52
A la mañana siguiente todos echamos a correr por el pasillo, como de costumbre, hacia la Sala del Abad. Entramos precipitadamente, riendo y empujándonos, con el fin de coger una de las sillas buenas. Y nos llevamos una sorpresa: ya había dos personas sentadas en la sala.
Tuve la sensación de que el tiempo se detenía bruscamente y, a cámara lenta, me di cuenta de que conocía a aquel hombre. No recordaba dónde lo había visto, pero había algo en su cara que…
Pasaban las centésimas de segundo, y yo me fijé en su cabello, en su cara, en su ropa. ¿Quién era? Lo conocía, de eso no cabía duda.
¿Era…?
No, imposible.
Era…
Lo era.
- Hola, Luke -dije.
Él se levantó, y me pareció más alto y corpulento que de costumbre. Llevaba el cabello alborotado e iba sin afeitar. Su aspecto me resultaba increíblemente familiar. Durante un breve instante sentí una inmensa alegría. ¡Luke, mi Luke, había venido a buscarme! Pero apenas había empezado a componer una sonrisa, cuando ésta empezó a esfumarse. Allí pasaba algo raro. Aquel individuo no se comportaba como mi Luke. Su expresión denotaba una gravedad exagerada, y no se había abalanzado sobre mí para comerme a besos y hacerme dar vueltas por la habitación.
De pronto me asaltaron recuerdos de nuestra horrible escena final, cuando Luke rompió conmigo. Y me acordé también del cuestionario. Allí estaba mi cuestionario en persona. ¿Cómo podía haber pensado que iba a librarme de él?
- Hola, Rachel.
Supe, por su frío saludo y por el hecho de que no me hubiera llamado «cariño», que no venía en son de paz. Me sentí rechazada.
Me volví hacia la mujer, alta y rubia, que estaba de pie junto a Luke. A ella también la conocía. Sí, estaba segura de haberla visto antes. Quizá no hubiéramos hablado nunca, pero al menos la conocía de vista.
¿No sería…?
No, no podía ser ella.
¿Qué había hecho yo para merecer aquello?
- Hola, Brigit -dije anonadada.
Brigit se mostró igual de fría y antipática que Luke, y se limitó a decir:
- Hola.
Me sentí aterrorizada.
Miré a Mike y a los demás. Como una tonta, creí que tenía que presentarlos. Me temblaban las rodillas y, después de presentarle a John Joe a Mike, y a Misty a Chaquie, me senté, hecha un flan, en una de las peores sillas. Cuatro o cinco muelles empezaron a horadar túneles en mi trasero, pero apenas lo noté.
Luke y Brigit también se sentaron, parecían exhaustos y apenados. Mike y los otros internos se morían de curiosidad.
Mientras tanto, yo creí que había muerto y que había ido a parar al infierno. Por la actitud hostil de Luke y Brigit comprendí que su visita no indicaba nada bueno. No puede ser, me decía una y otra vez. Esto no puede estar pasando. La presencia de Luke y Brigit me había conmocionado. Pero la de Luke más. Antes estábamos tan a gusto juntos, y ahora, sólo había frialdad entre nosotros. Luke siempre había sido exageradamente cariñoso conmigo. Ahora, en cambio, estaba sentado lejos de mí, rodeado de un campo de fuerza invisible que me aconsejaba no acercarme a él ni tocarlo bajo ningún concepto.
- ¿Qué tal te va, Rachel? -Finalmente, Luke decidió iniciar la conversación.
- Muy bien -contesté.
- Me alegro. -Él asintió con la cabeza.
Lo encontré muy apagado, y eso me sorprendió, porque él siempre estaba muy animado. Había tantas cosas que yo quería saber. ¿Has conocido a otra chica? ¿Sales con ella? ¿Es tan simpática como yo? ¿Me has echado de menos? Pero estaba demasiado pasmada para decir nada.
