67
Cuando salí del hospital, mi padre me dijo que una tal Nola me había telefoneado. La rubia, sofisticada y hermosa Nola, que había ido a The Cloisters a dar las charlas de NA. Gracias, Dios mío, pensé con sincero alivio. Tenía que empezar a ir a los grupos de apoyo, pero no quería ir sola.
Llamé a Nola y, angustiada, le conté lo de mi recaída. Ella no me regañó. Al igual que las dos veces que la había visto en The Cloisters, estuvo muy simpática conmigo, aunque quizá un poco dispersa. Pronto tendría ocasión de comprobar que Nola era siempre muy simpática, aunque un poco dispersa.
Me dijo que a lo mejor yo necesitaba sufrir una recaída para convencerme de que ya no me interesaban las drogas. Era un poco complicado, pero como no implicaba ridículo alguno, me pareció bien.
- Perdónate, pero no lo olvides -me aconsejó.
Me llevó a una reunión de NA que se celebraba en una iglesia. Me sentía débil, y un poco paranoica. Era mi primera salida al mundo exterior después de aquel día espantoso con Tiernan. Y no quería ni pesar en encontrarme a Chris, pues todavía seguía mortificándome el recuerdo de la humillante noche que había pasado con él. Afortunadamente, no lo vi entre los asistentes.
La reunión no se parecía mucho a las de The Cloisters. Había más gente, y todos eran simpáticos y cordiales. Y en lugar de una sola persona que hablaba de su pasado de drogadicto, había varias que explicaban lo que estaba ocurriendo en su vida cotidiana. Cómo se las arreglaban con el trabajo, con sus novios y sus madres sin tomar drogas. Y el caso era que se las arreglaban. Aquello me infundió grandes esperanzas. Y a veces, cuando alguien hablaba, tenía la impresión de que me estaban describiendo a mí. Yo sabía exactamente lo que querían decir con cosas como «Comparaba mi interior con el exterior de todos los demás. Me sentí como en mi casa, y aquella sensación me resultaba agradable.
Además, Francie tenía razón cuando decía que en las reuniones de NA había muchísimos hombres. Aquélla estaba llena.
Perfecto, pensé. Alguno de estos jóvenes tan apuestos me ayudará a olvidar a Chris.
- Ni lo sueñes -me dijo Nola con una sonrisa. Me había pillado miranda de reojo a uno de aquellos chicos.
Después de la reunión fuimos a una cafetería que había cerca y Nola me preguntó:
- ¿Qué hacías mirando de arriba abajo a los chicos?
Así que me desahogué contándole mi desastrosa experiencia con Chris. Lo del polvo incompleto, lo de mis sospechas de que a Chris ni siquiera le gustaba, lo de mis temores de que le gustara Helen, lo de lo humillada que me sentí, la sensación de ineptitud.
- Y creo que lo mejor que puedo hacer es buscarme otro ligue -concluí.
- Ni hablar -me contradijo, pero con una suavidad engañosa-. ¿Para qué vas a hacer esa tontería? Las relaciones amorosas en las primeras etapas de la recuperación son un gran error. Sólo conseguirías sentirte más desgraciada.
Yo no estaba de acuerdo con aquella teoría.
- ¡Eres demasiado joven e inmadura para elegir correctamente! -Lo dijo como quien te dice un piropo.
- Tengo veintisiete años -protesté.
- ¿No te consideras afortunada por ser tan joven y tan encantadora? -dijo Nola, radiante, sin atender a mis protestas. Más tarde supe que lo hacía deliberadamente-. Mira, olvídate de los hombres por un tiempo -aconsejó alegremente-. Al fin y al cabo, acabas de salir de un centro de rehabilitación.
Aquello me dejó frustrada, pero Nola era tan buena persona que no me atreví a contradecirla.
- ¿Sabes una cosa? -prosiguió-. Ahora te vas a reír, pero hay mucha gente que comete el error de creer que NA es una especie de agencia matrimonial.
¡Francie!, pensé ¡Mentirosa!
- ¿No es increíble? Mira lo que te pasó cuando saliste con un adicto que acababa de dejar las drogas. -Nola me miró con dulzura-. ¡Sufriste una recaída! No querrás que eso te vuelva a pasar, ¿verdad? Claro que no. Tienes demasiado amor propio.
No lo tenía, pero Nola me caía tan bien que me sentí incapaz de confesárselo.
- Lo de Chris fue espantoso -tuve que admitir.
- ¡Claro que sí! -exclamó Nola, como si alguien hubiera intentado insinuar lo contrario-. Pero olvídalo ya.
Caí en la cuenta de que en cualquier conversación entre dos mujeres, fuera cual fuese el contexto, siempre aparecía aquella frase, en un momento u otro.
- Supongo que me duele más ser rechazada por una persona a la que en cierto modo idolatraba -intenté explicar-. En The Cloisters, Chris siempre me daba consejos. Era muy sensato.
- No, no era sensato -dijo Nola fingiendo sorpresa-. Era un mentiroso de mierda.
