Ocho

El trámite de la patente fue especialmente rápido. Fue admitida provisionalmente en quince días y mes y medio más tarde le fue enviada la confirmación: la patente internacional les había sido concedida.

Mientras tanto, Luis había comenzado su particular ensayo clínico. Sofía estaba encantada. Antes de iniciar el tratamiento obligó a su suegra a hacerse un análisis muy completo y detallado de la función cardiaca, hepática y renal. También le repitieron la densitometría ósea y una gammagrafía de cuerpo entero con tecnecio radiactivo. Necesitaba saber cómo estaban las cosas antes de evaluar cómo éstas iban a cambiar.

Mientras, sus bacterias modificadas producían Mortero en más que moderadas cantidades; Sofía iba a necesitar dosis mayores que sus ratones. Tomás purificó casi diez gramos de péptido que liofilizaron en pequeños viales. Un péptido es una proteína pequeña y no se puede administrar por vía oral, ya que el estómago lo destruiría antes de absorberse, por ello tendrían que recurrir a las inyecciones. La inyección intramuscular requería utilizar soluciones de Mortero estériles. Para ello, Luis intercalaría un filtro entre la jeringa y la aguja a fin de prevenir la inyección de bacterias.

El tratamiento se prolongaría durante tres meses, a razón de veinticinco miligramos diarios antes de acostarse. Esto último obedecía a una razón poco científica pero pragmática de inyectársela él mismo cada noche antes de irse a casa. La primera inyección fue para Luis una «prueba de esfuerzo», sudó como nunca y le tembló la mano. Sofía experimentó unas ligeras náuseas transcurrida una hora de la inyección, pero no quiso oír hablar de interrumpir la terapia.

A las dos semanas comenzó a notarse mejor, aunque Luis sospechaba que aquello no era más que un efecto placebo. Al mes y medio logró que la «colasen» en las apretadas agendas de los servicios de densitometría ósea y de medicina nuclear para valorarle el grado de mineralización y practicarle otra gammagrafía. El resultado fue sorprendente: los huesos continuaban con una proporción de calcio por debajo de los límites normales pero las trabéculas óseas, esa especie de masa esponjosa del interior de los huesos, se perfilaban ahora nítidas y los bordes se notaban mucho mejor calcificados. La gammagrafía no mostró signos de crecimiento anormal de tejidos ni en el hígado ni en parte alguna del frágil cuerpo de Sofía.

Entre tanto, el Mortero y sus congéneres encontraron comprador: los laboratorios Merck. Los derechos de explotación de las patentes pueden hacerse efectivos de varias maneras. Lo habitual es venderlas de una vez o negociar un porcentaje de «royalties». Entre esas dos opciones existen todas las combinaciones que la mente humana pueda concebir. Luis optó por los royalties; la negociación fue complicada, pero Mila y Claus fuero unos excelentes consejeros. Su equipo cobraría el ocho por ciento, la Universidad el dos. El gerente y el rector le dijeron que aquello era inadmisible, pero a estas alturas Luis estaba ya muy aleccionado:

—Bueno, pues yo lo patento fuera de España a nombre de una sociedad de inversores y ustedes no ven un euro.

—Eso no lo puedes hacer —le dijo el gerente.

—Mañana mismo, si quiero, y además nunca te enterarás.

—Eres un sinvergüenza.

—No, y ahora escúchame... Escúchenme bien los dos. Llevamos trabajando en este proyecto más de dos años, sin horarios, sin vacaciones. Tú no sabes lo que es trabajar toda la noche ni siete días a la semana. En este asunto ahora marco yo las reglas, no me volverán a meter en una encerrona como la última vez. Tú eres un parásito; en todo este asunto no nos has ayudado en nada, no sabes lo que es el calcio, ni el hueso ni el trabajo de investigación. Cuando les solicité que nos diesen cinco meses de extensión en la beca de una de mis doctorandas me dijiste, literalmente, «que me dejara de monsergas». Así que ahora te lo digo yo. No voy a vender la patente del fármaco, voy a ir a comisión y a afrontar los riesgos. Si el Mortero no produce nada no ganaré nada, y ustedes tampoco. Si, por el contrario, sale de ahí un medicamento útil la universidad, ustedes, tendrán mucho más dinero del que se merecen. ¿Te ha quedado claro? ¿o prefieres que opte por constituir una sociedad de inversores?

El gerente, incómodo, miró al rector; ambos habían ido hasta el laboratorio de Luis después de que éste les hubiese dicho muchas veces que no tenía tiempo de subir hasta el rectorado. Luis había concentrado todo el fuego de su ataque en el pusilánime gerente, dejando al rector un poco fuera del fragor de la batalla, aunque obviamente éste se estaba dando por aludido. Finalmente, el rector hizo un gesto de asentimiento. Ambos sabían que un dos por ciento de un fármaco como el Mortero podía suponer una inyección muy considerable de dinero y de prestigio para la denostada universidad. Era bastante inusual que un fármaco así se hubiese originado en un laboratorio de investigación tan pequeño como el de Luis; casi todos los fármacos comercializados en los últimos cuarenta años provenían exclusivamente de la industria farmacéutica.

Sofía continuaba mejorando. Ginés, su traumatólogo, se sorprendió al comparar las densitometrías con las obtenidas un año antes. Hacía un mes que le había puesto a aquella mujer una prótesis de cadera que estaba «agarrando» perfectamente.

No dijo nada, pero intuía que su paciente estaba siendo tratada con «algo diferente». Miró a Luis, pero este le puso cara de póker. Al fin y al cabo, aquel tratamiento era completamente ilegal, y tampoco era cuestión de mancillar al nuevo héroe local.

A la salida de la consulta les aguardaba David, un solterón de más o menos la edad de su suegra, llevaba unos bastones alpinos y unas botas de montaña. Sofía se lo presentó escuetamente: éste es Esteban... y se despidieron de él:

—Nos vamos de caminata, yerno. Nos vemos a la noche.

Luis bajó hasta el laboratorio. Tomás estaba limpiando la poyata donde habitualmente trabajaba.

—¿Y ahora qué, jefe?

—Buscaremos el remedio para la estupidez humana. Eso será más difícil que el Mortero, pero al menos tendremos una buena financiación.

Al pasar por el pasillo Luis echó una ojeada al laboratorio. Sobre la pizarra donde tantas explicaciones y discusiones se habían planteado, alguien había colocado varios globos de colores y serpentinas. Debajo y escrito con tiza decía:

«Grupo Español de Descubrimiento de Fármacos-GEDF»

Busque, compare, y si encuentra algo mejor... véndalo.

La logia del fármaco
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml