CAPÍTULO 18
Luke y sus compañeros siguieron a un acicalado Booster Terrik hasta un ascensor que ascendía directamente al puente, en vez de utilizar el pasillo sanilimpio que llevaba a la cubierta de desfiles del Ventura Errante, donde dos docenas de estudiantes de la Academia esperaban impacientes para poder usar sus habilidades en la Fuerza. El destructor estelar no podía orbitar mucho tiempo Eclipse sin arriesgarse a delatar la localización de la base, así que lo último que quería nadie era dedicar tiempo a ver la HoloRed. Desgraciadamente, acababan de recibir la noticia de que Nom Anor iba a hablar en el Senado sobre los rehenes de Talfaglio, y que el propio Borsk Fey’lya había solicitado la asistencia de Wedge Antilles y Garm Bel Iblis. No había ninguna duda de que iba a pasar algo grave, y que ese algo tendría importantes repercusiones para los Jedi.
Booster los guió por la parte de atrás del puente hasta el centro de comunicaciones de la nave, donde había una mesa de conferencias cubierta de datapads, proyectos científicos e imágenes en plastifino teñido. En ella se encontraban, además de Luke y Booster, Corran y Mirax Horn, Han y Leia, R2-D2 y C-3PO, y Ben revolviéndose enfadado en brazos de Mara. Tionne y Kam Solusar estaban en la cubierta de desfiles con los estudiantes, explicándoles que el Maestro Skywalker estaba impaciente por verlos y que llegaría pronto.
Luke seguía sin saber cómo habían escapado Corran y Mirax de los voxyn en Corellia. Su relato se había visto interrumpido por la noticia de la convocatoria de Nom Anor, pero le dijeron que no había sido nada emocionante, aparte de tener que encontrar el modo de reembolsar discretamente a los Servicios de Transporte Corellianos el importe de un aerotaxi muy corroído.
Ben se iba enfadando más y más a medida que el grupo se reunía alrededor del panel receptor. Normalmente era el más imperturbable de los bebés, pero a veces no había forma de consolarlo. Y rompió a llorar mientras R2-D2 sintonizaba el viejo receptor con la holobanda del Senado. Luke sintió que Mara acudía a él en la Fuerza para calmarlo. Cuando eso no funcionó, él hizo lo mismo. Ben lloró con más fuerza. Mara suspiró sonoramente y se volvió para llevar al bebé a la sala contigua.
Leia la interceptó.
—Dámelo a mí. No necesito ver esto, la verdad.
Mara asintió y le entregó a Ben.
El niño se calmó casi al instante.
Luke y Mara intercambiaron miradas de sorpresa, los dos algo preocupados por no haber podido consolar a su hijo, pero sabiendo que había algo más en lo que pasaba.
—Estaba pensando en Anakin —dijo Leia, con la mirada fija en la cara de Ben—. Estaba mirando a Mara y deseando haber tenido más tiempo para abrazarlo cuando tenía esta edad.
Luke sonrió y se volvió hacia el holopanel, donde la cámara hacía un zoom hacia una figura de la Gran Cámara de Convocatorias.
* * *
A Viqi Shesh le pareció que Nom Anor estaba demasiado seguro de sí mismo. El Ejecutor se mostraba digno y desdeñoso, aunque Fey’lya le había negado el privilegio de presentarse con atuendo de guerrero, atento a los abucheos de los senadores, con su único ojo fijo en el estrado de los consejeros. Vestía una brillante túnica de relucirred viviente, casi tan a prueba de disparos láser como la armadura de cangrejos vonduun, pero mucho más inocua, al menos a ojos de quienes ignoraban el secreto de sus fibras neutralizadoras.
Nom Anor se desplazó hasta el centro de la plataforma del orador y esperó a que hubiera silencio. Viqi sabía que la espera podía ser larga. Tras la declaración pública de Fey’lya en apoyo de los Jedi, sus partidarios se conformaban con esperar la señal del bothano para dejar de abuchear. Fey’lya no perdía oportunidad de avasallar a un adversario y no pensaba dar a Nom Anor ocasión de corregir su error. Se inclinó hacia delante, mirando desde detrás de su consola de Jefe de Estado y habló al micrófono.
—Ha solicitado esta audiencia. —La voz aumentada de Fey’lya reverberó en la cámara, callando a los escandalosos—. ¿Ha venido a explicarnos lo de los rehenes de Talfaglio?
