66 Estos documentos se mantuvieron deliberadamente a salvo de la incineración a finales de 1981, cuando Fidel dio la orden a la Seguridad del Estado y a la Inteligencia de hacer desaparecer hasta el último rastro de documentación comprometedora que pudiera caer en manos enemigas. La apreciación cubana era entonces que una invasión norteamericana era inevitable y próxima. Por documentos comprometedores desde luego se entendían los que pudieran complicar a Fidel y a sus más cercanos seguidores, y no a un personal tan ajeno como, por ejemplo, los diplomáticos extranjeros destacados en La Habana capturados en algún tipo de actividad licenciosa.<<