XIX

CUENTOS DE LA TIERRA PURPUREA

Entrada ya la noche, habiamos atravesado la cuchilla Grande y penetrado en el departamento de Minas. Nada ocurrio hasta eso de medianoche, cuando nuestros caballos empezaron a sufrir extremadamente de cansancio. Mis companeros esperaban llegar, antes del amanecer, a una estancia, muy lejos aun, donde eran conocidos y se les permitiria esconderse algunos dias hasta que hubiese pasado la tormenta; pues, generalmente, al poco tiempo de sofocarse un motin revolucionario, se proclama un indulto, despues del cual todos los que han tomado las armas contra el gobierno constitucional pueden volver tranquilamente a sus casas. Mientras tanto, eramos revoltosos y estabamos expuestos a ser degollados en cualquier momento. Por ultimo, nuestras pobres bestias no podian siquiera trotar, y apeandonos, seguimos nuestro camino conduciendolas de las riendas.

Como a medianoche nos aproximamos a un arroyo, la parte superior del rio Barriga Negra, y al acercarnos nos llamo la atencion el retintin de una campanilla. Es costumbre en la Banda Oriental que todo gaucho tenga en su tropilla una yegua que llaman la madrina; esta siempre lleva un cencerro atado al cuello, y en la noche, por regla general, se manea de las patas delanteras, para evitar que se aleje demasiado de la casa, pues la tropilla siempre se apega sobremanera a la yegua y jamas se aparta de ella.

Despues de escuchar un par de segundos, concluimos que el sonido, en efecto, procedia del cencerro de una madrina y que estaba maneada, pues el cencerro era entrecortado como el que haria un animal moviendose penosamente a brincos. Yendo al lugar de donde venia el sonido, encontramos una tropilla compuesta de unos diez o doce caballos de color zaino oscuro que pacian cerca del rio. Arreandolos poco a poco hacia la margen donde habia un recodo, los arrinconamos y nos pusimos a agarrarlos. Por fortuna, no eran ariscos, y despues que hubimos prendido a la madrina, todos se agruparon relinchando en torno de ella, y no tardamos mucho en escoger los cinco mejores de la tropilla. -?Amigos! -dije, mientras mudaba mi recado apresuradamente al caballo que habia escogido, a esto le llamo robar. -?Que noticia tan interesante! -repuso uno de mis companeros. -?Un flete robao siempre lo lleva bien a uno! -dijo otro.

- Si uno no puede robar un flete sin que le pique la conciencia, no ha sido bien criao -dijo un tercero.

- En la Banda Oriental -anadio un cuarto-, uno no es considerao hombre honrao a menos que robe.

Atravesamos el rio y nos fuimos a un rapido galope que mantuvimos hasta la manana, llegando a nuestra meta un poco antes de salir el sol. Habia una esplendida arboleda no lejos de la casa, rodeada de un hondo zanjon y un cerco de tuna; y despues de tomar algunos cimarrones y desayunarnos en la casa, donde nos recibieron con mucha amabilidad, empezamos a ocultarnos con nuestros caballos en la arboleda. Encontramos un comodo y verdoso huequecito, sombreado, en parte, por los arboles que habia alrededor; tendimos nuestros ponchos, y, cansados por tantos esfuerzos, luego nos sumimos en un profundo sueno, durmiendo mas o menos todo el dia. Para mi, fue un dia agradable, porque tuve algunos intervalos de estar despierto, durante los cuales experimente aquella sensacion de absoluta tranquilidad de animo y de cuerpo que es tan agradable despues de un largo periodo de trabajo. Durante los intervalos en que estuve despierto, fume cigarrillos y escuche los quejosos pios de una bandada de polluelos de cabe-citas negras que volaban de arbol en arbol tras sus padres, pidiendo de comer.

De vez en cuando resonaba por entre el follaje el claro y estridente grito del bienteveo, ave de color limonado, de cabeza negra y de pico largo como el de un martin pescador; o quizas una bandada de pechos amarillos, aves de color olivino castano con chalecos de brillante color pajizo, visitaban los arboles y prorrumpian en su confuso coro de alegres notas.

No pense mucho en Santa Coloma. Probablemente habria escapado y andaria otra vez fugitivo disfrazado de humilde paisano; pero aquello no le seria una nueva experiencia. El amargo pan del expatriado habia sido aparentemente su alimento de costumbre, y sus periodicas correrias en el pais siempre habian terminado, hasta ahora, desastrosamente; todavia tenia una finalidad para que vivir.

