CAPÍTULO 26
Mientras el Muerte Exquisita aceleraba por el interior del sistema, alterando su velocidad al entrar bamboleándose en el pozo de gravedad de Myrkr, el planeta se transformó de un pequeño punto grisáceo a un disco esmeralda del tamaño del pulgar. A pesar de que Anakin no recordaba que aquel mundo tuviera luna, la mota perlada que flotaba a su lado era demasiado brillante para ser una estrella y demasiado clara para ser una ilusión óptica. Volvió hacia la zona de sensores, donde Lowbacca estaba sentado con el traje de emergencia puesto sobre el mono, con la cabeza metida dentro de una capucha de cognición y las enormes manos apretadas en el interior un par de guantes de control.
—Lowie, ¿captas algo? —preguntó Anakin.
El wookiee lanzó un gruñido a modo de respuesta, que Eme Tedé, flotando a su lado, tradujo como:
—El amo Lowbacca sigue intentándolo con todo su ahínco y le asegura que le informará en el momento que lo consiga.
Anakin sabía muy bien lo que Lowbacca había dicho, pero no dijo nada sobre la amabilidad que el droide había añadido a sus palabras, ni sobre la innecesaria traducción de las mismas. No todo el mundo conocía el lenguaje de los wookiees, y Eme Tedé insistía en que su trabajo era hacer que todo el equipo entendiera lo que decía Lowbacca y viceversa.
Lowbacca lanzó un gruñido corto. Eme Tedé añadió:
—También desea que les sugiera que estas frecuentes peticiones de información sólo consiguen interrumpir su concentración.
—Lo sé —dijo Anakin—. Lo siento.
Aunque el grupo de asalto se había hecho rápidamente con la mayoría de los sistemas del Muerte Exquisita, gracias al estudio de los diferentes informes de datos sobre las naves yuuzhan vong, e incluso a experimentos realizados con una nave de asalto capturada, los sensores seguían siendo un problema. En contraste con las tecnologías de la Nueva República, totalmente orientadas a la observación exterior, los sistemas yuuzhan vong recogían la información analizando las distorsiones infinitesimales que la gravedad de los objetos distantes provocaban sobre el espacio-tiempo de la nave. Teniendo en cuenta que los mejores científicos de la galaxia estaban todavía rompiéndose la cabeza para comprender lo más básico de la ciencia de los sensores yuuzhan vong, era comprensible que Lowbacca tuviera dificultades para hacerlos funcionar, incluso con Tahiri a su lado traduciendo y dándole toda la información posible sobre la forma de pensar yuuzhan vong.
Cuando Anakin miró hacia Myrkr, el planeta había crecido hasta formar un círculo moteado de nubes del tamaño de la cabeza de Ulaha. La mota de polvo gris que había a su lado era ahora un pequeño disco.
—Definitivamente, es una luna —dijo Anakin.
A aquella distancia no esperaba poder percibir nada a través del lustroso cristal, pero sí sabía lo que estaba viendo.
—Es una luna yuuzhan vong.
Lowbacca lanzó un gruñido victorioso, mientras que Eme Tedé informaba:
—El amo Lowbacca también piensa que se trata de una mundonave yuuzhan vong.
Lowbacca gruñó y aulló un par de veces más. El droide añadió:
—Registramos la presencia de multitud de naves equivalentes a corbetas orbitándolo, y su diámetro, de aproximadamente ciento veinte kilómetros, es un tanto grande para tratarse de una mundonave.
Era aún más grande que la primera Estrella de la Muerte. Anakin silbó levemente para sí y luego utilizó la Fuerza para llegar a aquel distante punto. Sin nadie para descartar la posibilidad de una coincidencia, lo hizo con todas las precauciones. Sintió aquella perturbación que ya le resultaba tan familiar, la fiera agitación de un voxyn, pero también algo más, la presencia del terror absoluto, del dolor… y la sorpresa.
Era una presencia clara, no vaga. Un Jedi, no un yuuzhan vong.