La cuenca del ojo de Nom Anor, ahora vacía, se contrajo.
—En absoluto. Usted entiende perfectamente la situación. Vengo a informarles de que el Maestro Bélico ha ampliado el plazo para la rendición de los Jedi.
La cámara estalló en un rumor de asombro. Viqi estaba tan pasmada como los demás, ya que el Maestro Bélico no era de los que ceden ante las vacías amenazas de Fey’lya. Puede que Nom Anor estuviera actuando por su cuenta. Puede que pensara llegar a un acuerdo con los moderados ahora que Fey’lya apoyaba a los Jedi. Había que detener ese plan y cuanto antes, o sería Anor, y no ella, quien sustituiría a Fey’lya cuando atacasen los asesinos de Tsavong Lah. No entendía porqué tardaban tanto en actuar. La mayoría de las oportunidades que les había listado ya quedaban en el pasado y no había tenido noticias de que se le hubiera acercado ni un solo sospechoso.
Viqi activó su propio micrófono sin esperar a que se desvaneciera la conmoción.
—¿Cómo explica este repentino ataque de conciencia, señor embajador?
La expresión de Nom Anor siguió siendo de demasiado pagado de sí mismo.
—El Maestro Bélico ha llegado a la conclusión de que a la Nueva República podría resultarle difícil cumplir con esta orden en tan breve plazo. —Hizo una pausa y se apartó del estrado de los consejeros para mirar directamente a los palcos—. Anoche, un ciudadano preocupado nos entregó diecisiete jóvenes Jedi.
La Sala de Convocatorias estalló en un rugido tal que fue imposible oír el resto de la declaración de Nom Anor. Viqi se desplomó en su asiento, tan aturdida como el resto de la sala, y empezó a preguntarse cómo podía pasar algo así. Ningún cazador de recompensas de la galaxia podría haber capturado diecisiete Jedi como si nada. Incluso dudaba que pudiera hacerlo toda una compañía de cazadores de recompensas.
Fey’lya se vio obligado a oscurecer la sala para restaurar el orden, y hasta debió esperar varios minutos para poder hacerse oír lo bastante como para ordenar al sargento al cargo que los droides de seguridad se llevaran a cualquier senador que siguiera gritando. Cuando por fin volvió la luz, el bothano tenía las orejas gachas, y una cresta de pelo erizado en la nuca.
—No le creo —dijo.
Viqi estaba dispuesta a coincidir con él, igual que la mayoría del Senado. Un murmullo creciente amenazó con culminar en otro escándalo, hasta que los droides de seguridad consiguieron controlar el ruido emitiendo severas amenazas acerca del nivel de decibelios.
Nom Anor sonrió burlón.
—Tengo una lista —hizo el gesto de consultar una hoja que parecía la piel mudada de una serpiente—. El jefe es Ganner Rhysode Sus ayudantes parecen ser Tesar Sebatyne y un wookiee llamado Lowbacca.
Un aullido quejoso reverberó desde el palco wookiee, y un droide de seguridad fue lanzado al aire por la bofetada de una garra peluda.
—La Jedi bith Ulaha Kore resultó herida al resistirse a la captura, y reconozco el apellido Solo.
—¿Solo? —jadeó Wedge Antilles. Estaba parado con Garm Bel Iblis detrás del asiento de Fey’lya, por motivos que Viqi no entendía aún—. ¿Tienen un Solo?
La cámara guardó tal silencio que la siguiente pregunta, proveniente del general Bel Iblis, habría llegado a los palcos más altos sin necesidad del micrófono de Fey’lya.
—¿Cuál de ellos? ¿Anakin o los gemelos?
El desdén desapareció del rostro de Nom Anor.
—¿Gemelos? —forzó enseguida una sonrisa, pero a Viqi la expresión, le pareció más enfermiza que burlona—. Tenemos a los tres jóvenes.
Los dos generales se miraron con expresión derrotada, y a Fey’lya se le desplomaron las orejas, pero sólo Viqi pareció notar el sutil cambio de actitud de Nom Anor. Ella no sabía el significado que podían tener los gemelos para los yuuzhan vong, pero era muy evidente que tenían uno y ello, con algo de ayuda por su parte, haría que Nom Anor pareciera un idiota ante Tsavong Lah por no haberse dado cuenta antes.
Viqi se inclinó hacia delante y le miró como si desafiara su afirmación.
