Episodio n.° 26 22 de mayo de 1933
FIVE STAR THEATRE
PRESENTA
FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL
Reparto
Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel
Chico Marx como Emmanuel Ravelli
Miss Dimple
Capitán
Primero de abordo, Johnson
Mozo
Contramaestre
Mrs. Rivington
Oficial De Aduana
Meadows, El Mayordomo
Periodistas
Policías
Diversas Voces
(Suena el teléfono.)
MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… No, Mr. Flywheel no está. Ha estado de crucero, pero su barco llega hoy… No, su pasante, Mr. Ravelli, tampoco se encuentra aquí. Está con Mr. Flywheel… Sí, les diré que ha llamado. Adiós. (Sirena del barco.)
CAPITÁN: ¿Dónde está el contramaestre? ¡Ah!, está usted aquí, Mr. Johnson.
JOHNSON: ¿Me llamaba, capitán?
CAPITÁN: Sí. ¿Ha encontrado usted a esos dos polizones?
JOHNSON: Todavía no, señor.
CAPITÁN: Bueno, atracaremos dentro de diez minutos. Hay que encontrarles antes de que salten a tierra. Registren de nuevo el barco.
JOHNSON (retrocediendo): ¡A la orden, señor! (Se desvanecen las pisadas.)
CHICO: Oiga, Mr. Flywheel, ¡despierte! Hay que salir de este bote salvavidas. ¡Aún siguen buscándonos! (Ronquidos de GROUCHO.,) ¡Jefe! ¡Jefe! ¡Levántese!
GROUCHO (en tono despectivo): ¡Esta si que es buena! Estaba soñando que me tomaba una cena de dos dólares y tiene que despertarme.
CHICO: Pero Mr. Flywheel, el barco está atracando.
GROUCHO: ¡Y a mí qué! Váyase y déjeme terminar el sueño. (Suspira.) Vamos a ver. ¿Por dónde iba?
CHICO: Ya estamos en el puerto.
GROUCHO: ¿Huerto? Nada de verduras, prefiero carne; déjeme volver al sueño; se me está enfriando la cena.
CHICO: ¿Puede soñarme un bocadillo de jamón? Llevo tres días sin comer.
GROUCHO: ¿Tres días? Pero si sólo llevamos dos días en el barco.
CHICO: Bueno, ayer no comí, hoy no he comido y mañana no comeré. Eso hace tres días. (Voces a lo lejos.) ¡Rápido! Tiéndase en el bote. Alguien viene.
OFICIAL (acercándose): Mozo, ¿qué hacen esas bolsas aquí arriba en cubierta?
MOZO: Lo siento, señor. Pertenecen a Sir Roderick Mortimer.
OFICIAL: ¡Ah!, ese explorador de África. ¿Y dónde se ha metido durante todo el viaje? No le he visto ni una vez.
MOZO: Se ha quedado en su camarote, señor. Es muy tímido. Quiere ser el último en abandonar el barco para evitar a los periodistas en el muelle. Me pidió que le dejara su equipaje a un lado, aquí arriba, hasta que esté preparado para bajar.
OFICIAL: Muy bien; quítelo de en medio, apílelo sobre ese bote salvavidas de ahí.
MOZO: Perdone, señor, ¿han echado ya el guante a esos dos polizones?
OFICIAL: No, pero les cogeremos cuando intenten bajar a tierra. (El sonido se va apagando.) ¡Cuando les ponga la mano encima, me ocuparé de que les den su merecido!
CHICO: Oiga, Mr. Flywheel. Dicen que nos van a dar lo que hemos pedido. Me parece que yo pediré pasas.
GROUCHO: Yo no lo haría, Ravelli. Las pasas no son lo que eran.
CHICO: ¿No?
GROUCHO: No; antes eran ciruelas; pero ahora no son ni una cosa ni otra. Tenemos que hacer algo.
CHICO: Yo sé cómo.
GROUCHO: ¿De verdad?
CHICO: Seguro. Me pregunto: «¿Cómo llegamos a este bote?» Y me respondo: «Entrando». Luego me digo: «¿Cómo vamos a salir de este bote?». La respuesta llega rápida como un rayo: «Saliendo».
GROUCHO: ¡Maravilloso, Ravelli! Ahora pregúntese: «¿Cómo vamos a salir con todos los oficiales del barco buscándonos y montando guardia en la pasarela?».
CHICO: ¡Ah, no! Yo sólo me hago preguntas fáciles. Mire, ahora no hay nadie. Salgamos del bote.
GROUCHO: O.K.
(Ruido de alguien andando a gatas.)
CHICO: Mire, hay un oficial. Nos ha visto.
