CAPÍTULO 28
Talfaglio permanecía inmóvil en el centro de la pantalla de la cabina de Han, un punto a justo tres años luz de distancia Eso quería decir que la luz que sus ojos estaban viendo había sido creada tres años antes, antes de que los Jedi se hubieran convertido en una especie en peligro de extinción y antes de que los yuuzhan vong hubieran lanzado una luna contra Chewbacca. Aunque pocas veces se permitía pensar en el pasado, Han habría dado su vida por viajar por esa luminosa línea naranja y seguirla hasta el día en que brotó de una estrella, para poder añadir otro ser a los miles de seres que salvó aquel día en Sernpidal. Ya no se culpaba ni culpaba a nadie por la muerte del wookiee, pero en el pasado había llegado hasta a desear que no se le hubiera ocurrido salvar a nadie. Sólo quería a su amigo de vuelta. Sólo quería una galaxia más segura para sus hijos de lo que lo había sido para él, una galaxia donde un hombre y su mujer pudieran acostarse cada noche razonablemente tranquilos, con la seguridad de que el mundo seguiría siendo el mismo cuando se levantaran.
Pero era demasiado pedir.
Leia, que se había acurrucado en el asiento del Halcón apto para el tamaño del wookiee, abrió los ojos y se sentó, de repente muy tensa. No había rastro de somnolencia ni confusión en sus movimientos. No había dormido, no de verdad, desde que el grupo de asalto de Anakin partió hacia Myrkr. Han tampoco lo había hecho. Ella se pasó los cinturones de seguridad por encima de los hombros, ajustándoselos.
Han activó una rutina para calentar los circuitos del Halcón.
—¿Qué pasa? ¿Has sentido algo procedente de Luke?
—No es de Luke —dijo Leia cerrando los ojos, mientras permanecía en contacto con sus hijos de una manera que Han nunca podría.
—Anakin y los gemelos. Están en medio de algo, algo muy peligroso. Creo que pronto nos llegará el momento de actuar.
Han comenzó a activarlos comunicadores. Luego recordó quién estaba al mando del armamento de la nave y miró por encima de su hombro. Tal y como esperaba, los noghri estaban de pie en la parte de atrás de la cabina.
—Poneos a los cañones, y decidle a C-3PO que se autodesactive —dijo Han—. Vamos a ayudar a Lando y los Caballeros Salvajes a cazar un yammosk, así que las cosas se pondrán divertidas cuando Corran nos mande hacia allá.
Los dos noghri asintieron con la cabeza y se retiraron caminando por el pasillo. Han los vio alejarse, un tanto nervioso por la mirada que sus ojos completamente negros reflejaban cuando un gran combate se aproximaba, pero en realidad agradecía que estuvieran allí. En los últimos quince años, los noghri le habían salvado la vida a Leia incontables veces, y rara vez la dejaban desprotegida. Era más de lo que se podía decir de él. Le costaba comprender lo que le pasaba desde la muerte de Chewbacca y por qué llorar la pérdida de su amigo tenía que implicar alejarse cada vez más de Leia y de los niños.
—Recuérdame que les dé las gracias —dijo.
—Ya lo has hecho —dijo Leia—, al menos una docena de veces.
Han le lanzó una media sonrisa.
—Sí, pero nunca dicen «de nada».
Leia rió por primera vez en muchos días. Casi al instante, la voz de Corran Horn sonó por el comunicador.
—Es hora de despertarse, amigos. Los sensores de largo alcance indican que la flota yuuzhan vong entra en el sistema de Talfaglio.
Leia alargó uno de sus brazos y activó el sistema de seguridad contra la despresurización del traje de Han.
—Tengo miedo, Han.
—Yo también —dijo Han alcanzando su visor—, pero ¿qué podemos hacer? Ya son adultos. Deben librar sus propias batallas.
* * *
Eclipse había conseguido pilotos para cincuenta de sus nuevos Ala-X XJ3 y la mitad de ellos eran Jedi. Otras dos docenas de Jedi pilotaban bombarderos y naves de apoyo. Luke debía estar muy nervioso, dado que estaba arriesgando la mitad de los Jedi de la galaxia y la mayoría de los Maestros en una única operación. Sin embargo, no era así. La Fuerza estaba con él de una manera que nunca había experimentado, como una presencia tan tangible que casi podía verla resplandecer contra aquel manto de terciopelo que eran las estrellas.
«No bajes la guardia, Skywalker».
La voz de Mara era tan clara en la mente de Luke que tardó un instante en darse cuenta de que no le había hablado a través del comunicador. Miró hacia su Ala-X, flotando tan cerca que sus alerones-s casi se tocaban. Quería decirle que no había nada de lo que preocuparse, que Ben no perdería a sus padres en el día de hoy, pero ese pensamiento podría haber implicado una visión del porvenir que evitaba tener. Si la Fuerza quería mostrarle el futuro, bien, y si no, sería mejor confiar en ello y afrontar lo que sucediese. Fuera lo que fuera, aquel ataque era lo correcto. Podía sentirlo.
«Y yo también», añadió Mara.
