XXVII
CUANDO desperte, no me di cuenta durante algunos momentos donde me hallaba. Tanteando alrededor, mi mano tropezo con el pasto empapado de rocio. Estaba muy obscuro; pero cerca del horizonte una palida vislumbre anunciaba, segun me imagine, un nuevo dia. De repente, me volvio a la memoria, y, alarmado, me puse de pie, descubriendo con indecible alivio que la luz que habia visto estaba al oeste, no al este, y que dimanaba de una luna nueva que precisamente en ese instante se ocultaba detras del horizonte. Ensillando a toda prisa los dos caballos, me dirigi a la estancia de Peralta, y en llegando, los conduje cautelosamente bajo la sombra. de un grupo de arboles que se erguia en la margen del antiguo y casi arrasado zanjon.
Tendiendome en el suelo para oir mejor cualesquiera pasos que se aproximaran, me puse a esperar a Demetria. Era pasada medianoche; reinaba el mas profundo silencio, salvo de rato en rato, el triste y lejano chirrido de un grillo, que siempre parecia hallarse alli, como lamentando las perdidas fortunas del solar de los Peralta. Durante mas de media hora me quede tendido en el suelo, poniendome por momentos, mas y mas inquieto y temiendo que Demetria fuera a faltar a la cita, cuando por fin senti algo como un susurro. Escuchando con atencion oi pronunciar mi nombre, y percibi que el ruido procedia de unas altas matas de Lramonio a unos pocos pasos de distancia. -?Quien habla? -pregunte.
La alta y flaca figura de Ramona se irguio de entre la maleza y se aproximo recelosamente. Estaba temblando de nerviosa agitacion y no se habia atrevido a aproximarse sin primero hablar, terniendo ser tornada por un enemigo y que se disparase contra ella. -?Madre de Dios! -exclamo, lo mejor que le permitiera hablar el castaneteo de sus dientes-. iHe estao tan agitada tuita la noche!…;Ay, senor!?Que vamos hacer aura? iLo que uste habia arreglao estaba tan bien!… Apenas lo oi, supe que algun Angel del cielo habia bajao pa decirselo al oido.!Y aura se le ha metido en la cabeza a mi patrona, de no moverse de aqui! Tuitas sus cosas estan listas … ropa, plata, alhajas; y hace ya una hora que le estamos suplicando que salga, pero es al nudo. No quere verlo, senor -?Esta don Hilario en la casa?
- No, senor… Ha salido. No podriamos haber tenido una mejor ocasion. Pero es al nudo, se ha desanimao y no quiere venir. Ay esta sentada llorando en su cuarto, diciendo que no le puede mirar a la cara a uste otra vez.
- Anda y dile a tu patrona que estoy aqui esperandola con los caballos.
- Pero, senor, si ella ya sabe que uste ha llegao. Santos estuvo aqui ajuerita aguaitando, y apenas llego uste se jue a tuita carrera pa avisarselo Aura solo me ha mandao pa que le diga que no puede verlo y que esta muy agradecida por tuito lo que uste ha hecho por ella y que le ruega que se vaya y la deje.
No me extrano mucho que Demetria, a ultimo momento, no hubiese deseado verme, pero estaba resuelto a no irme mientras no la viera y tratara de hacerla cambiar de idea. Asi que atando los caballos a un arbol, fui con la Ramona a la casa. Entrando en puntillas, encontramos a Demetria tendida en el sofa, en la misma pieza donde me habia recibido tan singularmente ataviada la noche anterior; a su lado estaba Santos, la afliccion en persona. En cuanto me vio entrar, se cubrio el rostro, con las manos y volvi6 la espalda. Sin embargo, basto una mirada para demostrar que, con o sin su consentimiento, todo estaba pronto para la fuga. En una silla cerca de ella habia un par de alforjas en las que se habian metido las pocas cosas que le pertenecian; una mantilla medio le cubria la cabeza, y a su lado habia una gran manta de viaje, destinada, evidentemente, a protegerla del frio de la noche. -?Mira, Santos! Anda a esperarnos alla debajo de los arboles, donde estan los caballos; y tu, Ramona, dile adios a tu patrona y dejanos solos, porque luego recobrara su valor y se vendra conmigo.
