24
Las cosas claras
Cris estaba teniendo un día duro. Hacía calor para ser primavera, las casas que debía enseñar estaban muy lejos unas de otras y el tobillo se le había hinchado bastante. Le molestaba solo poner el pie en el suelo cuando llegó la noche. Y para colmo seguía sin noticias de Eric.
Llegó a casa y tras darse una ducha se sentó en el sofá con la pierna en alto.
Tenía que poner una lavadora, ropa por planchar y no había preparado la cena, pero antes descansaría un poco. Debía también llamar a Amanda y disculparse por haberse presentado en su casa de improviso la noche anterior. Imaginaba su bochorno si los hubiera encontrado juntos a Eric y a ella. Su amiga tenía razón, tenía que pensar más las cosas antes de hacerlas.
Poco después, Amanda se presentó a verla y cortó de golpe todas las excusas que empezó a ofrecerle.
—Siento lo de anoche. Los rosquitos podían esperar.
—Vamos a hablar claro, Cris. Tú no viniste a traer rosquitos, al menos no solo a eso. Viniste a ver si Eric estaba conmigo.
Descubierta, fue incapaz de negarlo y asintió. No serviría de nada mentirle a Amanda cuando esta la estaba interrogando de aquella forma tan tajante.
—Reconoce de una puñetera vez que te gusta.
—Sí, me gusta. Te aseguro que he intentado evitarlo, que he luchado con todas mis fuerzas, pero ha sido imposible. Eric es... ¿qué te voy a contar a ti? También sientes lo mismo. Pero entre nosotros no ha pasado casi nada, y ya lo he sacado de mi vida.
—Si lo has sacado de tu vida, vuelve a meterlo en ella, porque a la que no le gusta es a mí.
—Claro que sí, me dices lo contrario para que yo no me sienta mal. Pero puedes estar tranquila, no volveré a verle.
—No, Cris, es la verdad. Siempre he sabido que a Eric le interesas tú. Yo solo quería que no lo sacaras de tu vida sin darle una oportunidad.
—Dijo que te llamaría, por eso pensaba que anoche estabais juntos.
—¿Cuándo te lo dijo?
—El día que me quitaron la escayola, la última vez que le vi.
—No lo ha hecho. Pero hace ya casi dos semanas de eso. ¿Qué pasó ese día para que Eric haya desaparecido?
—No gran cosa... o bueno, sí. Según cómo se mire. Nos enrollamos un poco en el sofá. —Cris miró a su amiga tratando de averiguar si le importaba, si lo que acababa de confesarle era solo una mentira para que ella no renunciase a Eric, pero no encontró la respuesta que buscaba en los ojos de Amanda—. Por suerte Rocío nos interrumpió y la cosa no pasó a mayores... demasiado.
—Pero no se marchó por eso, ¿verdad?
Amanda detestaba cuando Cris se cerraba en banda y tenía que sacarle la información con sacacorchos.
—Le dije que solo quería un polvo, que llevaba mucho tiempo sin sexo y que para ello lo mismo me daba él que otro. Que lo había intentado con Moisés por la mañana y este me había rechazado.
—Pero no era verdad...
—Sí lo era. Solo me insinué un poco, pero lo hice. Y Moisés debe habérselo confirmado porque no ha vuelto a dar señales de vida. Me dijo que te llamaría a ti, que seguro serías más «receptiva». Creo que esa fue la palabra que utilizó.
—¡Pero ¿en qué estabas pensando, Cris?! ¿Moisés?
—En que si yo conseguía que me gustase, aunque solo fuera un poco, todo se solucionaría. Tú con Eric, yo con él y todos felices.
—¡Lo has clavado! Ay, Dios, a ver cómo solucionamos este entuerto. Por lo pronto, debes llamar a Eric y decirle lo que sientes.
—¿Que quiero tirármelo? Eso ya lo sabe.
—No, que quieres algo más que un polvo y que no te vale cualquiera. Que le quieres a él.
—No quiero más. Eric me gusta, no te lo voy a negar, pero no voy a meterme otra vez en una relación que se acabará en cuanto descubra cómo soy en el día a día.
—Eric ya sabe lo peor de ti, conoce tus manías, tu hiperactividad y tus arranques bruscos. Deja que ahora sepa lo mejor. Lo buena, generosa y especial que eres. Ábrele ese corazón que no te cabe en el pecho.
—¿Para qué? ¿Para que lo pisotee cuando decida que ya no es capaz de soportarme?
Amanda sintió la rabia crecerle dentro una vez más.
—Eric no es Adolfo. Aquel se dejó querer y se aprovechó de ti y de tus sentimientos de todas las formas que pudo. Nunca te quiso, Cris, te puso los cuernos todo el último año que estuvisteis juntos.