Anakin no se había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración hasta que Alema le cogió la mano y le preguntó qué pasaba. No obtuvo respuesta, pero él continuó concentrado en la mundonave. La presencia volvió de nuevo, llena de miedo y dolor, pero también de pesar, no por ella misma, sino por él. Llenó su corazón con sentimientos reconfortantes para intentar proyectar un aura de confianza y esperanza, aunque sabía que los caprichos de la Fuerza podían no ser capaces de enviar el mensaje que él pretendía. La presencia al otro extremo mantuvo el contacto un momento más antes de desaparecer de repente, cerrándose a Anakin sin darle ninguna pista de si al menos había percibido lo que él estaba intentando comunicar.
Tahiri apretó su brazo.
—¿Anakin?
—En esa mundonave hay Jedi —dijo—. Y voxyn.
—Bueno, eso descarta completamente el plan A —dijo Ganner.
El plan A consistía en acercarse sin ser detectados lo máximo posible a las instalaciones de clonaje y destruirlas con un misil de baradio, para luego, aprovechando la confusión resultante, confirmar la muerte de la reina y escapar.
—Habrá que intentar algo diferente.
—Es un gesto muy valiente —dijo Alema. De pie junto al asiento del capitán, justo enfrente de Tahiri, dejó caer una mano sobre el brazo de Anakin y lo miró con auténtica veneración—, pero si descartamos nuestro mejor plan, nos arriesgamos a perder aún más Jedi de los que podamos salvar.
Jacen llegó de la parte trasera del puente, poniendo los ojos en blanco al oír el tono lastimero característico de los twi’leko.
—Alema, creo que Anakin sabe lo que está en juego.
—Puedo hablar por mí mismo, Jacen —dijo Anakin intentando reprimir el tono de irritación en su voz—. No es necesario que me recuerdes el Lado Oscuro. Comprendo las consecuencias de matar a los nuestros.
—Anakin, yo solo pretendía…
—¿No deberías estar en tu puesto de combate? —le preguntó Anakin, interrumpiendo deliberadamente a Jacen. Luego lanzó una significativa mirada tanto a Alema como a Tahiri—: ¿No deberíais estarlo todos?
La cara de Jacen se enrojeció, y los ojos de Tahiri se entrecerraron, pero los tres acudieron a sus puestos y dejaron a Anakin solo con sus pensamientos. Aquella era una de esas ocasiones sobre las que tanto le había advertido Lando, cuando cualquier opción posible es la equivocada. Pero Lando no tenía a la Fuerza para guiarle, y Anakin aún tenía unos cuantos minutos para decidir. Si esperaba, tal vez las cosas salieran mejor, o al menos, casi siempre mejoraban.
Jaina viró el Muerte Exquisita en una maniobra de aproximación y el horizonte del enorme disco verde que era Myrkr empezó a pasar ante la parte de estribor del puente. Desde el espacio, al menos, no se percibían signos de presencia yuuzhan vong en la superficie del planeta. Seguía siendo el mismo bosque cubierto de brumas de los holovídeos.
La mundonave llenó casi de inmediato la bóveda de visualización, aumentando de tamaño y pasando de ser un pequeño plato de comida kuati a una enorme mesa de conferencias. Un ligero halo de estrellas brillantes titiló tras el calor que irradiaba, mientras varios círculos manchados de gris y marrón empezaban a definir la superficie del planetoide.
Esperando que el villip frente a él reaccionara en cualquier momento, Anakin hizo un gesto a Tahiri para que se acercara, para luego utilizar el manto holográfico de su arnés de equipamiento y ocultarse tras la imagen pregrabada de un guerrero yuuzhan vong. Los tatuajes y cicatrices parecían los apropiados para un comandante del análogo de una corbeta. El número era el indicado, pero los expertos del Servicio de Inteligencia de la Nueva República aún investigaban el significado de los tatuajes individuales, si es que lo tenían.