Santos, viendose sumamente aliviado y agradecido, aunque un poco sorprendido del tono de confianza con que yo hablaba, estaba saliendo precipitadamente de la pieza cuando le senale las alforjas. Se inclino, sonrio burlonamente y recogiendolas, se retiro. La pobre vieja de Ramona se echo de rodillas, sollozando, y clamando, al cielo que bendijera a su patrona, besandole el pelo y las manos con triste devocion.
Cuando Salio, me sente al lado, de Demetria, pero no quiso quitarse las manos de la cara o hablarme, y solo prorrumpia en sollozos cuando le dirigia la palabra. Por fin logre apoderarme de su mano, y luego, acercandola suavementc hacia mi, apoye su cabeza sobre mi hombro. Cuando empezaron a calmarse sus sollozos, dije:
- Digame, querida Demetria,?ha perdido usted su confianza en mi, que ahora teme venirse conmigo? -?No, no, Ricardo- balbuceo-, no es eso! Pero nunca jamas podre mirarlo a la cara otra vez. jSi me tiene alguna compasion, le ruego, por Dios, que se vaya! -?Como? Dejarla a usted, Demetria, mi hermana, aqui con ese hombre? Como puede imaginarse tal cosa?. Digame! Donde esta don Hilario? Volvera esta noche?
- Yo no se nada. Puede volver de un momento a otro.!Por Dios, Ricardo, dejeme! Cada momento que usted se queda, aumenta su peligro -y diciendo esto trato de desprenderse de mi, pero no la solte.
- Si usted teme la vuelta de don Hilario, es tiempo de que vayamos caminando -repuse. _?No!?No!?No!?No! es posible! Todo ha cambiado ahora! Me moriria de verguenza mirarlo a usted a la cara otra vez!
- No solo me mirara otra vez, Demetria, sino que muchas otras veces.?Cree por un momento que despues de venir a salvarla de las mandibulas de aquel culebron, vaya ahora a dejarla aqui, solo porque esta un poco timida? jEscuche, Demetria! Voy a librarla esta noche de ese demonio, aunque tenga que sacarla en brazos para afuera por la fuerza. Despues podremos pensar en lo que debe hacerse respecto a su padre y a su propiedad. TaI vez cuando salga el coronel de esta triste atmosfera se restablezca su salud aun, quizas, su razon. -?Oh, Ricardo!?No me esta usted enganando? -exclamo- bajando las manos y mirandome de frente.
- No, no la estoy enganando. Y ahora, Demetria, va a perder todo temor, pues me acaba de mirar y ya ve que no se ha vuelto piedra.
- AI momento se puso colorada; pero no se empeno mas en cubrirse el rostro, porque en ese momento se oy6 el estrepito de los cascos de un caballo que se aproximaba a la casa. -?Madre de Dios!?Socorrenos! -exclamo Demetria, aterrorizada-.?Es don Hilario!
En el acto apague la unica vela que ardia debilmente en la pieza.
- No tenga miedo. Cuando este todo tranquilo, despues que haya entrado don Hilario, en su pieza, emprenderemos la huida.
Demetria estaba temblando de susto y se arrimo a mi; mientras escuchabamos atentamente, oimos a don Hilario desensillar su caballo, y en seguida dirigirse muy quedo, y silbando por lo bajo, a su pieza.
- Ya ha cerrado la puerta, y en unos pocos minutos mas estara durmiendo. Cuando piensa en ese hombre que le ha hecho la vida un suplicio ~no se alegra que haya venido a llevarmela?
- Me iria de todo corazon con uste esta noche, Ricardo, si no fuera por una cosa.?Cree despues de lo que ha pasado que jamas podria mirar a su mujer en la cara?
- Pero ella no sabra nada de lo que ha pasado, Demetria. Seria deshonroso de mi parte y una cruel injusticia a usted hablarle a ella de eso. La recibira a usted como a una querida hermana y la amara tanto, como yo. Todas estas dudas y temores que la inquietan no tienen razon de ser, y pueden ser soplados como, el vilano del cardo por el viento. Y ahora que me ha confesado tanto, Demetria, yo tambien quiero confesarle la unica cosa que me tiene intranquilo.
- Digame que es, Ricardo -murmuro muy suavemente.