Me quedé boquiabierta. Creía que Nola era demasiado fina para utilizar una expresión así.
- Te lo aseguro -insistió-. Un mentiroso de mierda. Yo no digo que él tenga la culpa, pobrecillo, pero te aseguro que no se comportaba sensatamente, a pesar de que te ofreciera consejos. Hablar es muy fácil, pero no tienes que fijarte en lo que dicen los demás sino en lo que hacen.
- Pero si en el centro siempre se portó muy bien conmigo -protesté. Esta vez no pude evitarlo.
- Sí, ya lo imagino -concedió Nola-. Sobre todo cuando tú estabas disgustada, ¿no?
- Sí -admití. ¿Cómo lo sabía?
- Claro, los adictos suelen ser personas manipuladoras -dijo Nola-. Siempre van por los más vulnerables. Seguro que no eras la única mujer con la que ese pobre desgraciado se portaba bien. -Lo decía todo con un tono tan afable y ecuánime que tardé un rato en comprender lo mordaz que era en realidad. Y Nola tenía razón. De pronto me acordé de cuando vi a Chris secándole las lágrimas a Misty con los pulgares, tal como había hecho conmigo unos días atrás. Me acordé de cómo me miró para asegurarse de que yo lo estaba viendo. Sin duda aquello era algún tipo de juego. Se lo conté a Nola con voz entrecortada.
- ¿Lo ves? -me dijo triunfante-. Así que olvídate de él. Me parece que ese chico no está muy bien. Quería hacerte creer que él lo sabía todo, cuando en realidad no está mejor que tú. Y tan inseguro, pobre criatura, que tiene que seducirte para convencerse de que le gustas.
Entonces recordé aquel paseo por los jardines de The Cloisters. Las cosas provocadoras que me dijo. Me di cuenta de que aquello había sido deliberado. Me había dicho aquellas cosas a propósito. Era un cerdo manipulador.
Me puse furiosa. ¡Y pensar que me había culpado a mí misma por aquel polvo tan desafortunado! Qué barbaridad. Y de todos modos, Chris era tan egocéntrico que yo ni siquiera le importaba.
- ¡Qué gilipollas! -exclamé-. Jugando conmigo, seduciendo a todo el mundo sólo porque se siente inseguro, engatusándome para…
- Tranquila, Rachel, no te pases con él -me interrumpió Nola, como si eso fuera lo más sencillo del mundo-. Ten en cuenta que no es culpa suya.
- Eso es muy fácil decirlo.
- No olvides que él es como tú. Un adicto que inicia una nueva vida.
Aquello me desinfló.
- Aunque te dijera un montón de tonterías sobre cómo tenías que comportarte, es evidente que él no tiene ni idea de cómo debe actuar. -Me sonrió dulcemente y añadió-: Si tuviera dos dedos de frente no se habría acostado contigo. Sin ánimo de ofender -aclaró-. Así que ahora tranquilízate. Respira hondo, mujer.
Casi me molestó comprobar que, efectivamente, me estaba calmando.
- Tienes que perdonarte a ti misma -dijo Nola, y en ese momento supe que ya me había perdonado-. Tú no tuviste la culpa de que Chris te rechazara. Y de paso, perdona también a Chris.
Sorprendentemente, la rabia que sentía hacia Chris por haberme hecho sufrir se desvaneció sin más. Todo había cambiado, y ahora lo veía como un pobre diablo, tan desvalido como yo. El no debió acostarse conmigo, pero yo tampoco debí acostarme con él. Yo no podía adoptar el papel de víctima. Había decidido libremente salir con él, aunque me habían aconsejado que no lo hiciera. Y si todo había salido mal, en parte era por culpa mía.
Me gustaba aquella sensación. Responsable, consecuente.
- En fin -dijo Nola-, que a ti ha dejado de interesarte él igual que a él has dejado de interesarle tú.
Pero en lugar de sentirme victoriosa, me puse a pensar en Luke.
- Y ahora, ¿qué te pasa, mujer? -me preguntó Nola.
- ¿Qué quieres decir?
- Te veo un poco… no sé… enfadada.
Yo sentía tanta rabia que los ojos casi se me salían de las órbitas, pero por lo visto Nola no concebía ninguna emoción más negativa que el enfado.
- Yo tenía novio -dije de pronto, y se me llenaron los ojos de lágrimas-. Me refiero a un novio de verdad, no a un saldo como Chris.
Le hablé de Luke, le conté que se había portado conmigo como un cerdo, que me había humillado y ofendido con las cosas horribles que había dicho cuando fue a The Cloisters a participar en las sesiones.
Nola me escuchaba.
- Y todavía estás enamorada de él -dijo cuando yo hube terminado.
- ¿Enamorada? -repetí mirándola como si estuviera loca-. ¡Pero si lo odio a muerte!
- ¿Tanto? -Me miró con gesto compasivo.
- En serio, Nola. Lo odio con toda mi alma.
- ¿A pesar de que hizo un viaje tan largo sólo para ver si podía echarte una mano con tu adicción? -Parecía sorprendida-. Yo creo que debe de ser un primor.
