PROLOGO
LA TIERRA PURPUREA se publico por primera vez en el ano 1885. Al referirse Hudson a esta bellisima novela, en su prefacio a la edicion de 1904, dice: "Algunas noticias acerca del libro aparecieron en la prensa, una o dos de las mas serias revistas literarias, criticandolo -no favorablemente- bajo el encabezamiento de "Viajes y Geografia", pero el publico no quiso comprarlo, y muy pronto quedo enterrado en el olvido. Alla podria haber permanecido otros diecinueve anos, o para siempre, soliendo el sueno de un libro ser de aquellos de que no se despierta, a no ser que ciertos hombres de letras, hallandolo olvidado en un monton y a quienes gusto no obstante sus defectos -o quizas por tenerlos-, se interesaran por resucitarlo".
Yo jamas puedo pensar en mi mismo como hombre de letras; pero me precio de haber sido de aquellos que inf luyeron en Hudson para que publicara de nuevo su interesante y encantador idilio uruguayo.
Hudson prosigue: "Se nos dice con frecuencia que un autor jamas le pierde el afecto a su primer libro, y este sentimiento ha sido comparado mas de una vez al de un padre para con su primogenito". No se expreso -en letras de molde- ni en pro ni en contra de esta sentencia. Sin embargo, siempre me parecio, en las raras ocasiones en que hablamos de literatura -pues, por lo general, nuestra conversacion trataba de asuntos serios, como de caballos y sus marcas, o de los indios que ambos habiamos conocido en nuestras mocedades en la frontera-, que mostraba la parcialidad de un padre por LA TIERRA PURPUREA, la primicia de su genio. En el correr de los anos, puede haber adquirido mas maestria, aunque lo dudo, pues se lanzo al mundo de las letras, cual salio Minerva del cerebro de Jupiter, armada de punta en blanco; pero nunca escribio nada mas fresco, mas brillante ni mas espontaneo.
Conozco cada rio, paso y pago por donde atraveso el heroe de este relato, montado en su flojo y gordo mancarron, desde el punto de su partida hasta la vuelta, en lo que era para nosotros -Hudson y yo- todavia la Banda Oriental. En aquellos sencillos dias, el moderno y retumbante nombre de Republica Oriental del Uruguay era, por fortuna, desconocido.
LA TIERRA PURPUREA es la obra de un joven, con toda la lozania propia de la juventud; pero escrita con un entendimiento ya harto maduro. Aunque no corriera por sus venas, que yo sepa, ni una gota de sangre latina, su actitud con respecto a la mujer, segun se manifiesta en esta, su primera aventura novelesca, no tenia nada de anglosajon. Puede ser que habiendose criado entre los gauchos alla en Chascomus, se haya embebido en su contento materialismo, que tanto semeja al modo de ver pagano. Permitaseme decir, de paso, que su punto de vista era tan ajeno del galico como del anglosajon. Ni coloco a las mujeres de sus novelas sobre un pedestal, ni tampoco las considero como "le gibier", ambas de cuyas estimaciones, por cierto, deben serles a ellas repugnantes. Sin embargo, las mujeres debieron ocupar su pensamiento considerablemente, porque en sus novelas el mismo se vende. Es muy posible en la conversacion ocultar la que uno piensa, pero no en una composicion literaria; tarde o temprano se trasluce. - Aunque Hudson solia decir que las aventuras relatadas en LA TIERRA PURPUREA no eran suyas, de seguro que lo hubieran sido, al haberse hallado en iguales condiciones.
Las diversas damas, empezando por la amorosa jamona, mujer del viejo juez, hasta aquella hermosa y picara hechicera, quien con sus halagos consiguio que Ricardo la librara del rancho en que su marido la habia encerrado, todas ellas, sin excepcion, vieron en el acto la indole del viajero, asi como un bagual percibe inmediatamente si el hombre que se dispone a montarlo es un maturrango, o si va a poder tomar el estribo derecho antes que tenga tiempo de agacharse a corcovear. No todas las aventuras relatadas en el libro pasan en los campos de Cupido. El cuadro de aquella "colonia" de ingleses, bebedores y necios, pero bien humorados, esta pintado con mano maestra. He visto, en tiempos pasados, varias "colonias" semejantes.
Nadie ha dado en ingles, como Hudson, una interpretacion tan exacta del lenguaje usado en otro tiempo en la pampa. Dar los terminos que usa el gaucho al hab lar, es tan facil como le es a un rastreador arribeno seguir la rastrillada de un caballo despues de un aguacero. Dar la interpretacion de un modo de pensar, eso es otra cosa. Hudson lo ha hecho tan cabalmente, que si Martin Fierro, Juan Moreira o Aniceto el Gallo hubiesen sido dotados de vida, seguramente le habrian acogido como a compadre.
