XII

LOS MUCHACHOS EN EL MONTE

ANTES de abandonar la estancia del magistrado, habia resuelto volver a Montevideo por el camino mas corto y lo mas pronto posible; y montado en un caballo bien descansado, recorri buen trecho aquella manana. A mediodia, cuando me apee en una pulperia para dejar descansar mi caballo y tomar algun refresco, habia caminado alrededor de unas ocho leguas. La rapidez de esta marcha era, por supuesto, imprudente. pero es tan facil obtener un nuevo caballo en la Banda Oriental, que uno puede ir descuidado. Mi camino, aquella manana, me condujo por la parte oriental del distrito de Durazno, y quede encantado de la hermosura del campo, aunque el terreno estaba muy seco, y, en las partes altas, el pasto quemado por el sol habia tomado varios matices de cafe y amarillo.

Ahora, sin embargo, habian pasado los calores del verano, pues estabamos a fines de febrero; la temperatura, sin ser sofocante, estaba agradablemente templada, asi que el viajar a caballo era una delicia. Podria llenar paginas enteras con descripciones de algunos de los hermosos paisajes por los cuales atravese aquel dia, pero confieso tener una aversion invencible a esa clase de composicion.

Despues de expresarme tan francamente, espero que el lector no peleara conmigo por esta omision; por otra parte, el que guste de estas cosas y sepa cuan borrables son las impresiones que deja una descripcion verbal en la memoria, puede, si asi lo desea, navegar los mares y galopar alrededor del mundo y verlas con sus propios ojos. Sin embargo, no todo viajero de Inglaterra -me sonrojo al decirlo- puede familiarizarse con las costumbres caseras y el modo de pensar y hablar de un lejano pueblo. Pidaseme discurrir de hondas canadas, grandes alturas, lugares baldios, frondosos bosques o placido arroyuelo donde he bebido y he sido refrescado; pero todos estos lugares, lobregos o agradables, deben estar en el reino llamado el corazon.

Despues de obtener algunos informes del pulpero acerca del pais por el que debia atravesar, el cual me dijo que probablemente llegaria hasta el rio Yi antes de anochecer, continue mi camino. Como a las cuatro de la. tarde llegue a un extenso algarrobal del que ya me habia advertido el pulpero, y siguiendo su consejo, orille su lado oriental. Los arboles no eran grandes, pero el monte tenia cierto rustico atractivo lleno de melodiosa algarabia de las aves, que me incito a apearme y a descansar una hora bajo su amena sombra. Quitandole el freno a mi caballo, para permitirle pacer, me tendi sobre el pasto seco, bajo un grupo de umbrosos algarrobos, y durante media hora contemple la brillante luz del sol que atravesaba por entre el follaje sobre mi cabeza, y escuche el ruidoso chirrido de los pajaros que me rodeaban, curiosos, sin duda, por saber el objeto que me habia traido a su querencia. Entonces me puse a pensar en toda aquella gente con la cual me habia mezclado ultimamente; las figuras del iracundo magistrado y su rolliza esposa -?que plomo de mujer!- y de aquel picaro de siete suelas, Marcos Marco, cruzaron por mi mente para pronto desvanecerse, dejandome de nuevo cara a cara con aquel hermoso misterio…?Margarita! En la imaginacion estreche las manos para tomar las suyas, y la atraje hacia mi para mirar mas de cerca en sus ojos, interrogandoles vanamente respecto a su puro color zafirino.

Entonces me paso por el magin, o sone, que con dedos temblorosos de emocion habla destrenzado su hermosa cabellera, dejandola caer cual riquisima capa dorada sobre su pobre vestido, y le pregunte como habia logrado obtener tan resplandeciente prenda de vestir. Una sonrisa retozo en los serios y dulces labios de la muchacha… pero no respondieron. En seguida, parecio destacarse vagamente en la verde cortina del follaje un nebuloso semblante que, por encima del hombro de la hermosa Margarita, fijaba sus ojos tristemente en los mios.?Era la cara de Paquita!?Oh, mujercita linda, no permitas jamas que los celos turben la serenidad de tu animo! Has de saber que la practica mente sajona de tu marido solo esta cavilando en un problema puramente cientifico; que esta muchacha en extremo rubia tan solo me interesa porque la blancura de su tez parece trastornar todas las leyes fisiologicas. Estaba en ese momento a punto de quedarme dormido, cuando resono a corta distancia la estridente nota de una trompeta, seguida por fuertes gritos de diversas voces, que me hizo al instante ponerme de pie. Un estrepitoso griterio respondio de otra parte del monte, seguido por el mas profundo silencio. Luego, volvio a resonar la trompeta, alarmandome sobremanera. Mi primer impulso fue montar a caballo y escaparme; pero, recapacitando, conclui que estaria mas seguro quedandome escondido entre los arboles, puesto que al apartarme de ellos me verian los rebeldes, ladrones o lo que fueran. Poniendole el freno a mi caballo para estar pronto a escaparme, le conduje dentro de un tupido matorral y alli le ate. Continuo el silencio que habia caido sobre el monte, y por ultimo, no pudiendo soportar mas tiempo la incertidumbre, empece a caminar cautamente, revolver en mano, en la direccion de donde habian venido las voces.

