I
Tres capitulos en la historia de mi vida, tres periodos distintos y bien definidos, pero consecutivos, empezando cuando aun no cumplia veinticinco anos y terminando antes de los treinta, resultaran, probablemente, los mas notables de todos ellos. Son los anos que hasta el fin de mis dias me volveran con mas frecuencia a la memoria, destacandose de todos los demas, los primeros veinticuatro ya vividos y los cuarenta o cuarenta y cinco -espero que sean cincuenta o aun sesenta- que todavia me quedan por vivir. Pues,?que alma en este variado y maravilloso mundo querria abandonarlo antes de los noventa? Las tinieblas asi como la luz, su amargura y su dulzor me hacen amarlo.
Del primer periodo solo necesito decir dos palabras. Fue aquel en que estuve de novio y me case; y aunque la experiencia me parecio en aquel entonces la mas extrana del mundo, debio asemejarse, sin embargo, a la de otros hombres, puesto que todos los hombres se casan. Y el ultimo periodo, el mas largo de los tres -tres anos cabales-, no podria describirse. Fue todo un negro desastre; tres anos de una separacion forzosa y del mas agudo sufrimiento que la ley del pais le permitiera a un enfurecido padre de familia infligirle a su hija y al hombre que, a despecho de el, habia osado casarse con ella. Aun los mas cuerdos pueden volverse locos al ser tiranizados, y yo nunca fui de los muy cuerdos, sino que vivia en medio de las pasiones, ilusiones y la desmesurada confianza de la juventud y era guiado por ellas,?que efecto no me haria cuando fuimos forzosa y cruelmente separados y yo arrojado a la carcel, donde pase largos meses en la compania de criminales, pensando siempre en ella que tambien sufria y partiasele el corazon de pena? Pero ya han pasado la aborrecible sujecion, la perpetua zozobra y el cavilar en mil y un planes posibles e imposibles de venganza. Si fuera algun consuelo saber que al quebrarle el corazon a su hija, quebrose el propio, y que pronto la siguio a la silenciosa tumba, aquel consuelo seria mio.?Ay, no! eso no me consuela, puesto que no puedo menos de pensar que antes que me hubiese arruinado la vida, yo ya le habia arruinado la suya, arrebatandole su hija idolatrada. Estamos, pues, en paz, y aun puedo decir:
"?Paz a sus cenizas!"; pero en ese tiempo, enloquecido por mi pena y sufrimientos, no pude hacerlo, y mucho menos en aquel pais fatal donde habia vivido desde mi ninez, al que habia llegado a amar como al mio y que jamas pensaba tener que abandonar. Pero ahora me era aborrecible, y, huyendo de el, me hallaba otra vez en aquella Tierra Purpurea donde, en pasados tiempos, nos habiamos refugiado juntos ella y yo, y que ahora, trastornado por mi pena, me parecia un lugar de agradables y apacibles recuerdos.
Durante los meses de sosiego que sucedieron a la tormenta, los que pase, principalmente, haciendo caminatas solitarias a lo largo de la playa, estos recuerdos me acompanaron mas y mas. A veces, sentado en la cima de aquel gran cerro que da su nombre a la ciudad, solia contemplar el dilatado panorama hacia el interior horas enteras, como si pudiera ver, y nunca cansarme, todo lo que se extendia en lontananza -llanos, arroyos, montes, y cerros, y ranchos cuyos techos me habian cobijado y, tambien mas de una amorosa cara-. Aun las caras de los que me hablan tratado mal, o que me habian tenido inquina, parecian ahora tener una expresion amistosa. Sobre todo, pensaba en aquel amado rio, el inolvidable Vi; en la sombreada casa blanca de los confines del pueblecito y ?ay!, en la triste y hermosa imagen de la que yo habia hecho tan desdichada.