—Jacen y Jaina son gemelos, señor embajador —se echó hacia atrás y añadió con una sonrisa desdeñosa—: Lo sabe todo el mundo. Son gemelos, igual que su madre y Luke Skywalker.
El ojo bueno de Nom Anor se entrecerró y la miró con ira evidente.
—No importa lo que sean —se obligó a volver a mirar a Fey’lya—. Lo que he venido a decir, lo que el Maestro Bélico desea que diga es que es razonable. Permitirá vivir a los rehenes de Talfaglio mientras la Nueva República continúe entregándole Jedi.
Fey’lya se levantó de su asiento.
—¡Nunca!
Nom Anor lo ignoró y se dirigió a los palcos.
—Una cantidad semejante cada…
Su micrófono enmudeció de repente, impidiendo que se oyeran sus tres últimas palabras.
Viqi conectó su micrófono.
—Una cantidad semejante cada diez días estándar. Tenéis derecho a saberlo, lo quiera el Jefe de Estado o no.
Sus palabras tuvieron un efecto inflamatorio instantáneo, provocando una discusión tan acalorada que los droides de seguridad empezaron a expulsar a un puñado de senadores con disparos de aguijón. Fey’lya pulsó un botón de su consola y se levantó, su voz reverberaba ahora tanto desde el sistema general de altavoces como desde las consolas individuales de cada consulado.
—Lo que el Jefe de Estado quiere que sepan todos, le guste o no a la consejera Shesh, es la forma en que los yuuzhan vong llevan su diplomacia.
Mif Rumas, el sargento de seguridad del senado, apareció en un extremo de la cámara, con sus grandes alas de calibop aleteando enloquecidas mientras forcejeaba para mantenerse a la altura de los tres grandes droides defensivos que solían ocuparse de los conflictos graves en el Senado. Fey’lya miró hacia Viqi el tiempo suficiente como para enseñarle los colmillos y ella supo de pronto que el Jefe de Estado seguía vivo no porque Tsavong Lah se hubiera retrasado en ordenar su muerte, sino porque los asesinos habían fracasado. La sangre se le heló en las venas, se levantó despacio y giró para abandonar el estrado de los consejeros.
Fey’lya tocó su tablero de control, y su voz se oyó en la consola de ella.
—¿Va a alguna parte, Consejera?
Viqi alzó la barbilla y le miró a los ojos violeta con toda la firmeza de que era capaz.
—Tengo una necesidad personal.
—Quédese —dijo él, sonriendo con maldad—. Esto no llevará mucho tiempo y le aseguro que lo encontrará… revelador.
Ante la perspectiva de ser sometida públicamente por los droides de protección de Lumas o mantener una pretensión mínimamente plausible de inocencia, volvió a su asiento e intentó simular que no notaba la pensativa mirada que le dirigían los dos generales.
—Confío en que será rápido.
—Por supuesto. Lo más seguro siempre es una muerte rápida —Fey’lya tocó un botón, volviendo a conectar su micrófono con el sistema general de altavoces, y se volvió hacia Nom Anor—. Hace poco, un equipo de infiltrados yuuzhan vong atentó contra mi vida.
Un murmullo medio dubitativo llenó la cámara y Viqi notó tales nauseas en el estómago que temió que su «necesidad personal» pronto se volvería auténtica.
Fey’lya alzó las manos.
—Hay quienes considerarán esto un truco cínico para obtener apoyos políticos, pero les aseguro que no es el caso —miró a Nom Anor, que por fin había visto a los droides y el calibop acercándose a él—. Mi único deseo es asegurarme de que los moderados aquí presentes entiendan a quién se enfrentan. Con este fin he hecho venir a dos hombres que darán fe de este ataque, dos generales cuya honestidad está más allá de todo reproche y que, como muchos sabrán, no me guardan especial cariño.
Hizo un gesto a los generales para que avanzaran, y Wedge Antilles se inclinó hacia el micrófono.
—Fue un ataque bien planeado.
Le siguió el general Bel Iblis.
—Desgraciadamente, tuvo lugar durante una actividad clasificada y los detalles deben permanecer en secreto, pero sucedió tal como dice el jefe Fey’lya. Que no se dude de esto.
El murmullo dubitativo asumió un tono ultrajado y el estómago de Viqi rugió con tal fuerza que su micrófono captó el sonido. Fey’lya se volvió expectante hacia ella.
—¿Senadora Shesh? —preguntó—. ¿Tiene algo que decir?
