CAPÍTULO 27

Los tallos de los senalak parecían más estalagmitas de hielo que un sistema de seguridad bajo el tenue resplandor esmeralda del planeta Myrkr. Aquellos tallos rígidos y duros llegaban tan sólo a la altura de la rodilla, y no eran más gruesos que un dedo, pero cuando Jovan Drark creó un surco con la Fuerza por el que pasar con seguridad a lo largo de todo el campo, sus capullos azules escupieron un grupo de espinas con filamentos de un metro de largo aproximadamente. Aquel alambre de espino quedó flotando en el vacío espacial durante unos segundos, enredándose y capturando, o incluso matando, cualquier cosa que pasara por su lado.

Si Alema no les hubiera avisado, el grupo de asalto habría entrado en aquel campo de seguridad completamente desprevenido. Tras la anterior trampa a bordo del Muerte Exquisita, Anakin había empezado a preguntarse si realmente estarían preparados para una misión como aquella. Ulaha les había dado menos de un 50% de posibilidades de éxito y, por lo que veía, las cosas no estaban mejorando, así que también empezó a preguntarse si, después de todo, era tan buena idea ir a por la reina voxyn.

—Anakin, tenemos que hacer esto queramos o no, y no estás siendo de gran ayuda con tanta negatividad —dijo Tahiri mientras avanzaba tras de Anakin, con su pelo rubio sobresaliendo por la parte inferior de la protección facial de su traje de vacío.

—Nos estaban esperando, tú supiste enfrentarte a la situación, y ahora vamos a cogerlos por sorpresa.

—Perdona. Creía que tenía todo eso controlado.

—Y lo tienes —dijo Tahiri poniendo los ojos en blanco—. Oye, que soy yo, Anakin.

El último de los senalak cayó ante un embate de la Fuerza obra de Jovan, y por fin llegaron al perímetro del puerto espacial. Básicamente, consistía en un enorme foso de treinta metros de profundidad y un kilómetro de largo, cuyas paredes estaban compuestas por una cavernosa hilera de columnas sellada con una membrana transparente que sólo se podía cruzar mediante un anillo de válvulas. Veinte biomuelles de atraque se extendían a lo largo del suelo del foso, todos cubiertos por caparazones retráctiles de tamaño suficiente para alojar a los análogos de las corbetas.

En el lado más próximo del espaciopuerto, estaba atracando el último transporte de rescate que volvía de la batalla espacial. Las dos mitades del caparazón del muelle de atraque se levantaron para pegarse al grumoso casco. A pesar de que Anakin y los otros no habían sido capaces de ver la batalla, el continuo fluir de las naves de rescate procedentes del espacio les indicaba que al menos sus camaradas habían plantado cara en la batalla. También conocían su resultado. 2-1S había enviado un informe final a 2-4S antes de explotar, y todos temieron entonces por la vida de Ulaha, una de las razones de la «negatividad» de Anakin.

Unos cinco kilómetros más allá del foso de aterrizaje se alzaban las cúspides en forma de panales de los grashal que habían visto desde el espacio. Anakin no necesitaba hacer ninguna prospección con la Fuerza para saber que allí se encontraban los voxyn. Podía notar con toda claridad su hambre procedente de aquella dirección. Sin embargo, la situación del prisionero Jedi era, por el contrario, bien diferente. No podía sentirlo, sentirla o sentirlos en absoluto, por mucho que se esforzara.

—¿Ysalamiris? —preguntó Alema.

Avanzó lentamente hasta situarse junto a él, justo al lado opuesto de donde se encontraba Tahiri y se detuvo en el punto en el que las hombreras de sus trajes de vacío se tocaron.

—Si tienen un Jedi, necesitarán ysalamiris.

A Anakin no le sorprendió que la twi’leko se le anticipara. Durante el trayecto desde la zona de aterrizaje, el grupo de asalto había estado actuando con tal armonía que a veces parecían compartir pensamientos.

—No creo que esté muerto —dijo Tahiri—. Ya sé que no sabemos quién es y todo eso, pero, aun así, creo que lo sabríamos.

Anakin no pensaba lo mismo, pero sólo había una manera de descubrirlo. Se dio la vuelta para coger las feromonas de apareamiento de ysalamiri que Cilghal le había dado. Sonrió al ver que Jacen ya le esperaba con la mano abierta para que le pasara la cápsula.