Miré a Brigit. Estaba igual que cuando no llevaba maquillaje, sólo que llevaba un montón. Era muy raro.
Todo era muy raro.
La última vez que la vi fue en nuestro apartamento de Nueva York, cuando yo estaba a punto de irme al aeropuerto con Margaret y Paul. La abracé, pero ella permaneció tiesa como un palo. «Te echaré de menos», le dije. «Pues yo no», me contestó Brigit. Pero, en lugar de ofenderme, había borrado aquella frase de mi mente. Ahora acababa de recordarla.
Zorra, pensé.
Apareció Josephine e hizo algunos comentarios acerca de la inesperada llegada de Luke y Brigit de Nueva York.
- Te habríamos avisado de su llegada, Rachel -me dijo sonriente-, pero no lo hemos sabido hasta esta mañana.
Mentirosa. Bastaba con mirarle la cara para saber que mentía. Josephine sabía que Luke y Brigit vendrían, pero no me lo había dicho para lograr el máximo impacto.
Sin más preámbulos, Josephine hizo las presentaciones y confirmó mis sospechas. Que Luke y Brigit estaban allí para hacer de Personajes Implicados. Brigit no había enviado ningún cuestionario, porque lo que quería manifestar era tan importante que exigía una visita.
Yo estaba muerta de miedo.
- Ya veo que estás enfadada, Brigit -dijo Josephine-, así que iremos despacio. -Por lo visto, Brigit iba a ser la telonera de Luke.
Me preparé para oír sus acusaciones, y me puse a sudar de miedo, literalmente. Aquello era, sin duda, lo peor que podía pasarme.
Me pregunté si aquello era lo que sentía la gente cuando los conducían a una celda insonorizada para padecer las torturas de la Inquisición. Cuando se daban cuenta de los horrores que les aguardaban, pero todavía no podían creer que fuesen a ocurrir. Ocurrirles a ellos, no a sus amigos, ni a sus colegas, ni a su hermano, ni a su hija. Sino a ellos.
- ¿Cuánto tiempo hace que conoces a Rachel? -le preguntó Josephine a Brigit.
- Nos conocemos desde que teníamos diez años. -Brigit me miró brevemente, y apartó la vista.
- ¿Puedes hablarnos de la adicción de Rachel a las drogas?
- Lo intentaré. -Tragó saliva.
Hubo un tenso silencio. Que no se le ocurra nada que decir, recé desesperada.
Pero no.
Brigit habló.
- Llevamos mucho tiempo intentando que lo deje. -Se miró el regazo, y el cabello le ocultó la cara-. Todos lo hemos intentado. Todo el mundo sabe que Rachel tiene un problema…
Yo estaba tan tensa que casi vibraba. No voy a escuchar, me repetía como si recitara un mantra. No voy a escuchar. Pero no pude evitar que me llegaran a los oídos fragmentos de su acusación.
- … muy agresiva cuando intentábamos hablar con ella… cada vez peor… tomaba drogas estando sola… le robaba droga a los demás… y antes de ir a trabajar… siempre que podía se quedaba en casa… la despidieron… siempre decía mentiras, no sólo respecto a las drogas, sino respecto a todo…
Brigit no se cansaba de hablar. Me quedé patidifusa al ver lo cruel que podía llegar a ser conmigo. Miré de reojo a Luke, creyendo que él también estaría mirando fijamente a Brigit, con la boca abierta, pasmado e indignado por las acusaciones que formulaba mi amiga.
Pero lo que vi fue que Luke asentía con la cabeza, expresando su acuerdo.
- … la persona más egoísta que he conocido en la vida… muy preocupante… relacionándose con gente poco recomendable que toma drogas… nunca tenía ni un céntimo… le debe dinero a todo el mundo… se desmayó en el vestíbulo… podían haberla violado o asesinado…
Brigit no paraba. Yo la oía hablar de mi vida, tergiversándola, presentando algo normal e inofensivo como algo enfermizo, y me fui enfureciendo. No podía decirse que ella fuera una santa.