Luke alzó una ceja. A través de su vínculo, cada uno podía sentir lo que el otro sentía en ese mismo instante, y no era raro recibir pensamientos cortos y sin terminar de articular, pero aquello había sido algo nuevo. Las visiones de Luke apenas llegaban al nivel de la consciencia cuando Mara las sentía. Puede que la presencia de tantos Jedi tan poderosos hubiera concentrado a la Fuerza, reteniéndola de la misma forma en que una nube de gas puede llegar a formar una estrella.
—Más bien como una lente retiene la luz —dijo Mara—. Es el efecto de la presencia de tantos Jedi concentrados con un único fin.
—Esto significa algo —añadió Luke.
Seguidamente, formuló una pregunta bastante larga para comprobar los límites de su enlace mental, y cuando la respuesta fue una sensación de curiosidad, dijo:
—Me pregunto si los antiguos Concilios Jedi concentraban la Fuerza de esta manera.
—Les habría ayudado a verlo todo más claro, pero puede que también hubiera tenido sus inconvenientes.
Luke sintió un momento de vergüenza en la mente de su esposa, cosa que rara vez ocurría, cuando Mara pasó de la unión congénita que estaba experimentando a algo más físico. En ese momento se dio cuenta de que compartía con ella el deseo de que no hubiera nadie más al tanto de aquella conexión.
Y si lo había, que tuvieran el sentido común de no decirlo.
Los dos sonrieron, tanto interior como exteriormente. Luke miró su pantalla táctica y vio al enemigo entrando en el Sistema Talfaglio. Aquella aproximación deliberada, tal y como sospechaba, tenía menos que ver con el miedo a las minas espaciales y las emboscadas que con mostrar a las víctimas quiénes serían sus verdugos. Había cuatro análogos de crucero, un análogo de destructor, un portacoralitas y veinte fragatas. El portacoralitas podía llevar unos doscientos coralitas, y las cinco naves grandes también llevarían sus propios escuadrones.
«Ouch», pensó Mara.
Luke no estaba preocupado. Los Jedi estaban allí para romper el bloqueo y dar tiempo al convoy de refugiados para que escapara, no para destruir la flota entera. Sin embargo, había un aspecto de la misión que necesitaba un replanteamiento. Pensando en ello, Luke pidió a R2-D2 que abriera un canal.
—Aquí Granjero —su nombre en clave se lo había elegido Mara—. La operación «Salvar al pasaje» sigue en marcha, pero hay demasiadas fuerzas hostiles para realizar la maniobra yammosk. Repito, la maniobra yammosk es…
—Espera un momento, Granjero —dijo Corran.
Como coordinador de batalla de los Jedi, viajaba a bordo del carguero de los Caballeros Salvajes, usando un nuevo equipo subespacial para monitorizar los sensores de Talfaglio.
—Tenemos compañía saliendo del hiperespacio.
—¿Compañía? —dijo Luke sin que se le alterara el corazón, ya que no había nada en la Fuerza que indicara una emboscada—. ¿Quién?
—Un viejo Pícaro —dijo la voz de Wedge Antilles.
—Y un viejo rebelde.
Aunque aquella voz era muy familiar, Luke no la reconoció hasta que R2-D2 realizó un análisis y la identificó como la del general Garm Bel Iblis. Luke cambió su pantalla táctica para tener una vista del espacio cercano, y vio dos destructores estelares desconocidos. El transpondedor los identificó como el Mon Mothma y el Elegos A’Kla mientras se situaban en posición tras la flota. Cada uno iba acompañado de un crucero y dos fragatas. De ambas naves estaban despegando escuadrones de Ala-X XJ3 y Ala-E de la serie 4.
—¡Bienvenidos, caballeros! —les dijo Luke a modo de saludo—, pero si no les importa, debo preguntarles por…
—Digamos que nos hemos perdido —dijo Bel Iblis, cortándole.
—¿Tan cerca de Talfaglio? —dijo Mara, cuyos años de servicio a cargo de Palpatine le hacían desconfiar siempre de los regalos inesperados—. No lo creo.
—Un viejo empleado vuestro nos recomendó esta ruta —dijo Wedge.
Se refería a Talón Karrde, a veces rey del contrabando, broker de la información, y hasta ocasional agente de Inteligencia. Cuando se hablaba con él, nadie sabía exactamente con qué Talón Karrde estaba tratando.
—Pensó que por aquí tendríamos oportunidad de probar algunas armas nuevas.
—Es posible.
Luke no se preocupó en preguntar cómo sabía Karrde el momento y el emplazamiento de aquella operación. Karrde siempre protegía sus fuentes.
—Control os pondrá al día de la misión.
—Ya lo hizo Karrde —dijo Bel Iblis—. Pensamos en dejarte empezar para luego asentarnos a ambos lados de la vía de escape. Habríamos asumido el liderazgo, pero no sabemos muy bien cómo van a funcionar las novedades que vamos a emplear.
—Y ésta es una operación Jedi —acabó Luke, leyendo entre líneas. Parecía que alguien intentaba mejorar su imagen en los videonoticieros—. Gracias.
—Quisiéramos desplegar un escuadrón para apoyar a los Caballeros Salvajes en esta misión… ¿Te parece bien el Escuadrón Pícaro? —dijo Wedge—. Queremos sacarlos del dique seco.