Pero cuando recorde a Dolores, lamentando su causa perdida y con el espiritu quebrantado, entonces, a pesar del brillante sol que por el follaje moteaba la hierba, la suave y tibia brisa que abanicaba mi rostro, los susurros de las hojas sobre mi cabeza y las avecillas de alegre canto que me visitaban, se me oprimio el corazon y se me llenaron los ojos de lagrimas.

Al anochecer nos hallabamos todos muy despiertos y nos sentamos hasta muy tarde en la noche alrededor del fuego que habiamos hecho en el hueco, tomando mate y conversando. Estabamos todos muy habladores, y luego que hubimos agotado los temas corrientes de conversacion en la Banda Oriental, nos pusimos a conversar de asuntos extraordinarios, de animales raros, fantasmas y otras maravillosas aventuras.

- El modo como la lampalagua caza a su presa es muy curioso -dijo uno de los circunstantes, llamado Rivarola; era un hombre grueso, de enorme barba y bigotes negros, de feroz aspecto, pero de suave mirada y voz arrulladora.

Todos habiamos oido hablar de la lampalagua, especie de boa que se encuentra en estos paises; es de cuerpo muy grueso y de movimientos extremadamente tardos. Se alimenta de los roedores mayores y los caza, creo, siguiendolos adentro de sus madrigueras, donde no pueden correr ni escapar a sus mandibulas.

- Les contare lo que vide una vez, pues nunca jamas he visto cosa mas rara -continuo Rivarola. Pasando un dia a caballo por un monte, divise a alguna distancia delante de mi a un zorro sentao en el pasto oservandome mientras me acercaba. De repente, lo vide dar un brinco en el aire y dio un gritazo de susto; entonces cayo al suelo, ande quedo aullando y mordiendo, como si estuviera luchando por su vida con algun alversario invisible. Luego empezo a alejarse por el monte, pero muy despacito, y siem pre luchando desesperao. Parecia estar que ya no podia mas de cansao; arrastraba la cola, echaba espuma por el hocico y le colgaba la lengua ajuera, mientras que siempre se movia como si juera arrastrao por alguna soga invisible. Lo segui de cerquita, pero no me hizo ningun caso. A veces, enterraba las unas en la tierra, o agarraba algun tallo o rama con los dientes y se quedaba descansando algunos momentos, hasta que por fin el tallo o la rama aflojaba; entonces empezaba a revolcarse en el suelo dando juertes aullidos, pero siempre arrastrao hacia adelante.

Luego vide en la direccion en que ibamos caminando, una enorme serpiente del grueso del muslo de un hombre, con la cabeza levantada alta sobre el pasto y sin moverse, tal como si juera de piedra. Su boca, como una cueva de color de sangre, la tenia de par en par abierta y la vista fija en el zorro. Lo que llego a unos veinte pasos de la serpiente, el zorro empezo a moverse a toda priesa por el suelo, sus esfuerzos pa librarse iban haciendose mas y mas debiles cada momento, hasta que parecia estar volando por el aire y lueguito llego a la boca de la serpiente. Entonces la culebra agacho la cabeza y empezo a tragarse a su presa tranquilamente. -?Y quiere decirnos, amigo, que usted mismo vio eso? le pregunte.

- Con estos mesmisimos ojos -repuso, senalandolos con la bombilla del mate que tenia en la mano-. Esa jue la unica vez que he visto a la lampalagua cazar a su presa, pero todo bicho ha oido hablar del modo que lo hace. Ha de saber, senor, que la lampalagua arrastra a un animal hacia el, gracias al poder que tiene de chupar el aire. A veces, lo que el animal al que quiere hacer presa es muy juerte o esta lejaso, digamos a una media legua, se enyena tanto de aire la lampalagua, mientras esta arrastrando a su vitima, que… que… -?Que revienta! -le sugeri.

- Que tiene que dejar de arrastrarla pa soltar el resuello. Lo que esto sucede, el animal, viendose libre de aquella juerza que lo arrastra, aprieta a correr a tuito escape.?Pero es al nudo!, pues apenas echa ajuera la serpiente tuito aquel viento acumulao, con un estallido como el estallido de un canon… -?No!?No!?Como un fusil! Yo mesmo lo he oido interrumpio Blas Arias, uno de los oyentes.

- Como un fusil -continuo Rivarola-, cuando guel-ve otra vez a chupar el aire; y ansina sigue la lucha hasta que por ultimo la vitima es arrastrada dentro del garguero del monstruo. Es bien sabido que la lampalagua es la mas juerte de tuitas las criaturas que Dios ha criao, y que si un hombre en pelota pelea con una y la gana por la pura juerza, el poder de la serpiente le dentra a el ansina que naides se la gana.