GROUCHO: Hablaré con él. Usted recoja seis u ocho de esas bolsas que hay ahí tiradas e intente hacerse pasar por un pasajero. (Levanta la voz.) ¡Oh, capitán!
CONTRAMAESTRE (en tono brusco): No soy el capitán. Soy el contramaestre.
GROUCHO: A mí tampoco me gustan los maestros. Sin embargo, una cosa es que no me gusten y otra muy distinta ir contra ellos. Vamos, Ravelli, traiga el equipaje.
CONTRAMAESTRE (con tono de sospecha): ¿Saben ustedes que son idénticos a una pareja de polizones que estamos buscando?
CHICO: Pues nosotros acabamos de oír precisamente lo contrario. Hemos oído que los polizones eran iguales que nosotros.
CONTRAMAESTRE: Uno es un individuo bajito con acento italiano.
GROUCHO: Ese no puedo ser yo. Nadie ha dicho nunca que Flywheel sea un tipo bajito con acento italiano.
CONTRAMAESTRE: Y el otro es un tipo alto con bigote negro, que no para de hablar.
CHICO: Pues yo no hablo mucho, capi.
GROUCHO: Oiga, capitán, ¿cómo sabemos que no es usted un polizón? Tiene bigote negro y habla demasiado.
CONTRAMAESTRE: ¿Han visto por aquí algún tipo sospechoso?
GROUCHO: A nadie más que a usted. ¿Por qué no se pone usted mismo las esposas? Vamos, Ravelli, traiga el equipaje. Si no me equivoco del todo, cosa que ocurre demasiado a menudo, la pasarela está aquí abajo.
CONTRAMAESTRE: Me parece que aquí pasa algo raro. (Volviéndose.) Voy a ver al capitán.
CHICO (susurra): Oiga, Mr. Flywheel, me parece que ése sospecha algo.
GROUCHO: Bueno, no se separe de esas bolsas y cállese.
(Murmullo de voces aumentando progresivamente.)
CONTRAMAESTRE (a cierta distancia): Pasajeros, pónganse en fila junto a la pasarela. De uno en uno. En fila india, por favor.
Groucho baila con agilidad con Thelma Todd a bordo del barco. Zeppo echa una mano y Harry Woods mira con desaprobación en esta escena de Pistoleros de agua dulce.
GROUCHO (acercándose): ¡Pasarela! ¡Pasarela!
CAPITÁN: Espere un momento, espere un momento. ¿Puedo preguntar por qué tanta prisa?
GROUCHO: Puede preguntar, pero nosotros no sabemos la respuesta. No se detenga, Ravelli.
CAPITÁN: Oiga, ¿a quién empuja usted?
CHICO: No lo sé. ¿Quién es usted?
CAPITÁN: Yo soy el capitán.
GROUCHO: Bueno, yo no hablo con subalternos. Tráigame al general; si no está por aquí, hablaré con dos coroneles.
CAPITÁN: Aquí hay gato encerrado. ¿Cómo entraron ustedes dos en este barco, bergantes?
CHICO: Sin dejarnos ver antes. Ja, menuda rima, ¿verdad, jefe?
CAPITÁN: Ah, con que esas tenemos, ¿eh? Bien, pues no les va a resultar tan fácil bajar de aquí. Apártense de la pasarela hasta que los pasajeros terminen de bajar. Después me ocuparé de ustedes.
MRS. RIVINGTON (acercándose): ¡Pero si creo que es el mismísimo Sir Roderick Mortimer!
GROUCHO: Si es capaz de creer eso, creerá cualquier cosa.
MRS. RIVINGTON: Vamos, vamos, Sir Roderick. Sé que tiene fama de tener un carácter muy reservado, pero a mí no me engaña. He visto el nombre en su equipaje.
GROUCHO: Pues deje de cotillear.
MRS. RIVINGTON: ¡Pero si yo soy Mrs. Rivington y está usted invitado a pasar el fin de semana en mi casa de Long Island!
GROUCHO: No sea tacaña, señora. O un mes o nada.
MRS. RIVINGTON: Oh, Sir Roderick, es un gran honor para mí. Bueno ¿no piensan bajar del barco? Mi coche nos espera en el muelle.
GROUCHO: Vaya por delante, Rizos de Oro. ¿Le importaría llevar alguna de esas bolsas? Ravelli está cansado. Pensándolo mejor, deje lo de las bolsas y lléveme a mí. Usted cójame por los hombros, Ravelli me agarrará por los pies.
CAPITÁN: Perdone…
GROUCHO: Capitán, y ahora ¿de qué se queja?
CAPITÁN: Quiero disculparme, señor. No tenía ni idea de que usted fuera Sir Roderick Mortimer, el explorador.
GROUCHO: En fin, también para mí ha sido una sorpresa. Vamos, Ravelli. Usted también, pollita.