- … Me daba miedo ir a casa… confiaba en que ella no estuviera allí… me hacía sentir muy violenta… a cualquier hora del día o de la noche… siempre faltando al trabajo… pidiendo a los demás que llamáramos para decir que estaba enferma…
De pronto me puse a gritar como una loca.
- Y tú ¿qué? ¿Desde cuándo eres tan perfecta y tan puritana? ¿Desde cuándo le tienes tanta manía a las drogas? Desde que a base de lamerle el culo a tu jefe has conseguido un ascenso y te crees el no va más, ¿no?
- Compórtate, Rachel -me ordenó Josephine.
- Ni hablar -bramé-. No pienso quedarme aquí sentada oyendo cómo esta… cómo este… tribunal irregular y arbitrario me condena, cuando yo también podría contar un par de cosillas que sé…
- Rachel -me amenazó Josephine-, cállate y, aunque sólo sea por educación, escucha a una persona que ha recorrido cinco mil kilómetros para ayudarte.
Iba a decir «¿Para ayudarme? ¡Ja!», pero entonces vi el rostro de Luke. La mezcla de compasión y desprecio de su expresión desbarató mi furia. Estaba tan acostumbrada a que me mirara con admiración que, por un momento, me quedé completamente desconcertada. Me sentí humillada, vencida.
Brigit parecía muy alterada, pero siguió hablando.
- … completamente paranoica… acusándome de coquetear con Luke… cada vez más irracional… no podía hablar con ella… no sólo cocaína… cajas enormes de Valium… porros… tequila… nunca quería hacer nada si no había drogas de por medio… no se lavaba el pelo… se estaba adelgazando muchísimo… ella decía que no…
Finalmente se calló y agachó la cabeza. La encontré tan abyecta que pensé que aquello sólo podía ser una treta. Seguramente Luke y Brigit habían ensayado en el avión.
- ¿Estás contenta? -dije con sorna, rebosante de amargura y resentimiento.
- No -contestó Brigit con un hilo de voz, y rompió a llorar.
Pero ¿por qué llora? Eso es patrimonio exclusivo mío, ¿no?
- ¿Puedes explicarle al grupo por qué estás tan disgustada? -le preguntó Josephine con dulzura.
- Yo no quería hacer esto -dijo Brigit, sollozando-. No quiero ser cruel. Rachel era mi mejor amiga y…
Pese a todas las acusaciones que me había hecho, de pronto noté un nudo en la garganta.
- Si lo hago es sólo para ayudar a que se cure -prosiguió Brigit-. Ya sé que me enfadaba mucho y que creía odiarla…
Aquello me sorprendió. No podía ser. ¿Odiarme? ¿Brigit? ¿Brigit enfadada conmigo? Imposible. ¿Por qué iba a enfadarse? ¿Porque de vez en cuando le cogía un poco de coca? Seguro que lo aclararía.
- Pero no lo hago por eso. Lo único que quiero es que ponga orden en su vida y vuelva a ser como antes…
Brigit rompió a llorar de nuevo; Luke le cogió y Brigit le dio un fuerte apretón.
Como un matrimonio cuyo hijo tiene meningitis que espera valientemente en el pasillo del hospital a que les den noticias de la unidad de cuidados intensivos.
Bonito detalle, Luke, pensé con desdén.
Tenía que pensar cosas así, desdeñosas, porque de ese modo, cuando lo veía sujetándole la mano a otra mujer, no me dolía tanto.
Debería estar sujetándome la mano a mí, pensé.
Gracias, sin duda, a la inyección de valor que obtuvo del apretón de Luke, Brigit recuperó el aplomo y pudo responder a la gran cantidad de preguntas que Josephine tenía preparadas.
- ¿Cuánto dinas que hace que Rachel tiene un problema con las drogas?
