16. Iconio
Act 14, 1-7. Cf. 2 Tim 3, 10-11.
Cuando Pablo y Bernabé salieron de Antioquía con los sangrientos cardenales de los azotes marcados en las espaldas, les era libre la elección entre encaminarse al oriente o al occidente. Hacia el occidente les estaba abierto el camino desde el país montañoso de Frigia por Apamea a Éfeso. Hacia el oriente estaba situada Iconio, detrás de una llanura salina y unos pantanos difíciles de pasar, al borde de un lago poco profundo. ¿Qué pudo haber movido a los dos amigos a decidirse por este camino? Manifiestamente consideraron la meseta del sur de Galacia como un territorio de misión coherente, en el cual querían fundar varios firmes puntos de apoyo. Además, aquel pueblo franco e impresionable era muy adecuado al corazón de Pablo.
Entraron primero en una inmensa meseta aislada, alrededor, de la cual estaban como haciendo guardia volcanes de formas atrevidas con sus cumbres nevadas, como gigantes de los tiempos primitivos: en el norte el Sultan-Dagh, en el sur el Tauro, al sudeste el Kara- Dagh, y a lo lejos, hacia oriente, el Karadscha-Dagh. Era un territorio yermo, uniforme y sin vida, que cabalmente tiene el carácter de los desiertos y estepas del Asia central. "En verano esta llanura es un espantoso desierto de polvo, sobre el cual cae un calor ardiente insoportable. En invierno hay aquí por varios meses grandes masas de nieve en que se hunden los pies. Y en primavera, cuando han pasado las lluvias de invierno, toda la llanura, privada de desagüe, semeja frecuentemente un solo gran pantano, en el cual los caballos muchas veces se sumergen hasta el pecho".
En el supuesto de que Pablo y Bernabé pasaran un año en Antioquía, debió de ser en otoño del año 46 cuando llegaron al lugar donde todavía hoy puede verse un gran castillo en ruinas. Aquí fue donde Barbarroja el 18 de mayo de 1190, tras su difícil marcha a través del Sultan-Dagh, con el ejército ya bastante mermado, después de haber sido atraído por el "Gran Señor de los turcos" a una emboscada, forzó la marcha hacia Iconio, al grito de: "¡ Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera!" En el solemne tedeum que el emperador Barbarroja hizo celebrar en Iconio y al que asistió todo el ejército de los cruzados, ordenó al obispo de Maguncia que predicara sobre el pasaje bíblico de Act 13, 51: "Pero éstos, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, se fueron a Iconio". Después de una jornada de 120 kilómetros se divisó en el lejano horizonte el floreciente oasis de Iconio. Iconio era una ciudad de jardines y tenía unos alrededores como Damasco, sólo que estaba situada a 1130 metros sobre el nivel del mar.
Los iconios estaban orgullosos de la historia de su ciudad. Decían que ya había existido antes del diluvio y después se había vuelto a edificar. Prometeo, según la leyenda, en lugar de las personas ahogadas había hecho nuevos hombres de barro. Desde entonces los habitantes de allí llevan con ingenuo orgullo el nombre de Iconio (de eikón = imagen). El emperador Claudio mandó establecer aquí una colonia de veteranos romanos, por lo que la ciudad se llamó con satisfacción Claudiconio. Arcontes romanos ocupaban los altos cargos de la ciudad. Popea, esposa de Nerón, fue representada en las monedas cono diosa de la ciudad. La población constaba de gálatas helenizados, funcionarios y veteranos romanos y de judíos. Puesto que el Iconio de entonces era, como lo es todavía, un centro de tejeduría de lana, Pablo halló fácilmente acogida y ocupación.