Me rei de esta fabula y mi falta de seriedad fue severamente reprendida.

- Les contare la cosa mas curiosa que jamas me ha pasao a mi -dijo Blas Arias-. Estaba yo viajando solo -por asuntos mios- en la frontera del norte. Atravese el rio Yaguaron, dentre en el territorio brasileno y anduve un dia entero por un gran llano pantanoso, donde los juncos estaban secos y muertos, y no habia mas agua que algunos charcos barrosos. Era un lugar de quitarle a uno tuito el gusto por la vida. Lo que se estaba poniendo el sol y ya habia perdido tuita esperanza de llegar al fin de aquel desierto, descubri una tapera. Era de unos quince pasos de largo, con solo una puertecita y no parecia estar habita, pues naides me contesto a pesar de dar giieltas la tapera gritando a tuita voz. 01 grunidos y chillidos que venian de dentro, y luego salio una chancha seguida por su cria; me miro y volvio a dentrarse. Habria seguido caminando adelante, pero estaban muy cansados mis fletes; ademas, parecia que jueramos a tener una tempesta de truenos y rejucilos, y no se via ningun otro rancho ande pasar la noche. Ansina que desensille mi caballo, solte la tropilla y lleve mi recao y otras pilchas pa dentro. La pieza era tan chica que la chancha con su cria la ocupaba tuita; habia, sin embargo, otra pieza, y al abrir la puerta, que estaba cerrada, dentre y halle que era mucho mas grande que la primera; tambien vide en un rincon una cama muy sucia hecha de cueros, y en el suelo, un monton de cenizas y una olla negra. No se veia otra cosa sino giiesos viejos, pedazos de palo y otra basura desparrama por tuitas partes. Temiendo que el dueno de esa cueva inmunda juese a hallarme desprevenido, y no encontrando en ella nada que comer, volvi a la primera pieza; eche ajuera a los chanchos y me sente en mi recao a esperar. Empezaba ya a escurecer cuando de repente se aparecio a la puerta una mujer con un atao de lena. En mi perra vida, senores, he visto nada mas asqueroso ni mas horrible, Su cara era dura, muy negra y aspera como la corteza del nandubay, mientras que en la cabeza tenia una porra que le llegaba hasta los hombros, seca y de un color a tierra. Tenia el cuerpo largo y grueso y las rodillas y los pies enormes, pero parecia pimea porque apenas tenia piernas; estaba vestida con unas mantas de caballo, viejas y rotosas, atadas al cuerpo con una lonja. Me miro con unos ojitos de raton; entonces, poniendo su atao en el suelo, me pregunto que era lo que queria. Le dije que era un viajero muy cansao y que queria algo que comer y donde alojarme. "Alojamiento puede tener dijo ella-, comida no hay, Y con eso, tomando su atao, se jue a la otra pieza, cerro la puerta y le echo el cerrojo por el lao de adentro. La mujer no era pa enamorar y no habia el menor peligro que yo juera a intentar de dentrar a su pieza. Era una noche negra y tempestuosa y luego empezo a llover a cantaros. Varias veces la chancha con sus crias dentraron grunendo pa buscar abrigo, y tuve que levantarme y echarlos a rebencazos pa juera. Por ultimo, oi por el tabique que separaba las dos piezas, un ruido como si aquella asquerosa mujer estuviese haciendo juego, y luego dentro por las hendijas el olorcito a carne asada. Eso me llamo la atencion porque yo habia buscado por tuita la pieza y no habia encontrao nada de comer. Colegi que ella la habria traido debajo de las mantas, pero ande. la habia conseguido era un misterio. Por ultimo, empece a quedarme dormido, llegaron a mis oidos ruidos de truenos y del viento, de los chanchos grunendo a la puerta y el sonido del juego que venia de la pieza de la bruja. Pero luego parecieron mezclarse otros ruidos, se oiban las voces de personas que hablaban, tamien risas y canto. Entonces desperte bien, y encontre que las voces venian de lotra pieza. Alguien estaba tocando la vigiiela y cantando, otros hablaban, en voz alta y reiban. Trate de mirar por las hendijas de la puerta y la pare, pero jue al nudo. ‘Muy arriba, en el medio del tabique, habia una hendija grande por la que parecio que se podria ver el interior, juzgando por la luz del juego que por ay pasaba. Arrime mi recao a la pare, doble mis ponchos y pellones dos o tres veces, y los puse uno encima del otro hasta que los habia amontonao del alto de la rodilla. Subiendome sobre el recao y agarrandome del tabique con las unas, consegui asomarme por la hendija. La pieza estaba muy ilumina por un gran juego" de lena que ardia en un rincon, mientras que tendida en el suelo habia una gran manta colorada y sentada en ella estaba la gente a la que habia oido, con fruta y botellas de vino por delante. Ay estaba la asquerosa vieja bruja viendose casi tan alta senta como para; estaba tocando la vigiiela y cantando una tona portuguesa.

