XVI

LA ROMANTICA HISTORIA DE MARGARITA

Cuando nos hubo dejado Alday, la simpatica joven en cuyas manos me complacia hallarme, me condujo a una fresca y espaciosa sala de templada luz, escasamente amueblada y con piso de baldosas coloradas. Fue un gran alivio dejarme caer en el sofa, pues estaba cansado y me dolia mucho el brazo. En un momento me rodearon la joven, su madre -dona Mercedes- y una vieja mucama. Quitandome muy suavemente la chaqueta, me examinaron cuidadosamente el brazo herido; el tacto de sus dedos compasivos -sobre todo los de la hermosa Dolores- produjeron en la parte inflamada y amoratada una sensacion como la de una suave y refrescante lluvia. -?Ay, que barbaridad haberlo lastimado a usted de esta manera!?Y eso que usted es amigo de nuestro general! -exclamo mi hermosa enfermera, lo que me hizo pensar que, sin quererlo, me habia asociado precisamente al debido partido politico de la Banda.

Me frotaron el brazo con aceite de comer; mientras que la vieja mucama trajo algunas ramitas de ruda del jardin, que al ser machacadas en un almirez, llenaron la estancia de un fresco olor aromatico, y con esta olorosa hierba me hizo una calmante cataplasma. Habiendome curado el brazo, lo pusieron en un cabestrillo, y en seguida me trajeron un liviano poncho indio para ponerme en vez de mi chaqueta.

- Me parece que usted esta un poco afiebrado -dijo dona Mercedes, tomandome el pulso-.

Debemos mandar a buscar el medico… tenemos un medico muy entendido en nuestro pueblecito.

- Tengo muy poca fe en los medicos, senora -le dije-, pero si una gran fe en las mujeres y las uvas. Si usted me diera un racimo de uvas de su parral para refrescarme la sangre, le prometo mejorar muy luego.

Dolores se rio alegremente y salio de la sala, volviendo en unos cuantos minutos con un plato lleno de maduros purpureos racimos. Las uvas eran deliciosas, y parecian, en realidad, calmar la fiebre que sentia, la cual habria sido ocasionada tanto, quizas, por enconadas pasiones cuanto por el golpe recibido.

Mientras me reclinaba regaladamente sobre el sofa comiendo uvas, la madre y la hija se sentaron una a cada lado mio, abanicandose ostensiblemente, pero creo que solo fue para refrescarme el ambiente. Por cierto que muy fresco y agradable lo hicieron, pero las amables atenciones de Dolores eran, al mismo tiempo, tales, que bien pudieran infundir en mis venas una clase de fiebre mas insidiosa de la que tenia.., un mal que ni la fruta ni los abanicos ni la flebotomia podrian curar. -?Quien no soportaria golpes con placer por una recompensa como esta, senorita? -dije. -?No diga eso! -exclamo la joven con singular animacion-.?No le ha hecho usted un gran servicio a nuestro general.., a nuestra querida patria??Si lo tuviesemos en nuestro poder darle todo cuanto su corazon desease, no seria nada… pero nada! Quedaremos para siempre sus deudores.

Sonrei a sus exageradas palabras, mas no por eso dejaron de serme menos dulces.

- El ardiente amor que usted le profesa a su patria, senorita, es un hermoso sentimiento -dije, algo indiscretamente-, pero,?cree usted que el general Santa Coloma sea tan indispensable para su bienestar?

Se mostro ofendida y no respondio.

- Usted es un extrano en nuestro pais, senor, y no entiende bien estas cosas -dijo la madre con dulzura-. Dolores no debe olvidar eso. Usted no sabe nada de las crueles guerras que hemos visto, y como nuestros enemigos han sido victoriosos gracias unicamente a la ayuda de extranjeros.?Ay, senor, la sangre derramada, los destierros y las infamias que ellos han traido sobre esta pobre tierra!