Lowbacca lanzó un bramido de advertencia desde la consola de sensores, informando a Anakin de que un trío de corbetas yuuzhan vong acababa de surgir del otro lado de Myrkr, situándose para hacer una maniobra de aproximación hacia el Muerte Exquisita. Anakin ordenó a Jaina que continuara como si nada. A pesar de que el rostro de la Jedi estaba oculto tras la capucha de piloto que llevaba para comunicarse con la nave, Anakin pudo sentir su aprensión. Como no sabían cuál era la manera apropiada para entrar en la base yuuzhan vong, optaron por hacer una aproximación abierta, confiando en que los errores de procedimiento serían menos alarmantes que una maniobra furtiva.
Jaina viró a estribor, alineándolos tras una estela de pequeñas motas negras que escapaban de uno de los lados de la mundonave, la cual ya ocupaba por completo la bóveda de visualización. Anakin hizo que Ulaha activara una holocámara y empezó a transmitir la información a su datapad. El largo viaje entre las galaxias había dejado a la enorme nave dilapidada y desgastada. Varias cicatrices negras marcaban varias brechas en el casco exterior, y la mayor parte del planetoide eran parches y remiendos de polvo gris y trozos de afilado coral yorik. Unas cuantas redes dispersas de conductos recorrían la curvada superficie, convergiendo de vez en cuando en intersecciones o desvaneciéndose en el pozo oscuro de un portal de acceso al interior.
La mundonave no les mandó ningún mensaje. Anakin sintió un escalofrío en la nuca, una sensación de peligro. Ninguna base de la Nueva República dejaría que una nave se aproximara tanto sin establecer contacto. Jaina mantenía la distancia con las otras naves, siguiéndolas a través de la curvatura del planetoide. Los picos en forma de conos de un grupo de grashal aparecieron en el horizonte, a estribor de una larga fila de naves. Incluso a simple vista, Anakin podía ver los edificios emergiendo de la superficie del planeta, cerca de un foso negro cuadrangular del tamaño de una ciudad.
—Amplía eso, Ulaha —dijo—. ¿A qué se parece?
Ulaha giró su holocámara hacia el grupo de grashal y aumentó la imagen.
—Parece una especie de puerto espacial —dijo ella.
La bith seguía débil y pálida a pesar de que su estado había mejorado mucho tras su trance curativo.
—Hay un enorme pozo rodeado por muchas entradas que parecen hangares de carga.
—¿Abandonados?
—Más bien vacíos —dijo Ulaha, corrigiéndolo—. No hay naves a la vista, pero las zonas de aterrizaje están atestadas de cajas y cargamento.
Anakin inspeccionó la zona con ayuda de la Fuerza. Ya no sentía la dolorida presencia de antes, pero la hambrienta ira del voxyn seguía allí. El cosquilleo de su nuca fue menguando, y al notar que su rumbo de aproximación los alejaba del complejo de repente comprendió por qué la mundonave aún no había contactado con ellos.
—¡Nos conducen a una trampa. Jaina, dirígete al complejo inmediatamente! —dijo Anakin activando el comunicador—. Ganner, tú y Tesar preparad el misil y esperad a que os pasemos las coordenadas del objetivo. Que todo el mundo se ponga los trajes de vacío. Nos espera un viaje movidito.
Jaina hizo que la nave virase por completo y Lowbacca rugió dando la voz de alarma.
—¡Oh, vaya! —dijo la voz de Eme Tedé—. El amo Lowbacca dice que acaba de aparecer un crucero.
—Ya lo he oído —contestó Anakin.
Un trozo de coral yorik apareció en el distante horizonte y se situó justo entre el Muerte Exquisita y lo que ahora Anakin sabía con certeza que era la zona de carga del complejo de clonaje. Lowbacca avisó de que las corbetas que se acercaban desde Myrkr habían acelerado y se desplegaban, y que la media docena de naves a las que estaban siguiendo giraban hacia el crucero. Cuando Eme Tedé intentó repetir esta información en Básico, Anakin lo desconectó.
Uno de los pequeños villip pertenecientes al sistema de comunicación de la nave se volcó de repente sobre sí mismo, adoptando la forma de la grumosa cabeza de un yuuzhan vong rodeada por una especie de excrecencias circulares y marrones.
—Gadma dar, Ganner Rhysode.
