Agradables-cimientos

Es de bien nacidos

Escribir diez novelas, aunque sean mini-novelas, supone reprogramar la mente cada vez que se inicia el relato. Como farmacólogo de profesión, me ha supuesto el reto fantástico de combinar un mínimo de rigor científico con la divulgación para (casi) todos los públicos de la ciencia a la que amo. Todo este esfuerzo precisó también de la ayuda y de la complicidad de muchos amigos. Ya he mencionado a Francisco Sala, quien, amén de facilitarme el texto del prólogo, pasó muchas horas corrigiendo los cuentos que le iba enviando. Lo mismo hicieron los profesores Eduard Rodríguez Farré y Antonio G. García, que han enriquecido el texto con sus sugerencias siempre agradables. Mención aparte son Susana Gerber y Manuel Criado, más abajo los menciono. La doctora Inmaculada González Castro puso una visión clínica en el texto, Macu ha sido muy crítica con el texto y La Logia le debe mucho a su trabajo. Ellos y otros me dijeron que temían que estas historias no estaban a la altura de la mayoría de los posibles lectores no familiarizados con el mundo de la medicina. Yo disiento con ellos, creo que la cultura médica es simplemente eso, cultura, y el lector es, por definición, culto, aunque desconozca algunas cosas. He intentado que los pies de página les hayan servido de ayuda.

En la Logia se han ido desgranando historias que tienen orígenes muy variados, pero que tienen en común al fármaco, con sus miserias, pero sobre todo con sus grandezas. Los fármacos son, en buena medida, responsables de lo que somos y de que sigamos con vida. Los fármacos, atacados con furor por charlatanes, naturópatas, homeópatas, acupuntores, sanadores y hechiceros de toda índole, son la base de la medicina occidental. Los fármacos como agentes terapéuticos o preventivos; los fármacos utilizados con fines diagnósticos o como herramientas de laboratorio han puesto a nuestra medicina muy por encima de otras denominadas «ancestrales». Los países que han venido utilizando esas medicinas ancestrales sólo han logrado acercarse a los parámetros sanitarios de los países denominados occidentales cuando han introducido los fármacos en sus políticas sanitarias. Los desafíos del futuro, en el uso y en el mal uso de estas potentes armas terapéuticas nos deparan muchas historias como las que he contado en estas páginas.

ES UN PLACER EL PLACEBO. En mi particular lucha contra las pseudociencias he esgrimido el ignoto papel que los placebos representan en el acto terapéutico. Los placebos constituyen un gran desafío para todos los que, de alguna u otra manera, han de bregar a diario con fármacos. Situé un ensayo clínico en una época en donde no tocaba; ojalá la misma actitud crítica de Loevo presidiera la actuación de muchos profesionales sanitarios y de todos aquellos que entran de intrusos en la medicina. Le debo al profesor Justo Hernández la «cotización» del Táler.

PSEUDOMONAS. Hace unos años cayó en mis manos un número del Scieníiftc American en el que se abordaba el tema de la ecología bacteriana. De allí robé la idea para componer el relato: el concepto de que las bacterias se comportan como un todo al que agredimos con los antibióticos, muchas veces de forma inadecuada, sin aquilatar las consecuencias de su mal uso y abuso. El profesor Álvaro Torres Lana me ayudó a corregir muchos errores en mi percepción de la Microbiología.

UNA CUESTIÓN DE INFARTO. En mi equipo de trabajo siempre he intentado contar con colaboradores licenciados en física, matemáticas o ingeniería. Gracias a ellos he podido ir supliendo mis graves carencias en las ciencias de los números. Ellos intentan, con sus ecuaciones, simular lo que la naturaleza lleva a cabo de forma aparentemente automática y simple. No lo es. Resulta sorprendente comprobar cuan compleja es la vida, aun en las formas más sencillas. Los fármacos vienen a interactuar con un sistema absolutamente interrelacionado, aunque seguramente «simulable». Me gustaría pensar que, en un futuro, los profesionales de la salud sepamos aquilatar las cosas y no hablar de los hábitos de vida de la forma paternalista en que lo venimos haciendo.

UN MÉDICO DE SU TIEMPO. La paradoja del conocimiento y la super-especialización lleva a menudo a situaciones curiosas. ¿Para qué servirían nuestros conocimientos de informática, electrónica o comunicaciones a principios del siglo XX? También eso es aplicable a la medicina tanto si avanzamos como si retrocedemos un siglo. Los conocimientos se nos tornan inútiles cuando nos sacan del ambiente en el que sabemos trabajar. El profesor Justo Hernández me fue de gran ayuda al facilitarme un buen número de manuales de Terapéutica de la época.