- Al menos un año -contestó Brigit, sorbiendo por la nariz y enjugándose los ojos-. Es difícil decirlo, porque todos bebíamos y nos hacíamos alguna rayita cuando salíamos. Pero el verano pasado la situación ya se había descontrolado… Siempre decía que lo sentía. Siempre lo mismo: lo siento, lo siento, lo siento. Era la expresión que más utilizaba. Exceptuando «más».
Aquello provocó algunas risitas. Me puse colorada de ira.
- Pero no modificaba su comportamiento, lo cual demostraba que en realidad no lo sentía en absoluto. Y yo no soportaba ser su cuidadora, tener que mantenerla a raya. Tenemos la misma edad; de hecho ella es tres meses mayor que yo, y aun así yo tenía la impresión de que era su carcelera, o su madre. Y ella me insultaba llamándome «aguafiestas» o «zorra desgraciada». Y no creo que lo sea.
Me distraje brevemente de la letanía de Brigit porque Luke se revolvía en la silla, intentando ponerse cómodo. Se quedó repantigado, casi horizontal, con los largos y duros muslos separados.
Volví a mirar a Brigit, porque su imagen me resultaba menos dolorosa.
- … Yo no tenía por qué imponerle disciplina, no me gusta nada ese papel. Y, cuando la perdonabas por algo que había hecho, ella lo hacía otra vez. No me gusta enfadarme, y no me gustaba lo que me hacía Rachel, que me cambió con su comportamiento. Yo siempre estaba resentida. O enfadada. Yo no soy así. Soy una chica muy tranquila y muy sociable…
Por un momento la compadecí, pero entonces saltaron todas mis alarmas. Había olvidado que la mala de la trágica historia de Brigit era yo.
Me recordé qué estaba pasando. Lo que Brigit pretendía, sencillamente, era cambiar el final de la historia en vista de su nuevo empleo. Quería distanciarse de su pasado disoluto por si sus jefes averiguaban algo sobre él. Aquello, en realidad, no tenía nada que ver conmigo.
Pero cuando oí lo que dijo después, casi la estrangulo:
- … Y era muy desagradable con Luke. Se avergonzaba de su aspecto físico y de su manera de vestir, no lo encontraba lo bastante moderno…
¿Cómo se atrevía a decir eso? Mi relación con Luke ya estaba bastante mal y sólo faltaba que viniera ella a añadir leña al fuego. Miré rápidamente a Luke, con la esperanza de que no lo hubiera oído. Pero lo había oído, claro. Presa del pánico, intenté protestar.
- Eso no es del todo cierto -dije.
- Sí lo es -replicó Luke con enojo.
¡Mierda! No me quedaba más remedio que callarme y dejar que Brigit siguiera hablando.
- … quería que yo saliera con alguno de los amigos de Luke, con cualquiera de ellos, porque no se atrevía a hacerle frente ella sola a gente como Helenka. No le importaba que a mí no me gustara ninguno de los amigos de Luke, porque Rachel sólo pensaba en ella. Jugaba a ser Dios con la vida de los demás… Hasta hablaba con acento neoyorquino cuando estaba con gente a la que le interesaba impresionar…
Pero yo ya no escuchaba. Estaba demasiado impresionada por la mala baba de Luke. Normalmente era un chico encantador, sobre todo conmigo. Aquello era rarísimo: era clavado a Luke Costello, el hombre que había sido mi mejor amigo y mi amante durante seis meses, pero se comportaba como un desconocido. Peor aún, como un enemigo.
- Vamos a analizar otro aspecto de la personalidad de Rachel -dijo Josephine, distrayéndome de mis elucubraciones.
Quería hablar de mi carrera profesional. Me dieron ganas de gritarle: «¿Quieres saber de qué color son mis bragas?»
- Rachel es inteligente -le dijo Josephine a Brigit-. ¿Por qué crees que no encontró un trabajo donde poder desarrollar sus capacidades?
- Quizá porque no es fácil conservar un empleo decente cuando tu principal ocupación es tomar drogas -respondió Brigit-. Además, Rachel está convencida de que es tonta.