En la manta a sus pies estaba recostada una negra alta bien hecha; estaba casi desnuda; solo llevaba puesta una faja angosta de genero blanco alrededor de la cintura y unos anchos brazaletes de plata en sus gordos brazos negros. Estaba comiendo una banana, y apoyada en sus rodillas, que tenia encogidas, estaba una bonita chiquilla de unos quince anos de eda, palida y morena. Estaba vestida de blanco, tenia los brazos desnudos y una banda de oro le sujetaba el pelo que le caiba suelto sobre la espalda. Delante de ella, de rodillas en la manta, habia un viejo mulato, la cara arrugada como una nuez y con una barba blanca como la alcachofa. Con una mano sosteniba el brazo de la chiquilla y con la otra le ofrecia una copa de vino. Esto lo vide de una sola mirada, y entonces tuitos miraron pa arriba a la hendija como si supieran que alguien los estaba aguaitando. Me eche atras asustao y cal al suelo?pataplum! Entonces oi que se reiban, pero no me atrevi a mirarlos otra vez. Lleve mi recao al otro lao de la pieza y me sente a esperar la manana. La platica y las risas duraron unas dos horas mas; entonces poco a poco dejaron de oirse; la luz desaparecio de las hendijas y todo quedo a escuras y en silencio. Naides salio,’ y por ultimo, vencido por el sueno, me quede dormido. Era de dia cuando desperte. Me levante y di una guelta a la tapera y encontrando una rajadura en el adobe, me asome pa dentro de la pieza de la bruja. Se via lo mesmito que la noche antes; ay estaba la olla y el monton de cenizas, y en el rincon estaba echada la bruta de mujer enguelta en sus cueros. Despues de eso monte mi caballo y me jui.?Quiera Dios que nunca jamas tenga otra vez una esperencia como la de aquella noche!

Entonces los otros hombres dijeron algo de brujeria, todos con las caras muy graves. -?Usted tendria tal vez mucha hambre y estaria muy cansado aquella noche -me aventure a decir-, y probablemente que despues que aquella mujer cerro su puerta, usted se quedaria dormido, y sono todo eso de la gente comiendo fruta y tocando la guitarra!

- Ayer estaban cansaos nuestros fletes y estabamos escapando pa salvar el guarguero -repuso Blas, desdenosamente-. Tal vez jue eso lo que nos haria sonar que agarramos los cinco zainos negros que nos trujeron aqui.. - -Cuando una persona no cree, es al nudo disputar con ella -dijo Mariano, un hombrezuelo moreno de pelo canoso-. Aura les contare una curiosa aventura que me paso a mi cuando joven; pero ricuerden que yo a naides le pongo un trabuco al pecho pa obligarlo a que me crea. Porque lo que es, es; y que el que no crea menee la cabeza hasta que se le despegue y caiga al suelo como un coco de un arbol…

"Despues que me case, vendi mis fletes, y tomando tuito el dinero, compre dos carretas de gueyes con el proposito de ganarme la vida acarreando carga. Una carreta conduje yo y pal’otra conchave a un muchacho al que llamaba Muia. Aunque ese no era el verdadero nombre que le habian puesto sus padrinos, asi lo llamaba yo por ser tan requeteporfiao y calmoso como una muia. Su madre era una pobre viuda vecina mia, y cuando supo de las carretas, vino a mi y me dijo: "Vecino Mariano, por tu madre toma a mi hijo y ensenale a ganarse su pan, porque es un muchacho que no le gusta hacer nada". Ansina que tome a Mula, pagandole a la viuda por sus servicios despues de cada viaje que hacia. Cuando no encontrabamos carga, soliamos ir a las lagunas a cortar totoras, y cargando con ellas las carretas andabamos por el pais y las vendiamos a los que necesitaban totoras pa techar sus ranchos. A Mula no le gustaba su trabajo. Muchas veces cuando dentrabamos hasta la cintura en el agua, pasando tuito el dia cortando totoras y llevandolas al hombro en grandos ataos a la orilla de la laguna, lloraba y se quejaba amargamente de su dura suerte. A veces yo le daba una guena felpa de palos porque me fastidiaba ver a un muchacho tan delicao; entonces me echaba maldiciones y me decia que algun dia se vengaria. "Cuando yo este muerto -me decia- vendre a penar y a asustarlo a uste por tuitas las felpas que me ha dao". Eso siempre me daba mucha risa.