Era tanto lo que me preocuparon estos recuerdos hacia el fin de aquel tiempo de ocio, que me acuerdo que antes de abandonar aquellas playas, me habia venido la idea, que durante algun tranquilo intervalo de mi vida, lo repasaria todo otra vez en la memoria y escribirla una relacion de mis correrias para que mas tarde otros la leyeran. Pero no lo intente entonces ni hasta muchos anos despues, porque no bien hube empezado a abrigar esta idea, cuando sucedio algo que me saco de aquella condicion en que me hallaba, durante la cual habia estado como una persona que ha sobrevivido a sus actividades, y que ya no es capaz de sentir una nueva emocion, sino que se sustenta enteramente de lo pasado. Y ese algo, que me afecto de tal modo que, de pronto, volvi en mi otra vez, deseoso de obrar y moverme, no fue sino una palabra que oi casualmente de lejos -el grito de un alma desolada que llego por fortuna a mis oidos-; y al oirla, me senti como uno que habiendo sido sorprendido por la noche y abriendo los ojos despues de un intranquilo sueno, ve inesperadamente sobre la negra y vasta planicie, el lucero de la manana en todo su sobrenatural esplendor -la estrella del alba y de esperanza eterna, de pasiones y luchas, de labor, felicidad y reposo-.
No necesito detenerme en relatar los sucesos que nos llevaron a la Banda, nuestra fuga nocturna de la casa de campo de Paquita en la pampa; como estuvimos escondidos en la capital, nuestro matrimonio secreto, y despues, nuestra fuga hacia el norte, a la provincia de Santa Fe; los siete u ocho meses de una mas o menos intranquila felicidad, y, por ultimo, la vuelta clandestina a Buenos Aires en busca de algun buque que nos llevara fuera del pais.?Intranquila felicidad??Ay, si! y lo que mas me inquietaba cuando observaba a la companera de mi vida, tan hermosa, tan fina, tan exquisita, con sus ojos azul obscuro ‘que parecian violetas, su negra y sedosa cabellera, y su suave cutis de color de rosa y aceituna, era que se veia tan delicada. Y yo la habia robado… la habia arrebatado de sus protectores naturales, del hogar donde la habian idolatrado, yo, un extranjero, profesando otra religion y sin medios; y que, por el hecho de haberla robado, era un malhechor.
Pero,?basta! Comienzo, pues, mi itinerario en el punto en que, seguros en nuestro pequeno barco y con las torres de Buenos Aires alejandose rapidamente al oeste, empezamos a sentirnos sin cuidado y a reflexionar en nuestra felicidad venidera. Luego, el viento y las olas interrumpieron nuestro embeleso, siendo Paquita muy mala navegante, asi que durante algunas horas pasamos muy mal rato. Al dia siguiente, se levanto un favorable viento del noroeste que nos llevo volando, como un ave sobre aquellas feas y rojizas olas, y esa misma noche desembarcamos en Montevideo, la ciudad de nuestro refugio. Nos dirigimos a un hotel donde pasamos varios dias muy felices, encantado uno de otro; y cuando nos paseabamos a lo largo de la playa, para ver el sol poniente, que con su fuego mistico iluminaba el cielo, el agua y aquel gran monte solitario, y recordabamos que estaban casi al frente las playas de Buenos Aires, era grato pensar que el rio mas ancho del mundo entero corria entre nosotros y los que probablemente se sentian ofendidos por lo que habiamos hecho.
Por ultimo, concluyo esta deliciosa situacion de un modo algo curioso. Una noche, no habiendo aun estado un mes en el hotel, estaba yo acostado en la cama enteramente desvelado. Era tarde; ya habia oido al sereno, bajo mi ventana, cantar pausadamente con voz melancolica: "la una y media y nublado".