Pero hay un hombre al cual jamas han conseguido amilanar; siempre, desde muchacho, ha sido el primero en el campo de batalla, desafiando balas; el oro brasileno jamas ha conseguido corromperlo.?Le parece cura usted, pues, senor, que el represente tanto para nosotras que hemos perdido a todos nuestros parientes y sufrido tantas perse-cusiones, y que hemos sido privadas casi de con que comer para que se enriquezcan mercenarios y traidores? El representa aun mas para nosotras en esta casa que para los demas, habiendo sido amigo de mi marido y su companero de armas. Nos ha hecho mil favores, y si alguna vez consiguiese echar abajo a este gobierno infame, nos devolveria toda la propiedad que hemos perdido. Pero,?ay de mi!, todavia no veo salvacion… -?Mamita, no digas eso! -exclamo la hija-.?Empiezas tu a perder las esperanzas cabalmente ahora cuando hay la mayor razon para tenerlas? -?Nina!?Que puede hacer con un punado de hombres mal equipados? -replico la madre, tristemente-. Valerosamente ha levantado el estandarte, pero la gente no acude a el.?Ay!, cuando se sofoque esta revolucion como lo han sido tantas otras, nosotras pobrecitas las mujeres solo tendremos que lamentar la perdida de amigos muertos y sufrir nuevas persecuciones… y- aqui se cubrio los ojos con el panuelo.

Dolores echo atras la cabeza, haciendo al mismo tiempo un repentino ademan de impaciencia. -?Entonces, mamita, esperas ver que se forme un gran ejercito antes de que se seque la tinta en la proclamacion del general??Cuando Santa Coloma estaba desterrado, sin partidarios, tu tenias tantas esperanzas; y ahora que esta con nosotras y preparandose para marchar sobre Montevideo, empiezas a descorazonarte… en verdad, no te entiendo!

Dona Mercedes se levanto sin contestar una palabra y salio de la pieza. La hermosa entusiasta dejo caer la cabeza en la mano y guardo silencio, no haciendo caso de mi, mientras que una nube de tristeza velaba su rostro.

- Senorita -dije-, no hay necesidad que usted se quede mas tiempo aqui conmigo. Digame solamente, antes de irse, que me perdona, pues me da mucha pena pensar que la haya ofendido.

Se volvio hacia mi con una brillantisima sonrisa y me dio la mano. -?Ah!, es usted el que debe perdonarme a mi por haberme ofendido tan apresuradamente de una insignificante palabra -dijo-. No debo permitir que nada de lo que usted diga en lo futuro eche a perder mi gratitud.?Sabe que yo creo que usted es de aquellos a quienes les gusta reirse de las mas de las cosas, senor?…?No!?Permitame llamarlo Ricardo y usted me llamara Dolores, pues hemos de quedar siempre buenos amigos,?no es asi? Hagamos un pacto y asi sera imposible pelear. Usted tendra entera libertad de dudar, desconfiar y reirse de todo, menos de una cosa.. de mi fe en el general Santa Coloma.

- Con muchisimo gusto acepto ese pacto, Dolores -replique-. Sera una nueva clase de paraiso, aunque del fruto de todo arbol podre comer menos de ese.

Rio alegremente.

- Ahora lo voy a dejar. Usted esta adolorido y muy cansado. Quizas pueda dormir. -Mientras hablaba trajo otra almohada y la coloco debajo de mi cabeza; entonces me dejo, y antes de mucho me quede dormido.

Pase tres dias de forzosa inactividad en la Casa Blanca antes de que llegara Santa Coloma, y despues de las penas por las que habia pasado, durante las cuales me habia sustentado invariablemente de carne, sin siquiera un pedazo de pan o legumbres, fueron, en realidad, como dias pasados en un paraiso. Entonces volvio el general. Estaba yo solo, sentado en el jardin, cuando llego, y acercandose a mi, me saludo muy calurosamente.

- Mucho temia, mi joven amigo, por la experiencia que he tenido de su impaciencia bajo freno, que pudiera habernos abandonado -dijo amablemente.

