30
A través de los ventanales de separación abiertos en el pasillo, Jyuro y Kumiko Nagako pudieron ver la habitación en la que Hiro seguía inconsciente, conectado a varios aparatos, escáneres y medidores de sus constantes vitales. No dijeron nada, lo principal ya acababa de decírselo el médico que estaba a su lado. Hiro se encontraba bien. Bajo los efectos de un shock muy fuerte pero bien. Acababan de sedarle para atemperar todas sus reacciones. No había dejado de temblar en todo el trayecto hasta el hospital.
Desde allí, pese a su estatura y buena planta, de alguna forma pensaron que seguía siendo aquel niño de siempre, su niño, su pequeño, desvalido y necesitado de su mano, su afecto y sus consejos.
Kumiko volvió a llorar.
—Tú sí necesitarías que te dieran algo para tranquilizarte —le dijo su marido con ternura.
—No, estoy bien —negó ella con la cabeza.
El médico les dejó unos segundos más.
—El doctor Estapé quisiera verles —acabó recordándoles en su inglés un tanto vacilante.
—¿Ahora?
—Su hijo descansa. Está estabilizado. Y de todas formas no pueden quedarse aquí. Tranquila, señora.
Se resignaron. Asintieron ambos y el médico les guió más allá de la zona para conducirles por un pequeño pasillo ubicado a la derecha de las habitaciones, hasta detenerse frente a la puerta de un despacho a la que llamó con los nudillos. Desde el interior se escuchó una voz invitando a continuar el avance. El médico abrió la puerta y permitió que ellos entraran. Jyuro y Kumiko Nagako lo hicieron. Se encontraron en un despacho confortable y aséptico, con un impresionante sistema informático en la parte izquierda. Con los nuevos avances en materia de trasplantes, todos los hospitales del mundo estaban conectados entre sí. Era incluso cada vez más difícil morirse.
Aunque a la gente, tarde o temprano, se le agotaba la vida.
—Señores Nagako… —Se levantó el doctor Estapé poniéndose en pie—. Es un placer.
Le estrecharon la mano. La costumbre oriental seguía siendo inclinar la mitad superior del cuerpo. Pero aquello era occidente. Después aceptaron la invitación del hombre de la bata blanca y ocuparon las dos sillas frontales a la mesa. No dijeron nada. Esperaron devueltos a la ansiedad.
—Bien —comenzó a hablar el médico en un correcto inglés, exhibiendo una sonrisa tranquilizadora—. Como ya les habrán informado, Hiro está bien. No ha sido más que un susto, un ataque de pánico, de ansiedad… aún no estamos seguros. Tal vez el calor… Sin embargo, me gustaría hablar con ustedes para estar seguro.
—¿Seguro de qué? —preguntó Jyuro Nagako.
—¿Hiro se encontraba bien últimamente?
—No —dijo rápida Kumiko—. Desde hace unas semanas tiene pesadillas atroces. Por eso estamos aquí, en Barcelona.
—¿Pesadillas? —El doctor Estapé frunció el ceño.
—Siempre sueña lo mismo: vaga por los edificios construidos por Gaudí, y es atacado por seres imposibles en todos ellos —amplió el dato Jyuro.
El hombre alzó las cejas.
—¿Desde cuándo le sucede eso?
—Unos tres meses.
—Es… curioso —miró uno de sus monitores. En él se veía el perfil de una cabeza, escaneado de frente, de ambos perfiles, desde arriba y también desde atrás—. Su hijo está perfectamente, es un chico muy sano, fuerte, pero tiene una zona localizada de su cerebro con una intensa actividad. Bueno, más que intensa diría que intensísima. Es como si esa parte estuviese disparada, trabajando al mil por cien.
—¿Qué quiere decir? —preguntó el padre de Hiro.
—Hablando en términos comprensibles y para ahorrarnos jerga médica, le diría que si su hijo fuese un televisor, ahí, en esa zona, estaría su antena. Y en estos momentos, esa antena estaría captando más o menos cien canales distintos al mismo tiempo, algunos tan fuertes que…
Jyuro y Kumiko Nagako se miraron entre sí.
—¿Puedo hacerle una pregunta, doctor? —vaciló ella con las manos tan apretadas la una contra la otra que se le pusieron blancas—. ¿Está soñando Hiro ahora?
El médico estudió de nuevo sus monitores. Uno en concreto.
Tardó tres segundos en responder.
—Sí, yo diría que sí —fue su evidente respuesta—. Y eso explica sin duda esa actividad feroz en esa parte de su cerebro.