Viqi le lanzó vibrocuchillas con los ojos. Buscó a los droides de protección y los encontró flotando junto a Nom Anor a menos de cinco metros de ella; sólo el saber con toda seguridad que la dejarían inconsciente antes de poder disparar le impidió usar la pistola que llevaba escondida.
—¿Qué quiere que diga, Borsk? ¿Que lo siento?
Fey’lya sonrió triunfante.
—No es necesaria ninguna disculpa, senadora. Usted sólo intentaba salvar a Kuat —miró hacia Nom Anor—. Siempre que ahora vea cuál fue su error.
—¿Mi error? —exclamó Viqi, empezando a darse cuenta de que su secreto seguía siendo secreto.
Puede que su contacto hubiera muerto en el ataque, o que los infiltrados yuuzhan vong pudieran resistir hasta las modernas técnicas de interrogatorio. No importaba. Fey’lya creía que había derrotado su desafío, su desafío político. Sólo la quería de vuelta en su seno y consolidar su apoyo, sin tener ni idea de a qué estaban jugando realmente. Ninguna idea.
Viqi sonrió e inclinó la cabeza.
—Veo mi error —se volvió para mirar a Nom Anor—. No se puede confiar en los yuuzhan vong.
* * *
—Oh, cielos —dijo C-3PO a nadie concreto—. ¿Han notado el interés que mostró Nom Anor cuando descubrió que Jacen y Jaina eran gemelos?
Ni Luke ni nadie contestó al droide, al tener la atención fija en el holopanel, donde Borsk Fey’lya informaba alegremente a Nom Anor de su arresto. A Luke le preocupó que el yuuzhan vong no se molestara en probar su inocencia. Se limitó a mirar al bothano como si los dos conocieran la verdad.
—Por supuesto, es imposible saber cuál es el significado que tienen los gemelos para los yuuzhan vong —continuó diciendo C-3PO—. Pero en aproximadamente el noventa y ocho coma siete por ciento de las culturas de nuestra galaxia representan la naturaleza dual del universo: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, lo masculino y lo femenino. Cuando los gemelos están en armonía, hay equilibrio en el universo…
En el holograma, Mif Kumas aleteaba llevando unas esposas aturdidoras, con sus tres droides de protección dispuestos en triángulo alrededor del yuuzhan vong. Para sorpresa de Luke, éste alargó las manos y juntó las muñecas, cogiéndose luego el meñique y rompiéndolo. Un hilacho de negro vapor brotó de la base envolviendo a Nom Anor y Mif Kumas en una nube de miasma espesa como la tinta.
Eso parecía fuera de los parámetros de programación de los droides, ya que no abrieron fuego hasta que el yuuzhan vong no hundió el muñón del dedo en la sorprendida cara del calibop. Luke vio cómo los primeros disparos alcanzaban la brillante túnica de Nom Anor y eran absorbidos sin hacerle daño, y las dos figuras desaparecieron dentro de la nube de negrura en expansión.
C-3PO seguía hablando sin prestar atención a lo que pasaba en el holograma:
—Pero sea cual sea el significado que tienen los gemelos para nuestros enemigos, me temo que eso sólo hará que estén más alertas, tal y como sugiere la reacción de Nom Anor…
—¡Trespeó! —ladró Leia, volviendo a la sala todavía con Ben en brazos.
—¿Sí, Ama Leia?
—Silénciate antes de que decida que necesitas un borrado de memoria.
—¿Un borrado de memoria? —repitió el droide—. ¿Por qué iba a necesitar yo un borrado de memoria?
R2-D2 silbó una sugerencia.
—Pues no quería alarmar a la Ama Leia —objetó C-3PO—. Sólo pensaba que…
Han metió la mano tras la cabeza del droide y pulsó el anulador principal de circuitos.
—Gracias —dijo Luke, aunque sabía que Han lo había callado tanto por Leia como por sí mismo.
La escena del holograma era confusa, oscura, y cada vez lo era más. La nube de Nom Anor llenó rápidamente la imagen de la holocámara y los droides protectores dejaron de disparar al perder contacto con su objetivo. El operador de la cámara retrocedió buscando un plano general de la sala, pero el humo negro continuó expandiéndose, e incluso esa imagen se vio oscurecida por unos segundos. El audio era todo gritos de pánico y sonido de toses y tronar de pasos corriendo.