Cuenta Gil Blas en su biografia que una noche en que estaba desvelado, empezo a examinar su conciencia -algo muy ajeno a el- y concluyo que no era un joven muy bueno. Yo pasaba aquella noche por una experiencia algo parecida, cuando en medio de mis pensamientos, poco halaguenos para mi, un profundo suspiro de Paquita me previno de que ella tambien estaba despierta y que, probablemente, tambien reflexionaba. Cuando le pregunte que significaba ese suspiro, trato inutilmente de ocultarme la razon..?que empezaba a sentir pena!?Que rudo golpe fue para mi aquel descubrimiento! y eso,?recien casados! Sin embargo, la verdad es que si yo no me hubiese casado con ella, habria sido aun mas desdichada. Pero mi pobre mujercita no podia menos de pensar en sus padres; anhelaba ardientemente reconciliarse con ellos, y su actual pena estaba inspirada en la conviccion de que nunca jamas la perdonarian. Yo trate con toda la elocuencia de que era capaz, de disipar estas tristes ideas, pero ella estaba firmemente convencida de que por lo mismo que tanto la habian amado, nunca le perdonarian esta primera gran ofensa. Bien pudiera mi linda, pense yo, haber estado leyendo "Cristabel" 1, donde ella dice que es precisamente hacia
1 Heroina que figura en el poema del mismo nombre del poeta ingles Lord Coleridge. - N. del T.
aquellos que han sido mas intensamente amados contra los cuales el corazon herido guarda el mayor rencor. Entonces, para darme un ejemplo, me conto una pelea que habia tenido su madre con una hermana, que hasta aquella fecha habia sido muy querida. Eso habia sucedido hacia muchos anos, cuando Paquita era nina; no obstante, las hermanas jamas se habian reconciliado. -?Y donde, mi hijita linda -le pregunte-, se encuentra esta tia suya a quien nunca le he oido nombrar hasta este momento? -?Oh! -contesto Paquita, con la mayor sencillez imaginable- ella se fue de aqui hace muchisimos anos y tu nunca la oiste nombrar porque en casa no nos era permitido ni aun pronunciar su nombre. Se fue a vivir a Montevideo, y creo que alla debe de estar todavia, pues hace algunos anos le oi decir a alguien que se habia comprado una casa en esa ciudad. -?Linda de mi alma! -exclame-.?Por lo visto se te ha quedado el corazon atras en Buenos Aires y no se ha apartado de alla ni aun para acompanar a tu pobre marido! Y sin embargo, Paquita, se que en persona tu estas en este momento aqui en Montevideo a mi lado, y conversando conmigo. -?Cierto! -replico Paquita-. Habla olvidado por completo que estabamos en Monvideo…, estaba distraida… quizas sea el sueno.
- Te juro, Paquita mia, que manana mismo, antes de ponerse el sol, veras a esta tia tuya, y estoy seguro, mi linda, que va a quedar encantada con la visita de una parienta tan cercana y bonita como tu.?Que gusto le va dar tener la oportunidad otra vez de hablar de aquella antigua querella con su hermana, y de ventilar sus anejos agravios! ‘Bien conozco a estas senoras ancianas,?son todas iguales!
Al principio no le agrado la idea a Paquita, pero cuando le dije que estabamos llegando al fin de nuestos recursos, y que tal vez su tia podria influir en que yo consiguiese algun empleo, consintio como buena mujercita que era.