A pesar de que el enlace de Luke con su hermana Leia no era tan fuerte como el que tenía con Mara, fue lo bastante potente como para hacerle llegar sus sospechas. Todo aquello empezaba a apestar a influencia de Borsk Fey’lya, lo cual hizo aflorar inmediatamente la pregunta de qué sería lo que querría a cambio y, sobre todo; con quién más habría hablado de aquella misión. Lo que era una simple batalla empezaba a complicarse más de lo debido, pero la oferta de Wedge era demasiado generosa para rechazarla.
—Susurros, ¿tú que dices?
—¿Qué mas da? —dijo Saba—. Será un honor cazar junto al coronel Darklighter.
—Vosotros dos ocuparos de los detalles —dijo Luke—. Todos los demás, haced una doble comprobación de las coordenadas de salto y disparad sobre cualquier cosa que parezca una roca. Estamos preparados, Control.
—Envió las coordenadas de las rutas de escape de Talfaglio —dijo Corran.
—Escuadrón Doce, salten a mi señal. Tres, dos, salto.
La Docena de Kyp salió disparada hacia delante con un destello azul, para luego desaparecer en el hiperespacio. Luke cambió su pantalla táctica de nuevo a una imagen del sistema de Talfaglio para comprobar, un minuto más tarde, que el escuadrón aparecía en el sistema, avanzando sobre los puntos amarillos que marcaban a las tropas yuuzhan vong que retenía en órbita a la flota de refugiados.
En la parte más alejada del sistema, la flota enemiga empezó a desplegarse en formación de ataque, para luego acelerar, sin duda para realizar un microsalto en el hiperespacio hasta el planeta. La atracción gravitatoria de Talfaglio les impediría saltar directamente en la batalla, pero Luke sabía que Corran tendría que calcular con cuidador la llegada de su propia flota.
Como la Docena salió cerca de la zona de bloqueo, Kyp llevó a su escuadrón en un ángulo preciso respecto al crucero ligero. Media docena de corbetas enemigas abandonaron el bloqueo para defender a la nave más grande, mientras varias lenguas de plasma trazaban arcos desde el crucero. La Docena se unió para ser una única señal en la pantalla táctica, y siguió adelante, subiendo y bajando como uno solo, mientras los pilotos cambiaban de formación moviéndose unos delante de los otros manteniendo siempre un buen par de escudos intactos encarados hacia el enemigo.
El escuadrón de Kyp disparaba ráfagas de láser azul sobre el carguero ligero. Más corbetas enemigas aceleraron para atacar a la Docena, abandonado así su puesto en el bloqueo. Por ahora la cosa iba bien. Los yuuzhan vong parecían creer que sólo era otro intento desesperado de salvar a los refugiados.
Dos torpedos de protones brillaron al alejarse de la Docena para luego desvanecerse al chocar contra el sistema de escudos del crucero. Le siguió otro intercambio de ráfagas de láser y disparos de plasma, y una inesperada oleada de electricidad estática cuando la bomba sombra de los Jedi hizo explosión. Básicamente, la variante respecto a la táctica que Kyp solía utilizar contra los escudos del enemigo consistía en usar bombas sombra, que no eran sino torpedos de protones a los que se les había sustraído el propelente para luego armarlos con baradio. Iban provistos de detectores de proximidad que los hacían estallar a la distancia adecuada y eran guiados usando la Fuerza. Aquellas armas eran mucho más poderosas que los torpedos normales, difíciles de detectar en el fragor de la batalla y uno de los nuevos trucos del arsenal Jedi.
El escuadrón de Kyp terminó con el crucero usando un par de torpedos de protones estándar, y emergió de entre los restos para girar alrededor como si preparase la vía de escape. Un río continuo de naves de refugiados empezó a abandonar la órbita para dirigirse a toda velocidad al punto de salida. El bloqueo no tardó en desmoronarse, a medida que las naves yuuzhan vong respondían al ataque.
—Control, es el momento de esgrimir el martillo —dijo Luke.
—De acuerdo, Granjero —parecía como si Corran se encogiera de vergüenza cada vez que decía aquel nombre en clave—. La nueva fuerza de ataque de la República, los Conmocionadores, y los Sables saltarán a mi orden a las coordenadas preestablecidas.
El Escuadrón Sable era el escuadrón personal de Luke. Estaba compuesto por él mismo, Mara, siete veteranos que no eran Jedi y media docena de nuevos pilotos Jedi en entrenamiento. Su tarea era realizar vuelos de cobertura mientras los Conmocionadores, con más experiencia, atacaban la flota de asalto.
—Tres, dos, salto.
Luke apretó a fondo su acelerador y vio cómo las estrellas se convertían en estrechas líneas.
—Ten cuidado, niño —dijo Han por el comunicador—. Acabamos de criar a tres Jedi. No queremos tener que cargar con otro.
—Han, eso, eso…
El punto naranja que era Talfaglio se desvaneció en la bruma incolora del hiperespacio, y la protesta de Leia quedó muda tras el salto. Luke estaba seguro de que Mara ya iba a su lado, haciendo comprobaciones de última hora para mantener los circuitos calientes y con toda la atención centrada en la batalla. No había tiempo de discutir lo inteligente que había sido acudir a la batalla juntos. Formaban equipo como Han y Leia nunca podrían, y ya se habían demostrado multitud de veces que sus posibilidades de supervivencia aumentaban estando el otro presente.
