III
muy temprano, a la manana siguiente, el rancho del elocuente domador de caballos, continue mi jornada, y caminando al trotecito todo el dia y dejando atras el departamento de Florida, me interne, en el de Durazno. Aqui interrumpi el viaje en una estancia donde tuve una esplendida oportunidad de estudiar los modales y las costumbres caseras de los orientales, y donde tambien tuve algunas variadas experiencias que extendieron en sumo grado mis conocimientos de la insectologia. Esta casa, a la que llegue una hora antes de ponerse el sol, y donde pedi permiso para desensillar, era un edificio largo Y bajo, con techo de totora, cuyas bajas murallas, extremadamente gruesas, estaban construidas de piedras de diversas formas y tamanos, traidas de las sierras circunvecinas; presentaban, exteriormente, el aspero aspecto de una pirca.?Como era que no se hubiesen derrumbado, amontonadas alli, sin orden ni argamasa que las uniera, era un misterio para mi; y era aun mas dificil imaginar por que no se habia estucado su tosco interior, con sus innumerables grietas y esquinas llenas de polvo.
Fui recibido amablemente por una numerosisima familia, compuesta del dueno de casa, su suegra -una andana de blancas canas-, su mujer, tres hijos y cinco hijas, todos crecidos. Habia, tambien, varios chiquillos que pertenecian, creo, a las hijas, bien que eran todas solteras. Me asombro sobremanera oir el nombre de una de las ninitas Nombres como Trinidad, Corazon de Jesus, Natividad, Juan de Dios, Concepcion, Ascension y Encarnacion son bastante comunes; pero apenas me habian preparado para encontrarme con una projima con el nombre de… pues vaya… ?Circunscision! Ademas de la familia, habia perros, gatos, pavos, patos, gansos e innumerables aves. No contentos con todos estos animales, tenian tambien una chillona y antipatica cotorra a la que la vieja siempre hablaba, explicandoles continuamente a los demas, en pequenos apartes, lo que decia el loro o queria decir, o tal vez lo que ella se imaginaba que queria decir. Tambien habia varios charabones domesticos, que siempre rondaban por la gran cocina -pieza donde se reunia la familia- a la mira de algun dedal, una cuchara u otro pequeno bocado metalico que pudiesen engullir sin ser observados. Una mulita mansa paso la noche entera entrando y saliendo de la habitacion, y posada en el umbral de la puerta, estorbando el paso a todo el mundo, habia una gaviota renga que chillaba constantemente para que le diesen algo de comer -la mendiga mas pediguena que jamas he visto en mi vida.
La familia era muy jovial y bastante industriosa para ser de un pais tan indolente como la Banda Oriental. La tierra era de ellos; los hombres cuidaban del ganado del cual parecian tener un numero considerable, mientras que las mujeres, levantandose antes del amanecer, ordenaban las vacas y hacian quesos.
Durante la noche llegaron de visita dos o tres muchachones -vecinos, me imagino, que le hacian la corte a las ninas de la casa-, y despues de una abundante cena, tuvimos canto y baile al son de la guitarra, que cada uno de la familia, excepto los nenes, tocaba un poquito.
Como a las once me fui a acostar, y tendiendome en el suelo, sobre mi tosco lecho de ponchos en una pieza contigua a la cocina, bendije a esa llana y hospitalaria gente. -?Caramba! -pense-?que campo tan glorioso le espera aqui a algun nuevo Toocrito!?Que indeciblemente trillada y artificial parece toda la poesia idilica a la fecha escrita, cuando uno se sienta a cenar y toma parte en el airoso cielo o pericon en una de estas lejanas estancias medio incultas sudamericanas! Juro yo mismo volverme poeta y regresare algun dia a la hastiada Europa y la sorprendere con algo tan.., tan…?que diablo fue eso?" Mi soliloquio a medio dormir termino de improviso y de un modo poco concluyente, pues habia un sonido aterrador,?el inequivoco zumbido de un insecto!?Era la detestable vinchuca! He ahi un enemigo contra el cual el valor britanico y los revolveres no sirven de nada, y en cuya presencia se empieza a tener sensaciones que no es de suponer encuentren asilo en el corazon de un hombre valiente. Los naturalistas nos dicen que es el connorhinus infestants; pero como ese informe deja algo que desear, describire el bicho brevemente. Es indigena de Chile, la Argentina y los paises orientales, y es conocido entre los habitantes de ese vasto territorio por el nombre de vinchuca; pues, como a ciertos volcanes, mortiferas viboras, cataratas y otros sublimes objetos naturales, se le ha permitido conservar el antiguo nombre que le dieron los primitivos moradores. Es de color tostado oscuro, del ancho de la una del pulgar de un hombre, y plano como la hoja de un cuchillo?cuando esta en ayunas! Se esconde de dia, como las chinches, en las rendijas y grietas de las paredes; pero apenas se apagan las velas, sale en busca de alguien a quien pueda devorar; pues,, como la pestilencia, anda en la oscuridad". Puede volar, y en una pieza oscura sabe donde uno esta y tambien sabe encontrarle.