Creame Demetria, que nunca he tenido la menor sospecha de que usted me amara. Su manera no lo ha mostrado; de otro modo yo le habria contado, mi pasado, mucho ha. Solo sabia que me consideraba como a un amigo y uno en quien podia confiar. Si he estado, equivocado todo este tiempo, Demetria, y si usted ha sentido verdadero amor por mi, tendre que lamentar amargamente que le haya causado esta pena.?No quiere hablarme con entera confianza y decirme con franqueza lo que siente?
Me acaricio la mano un momento en silencio, y entonces contesto:
- Creo que ha tenido razon, Ricardo. Tal vez no sea capaz yo de una pasion como algunas mujeres.
Sentia…sabia que uste era mi amigo. Estar cerca de uste era como estar a la sombra de un arbol frondoso en algun lugar calido y solitario. Pense que seria agradable estar sentada alli para siempre y olvidar los amargos anos. Pero, Ricardo, si uste va a ser siempre mi amigo… mi hermano, estare mas contenta, y mi vida me parecera otra.
- Que feliz me has hecho Demetria! Vamos! El culebron esta durmiendo, escabullemosnos y dejemoslo entregado a sus malos suenos. jDios quiera que algun dia pueda volver a aplastarle la cabeza bajo el pie!
Entonces, arrebozandola en la manta de viaje y pisando suavemente, la conduje afuera, y en unos pocos minutos llegamos junto a Santos, que estaba vigilando al lado de los caballos.
De muy buena gana le deje que ayudara a Demetria a montar a caballo, pues aquel seria probablemente, el ultimo servicio que e1 pudiera prestarle… Creo que el pobre viejo estaba llorando, tan ronca se sentia su voz. Antes de irnos, le anote sobre un pedazo de papel mi direccion en Montevideo, y le pedi que la llevara a don Florentino Blanco, encargandole en mi nombre que me escribiera en dos o tres dias mas, para informarme de los movimientos de don Hilario. Luego nos fuimos silenciosamente al trotecito sobre el pasto, y en una media hora dimos con el camino que va de Rocha a Montevideo. Lo seguimos hasta el amanecer, apenas deteniendonos una vez en nuestra veloz carrera, y cien veces durante aquella oscura travesia por un pais que me era enteramente desconocido, bendije a aquella hechicera de Cleta, pues nunca hubo caballo mas seguro y firme que el feo malacara que Ilevaba a mi companera, y cuando refrenamos nuestros caballos a la palida luz de la manana se veia tan fresco coco cuando salimos. Entonces dejamos la carretera y anduvimos unas tres leguas en direccion al nordeste, pues deseaba alejarme de los caminos publicos y de la gente entrometida y chismosa que los frecuenta. Como a eso de las once llegamos a un rancho, donde almorzamos; despues seguimos caminando hasta llegar a un monte de esparcidos algarrobos que crecian en la cuesta de una cuchilla. Era un lugar agreste y solitario, con agua y buen pasto para los caballos y una amena sombra para nosotros; asi que despues de desensillar y soltar nuestros caballos a pacer, nos sentamos a descansar debajo de un arbol grande, arrimandonos a su grueso tronco. Desde nuestro umbroso retiro, dominabamos una esplendida vista del pals por donde habiamos atravesado toda aquella manana y que se extendia a muchas leguas de distancia; mientras fumaba un cigarro, converse con mi companera, llamandole la atencion sobre la hermosura de aquel vasto y asoleado paisaje. -;Mira, Demetria! Cuando lleguen las largas noches de invierno y tenga bastante tiempo desocupado, pienso escribir una narracion de mis aventuras en la Banda Oriental, y titulare mi libro La Tierra Purpurea; pues, que nombre mas a proposito podria hallarse para un pais tan manchado en la sangre de sus hijos? Claro que nunca lo leeras, porque lo escribire en ingles y solo por el placer que les dara a mis hijos -si es que los tengo- en algun tiempo muy lejano cuando sus pequenos estomagos morales e intelectuales esten preparados para digerir otro alimento que la leche. Pero tu ocuparas un lugar muy importante en mi narracion Demetria, porque en estos ultimos dias nos hemos apegado mucho el uno al otro. Y tal vez el ultimo capitulo describira nuestra precipitada carrera juntos, huyendo de aquel espiritu maligno, Hilario, a algun bendito y lejano refugio mas alla de los cerros, de los montes y de la azulina linea del horizonte. Porque cuando lleguemos a la. capital, yo creo que… me parece… se, en efecto, que…
Vacile entre si decirle o no que probablemente seria necesario que yo abandonase el pais cuanto antes, pero como no me pidiera que prosiguiese, mirando a un lado, descubri que mi companera se habia quedado profundamente dormida. !Pobre Demetrial Habia estado muy nerviosa toda la noche y apenas quiso detenerse a descansar en ninguna parte, tan grande era el susto que tenia, pero por fin su cansancio le habia vencido por completo. Su postura arrimada al arbol era sumamente incomoda e insegura, asi que aproximando su cabeza muy suavemente hasta que descanso sobre mi hombro, y sombreandole los ojos con su mantilla, la deje que siguiera. durmiendo- Su cara se veia singularmente cansada y palida, en aquella brillante luz del medio dia, y contemplandola durmiendo y recordando todos aquellos lobregos anos de sufrimientos y zozobra que habia soportado, sin olvidar este ulltimo dolor del que yo habia sido la inocente causa, se me empanaron los ojos de lagrimas.
