XXI

MUGRE Y LIBERTAD

DORMI aquella noche bajo el vasto cielo sembrado de innumerables estrellas; no obstante mi terrible aventura, no descanse mal, y cuando al siguiente dia prosegui mi viaje, la luz de Dios - como los piadosos orientales llaman a los primeros resplandores con que el sol naciente bana al universo- jamas me habia parecido mas agradable, ni habia visto la tierra mas fresca o mas hermosa; por todas partes la hierba v los arbustos festoneados de estrellado encaje, tejido por las epeiras durante la noche, chispeaban como miriadas de gotas de rocio, La vida aquella manana me parecio muy dulce, enterneciendome de tal manera, que cuando recorde al miserable asesino que la habia amenaza do, por poco senti pena al pensar que ya estaria ciego y sordo a todas las dulces manifestaciones de la naturaleza.

Antes de mediodia llegue a una casa techada de totora, con grupos de frondosos arboles en su vecindad y rodeada de cercas vivas y corrales para el ganado.

El humo azulino que se elevaba en espiral desde la chimenea y el blanco resplandor de las murallas asomando por entre los arboles -pues este rancho ostentaba una chimenea y murallas blanqueadas- resultaban extremadamente atractivos a mi fatigada vista. "?Que agradable - pense- seria un almuerzo y, en seguida, una larga siesta bajo la sombra de aquellos arboles!"; pero,?ay!,?acaso no era perseguido por los terribles fantasmas de una venganza politica? Mientras estaba vacilando entre si llamar o no, mi caballo siguio en derechura a la casa, pues un caballo siempre sabe cuando su amo esta en la duda, y en tales ocasiones jamas deja de ofrecerle su consejo. Fui afortunado esta vez, pues tuve a bien seguirlo. "En todo caso -dije para mi-, pedire un trago de agua y vere que laya de gente vive aqui", y en pocos minutos me hallaba al lado de la tranquera, cautivando grandemente, al parecer, la atencion de una media docena de chiquillos cuyas edades variaban entre dos y trece anos, todos con sus ojos, de par en par abiertos, fijos en mi.

Tenian caras mugrientas; el menor tambien tenia sus piernecitas sucias, pues el o ella no llevaba puesto sino una corta camisita. El que le seguia en tamano vestia una camisa y, de anadidura, un par de pantalones que le alcanzaban a las rodillas; y asi progresivamente hasta llegar al muchacho mayor, que usaba la ropa desecha por el padre, de modo que el, en vez de llevar poco puesto, estaba, en cierto modo, sobradamente vestido. Le pedi a este que me diera un vaso de agua para apagar la sed y un tizon con que encender un cigarrillo. Se fue corriendo a la cocina y luego salio otra vez sin traerme ni agua ni fuego.

- Mi tatita quiere que uste dentre a tomar mate -dijo.

Entonces me apee del caballo, y con el aire indiferente de una persona sin tacha, y apartada de la politica, entre en la espaciosa cocina, donde hervia, sobre un gran fuego en el fogon, una enorme paila de grasa; parada al lado, con un cucharon en la mano, estaba una mujer grasienta y traspirando, de unos treinta anos de edad. Se ocupaba en espumar la grasa y echaba las impurezas al fuego, las que lo hacian arder y crepitar alegremente; y de pies a cabeza estaba toda banada en grasa; era, sin duda, la persona mas grasienta que jamas habia visto en mi vida. No era facil, en tales circunstancias, decir cual fuera el color de su cutis, pero tenia unos ojazos hermosos como los de Juno, y una boca que al devolverme sonriente mi saludo, indicaba claramente su buen humor. Su marido estaba sentado en el suelo, apoyado en la pared, sus pies desnudos estirados por delante; tenia en la falda una enorme encimera, por lo menos de medio metro de ancho, de un cuero blanco sin curtir; y en esta estaba bordando muy prolijamente, con hebras de cuero negro, una caza de avestruces. Era de corta estatura, ancho de espalda, de pelo canoso rojizo, barba y bigote cerdoso del mismo color, penetrantes ojos azules y nariz respingada.

Llevaba puesto un panuelo de algodon colorado atado a la cabeza y una camisa a cuadritos azules, y en vez de chiripa, que generalmente usan los campesinos, tenia el cuerpo envuelto en un chal. Me dijo "buenos dias", pronunciando sus palabras seca y rapidamente, y convidandome, en seguida, a que tomara asiento.

- El agua fria es muy mala para la salud a esta hora dijo-. Tomaremos un cimarron.

