7
Fue un beso, y fueron dos, y fueron tres…
Hasta quedar unidos por los labios una eternidad que se les hizo muy corta.
Al separarse se miraron a los ojos.
—Te quiero —musitó la chica.
—Y yo a ti.
—Eso ya lo sabía hace semanas —se burló ella.
—¿Y disfrutabas haciéndome sufrir como un tonto?
—Mucho —hizo un mohín de niña mala—. Por eso te llevo ventaja y me gusta decírtelo: te quiero, te quiero, te quiero.
—¿Y si no llega a suceder lo del sábado pasado?
—Pues… bueno, no sé. Para mí estaba bastante claro. Había tenido tiempo para pensármelo. Supongo que te lo habría dicho yo a ti.
Trató de imaginárselo y le pudo el desconcierto de su vergüenza.
Siempre su timidez, su inseguridad. El aikido le había ayudado a superarlo todo. Por fin existía algo en lo que se sentía a gusto, en lo que podía crecer sin necesidad de demostrar nada a nadie, salvo a sí mismo.
Penny se le colgó del brazo.
—Estoy agotada —gimió—. La clase ha sido muy dura. ¿Nos sentamos en alguna parte, aunque sea en el suelo?
La hamburguesería no estaba muy lejos, con su rótulo luminoso y su bullicio. Caminaron hasta ella muy apretados, como si faltase espacio en el mundo. Se besaron otras dos veces, en silencio, ávidos, sin dejar de andar. Al llegar a su destino Penny se quedó en una mesa exterior y él fue a por dos refrescos. Estaba haciendo cola cuando lo supo.
«La verdad no Sólo es libertad, es la compasión del alma».
A veces la voz del sensei Junichiro Sakaguchi sobrevolaba sus pensamientos.
Volvió la cabeza. Penny le miraba también a él. Intercambiaron una sonrisa y ella puso una chistosa cara de carnero degollado que le hizo reír. Matthew era un payaso, pero Penny no le iba a la zaga. Vivía y expandía vida. Si no podía confiar en ella ahora que la tenía…
Pagó las dos bebidas y regresó con ellas a la mesa. Un beso más. Una caricia. Una mirada silenciosa y cargada de intensidades. Finalmente, la rendición.
—He de decirte algo —musitó.
—Estás casado y tienes dos hijos —fue rápida Penny—. Mellizos.
—No, no es eso.
—Vaya, menos mal —se llevó una mano a la cara con fingida aparatosidad.
—Si no te lo tomas en serio…
—Eh, vamos —se acercó aún más a él—. Ya sé que estás nervioso por algo.
—¿Ah sí?
—Esperaba que me lo contaras.
Se sintió desconcertado, pero también aliviado. Eso debía ser el amor. Compartir. Incluso saber algo del otro antes de que te lo diga. Jamás se había sentido más cerca de una persona como se sentía cerca de Penny. En una semana su vida había cambiado.
Quedaban sus pesadillas.
—Hace… tres meses que de noche me asaltan unos sueños… extraordinarios.
—Normal —repuso ella—. ¿Y quedo bien?
—En serio —bajó los ojos.
—Perdona —Penny le pasó una mano por el pelo—. ¿Qué clase de sueños son?
—No lo sé. Camino por un mundo irreal, con escenarios fantásticos, edificios increíbles, y entonces me asaltan salamandras, dragones, serpientes… Me pierdo por laberintos de colores, penetro en columnas de agua mediante las cuales llego hasta la superficie de un lago que luego se solidifica… También aparece un extraño personaje que no tiene cara. Intento despertar pero no puedo. A veces lo consigo en el momento crítico, otras son mis padres los que lo logran, porque me oyen gritar.
—¿Y eso es muy a menudo?
—Cada vez más. Estas últimas noches… —Se estremeció—. Me da miedo acostarme y cerrar los ojos.
—¿Has ido al médico?
—No.
—Algo te sucede. Puede que sea estrés.
—Yo no estoy estresado, y menos ahora —le apretó la mano y pegó su frente a la de ella—. Contigo me siento más fuerte de lo que jamás me había sentido, pero esas pesadillas…
—¿Por qué no me lo has contado antes?
—Lo siento.
—Ahora somos uno, ¿de acuerdo? —Lo besó dulcemente—. Todo lo que te pase a ti, me pasa a mí. Dios… —Penny se echó a reír—. ¡Y yo que me burlaba de mi hermana cuando la oía hablar por teléfono! ¡Ahora me encanta sentirme tan tonta! ¡Estoy enamorada!
Le hizo reír.
Las pesadillas, pese a que volvía a acercarse la noche, parecían tan lejos y absurdas estando allí con ella.
—Penny —la abrazó.
—Ssshhh… —susurró la chica—. Estoy contigo, cariño. No te preocupes. Esas pesadillas no saben con quién se la juegan, ¿de acuerdo? Si es necesario iremos a por ellas juntos.
Se miraron el uno al otro con emoción.
Las palabras de Penny acababan de abrir las puertas de una posibilidad tan hermosa como increíble apenas unos días antes.