Despues de escoger una tierna y sabrosa parte del cuerpo, penetra el cutis con su pico y chupa vigorosamente durante dos o tres minutos, y por raro que parezca, no se siente la operacion aun estando uno enteramente despierto. Al terminar, es tanta la sangre que ha chupado, que el bicho, antes tan enjuto, llega a adquirir la forma, el tamano y aspecto general de una grosella madura.
Apenas se va, empieza la parte picada a hincharse y a arder como cuando a uno le pican las ortigas.
Que la comezon venga despues y no durante la picadura, es algo muy ventajoso para la vinchuca, y dudo mucho que en este aspecto haya otro parasito chupador tan favorecido por la naturaleza. ?Imaginese, pues, el lector mis sensaciones, cuando oi el zumbido no de un par, sino de dos o tres pares de alas! Trate de olvidar el sonido y de quedarme dormido. Trate de olvidar esas toscas paredes llenas de rendijas -tenian, cien anos, segun me habia contado el dueno de casa-. "?Que vieja casa tan interesante!", pense; y entonces muy repentinamente una ardorosa comezon en el dedo gordo de un pie. "?Eso lo que pasa! -dije para mi-, con cenas a medianoche, el pericon, la sangre acalorada y todo lo de-mas. Casi puedo imaginarme que, en efecto, algo me ha picado, cuando claro que no ha pasado tal cosa". Entonces, mientras frotaba y rascaba furiosamente el dedo, sintiendo una propension de mapache a roerlo, mi brazo izquierdo fue atravesado por agujas candentes. Inmediatamente dirigi mis atenciones a aquella parte del cuerpo; pero luego mis atareadas manos fueron llamadas a otro punto, como un par de doctores que, agobiados de tanto trabajo, atienden a los enfermos en algun pueblo atacado por una epidemia; y asi pase toda la noche, solo quedandome dormido a ratos, y eso, a duras penas, mientras seguia la lucha.
Me levante temprano, y dirigiendome a un ancho arroyo, como a cinco cuadras de la casa, me zambulli en el agua, lo que me refresco grandemente y me dio fuerzas para ir a buscar mi caballo. ?Pobre mancarron! Habia tenido el proposito de darle un buen dia de descanso, tan carinosa y hospitalaria habia sido esta buena gente conmigo; pero ahora, temblaba con solo pensar en pasar otra noche en aquel purgatorio. Encontre a mi caballo tan cojo que apenas podia caminar, asi que me volvi a la casa a pie, muy desalentado. El estanciero me consolo asegurandome que dormiria la siesta tanto mejor por haber sido molestado por aquellas "cositas que andan por ay", pues en tal templado lenguaje describia mi martirio. Despues del almuerzo, segui su consejo; arregle un poncho a la sombra de un arbol, y tendiendome sobre el luego, me quede profundamente dormido, y no desperte hasta la caida de la tarde.
Esa noche hubo de nuevo visitas, y se repitieron el canto, el baile y los otros entretenimientos pastoriles, hasta casi medianoche; entonces, pensando burlar a mis companeros de cama de la noche anterior, hice mi sencilla cama en la cocina. Pero ahi tambien me hallaron las asquerosas vinchucas, y hubo, ademas, montoneras de pulgas que guerrearon toda la santa noche, agotando asi mis fuerzas y distrayendo mi atencion, mientras el mas formidable adversario se formaba en linea.
