Seis

Kao puso en marcha una fábrica para la producción masiva de Quantum y de ocho de los anabolizantes de la serie de doce que habían ensayado en los gimnasios. Dejaron cuatro anabolizantes en reserva, más por cuestiones de «marketing» que de precaución o de efectividad. Lerner los había bautizado con nombres de planetas: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón.

Compraron una nave en un discreto polígono industrial en Longgang, a cien kilómetros de Hong-Kong. En cinco meses, la producción de anabolizantes alcanzó la velocidad de crucero de ciento veinte kilos diarios. Todo un record. Realmente, Kao había dispuesto para la producción individual de cada uno de los anabolizantes una pequeña planta piloto, similar a las que se utilizan para optimizar la fabricación de fármacos antes de diseñar fábricas más grandes. Con la excepción del Venus, que era un derivado dilecto del Saturno, cada planta piloto produciría uno sólo de los anabolizantes. Todo aquel montaje había levantado mucho revuelo en la población, pero las autoridades chinas no hacían demasiadas preguntas a quienes daban trabajo a sus ciudadanos.

La producción debía ser inmediatamente envasada en la misma fábrica. Eso planteaba el problema de su introducción en occidente. Aunque es con frecuencia ignorado, China es probablemente el mayor fabricante de medicamentos del mundo, e igualmente la mayor fuente de medicamentos falsificados. Casi todas las multinacionales tienen fábricas legales en China, la mayoría en la franja costera. Así que no era necesario camuflar la producción como otra cosa más que como medicamentos. Para el caso de inspecciones, Kao había dispuesto la fabricación en Langgang de varios productos «legales» de PharmaSport con los que Lerner suplía a los gimnasios. Los grandes bidones con productos «dietéticos» seguirían siendo enviados a EuroPharma-Sport en Portugal e Israel, pero dentro de ellos irían las cápsulas y las grageas de anabolizantes y las ampollas con Quantum. Para prever contingencias de última hora, PharmaSport adquirió Shing-Pharmaceuticals, una pequeña firma dedicada a la fabricación de estatinas[54] para su venta como genéricos en Francia, Italia y España. Así, previo paso por Bulgaria, entrarían en Europa.

La estrategia alternativa para el Quantum fue diferente. Fue disuelto en alcohol y envasado como agua de colonia barata. Cinco gotas de esencia de rosas, colorante amarillo y un horrible frasco de cristal acompañaban a cincuenta gramos de Quantum camino de Europa. Eliminar el alcohol y los aditivos sería una fácil labor para los dos técnicos químicos rumanos que Lerner había contratado para una nave de distribución en Albacete.

El Quantum se metaboliza en el hígado; para evitar su degradación rápida era necesaria su inyección subcutánea. Por lo tanto, PharmaSport no fabricaría ningún preparado del fármaco para su administración oral.

Joaquín Ibáñez se despertó a las tres de la mañana asaltado por una idea: si el Flutón necesitaba inyectarse, los fabricantes necesitarían ampollas o viales para envasarlas. Si los productos aprehendidos en los gimnasios provenían de China a través de Portugal, era plausible que el Flutón friera originario del mismo lugar. Las aprehensiones de las aduanas portuguesas no habían detectado la entrada de ampollas o viales en los últimos meses. La entrada en la Península Ibérica o en Israel debería estar produciéndose por otro puerto, o venir directamente desde el este de Europa. Quizás las dos cosas. Sin embargo la lista de fabricantes de ampollas de vidrio era muy grande. Esa noche la pasó colgado de Internet, buscando suministradores. Las ampollas vacías no tienen que pasar ningún control especial para entrar en Europa. Si eran de fabricación nacional sería imposible indagar mucho más sin levantar sospechas. Aun así lo intentó durante toda la semana, mediante llamadas inocentes a varios fabricantes europeos. Nadie parecía estar surtiendo a nuevos clientes en Portugal.