En esta ciudad ocurrió el conocido episodio de santa Tecla. Tenemos noticia de esta joven pagana convertida, sólo por la tradición de las Zetas apócrifas de los apóstoles (Acta Pauli et Theclae) y por un pequeño aditamento a 2 Tim 3, 11, en un manuscrito: " ¡Acuérdate de lo que sufrí por causa de Tecla!" Según una relación de Tertuliano, un sacerdote del Asia Menor, hacia fines del siglo II, por amor a Pablo y a su célebre discípula Tecla, escribió un relato novelesco sobre esta santa con detalles absurdos, mezclando lo verdadero y lo falso. El autor fue exonerado de su cargo por el abuso de la autoridad de Pablo para su producción literaria. Los Padres de la Iglesia oriental, entre ellos san Juan Crisóstomo, fijaron los trazos más salientes de la vida de santa Tecla, pues gozaba entre ellos de la misma entusiasta veneración que santa Inés, niña romana de trece años, entre los Padres de la Iglesia latina. Harnack creía que su figura no ha sido libremente inventada, y que en realidad ha habido una Tecla convertida por Pablo y que cooperaba en las misiones. Su nombre y sus tres terribles martirios, todavía hoy se mencionan en las oraciones litúrgicas de difuntos. Su historia nos recuerda algo la de san Francisco y santa Clara de Asís. Ramsay opina que el núcleo histórico de esta leyenda podría ser el siguiente:
Los dos apóstoles, después de su expulsión de Antioquía, siguieron la vía imperial, llamada "Via Sebaste", que conducía a Listra. Junto al lago Caralis una carretera empalmaba a la izquierda con Iconio. Aquí les esperaba cierto Onesíforo (= 2 Tim 1, 16?) que por una visión en sueños había sido informado de su llegada. Examinó a los que pasaban y reconoció a Pablo en su exterior: un hombre pequeño, cejijunto, con una nariz aguileña algo larga, escasos cabellos, con piernas torcidas, de rostro muy agraciado, que ora se asemejaba a un hombre, ora a un ángel. Onesíforo condujo a los apóstoles a Iconio y los hospedó en su casa, que fue el primer lugar de reunión de la iglesia cristiana. Las Actas de Santa Tecla mencionan como cosa notable la veneración que al partir el pan se hizo al Santísimo con una genuflexión. En una casa principal vecina, que sobrepujaba en grandeza a la modesta casa de Onesíforo, podía desde una ventana la hija de la casa oír todo lo que Pablo decía desde la otra parte. Una vez oyó de la boca del Apóstol la alabanza de la virginidad. Quedó de ello tan embelesada, que abandonó el proyecto de casarse con el hijo de una familia rica. Ambas familias estaban llenas de desesperación, tuvieron a la doncella por hechizada e hicieron que se vigilase a Pablo. Hubo una gran afluencia de jóvenes a la morada del Apóstol. Su sermón sobre la pureza cristiana fue por algunos interpretado equivocadamente como prohibición del matrimonio. Pablo fue perseguido por entrometerse en la vida privada, y encarcelado por ejercer artes mágicas. Tecla sobornó al portero de la casa de sus padres regalándole un brazalete, para que la dejase salir de noche. Al guardián de la cárcel le dio un espejo de plata para que la dejase entrar a hablar con Pablo.
Toda la noche la estuvo instruyendo el Apóstol en la religión cristiana. La instrucción todavía no había llegado al fin, cuando su madre y su prometido la hallaron por la mañana a los pies del Apóstol. Los padecimientos y ulterior destino de santa Tecla, que en el citado relato se describen con verdadera fantasía oriental, aquí ya no nos interesan. La ciudad se dividió en dos partidos: en favor y en contra de los apóstoles. El populacho ganado por el oro se levantó en armas. San Pablo fue azotado con varas por los lictores. Al fin los misioneros tuvieron que salir de la ciudad huyendo.
También san Lucas notifica el grande éxito del sermón de misión en Iconio, la sublevación del populacho de la ciudad, y que los apóstoles después de larga actividad sólo a duras penas se libraron de ser apedreados. Su silencio sobre Tecla no es prueba contra la base histórica de la leyenda sobre la santa. Lucas es un escritor circunspecto y no quiere dar ocasión a malas inteligencias. Dice solamente: "Huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y sus cercanías". Los Hechos de los Apóstoles hacen resaltar de un modo singular en este pasaje los prodigios y milagros que se ejecutaron por parte de san Pablo y san Bernabé. Pues éste era el territorio donde ciertos taumaturgos y embaucadores como el coetáneo de Pablo, Apolonio de Tiana, abusaban de la credulidad de la multitud y con sus ideas confusas trastornaban el juicio a la gente. Entre semejante población los apóstoles hubieron de mostrar, con el don de carismas que habían recibido, que el Evangelio era superior a todo trasgo pagano.
Podemos suponer que los dos apóstoles trabajarían uno o dos años en Iconio y emprenderían también excursiones a las cercanías: a las numerosas localidades sitas en las pendientes del Ala-Dagh y del Loras-Dagh, donde fundaron pequeñas comunidades cristianas de campesinos que más tarde pudieron ser cuidadas espiritualmente desde Iconio, luego que allí estuvo la iglesia firmemente ordenada. Junto con Antioquía, Iconio fue por largo tiempo un punto de apoyo de la Iglesia cristiana en el interior del Asia Menor y tuvo el patriarcado sobre catorce ciudades. El que no siempre permaneciese este estado de cosas, el que Iconio fuese la residencia de sultanes y la capital de los derviches danzantes en el Asia Menor turca, pertenece a las fatalidades de la historia, en la cual la suerte y la culpa de los hombres se confunden de un modo inextricable. Antes de la primera guerra europea, Iconio contaba 60 000 almas, y con la construcción del ferrocarril de Bagdad, que pasa por Iconio, volvió a entrar más en el centro del comercio internacional. Los cristianos armenios fueron los últimos en mantener aquí la fidelidad a la fe redentora de Cristo, lasta que durante la dicha guerra fueron degollados por los turcos de la manera más cruel. El que la herencia de Pablo, el fruto de sus afanes y padecimientos por Cristo, la iglesia de Galacia, fuese enteramente aniquilada, forma parte esencial de la gran tragedia del Apóstol y de su supervivencia en la historia. Todavía hoy se ve, distante una hora de Iconio, un monasterio roquero llamado "las cuevas de san Pablo", y una hora más adelante, en un fértil valle, habitado antes por tapiceros griegos, iglesias cavadas en la roca con frescos antiquísimos, al paso que en el norte de Galacia nada semejante ha sido hallado.