijo Rome con firmeza.
Nivea, que era la que conducía el furgón, asintió; llevaba el brazo derecho vendado.
—Tú no, Nivea. Tú, tú y tú, quedaos. Nivea, tú conduces.
La shadow le dirigió a Nick una mirada feroz y él supo que tendría que hablar con ella más tarde, pero ahora le daba igual que se enfadase. No estaba de humor para poner a otra de sus hembras shifters en peligro esa noche, así que volvería a Havenway con él.
Todos iban a regresar a Havenway, vivos. Justo como le había prometido a Ary.