La fortuna vino en su auxilio en la página de Internet de Vidrios Porteños, una fábrica de productos del vidrio de Argentina; el director ejecutivo hacía alarde de la expansión de la empresa a Europa: «estamos vendiendo ampollas para medicamentos a la prestigiosa firma española La Mancha Cosmetics». Aquello sonaba a cachondeo, pero en el directorio telefónico figuraba tal empresa en Albacete. Obviamente podría tratarse de un laboratorio clandestino para el engorde de ganado, pero le picó la curiosidad. Tomó el avión a Madrid y luego en un coche alquilado se trasladó hasta Albacete. Con la ayuda de su GPS de bolsillo no tardó en localizar la pequeña nave industrial. El edificio estaba un poco apartado del resto y no parecía tener demasiada actividad, aunque dos Mercedes, un Volvo y dos pequeñas furgonetas se encontraban aparcadas en su puerta. Joaquín no era un caco y se dio cuenta de que las ventanas y las puertas estaban muy reforzadas, y que el perímetro se hallaba rodeado de una valla muy difícil de saltar. Iba a darse por vencido cuando la puerta se abrió y salió por ella un operario vestido con un mono blanco y mascarilla. Llevaba dos grandes bolsas que arrojó a un contenedor de basura situado fuera del perímetro de la valla. Esa noche, Ibáñez tomaba la ruta hacia Barcelona con cuatro bolsas de basura abarrotando el pequeño Renault Clio. Maldurmió en casa de su hermana en Villajoyosa, siempre temiendo que alguien le pudiera abrir el coche y robarle la basura. Sus sobrinos no entendieron por qué el tío «Charly» se iba tan rápido y por qué, él siempre tan generoso, tampoco había traído regalos.

A la mañana siguiente estaba clasificando todo aquello en los garajes de las oficinas del COI en Barcelona. Encontraron dos tipos de cosas, todas ellas de interés: papeles y desechos de laboratorio. La mayor parte de los documentos había sido destruida por máquinas rompe-papeles, pero el encabezamiento de los faxes indicaban su procedencia: China y Portugal.

Algo más de tiempo llevó el análisis químico de lo hallado, pero Barcelona era de los pocos lugares en donde ya se habían recibido las células y los reactivos para analizar el Flutón. Dos días más tarde Aunis aterrizaba en Cataluña. Se habían hallado restos de Flutón en medio centenar de muestras. Desde vidrio de laboratorio roto hasta en paños de cocina. La Guardia Civil había desplegado un discreto dispositivo de seguimiento. Dos agentes disfrazados de operarios de Iberdrola, la compañía eléctrica, fotografiaron discretamente parte del interior de la nave de La Mancha Cosmetics, las dos máquinas visibles: una rellenadora y selladora de ampollas y una para empaquetarlas. El fármaco no se estaba fabricando en Albacete. Sin embargo, la fábrica llevaba dos semanas sin recibir materia prima alguna. Tampoco las dos furgonetas se habían movido de allí desde la visita de Ibáñez.

Aunis y los técnicos de la WADA sabían que si la policía intervenía, con suerte detendrían a cuatro o cinco pelagatos, con lo que sólo se conseguiría alertar a todos los consumidores y a los fabricantes. Así que logró persuadir a los mandos de la Guardia Civil de mantener la operación abierta pero no practicar detenciones. El teléfono y el fax fueron intervenidos y se comenzó una investigación sobre las actividades de La Mancha Cosmetics. Las pistas volvían una y otra vez a Portugal y a China, pero poco más. Aquello no parecía tener sentido. A estas alturas deberían estar distribuyendo Flutón a medio mundo. A nadie se le ocurrió mirar en la nave aneja, cuyos muelles de carga daban a otra calle. Si lo hubiesen hecho habrían comprobado que ambas naves estaban comunicadas y detectado fácilmente el trasiego de muchos productos, entre ellos la llegada de frascos de colonia y la salida de cajas con ampollas. Aunis y los suyos regresaron al Canadá. El Giro de Italia, los campeonatos de natación y de atletismo de Australia, Estados Unidos y de media Europa estaban a punto de comenzar. El mundo se preparaba para los Juegos como nunca y se estaba seleccionando lo mejor de lo mejor de cada nación.

La logia del fármaco
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