Al dia siguiente, encontre a su parienta sin mucha dificultad, no siendo Montevideo una ciudad muy grande. Hallamos a Dona Isidora -que asi se llamaba la tia- en una casa de mezquino aspecto en el extremo oriente de la ciudad, lo mas apartado del agua. El lugar tenia un aire de pobreza, pues la buena senora, aunque con dinero suficiente para vivir con holgura, era muy apegada a su oro. No obstante, nos recibio muy carinosamente cuando nos presentamos y le contamos nuestra triste y romantica historia; al momento nos hizo preparar una pieza, y aun me hizo algunas vagas promesas de ayudarme. Cuando vinimos a conocer mas intimamente a la senora, encontramos que no anduve equivocado al pronosticar su caracter. Durante varios dias no pudo hablar de otra cosa sino de su inmemorial pelea con su hermana y su cunado, y nosotros estuvimos obligados a escucharla con debida atencion y a simpatizar con ella, pues era el unico modo de corresponder a su?hospitalidad. A Paquita le toco mas de su parte de estas platicas, pero aun asi, no pudo ponerse al tanto de como habla empezado aquella antigua disension; pues, aunque Dona Isidora habia guardado su rencor todos estos anos, no pudo por mucho que se esforzo, recordar su origen. ? Todas las mananas, despues del almuerzo, me despedia? con un beso de Paquita y la dejaba al cuidado de su tia Isidora, saliendo yo, en seguida, a hacer una de mis infructuosas peregrinaciones por la ciudad. Al principio, solo hice el papel de un extranjero ilustrado que observa con interes los edificios publicos y colecciona objetos raros -piedrecitas curiosamente marcadas y algunos botones milita-res de bronce, que en su tiempo, sin duda, debieron haber prestado lustre a algun uniforme-; balas mohosas y achatadas recuedos de aquel sitio de nueve anos, que le habia granjeado a Montevideo el triste apodo de la Troya Moderna. Una vez que hube examinado detenidamente por fuera la escena de mis futuros triunfos -pues estaba resuelto a quedarme y hacer mi fortuna en Montevideo- empece seriamente a buscar trabajo. Visite, por turno, cada casa de comercio en la ciudad y, en verdad, todo establecimiento donde creia que hubiese alguna posibilidad de encontrar ocupacion. Era preciso empezar, y no hubiera desdenado trabajo alguno por insignificante que fuese, tanto era lo que me repugnaba hallarme pobre, ocioso y dependiendo de otros. Pero no encontre nada, En una casa me dijeron que la ciudad no se habia repuesto todavia de los efectos de la ultima revolucion, y que, por lo tanto, los negocios estaban completamente paralizados; en otra, que la ciudad estaba en visperas de una revolucion, y que por consiguiente, estaban muy paralizados los negocios, Y en todas partes fue la misma historia… la situacion politica del pais impedia que yo pudiese ganarme un centavo honradamente.
Sintiendome muy desalentado, y con la suela de los zapatos casi gastada, me sente en un banco a la orilla del mar, o rio, pues hay algunos que lo llaman una cosa y otros otra, y el color barroso y la dulzura de sus aguas, por un lado, y las palabras no muy claras de los geografos por el otro, lo dejan a uno en la duda de si Montevideo esta, en efecto, situado en las costas del Atlantico, o solo contiguo, y en las riberas de un rio cuya desembocadura tiene unas cincuenta leguas de ancho. Por cierto, no me devane los sesos pensando en ello; habia otras cosas en que pensar que me atanian mucho mas de cerca. Tenia una pendencia con esta nacion oriental, que me importaba mucho mas que el color o sabor de las aguas del gran estuario que lava los mugrientos pies de su reina; pues esta Troya Moderna, esta ciudad de luchas, asesinatos y muertes repentinas, tambien se llama la Reina del Plata. Que mi pendencia fuese muy justa no cabia la menor duda. Pues bien, siempre ha sido mi norma pagar a todo individuo que me ofenda en su misma moneda. Ni se diga que este es un principio anticristiano; pues, cuando me han pegado en la mejilla derecha, o izquierda -en ambos casos el dolor es el mismo-, por lo comun pasa tanto tiempo antes de que este pronto para devolver el golpe, que todo sentimiento de enojo o de venganza se desvanece. Pego, en tal caso, mas bien en pro del bien publico que para mi propia satisfaccion, y por lo tanto, tengo perfecto derecho de llamar mi motivo un principio y no un impulso. Es, ademas, un principio muy valioso, e infinitamente mas efectivo que el fantastico codigo del duelista, el cual favorece a la persona que inflige la injuria, dandole la oportunidad de matar o mutilar a la persona ofendida. El puno es un arma que nos invento la naturaleza mucho antes de que viviera el Coronel Colt, y tiene, ademas, esta ventaja: que es licito emplearla tanto en los centros mas cultos y civilizados como entre mineros y gananes. Si alguna vez la gente inofensiva dejara de usarla, entonces los criminales podrian hacer lo que se les antojara, y harian la vida intolerable para todos los demas. Por suerte, los criminales siempre tienen presente el temor a esta arma intangible, sentimiento muy saludable que los sujeta mas que la razon o los tribunales de justicia, a lo cual se debe que se permita a los mansos heredar la tierra. Pero esta pendencia mia era con todo un pueblo, por cierto no muy grande, puesto que el numero de habitantes de la Banda Oriental solo asciende a un cuarto de millon. Y, sin embargo, no habia al parecer, en todo este pais tan escasamente poblado, con su fertilisimo suelo y benigno clima, lugar para mi, un joven robusto y medianamente inteligente que solo pedia que se le permitiese trabajar para ganarse la vida. Pero?como podia yo hacerlos sufrir por esta injusticia? No podia tomar el alacran que me daban cuando les pedia un huevo y hacerlo que picase a cada individuo que formaba parte de la nacion. En verdad, me encontraba en imposibilidad de castigarlos, y, por consiguiente, lo unico que podia hacer, era hartarlos de maldiciones.