- No podria muy bien hacer eso todavia, a menos que tuviera un caballo en que montar -repuse.

- Pues he venido a decirle que deseaba ofrecerle un caballo de regalo. Creo que debe estar atado en este momento a la tranquera; pero si usted solo esta esperando el momento de tener un caballo para dejarnos, tendre que lamentar el haberselo regalado.?No tenga tanta prisa! Usted tiene todavia muchos anos de vida en los que podra realizar todo lo que quiera; por lo tanto, permitanos tener el placer de su compania algunos dias mas. Dona Mercedes y su hija no piden nada mejor que tenerlo alli con ellas.

Le prometi no huir inmediatamente, promesa que no me fue dificil hacer; entonces fuimos a ver mi caballo, que resulto ser un hermoso castano, enjaezado con un lujoso recado a la gaucha.

- Venga conmigo y ensayelo -dijo-. Tengo que ir a Cerro Solo.

La cabalgata resulto sumamente agradable, pues hacia algunos dias que no montaba a caballo y habia estado muy deseoso de sazonar mis horas de ocio con un poco de estimulante movimiento.

Atravesamos la verde llanura a un buen galope, conversando el general muy francamente, todo el tiempo, sobre sus planes y del brillante porvenir que le esperaba a todo individuo, de antemano avisado, que en este temprano periodo de la campana eligiera unir su suerte a la suya.

El Cerro, cura tres leguas de El Molino, era un alto monte solitario de forma conica que dominaba la campina a mucha distancia a la redonda. Habia de guardia algunos hombres bien armados apostados en su cima, y despues de hablar un rato con ellos, el general me condujo a un punto como a unos cien metros de alli, donde habia un gran terraplen de piedra y arena, por el cual, cura duras penas, hicimos subir nuestros caballos. Mientras estuvimos alli, me senalo los objetos mas notables que se destacaban sobre la superficie del terreno circunvecino, indicandome los nombres de las estancias, rios, lejanas cuchillas y otros objetos. Toda la campina a la redonda parecia serle muy conocida. Por ultimo, dejo de hablar, pero siguio contempIando el vasto y asoleado panorama con una curiosa expresion ensimismada. Soltando repentinamente las riendas sobre el cuello de su caballo, estiro los brazos hacia el sur y empezo a murmurar palabras que yo no alcanzaba cura oir, mientras que la rabia y la exaltacion alteraban su rostro. Casi al momento desaparecieron. Entonces se bajo del caballo y agachandose hasta tocar el suelo con la rodilla, beso la roca delante de el, despues de lo cual se sento, convidandome al mismo tiempo a que hiciera lo mismo. Volviendo al asunto del cual habia tratado durante nuestra cabalgata, empezo a instarme, sin rodeos, a que lo acompanara en su marcha a Montevideo, la que comenzaria, ‘dijo, casi inmediatamente, y resultaria infaliblemente en una victoria, despues de la cual me premiaria por el incalculable servicio que le habia hecho en ayudarle a escaparse del juez de Las Cuevas. Estas halagadoras ofertas que en otras circunstancias me hubieran colmado de entusiasmo -es decir, si hubiese sido soltero- me vi precisado a rechazarlas, aunque no le di mis verdaderas razones, por que lo hacia.

Se encogio de hombros al modo tan elocuente de los orientales, anadiendo que no le sorprenderia si en algunos dias mas yo cambiaba de opinion.

" #161;Nunca! " exclame mentalmente.

Luego, recordo otra vez nuestro primer encuentro, hablo de Margarita, aquella muchacha tan extraordinariamente hermosa, preguntandome si no me habia parecido extrano que una flor tan blanca pudiese haber brotado del rustico tallo de una batata. Le dije que en efecto me habia sorprendido al principio, pero que ya no crea que fuese hija de Batata, ni de ningun pariente suyo.