Habia un sonido tan aspero en su habla que pronto colegi que seria extranjero, o por lo menos que vendria de alguna region oriental analoga a nuestros condados de Durham o Northumberland.

- Gracias; un mate es siempre muy aceptable. En ese respecto, si no en otros, yo soy un puro oriental -dije, pues deseaba que todos con los que me encontrara por el camino supiesen que yo no era paisano. -?Tiene razon, amigo! -exclamo-. El mate es lo mejor que tiene que ofrecer este pais. En cuanto a la gente, no vale un comino. -?Como puede usted decir semejante cosa? -replique-. Usted tal vez sea extranjero, pero su mujer, seguramente, es oriental.

La Juno de la paila de grasa sonrio y arrojo un cucharon lleno de grasa en el fuego como para hacerlo crepitar; posiblemente lo hiciera a modo de aplauso.

El hizo un movimiento despreciativo con la mano en la que tenia el punzon que usaba para su trabajo.

- Tiene razon, amigo, ella es oriental -contesto-. Las mujeres -como el ganado vacuno- son mas o menos lo mismo en todas partes del mundo. Tienen su valor dondequiera que se encuentren, sea en America, Europa o en Asia. Eso ya lo sabiamos. Yo hablaba de los hombres.

- No encuentro que usted les haga entera justicia a las mujeres;

"La mujer es un angel del cielo" -dije, repitiendo aquella antigua cancion espanola. Solto una corta carcajada.

- Eso esta muy bien para cantarlo con la vihuela.

- Hablando de vihuelas -dijo la mujer, dirigiendose a mi por primera vez-, mientras estamos esperando que hierva el agua para el mate,?por que no nos canta una cosita? Ahi esta la vihuela detrasito de uste.

- Senora -repuse-, yo no la toco. Un ingles sale al mundo sin el deseo comun a la gente de otras nacionalidades, de hacerse afable a los que encuentra por su camino; es por eso que no aprende a tocar instrumentos de musica.

El hombrezuelo me miro fijamente; entonces, desembarazandose deliberadamente de la cincha, las hebras y los otros implementos, se levanto, se adelanto hacia mi y me ofrecio la mano.

Su gravedad por poco me hizo reir. Tomandole la mano, dije: -?Que quiere usted que yo haga con esto, amigo -Dele un buen apreton. Somos compatriotas.

Entonces nos dimos un fuerte y largo apreton de manos en silencio; su mujer nos miro sonriente mientras revolvia la grasa. -?Mujer! -dijo, volviendose a ella-. Deja esa grasa hasta manana. Hay que pensar en el almuerzo.?Tenemos carne en la casa?

- Medio carnero.., solamente.

- Eso bastara para una comida.?Mira, Teofilo! corre y dile a Anselmo que agarre dos pollos… que sean gordos?eh? Que los desplume en el acto. Tu puedes ir a buscar una media docena de huevos para que tu madre los ponga en el guiso. Y oye, Felipe, anda tu a buscar a Cosme y dije que ensille al rosillo y que vaya inmediatamente a la pulperia.?Bueno, mujer!?Que es lo que necesitamos? ?Arroz, azucar, vinagre, aceite, pasas, pimienta, azafran, sal, clavos de olor, cominos, vino, conac..

..! - -?Un momento! -grite-.?Si a ustedes les parece necesario mandar comprar provisiones para un ejercito para darme que almorzar, debo decirles que en cuanto a conac,?eso si que no! Nunca lo toco.., en este pais.

Me dio otro apreton de manos.

- Tiene mucha razon -dijo-. Uno siempre debe beber lo que beben los habitantes del pais en que uno se encuentra, aunque sea una pocion desagradable. Whiskey en Escocia, en la Banda Oriental cana… Esa es mi regla.

Todo el lugar estaba ahora en un gran alboroto; los muchachos ‘ensillando caballos, corriendo y gritando tras las gallinas, y el energico dueno de casa dandole ordenes a su mujer.

Despues que se hubo despachado al muchacho a la pulperia y atendido a mi caballo, nos sentamos una media hora en la cocina, tomando mate y charlando muy agradablemente. Entonces el me llevo a su jardin detras de la casa, para no estorbar a su mujer en la cocina mientras ella preparaba el almuerzo, y ahi empezo a hablar en ingles.

- Hace veinticinco anos que estoy en este continente dijo, contandome su historia-; dieciocho de ellos los he pasado aqui en la Banda Oriental.

