CAPÍTULO 25
Qué podía pensar yo cuando Ulaha atacó? —preguntó Jacen. Pese a su frustración, hablaba en voz baja para no molestar a Ulaha o a cualquier de los otros sumidos en un trance curativo en los bancos nido de los yuuzhan vong—. Pareció como si Anakin se lo hubiera ordenado, y no fui el único que lo pensó.
—Es un hecho —admitió Tenel Ka. Estaba sentada a su lado en un banco nido, rozando su hombro con el suyo de un modo que era algo más que cómodo. Tenían los sables láser a mano; no pensaban correr ningún riesgo con un voxyn todavía libre por los conductos del sistema—. Pero tú eres su hermano. Lo que en otros puede parecer una equivocación, en ti es un juicio. Y tus objeciones al consejo de Lando no ayudan.
—Los jugadores y los espías pueden permitirse prescindir de la moral —replicó Jacen—. Pero un Jedi no. Nuestro poder nos facilita demasiado el tomar un camino oscuro, y de suceder eso no seríamos los únicos en padecerlo.
—Cierto. Pero, ¿recuerdas mi primer sable láser?
—¿Cómo podría olvidarlo? —preguntó Jacen, preguntándose adonde quería ir a parar. Tenel Ka había cometido el error de construir con prisas su primer sable láser, y el cristal defectuoso hizo que fallase durante un entrenamiento con Jacen. La hoja de él le había rebanado el brazo izquierdo, en la que fue su primera lección sobre la carga que representa tener un gran poder—. Me sentí responsable del accidente durante mucho tiempo. De hecho, sigo sintiéndome así, en parte. Pero no veo qué tiene que ver eso con Anakin y conmigo.
—Nadie tuvo la culpa del accidente salvo yo —Tenel Ka le dio un golpecito en el pecho con su única mano para enfatizar su argumentación—. Lo que yo tomé por confianza en mis habilidades de luchadora era arrogancia. Por eso construí un sable láser defectuoso.
—Arrogancia —repitió Jacen. Por mucho que lo intentase, seguía sin ver en qué se parecía su error al de Tenel Ka—. ¿Y?
—¿Crees que eres el único Jedi de entre nosotros que comprende el peligro que supone el Lado Oscuro?
—Claro que no. La mayoría de nosotros tuvimos problemas con la Academia de las Sombras, y hasta Zekk se volvió… —Jacen dejó sin terminar la frase, comprendiendo por fin el argumento de Tenel Ka. Anakin conocía el peligro que suponía el Lado Oscuro tan bien como cualquiera. Creer que era capaz de ordenar el loco ataque de Ulaha era dudar de algo más que de su juicio, era dudar de su mismo carácter. Jacen negó con la cabeza, sintiéndose culpable—. Fue un error. Un error muy grave.
—Es un hecho —Tenel Ka chocó su hombro con el suyo—. Pero no hay necesidad de enfurruñarse. A mí siempre me caerás bien.
Jacen sintió el estómago vacío.
—¿Tan furioso crees que está?
Tenel Ka puso los ojos en blanco, entonces cogió un contenedor de loción de bacta y saltó del banco nido para atender a sus insensibilizados amigos.
—Era un chiste, Jacen.
—Ah —Jacen cogió su sable láser y la siguió de cerca—. Ya. Tienes que aprender a hacerlos mejor.
Ella lo miró por encima del hombro.
—Pues a mi me ha parecido muy bueno —se acercó a Ulaha, que seguía respirando con irregularidad incluso en su trance curativo, y le apartó la sábana—. Verás como te perdona, Jacen, y entonces las cosas volverán a la normalidad.
Puso una nueva capa de loción sobre las heridas de Ulaha. No era tan efectiva como la inmersión en un tanque, pero era mejor que cualquier otra cosa que pudieran hacer por ella.