Entonces ofrecio contarme la historia de Margarita, y no me sorprendio saber que la conociera.

- Le debo esto -dijo- como reparacion de las palabras un tanto ofensivas que le proferi a usted aquel dia, al referirme a la muchacha. Pero usted debe tener presente, amigo, que yo era entonces simplemente Marcos Marco, un paisano; y como tuviera algunas nociones de hacer el papel de gaucho, era natural que mis palabras fueran algo secas e ironicas como sucede a menudo con nuestros campesinos.

"Hace muchos anos vivia en este pais un tal Basilio de la Barca, un hombre de semblante y figura tan nobles que para todos los que le vieron llego cura ser el prototipo perfecto de la belleza viril; tanto es asi que un Basilio de la Barca llego a ser un dicho en la sociedad montevideana cuando se hablaba de algun hombre de sobresaliente hermosura. Aunque era de alegre genio y le agradaban los placeres de la sociedad, la admiracion que su hermosura inspiraba no le habia echado a perder.

Siempre fue sencillo y modesto; tal vez fuese incapaz de sentir una pasion, pues aunque conquisto los corazones de muchas mujeres hermosas, no se habia casado. Si lo hubiese deseado, Basilio podria haberse casado con una mujer rica, y haber mejorado de esa manera, su situacion; pero en esto, como en toda otra cosa de su vida no parecia capaz de hacer nada en su propio provecho.

"En otro tiempo, los de la Barca habian sido sumamente ricos, poseyendo muchas tierras en el pais, y he oido decir que descendian de una antigua y noble familia espanola. Durante las largas y desastrosas guerras que ha sostenido este pais, cuando fue conquistado sucesivamente por Inglaterra, Portugal, Espana, el Brasil y los argentinos, la familia empobrecio, y por fin parecio estar extinguiendose. El ultimo de los de la Barca fue Basilio, y el negro destino que habia perseguido durante tantas generaciones a todos los que llevaban su nombre, fue suyo tambien. Su vida entera fue una serie de desastres. Cuando joven, se incorporo al ejercito, pero recibiendo una feroz herida en su primera accion, fue inutilizado para el resto de su vida, y obligado a abandonar la carrera militar. Despues de eso, embarco toda su pequena fortuna en el comercio y un socio nada probo le arruino. Por ultimo, cuando habia sido reducido a la miseria -frisaba entonces los cuarenta- se caso con una senora ya entrada en anos, en gratitud por el carino que ella le habia manifestado; y se fueron a vivir a la costa, a varias leguas al este del cabo de Santa Maria. Alli, en un pequeno rancho, en lugar desierto llamado la Barranca del Peregrino, con solo unas cuantas ovejas y vacas de que sustentarse, paso el resto de su vida. Su mujer, a pesar de su edad, dio a luz una ninita a quien llamaron Transito. No le dieron instruccion alguna, pues vivian en todos respectos como campesinos, y habian olvidado el uso de los libros. Ademas, la region era agreste y despoblada, y raras veces veian la cara de un forastero. Transito paso su infancia correteando por las dunas de aquella solitaria playa, sirviendole de unicos companeros de juego las flores silvestres, las aves y las olas del oceano. Un dia -contaba a la sazon once anos- estaba ella entreteniendose con sus juegos de costumbre, la cabellera dorada ondeando al viento, su corto vestido y piernas desnudas mojadas por la espuma del mar, persiguiendo a las olas cuando se retiraban o huyendo de ellas con alegres gritos mientras se deslizaban otra vez apresuradamente hacia la playa, cuando un joven, un muchacho de unos quince anos, llego a caballo y la vio. Estaba el cazando avestruces, cuando perdiendo de vista a sus companeros, y encontrandose cerca del oceano, cabalgo a la playa a observar la entrante marea:

"-?Si, Ricardo, fui yo aquel muchacho! Usted saca sus deducciones con mucha rapidez. (Esto lo dijo, no en contestacion a alguna palabra mia, sino a mis pensamientos, que con frecuencia adivinaba con extraordinaria perspicacia).