Deslizandome silenciosamente por entre los arbustos y arboles donde mas tupidos crecian, llegue, por ultimo, a la vista de un claro de unos dos o trescientos metros de extension cubierto de pasto. ?Cual seria mi asombro al ver cerca de uno de sus bordes a un grupo de muchachos entre diez y quince anos de edad, de pie y enteramente inmoviles! Uno de ellos empunaba una trompeta, y todos llevaban un panuelo o pedazo de trapo colorado atado a la cabeza. De repente, mientras les aguaitaba, acurrucado entre el follaje, resono estruendosamente una trompeta del lado opuesto del claro, y otro grupo de muchachos, llevando panuelos blancos en la cabeza, se precipitaron por entre los arboles y avanzaron, dando estruendosos vivas y mueras, hacia el medio del terreno. De nuevo tocaron su trompeta los cabezas coloradas y salieron osadamente al encuentro de los recien llegados. Mientras las dos bandas se iban acercando una a otra, cada una encabezada por un muchachon que de rato en rato dirigiase a su sequito y con violento ademan les arengaba como para animarles, me asombro ver que, de repente, todos desenvainaron grandes facones como los que usan los gauchos y se arremetieron con extremada furia. Al momento se formo una confusa masa que luchaba desesperadamente y lanzaba los mas horripilantes gritos, brillando sus largos facones mientras los blandian a la luz del sol. Se atacaron con tal furia, que al poco rato todos los combatientes estaban tendidos en el suelo, salvo tres muchachos con distintivos colorados.

Entonces, uno de esos picaros sedientos de sangre tomo la trompeta y sono un trompetazo en senal de victoria, acompanado de los vivas y mueras de los otros dos. Mientras en esto se ocupaban, uno de los muchachos de panuelo blanco se puso trabajosamente de pie, y empunando un facon, acometio a los tres colorados con temeraria valentia. Si no hubiese quedado pasmado de asombro con lo que habia presenciado, habria corrido en el acto a socorrer al muchacho en su desesperada empresa; pero en un instante sus tres adversarios se le fueron encima y le derribaron al suelo.

Entonces, dos de ellos le sujetaron por los pies y los brazos, mientras que el tercero alzo su facon y estaba a punto de hundirlo en el pecho del prisionero que se esforzaba desesperadamente por escaparse, cuando dando un gritazo, me puse de pie y me precipite a ellos.

Inmediatamente se levantaron y huyeron, aterrorizados y gritando, hacia los arboles; entonces - ?mas maravilloso todavia!- los muchachos muertos… resucitaron, y levantandose, huyeron de mi, corriendo en pos de los demas. Esto me hizo detenerme, pero viendo que uno de ellos cojeaba penosamente tras sus companeros, eche a correr de repente y lo alcance antes de que llegase al abrigo de arboles. -?Ah, senor, por Dios, no me mate! -me suplico prorrumpiendo en lagrimas. -?No tengo ningun deseo de matarte, grandisimo pillo, pero mereces una buena tunda! - replique, pues, aunque muy aliviado por el giro que habian tomado las cosas, estaba sumamente fastidiado de haber pasado por todas esas terrorificas sensaciones sin haber para que. -?Solo estabamos jugando a los Blancos y Colorados!- imploro.

Entonces hice que se sentara y me contase de este juego tan extraordinario. Me dijo que ninguno de los muchachos vivia cerca; algunos venian desde algunas leguas a la redonda y habian escogido este sitio para sus juegos por su soledad, pues no querian ser descubiertos. El juego era un simulacro de combate entre Blancos y Colorados, con sus maniobras, sorpresas, escaramuzas y todo lo demas.

Por ultimo, me compadeci del joven patriota, pues se habia torcido un pie y apenas podia caminar, asi que le sostuve del brazo hasta que llegamos al lugar donde estaba escondido su caballo; entonces, habiendole ayudado a montar y dadole un cigarrillo que tuvo la desfachatez de pedirme, le dije alegremente "adios". Volvi atras a buscar m caballo, empezando a hacerme mucha gracia todo el asunto, pero…?el caballo habia desaparecido! Aquellos picaros de muchachos me lo habian robado para vengarse, supongo, por haberles interrumpido su juego; y para que no cupiese la menor duda al respecto, habian dejado dos pedacitos de trapo, uno blanco y otro colorado, prendidos de la rama donde habia atado las riendas de mi caballo. Ronde algun tiempo por el monte, y aun grite a toda voz, esperando inutilmente que aquellos malvados muchachos no fuesen a llevar las cosas hasta el extremo de dejarme sin caballo en e se paraje solitario. Pero no se veian ni oian en ninguna parte, y como hicierase tarde y tuviera un hambre y sed atroces, por ultimo resolvi ir en busca de alguna habitacion.