Girando alrededor, pose la mirada sobre el famoso cerro, al otro lado de la bahia, y, de pronto, resolvi subir a su cima y desde alli, mirando hacia abajo a la Banda Oriental, la maldeciria del modo mas solemne e impresionante.
La. expedicion al cerro resulto bastante agradable. A pesar del excesivo calor que hacia por aquel tiempo, florecian muchas flores silvestres en sus laderas, transformandolo en un perfecto jardin.
Cuando llegue a las ruinas de la antigua fortaleza que corona su cima, trepe sobre una muralla y descanse una media hora oreado por una fresca brisa que soplaba en direccion del rio, gozando extremadamente del panorama que se desplegaba ante mis ojos. No obstante, no habia perdido de vista el grave objeto de mi visita a aquel sitio dominante, y solo hubiera deseado que la maldicion, que estaba por pronunciar, pudiese haber sido arrojada hacia abajo en forma de alguna roca gigantesca que desprendida de la tierra, rodara botando cuesta abajo, y, saltando por encima de la bahia, estallase contra aquella malvada ciudad del otro lado, dejandola estupefacta y arruinada.
- En cualquiera direccion que vuelva la vista -dijese extiende ante mis ojos una de las mas hermosas moradas que Dios haya preparado para los hombres; sonrien vastas llanuras en una eterna primavera; antiguos montes, hermosos y rapidos rios, y sierras de azulinos tintes desplieganse hasta perderse de vista en el nebuloso horizonte. Y mas alla de aquellas hermosas mesetas,?cuantas leguas de amena y selvosa soledad no duermen bajo la luz del sol, donde las flores jamas han lucido su belleza ni se ha vuelto el fructifero suelo, y donde el avestruz y el venado vagan por doquiera sin temer al cazador, mientras que sobre todo ello se expande un azulado cielo cuya exquisita hermosura no empana ni la mas tenue nubecilla? Y los moradores de aquel pueblo -la clave de un continente- lo poseen todo. A ellos pertenece, puesto que el mundo, cuyo antiguo espiritu va rapidamente decayendo, les ha permitido guardarlo.?Que han hecho con esta su herencia??Que hacen aun hoy dia con ella? Estan sentados, cabizbajos en sus casas, o de pie con los brazos cruzados en el umbral de la puerta, y con expresion en el rostro de expectativa e inquietud. Pues viene un cambio; estan en visperas de una tormenta. No sera un cambio atmosferico; ningun simun arrasara sus campos, ni erupcion volcanica obscurecera su cristalino cielo. Jamas han conocido, ni conoceran, los terremotos que han sacudido hasta sus cimientos las poblaciones andinas. El cambio y la tormenta que se esperan son politicos. El complot esta maduro, los punales aguzados y alquilado el continente de asesinos; el trono de craneos humanos, que ironicamente llaman la silla presidencial, esta por ser asaltado. Hace tiempo, quizas semanas o aun meses, que rompio la ultima ola crestada de sangrienta espuma arrasando y desolando al pais; es ahora, por lo tanto, de que todos los hombres se preparen para el golpe de la ola sucesiva.