- Tú tienes un buen empleo, ¿no es así? -le preguntó Josephine.
- Bueno, sí -admitió Brigit.
- Tienes una licenciatura, ¿verdad?
- Sí.
- ¿De qué? ¿De ciencias empresariales?
- Sí.
- Has viajado a Londres, Edimburgo, Praga y Nueva York haciendo prácticas para conseguir el título, y podría decirse que Rachel te ha seguido a todas esas ciudades, ¿no?
- Yo no diría tanto -contestó Brigit-. Pero como yo iba a esos sitios, y ella se aburría en Dublín, decidía acompañarme.
- Y tú fuiste haciendo progresos profesionales, mientras que Rachel no conseguía nada.
- Supongo que sí -admitió Brigit.
Me sentí inútil, como un perrito faldero.
- Es muy cómodo convivir con alguien que no tiene tanto éxito como uno mismo -comentó Josephine, como si reflexionara en voz alta-. El contraste resulta muy alentador.
- Pero si yo… -Brigit parecía aturdida e intentó decir algo, pero Josephine ya había pasado a otro tema.
Finalmente, aunque me pareciera mentira, la sesión llegó a su fin. Josephine anunció que a Luke le correspondería hablar después de comer, y a continuación se llevó a Luke y Brigit al comedor del personal. El hecho de que ellos fueran a comer a los aposentos de las «personas normales» todavía me humilló más. No soportaba que me marginaran, que me trataran como a una chiflada.
Cuando los tres abandonaron la Sala del Abad, vi que Luke le ponía la mano a Brigit en la espalda con ademán protector, y sentí una punzada de dolor.
En cuanto desaparecieron de mi vista, me invadió una honda tristeza. ¿Dónde estaba Luke? ¿Dónde podría encontrarlo? Quería que me abrazara y me apretara contra su pecho. Quena que me consolara como antes.
Se me ocurrió entrar en el comedor del personal y conseguir una entrevista con Luke. Si teníamos ocasión de hablar con calma, seguro que me demostraría que todavía me quería. Luke me había querido tanto que era inconcebible que su amor se hubiera esfumado por completo. Así podríamos poner fin a aquella situación tan absurda.
Por un momento pensé que mi plan era completamente viable. El futuro parecía prometedor. Pero no tardé en recobrar el sentido. Mi plan no era viable.
Los internos se agruparon a mi alrededor, ofreciéndome consuelo.
- Mirad -dije para defenderme-, tenéis que entender que lo que ha dicho Brigit no tiene nada que ver conmigo. Lo exagera todo muchísimo porque acaban de ascenderla. Si sus jefes se enteraran de que toma coca, se armaría un escándalo. Y os aseguro que toma muchísima. Ella me ha enseñado todo lo que sé sobre drogas. -Solté una risa forzada y esperé a que Mike y los demás rieran conmigo. Pero se limitaron a darme palmaditas y a chascar la lengua.
Durante la comida no pude probar bocado. Me pasé todo el rato rezando como nunca lo había hecho. Negociaba desesperadamente con Dios. Le prometí irme a las misiones africanas si hacía que a Luke le acaeciera alguna calamidad o, mejor aún, si hacía que pudiera reunirme con él. Pero como había traicionado a Dios anteriormente en algunos de nuestros tratos, seguro que él ya no quería negociar conmigo.
Diez minutos antes de que regresáramos a la Sala del Abad para presenciar la gran atracción del día, sentí una intensa náusea que llegó a nublarme la visión. Entusiasmada, pensé que aquello presagiaba mi muerte inminente.
Fui dando bandazos hasta el cuarto de baño, apoyándome en la pared, porque veía tantas manchas negras que casi no distinguía el suelo. Pero después de vomitar volví a sentirme bien. Era evidente que todavía no había sobrepasado mi fecha de caducidad. Sentí una gran decepción.