- Va, no empieces. Lo odio, nunca le perdonaré lo que hizo, y espero no volver a verlo jamás. Luke pertenece al pasado.
- A veces, si está escrito así, hay personas que regresan de tu pasado -dijo Nola, como si con eso fuera a consolarme.
- Si está escrito así -repetí, burlona-. ¡Pues mira, yo no quiero que vuelva!
- Estás de mal humor. -Me sonrió con indulgencia.
- Lo digo en serio. No quiero que vuelva -insistí-. Pero jamás volveré a enamorarme -me lamenté, súbitamente abatida-. Mi vida ya no tiene sentido.
Nola se levantó.
- Rápido, acábate eso -me ordenó señalando mi café, y dejó un par de libras en la mesa-. ¡Ven conmigo!
- ¿Adónde?
- Ven conmigo -repitió, muy agitada.
Nola echó a andar calle arriba, sacó un llavero y se acercó a un coche deportivo de color gris metalizado.
- Entra, Rachel -me dijo. Y yo lo hice, desconcertada.
- ¿Adónde vamos? -pregunté cuando Nola ya iba a toda velocidad con el coche.
- Tengo que enseñarte una cosa -murmuró-. Te va a gustar.
Y no dijo nada más hasta que nos detuvimos delante de una casa de ladrillo rojo.
- Baja -me dijo, con amabilidad y firmeza.
Empezaba a dudar de la idea de chica afable y dulce que me había hecho de Nola. Bajé del coche; Nola corrió hacia la puerta de la casa, la abrió y me hizo señas de que entrara.
- ¡Harry! -gritó-. ¡Harry!
Pensé que Harry debía de ser su perro, porque no hay ningún irlandés que se llame así.
Pero al ver que no aparecía ningún perro, pensé que Harry quizá fuera el semental de dos metros, rubio y bronceado, que apareció en el recibidor al cabo de un momento.
- Te presento a Harry -dijo Nola-. Es mi marido. Lo conocí tres años después de dejar las drogas, cuando yo tenía ocho años más que tú ahora. Está loco por mí, ¿verdad que sí? -Se volvió hacia él.
Harry asintió.
- Completamente loco -admitió.
- Tenemos una relación fabulosa. -Nola me guiñó un ojo-. Porque antes de conocerlo a él, yo había aprendido a vivir conmigo misma. Hasta que no aprendí eso, no hice más que tonterías. No sé si me explico -añadió con expresión de perplejidad.
- Perfectamente -balbucí.
- Estupendo. ¡Genial! Creo que a veces confundo a la gente. Vamos, pues. Te llevaré a tu casa.
Yen los doce meses siguientes, cada vez que me despertaba de madrugada pensando que iba a morirme si no notaba pronto la caricia de un hombre (lo cual me ocurría a menudo), pensaba: Operación Harry, y mi pánico disminuía. Si conseguía pasar todo un año limpia y célibe, yo también podría reclamar a mi Harry.
Al día siguiente, Nola me llamó por teléfono y me llevó a una reunión. Se celebraba en otra iglesia, y la gente que asistía era diferente, pero el formato era el mismo. «Sigue viniendo», me decía todo el mundo. «Y las cosas mejorarán.» Al día siguiente Nola me llevó a otra reunión, en otro sitio. Y también al día siguiente.
- ¿Por qué te portas tan bien conmigo? -le pregunté, un poco asustada.
- Mujer, ¿por qué no iba a hacerlo? -exclamó ella-. Si eres un amor.
- ¿Por qué, Nola? -insistí.
- ¡Ay! -dijo ella con un suspiro de nostalgia-. Cuando te vi en The Cloisters, con tu carita de enfadada, me recordaste a mí. La profunda tristeza que transmitías me hizo retroceder siete años en el tiempo. En cuanto te vi, me dije: «Allá voy. Ésa es para mí.»
Su descaro me irritó.
- Eres igual que era yo -prosiguió-. Clavada.
Aquello me encantó. Yo quena ser como Nola.
- Y yo no habría conseguido dejar las drogas si no hubiera habido gente que se portó muy bien conmigo -añadió-. Ahora me toca a mí. Y cuando estés un poco mejor, tú también ayudarás a otros.
Estaba irritada y conmovida a la vez.
- ¿No trabajas? -le pregunté al día siguiente cuando vino a buscarme para ir a otra reunión.
- Soy mi propia jefa -me tranquilizó-. No sufras por mí.
- ¿A qué te dedicas? -pregunté.
Resultó que dirigía una agencia de modelos, una de las más importantes de Irlanda. Y ella también había sido modelo. Aquello me animó. Me encantó la idea de que Nola fuera una adicta y, sin embargo, tuviera una próspera carrera profesional. Eso me ayudaba a combatir la idea de que yo pertenecía a una clase marginada de fracasados.
- Hay muchos adictos en fase de recuperación que tienen un gran éxito profesional -dijo Nola-. Cuando estés un poco mejor, seguro que tú también lo tendrás.
Me costaba creerlo.