Anakin se giró hacia Tahiri para que le tradujera, pero el villip empezó a hablar en Básico antes de que ella pudiera traducir nada:
—Toca el villip de comunicación para que podamos hablar, Jeedai.
Antes de hacerle caso, Anakin dijo:
—Jaina, mantén el rumbo. Lowie, apunta a ese crucero y pásale las coordenadas a Ganner y Tesar.
El yuuzhan vong empezaba a impacientarse.
—Es el disco de piel junto a éste, Jeedai.
Anakin tocó el villip. Su orificio central se abrió, y un pequeño tentáculo con un ojo negro al final se extendió ante él. El yuuzhan vong, o mejor dicho, su villip, alzó la frente y empezó a hacer exigencias en su propio lenguaje. Luego se recogió y sonrió.
—Muy bien, Ganner Rhysode. Veo que no somos los únicos que realizamos mascaradas.
No viendo razón para disuadir al enemigo de su propio error, Anakin dejó activado el manto holográfico.
—Estoy seguro de que no se ha puesto en contacto tan sólo para charlar, capitán.
—Comandante —dijo el oficial, corrigiéndole—. Le comunico que tengo la obligación de recuperar la nave que usted ha robado.
—¿Robado? —preguntó Anakin—. Tan sólo la hemos tomada prestada. En cuanto hayamos terminado, puede hacer uso de ella cuando quiera.
El villip del comandante se quedó mudo por un momento, luego frunció el ceño.
—Me temo que la voy a necesitar ahora. Ríndanse a la matalok que tienen delante y usted será el único que pague por la… mala utilización del Muerte Exquisita.
Anakin lanzó una mirada a través de la bóveda y vio un ovoide tan grande como su brazo. La distancia entre ambas naves sería de una docena de kilómetros y, aun así, el crucero seguía sin abrir fuego. Puede que el comandante tuviera el delirante sueño de presentarse ante Tsavong Lah con diecisiete Jedi, o que pensara que su crucero no tenía nada que temer ante una nave tan pequeña como el Muerte Exquisita.
Lowbacca gruñó su informe, que indicaba que había al menos media docena de coralitas y un buen montón de corbetas poniéndose en posición sobre las instalaciones de clonaje.
—Sería un desperdicio obligar a atacar a mi matalok, Jeedai —dijo el comandante como aviso—. Mi trampa ha sido dispuesta cuidadosamente, el Maestro Bélico nos ha dicho que si nos vemos obligados a abrir fuego, los rehenes de Talfaglio lo pagarán.
Anakin abrió sus emociones a los demás para que estuvieran preparados para lo que pretendía hacer.
—Veo que no me queda otra opción.
Con la esperanza de que Luke lo tuviera todo dispuesto al otro lado de la galaxia, Anakin se sacó el sable láser del cinturón, pulsó el botón de ignición y cortó al villip en dos.
—A toda potencia, Jaina —dijo activando su comunicador—. Ganner, apunta al crucero. Que detone por proximidad, dispara cuando estés listo.
—Misil fuera.
Recibió el aviso incluso antes de terminar de dar la orden, lo cual le pilló por sorpresa, hasta que el resplandor del misil le hizo darse cuenta de que Ganner sabía desde un principio lo que pretendía. El grupo de asalto había realizado la fusión de combate casi de forma inconsciente, desde el momento en el que la cercanía de la batalla fue más que evidente.
La aparición inesperada de un misil confundió a los yuuzhan vong sólo por unos segundos. Una tromba de bolas de plasma salió disparada para interceptarlo, obligando al cerebro droide a activar su programa de contramedidas. El misil desvió parte de su potencia a los escudos y siguió aproximándose a su objetivo con algunas maniobras evasivas. Anakin no necesitó decirle a su hermana que rodeara el objetivo. El baradio es la misma sustancia que hace que los detonadores térmicos sean un arma tan peligrosa, y aquel misil llevaba suficiente para equipar a toda una división de asalto.
Los artilleros yuuzhan vong intentaron vanamente durante varios segundos acertar a ese misil que se les acercaba trazando una espiral, por lo que acabaron renunciando a ello y dirigiendo las energías de la nave al sistema de escudos. De pronto, un punto negro apareció a medio kilómetro, aspirando el misil hacia su destrucción.