Tan grandes fueron mis padecimientos, que antes que apuntara el dia recogi mi poncho y me fui lejos de la casa para tenderme a cielo raso en el campo; pero tenia el cuerpo tan dolorido, que no fue mucho lo que descanse. Cuando amanecio, halle que mi caballo no se habia repuesto todavia de su cojera.
- No tenga tanto apuro por irse -dijo el dueno de casa cuando le hable de mi caballo-; veo que aquellos animalitos han estao peleando con uste otra vez y que lo han vencido. No les haga ningun caso; con el tiempo se acostumbrara.
Como era que ellos pudiesen soportarlos, o aun vivir, era un misterio, para mi; pero quizas las vinchucas respetaban a los orientales y solo se banqueteaban cuando -como el gigante en aquel cuento de ninos- olian "la sangre de un ingles".
Aquella tarde volvi a gozar de una larga siesta, y cuando anochecio resolvi ponerme fuera del alcance de las vinchucas, asi que despues de la cena me fui a dormir al raso en el campo. Pero como a eso de medianoche se levanto una rafaga de viento y lluvia que me obligo a buscar el abrigo de la casa, y a la manana siguiente me levante en una condicion tan deplorable, que deliberadamente enlace y ensille mi caballo, aunque el pobre mancarron apenas podia poner un pie en tierra. Mis amigos se rieron alegremente cuando me vieron tan resuelto en estos preparativos de viaje. Despues de tomar un mate cimarron y de agradecerles su hospitalidad, me levante para despedirme. -?Pero, amigo, no es posible que uste tenga la intencion de irse en ese animal -dijo el estanciero- No es capaz de llevarlo.
- No tengo otro -repuse-, y estoy muy deseoso de llegar al fin de mi viaje.
- Si yo hubiese sabido eso antes, ya le habria ofrecido otro caballo -dijo, y entonces le pidio a uno de sus hijos que arreara los caballos de la estancia al corral.
Escogiendo de la tropilla uno de buena estampa, me lo presento, y como no tuviera el dinero suficiente para comprar un nuevo caballo cada vez que lo necesitase, acepte muy gustosamente su regalo. Luego mude la silla a mi nueva adquisicion, y agradeciendo una vez mas a aquella buena gente, y diciendole "adios", continue mi camino.
Al darle la mano a la menor de las ninas, y, a mi juicio, tambien la mas bonita de las cinco hijas de la casa, en vez de sonreirme amablemente y desearme un buen viaje como lo habian hecho las demas, se quedo callada y me lanzo una mirada como quien dijera: "Vayase, senor; usted me ha tratado mal y me insulta al ofrecerme la mano; si la tomo, solo lo hago por salvar las apariencias y no porque este dispuesta a perdonarlo".
Al mismo tiempo de dirigirme aquella tan significativa mirada, una expresion de entendimiento se dibujo en los rostros de la demas gente que habia en la habitacion. Todo esto me revelo que habia perdido la oportunidad de gozar de un encantador e idilico amorio en circunstancias novelescas. El amor brota como las flores, y es natural que cuando se reunen hombres y seductoras mujeres, surja el amor; pero era dificil concebir como podria haber empezado un amorio siguiendolo hasta su punto culminante, en un lugar tan publico como la cocina y con tantos ojos encima; perros, nenitos, y gatos que se atropellaban a mis pies; avestruces, que observaban avidamente con tamanos ojos mis botones; y esa insoportable cotorra que gritaba a cada rato saca la patita, lorita" en su estridente algarabia de loro. Miradas amorosas, palabras dulces susurradas al oido, roces de manos y otras mil pequenas amabilidades que dan a conocer las inclinaciones del corazon apenas habrian sido factibles en un lugar como ese y en semejantes condiciones, y habria sido indispensable nuevos simbolos y senales para expresar tales sentimientos. Y sin duda que estos orientales, viviendo todos en una gran pieza con sus ninos y animales domesticos al modo de nuestros mas remotos antepasados los pastores arios-, poseerian algun lenguaje de esa naturaleza, Y este hermoso lenguaje habria aprendido de la mas complaciente maestra, si aquellas venenosas vinchucas, con sus persecuciones, no hubiesen entorpecido mi inteligencia, impidiendome ver algo que no habia escapado a la observacion de aquellos a quienes no concernia. Al apartarme de la estancia, el sentimiento de haber escapado por fin de aquellos detestables "animalitos que andan por ay’ no fue de entera satisfaccion.