- En todo caso, usted no ha olvidado su idioma.?Leera, supongo! -?Que!?Leer yo??Puf! Lo mismo pensaria usar pantalones.?No, no, mi amigo, nunca lea! No se meta en politica. Cuando la gente le moleste, matela,.. esa es mi regla. Naci en Edimburgo; tuve bastantes lecturas de muchacho; oi bastantes himnos y vi bastantes pulimientos y limpiamientos para durarme para toda la vida. Mi padre tenia una libreria en la High Street, cerca de Cowgate. Mi madre era muy religiosa.., todos en casa eran religiosos. Un tio que era clerigo vivia con nosotros.

Para mi todo eso fue peor que el purgatorio. Fui educado en el High School y mi familia tenia la intencion de que yo tambien fuese clerigo,?ja!?ja! Mi unico placer era conseguir libros de viaje que tratasen de algun pais de salvajes, encerrarme en mi pieza, donde nadie podia estorbarme; quitarme los zapatos, encender una pipa y echarme en el suelo. Los domingos hacia lo mismo. Me llamaban un gran pecador; dijeron que me estaba yendo directa y muy rapidamente al diablo. Era mi indole. Ellos no me entendian. Siempre limpiando y puliendo… Usted podria haber comido en el suelo; siempre cantando himnos.., rezando.., raspando. No pude soportarlo: me fui de casa a los quince anos y jamas he vuelto a oir una sola palabra de mi familia desde entonces.?Que paso? Me vine aca, trabaje, ahorre, compre terreno y ganado; me case, vivi como me daba la gana vivir… y soy feliz. Ah tiene usted a mi mujer, la madre de mis seis chicos.., ya la ha visto usted… una mujer para llenar de orgullo a cualquier hombre, Y nada de raspas, miradas tristes y limpiando y barriendo todo el santo dia desde el lunes hasta el domingo… Usted no podria almorzar. sobre el suelo de mi cocina. Ahi tiene a mis chicos, seis (le ellos, varones y mujeres… sanos, mugrientos hasta mas no poder y felices desde el amanecer hasta la noche; y aqui me tiene a mi, John Carrickfergus -don Juan me llaman en todo el paIs a la redonda, no pudiendo ningun gaucho pronunciar mi nombre-, respetado, temido, amado; un hombre con el cual sus vecinos pueden contar para hacerles cualquier servicio cuando se ofrezca; uno que jamas vacila en meterle un bala a cualquier buitre, gato pampeano o bandido que atraviese su camino. Ahora sabe usted todo.

Es un cuento muy extraordinario,?pero supongo que les ensena algo a los ninos?

- No les enseno nada -contesto el muy enfaticamente-. Todo en lo que pensamos en nuestro pais son los libros, la limpieza de la ropa; todo lo que sea bueno para el alma, el cerebro, el estomago… y hacemos a los chicos desdichados. Libertad para todos es mi regla. Los chiquillos mugrientos son chiquillos sanos y felices. Si una abeja lo pica a uno en Inglaterra, se le pone tierra fresca a la picadura para quitar el dolor. Aqui curamos toda clase de dolores con tierra. Si se enferma uno de mis chicos, tomo una palada de tierra vegetal fresca y le doy una friccion con ella..

. es el mejor remedio. Yo no soy religioso, pero me acuerdo de aquel milagro cuando el Salvador escupio en el suelo e hizo un poco de lodo con la saliva para untarle los ojos al ciego. En el acto pudo ver.?Que quiere decir eso? Simplemente que ese era el remedio casero. El no necesitaba el lodo, pero siguio la costumbre del pais, como lo hizo tambien en los otros milagros. En Escocia todo lo que es tierra es pecado.?Como puede reconciliarse eso con la Sagrada Escritura? Fijese que yo no digo con la naturaleza, sino con la Sagrada Escritura, porque por ella juran todos ellos, aunque no la escribieron.

- Pensare en lo que usted me ha dicho. En cuanto a los ninos y el mejor modo de criarlos -dijeno necesito decidir todavia, porque no los tengo.

Solto su corta risa y me condujo de vuelta a la casa, donde todos los arreglos estaban ya hechos.

Los ninos almorzaron en la cocina; nosotros en una pieza contigua, grande y fresca. Habia puesta una pequena mesa con inmaculado mantel y platos de verdadera loza y verdaderos cuchillos y tenedores. Tambien habia copas de puro cristal, botellas de vino de Espana y el niveo pan criollo.