Tan pronto como el cerebro droide del misil detectó aquella singularidad, utilizó su guía láser para calcular la distancia al objetivo, obteniendo un resultado que le indicaba que el 98% de la masa estaba dentro del radio de la explosión, así que detonó la tonelada de baradio de su interior.
El crucero se desvaneció en una esfera cegadora de fuego blanco, como un sol de un kilómetro de diámetro.
El Muerte Exquisita recibió una fuerte sacudida al ser alcanzando por la onda expansiva. Al cabo de unos segundos, se oyó la voz de Ganner, a través del comunicador.
—¿Y ahora qué? ¿El plan D?
—Algo así —dijo Anakin mirando las instalaciones de clonación para ver una docena de trozos de coral yorik rodeando los edificios como si fuera un enjambre de moscas. No habían salido a luchar, así que, parecían estar reservando sus fuerzas, y no abrirían fuego mientras el Muerte Exquisita no se pusiera a tiro. Dar la sensación de un ataque fallido contra las corbetas que ahora estaban detrás del Muerte parecía una estrategia adecuada.
—Esto es lo que quiero que hagáis.
Apenas describió su plan, Ulaha sacó su datapad.
—¿Qué haces?
—Soy la que tiene que quedarse en la nave —dijo.
Anakin sintió la alarma de su hermana tan claramente como la suya propia.
—No te ofendas, Ulaha —dijo Jaina—, pero no creo que estés preparada para algo así.
—Puede que no, pero soy piloto, y el Muerte Exquisita es casi un caza.
Ulaha puso su datapad en la mano de Anakin.
—Tal y como he dicho, tu plan tiene un 21% de probabilidades de éxito, con una estimación de bajas de un 90%. Sin mí entorpeciéndoos, vuestras probabilidades de éxito ascienden hasta casi un 50%.
—¿Tanto? —Anakin ni tan siquiera quiso escuchar la estimación de bajas—. De acuerdo, pero limítate a soltar la lanzadera de Dos-Uno-Ese e irte. ¿Necesitas algo?
Ulaha se quedó pensativa durante un momento.
—Si hubiera tiempo, me gustaría que me dejaras en el pasillo un tubo de metal del kit de los droides.
—Cuenta con ello.
Anakin sintió deseos de abrazarla, de darle la mano o algo así, pero todo parecía tan irrevocable que, en lugar de ello, mandó a Jaina con el resto del equipo, ya reunido en la primera cala. Se detuvo en la puerta y se volvió para mirarla.
—Sin heroicidades, Ulaha. Es una orden. Limítate a soltar a Dos-Uno-Ese, y lárgate.
La bith asintió.
—Muy bien, Anakin. Esto es lo correcto —dijo dándose la vuelta y poniéndose la capucha de cognición—. Ahora date prisa. Cada minuto de retraso reduce en un 0,2% las posibilidades de éxito de la misión.
* * *
Anakin corrió pasillo abajo sintiéndose algo sólo y vacío hasta llegar a la primera cala, donde los Jedi habían metido ya el equipo en cinco embalajes de carga yuuzhan vong. Dejó en el pasillo los tubos para Ulaha, y luego se volvió y selló la puerta de la cala uniéndose a los demás.
Zekk estaba ayudando a Tesar a entrar en una baliza con Ganner, Jovan y Tenel Ka.
—¿Seguro que has metido suficientes detonadores térmicos? —dijo Tesar—. Vamos a necezitar muchos para los voxyn.
—He metido cuatro cajas —dijo Zekk, cerrando la baliza.
—¿Sólo cuatro? —contestó.
Zekk meneó la cabeza, selló la baliza con un pegote de gelatina blorash, y dirigió a Anakin hasta otra baliza junto con Raynar, Eryl, y Tahiri.
—Somos los últimos. Creí que sería mejor separar familias y equipo.
No era necesario explicar aquellas precauciones. Anakin asintió, subiéndose la capucha del traje de vacío para meterse como pudo junto a Tahiri, frente a Eryl y Raynar. Zekk se apretujó junto a Anakin y encendió una barra luminosa. Luego selló la baliza desde el interior.