"Por ultimo, un dia, mientras atravesabamos un arroyo muy hondo, crecido por la lluvia, mi pobre Mula se cayo de ande estaba sentao en la lanza, al agua, y se lo llevo la corriente ande el rio estaba hondo, y ay se ahugo. Pues, sinores, como al ano despues, habia salido yo a buscar una yunta de gueyes que se habia estraviao, cuando me alcanzo la noche muy lejos de casa. Entre mi y la casa habia una cuchilla que acababa en un rio hondo, y tan cerca llegaba, que solo habia un angosto camino por ande pasar, no habiendo por mucha distancia otro paso. Lo que llegue al paso, me meti por el angosto camino con arbustos y arboles a cada lao; de repente, salio de entre los arboles la figura de un muchacho grande que se paro delante de mi. Estaba tuito de blanco, el poncho, el chiripa, los calzoncillos y aun las botas, y llevaba puesto un sombrero de paja aludo. Mi caballo se paro y se quedo temblando; ni yo estaba menos asustao, pues se me levantaron los pelos de la cabeza como la cerda en el lomo de un chancho; y me salio el sudor de la cara como gotas de rocio; ay se quedo parao sin moverse, con los brazos sobre el pecho, no dejandome pasar. Entonces le grite: "?En el nombre de Dios!,?quien sos vos, y que es lo que deseas de Mariano Montes de Oca, que le atajas el paso?" Al decir yo esto se rio, y dijo: "?Que ya no me conoce mi viejo patron? Soy Muia;?cuantas veces no le dije que algun dia volveria a pagarle por tuitas las felpas que me dio? ?Ah, no Mariano, ya ve uste que he cumplido mi palabra!" Entonces empezo a rairse otra vez.

"?Maldito seas!?Anda que te lleve el diablo! -grite yo-. Si vos deseas mi vida, Mula, tomala y seas pa siempre condenao;?dejame pasar y volvete a tu amo el diablo y decile de mi parte que te vigile mejor!, pues,?por que ha de llegar a mis narices el jedor del purgatorio antes de tiempo? Y aura, anima maldita,?que mas tenes que decirme?" Al pronunciar yo estas palabras, el anima casi revento de risa, palmoteandose las piernas y doblandose casi en dos de tanto rairse. Por ultimo, apenas pudo hablar, dijo: "?Basta de estas tonterias, no Mariano! No era mi intencion asustarlo tanto, y no importa gran cosa que yo me haiga raido aura un poco de uste, pues bastantes veces me ha hecho uste llorar. Lo pare porque tenia algo importante que decirle. Vaya ande mi mamita y digale que me ha ‘visto y hablao; digale que pague otra misa por el descanso de mi alma, porque despues de eso saldre del purgatorio. Y si no tiene plata, prestele algunos riales pa la misa, que yo se lo pagare, viejo, en el otro mundo".

"Al decir esto, Mula desaparecio. Alce el talero pa pegarle a mi flete, pero no hubo necesida, pues ni un pajaro con alas podria haber volado mas ligero de lo que volo el aura conmigo. No via ningun camino delante de mi, no sabia yo pa ande ibamos. Pasamos por pajonales, matorrales, cuevas de animales salvajes, piedras, arroyos, lagunas, pantanos y campos baldidos como si tuitos los diablos de la tierra y bajo de ella estuvieran a nuestros talones; y cuando pare mi flete, jue a la puerta de mi casa. No espere pa desensillarlo, sino cortandole la encimera con mi cuchillo, lo deje que el mesmo se sacudiera el recao; entonces con el freno golpie a la puerta, gritandole a mi mujer que abriera. La oi buscando a tientas el pedernal "‘?Por el amor de Dios, mujer, no saques juego!", grite yo.

"?Santa Bar bara bendita!,?que has visto alguna anima, Mariano?", pregunto ella, abriendo la puerta. "?Si! -retruque yo, lanzandome pa dentro y echandole el cerrojo a la puerta-, y si hubieses vos sacado juego, mujer, ya habrias sido viuda".