—Esto es muy raro —dijo—. Tesar debería haber dicho algo.

En los ojos de Jacen se atisbo un aire divertido.

—Míralo desde mi punto de vista —dijo Jacen.

De repente se puso más serio, mientras un aura de nerviosismo lo envolvía.

—Mira, Anakin, antes de que esto empiece de verdad, hay algo que…

—Ahora no, Jacen —dijo Anakin apartando la vista y mirando a lo lejos. Lo último que necesitaba ahora era herir los sentimientos de Jacen, pero ya había comprobado en la estación Centralia lo que pasaba cuando hacía caso a su hermano—. Lo tengo que hacer a mi manera.

—Yo sólo quería…

—Por favor.

Anakin lanzó la cápsula hacia la parte más alejada del foso de aterrizaje, donde ya había un grupo de servicio ocupado en sacar provisiones de una esclusa de aire abierta. La cápsula desapareció enseguida de su campo de visión en el resplandor verdoso de Myrkr, pero sintió que se detenía al atravesar la esclusa y chocar con la válvula interior. Unos minutos después, el grupo de servicio terminaba su tarea y entraba en la esclusa. Anakin empezó a decirle a los demás que se prepararan, pero luego lo pensó mejor. Ya lo estaban.

La válvula exterior se estaba cerrando cuando habló 2-4S.

—Nave aproximándose, enemiga, análogo de fragata.

Les decía que la llegada de la nave era inminente. Pese a lo magníficos que eran los droides de combate CYV, su paquete de sensores carecía de potencia para detección en el espacio profundo. La noticia hizo que un escalofrío de peligro le recorriera la espina dorsal, pero se negó a apresurarse. Hasta que supiera dónde se encontraba el Jedi, entrar en el espaciopuerto sólo pondría al cautivo, y a ellos, en peligro.

Un enjambre de figuras apenas distinguibles salió corriendo de una de las arcadas, situada aproximadamente a un tercio del recorrido de la columnata. Más de una docena de yuuzhan vong salió tras ellos, se detuvieron y medio tropezaron al intentar detener a los fugitivos. Uno de los guerreros cogió una forma que se retorcía, echó la mano atrás y pisó a la criatura. Los ysalamiri tenían los dientes afilados.

No pasó mucho tiempo hasta que todos los ojos, o al menos todos los que se veían a través de la membrana se fijaran en el alboroto. Anakin se apartó del perímetro y se quedó mirando. Cuando se volvió para ordenar que activaran los mantos holográficos, ya había una larga fila de yuuzhan vong ante él.

—Sabéis cuál es el plan, ¿no?

—Directos al nido de ysalamiri —contestó Bela, o quizá fuera Brasov.

—Y volver luego…

—Para robar la nave de rescate —acabó Ganner—. Nos lo sabemos al pie de la letra, Jedi. Dos-Cuatro-Ese y yo cubriremos vuestro descenso.

—Bien.

Anakin activó su manto holográfico y volvió al perímetro para dejarse caer junto a la pared, usando la Fuerza para amortiguar la caída. Cuando no sintió yuuzhan vong a través del cristal lambent, se dio la vuelta para descubrir que estaba ante una esclusa de aire del tamaño de un rancor que daba a una madriguera de lóbregos y tenebrosos túneles apenas visible a través de las translúcidas válvulas puerta. Podía sentir un grupo de yuuzhan vong en alguna parte de la oscuridad, pero su percepción era demasiado difusa para decirle si se habían alertado por su súbita aparición o si tan siquiera eran conscientes de ella.

Alema, Tesar y los demás empezaron a llegar. Sabiendo que la twi’leko era la que más experiencia tenía a la hora de infiltrarse tras las líneas enemigas, Anakin le encargó que dirigiera al grupo a través de la esclusa, mientras él vigilaba.

El foso de aterrizaje parecía más grande desde el suelo que desde arriba. En aquel lóbrego resplandor verde, el trasiego que había al otro lado sólo era visible como una masa de sombras que corrían a toda prisa de un lado a otro. Era imposible discernir nada a través de la ventana de la membrana, a menos que quedara silueteado por el resplandor de algún trozo de liquen bioluminiscente de la pared.

Tan sólo la nave de rescate, totalmente asentada en su biomuelle de atraque, era distinguible y fácil de ver.