La niebla del hiperespacio se disolvió formando estrellas y Talfaglio apareció justo al otro lado de la cabina de Luke, en semiplenilunio, colgando junto al brillante disco rojo del sol del sistema. A pesar de que la flotilla había saltado todo lo cerca posible del campo gravitacional del planeta, la batalla seguía enmarcada por una fina telaraña de disparos láser y ráfagas de plasma brillando en la oscuridad entre ellos y el planeta. La flota enemiga seguía sin ser visible a simple vista, pero Luke la encontró rápidamente en su pantalla táctica. Ya había realizado su microsalto y estaba situada al otro lado del bloqueo, justo en dirección opuesta a la flotilla Jedi, virando hacia la vía de escape.
Rigard Matl dirigía a sus Conmocionadores hacia el bloqueo casi a velocidad luz, una de sus tácticas de ataque favoritas y que había otorgado al escuadrón su nombre. Los Sables alcanzaron la velocidad justa para asumir su posición de apoyo. La pantalla táctica mostraba a los destructores estelares de la Nueva República desacelerando junto a la vía de escape y colocándose en dos posiciones, cada uno acompañado por una escolta de una fragata y dos escuadrones de cazas de corto alcance. El resto de la flotilla se dirigía hacia Talfaglio detrás del Escuadrón Sable.
En la cabina de Luke, aquella pequeña telaraña se convirtió en bolas de plasma del tamaño de una luna y enjambres de disparos láser. Las naves del bloqueo seguían centrándose en la Docena de Kyp, disparándoles desde todas direcciones. La Docena retrocedió y avanzó dentro de su esfera de acción, compartiendo escudos y reservándose el potencial de fuego para los grutchins y los proyectiles de magma. Tan sólo había nueve Ala-X visibles, pero cuando Luke extendió sus sentidos a través de la Fuerza, sintió que los tres pilotos que no veía estaban dispersos por el campo de batalla solos, asustados y con los trajes de vacío puestos. Hizo que R2-D2 mandara un mensaje al equipo de rescate e intentó no pensar en lo que pasaría si se interponían en la trayectoria de un disparo de plasma o en la estela de una nave.
Las naves del bloqueo más cercanas salieron en estampida para enfrentarse a los Conmocionadores, mientras éstos lanzaban una andanada de torpedos de protones sin reducir su avance. Dos corbetas enemigas se partieron en dos cuando sus escudos fallaron en detener a los torpedos, ocho más empezaron a liberar al vacío cuerpos y atmósfera cuando los detectores de proximidad hicieron detonar las cargas junto a su casco. Luego los Conmocionadores pasaron de largo junto a la Docena de Kyp para dirigirse hacia el lado opuesto del bloqueo que se desmoronaba.
Luke dirigió a su escuadrón a través del hueco dejado por los Conmocionadores. No malgastarían energía aumentando los compensadores de inercia. Los dovin basal eran lo bastante poderosos como para hacer trizas sus escudos. Cuando un par de corbetas se acercó a toda velocidad para detener su avance, demasiado deprisa para poner los alerones-s en formación de ataque, Luke soltó una bomba sombra y utilizó la Fuerza para conducirla hasta la segunda nave. No hubo necesidad de asignarle la primera a Mara. Sabía que seguiría la misma táctica. Un instante después, dos detonaciones simultáneas de protones partían en dos la espina dorsal de ambas naves.
«Uahu», pensó Mara.
El dovin basal de una corbeta acabó con los escudos de Luke. Un montón de señales y avisos de alarma sonaron y llenaron la cabina. Mara deslizó su caza sobre la nave de Luke para protegerlo justo en el momento en que R2-D2 activaba la energía de emergencia. El tercer miembro de su trío de escudos, el joven Tam Azur-Jamin, desintegró a un atacante con su propia bomba sombra.
—Gracias, Silencioso —dijo Luke por el comunicador.
Tam respondió con un clic de su comunicador, una efusiva respuesta para proceder de aquel reticente Jedi.
Justo entonces cruzaron la zona donde Kyp había quedado «atrapado». Docenas de naves de refugiados salían como podían por esa vía. En su prisa por escapar eran lo suficientemente osados como para meterse en medio de la batalla. Sin abandonar su velocidad parcialmente lumínica, los Sables pasaron junto a un trío de Ala-X.
La entusiasmada voz de Kyp Durron sonó a través de la red táctica:
—¡Voy contigo, Granjero!
—Negativo, Cazador de Cabelleras —dijo Luke. Si Kyp sabía que había perdido tres pilotos no parecía demostrarlo—. Ya has perdido a tres. Quédate aquí y cubre a los refugiados.
—¿Cubrirlos? Pero si somos los que más experiencia tenemos.
—Cazador de Cabelleras —dijo Luke con una voz férrea—. Tienes tus órdenes.
Se hizo un momento de silencio.
—Recibido.
El resentimiento de Kyp quedó flotando en la Fuerza como el hedor que queda en el aire tras una quemadura por disparo láser. Luke estaba algo preocupado por aquellas continuas muestras de falta de compasión. Si algún día Kyp se…
«Skywalker —el pensamiento de Mara fue como un grito en el interior de la cabeza de Luke—. ¿Qué tal si nos centramos en la batalla?».
«Perdón».