"Porque pasa, sinores, que el hombre al que le ponen una luz por delante despues de haber visto un anima en pena, cai muerto ay mesmo".

No exprese mi incredulidad, ni aun menee la cabeza. Los detalles del encuentro fueron descriptos por Mariano tan a lo vivo y circunstanciadamente, que era casi imposible no creer su cuento. No obstante, algunos incidentes me parecieron despues algo absurdos; por ejemplo, aquel sombrero de paja; tambien parecia extrano que el genio de una persona de la disposicion de Mula hubiese mejorado tanto con su estancia en un lugar tan calido.

- Hablando de animas… -dijo Laralde, el otro gaucho; pero no prosiguio porque al momento le interrumpi. Laralde era un hombre de baja estatura, ancho de pecho, perniabierto y de barba canosa, tupida y desplegada; sus amigos le llamaban Lechuza con motivo de sus enormes ojos redondos de color leonado y su fija mirada.

Me parecio que ya habiamos tenido bastante de lo sobrenatural.

- Amigo -dije-, disculpeme que le interrumpa; pero no tendremos tiempo para dormir esta noche si vamos a tener mas cuentos de animas.

- Hablando de animas… -volvio a decir Lechuza, sin hacer caso de mis palabras, y eso me pico, asi que volvi a interrumpirle.

- Protesto que ya hemos tenido bastantes animas esta noche. Esta conversacion iba a ser solamente de cosas raras y curiosas. Pero las visitas del otro mundo son muy comu-nes.?No es cierto, amigos, que todos ustedes han visto mas animas que lampalaguas arrastrando zorros con el resuello?

- Yo he visto la lampalagua, como dije, una vez no mas -dijo Rivarola, gravemente-; claro que animas he visto la mar de veces.

Todos los demas admitieron haber visto mas de una anima en pena cada uno.

Lechuza se quedo sentado sin hacer ningun caso, fumando su cigarrillo, y cuando todos hubimos dejado de hablar, empezo otra vez.

- Hablando de animas…

Nadie le interrumpio esta vez, aunque el parecia esperarlo, porque deliberadamente hizo una larga pausa.

- Hablando de animas… -repitio, mirando en. su rededor triunfalmente- una vez tuve un encuentro con un ser extrano que no era anima. Yo era joven entonces y lleno de juego, juerza y del coraje de la juventu, pues lo que le voy a contar paso hace mas de veinte anos. Habia estado jugando al naipe en casa de un amigo, y sali a medianoche pa dirme a casa de mi padre, a unas cinco leguas de distancia. Habia tenido palabras aquella noche y me jui habiendo perdido plata, y reventaba de rabia contra el hombre que me habia robao e insultao, y con quien no me dejaron pelear. Jurando vengarme, me jul en mi caballo a rajacincha; estaba clara la noche, casi como de dia, pues habia luna llena. De repente vide parao en el camino delante de mi a un hombre macizo, montao en un caballo blanco, sin moverse. Segui adelante hasta ‘que llegue bien cerquita, y entonces le grite a toda voz: "Hagase a un lao, amigo, o me lo voy a llevar por delante", pues tuavia ardia de rabia.

"Viendo que no me hacia ningun caso, le jugue las lloronas a mi pingo y me le jui encima; y entonces en el momento preciso en que mi pingo se estrello a tuita juerza contra el suyo, le di en la cabeza con toda mi juerza con el cabo de fierro de mi talero. Resono el golpe como si le bubiese pegao a un yunque, mientras que al mesmo tiempo, el, sin siquiera ladearse, se aferro de mi poncho con las dos manos. Podia sentir que tenia las manos huesudas y con unas largas y encorvadas como las garras de un halcon;?pucha que eran afiladas!, pues me atravesaron e. poncho y se hundieron en mi carne. Soltando el talero, lo agarre de la garganta, que se sentia dura y escamosa, y abrazaos en una lucha mortal, nos cimbramos de lao a lao, cada uno tratando de voltear al otro de su flete, hasta que por ultimo los dos rodamos por tierra. Sobre el auto nos desenganchamos y nos paramos otra vez. Como un rejucilo pelo el otro su facon, y viendo yo que no tenia tiempo pa sacar el mio, me lance sobre el y le agarre la mano en que empunaba el cuchillo antes de que el pudiera largarme una punalada. Se quedo por un momento sin moverse, mirandome juriosamente con un par de ojos que chispeaban como carbon vivo; entonces, lleno de juria, me levanto del suelo, y volteandome como quien voltea una boleadora me arrojo a unas cien varas, tan grande era la juerza que tenia…

Cai en medio de unos retamos, pero apenas me repuse del porrazo y la sorpresa, cuando con un grito de rabia me levante, volvi y me le jui encima otra vez. Pues, sinores, aunque ustedes apenas lo creran, por alguna curiosa casualida me habia llevado su arma y la tenia agarrada en mis manos.