Cuando Anakin terminó de hacer su inspección, Ganner y 2-4S ya estaban detrás de él. Siguieron a los demás por la esclusa de aire y dejaron que sus protectores faciales y máscaras de respiración colgaran de la parte superior del traje, manteniendo conectados micrófonos y auriculares para poder comunicarse sin levantar la voz. Anakin se puso en cabeza y empezó a avanzar lo más rápidamente que pudo a través de la columnata, intentando no llamar la atención; las baterías de los mantos holográficos sólo durarían dos minutos antes de dejar de funcionar y necesitar que las cambiasen.

Mientras se dirigían a la nave de rescate, pasaron junto a una rampa que conducía hacia un bullicioso nivel inferior situado por debajo del foso de aterrizaje. Un yuuzhan vong sin armadura empezó a inclinarse, haciéndoles gestos y hablándoles en su propio lenguaje. Una oleada de nerviosismo atravesó a todo el grupo de asalto, pero se retiró rápidamente en cuanto Jacen usó la fusión de combate para dirigir la atención de todo el mundo hacia la compostura inalterada de Alema. Los yuuzhan vong llegaron a la puerta diciéndoles algo con más insistencia.

La voz de Tahiri sonó a través de los auriculares de todo el mundo, en los cuales pudieron escuchar la respuesta apropiada. Ganner, que tenía la voz más parecida a los yuuzhan vong, salió del grupo y habló con el caracortada:

Pol dwag, kane a bar.

¿Kanabar? —contestó el yuuzhan vong.

Se hizo una pausa mientras Tahiri le daba la respuesta correcta. Luego Ganner dijo:

¡Dwi, kane a, bar!

¡Tadag dakl, ignot!

Los yuuzhan vong alzaron las armas en un gesto brusco y luego desaparecieron por la rampa.

—¿Qué querían? —susurró Anakin.

—Ganner le ha llamado «cubo de babosas muertas» —dijo Tahiri—. Le dije que le contestara kanabar, no kane a bar.

Kane a bar ha estado mejor —dijo Tesar—. ¿Cómo se dice «suciedad bajo mis escamas»?

Eso hizo que resonara todo un coro de siseos procedente de las hermanas Hara y una orden de Anakin para que cesaran los chistes. 2-4S informó de que la nave enemiga que se aproximaba era, efectivamente, una fragata, y que ya estaba orbitando la mundonave.

Anakin volvió a sentir un cosquilleo en la nuca, y esta vez no se apaciguó. Con una fragata en la órbita de la mundonave, deberían tener mucho cuidado cuando les tocara salir corriendo de allí.

Llegaron a la oscura arcada que conducía al nido de los ysalamiri. Anakin supo instantáneamente que estaban en el buen camino, ya que el aire apestaba a suciedad, sangre reseca y cosas peores. La fusión de combate se desvaneció en cuanto entraron en el túnel. Vieron que más adelante el pasaje estaba bordeado por árboles ambulantes parecidos a los que habían visto en el Muerte. La mayoría tenían rotas las garras que sobresalían de sus troncos, pero un grupo de ellos todavía tenían ysalamiris colgando. Un par de guerreros yuuzhan vong esperaba tras una especie de mostrador de coral yorik, insertando con destreza un cordón vivo en un látigo entrelazado e ignorando los angustiosos gritos procedentes del final del corredor.

Mientras Anakin se aproximaba, ambos guerreros dejaron de hacer su trabajo y se quedaron mirándolo con los brazos cruzados sobre el pecho.

¿Remuga corlat, migan yam? —preguntó el guardia más alto.

Anakin se dirigió directamente hacia la puerta de entrada.

¿Remaga corlat? —preguntó el guardia más alto de nuevo, sacando el anfibastón del cinto e interponiéndose en el camino de Anakin.

La respuesta de Anakin fue más cortante que furiosa.

Kane a bar.

Los hundidos ojos del yuuzhan vong lo miraron más confundido que enfadado, pero, aun así, puso su anfibastón en el pecho de Anakin.

¿Yaga?

Anakin lo apuntó con su sable láser y lo encendió. La hoja escarlata atravesó la garganta del guardia y salió por el otro extremo del cuello, rozando al guardia que había tras él. El segundo yuuzhan vong rodó hacia atrás y abrió la boca para dar la voz de alarma, pero fue interrumpido por el sonido del sable láser plateado de Alema, que le cortó limpiamente la cabeza.