"Seria imposible expresar en terminos suficientemente adecuados la impresion que me hizo aquella encantadora muchacha. Yo habia vivido mucho tiempo en la capital, me habla educado en nuestra mejor universidad y estaba avezado al trato de mujeres hermosas. Tambien habia visto al otro lado del Plata lo mas digno de admiracion en las ciudades argentinas. Y acuerdese, amigo, que con nosotros un muchacho de quince anos ya conoce algo del mundo. Aquella muchacha retozando con las olas, no era como nada que jamas hubiese visto. No la miraba como a un mero ser humano.

Parecia mas bien algun ente de lejana y desconocida region celestial, descarriado hacia nuestra tierra, como, a veces, traida por el viento de lontana isla tropical, suele aparecerse algun ave de niveo y azulino plumaje, deleitando a cuantos la ven. Imaginese, Ricardo, si puede, a Margarita con su lustrosa cabellera suelta al viento, sus movimientos ligeros y graciosos cual los de las olas con que esta retozando, sus ojos de zafiro chispeando como la luz del sol reflejada sobre las aguas, los suaves tintes de la madreperla en su fisonomia siempre cambiante, y con una risa que hacia recordar la silvestre melodia del canto del batitu. Margarita ha heredado la figura de Transito cuando nina, mas no su indole. Es una exquisita estatua dotada de vida. Transito, de contornos igualmente esbeltos y de colores perfectos, habian encarnado el espiritu del viento y del sol, y era toda agilidad, gracia, fuego… un ser mitad humano, mitad serafico. Verla fue amarla; y no fue una pasion comun la que me inspiro. La adoraba y ansiaba hacerla mia; pero me abstuve entonces, y durante largo tiempo despues, de exhalar los ardientes suspiros del amor sobre una flor tan dulce y celestial. Fui cura sus padres y me abri a ellos. Siendo mi familia bien conocida de Don Basilio, obtuve su permiso para visitar su solitario rancho siempre que pudiese; y yo, por mi parte, le prometi no hablarle de amor cura Transito mientras ella no cumpliese dieciseis anos. Tres anos despues de haber hallado a Transito, me enviaron a una lejana region del pais -estaba yo ya en el ejercito-, y temiendo que me fuese imposible visitarlos otra vez por mucho tiempo, persuadi a Basilio que me permitiera hablarle a su hija, quien habia ya cumplido catorce anos. Para ese tiempo, ya me cobraba un gran carino, y siempre aguardaba mis visitas llena de contento, las cuales paseabamos andando por la playa, o sentados sobre alguna alta barranca dominando el mar, hablando de cosas faciles que ella comprendia y de aquella lejana y maravillosa vida de la ciudad de la cual jamas se cansaba de oir contar. Cuando le abri mi corazon cura Transito, al principio le asustaron estas nuevas y singulares emociones de las que le hablaba. No obstante, luego tuve la felicidad de ver que iba disminuyendo su temor. En un solo dia, dejo de ser nina; la rica sangre tino de carmin sus mejillas, para dejarla, en seguida, palida y temblando de emocion; sus tiernos labios retozaban con el borde de la taza almibarada. Antes de apartarme de ella, me habia prometido su mano, y al despedirnos, aun se abrazo de mi, sus hermosos ojos arrasados en lagrimas.