Algo en el interior de Luke le dijo que tenía que soltar tres bombas sombra y así lo hizo. Se estaba dejando llevar completamente por la Fuerza. La batalla parecía transcurrir a cámara lenta. Un trío de corbetas negras surgió de diferentes ángulos, llenando el espacio con proyectiles de magma y grutchins. Luke siguió volando directamente hacia su objetivo y sintió que la duda y la preocupación surgían en la mente de Mara. Luego esa preocupación cambió a un pensamiento de aprobación cuando desvió con la Fuerza uno de los proyectiles de magma para hacerle chocar contra un grutchin.
De repente, Luke sintió la súbita necesidad de tener más protección en la parte frontal y pidió a R2-D2 que pasara delante toda la energía de los escudos. Una pequeña motita roja surgió del morro de la corbeta más cercana y, a la velocidad de aproximación que iba el escuadrón, se convirtió casi instantáneamente en una bola de plasma. Viendo que tenía el campo de visión bloqueado, Luke cerró los ojos y llegó al resto del escuadrón usando la percepción de sus hombres para conducir las bombas sombra hasta su objetivo. Unos segundos después, vio el cegador resplandor de la detonación a través de los ojos de los demás, y sintió cómo su Ala-X sufría un empellón cuando la bola de plasma del enemigo impactó sobre sus escudos delanteros.
Una oleada de temor le llegó desde el corazón de Mara, para dar luego paso casi instantáneamente a una afilada sensación de reproche.
«¡La próxima vez esquívala!».
R2-D2 dio la alarma a través de un silbido y apagó el sobrecargado generador de escudos para iniciar una refrigeración de emergencia. Luke se situó entre Mara y Tam, más por la tranquilidad mental de su mujer que por la suya propia. Tal y como se sentía hoy, podría haber seguido incluso sin escudos. Pasaron junto a un grupo de corbetas a la deriva —Luke no era el único de su escuadrón que estaba abriendo hueco—, y atravesaron el bloqueo siguiendo a los Conmocionadores.
La flota de asalto enemiga desplazó sus fragatas hacia delante para crear una línea defensiva, pero siguió manteniendo a sus coralitas en retaguardia, decidida a llegar a la brecha por la que escapaban los refugiados en vez de detenerse a luchar. Luke llevó la batalla al enemigo, con ocho escuadrones de cazas de la Nueva República, dos cruceros y un par de fragatas tras él, pidiendo fuego de apoyo a distancia.
Los cruceros y fragatas de la Nueva República llenaron la oscuridad de ráfagas de turboláser. El enemigo respondió al ataque con bolas de plasma y proyectiles de magma. Los escuadrones Jedi siguieron su avance, confiando en su habilidad de pilotaje, su sentido del peligro y su control de los escudos para abrirse camino a través de aquel amenazador revoltijo de naves. Un par de Conmocionadores dieron media vuelta al sufrir daños graves. Uno de los pilotos de Luke perdió un alerón-s por un grutchin y saltó al caer su nave fuera de control. Aun así, los Conmocionadores atravesaron la línea defensiva de las fragatas.
El Ala-X de Rigard Matl se desvaneció en una bola de fuego.
La formación de los Conmocionadores se disgregó en un confuso enjambre de estelas de iones mientras los confundidos pilotos contemplaban la muerte de su veterano líder. Luke buscó con la Fuerza en la bola de fuego, experimentando un momento de insoportable picazón, para luego sentir una extraña sensación de calma. Se concentró en esa calma lo bastante para confirmar lo que había creído. Rigard había sobrevivido al ataque y había saltado.
Antes de que Luke pudiera dar la buena noticia, la voz envuelta en estática de Rigard crujió a través del canal de emergencia:
—¡Aguantad, Conmocionadores! —dijo dolorido, pero con confianza—. Estáis avergonzando…
Su voz se perdió en un chisporroteo cuando el escuadrón salió del alcance del sistema de comunicaciones de su traje. Aun así, los reprendidos Conmocionadores formaron sus grupos de tríos de escudos y siguieron adelante. La Fuerza estaba en verdad con ellos aquel día. Hasta el momento, los Jedi no habían perdido a nadie.
Ya tenían delante el corazón de la flota yuuzhan vong: media docena de guijarros de coral yorik brillando a la luz del sol escarlata del Sistema Talfaglio. El portacoralitas y uno de los cruceros se situaron tras el destructor, mientras otras tres naves abandonaban la formación para desplegar sus escuadrones de coralitas. Luke hizo que R2-D2 enviara las coordenadas del crucero a los destructores estelares para que se lo retransmitieran a Saba, y abrió un canal para comunicarse con Sables y Conmocionadores.
—Olvidad a los coralitas, poned los compensadores de inercia al máximo y atravesad su campo todo lo deprisa que podáis. Lo que queremos es el portacoralitas —de todas las naves de la flota asaltante, el portacoralitas era la más peligrosa para el convoy de refugiados y para sus amigos de la Nueva República—. Que parezca que vamos a por el crucero de la izquierda y luego disparad todo lo que podáis contra el verdadero objetivo en cuanto lo tengáis a tiro.
Cuando ambos escuadrones dieron por recibido el plan de ataque, los cruceros ya se habían acercado lo bastante para verse como bloques de coral negro del tamaño de un brazo. Pronto los disparos de plasma pasaron rozándoles o impactaban en los escudos de los Ala-X, mientras los pequeños puntos, que eran los primeros coralitas que salían al espacio, brillaban entre los resplandores de la batalla.