* * *
En la cubierta inferior, un cerebro localizador de objetivos yuuzhan vong estaba abierto en una mesa de la sala de oficiales, y su baño de nutrientes llenaba la sala con un olor a algas podridas. El órgano era una mezcolanza de axones y dendrones unidos por una masa gelatinosa de racimos de neuronas, todo ello dentro de un caparazón con forma de nuez. Aunque Jaina encontraba la estructura del ordenador biótico irremediablemente desconcertante, Lowbacca estaba concentrado diseccionándolo con un pequeño conjunto de herramientas de esteriacero con las que cortaba aquí y desplazaba allí, gruñendo de satisfacción cada vez que las fibras se reconectaban en nuevos lugares. Al final, fundió un hilo corto de axon entre dos tramos de dendrón, y rió satisfecho cuando el pedúnculo de un ojo que colgaba en la parte delantera del caparazón se irguió para mirar a Jaina.
Lowbacca gruñó una petición, que Eme Tedé, recién recuperado de la cápsula de equipamiento, tradujo como «El amo Lowbacca pregunta si sería tan amable como para circunnavegar la mesa».
Jaina hizo lo que le pedía, pese a conocer el wookiee lo bastante bien como para saber que Lowbacca había formulado la petición de forma ligeramente menos elocuente. El ojo siguió sus progresos, usando un tallo de control de la parte trasera de la concha para hacer girar el cerebro.
—Busca ayuda, Lowie —se rió Jaina—. Eso es de lo más Sith.
Lowbacca gruñó una risita, estabilizó el caparazón con una manaza y metió dentro un cortafibras muy fino. Jaina se apartó del cerebro localizador de objetivos para encontrarse con Zekk, que esperaba con un cepo de fotones del sistema de sensores de la cápsula de equipamiento.
—No hay películas detectoras de repuesto en el kit del droide —dijo—. Igual podemos sacar una de esto y encajarla.
—Vale la pena intentarlo.
Jaina cruzó la primera la sala de oficiales hasta donde estaba 2-1S, regenerando en silencio su armadura de laminanium y ejecutando diagnósticos internos. Desde que despertaron de sus trances curativos, Jaina, Zekk y Lowbacca habían trabajado sin descanso ayudando al droide bélico a autorrepararse, pero 2-1S seguía teniendo pinta de haber agarrado un turboláser por el lado que no debía. Habían sustituido los fotorreceptores con repuestos del kit que Lando había incluido en la cápsula de equipamiento, pero varios insectos aturdidores habían penetrado dentro del cráneo, destrozando placas de circuitos y sistemas detectores más allá de cualquier reparación posible. Por fortuna, Zekk había pasado gran parte de su vida como chatarrero en los peligrosos barrios bajos de Coruscant y tenía un talento especial en la Fuerza para encontrar cosas. Por el momento había conseguido encontrar sustitutos para los sensores infrarrojos y los ultrasónicos, y, ahora, quizá también para los analizadores gamma.
Jaina cogió la fina hoja de película detectora del cepo de fotones y se la mostró a 2-1S.
—¿Qué te parece esto para tu sistema gamma?
CYV 2-1S examinó la hoja con los fotorreceptores antes de contestar con voz rota.
—Afirmativo —su voz era el fantasma de la de Lando, llena de estática, pero esa era la menor de sus preocupaciones—. Tiene el doble de grosor.
—Otro éxito de Zekk —dijo Jaina. Se volvió y se encontró mirándole a sus ojos con dos tonos de verde, y la forma en que sostenían su mirada reflejaba un sentimiento más profundo que el de la amistad. Jaina esperó un momento a que mirase a otro lado y cuando no lo hizo le entregó la película detectora—. Aguanta esto mientras voy a por el cortador.
Aunque Jaina no era ciega a la decepción que ensombreció el rostro de Zekk, se cuidó mucho de mantener una expresión neutra mientras cogía el cortador láser. No es que no sintiera nada por Zekk, de hecho unos años antes le costaba no pensar en él; pero sus sentimiento habían ido cambiando con el tiempo, pasando de un enamoramiento a algo muy parecido a lo que sentía por sus hermanos. Era amor, sí, pero no físico, y carente de la chispa que había sentido en el Bahía de Tafanda, cuando Jag Fel ignoró a todo el gabinete de Borsk Fey’lya para presentarse ante ella.
