Capítulo 30
Artículo publicado en el Manhattan
Press
el jueves 30 de noviembre de 2003
«La niña de nieve», por Miren Triggs
Hace cinco años la pequeña Kiera Templeton, de tres, si es que aún la recuerdas, desapareció del centro de Nueva York a plena luz del mediodía, durante la cabalgata de Macy’s. Según aprendí de sus padres, Kiera era una niña feliz, risueña, a quien le gustaba el perro Pluto y que de mayor quería ser coleccionista de conchas de las playas de Long Island. Desde su desaparición mi vida estuvo muy ligada a la suya; al fin y al cabo si soy periodista del Manhattan Press se lo debo a una especie de suerte en la que la vida me colocó en el lugar adecuado en el momento adecuado, y aquí debo añadir, con las convicciones y la vida adecuadas. Y cuento por qué.
Una vez fui violada.
Sí. Has leído bien.
Es difícil escribir esa palabra sin temblar y sin sentir cómo las teclas casi se quieren escapar de las yemas de mis dedos. Y no solo fui violada, sino que nunca detuvieron al culpable. Fue como si lo hubiese hecho un fantasma una noche de octubre de 1997, en la que no supe ver las fauces del tigre cuando las tenía delante, convertidas en sonrisa, a quien agarré la mano y me guio a las profundidades de la cueva más oscura de mi vida. De esa cueva es difícil salir. Durante un tiempo no lo conseguí. Nadie te dice cómo, nadie te enseña a hacerlo. Ni siquiera tú misma sabes comportarte después de algo así. Te miras al espejo y buscas qué está mal en ti. Por qué ya no lloras igual o por qué no puedes parar de hacerlo. Piensas en la venganza y en comprarte un arma, como si eso fuese a proteger tu alma de un mordisco ya pegado. Como si en el caso de encontrarte en una situación idéntica, fueses capaz de apretar el gatillo y poner fin al trauma.
La primera vez que leí sobre Kiera me la imaginé dándole la mano al mismo tigre que yo, sonriente y halagador, diciéndole que lo iban a pasar bien. Luego me la imaginé aceptando jugar a cortarse el pelo y a cambiarse la ropa, como acepté yo caminar hasta aquel parque en mitad de la noche, como si fuese algo divertido que no valoré mareada con el alcohol, como si yo fuese la niña de tres años que no sabía que las sonrisas también tienen colmillos. Aquel corte de pelo y cambio de ropa la convirtió en invisible en una ciudad con ocho millones de personas y, aún hoy día, nadie sabe dónde está Kiera Templeton, como yo tampoco sé dónde está la Miren Triggs de hace seis años que desapareció en el mismo momento en que una sombra me llevó a su oscuridad.
Hoy, por primera vez, hago pública aquella violación porque me unió sin quererlo a Kiera Templeton y porque desde que descubrí su historia vi en ella a la niña que yo había sido y que nadie encontraba en las profundidades de la cueva. Y porque Kiera, al igual que pasó conmigo, necesita de tus manos para sacarla de esa oscuridad.
Durante los últimos cinco años la he buscado, tratando de encontrarme a mí en el camino, y la semana pasada, por difícil que parezca, la volví a ver.
Sí. Has vuelto a leer bien.
Y con verla no quiero decir que se me apareció en sueños una noche, sino que la vi viva, en una habitación, grabada en una cinta VHS enviada a sus padres cinco años después, en el juego más macabro que haya visto nunca, convertida en un espejismo de lo que fue y en un golpe horrible y esperanzador para unos padres que ya lo han perdido todo y que lo único que les queda es la esperanza de que ella, un día, se reúna de nuevo con ellos.
En la primera imagen que acompaña el artículo pueden ver un fotograma de la mayor calidad posible del aspecto actual de Kiera Templeton, con ocho años, extraído de la cinta de vídeo enviada a sus padres, por si alguien la reconoce o la ha visto en alguna ocasión en los últimos años. En la segunda imagen observarán la habitación en la que juega Kiera tranquilamente, por si alguien reconoce algún objeto o algo relevante que pueda ayudar a encontrarla. En las siguientes dos páginas verán cada objeto reconocible que se encuentra en la habitación y que está dentro del plano, ampliado hasta el límite de lo tolerable. Se puede observar una cama, una colcha, unas cortinas, una puerta, un vestido, una casa de madera y las baldosas del suelo.
Cuando terminé de ver la cinta enviada a los padres, que dura justo cincuenta y nueve segundos, grabada en una cinta de ciento veinte minutos, emergió en la pantalla el eterno ruido blanco, esa nieve continua, de las que invaden nuestra televisión en cuanto no tiene señal. En ella también vi a Kiera, pero esta vez sí en un sentido figurado. Como si la niña que siempre he buscado se hubiese convertido en nieve, no de la que se deshace entre los dedos cálidos, sino la que es imposible de atrapar, con puntos blancos y negros saltando de un lugar a otro. Kiera Templeton ahora está perdida en esa nieve y necesita de tu ayuda.
Si tienes información sobre Kiera Templeton, por favor llama al 1-800-698-1601, extensión 2210.