—Dividios en tríos —ordenó Luke—. Haced todo lo posible por mantener los escudos intactos.
El primer grupo de coralitas se puso a tiro escupiendo plasma contra los escudos. Un par de ellos se desintegró al atravesar la línea de tiro de su propio crucero, y entonces los Ala-X superaron la primera oleada y, al seguir yendo casi a velocidad luz, demasiado rápido para que los coralitas pudieran girar y perseguirlos. Los Conmocionadores se movieron hacia el crucero de la izquierda. El capitán yuuzhan vong hizo que su nave trazara una curva muy cerrada, buscando desesperadamente mostrar el flanco para disponer del máximo número de escudos y de la mayor potencia de fuego posible.
R2-D2 informó a Luke que habían llegado al alcance máximo de los torpedos de protones respecto al portacoralitas, pero que el destructor se interponía entre ellos y el objetivo. Las baterías del costado de la nave abrieron sus compuertas, llenando la oscuridad con nubes de energía blanca y espirales de fuego.
—¡Todos los tríos, romped formación!
Luke giró hacia la derecha, miró su pantalla táctica y vio que el destructor seguía cubriendo al portacoralitas, y que éste se dirigía hacia la vía de escape.
Luke apretó los dientes, frustrado, y seguidamente sintió cómo el brote de una idea florecía en la cabeza de Mara.
«Buena idea, mamá».
—Todos los pilotos, apunten al crucero —dijo Mara—. Disparad todos los torpedos de protones y poneos a salvo. Luke está conmigo. Repito, el objetivo principal es el crucero, disparen todos los torpedos de protones.
En el instante de vacilación que siguió a la orden de Mara, un grutchin se agarró a un Ala-X de los Conmocionadores y empezó a comerle un ala. El veterano piloto abrió la cabina, saltó y, un momento después, el caza estelar explotó.
—¡Ahora! —gritó Mara.
Las estelas azules de los retropropulsores se cruzaron frente al crucero mientras docenas de torpedos impactaban en el blanco. Una hilera de singularidades apareció por todo el flanco de la nave y comenzó a devorar los proyectiles, pero resultaba muy evidente que sus defensas serían ampliamente superadas.
Una larga estela de lo que parecía ser fuego blanco apareció tras uno de los motores de Mara, y su Ala-X salió de la batalla, sin rumbo, trazando espirales en el espacio. Luke la siguió, experimentado un momento de pura preocupación, hasta que sintió que ella utilizaba la Fuerza y comprendió lo que estaba haciendo.
«Qué buen truco —dijo Tam esta vez, en lugar de Luke, manteniendo aún la formación de trío—. ¿Lo aprendiste de Izal?».
«Sí —contestó Mara. Estaba un tanto agitada, según sintió Luke, por la idea de que Tam también pudiera compartir sus pensamientos—. ¿Desde cuándo tienes puesta la oreja?».
Tam respondió con el equivalente mental a encogerse de hombros.
«No ha sido a propósito».
El Jedi Daye Azur-Jamin, joven navegante reconvertido en piloto de caza y padre de Duro, había desaparecido un año antes en Nal Hutta, y desde entonces Tam tenía problemas para apartar de su cabeza los pensamientos de los demás.
«Estabais… GRITANDO».
La conversación duró lo justo para que la salva de torpedos de protones procedente de los dos escuadrones impactara en el crucero y detonara. Una brillante luz azul iluminó todo el cielo arriba y detrás del trío, momento en que la pantalla táctica de Luke bailó con estática y R2-D2 tuvo que combatir el pulso electromagnético.
El resplandor de Fuerza que brotaba de los motores de Mara formó una especie de bola brillante que envolvió a los tres Ala-X.
—Bueno, chicos, apagad vuestros motores sublumínicos.
Luke ya estaba pulsando el interruptor, cuando oyó un alarmante silbido de R2-D2.
—No te preocupes, Erredós —dijo dándole al conmutador—, es parte del plan de Mara.
R2-D2 silbó de nuevo con cierta reticencia. Luke leyó la trascripción.
—Claro que no sabes nada de un plan —le explicó—. No me lo ha contado por el sistema de comunicaciones.
R2-D2 trinó con tono de duda.
—Confía en mí, Erredós, tenemos un plan.
—Es el momento de actuar —dijo Mara por el sistema de comunicación—. Seguidme.
Luke sintió como Mara concentraba la Fuerza, y vio cómo su Ala-X salía lentamente de la bola de luz. Desplazó su nave tras la de ella y miró hacia atrás para ver que Tam hacía lo mismo. A continuación, Mara dejó que la esfera de luz se disolviera.
Luke miró hacia arriba y vio que estaban a menos de mil metros debajo del portacoralitas. Un escuadrón completo de coralitas colgaba todavía de uno de sus quince brazos, y el enorme análogo a destructor seguía delante de él, sin prestarles ninguna atención.
Luke comenzó a felicitar a Mara por su plan, pero ella lo interrumpió bruscamente.
—¿Qué esperabas, Skywalker? El subterfugio es mi especialidad.
R2-D2 trinó de nuevo con urgencia, mostrando un aviso que advertía de la presencia de sensores no ópticos.
—Sé que aún pueden detectarnos —contestó Luke—, pero estarán muy confusos durante un segundo, y un segundo es todo lo que necesitamos.