El Muerte Exquisita siguió su rumbo sin oposición durante lo que les pareció una eternidad, y, a través de la fusión de combate, Anakin pudo sentir que la ansiedad de Ulaha iba daba paso poco a poco a la perplejidad.
—Vienen a nuestro encuentro, pero no abren fuego —dijo Ulaha por el comunicador—. Ahora se están desplegando, extendiendo tentáculos de tracción desde el morro de algunas de las naves.
—¡Todavía intentan cogernos vivos! —dijo Anakin—. ¿Por qué arriesgan tanto?
—Porque son alienígenas —dijo una de las hermanas barabel—. No hay por qué intentar comprenderlos.
El Muerte Exquisita se inclinó suavemente a babor, dio un bandazo y, tras volver al rumbo preestablecido, empezó a hacer movimientos de evasión rápidos, como un caza.
—Empezad el lanzamiento —dijo Ulaha mientras la nave empezaba a sufrir sacudidas—. Nos lanzan tentáculos.
—La zona de desembarco está a dos kilómetros del espaciopuerto, en la coordenada dos-veintidós —informó 2-1S desde la lanzadera—. El efecto sorpresa debería ser elevado.
Anakin dio la orden y Ulaha hizo ascender al Muerte Exquisita. Al final de la hilera de balizas de carga, 2-4S utilizó su cañón láser para improvisar una compuerta lanzabombas, y la cala se descomprimió con un tremendo rugido. La baliza de Anakin empezó a deslizarse hacia la brecha.
—Soltando señuelo —dijo 2-4S por el comunicador.
La baliza de Anakin, la número cinco, se deslizó hacia la brecha con mayor velocidad aún.
—Baliza uno, fuera.
Se hizo un silencio, y luego 2-4S informó:
—El tentáculo de retención enemigo ha capturado la baliza señuelo.
Anakin se quedó sin aliento. Su intención era detonar la baliza señuelo en el suelo, para así convencer a los yuuzhan vong de que estaban soltando bombas en lugar de un grupo de asalto.
Un relampagazo de estática irrumpió a través de todos los comunicadores y se oyó la voz apenas audible de 2-1S:
—Detonando señuelo. Daños graves en nave enemiga.
Las barabel sisearon a través del canal de comunicaciones.
—Baliza dos, fuera —dijo 2-4S—. Baliza tres…
Anakin no pudo escuchar el siguiente informe debido a un tremendo rugido que reverberó e inundó su baliza mientras salían finalmente por la brecha, en caída libre. Su estómago se encogió y los cinco empezaron a flotar.
—Dos-Cuatro-Ese, fuera —dijo 2-4S.
Tahiri se agarró al brazo de Anakin, y Eryl inició una cuenta atrás en voz alta. Anakin abrió su mente a la Fuerza tanto como le fue posible, pendiente de cualquier emoción que pudiera sugerirle que los otros habían sido apresados por algún tentáculo, o que habían sido blanco de las descargas de plasma de las defensas. Sólo sintió una aprensión parecida a la suya, excepto en las barabeles, de quienes recibía el equivalente emocional al de un gran «¡Yipeeee!».
Finalmente, Eryl dijo:
—¡Cincuenta segundos, y contando!
De acuerdo con sus cálculos, estarían a sólo unos mil metros sobre la superficie de la mundonave. Anakin atrapó su baliza con la invisible mano de la Fuerza, amortiguando su descenso lo justo para que la deceleración los mantuviera pegados al suelo de la baliza. Los droides de combate habían calculado que no sería detectable la deceleración de aproximadamente una gravedad y media estándar, y el aterrizaje resultante tendría unas posibilidades de supervivencia del 99%.
Anakin permaneció en silencio todo el descenso, deseando poder ver la superficie o sentir la presencia de una atmósfera que los zarandeara, cualquier cosa. Al cabo de varios segundos, decidió que ya deberían haber descendido lo suficiente y empezó a reducir su velocidad aún más y entonces el impacto demoledor del aterrizaje los tiró a todos al suelo. Parecieron quedarse sin peso mientras la cápsula rebotaba, cayendo luego a un lado y rodando más veces que las que Anakin pudo contar antes de detenerse en confuso montón.