Hubo un momento de estática mientras se activaban los sistemas de ventilación y los de antiincendio, y la imagen empezó a aclararse. Cuando las escaleras y los palcos volvieron a ser visibles, por todas partes se veían cuerpos caídos en las escaleras, derrumbados sobre consolas, tirados sobre rampas comunicadoras.
—¡Hijos de Sith! —exclamó Corran—. Ha acabado con el Senado.
—Lo ha dejado inconsciente —corrigió Luke. Seguía intentando descifrar la extraña reacción de Nom Anor ante la acusación de Fey’lya. Sabía que el atentado contra el Jefe de Estado era auténtico, porque tanto Han como Leia habían estado presentes cuando tuvo lugar. Pero el yuuzhan vong había reaccionado como si fuera una ficción política—. No quiere matar al Senado. Esa clase de afrenta uniría a toda la Nueva República, y hasta ahora sólo han intentado dividirla.
Cuando la cámara hizo un zoom al suelo de la sala fue evidente que Luke tenía razón. Los cuerpos empezaban a moverse incluso allí donde el humo de la nube había sido más espeso, y las doloridas gargantas jadeaban en busca de aire. Las alas de Kumas volvieron a aletear, mientras Fey’lya y los demás consejeros se levantaban trabajosamente para teclear en sus consolas, ladrando órdenes que sólo tenían sentido en sus mentes confusas.
Los tres droides protectores yacían inertes en el suelo, el último envuelto en la túnica aún reluciente que llevaba Nom Anor. Del yuuzhan vong no había ni rastro.
—Se ha ido como si nada —observó Han—. Seguro que llevaba una de esas cosas enmascaradoras.
—Igual lo captura la seguridad de palacio. —Leia se volvió hacia Corran, que como exmiembro de la Seguridad Corelliana, tenía más experiencia que los demás en esos asuntos—. ¿Tú qué crees?
En vez de responder, Corran se limitó a mirarla a ella y a Han con una expresión de tristeza infinita. Abrió los brazos y rodeó la mesa, seguido de cerca por Mirax.
—Han, Leia… Lo siento mucho.
—Quieto ahí, amigo —Han retrocedió alzando una mano para evitar el abrazo del antiguo oficial de SegCor, que unas décadas antes podría haberle dado caza en vez de ofrecerle consuelo—. Hay algo que debéis saber.
Corran se detuvo, confuso y dolorido a partes iguales.
Luke lanzó una carcajada.
—Corran, hay un motivo para que pidiera a los Jedi que se reunieran aquí —miró en dirección a Booster, y añadió—: Pero esto tiene que mantenerse en secreto, muy en secreto.
Booster abrió los brazos y miró a su alrededor.
—¿A quién voy a decírselo?
Luke explicó lo que estaban haciendo Anakin y el grupo de asalto, y que Eclipse estaba reuniendo un grupo de Jedi para defender a los rehenes de Talfaglio.
—¿Recuerdas lo que le dijiste a Jacen tras la caída de Ithor, que si llegaba un momento en que la gente quisiera el regreso del hombre que mató a Ithor…?
—Maestro, entonces yo estaba algo… decepcionado —dijo Corran—. No quería parecer amargado.
—Y no lo pareciste —le aseguró Luke—. Pero, Corran, ese momento ha llegado ya. La invasión está descontrolada, y los Jedi necesitan alguien con tu experiencia para que les ayude a prepararse… para enseñar a los pilotos jóvenes a pelear como una unidad y a sobrevivir.
Corran meditó un momento en esto, y lanzó una mirada inquisitiva en dirección a Mirax.
—¿Qué otra cosa vamos a hacer? —señaló a su padre con el pulgar—. Quedarnos con ese viejo gruñón.
Booster frunció el ceño y empezó a replicar, pero alzó las manos al cielo.
—He jurado guardar el secreto —miró a Luke—. ¿Supongo que no necesitarás un destructor estelar en esa flota tuya?
—Todavía no; ¿dónde podríamos esconderlo? —por tentadora que fuera la oferta, Luke seguía queriendo a sus estudiantes a salvo de todo daño—. El almirante Kre’fey ha convertido la vieja guarida de contrabandistas de Reecee en una base de retaguardia. Le vendrá bien tener un destructor estelar y estarás lo bastante cerca de Eclipse como para venir corriendo si las cosas se ponen feas.
Booster clavó en Luke una mirada agria.
—Sé lo que estás haciendo, joven amigo.
Luke sonrió.
—Bien. Empezaba a pensar que estabas perdiendo el ojo.