Era un punal muy pesao, de doble filo, como aguja de afilao, y mientras lo empunaba, senti en mi las juerzas de mil hombres peleadores. Mientras yo avanzaba el reculaba, hasta que agarrando un retamo grande por las ramas, ladeo el cuerpo y lo arranco del suelo raiz y todo. Revoleandolo alrededor de la cabeza con tuita su juerza como un remolino de viento, se me atraco y me tiro un golpe feroz que si me da, me habria aplastao; pero jue a dar demasiado lejos, pues yo lo habia cuerpeao; me le jui al humo con tal juerza, que le encaje el punal en el pecho hasta la ese. Pego un gritazo ensordecedor y al mesmo tiempo arrojo juera un torrente de sangre, quemandome la cara como si hubiese sido agua hirviendo y empapandome la ropa hasta el cuero. Durante un momento quede como ciego; pero cuando me seque la sangre de los ojos y mire alrededor, habia desaparecido flete y todo.

Entonces montando mi pingo, me jui a casa y les conte a todos lo que habia pasao, mostrandoles el punal que tuavia traiba en la mano. Al dia siguiente tuitos los vecinos se juntaron en mi casa, y montaos a caballos nos juimos juntos ande habia tenido lugar la pelea. Ay encontramos el retamo arrancao de las raices, y la tierra alrededor tuita pisoteada ante habiamos peleao. La tierra taimen estaba machada con sangre a varias varas alrededor, y el pasto, ande habia caido, se habia secao como si hubiera sido quemao con juego. Taimen recojimos un punao de pelo, largo, duro y encorvao con las puntas como anzuelos; taimen tres o cuatro escamascomo de pescao, pero mas asperas y del tamano de un patacon. El lugar ande tuvo lugar la pelea se llama hoy dia La Canada del Diablo, y he oido decir que dende aquel dia el diablo nunca jamas se ha aparecido en la Banda Oriental a pelear con ningun hombre.

El cuento de Lechuza dio gran satisfaccion. Yo no dije nada, quedando medio atontado de asombro, porque era evidente que el hombre lo habia contado enteramente convencido de que era verdad, mientras que los otros parecian aceptar cada palabra con la mas implicita fe. Empece a sentirme muy desanimado, pues era evidente que ellos esperaban ahora algo de mi, y que cosa contarles, no sabia. Me repugnaba ser el unico embustero entre estos extremadamente veraces orientales, asi que ni por pienso podria haber inventado algo.

- Amigos - empece, por ultimo- soy solamente un joven; ademas vengo de un pais donde no suceden con frecuencia cosas maravillosas, de modo que no puedo contarles nada comparable en interes a los cuentos que he oido contar aqui esta noche. Solo puedo relatarles un pequeno incidente que me paso en mi pais, poco antes de venirme. Es, tal vez, trivial, pero servira para contarles algo de Londres, aquella gran ciudad de la cual habran oido hablar, seguramente. -?Si! Hemos oido de Londres; esta en Inglaterra, creo. Pues bien, cuentenos su cue de Londres,dijo Blas animandome.

- Yo era muy joven; tenia solo catorce anos,- continue lisonjeandome de que mi modesta introduccion no habia dejado de producir su efecto,- cuando una noche fui de mi casa a Londres.

Era en el mes de enero, en pleno invierno, y todo el pais estaba cubierto de nieve.

- Perdone, mi capitan,- dijo Blas,-pero uste ha tomao el pepino por el reves. Nosotros aqui en la Banda Oriental, decimos que Enero esta en el verano.

- En mi pais no es asi, donde las estaciones son todo lo contrario de aqui. Cuando me levante a la manana siguiente, todo estaba oscuro ocmo la noche, pues habia caido una neblina negra sobre la ciudad. -?Una neblina negra!-Exclamo Lechuza. -?Si! Una neblina negra que duraria todo el dia y lo haria mas negro que la noche; pues, aunque estaban alumbrados los faroles en las calles, no daban luz.-?Ay juna!- exclamo Rivarola;- no hay agua en el balde. Tengo que ir al pozo a buscar un poco de agua, o no tendremos una gota que beber en tuyita la noche.