Anakin utilizó la Fuerza para quitarse a los otros de encima, para luego encender el sable láser y cortar el sello de gelatina blorash. Apenas había abierto un agujero del tamaño de un puño cuando Zekk y los demás activaron los cebadores de cuatro granadas, usando la Fuerza para expulsarlas por el agujero. Dos segundos después, una bola de fuego estalló a unos cincuenta metros por encima de ellos.
Anakin terminó de abrir la baliza, esperando que la explosión resultara lo bastante realista desde la distancia, y salió hacia una cuenca polvorienta de coral yorik muerto. La cuenca tenía tres metros de profundidad, trescientos de longitud y unos cien de anchura. No parecía el cráter de algún impacto, sino la cicatriz de algún antiguo percance. En la extremo más alejado, casi frente a Anakin, se veía el cascarón roto de una baliza de carga, con un grupo de minúsculas figuras correteando en su base. Uno de los Jedi sintió que lo miraba, lo saludó con la mano, y echó a andar hacia él con sus compañeros. Un momento después, la baliza desapareció tras el brillante resplandor de una detonación térmica.
Un movimiento en el cielo atrajo la atención de Anakin. Miró hacia arriba a tiempo de ver una pequeña e inidentificable forma arqueada en la esquina más cercana del campo, que entonces explotó en una enorme bola de fuego. Casi se tiró cuerpo a tierra al creer que eran atacados por una nave de combate yuuzhan vong, pero se detuvo justo a tiempo al ver emerger del polvo el camuflaje oscuro y moteado de estrellas del droide de combate serie CYV-S de Armamentos Tendrando, que se dirigió hacia ellos a una velocidad imposiblemente rápida.
Anakin encargó a Raynar y Eryl descargar su baliza y envió a Zekk a hacer un reconocimiento del borde de la cuenca. Seguidamente, se tomó unos segundos para concentrarse en los demás. Sintió un par de mentes confusas, algunos dolores y molestias, pero el grupo de asalto parecía intacto en un 99%, tal y como prometieron los droides.
Anakin cogió los electrobinoculares y miró hacia arriba. Sin el resplandor azul de los motores de iones para localizar las naves, le llevó un tiempo encontrar la batalla espacial, que se había desplazado hacia Myrkr. CYV 2-1S acababa de separarse de Ulaha, a bordo de su protuberante lanzadera negra descendiendo en espiral hacia la mundonave, mientras ella se perdía en el espacio profundo a bordo del Muerte Exquisita.
Para decepción de Anakin, los yuuzhan vong sólo se tragaron el anzuelo en parte. Los coralitas y cuatro corbetas más rodearon la lanzadera del 2-1S, utilizando los tentáculos de tracción para capturarla, pero los demás yuuzhan vong iniciaron la persecución del Muerte.
Unas pesadas pisadas resonaron al lado de Anakin, y Ganner sonaba habló por el comunicador del traje de vacío.
—Estamos listos para irnos, Anakin. Tenemos las coordenadas del espaciopuerto, y los sensores de Dos-Cuatro-Ese no muestran señales de que hayan detectado nuestra presencia.
Anakin bajó los electrobinoculares y se dio la vuelta. Le hubiera gustado quedarse y ver si conseguían escapar —se lo merecían—, pero también sabía que ni a 2-1S ni a Ulaha les hubiera gustado eso. Cada minuto de retraso reducía en un 0,2% las posibilidades de éxito de la misión.
* * *
El grupo de asalto había recorrido quinientos metros cuando oyeron por el canal de comunicaciones la voz metálica de 2-4S.
—Dos-Uno-Ese informa de un índice de supervivencia de cero. Está optimizándose…
Una bola de fuego naranja iluminó el cielo y ahogó las dos últimas palabras del droide en una tempestad de interferencias electrónicas.