Cristina miró a su amiga con expresión desolada.
—¿Tú lo sabías y no me lo dijiste?
—Lo averigüé después de que te dejara, y ya no tenía sentido hacerte más daño. Eric, en cambio, lleva meses tratando de conquistarte, luchando por ti. A él le gustas de verdad, con tus defectos y tus virtudes, que, créeme, son mucho mayores que los defectos. Hazme caso, Cris, no le dejes ir.
—No quiero una relación y con Eric menos. Me pasaría la vida temiendo que me dejase.
Amanda pensó que si tuviera delante a Adolfo le retorcería el pescuezo. Eric tendría que esforzarse mucho para que Cris superase sus miedos.
—Pues acuéstate con él al menos. Y mientras lo haces imagínatelo vestido como tú ya sabes. Realiza tu fantasía, tu «danés». Luego el tiempo dirá.
—Lo voy a tener difícil, le dije una de las peores cosas que se le pueden decir a un hombre. Que lo había intentado con su amigo antes que con él.
—Sí, es lo más malo que se les puede decir, después de que tiene el pito pequeño o que no da la talla en la cama.
—¿Y tú? ¿No tienes nada que contarme? Moisés parecía ayer muy cómodo en tu casa.
—Imagino que después de pasarse muchas horas en un coche, mi sofá debía de resultarle una maravilla. Invitarle a cenar era lo menos que podía hacer a cambio de sus consejos.
—¿Tan mal están las cosas con tu jefe?
—Cada día peor. Sus insinuaciones son ya casi imposibles de ignorar. Pronto tendré que decir «no» abiertamente y temo que eso pueda acarrear mi despido o un auténtico calvario laboral. No sé cómo voy a salir de esta, Cris.
—Confío en que Moisés pueda ayudarte.
—Yo también.
—Es un buen tipo.
Amanda no quería hablar de Moisés. Temía las preguntas de su amiga e incluso las que ella misma se hacía desde la noche en que se besaran. Cuando la tarde anterior se acercó al coche a saludarle y él observó la tensión en su rostro, provocada por la reciente invitación a cenar de su jefe, no fue capaz de rechazar su ofrecimiento a hablar del tema. Apagó el teléfono, tal como él le había recomendado, y activó el contestador del fijo, en espera de que terminara su turno y pudieran comentar tranquilamente el asunto. La preocupación se vio desbancada por las mariposas en el estómago que le produjo el tenerle en su casa, sentado en su sofá y compartiendo una lasaña que había preparado en su honor.
Sabía que, a pesar de los besos compartidos días atrás, el sentimiento no era mutuo, que Moisés aún estaba pillado por su novia y no era buena idea poner los ojos en él, pero no podía evitarlo. Le había gustado desde el primer día que lo vio en el coche, y cuando le conoció en persona había ido a más. De todas formas, todo acabaría en cuanto detuvieran al tipo que perseguían. Moisés dejaría su vigilancia y se convertiría solo en el amigo de Eric, si Cris lograba solucionar su situación con él.
—Te has quedado muy callada, Amanda.
—Estaba pensando que podríamos organizar una noche de chicas. Llamar a Rocío, cenar juntas y luego ver una película o algo.
—Me parece genial.
—Voy a buscarla.
Cris se levantó del sofá y llamó en el piso de enfrente. Rocío abrió la puerta en pijama.
—Hola, venía a invitarte a una noche de chicas... Cena y peli.
Esta giró un poco la cabeza y miró a Fernando por encima del hombro.
—No sé... estábamos a punto de cenar nosotros también.
—Sí que sabes —dijo él desde el sofá—, te encantan esas cosas. Ve con ellas que yo sé distraerme solo. Pondré una de esas series que solo me gustan a mí.
Rocío sonrió.
—Es un encanto. Me cambio y estoy allí en cinco minutos.
Cris regresó a su piso, y se acercó a la lavadora.
—Luego plancharé mientras vemos la película.
—¿La ropa mojada?
—No, mujer, tengo de ayer
Amanda le sujetó la mano.
—Pues esta noche no vas a hacer nada más que cenar y ver la tele con nosotras. Se trata de una noche de chicas, no de amas de casa. La lavadora de hoy, la plancha de ayer, tendrán que seguir esperando.
—Pero tengo...
—He dicho que no. Además, Eric no va a venir esta noche, no importa que te pongas las bragas arrugadas.
—De acuerdo, tú ganas. ¿Pizza?
—Pizza.
Cris alzó la cabeza. Estaba preparada para la negativa de Amanda.
—¿En serio? ¿No vas a sugerir cambiarla por una ensalada o verduritas a la plancha?
—Hoy no. Hoy he decidido que tengo las curvas justas en los sitios justos. Si tú no planchas, yo como pizza.
—¡Trato hecho!