Mara soltó las bombas sombra y luego usó la Fuerza para guiarlas a través del espacio hasta el corazón de la monstruosa nave. Tam la seguía de cerca. Luke aún estaba soltando las suyas cuando se produjo la primera explosión en la parte central del portacoralitas.
* * *
Danni se incorporó en la red antimpacto intentando que el desayuno permaneciera donde debía, mientras se preguntaba si la decisión de ir en aquel bombardero había sido buena o mala idea.
Wonetun pensaba que aquella cosa volaría tan bien como los nuevos Ala-X del escuadrón, gracias a todas las soldaduras que habían realizado en cada junta los droides de mantenimiento de Eclipse, además de la revisión estructural que habían hecho los técnicos espaciales, por lo que insistió en mantener el compensador de inercia por debajo del 92%. El brubb realizó un giro acelerado tan cerrado que a Danni se le agolpó la sangre en la yema de los dedos. Tuvo que apretar los ojos para que siguieran en sus cuencas.
Definitivamente, había sido una mala idea.
Un resplandor distante brilló más allá de la cabina. Danni miró en aquella dirección y vio las esferas blancas de tres detonaciones de protones parpadeando hasta desaparecer en la nada. Los Caballeros Salvajes emergieron del hiperespacio bastante por encima del plano orbital de Talfaglio, girando para situarse en posición invertida, lo que les daba la sensación de «bajar» a la batalla. Otra explosión de protones iluminó la oscuridad y desintegró la parte central del portacoralitas. Los brazos de la nave salieron proyectados hacia el espacio, mientras multitud de coralitas volaban desperdigados sin control en todas direcciones.
—Ah, el Maestro Skywalker dizfruta de su cacería.
Saba activó la retícula de objetivos y la desplazó por la ventana de transpariacero hasta la estela de un crucero yuuzhan vong visible tras los restos.
—Ahí está, Dan. Mira a ver si es el que estamos buscando.
Dan enlazó sus sensores con la retícula. Una docena de flechas gravitatorias aparecieron de repente y empezaron a bailar alrededor de las marcas enemigas.
—Afirmativo —contestó ella—. Esa nave tiene un yammosk.
—No por mucho tiempo —dijo Saba siseando con furia, para luego transmitir las coordenadas a los Pícaros y al resto de los Caballeros Salvajes.
—Ahí eztá nueztro objetivo. Cuidado con su amigo el grandullón.
Un destructor enemigo se había situado al lado del crucero del yammosk, disparando una andanada continua de plasma y proyectiles de magma contra la flotilla de la Nueva República que le bloqueaba el paso hacia la ruta de escape. Afortunadamente, el Mon Mothma y el Elegos A’Kla tuvieron pocos problemas en atravesar el bloqueo yuuzhan vong, y ya se acercaban a toda velocidad para apoyar a las fuerzas de la Nueva República.
Un remolino de gráficos de datos saltaron ante los ojos de Danni en su holopantalla.
—Nos han visto.
Tres bultos con forma de semilla de coral yorik salieron del crucero enemigo y giraron para enfrentarse a ellos, mientras sus nodulos de armamento empezaban a escupir plasma y proyectiles de magma. Danni se sintió como si volaran directos hacia una estrella.
Wonetun hizo que el bombardero realizara una osada maniobra siguiendo el movimiento de un sacacorchos, y siguió al resto del escuadrón al combate, mientras Izal Waz abría fuego con su cuadriláser pesado. Danni se agarró a los brazos del asiento, intentando evitar que los bruscos volantazos de Wonetun la estamparan contra la red antímpacto. Las flechas gravitacionales de su holopantalla se volvieron locas.
—Preparad los miziles de impacto y los señuelos.
—Listos.
La respuesta procedía tanto del Halcón Milenario de Han Solo como del Dama Fortuna de Lando Calrissian, que en ese momento volaban justo encima y debajo del bombardero.
—Ala-X, preparen todos los torpedoz —dijo Saba—. El objetivo es el crucero, ignoren a los coralitaz.
—Caballeros Salvajes preparados —dijo Drif Lij por el comunicador.
Aquella comunicación era más para los Pícaros que para Saba. Estando la Fuerza tan presente en el día de hoy, los Caballeros Salvajes podían sentir todo lo que hacían sus compañeros pilotos. Los Pícaros debían valerse de medios más convencionales.
—Pícaros preparados —confirmó Gavin Darklighter.
La voz de Luke Skywalker sonó por la red táctica:
—Los Conmocionadores y los Sables se están reagrupando tras el crucero. Nos hemos quedado sin torpedos, pero serviremos de molestia cuando el destructor comience a soltar coralitas.
—Graciaz, Granjero.
Todos los gráficos de datos de Danni bajaron hasta la cota cero.
—El yammosk se ha parado.
Vio que el crucero empezaba a virar para orientar su flanco hacia las naves que estaban saltando desde arriba. ¿Cómo podría tener en aquella parte aún más armas de las que tenía en la parte superior? Era imposible.
—Algo está pasando.
—Sí, el destructor está desacelerando y soltando coralitas —dijo Wonetun.
—Los hemos convencido para que se queden a luchar —dijo Saba abriendo un canal de comunicaciones con la red táctica—. Aquí Susurros.