"Pasaron tres anos antes de que volviese a buscarla. Durante todo aquel tiempo le mande veintenas de cartas a Basilio, sin recibir ninguna respuesta. Dos veces fui herido en acciones, una de ellas muy gravemente. Tambien estuve prisionero varios meses. Por ultimo, me escape, y volviendo a Montevideo, obtuve licencia por unos cuantos dias. Entonces, el corazon lleno de dulces esperanzas, busque otra vez mas aquella solitaria playa, y encontre que el lugar donde se habia hallado el rancho de Basilio, estaba cubierto de maleza, En la vecindad me dijeron que hacia dos anos que Basilio habia muerto, y que despues de su muerte la viuda habia vuelto con Transito cura Montevideo. Despues de largas indagaciones en aquella ciudad, descubri que ella no alcanzo a sobrevivir largo tiempo a su marido, y que una senora extranjera se habla llevado a Transito sin que nadie supiese adonde. Su perdida obscurecio mi vida para siempre. Una pena aguda no puede durar eternamente, ni por muy largo tiempo; es solo el recuerdo que dura. Es debido, tal vez, a este recuerdo, para siempre imborrable, que en un respecto, por lo menos, no soy como otros hombres.

Me siento incapaz de enamorarme de ninguna mujer. -?No!; ni aunque encontrase a una nueva Lucrecia Borgia, desparramando semillas de adoracion sobre los hombres, podrian ellas brotar en este arido corazon. Desde que perdi a Transito, no he tenido sino un pensamiento, un amor, una religion y todo se expresa en dos palabras…?la Patria!

"Pasaron anos. Era capitan y militaba bajo las ordenes del general Oribe en el sitio de mi ciudad natal. Un dia, capturaron dentro de nuestras lineas a un muchacho a quien casi fusilaron por sospecharse que fuese espia; habia salido de Montevideo y me andaba buscando. Me dijo que Transito de la Barca, quien le habia mandado, ya cia enferma en la ciudad y deseaba mucho hablar conmigo antes de morir. Pedi y obtuve permiso de nuestro general -quien me tenia un gran afecto personal- para penetrar en la ciudad. Esto era, por supuesto, peligroso, y tal vez mas todavia para mi de lo que lo hubiera sido para muchos de mis companeros, siendo yo muy conocido por los sitiados. No obstante, logre mi deseo, persuadiendo a los oficiales de un buque de guerra frances surto en la bahia, que me ayudasen. En ese tiempo los franceses mantenian relaciones amistosas con los oficiales de ambos ejercitos, y en una ocasion, tres de ellos visitaron a nuestro general para perdirle permiso de cazar avestruces en el interior. El me los entrego a mi, y llevandolos a mi estancia, les festeje y cace con ellos durante varios dias. Se habian mostrado sumamente agradecidos por esta hospitalidad, invitandome repetidas veces a que les visitase a bordo, y diciendome que tendrian el mayor gusto en hacerme cualquier diligencia personal en la ciudad que yo desease, la cual ellos visitaban con frecuencia. No me gustan los franceses, pues los considero los mas egoistas y presumidos, y, por consiguiente, los menos caballerosos de los hombres; pero estos oficiales me tenian empenado su agradecimiento y resolvi pedirles su ayuda. Fui a bordo del buque de guerra frances al abrigo de la noche; les hable de mi trance y les pedi que me permitiesen acompanarles a tierra disfrazado como uno de ellos. Despues de vencer cierta oposicion, consintieron, y asi pude, al siguiente dia, entrar en Montevideo y hallarme una vez mas con mi Transito, por tanto tiempo perdida. La encontre tendida en una cama, extenuada y palida como’ la muerte, en el ultimo periodo de una fatal enfermedad pulmonar. En la cama, a su lado hallabase una ninita de dos a tres anos de edad, hermosisima como su madre, pues una mirada me basto para cerciorarme de que era hijita de Transito.

"Agobiado de pena al encontrarla en esa triste condicion, me arrodille a su lado y derrame las ultimas lagrimas que han caido de estos ojos. Nosotros, los orientales, no somos hombres sin lagrimas, y por cierto que he llorado desde aquella fecha, pero solo ha sido de rabia y aborrecimiento. Mis ultimas lagrimas de amor las verti sobre mi desdichada Transito, moribunda ante mis ojos.