Era evidente que la duena de casa habia aprovechado bien su tiempo. Entro inmediatamente despues que nos hubimos sentado, y apenas pude conocerla, pues ahora no solo estaba limpia, sino tambien muy buena moza, con un rico color aceitunado en su cara ovalada, el pelo negro bien peinado y sus ojazos oscuros llenos de una tierna y dulce luz. Llevaba un vestido blanco de tela de merino con un curioso dibujo castano, y al cuello, un panuelo de seda asegurado con un prendedor de oro. Era un placer mirarla, y reparando en mis miradas llenas de admiracion, se sonrio al tomar asiento; luego rio. El almuerzo fue delicioso. Empezamos con cordero asado, al que siguio un guiso de pollo con arroz, primorosamente sazonado y coloreado con pimenton. El pollo asado o cocido como lo comen en Inglaterra no puede comparase con este exquisito guiso de pollo que se encuentra en cualquier rancho de la Banda Oriental. Despues del almuerzo, nos quedamos una hora de sobremesa, partiendo nueces, bebiendo vino, fumando cigarrillos y contando cuentos divertidos; y dudo que hubiera aquella manana, en todo el Uruguay, tres personas mas felices que el escoces desescocesado, John Carrickfergus; su mujer oriental que no reganaba, y el huesped que solo la noche anterior habia muerto a un projimo.

Entonces tendi mi poncho sobre la hierba seca, bajo un arbol, y me dispuse a dormir la siesta.

Dormi un largo tiempo, y al despertar me sorprendio encontrar a los duenos de casa sentados en el suelo cerca de mi, el adornando su cincha y ella con un mate en la mano; a un lado habia una pava de agua hirviendo. Me parecio que ella estaba enjugandose los ojos cuando yo abri los mios.

- Por fin ha despertado! -dijo Don Juan, afablemente-.?Quiere tomar un mate? Mi mujer, como usted ve, acaba de estar llorando.

Ella le hizo una senal como para que callase. -?Pero por que no he de hablar de ello, Candelaria??Que mal puede hacer??Vea usted!, mi mujer cree que usted ha estado en la guerra… que es un partidario de Santa Coloma y que esta huyendo para salvar la garganta. -?De donde saca ella eso? -pregunte, confuso y muy sorprendido. -?Como??Que no conoce usted a las mujeres??Vea!?Usted no nos ha dicho donde ha estado… prudencia!?Esa fue una! Tambien se altero cuando hablamos de la revolucion… ni una sola palabra ha dicho al respecto.?Mas prueba todavia! Su poncho, tendido ahi en el suelo, tiene dos grandes tajos. "Rasgado por espinas", dije yo; "Cortes de sable", dijo mi mujer. Estabamos discutiendo sobre ello cuando usted desperto.

- Ella ha adivinado exactamente, y tengo verguenza de no haberselo dicho yo mismo antes.?Pero por que lloraba su mujer?

- Es que asi son todas las mujeres… son todas iguales repuso, accionando con la mano-. Estan prontas siempre a llorar por el vencido… es la unica politica que entienden. -?No dije yo que la mujer era un angel del cielo? anadi: entonces, tomando la mano de ella, la bese-. Esta es la primera vez en mi vida que beso la mano de una mujer casada, pero el marido de tal mujer es demasiado inteligente para estar celoso. -?Que!?Celoso yo??ja, ja, ja!?Mas orgulloso me habria puesto si la hubiera besado en las mejillas! -?Juan!?Bonita cosa estas diciendo! -exclamo su mujer, dandole una afectuosa palmadita en la mano.

Entonces, mientras tomabamos nuestro mate, les conte la historia de mi campana, hallando necesario, sin embargo, al explicar mis motivos por haberme afiliado a los Blancos, desviarme un tanto de la rigurosa verdad. El convino en que el mejor plan seria ir a Rocha y esperar alla hasta que hubiese obtenido un pasaporte, antes de seguir viaje a Montevideo. Pero no me permitieron que me fuera ese dia; y mientras charlabamos y tomabamos mate, Candelaria remendo, con mucho esmero, los tajos de mi poncho, que me vendian a cada paso.

Pase la tarde haciendome amigo de los ninos, los cuales probaron ser chicos muy inteligentes y entretenidos; les conte algunos disparatados cuentos que invente, y escuche sus experiencias de buscar huevos de aves silvestres, de acosar mulitas y una porcion de otras aventuras. Luego llego la hora de la comida, despues de lo cual los ninos rezaron sus oraciones y se fueron a acostar; nosotros fumamos y cantamos algunas canciones a secas, y yo termine un dia muy feliz, quedandome dormido entre las sabanas de una limpia y blanda cama.