Eso había hecho que sintiera algo especial en la boca del estómago… pero estaba siendo una tonta. No tenía ni idea de dónde estaba Jag Fel, probablemente no en la galaxia conocida, y era aún menos probable que volvieran a encontrarse. Si seguía esperando a sentir otra descarga así, tendría la edad de Mara antes de que…
—¿Jaina? —Zekk agitó la película detectora ante su cara—. ¿Vas a cortar o no?
—Claro, pero tenemos que tomar las medidas —Jaina apartó la cara para ocultar su sonrojo—. ¿Dónde puse el hidrocalculador?
* * *
Tesar Sebatyne estaba a sólo unos metros de distancia de allí, arrastrándose sobre el vientre por la negra suciedad del principal conducto de eliminación del Muerte Exquisita, cuando oyó el siseo de una criatura de gran tamaño al contener el aliento. Alzó el improvisado escudo de duracero y usó la Fuerza para empujarlo conducto abajo. Se oyó un eructo apagado y un sonoro siseo cuando brotó el ácido, seguidos de un sonido metálico cuando el escudo chocó contra el voxyn.
Tesar siseó de risa y empleó la Fuerza para empujar al voxyn y al escudo conducto abajo. Cuando la criatura ladró e intentó meter el morro por los agujeros que había hecho el ácido en el duracero, el barabel sacó la pistola e hizo un único disparo. El morro de la criatura estalló en un chorro de sangre negra, llenando el conducto de vapores tóxicos. Tesar siseó en su máscara respiradora y volvió a disparar.
El voxyn rugió, se quitó el improvisado escudo del morro y desapareció por el conducto. El barabel se imaginó a la bestia en su mente y buscó a sus compañeras de nido para transmitirles una impresión de movimiento y de la criatura haciéndose más grande.
Un momento después, Bela le respondía con una imagen del brillo corporal de la criatura. Como la mayoría de los barabeles, podía ver el espectro infrarrojo y muy a menudo localizaba a sus presas por el calor corporal. Le transmitió una sensación de peligro inminente y Tesar supo que debía darse prisa. Retrocedió dos metros y se metió por un conducto lateral.
Contó tres lentos latidos reptilianos antes de que una serie de jadeos reverberase en el coral yorik. El conducto se iluminó con el brillante fogonazo de los minicañones de sus compañeras de nido, situadas en la siguiente intersección en ángulo recto la una de la otra y tuvo que cerrar los ojos. El agudo chillido del voxyn traspasó el aire estancado como un sable láser, para luego reducir el tono y empezar a ondular.
¿Habrían fallado?, se preguntó Tesar. ¿Cómo era posible?
La irritación de sus compañeras de nido le convenció de que no habían fallado. El micrófono de su oído detectó una variación repentina en el chillido del voxyn y se desconectaron, aislando sus oídos del impacto desorientador de una onda de compresión.
Sintió una vibración profunda y dolorosa en la boca del estómago, pero la compartió con la excitación de sus compañeras de nido mientras seguían disparando a su presa. ¡Por su sangre fría, cómo le gustaba ir de caza con sus compañeras de nido!
Los minicañones acabaron callándose y sus micrófonos volvieron a abrirse. Sacó la lengua dentro de la máscara respiradora y olió a ozono filtrado y a coral yorik chamuscado, y a un olor cobrizo y antiséptico que reconoció como sangre de voxyn desintoxicada.
Envió a sus hermanas una pregunta-sensación y sólo recibió una impresión de inseguridad. Aunque Tesar no podía sentir exactamente los actos de sus compañeras de nido, había vivido con ellas toda la vida y sabía intuitivamente que activarían un palo de luz para complementar su visión de infrarrojos. A su mente acudió una imagen de escamas humeantes y la de una pata de voxyn quemada por un láser.
Entonces le llegó la voz de Anakin por el comunicador.
—¡Tesar! ¿Qué es lo que pasa allí?
A la vuelta de la esquina se oyó el cliqueteo de unas garras, y Tesar pensó «Uh-oh». Se metió una mano bajo el chaleco para llegar al comunicador del cuello, al tiempo que retrocedía reptando por el conducto. Iba despacio porque el conducto de alimentación era sólo ligeramente más grande que el propio Tesar, y se arrastraba contra la dirección de sus escamas. Las ásperas paredes seguían chocando con las puntas, incluso a través del grueso mono, y frenando dolorosamente sus progresos.