Despues de dormir un par de horas, desperto, de repente, asustada, y la afligio mucho saber que la habia sostenido todo ese tiempo. Pero despues de aquel sueno recuperador, parecio efectuarse un cambio en ella. No solo habia desaparecido su gran cansancio, sino tambien el temor que la perseguia. De la ortiga el Peligro, habia arrancado la flor Seguridad, y ahora podia gozar de ella y estaba llena de nueva vida y animacion. La inusitada libertad v el ejercicio, junto con el variante paisaje, tambien tuvieron un efecto estimulador sobre su cuerpo y animo Un nuevo color se esparcio por sus palidas mejillas;]as manchas violaceas debajo de los ojos, que anunciaban dias intranquilos y noches en desvelo, luego desaparecieron; sonrio brillantemente y estaba muy animada, de modo que durante aquel largo trayecto, ya descansando a la sombra. a mediodia, y galopando a escape sobre el verde cesped, no podria haber tenido una companera mas agradable que Demetria. Esta transformacion me trajo con frecuencia a la memoria aquellas conmovedoras palabras de Santos, en que describia la mano asoladora de los sufrimientos, y como con otra laya de vida su patrona seria "una flor entre mujeres". Era un consuelo que su afecto para conmigo hubiera sido solo carino, eso y nada mas. Pero?que iba a ser con ella cuando llegasemos a Montevideo, sabiendo, como sabia, que mi mujer estaba muy deseosa de volver sin mas demora a su pals, y resultandome, al mismo tiempo, muy cruel abandonar a la pobre Demetria entre extranos?
Encontrando su animo tan mejorado, me aventure a hablarle al respecto, primero se entristecio; pero luego, recobrando valor, me rogo que le permitiesemos acompanarnos a Buenos Aires. La perspectiva de quedarse sola le era intolerable, pues no tenia motivos en Montevideo, y los amigos politicos de su familia estaban todos desterrados o llevando vidas muy retiradas. Al otro lado del Plata estaria con amigos, y a salvo, durante cierto tiempo de su verdugo. Esta proposicion me parecio muy cuerda y me alivio considerablemente, aunque, por cierto, solo servia para allanar la dificultad durante un corto tiempo solamente.
Como a seis leguas de Montevideo, en el departamento de Canelones, encontre la casa de un compatriota llamado Baker, quien habia vivido muchos anos en el pais; era casado y con familia.
Llegamos a su estancia en la tarde, y viendo que Demetria estaba sumamente rendida con nuestro largo viaje, le pedi al senor Baker que nos alojara esa noche. Este caballero se porto muy amablemente con nosotros, no haciendo ninguna pregunta indiscreta, y despues de conocernos solo unas pocas horas, en las que nos hicimos amigos, le lleve aparte y le referi la historia de Demetria.
Entonces, como hombre de buen corazon, ofrecio en el acto alojarla en su propia casa hasta que pudiesen arreglarse sus asuntos en Montevideo, oferta que fue muy gustosamente aceptada.