—No, no es eso —dijo Danni, interrumpiéndola. Cerró los ojos, usando la técnica de concentración Jedi para ayudarle a ver los gráficos, para comprender cómo encajaban. Estaban demasiado cerca de Talfaglio como para realizar un microsalto, y con dos destructores estelares desplazándose para apoyar a la Nueva República, el yammosk tenía que darse cuenta de que cualquier esperanza de salir de allí hacia la vía de escape era imposible. Finalmente, habló por la red táctica—. Están preparándose para realizar un microsalto y alejarse de la batalla.
Saba giró uno de sus reptilianos ojos hacia Danni.
—Los yuuzhan vong nunca huyen.
La voz preocupada de Corran Horn sonó a través de la red táctica.
—A todas las unidades, rompan filas —ordenó.
El Hombre Alegre estaba en un plano orbital superior, usando los sensores de largo alcance para monitorizar y coordinar la batalla.
—Intentan arrastraros con ellos. Danos un minuto, Control —dijo Wedge Antilles—. Hay algo que me gustaría intentar. Susurros, por favor, haz que tu escuadrón lance sus proyectiles.
A Saba no le hizo falta que se lo dijeran dos veces. Dio la orden e inmediatamente los brillantes círculos de veinte estelas propulsoras surgieron hacia su objetivo, multiplicadas tantas veces como señuelos fueron lanzados.
El crucero terminó el viraje y empezó a acelerar, mientras los gráficos de datos de Danni llegaban al pico más alto y los indicadores gravitatorias volaban hasta la flotilla de la Nueva República. Todo el equipo vibró y chisporroteó para luego desprender un hilacho de humo espeso y acre, antes de apagarse completamente. Danni pulsó con fuerza la desconexión manual de potencia, aunque el olor le decía que los circuitos se habían quemado y ya era tarde para salvar las placas de proceso, así que se giró para contestar la pregunta que intuyó que le haría Saba:
—Sobrecarga de gravedad, algo lo ha quemado.
—Ezo parece.
Saba curvó sus redondos labios y siseó. Luego volvió a mirar hacia delante. Con Wonetun yendo girando de un lado para otro, el crucero enemigo saltaba atrás y adelante en la pantalla. Había dejado de disparar, y parecía pivotar sobre su eje.
La primera salva de misiles les pasó de largo, con sus estelas de iones trazando una curva cerrada mientras sus sistemas de guía intentaban ajustar el rumbo.
Danni pensó que sería alguna extraña táctica evasiva de los yuuzhan vong, hasta que la segunda andanada no encontró resistencia e impactó en el casco.
—¡Desarmad los proyectiles! —gritó Danni. Miró la pantalla táctica de Saba y vio que el destructor también empezaba a dar vueltas sin control—. ¡Desarmadlos ya! ¡Vamos a desintegrar nuestro yammosk!
—Será mejor que tengas razón —dijo Saba, transmitiendo el código de desactivación—, o ésta se comerá tu brazo.
Danni no tuvo la impresión de que la barabel estuviese exagerando.
—La tengo.
El crucero se partió en tres trozos y empezó a expulsar cuerpos al espacio. La siguiente oleada de misiles trazó una curva e impactó en el casco, pero no explotó, así que Danni se atrevió a respirar de nuevo y abrió un canal con el Mon Mothma.
—General Antilles, ¿no era una de sus naves un clase Interdictor?
—Esa información es clasificada —recibió como respuesta—, pero podría usted suponer que sí, que estamos esperando a que hagan ese microsalto.
Mientras el general Antilles respondía, la flotilla de la Nueva República empezó a castigar la indefensa nave con sus turboláseres, suavizando un poco el ataque justo antes de intentar realizar un abordaje. Luke, Mara y los demás Ala-X de Eclipse se apartaron de las explosiones y se dirigieron a ayudar a escoltar al convoy de refugiados a dejar a el sistema.
Con su objetivo tan indefenso como el destructor enemigo, Wonetun empezó a volar en línea recta, mientras Han, Leia, Lando y Tendrá volaban a su lado en el Halcón y el Dama.
Saba se volvió en su silla para encararse a Danni.
—Ahora ¿podemos saber por qué ha explotado tu equipo?
Danni asintió. La tecnología de interdicción no era ninguna novedad; los imperiales la habían utilizado durante la Rebelión para proyectar pozos de gravedad artificiales y así evitar que las flotas rebeldes huyeran al hiperespacio. Lo novedoso era que los nuevos destructores estelares carecían de las delatoras cúpulas de proyección de la mayoría de naves Interdictor. Al sorprender a los yuuzhan vong y cronometrando su ataque para hacerlo coincidir con el microsalto, consiguieron poner a las dos naves enemigas fuera de control.
Danni abrió un canal con el Dama Fortuna.
—Oye, Jugador, ¿puedes mandar a tus droides al crucero? Me gustaría saber si queda algo de nuestro yammosk.
Una vez Lando dio por recibido el mensaje, Saba le dijo a Danni:
—El yammosk eztará allí, te lo puedo azegurar, Danni Quee, congelado y lizto para su envío.
Se palmeó la pierna y, riendo entre dientes por alguna razón que sólo un barabel podía entender, se volvió para ver cómo Wonetun se situaba tras el Dama y el Halcón.
—Hoy la Fuerza resta con nosotros.