Consideramos muy justo desarraigar espinos y cardos, desaguar pantanos infestados de malaria, extirpar por completo los ratones y las viboras; pero supongo que se consideraria inmoral aniquilar a esta gente por estar sus viciosas naturalezas disfrazadas en forma humana; a este pueblo, que respecto a crimenes ha descollado sobre todos los demas, tanto antiguos cuanto modernos, hasta que debido a el, ha llegado el nombre de todo un continente a ser objeto de censura y de desprecio en el mundo entero, y a causar hastio a la humanidad!
Juro yo mismo volverme conspirador si me quedo mucho tiempo en esta tierra.?Quien tuviera aqui un millar de mocetones de Devon y de Somerset, inspirados cada uno por sentimientos como los mios!?Que hazana tan gloriosa no se haria en pro de la humanidad!?Que estrepitosos vivas no lanzariamos al aire por la gloria de la antigua Inglaterra que va rapidamente desapareciendo!
Correrian chorros de sangre por aquellas calles como jamas han corrido, o por mejor decir, salvo una sola vez, y eso fue cuando fueron barridas por bayonetas britanicas. Y debido a aquel riego de sangre, habria tranquilidad, y la hierba seria mas verde y las flores de mas vivos colores. ?No es, pues, amargo como el ajenjo y la hiel pensar que sobre aquellas torres flameo, hace apenas medio siglo, la santa cruz de San Jorge??Porque jamas se ha emprendido una cruzada mas santa, ni un plan de conquista mas noble que el que tenia por objeto el arrancar esta tierra de manos indignas y hacerla para siempre parte del poderoso Reino Britanico!?Que no habria sido hoy dia esta tierra asoleada y sin invierno, y esta ciudad que domina la entrada al mas grandioso rio del mundo??Y pensar que fue conquistada para Inglaterra, no a traicion, o comprada con oro, sino al antiguo modo sajon, con rudos golpes y pasando por sobre los montones de sus muertos defensores!; y despues de haber sido asi ganada, pensar que fue perdida?se creera?- no peleando,?sino abandonandola sin dar un solo golpe en su defensa por miserables cobardes, indignos de llevar el nombre de britanicos! Aqui, sentado en este cerro, sola mi alma, me arde como fuego la cara cuando pienso en aquella oportunidad para siempre perdida. "Les ofrecemos sus leyes, su religion y la propiedad bajo la proteccion del gobierno britanico", proclamaron altivamente los invasores -los generales Beresford, Achmutty, Whitelocke y sus companeros-; y luego, despues de sufrir un solo reves, ellos (o uno de ellos) se desanimaron y canjearon el pais al que habian empapado en sangre y conquistado, por dos mil soldados britanicos, prisioneros en Buenos Aires; entonces, embarcandose otra vez, se hicieron a la vela y?se alejaron del Plata para siempre! Esta operacion que debio hacer castanetear de indignacion las osamentas, en sus sepulturas, de nuestros antepasados -los antiguos piratas escandinavos-, fue olvidada mas tarde cuando tomamos las ricas islas Malvinas.?Que conquista tan esplendida y que gloriosa compensacion por nuestra perdida! Cuando aquella ciudad reina estaba en nuestras manos, como tambien la regeneracion y, posiblemente, la posesion permanente de este verde mundo, nos fallo el corazon y el premio cayo de nuestras temblorosas manos. Dejamos al asoleado continente para capturar la solitaria guarida de focas y pinguinos; y ahora, que todos los que en esta parte del mundo aspiren a vivir bajo la "proteccion britanica", de la cual Achmutty, a las puertas de aquella ciudad, hizo tanto alarde, se transporten a aquellas solitarias islas antarticas, a escuchar el trueno de las olas que rompen sobre sus grisaceas playas, y a tiritar de frio al viento que sopla del helado antartico.
Despues de pronunciar este conminatorio discurso, me senti aliviado y volvi de buen humor a la casa, a una cena que consistia aquella noche en cogote de carnero con zapallo, batatas y choclo tierno, manjar nada despreciable para un hombre con hambre.