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El libro

 

 

Moisés estaba deseando comentar con su amigo los cambios en su relación con Amanda.

La noche anterior habían hecho el amor con una pasión nueva, con una entrega que nunca antes habían puesto ninguno de los dos. La idea de que aquella mujer maravillosa iba a formar parte de su vida, de manera total y absoluta en el futuro, le llenaba de júbilo.

Hubiera deseado que fuese sábado y quedarse en la cama con ella, holgazaneando perezosos hasta media mañana, pero la terrible alarma del despertador les sorprendió al alba.

—¡¡¡Noooo...!!! —Amanda alargó la mano hasta el móvil para desconectar el molesto sonido. Moisés tendió los brazos y la estrechó entre ellos.

—Quizás deberíamos habernos dormido antes... va a ser un día duro.

—Va a ser un día maravilloso. —Le besó eufórica—. Porque es el primero de nuestra vida juntos, y da igual que me tenga que chutar la cafeína en vena.

—Me alegra escuchar eso. Ahora pienso que he sido un poco tonto por no darme cuenta antes de lo que siento por ti, y haber perdido un tiempo precioso. Pero te compensaré.

—¿Invitándome a la fiesta de disfraces de la policía?

—Pensaba invitarte de todas formas.

—¿En serio?

—Pues claro... ¿Con quién iba a ir si no?

—Solo... Como un poli duro y seguro de sí mismo.

—Algo que no soy.

—Cuando te pones el traje sí lo eres. Pero yo prefiero que te lo quites.

Una segunda alarma les interrumpió.

—Esa es la mía. Tengo que levantarme ya.

—Yo también, me temo.

Tras una ducha rápida, y sin tiempo para un mal café que les despejara, se fueron al trabajo. Justo antes de salir, Amanda le entregó un libro.

—¿La boda? ¿No deberíamos esperar un poco todavía?

Ella se echó a reír con ganas y le dio un beso sobre los labios. Se sentía tan feliz esa mañana que le costaba alejarse de él.

—No es para ti, sino para Eric. Dile que le eche un vistazo y que lea entre líneas.

—O sea, el que se tiene que casar es él.

—No necesariamente. Dile que no puedo decirle nada más, o Cris me mataría, pero que es una pista. Espero que la sepa interpretar.

—De acuerdo. ¿Nos vemos esta noche?

—Cuando quieras, sabes dónde vivo. —Le guiñó un ojo y se perdió calle abajo.

 

 

A media tarde, cuando Eric llegó a casa, Moisés se preparaba para salir con Amanda. Iba a llevarla a cenar para celebrar su recién iniciada relación a un sitio especial y pretendía que fuera una sorpresa. Se sentía romántico y entusiasmado por esa relación que comenzaba.

—¡Vaya! —exclamó Eric cuando lo vio ponerse la chaqueta—. ¿Asistes a algún acto importante?

—Al más importante de todos. Llevo a cenar a Amanda en nuestra primera salida oficial como novios.

Eric le palmeó la espalda con afecto.

—Bienvenido al gremio, macho.

—A ti te reservan algo más oficial todavía. —Señaló el libro sobre la mesa—. Me ha dado eso para ti.

—¿Para mí o para Cris?

—Ha dicho para ti. Ha añadido que le eches un vistazo y leas entre líneas, y que no te puede decir más.

—¿La boda? ¿Qué demonios significa?

—Ni idea.

Eric movió la cabeza, pensativo.

—¿Será que Cris está embarazada y nos vamos a tener que casar?

—Lo siento, no me ha aclarado nada más. Vas a tener que leer el libro, me temo.

—No es que me importe, ni casarme ni ser padre, pero me hubiera gustado que me lo dijera Cris.

—Pregúntale.

—Si Amanda me ha mandado el aviso con un libro debe tener algún motivo. Le daré una ojeada a ver si saco algo en conclusión. ¡Una novela romántica de escoceses! Yo, que ni siquiera terminé Juego de tronos...

—Me voy, he quedado temprano con mi chica.

—Que te diviertas... Y yo, hasta que llegue Cris... —Le dio la vuelta a la novela y leyó la sinopsis—: «Mientras viaja de Inglaterra a Escocia lady Brenna es atacada por unos fieros guerreros que la secuestran y la obligan a casarse con el jefe del clan.» También ella se ve forzada a casarse. Tiene que ser eso.