Anakin apagó el manto holográfico y dio algunas órdenes, mandando a Jacen, Ganner y 2-4S a vigilar la entrada, y a Jaina, Raynar y Eryl a ocuparse de los demás ysalamiri. El resto fue corredor abajo, hacia los gritos de tortura. Cuando llegaron a la puerta de entrada, se toparon de bruces con el peto de la armadura de cangrejos vonduun de un yuuzhan vong.

El guerrero intentó gritar mientras sacaba el anfibastón, pero Anakin se le anticipó y le atravesó la garganta con su sable láser. Luego empujó el cuerpo hacia la habitación de donde venía. Entonces escuchó el zumbido delator de varios insectos aturdidores volando hacia él, así que se agachó y rodó sobre el hombro al tiempo que intentaba inspeccionar la habitación. Había un árbol de ysalamiris en una esquina, dos figuras colgadas de la pared más cercana y otras dos moviéndose a su derecha. Se levantó con el sable láser en guardia para tirarse cuerpo a tierra cuando las descargas del minicañón de Tesar empezaron a pasar sobre su cabeza.

El árbol de ysalamiris explotó en mil astillas y cuando quedó totalmente vaporizado Anakin sintió cómo volvía la Fuerza. Volvió a oír el zumbido de un insecto aturdidor volando hacia él. Anakin dejó que sus sentidos Jedi guiaran su sable láser para defenderse del ataque y giró inmediatamente para descubrir el origen del mismo y ver un yuuzhan vong corriendo hacia él, anfibastón en mano. Antes de que Anakin pudiera esquivarlo, una descarga del minicañón de Tesar lanzó al guerrero al otro lado de la habitación, y Alema se adelantó para traspasarle la destrozada armadura con su sable láser plateado.

Ya sólo quedaba un yuuzhan vong, el más pequeño y delgado, con un espectral rostro de rasgos femeninos y diversas garras serradas y cortadas sobresaliéndole de los ocho dedos, las muñecas y hasta los codos. Una cuidadora. Anakin se detuvo y empezó a caminar hacia ella, pero una telaraña de deslumbrantes líneas de energía le envolvió el cuerpo antes de que pudiera dar siquiera dos pasos. Anakin pensó que sería alguna clase de escudo personal, hasta que los ojos de ella se desorbitaron y dijo algo furiosa.

Anakin centró sus pensamientos en la telaraña y sintió la familiar energía de la Fuerza, pero mucho más fría y con ciertos toques de oscuridad. Miró hacia la pared del fondo, donde los dos prisioneros permanecían colgados con los brazos abiertos y sangrando por múltiples heridas. Uno era una fornida mujer de pelo oscuro y ojos más oscuros aún que miraba a la cuidadora vocalizando en silencio unas palabras que Anakin no alcanzó a comprender.

La yuuzhan vong intentó arrancar de su cuerpo una hebra de energía de la Fuerza, pero sólo consiguió cortarse tres dedos. La mujer de pelo oscuro sonrió cuando la telaraña empezó a cerrarse en torno a la cuidadora, cortando lentamente su cuerpo en pedazos.

A Anakin le invadió una profunda sensación de injusticia, de odio, de ira… y de maldad. Aquella mujer estaba actuando no sólo más allá de las circunstancias de la guerra, si no más allá de la venganza o de la sed de sangre.

—¡No! ¡Detente!

Ella lo ignoró, y la yuuzhan vong gritó de angustia. La sangre empezó a derramarse sobre el suelo, acompañada de otras cosas. Anakin volvió la cara al ver que varios trozos de carne con forma de cubo caían al suelo.

—¡Detente!

Anakin alzó la base de su sable láser y dio un paso adelante para reafirmar su orden, pero los gritos de la yuuzhan vong se detuvieron de repente, con un sonido húmedo y gorgoteante. Cuando Anakin la miró, vio que todo su cuerpo estaba esparcido por el suelo, cortado en dados. El olor era horrible, y tuvo que esforzarse para no vomitar.

La voz de Jacen sonó en su auricular.

—Hermanito, acaba de salir una lanzadera de la fragata.

—De… acuerdo. Mantenme… informado… —dijo casi sin resuello.

Se hizo una pausa, y Jacen preguntó:

—¿Pasa algo?

—Estamos bien —dijo Anakin—. Una sorpresa. Luego te cuento.