Habia anunciado mi intencion de seguir viaje muy de madrugada al dia siguiente; y cuando desperte, encontrandolo ya claro, me vesti de prisa, y, saliendo afuera, halle mi caballo ya ensillado al lado de la tranquera junto con otros tres. En la cocina encontre a don Juan, su mujer y a los dos ninos mayores desayunandose con mate. Don Juan me dijo que hacia una hora que estaba en pie, y que solo habia esperado para desearme un muy feliz viaje, antes de salir a repuntar el ganado. Se despidio en seguida y se fue con sus dos hijos, dejandome a mi ante unos huevos pasados por agua y una taza de cafe -desayuno bastante ingles-.

Una vez terminado el desayuno, me levante de la mesa y le di las gracias a la buena senora por su hospitalidad.

- Esperese un momentito -dijo, cuando iba a darle la mano, y sacando una bolsita de seda de entre los pliegues de su blusa, me la ofrecio-. Mi marido me ha dado permiso para que le haga este regalito de despedida. Es una nada, pero mientras este en peligro y lejos de sus amigos, tal vez pudiera serle util.

No quise aceptar dinero de ella despues de todo el carino que me habian prodigado, asi que me quede con el portamonedas en la mano abierta, donde ella lo habia puesto. -?Y si no pudiese aceptar…? empece.

- Entonces uste me heriria profundamente -replico-.?Podria uste hacer eso despues de sus amables palabras de ayer?

No pude resistir, pero despues de guardar el portamonedas, tome y bese su mano. -?Adios, Candelaria! Usted ha hecho que yo ame a su pais, y que me arrepienta de cada palabra dura que jamas he dicho en su contra.

Su mano permanecio en la mia; me miro sonriente, como si todavia no me hubiese dicho la ultima palabra. Entonces, viendola tan bonita y amorosa, y recordando las palabras de su marido el dia anterior, me incline y bese sus mejillas y sus labios. -?Adios, amigo, y que Dios lo guarde! -murmuro.

Creo que asomaban lagrimas a sus ojos cuando la deje, pero no pude ver muy claramente, pues los mios tambien se habian empanado. ?Y solo el dia anterior me habia divertido ver a esta mujer atendiendo a sus quehaceres, toda grasienta y acalorada, y la habia apodado la Juno de la paila de grasa! Ahora, despues de haberla conocido unas dieciocho horas, acababa de besarla; habia besado a una mujer casada, madre de seis hijos, diciendole "adios" con voz temblorosa y los ojos humedos. Jamas olvidare aquellos cjos, llenos de dulce y puro afecto y tierna simpatia, fijos en los mios; pensare en Candelaria mientras viva, amandola como a una hermana.?Podria cualquier mujer en mi pais ultracivilizado y excesivamente correcto inspirar en mi semejante sentimiento en tan corto tiempo? Creo que no. ?Oh!, civilizacion, con tus millares de reglas convencionales, tu gazmoneria que corroe alma y cuerpo, tu inutil educacion de la infancia, tu asistencia a la iglesia en ropa dominguera, tu ansia antinatural por la limpieza y afiebradas luchas por comodidades que no traen consuelo al corazon, ?acaso no eres todo un error? Candelaria y aquel genial Juan Carrickfergus que huyo lejos de ti, me impelen a creerlo.?Ah, si!

Todos buscamos erradamente la felicidad. La tuvimos en un tiempo y fue nuestra, pero la despreciamos, pues solo era la antigua y comun felicidad que la Naturaleza brinda a todos sus hijos, y nos alejamos de ella y nos fuimos en busca de una felicidad mas grandiosa que algun sonador Bacon u otro- nos aseguro que hallariamos. Era solo necesario conquistar la Naturaleza, descubrir sus secretos, hacerla nuestra sumisa esclava, y entonces la tierra seria todo un Eden, cada hombre un Adan y cada mujer una Eva. Continuamos marchando adelante valerosamente conquistando la Naturaleza; pero,?ay!,?que tristes y cansados nos estamos poniendo! El antiguo gusto por la vida y la tranquilidad de animo han desaparecido, aun cuando, a veces, nos detenemos un momento en nuestra larga y penosa marcha para observar el afan con que algun artesano de rostro macilento busca el movimiento perpetuo, y soltamos, a costa suya, una seca e ironica carcajada.