La manera lenta, cauta y sentenciosa del gaucho de aquellos dias, esta trazada como nadie que no haya nacido en la pampa podra haberlo hecho. Hudson lo lia conservado para siempre y, en cierto modo, mejor de lo que lo han hecho los escritores modernos en parligauchesco. Estos consideran al gaucho como nuestros escritores consideran- al paisano de la isla Arran o las islas Hebridas, o sea, como una supervivencia de otros tiempos. Para Hudson, los gauchos fueron sus inseparables y diarios companeros, y sus cuerdos dichos, tales como "Tuitos somos carne; es verda que algunos somos solo carne de perro y guena pa nada, pero a tuitos nos duele el golpe del rebenque, y ande cai, ay brota la sangre.", debio haberlos conocido desde el tiempo en que monto su primer petiso en la pampa. Solo Hernandez, en su inimitable Martin Fierro ha conservado tales joyas del habla gauchesca.
El Tio Vizcacha mismo no contiene nada mejor que "tal vez podria haber ido ante la justicia, que anda a tientas como un ciego en busca de algo ande no esta", "El carancho siempre hace presa a los enfermos y enclenques", "Nada jede pior que la pobreza", "No soy aficionao a andar rumbiando por ay como un borracho abrazando a estranos". Estos refranes, dichos o adagios - todo es Kif Kif como dicen los arabes- son dignos de ser colocados en el refranero del padre Sbarbi, o en el refranero que sin duda escribira algun dia un argentino, antes de que desaparezca hasta el recuerdo del gaucho y todos los moradores del campo anden en motocicleta.
Por todo el libro, que fue escrito aqui en este nuestro Londres, corre una vena de tristeza. Esta tristeza es, en parte, el patrimonio de todos los que nacen en grandes espacios, y, en parte, la melancolia del artista. Solo el que ha nacido artista, y Hudson fue de ellos si es que los hay tiene la verdadera profecia. El hombre de ciencia, arrastrandose como un topo, y andando a tientas hacia la luz por la oscurisima naturaleza, raramente ve mas alla de su tarea inmediata, El siglo XIX le ensalzo, pues era el prototipo de lo que tantos excelentes ciudadanos aspiraban a ser ellos mismos.
Parafraseando las chuscas palabras del rey Salomon, nos valemos del hombre de ciencia solo por necesidad, pero son las dotes naturales las que inspiran nuestra admiracion.
Habiendo sido Hudson de la Tierra Purpurea, en la persona de su viajero, un britanico britanizando, no es de extranar que hubiese vuelto de aquel viaje del espiritu, el sudamericano que, en verdad, era de nacimiento. El que creo Paquita, Dolores y compania, era casi compatriota de ellas, nacido, criado y formado, alma y cuerpo -pues tenia el hablar lento de los gauchos- en la pampa argentina.
Todo hispano-americano debiera leer, anotar y digerir mentalmente las paginas en que Hudson contrapone en la balanza la libertad de ‘un pais como el Uruguay, cuando el lo describe, a las ventajas que se derivan de un pueblo civilizado y bien ordenado. Por supuesto que, como Breno, el echa su facon en la balanza. Pero asi lo hacemos todos en cualquier argumento, si es que tenemos facones o espadas que echar.?Que podria ser mas intolerable que una perfecta justicia o un hombre absolutamente justo? Nada le era mas insoportable a Hudson que la idea de una Utopia, como siempre lo ha de ser a todo espiritu artistico. Es preferible la libertad del desierto a una sociedad en que no existe ni la insensatez ni el sufrimiento ni el crimen. Aun la aguja imantada no se dirige al verdadero norte, podria haber dicho Hudson con aquella seria sonrisa que solia iluminar todas sus facciones, como el vuelo de una linterna ilumina, por un breve instante, la oscuridad de la noche.
Luengos anos despues, cuando el recuerdo de la Banda Oriental, con sus purpureas flores, sus llanos y sierras, gauchos, rebanos y tropas, sus revoluciones, deguellas y el enamorar en solitarios ranchos debio haberse empanado en su memoria, se le rindio merecidisimo homenaje, y murio, si bien no estimado ni aun conocido por la chusma de ciegos lectores siempre sedientos de vulgaridades -pues siendo ellos necios, la simpatia les inclina a la necedad-, amado y aquilatado por los pocos. Escritores, artistas, escultores y musicos y toda aquella delicada gente cuya delicadeza es mas poderosa que la fuerza de los que no ven mas alla de sus narices, todos le apreciaron.
Ha pasado ahora a aquellas regiones -si es que las hay- donde puede conversar con todos los mas ilustres de su casta.
No les dira mucho cuando le feliciten por LA TIERRA PURPUREA, pues fue siempre de aquellos que preferian sacar los pies de los estribos antes de apearse a la tranquera.
ROBERTO B . CUNNINGHAME GRAHAM.