La cabeza del voxyn apareció en la esquina, una silueta al rojo a apenas dos metros de él.
—¿Tesar? ¿Qué es lo que pasa allí?
Tesar disparó contra el voxyn y vio rebotar su disparo. ¡Ojalá él tuviera escamas así! La criatura encogió la cabeza, pero las nubecillas rosas de aliento continuaron asomando por la esquina.
Por fin alcanzó el comunicador.
—Nos dijiste que buscáramos al voxyn.
—¿Y?
—Y que pidiéramos ayuda si… —las nubecillas rosas desaparecieron, y Tesar oyó que algo tomaba aire—. Er, sigue hablando.
Se arrancó el comunicador y lo arrojó conducto abajo. La distante voz de Anakin siguió pidiendo una explicación, pero Tesar se alejó todo lo deprisa que pudo. Un morro mutilado asomó por la esquina y enterró el chillón instrumento bajo un débil chorreo de ácido. Tesar dejó de moverse y usó la Fuerza para proyectar la voz conducto abajo, gritando todo lo fuerte que podía.
Sintió la aprobación de Krasov y, a través de ella, el pánico de Anakin. Debía estar ante el comunicador, gritando a Tesar que contestara. Bela lo encontraba gracioso; Tesar podía sentir sus siseos. Supo sin mirar que ahora estaría reptando por el conducto principal para situarse detrás del voxyn, sable láser en mano. Krasov la seguía con un gran rifle láser de repetición T-21 apuntando por encima del hombro de su hermana. El voxyn se arrastró para doblar la esquina, hundiendo las garras en las paredes de coral yorik para propulsarse hacia delante. Tesar no podía ver sus heridas en el infrarrojo, pero la criatura se movía más despacio y con mucho cuidado. Se detuvo ante el pequeño agujero que había abierto su ácido en el suelo, y, luego, al no encontrar el esperado cuerpo, alzó la cabeza y miró al conducto lateral.
Tesar reanudó su retirada, disparando contra la cabeza de la criatura. Muchos disparos rebotaron en ella, pero otros muchos se abrieron paso por las escamas blindadas sin conseguir matarlo. El voxyn no perdió tiempo con otro de sus chillidos y lo persiguió por el conducto, empujándose con sus gruesas patas más deprisa de lo que podía retroceder el barabel. Por primera vez, el miedo erizó las escamas de Tesar; la bestia aprendía de sus errores.
«Estoy en problemas», pensó.
Sintió la alarma de sus compañeras de nido y las oyó salpicar y golpear en el conducto principal intentando atraer la atención de voxyn. La criatura era demasiado lista para caer en esos trucos y se propulsó hasta un metro de distancia de Tesar y empezó a eructar, pero o se había quedado sin ácido o se le había quemado el conducto de los efluvios, porque no salió nada. Tesar disparó a quemarropa y olió a carne quemada.
El voxyn siguió avanzando, y cerró la boca alrededor del cañón del rifle Merr-Sonn. Tesar apretó el gatillo, y ladró de dolor cuando los circuitos de seguridad del arma sintieron un bloqueo en el morro del emisor y cerraron el módulo activador. Tesar dejó el arma en la boca del voxyn y siguió retrocediendo, apretando la espalda contra el techo del conducto en lo que estaba seguro de que sería un intento fútil de liberar el sable láser.
La hoja blanca de Bela cobró vida con un siseo, en alguna parte detrás del voxyn, pero la criatura llenaba tan completamente el conducto que apenas conseguía pasar algún rayo de luz. La bestia se propulsó hacia delante; Tesar salvó su máscara respirador al apartarse, y reaccionó alargando las manos y hundiendo sus afiladas garras en el morro herido de la cosa.
El voxyn continuó propulsándose hacia delante, intentando morder la mano que se le clavaba en el morro. Tesar empujó su cabeza contra la pared.