Anakin alzó los electrobinoculares a tiempo de ver tres corbetas enemigas explotar en una nube atomizada de coral yorik. La cuarta nave, una mera astilla en la distancia, volaba fuera de control en una espiral infinita.
—Índice de pérdidas optimizado —informó 2-4S.
Anakin asintió y dijo:
—Eficacia máxima.
Por las sesiones de entrenamiento con los 1-1A, sabían que ésa era la máxima felicitación que se podía dar a los droides de Lando, y la mayoría de los Jedi repitieron aquel cumplido. Siguieron hacia el espaciopuerto, usando la Fuerza para impedir que el polvo que iban dejando se levantara en el espacio sin aire.
Unos minutos después, 2-4S detectó dos coralitas aproximándose. El grupo de asalto se ocultó bajo el polvo y esperó a que las naves pasaran realizando un vuelo de reconocimiento a baja altura. Cuando los pilotos llegaron al punto de desembarco, encontraron cuatro cráteres inmensos de baradio y nada que sugiriera que el Muerte Exquisita hubiera soltado otra cosa aparte de algunas bombas mal dirigidas, así que seguramente volverían a su base carcajeándose por la incompetencia de sus enemigos. Hasta entonces, los Jedi tendrían que esperar y ser pacientes.
Aunque nadie dijo nada, los pensamientos de todos estaban con Ulaha, en el Muerte Exquisita, perseguida por cinco corbetas y un grupo de coralitas. A pesar de que la bith seguía presente en la fusión de combate, Anakin podía sentirla cada vez estaba más atenta a los problemas que tenía encima, cansada y dolorida, pero sin temor, incluso en paz. Tan pronto como desaparecieron las naves de reconocimiento, Anakin volvió a mirar a la oscuridad con los electrobinoculares, justo hacia donde estaba el Muerte Exquisita, con la esperanza de que la tranquilidad de Ulaha significara que estaba consiguiendo escapar, pero era una tarea imposible. Aunque estuviera mirando en la dirección correcta, la bith y sus perseguidores debían estar ya demasiado lejos como para poder verlos a través de unos electrobinoculares.
El grupo de asalto reanudó su marcha. La presencia de Ulaha siguió disolviéndose, para, finalmente, desaparecer de repente. Anakin pudo notar, por el estampido de ansiedad en la fusión de combate, que el mismo miedo había asaltado la mente de todos los Jedi.
Tahiri se atrevió a preguntar:
—¿Está…?
—No —dijo Jacen interrumpiéndola—. Lo hubiéramos sentido.
—Tal vez haya saltado al hiperespacio —dijo Anakin—. ¿Ha saltado, Dos-Cuatro-Ese?
—Negativo —contestó el droide—. El Muerte Exquisita sigue dentro del alcance de mis sensores.
Fue entonces cuando empezó la música. Una cautivadora melodía de instrumentos de aire llegó a la mente de Anakin. Pese a tener un toque lúgubre, el tono era más pausado que triste, y quizá fuera la melodía más hermosa que había oído nunca. Se volvió y vio a los demás mirando hacia el firmamento. Algunos tenían la cabeza inclinada, escuchando, las lágrimas caían por las mejillas de otros.
—El Muerte Exquisita y sus perseguidores están aminorando su velocidad —informó 2-4S—. Los análisis indican la posibilidad de un ataque de tentáculos de retención.
Ninguno pareció oír el informe.
—Me gustaría… —Jaina volvió a guardar silencio mientras la canción adquiría un aire ligero y empezaba a ganar vigor—. Me gustaría poder grabarla.
—Sí —dijo Jacen—. Estoy seguro de que a Tionne le gustaría tenerla en sus archivos… Qué triste pérdida para los Jedi.
Anakin no pudo saber por el tono neutro de su hermano si era una crítica o si sólo decía lo que sentía. No cabía duda de que Ulaha estaba rindiéndose a la muerte. Aunque sobreviviera al abordaje inicial, no podría soportar otro ataque.
La música repitió el estribillo inicial, esta vez con más vigor y sin asomo de tristeza, para luego aumentar hasta un fuerte crescendo.
En el repentino silencio, se oyó un suspiro de Tahiri.