Al salir del monte encontre el contiguo llano cubierto de ganado que pacia tranquilamente. De haber procurado pasar por entre ellos, habria sido una muerte segura, pues este ganado medio cimarron siempre se venga en su senor, el hombre, cuando le encuentra a pie al raso. Mientras venian de la direccion del rio, paciendo lentamente y orilIando el monte, resolvi esperar que lo dejaran atras antes de abandonar mi escondite. Me, sente y trate de armarme de paciencia, pues las bestias no se apresuraban y continuaron pasando al lado del algarrobal a paso de tortuga. Eran como las seis de la tarde antes de que hubieran desaparecido los mas rezagados, y entonces me aventure a salir de entre los arboles, hambriento como un lobo y temiendo ser alcanzado por la noche antes de encontrar alguna habitacion. Me habria alejado unas diez cuadras del monte, y caminaba apresuradamente en direccion del Yi, cuando, al pasar por encima de una loma, me encontre de repente cara a cara con un toro que estaba tendido en el pasto, rumiando tranquilamente. Por desgracia, el bruto me vio al mismo tiempo y se levanto en el acto. Tendria, creo, unos tres o cuatro anos, y un toro de esa edad es aun mas peligroso que uno mayor, siendo igualmente feroz y mucho mas agil. No habia refugio de ninguna clase cerca, y sabia muy bien que el tratar de escapar corriendo solo aumentaria el peligro; asi que despues de observarle durante un momento, me hice el indiferente y segui caminando; pero el toro no iba a dejarse enganar de esa manera y empezo a seguirme. Entonces, por la primera, y -?Dios quiera!- la ultima vez en mi vida, me vi obligado a recurrir al sistema gaucho, y echandome en el suelo boca abajo, me quede ahi haciendome el muerto. Es un expediente detestable y peligroso, pero en las circunstancias era el unico que ofrecia alguna esperanza de escapar a una muerte sumamente horrorosa. En unos cuantos segundos oi su lerda pisada, y luego senti que el toro estaba olfateandome por todas partes.

Despues de eso, trato inutilmente de darme vuelta, supongo que para examinarme la cara. Fue horrible soportar sus cornadas y quedarme inmovil, pero al cabo de un rato se sosego un poco y se contento con vigilarme, olfateandome de vez en cuando la cabeza, y luego, dandose vuelta, olfateandome los talones. Probablemente su teoria, si es que tenia alguna, era que yo me habria desmayado de espanto al verle y que luego volveria en mi otra vez, pero no estaba bien seguro que parte del cuerpo daria las primeras senas de vida. Cada cinco o seis minutos parecia impacientarse y empezaba a patearme, lanzando broncos mugidos y salpicandome con espuma; por ultimo, como no mostrara la menor intencion de alejarse, recurri a una medida sumamente temeraria, pues mi situacion se iba haciendo cada momento mas y mas desesperada. Espere que el toro volviese la cabeza, entonces baje cautelosamente la mano hacia el revolver; pero antes de que alcanzara a retirarlo enteramente de su estuche, noto el movimiento y giro con rapidez, pateandome al mismo tiempo las piernas, En el momento preciso en que acercaba su cabeza a la mia, le dispare el revolver en la cara y la repentina explosion le espanto de tal manera que mostro los talones y arranco sin detener una sola vez su lerdo galope hasta que desaparecio en la distancia. Fue una gloriosa victoria, y aunque al principio apenas me mantuvieron las piernas, era tanto lo tieso y adolorido que me senti, que rei de contento y aun le dispare un balazo al toro mientras se alejaba en lontananza, acompanando el disparo con un agreste y jubiloso alarido triunfal.

Despues de eso, continue mi camino sin mas interrupciones, y si no hubiese sido por el hambre tan atroz que tenia y lo adolorido que estaba donde el toro me habia pisado y corneado, la caminata habria sido sumamente agradable, pues me iba acercando al rio Yi. El suelo se habia puesto humedo y verdoso y estaba sembrado de flores silvestres, muchas de ellas desconocidas para mi, y tan hermosas y olorosas eran, que en mi admiracion casi olvide el dolor. Se puso el sol sin que hubiese divisado ni un rancho siquiera. En el cielo, hacia el poniente, resplandecian los brillantes tintes del crepusculo; y de entre el largo pasto llegaba el triste y monotono chirrido de algun insecto de cantar nocturno. Pasaron volando hacia el mar, de vuelta de los parajes donde se alimentaban, bandadas de gaviotas copetudas, dando sus broncos y prolongados chillidos.?Que afortunadas y felices se veian volviendo con sus buches llenos a reposar en su querencia; mientras que yo, a pie y sin cenar, me arrastraba penosamente como una gaviota aliquebrada a la que las otras han dejado atras! Luego aparecio en el vasto firmamento hacia el poniente, brillando grande y luminosa, la estrella vespertina, heraldo de aquella obscuridad que tan rapidamente se acercaba; entonces yo, cansado, adolorido, hambriento, contrariado y abatido, me sente a meditar sobre mi desesperada situacion.