Tesar exudó triunfo hacia sus compañeras de nido. Una pata se lanzó hacia él pillándole el codo, y sus garras empapadas en enfermedades arañaron el forro de molytex de su mono estando casi a punto de traspasarlo. Añadió urgencia a su sentimiento de triunfo.
El zumbido de la hoja de Bela se hizo más fuerte, y desapareció bajo el estallido de una explosión de detonita. Un peso inesperado cayó sobre la espalda de Tesar, y el conducto se vio de pronto inundado por la suave luz verde de los liqúenes bioluminiscentes de las paredes del Muerte Exquisita. Tesar pudo ver la mezcolanza de colmillos rotos y carne chamuscada que era el morro mutilado del voxyn, y se sintió elevándose a través del techo del conducto cuando alguien lo levitó hasta el camarote de arriba.
El castigado voxyn se movió debajo de él, faltándole pedazos enteros del cuerpo, arrastrando los muñones de sus inútiles cuatro patas traseras.
—¡Cabeza de bantha! ¡Se ha ezcapado! —Tesar miró a su alrededor y se encontró ante los ojos azules de Ganner Rhysode, uno de los Jedi humanos más altos y, al menos a juzgar por su actitud, más apuestos—. ¡Ahora matarlo será el doble de difícil!
—Se acabó la temporada de caza, mi escamoso amigo —Ganner bajó a Tesar hasta el suelo del pasillo y gritó al agujero—. Salid de ahí, chicas. Anakin nos quiere en el puente.
* * *
Raynar Thul despertó de su trance curativo en el camarote dormitorio contiguo para encontrarse mirando la espalda desnuda de Eryl mientras ésta se sentaba y se estiraba al otro lado de una estrecha pasarela. Tenía la piel lechosa y llena de pecas, con apenas una ligera insinuación de las cicatrices del ácido y los cortes de las garras que tan bien había llegado a conocer él durante la primera guardia voxyn. Eryl y él se habían pasado un buen rato hablando y frotándose loción bacta en las heridas del otro, mientras los demás estaban dormidos en trances curativos u ocupados aprendiendo a pilotar la nave. Tenía un vago recuerdo de un largo beso justo antes de desplomarse en sus bancos nido, pero lo recordaba tan borroso que bien podía haber sido sólo un sueño.
Eryl bajó los brazos y miró por encima del hombro para sorprenderle mirándolo. En vez de cubrirse, sonrió.
—¿Qué tal estoy?
Los dientes de Raynar chasquearon al cerrar la mandíbula de golpe.
—Bien —consiguió tartamudear. Puede que al final lo del beso no hubiera sido un sueño—. Muy bien, la verdad.
Eryl frunció el ceño y doblo el cuello para mirarse la espalda, riéndose a continuación y seguir sin taparse.
—Me refería a mis cicatrices, jovencito. ¿Están curadas?
—Oh, sí —Raynar quiso volver a caer en su banco nido y sumirse en un trance curativo—. A eso me refería.
Eryl parecía dubitativa.
—Claro —cogió su mono—. Pero no pasa nada. No creo que nadie de este grupo de asalto tenga secretos con tanto frotarnos bacta.
—No, supongo que no.
Aún así, cuando Raynar cogió su mono no intentó disimular su decepción. Puede que Eryl sólo fuera uno o dos años mayor que él, pero que le llamase jovencito le había quitado cualquier falsa impresión que pudiera tener acerca de su relación.
Tekli apareció unos bancos más abajo, con el vello marrón revuelto y los ojos grises brillantes mientras se ponía el arnés de su equipo.
—¿Habéis dormido bien?
—Sí, mucho —respondió Raynar—. ¿Y tú?
—Bien —les dirigió una sonrisa tensa y alzó las cejas cuando la nave se estremeció ligeramente—. Debemos estar saliendo del hiperespacio.
Tanto Raynar como Tekli miraron a Eryl, que cerró los ojos verdes y buscó en la Fuerza. Cuando los abrió un momento después, pareció un poco más joven e inocente que antes.
—Tendría que ver algunas estrellas para estar segura, pero me parece que sí —dijo—. Hemos llegado a Myrkr.