"Brevemente me conto su historia. Ninguna de mis cartas jamas habia llegado a manos de Basilio; se supuso que yo habria muerto en alguna batalla o que mi amor se hubiese enfriado. Parece que cuando estaba para morir su madre en Montevideo, la fue a ver una rica senora argentina -una tal senora Romero- que habia oido hablar de la singular hermosura de Transito y deseaba verla por mera curiosidad. Quedo tan encantada con la nina que ofrecio tomaria y criaria como’ si fuese su propia hija. A esto, la madre, quien estaba en la miseria y muriendose, consintio gustosa. Asi que Transito fue llevada a Buenos Aires, donde tuvo maestros que la instruyeron y vivio con gran lujo.

La novedad de aquella vida la embeleso durante cierto tiempo; los placeres de una gran ciudad y la admiracion general que inspiraba la ocuparon y la hicieron feliz. A los diecisiete anos, la senora dio la mano de Transito a un rico joven de Buenos Aires, llamado Andrade. Era hombre de mundo, jugador y sibarita, y habiendose apasionado de la muchacha, logro ganarse a la senora, quien apoyo su cortejo. Antes de casarse con el, Transito le dijo francamente que jamas podria tenerle un gran carino; a el eso no le importaba, pues, solo deseaba, como animal que era, poseerla por su belleza.

Al poco tiempo despues de casarse, la llevo a Europa, sabiendo muy bien que un hombre con la cartera repleta y cuyo ser es una mezcla de puerco y cabro, encuentra la vida en Paris mas agradable que en el Plata. En Paris, Transito llevo una vida animada pero muy triste. La pasion que su marido le tenia luego se apago, sucediendole la frialdad y los insultos. Despues de tres anos de desdicha, Andrade la abandono enteramente para vivir con otra mujer; entonces, con la salud quebrantada, ella volvio con su hijita a la patria. A los pocos meses despues de llegar a Montevideo, oyo casualmente que yo estaba todavia vivo y con el ejercito sitiador, y deseosa de comunicarle a un amigo sus ultimos deseos, me habia mandado llamar.

"?Podria usted, amigo, podria cualquiera adivinar lo que queria pedirme Transito antes de morir?

"Senalandome a su hijita, dijo: "?No ves que Margarita hereda aquella funesta hermosura que me granjeo una vida de esplendor, amargura de corazon y una temprana muerte? Luego, quizas, antes de que yo muera, no faltara alguna senora Romero que se haga cargo de ella, y que al fin la vendera a algun hombre rico y cruel como lo fui yo; pues,?como es posible ocultar su belleza por largo tiempo? Fue con miras muy distintas para ella que abandone Paris a escondidas y volvi aca.

Durante todos aquellos infelices anos que alla pase, pense mas y mas en mi infancia en aquella solitaria playa, hasta que cuando cai enferma, resolvi volver a ella y pasar mis ultimos anos donde habia sido tan feliz. Era mi intencion buscar alguna familia campesina que se hiciera cargo de Margarita y la criara como suya, sin que ella jamas supiese la posicion de su padre, ni la vida que llevan los hombres en las ciudades. El sitio y mi salud quebrantada han hecho imposible que pueda llevar a cabo mi proyecto. Aqui debo morir, mi querido amigo, y nunca jamas vere otra vez aquella solitaria playa donde tantas veces nos hemos sentado juntos contemplando las olas. Pero solo pienso ahora en mi pobre Margarita, que luego quedara sin madre:?no quieres tu ayudarme a salvarla? Prometeme llevarla cura algun lugar apartado donde sea criada como la hija de un campesino, y donde su padre nunca pueda hallarla. Si me prometes esto, te la entregare ahora mismo, y arrostrare la muerte aun sin el triste consuelo de verla hasta el fin, a mi lado."

"Le prometi cumplir todos sus deseos, y tambien de ver a la ninita tan seguido como las circunstancias lo permitieran; tambien de encontrarle un buen marido, cuando fuera grande. Pero no quise entonces privarla de la ninita. Le dije que en caso que muriese, Margarita seria conducida a bordo del buque de guerra frances surto en la bahia, y, en seguida, adonde yo estaba, y que sabia donde colocarla con campesinos llanos y de buen corazon, quienes me querian y obedecerian todos mis deseos.