Se retrepó en el sofá y comenzó a leer. El sonido del móvil le sacó de la historia, en la que se había sumergido.

—Hola, cariño...

—Eh... Cris... ¿Cómo estás?

—Un poco cansada, pero ya voy para casa.

— ¿Te encuentras bien?

—Sí, ¿por qué no iba a estarlo?

—No sé... La otra noche estabas comiendo muesli.

Ella lanzó una carcajada.

—Hasta que tú llegaste y me hiciste comer otras cosas.

—¿Lo comías por algún motivo especial? Normalmente tomas chocolate, galletitas...

—Porque tenía hambre... y porque había pillado un tres por dos en el súper de la esquina.

—¿Tienes más hambre de la normal?

—¡Yo siempre tengo más hambre de la normal! Al menos es lo que me decís Amanda y tú.

—¿Te apetece algo concreto para cenar esta noche?

—Pues ya que lo dices, unos huevos fritos con patatas, pimientos y chorizo.

—¡Cris, eso no es sano!

—Ya lo sé, pero me apetecen.

—¡Ay, Dios, esto va a ser muy difícil!

—¿Qué va a ser difícil?

—Todo.

—Eric, estás muy raro... ¿Te pasa algo?

—No, nada. Nos vemos en un rato y ya negociamos la cena, ¿de acuerdo?

—Hasta ahora.

—Ten cuidado, ven despacito...

Cris cortó la llamada y se quedó mirando el teléfono, perpleja.

—¡Más raro que un perro verde!

 

 

Cuando se reunieron un rato más tarde, Eric la recorrió con la mirada sin dejar ni un centímetro sin observar.

—¿Has engordado un poco, Cris?

—No lo creo, pero si es así haré muy feliz a Amanda, lleva años deseando verme gorda —rio—. La ropa me entra sin problemas.

—Amanda tiene quien la haga feliz, aparte de ti. Moisés y ella ya son algo más que follamigos.

—¿En serio? ¡Y no me ha dicho nada, la muy perra!

—Creo que es bastante reciente.

—¡Me va a oír! —dijo cogiendo el móvil y marcando el número de su amiga.

—¿Sí, Cris?

—¡Yo debería ser la primera en saberlo!

—Tienes razón, lo siento... Pero todavía me cuesta creérmelo, no lo he asimilado. Ya te cuento mañana con más calma... —Cortó, poco dispuesta a hablar del tema delante de Moisés—. Podemos vernos para almorzar juntas.

—Está ahí.

—Sí. —Rio—. Vamos a salir a cenar fuera.

—Disfruta tú de la comida. Creo que Eric pretende ponerme a dieta... no quiere que tome huevos fritos con... ya sabes, todo eso sin lo cual los huevos fritos no saben a nada. Me ha dicho que estoy gorda.

—¿Gorda? ¿Tú?

—Esa es la palabra que ha empleado. Literalmente «has engordado». La verdad es que está muy raro hoy. Si no fuera porque es un tío pensaría que le va a bajar la regla.

—Anda, dale dos arrumacos y convéncele de que te deje comer lo que quieras... tú que puedes.

—Lo intentaré. Y vosotros, disfrutad de la cena y daos un buen postre... de los que queman calorías.

Se dio la vuelta y encontró a Eric buscando en la cocina. Sobre la encimera había zanahorias, pimientos, acelgas, cebollas y lonchas de pavo.

—¿Qué te parece si hacemos un revuelto con todo esto? Si te apetece comer huevos, hagamos caso al organismo, pero con sentido común.

—¡Un revuelto...! —La decepción pintada en la cara de Cris le hizo sentir mal, pero debía asegurarse de que se alimentara bien. Ya no se trataba solo de comer.

—Ya te tomarás tus huevos «a lo Cris» en otra ocasión, ¿de acuerdo? Ahora vamos a comer sano.

—¿No podemos cambiar el pavo por jamón ibérico al menos?

—De acuerdo.

Cris se dirigió al frigorífico y lo abrió de nuevo, sacando además del jamón una berenjena y un calabacín.

—Si vamos a comer verdura, que sea en cantidad suficiente. ¡No vas a matarme de hambre!

—Claro que no.

Eric se dispuso a preparar la cena. ¡Había ganado la primera batalla!