PREFACIO

El desencadenante de Los domadores de caballos fue Paul Bahn, el arqueólogo inglés que ha plasmado en diversas publicaciones su sospecha de que la asociación de la humanidad con los caballos pudo empezar antes de lo que piensa la mayoría de historiadores. Bahn señala cierto número de grabados y pinturas Cro-Magnon en que aparecen caballos con algo similar a arneses, así como algunas piezas de arte móvil encontradas en la cueva de Le Mas d’Azil, donde numerosas cabezas de caballo parecen llevar una especie de brida.

Otro fascinante dato que cita Bahn para apuntalar su teoría es el fósil de un diente de caballo que encontró en la colección de la Familia Begouen. Este diente, cuya antigüedad se remonta a trece mil años, presenta dos claras estrías transversales, que parecen indicar la existencia de un vicio propio de los caballos en cautividad, consistente en masticar madera al tiempo que aspiran aire. Nunca sucede cuando cabalgan en libertad.

En palabras de Bahn, «… nunca ha habido motivos válidos para rechazar a priori la idea de un eficaz dominio sobre los animales a finales del Paleolítico, y contamos con un cuerpo de evidencias muy variadas en favor de nuestro punto de vista; así pues, considero perfectamente factible, incluso probable, que algunos grupos humanos de la época más tardía de Würm (y puede que incluso antes) viajaran con animales de carga, a lomos de caballo, o en un transporte tirado por caballos o renos» (Prehistoria de los Pirineos, por Paul Bahn).

A lo largo de la historia, civilizaciones enteras se han transformado a causa del caballo. Pueblos sedentarios descubrieron de repente que eran dueños del espacio. Las distancias disminuyeron y los campamentos ya no se consideraron hogares, sino trampolín para expediciones de saqueo.

Esta mentalidad acerca de los caballos es inexorablemente masculina: la posesión de los caballos confería poder. Desde los kasitas de la Edad del Bronce hasta la caballería de Alejandro Magno, pasando por los hititas y los es citas, los jinetes asolaron el mundo. Los jinetes de Asia Central llamados hunos desafiaron el poder de Roma, y Gengis Khan y su ejército mongol conquistaron la mayor parte de Asia y Europa. En Estados Unidos, la introducción del caballo convirtió rápidamente a los indios de las llanuras, hasta aquel momento agricultores, en cazadores de búfalos.

Por lo tanto, la aparición de los caballos es uno de los temas más antiguos y, a partir de las pruebas aportadas por Bahn, decidí explorarlo en esta novela.

El escenario de Los domadores de caballos son las montañas de los Pirineos hace unos trece mil años. Los antropólogos llaman Cro-Magnon a la gente de aquella época, y su cultura recibe el nombre de Magdaleniense.

El lenguaje utilizado en este libro, al igual que en mi anterior novela de los tiempos prehistóricos La hija del Ciervo Rojo, es castellano moderno. Se supone que los personajes hablan en su propio idioma, y antes que pergeñar una especie de pseudo Cro-Magnon, preferí «traducir» sus palabras a nuestra propia lengua.

Los caballos del Valle del Lobo están basados, más o menos, en Villano, el caballo ibérico de los Pirineos del que se habla en libros antiguos.

El río del Oro es el Garona, el Atata es el Ariège, y el Gran Pez es el Salat. La cueva sagrada de la tribu del Búfalo es la cueva de Niaux, la Gran Cueva es Le Mas d’Azil, y la caverna sagrada de la tribu del Ciervo Rojo es Le Tuc d’Audobert. La cueva del Thoru, en el Valle del Lobo, nunca ha sido descubierta.