"Quedo tranquilizada, y, dejandola, ful a hacer los arreglos necesarios para llevar a cabo mis planes. A las pocas semanas, muri6 Transito, y me trajeron a la ninita. Entonces la mande al rancho de Batata, donde, ignorando el secreto de su cuna, ha sido criada como lo quiso su madre.?Dios quiera que jamas caiga, como la desdichada Transito, en las garras de una bestia rapaz en forma humana!" -?Amen! -exclame-. Pero, seguramente, si esta muchacha tiene el derecho de heredar algun dia una fortuna, es muy justo que la reciba.

- En este pais, amigo, no adoramos el oro -contesto-. Con nosotros, los pobres son tan felices como los ricos, sus necesidades son pocas y facilmente satisfechas. Seria demasiado decir que quiero a la muchacha mas que cualquiera otra persona; solo pienso en los deseos de Transito; esto es para mi lo unico que importa en el asunto. Si no los hubiese cumplido al pie de la letra, mi remordimiento habria sido muy grande. Puede ser que algun dia me encuentre con Andrade, y que le traspase el cuerpo con mi espada; no me causaria el menor remordimiento.

Despues de algunos momentos de silencio alzo la vista y dijo: -Ricardo, usted admiro y quiso a aquella hermosa muchacha cuando la vio por primera vez.?Oiga! Si usted quiere, puede tenerla por esposa. Es sencilla, ignorante del mundo, amorosa, y donde se le dice que ame, amara. Batata y su familia obedeceran en todo mis deseos.

Menee la cabeza, sonriendo con cierta tristeza, cuando pense que los acontecimientos de los ultimos dos o tres dias me habian ya borrado de la mente la hermosa imagen de Margarita.

Ademas, esta inesperada propuesta me habia compelido, de repente, a palpar el hecho de que, una vez concertado el matrimonio, un hombre ha perdido el privilegio mas glorioso de su sexo; por sentado que me refiero a los paises donde solo le es permitido al hombre una esposa. Ya no estaba en mi poder decirle a una mujer, por encantadora que fuera: "Se mi esposa". Pero no le explique todo esto al general. -?Ah! Usted esta pensando en condiciones -dijo-. No habra ninguna. -?No! -repuse-. Esta vez esta usted equivocado. La muchacha es todo lo que usted dice; jamas he visto un ser mas hermoso y nunca he oido un cuento mas romantico que el que usted acaba de contarme de su cuna. Solo puedo decir amen a su plegaria para que Margarita jamas sufra como sufrio su madre. No lleva e] nombre de la Barca, y puede ser que por ese motivo el destino le haga la gracia.

Me lanzo una escrutadora mirada y sonrio.

- Quien sabe si ahora usted esta pensando mas en Dolores que en Margarita. Mi joven amigo, permitame prevenirle que ahi corre peligro. Ya esta prometida a otro.

Por ridiculo y absurdo que parezca, senti una punzada de celos al oir esto; pero, al fin y al cabo, digan cuanto digan los filosofos, no somos razonables.

Me rei, no muy alegremente debo confesar, y le dije que no habia necesidad de precaverse, puesto que Dolores nunca seria otra cosa para mi que una muy querida amiga.

Aun entonces no le dije que era hombre casado, pues muchas veces en la Banda Oriental no parecia saber exactamente como mezclar la verdad con mis mentiras, asi que preferi quedarme callado. En este caso, como lo probaron mas tarde los acontecimientos, al guardar silencio no estuve muy acertado. Sucede con frecuencia que el hombre abierto, que no tiene secretos del mundo, escapa a los desastres que alcanzan a la persona demasiado discreta que obra sobre el antiguo adagio, de que el habla nos ha sido dada para ocultar nuestros pensamientos.