Siete
Una vez superado el primer momento de duda, Lerner volvió a poner en funcionamiento la red de distribución. Su número de clientes aumentaba sin cesar y la cadena de distribución estaba muy bien engrasada. Los resultados eran tan patentes que ningún deportista que hubiese comenzado a utilizarlo lo abandonaba. Así que pronto se vieron desbordados por la demanda. Kao hubo de forzar la producción y pronto las fábricas en China se encontraron trabajando a tres turnos, incluidos los fines de semana.
La nueva generación de anabolizantes y el Flutón eran productos caros. Un mes de tratamiento con cualquiera de sus «planetas anabolizantes» rondaba los mil quinientos euros, y el de Flutón los mil setecientos, pero a nadie parecía importarle el precio cuando estaban en juego las medallas de los Juegos. Tal entrada de divisas debió ensordecer el sentido común de Lerner, tan precavido en el pasado. Varios meses de tratamiento con miles de dosis viajando por todo el mundo y sin que se hubiera descubierto ni uno sólo de ellos debió hacerle levantar las cejas, pero no fue así. El Flutón incrementa los niveles de testosterona, un producto natural fácilmente detectable. Sin embargo, no se había hecho público ningún positivo a la testosterona. Tampoco se había publicado nada sobre los demás anabolizantes. Demasiada buena suerte como para no sospechar...
De pronto, todo el plan de Aunis iba a aflorar.