- Me parece que por lo menos podria esperar hasta que acabe mi cuento. -?No,no, mi capitan!- repuso el.- Siga con su cuento nomas; no podemos estar sin agua.- Y tomando el balde, se marcho.

- Viendo que iba a estar obscuro todo el dia,- continue- resolvi irme a corta distancia, no enteramente fuera de Londres,?entiende? Sino a unas tres leguas de mi hotel, a un gran cerro donde pense que la neblina no estaria tan espesa y donde hay un palacio de cristal… -?Un palacio de cristal! Repitio Lechuza, fijando severamente en mi sus enormes ojos redondos. -?Si, un palacio de cristal!?que, tiene algo muy maravilloso eso? -?Mira Mariano!? vos tenes tabaco en tu chuspa?- pregunto Blas- Disculpe que lo interrumpa, mi capitan, pero las cossa que uste nos esta contando piden un cigarrillo y mi chuspa esta vacida. -?Muy bien senores! Tal vez que ahora me permitan proceder,- dije, empezando a fastidiarme un poc estas continuas interrupciones. - Un palacio de cristal suficientemente grande para contener toda la gente de este pais… -?Por Dios santo!? mira, Mariano! Tu tabaco esta como yesca de seco, - exclamo Blas.

- Eso no tiene nada dew raro.- dijo el otro,- porque lo he tenido en el bolsillo hace tres dias.? Siga nomas con su cuento, mi capitan! Uste iba diciendo algo de un palacio de cristal en que cabia tuita la gente del mundo entero.? Y que paso entonces? -?No! No seguire con mi cuento.- conteste, enojandome ahora.- Es muy evidente que ustedes no quieren oirlo. Sin embargo, senores, por mera cortesia, podrian ustedes haber disimulado un poco su falta de interes en lo que estaba por contarles, pues he oido decir que los orientales son una gente muy cortes.

- Eso es demasiado decir, amigo, - interrumpio Lechuza.- Acuerdese que estabamos hablando de cosas de veras, y no inventando cuentos de neblinas negras, palacios de cristal y de hombres que andan patas pa arriba y que se yo que otras maravillas. -? Creen ustedes, entonces, que no es cierto lo que les estoy contando?- pregunte, indignado. -? Pero amigo!? uste seguramente no nos cree tan simples en la Banda Oriental pa no poder distinguir entre un cuento y la verda? ? Y esto, del individuo que acababa de contarnos de su tragico encuentro con Apolonio, un cuento tan increible que hasta la relacion de Bunyan mismo quedaba en la sombra!

Era inutil hablar; mi irritacion se transformo en una viva hilaridad, y tendiendome en el pasto, me desternille de la risa. Mientras mas pensaba en la severa reprimenda de Lechuza, mas fuerte me reia, palmoteandome las piernas y doblandome en dos, como lo habia hecho el festivo visitante del purgatorio que se le habia aparecido a Mariano. Mis companeros ni siquiera sonrieron. Rivarola volvio con el balde de agua y despues de mirarme algun tiempo fijamente, dijo:

- Si las lagrimas, que segun cuentan, siempre siguen a la risa, caen en la mesma proporcion, tendremos que dormir en el suelo mojao esta noche.

Esto aumento mi risa todavia mas.

- Si tuito el pais ha de ser alvertido de nuestro escondite,- dijo Blas el timido,- jue trabajo perdido habernos escapao de San Pablo.

Esta amonestacion la recibi con nuevas risotadas.

- Conoci a un hombre una vez,- dijo Mariano, - que tenia una risa muy extraordinaria; se le oiba a la legua de lo juerte que era. Se llamaba Aniceto, pero lo llamabamos Burro. Pues, sinores, un buen dia empezo a rairse como el Capitan aqui, sin motivo ninguno, y se cayo muerto ay mesmo. El pobre hombre tenia una uresma.

En esto yo ya no me reia sino gritaba; entonces, sintiendome completamente rendido de cansancio.

Mire aprensivamente a Lechuza, pues este importante miembro del cuarteto todavia no habia dicho una palabra.

Con sus enormes ojos, indeciblemente serios, clavados en mi, dijo sosegadamente.- Y este, amigo, ? es el hombre que dice que es pecao robar un flete! ?Pero ya ni gritar podia! Este rico ejemplo de la trastornada moralidad de la Banda Oriental solo excito en mi, un debil gorgoteo, mientras me revolvia en el pasto, con los costados adoloridos como si hubiera recibido una buena paliza.