Por el comunicador se oyó un «clic» que tomó como un acuerdo y una despedida, justo cuando Anakin vio a Alema en la pared del fondo, liberando a la mujer de pelo oscuro de los cepos de gelatina blorash que la mantenían colgada.

—¡Qué técnica tan fascinante! —dijo la twi’leko—. ¿Crees que podría aprenderla?

—No, no puedes —contestó Anakin—. Ese ataque fue de una crueldad innecesaria.

Alema entornó sus pálidos ojos de twi’leko, fríos y duros como un lago hothiano.

—Podrás hablarme de la crueldad cuando un voxyn le haya quemado la cara a tu hermana —dijo girándose hacia la mujer de pelo oscuro, ahora libre de sus ataduras de la pared—. Puede que ahora quiera ser cruel.

La mujer le regaló una sonrisa alentadora.

—No hay nada malo en la venganza, es una emoción muy noble, a la par que poderosa.

—Hablas como una verdadera Hermana de la Oscuridad —dijo Zekk entrando en la sala.

Miró primero a la mujer de pelo oscuro y luego al joven, que todavía estaba colgado tras ella.

—Hola, Welk.

Welk, un humano de pelo rubio uno o dos años mayor que Anakin, lanzó una amarga mirada a Zekk.

—Hola, traidor.

—¿Os conocéis? —preguntó Anakin.

Zekk afirmó con la cabeza.

—De la Academia de las Sombras. Welk era el mejor estudiante de Tamito Kai. Tras morir Vilas, por supuesto.

—Después de que tú lo mataras —corrigió Welk mirando a Zekk—. Zekk ostentaba el rango de caballero más oscuro, nuestro líder, hasta que traicionó al Segundo Imperio en Yavin 4.

Anakin frunció el ceño al oír aquello. A pesar de que por aquel entonces era demasiado joven como para participar en la defensa de la Academia Jedi, cuando el Jedi Oscuro de Tamito Kai atacó, muchos de los Caballeros Jedi de su grupo de asalto, incluyendo sus discípulos, Lowbacca, Tenel Ka y Raynar, lucharon valientemente en aquella batalla. No estarían muy contentos al saber que habían arriesgado sus vidas para salvar la de un enemigo.

Tesar, que nunca había estado en Yavin 4, fue el primero en oponerse.

—¿Hemos arriezgado nueztras vidas para salvar a un Jedi Oscuro? —dijo el barabel apuntando a la pareja de prisioneros con su minicañón—. ¡Tragad dizparos lázer!

—Baja eso, Tesar —dijo Anakin empujando el cañón hacia abajo, para luego girarse hacia la mujer de pelo oscuro—. ¿Hay algún Jedi?

—Nosotros somos Jedi —contestó ella. A pesar de que la sangre manaba de muchas de sus heridas, el dolor no parecía preocuparla más de lo que le preocuparía a un yuuzhan vong—, pero, contestando a tu pregunta, no, no hay ningún Jedi. Al menos con vida. Cuando entraste en el sistema nos sentiste a nosotros.

—De todas formas tampoco nos hará ningún daño echar un vistazo —dijo Anakin asintiendo a Tesar y a sus compañeros—. Tened cuidado.

—Como desees, joven Solo —dijo la mujer sonriendo—, pero no hay razón para dudar de nosotros. Estaremos más que felices si dejas que te ayudemos a destruir a los voxyn.

—¿Cómo sabes…?

—No creo que hayas venido a rescatarnos —dejando a Welk colgado detrás de ella, empezó a caminar hacia la puerta—. Mi nombre, de todas formas, es Lomi Pío. Tal vez podría empezar a contarte lo que sé de este sitio.

Anakin levantó una ceja.

—¿No te guardas la información para luego poder negociar? ¿Qué te hace pensar que si nos cuentas lo que sabes no te dejaremos aquí?

Lomi le lanzó una fría mirada.

—Y entonces, ¿quién sería el Jedi Oscuro, Anakin?

Anakin todavía intentaba deducir cómo conocía su identidad aquella mujer, cuando de su auricular surgió nuevamente una voz.

—Tenemos problemas, Hermanito —esta vez era Ganner quien hablaba—. ¿Te acuerdas de la lanzadera? No te vas a creer quién viene en ella.

—Yo no me lo creo —dijo Jacen—. ¡Parece Nom Anor!