BUSQUE, COMPARE Y... VÉNDALO. Esta fue sin duda la historia más difícil de escribir. Montar todo el argumento sobre un tema que no domino es a la vez presuntuoso y lleno de fantasía. Aunque no exento de imprecisiones y de pseudo-verdades, quedó al menos creíble. El doctor Diego Álvarez de la Rosa me ilustró sobre algunos aspectos de la biología molecular necesarios para el desarrollo de la trama. Ojalá un día encontremos algún Mortero para hacer frente a la pérdida de hueso causante de tanto sufrimiento.

BUENA EDAD PARA MORIRSE. En mi particular forma de ver la vida, sostengo que estamos diseñados para vivir cuarenta y cinco años y que la prolongación de la vida no deja de ser un artefacto. Yo, que ya vivo en ese artefacto vital, me pregunto con frecuencia hasta cuándo y a qué precio podemos seguir elongando vitalmente a la especie. Quizás Constanza tenga la respuesta. En los nombres que di a los genes me permití la pequeña licencia de utilizar los correspondientes a las cromograninas, uno de mis temas actuales de trabajo. Quién sabe, a lo mejor tienen algo que decir en todo este asunto.

META-BOLISMO. Esta historia se basa en una observación publicada por el equipo de Cuidados Paliativos del Hospital del Tórax, situado a cien metros de nuestra facultad de Medicina. El doctor Miguel Ángel Benítez me la contó y yo la adapté a una historia con revestimiento legal. Para ello conté con la inestimable ayuda de Maite Asín, procuradora de los tribunales de La Laguna, quien ostenta el dudoso honor de ser también mi esposa.

FÁRMACO-SIN-ÉTICA. El problema del dopaje en el deporte es un tema recurrente. Lo enfoqué como lo que realmente es: la eterna lucha entre el infractor y su perseguidor. «Nunca terminará», me dijo recientemente el Profesor Juan Ribas, fisiólogo y componente de los servicios médicos del Sevilla Club de Fútbol; su frase está recogida en algún lugar del texto. No he mencionado los preparados de esteroides de duración ultracorta, cuya efímera duración en sangre ha obligado a tantos ciclistas a someterse a análisis por sorpresa a altas horas de la noche.

La Logia acababa aquí cuando se escribió allá por 2007. Sin embargo, la revista Actualidad en Farmacología y Terapéutica me publicó Efectos terciarios en el número de Diciembre de 2010, y ahora me he decidido a añadirlo. Trata de los avatares y devaneos que dimanan de las acciones no esperables de los fármacos. Aunque este relato pueda parecer ciencia ficción, es mucho más corriente de lo que se piensa el utilizar clínicamente un fármaco para otra cosa diferente de aquella para la que fue concebido, hasta el punto de que hoy se usan antidepresivos como analgésicos, antihistamínicos para inducir el sueño, antiepilépticos para prevenir la migraña: efectos terciarios al fin y al cabo.

Susana Gerber es bioquímica por las mañanas y por las tardes una soberbia y entusiasta cuenta-cuentos. Una de las cosas más agradables que a un escritor le pueden suceder es escuchar uno de sus relatos en boca de otros. Eso ha venido haciendo Susana con algunos de los cuentos de esta humilde colección. El único pago que le pude hacer es dedicarle uno y ponerla como protagonista, así, con su nombre. Seis es el relato de un absurdo que se me ocurrió cuando quise acercarme al mundo de los receptores nicotínicos en los que trabajan con pasión Susana y su marido (Manuel Criado). Estos son amigos que prescribiría a todos ustedes, si nuestra Seguridad Social fuese capaz de dispensarlos.

No puedo concluir sin agradecerle a ese pedazo de artista que es mi primo Manuel José por la magnífica portada que ha realizado para este libro.

Por último, confieso que, a la manera de Neruda, he vivido en este mi ambiente. En él he convivido con muchísimas personas de todo pelaje. A las más les estoy muy agradecido por todo lo que de ellas he aprendido y por todo lo que han tratado de enseñarme. También de las personas ajenas a este mundo y que compartieron un segmento de sus vidas conmigo. Muchos de sus nombres o apellidos están recogidos a lo largo de las páginas de La Logia; es el pequeño guiño que le hago a la pequeña historia —con minúsculas— que es mi vida.

El Socorro, Tegueste, Tenerife.

Julio de 2012

La logia del fármaco
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