MRS. RIVINGTON: ¿Pollita? ¡Sir Roderick! ¿Me ha llamado pollita?
CHICO: Claro. Es que es usted como una cotorra, un pollo de cotorra.
GROUCHO: Sir Ravelli, ése no es modo de hablar a una dama.
CHICO: Enséñeme usted una dama y hablaré de otra forma.
CONTRAMAESTRE (un poco alejado): Ojo con el escalón… de uno en uno, por la pasarela, por favor.
MRS. RIVINGTON: Bueno, ya estamos en el muelle. Ahí mismo tengo el coche.
OFICIAL DE ADUANAS (acercándose): Disculpe, señor. Soy de la oficina de aduanas y tengo que revisar lo que lleva.
GROUCHO: Con mucho gusto. ¿Qué prenda quiere usted que me quite primero?
OFICIAL DE ADUANAS: Yo me refería a si tenían algo que declarar.
GROUCHO: Oh, sí, declarar que estoy de esto hasta las narices. ¿Más preguntas?
OFICIAL DE ADUANAS: Abra esa bolsa grande.
GROUCHO: Muy bien. Sir Ravelli, abra esa bolsa grande.
CHICO: A la orden. Ya está abierta.
(La bolsa cruje al abrirse.)
CHICO: ¡Eh, mire!
GROUCHO: ¿Qué hay dentro?
CHICO: No lo sé, jefe. Es verde y parece un enorme spaghetti. Debe ser spaghetti verde. Oiga, que se mueve. Mire, ¡está vivo! ¡Es una serpiente! ¡Cuidado! Oiga, jefe, esa grandullona casi me muerde.
GROUCHO: ¡Rápido!, averigüe dónde tiene la cara y déle un bofetón.
OFICIAL DE ADUANAS: ¡De prisa! Cierren esa bolsa antes de que las serpientes escapen por todo el muelle.
CHICO: Déjelo. De todas formas no las queremos.
OFICIAL DE ADUANAS: ¡Pero son peligrosas!
GROUCHO: Entonces, definitivamente no las queremos. Bueno, no pienso perder el tiempo en esta charla inútil. Cierre la bolsa a este pelmazo, Sir Ravelli y salgamos pitando.
CHICO: O.K., Sir Comosellame.
(Ruido de cremallera.)
MRS. RIVINGTON: ¿No viene usted, Sir. Roderick? Mi coche está esperando.
GROUCHO: Muy bien, cariño. Saltaremos a tu coche. Tú síguenos a pie.
VOZ: ¡Sir Roderick! ¡Sir Roderick! Tres de sus elefantes están sueltos por el barco. Están como locos.
GROUCHO: ¿Que los elefantes están como locos? ¿Y acaso soy yo responsable de su salud mental?
(Sube la música.)
(Suena el teléfono.)
MEADOWS: Residencia de Mrs. Rivington… Habla el mayordomo… No, Mrs. Rivington está ahora enseñando la casa y los jardines a Sir Roderick Mortimer y… creo que a Mr. Ravelli… Sí… Adiós.
MRS. RIVINGTON (acercándose): Meadows, ¿ha visto usted a Sir Roderick?
MEADOWS: Señora, yo creía que usted estaba enseñándoles la propiedad.
MRS. RIVINGTON: Y lo estaba, pero… bueno, no importa, ahí llega. Bueno, Sir Roderick, ¿qué le parece todo esto?
GROUCHO: ¡Hombre!, pues no está mal. Espere un momento. Pensándolo bien, me parece que está bastante mal. En realidad es una de las pocilgas más desaliñadas que haya visto nunca.
MRS. RIVINGTON: ¡Pero Sir Roderick!
GROUCHO: Está dejando que el lugar se vaya a pique. ¿Y qué está consiguiendo? Pues no tener la gente que solía tener. Ahora tiene gente de su misma calaña. Le diré lo que vamos a hacer. Pondremos un cartel: «Cambio en la dirección de este local». Organizaremos comidas a setenta y cinco centavos que les dejará boquiabiertos. Cuando estén con la boca abierta, tragarán lo que queramos cobrarles. Ahora firme aquí y déme un cheque de mil quinientos dólares. Y le aseguro, señora, que esta póliza de seguros será el sostén de sus hijos y de su vejez, que le llegará el día menos pensado, si mi ojo no me engaña.
CHICO (a distancia): ¡Oiga, jefe! ¡Jefe!
MRS. RIVINGTON: Sir Roderick, quisiera hacerle una pregunta: ¿es algo suyo ese sujeto?
GROUCHO: Pues si quiere que le diga la verdad, es un dolor de cabeza.
CHICO: ¡Jefe! ¡Jefe! Dígale a esta foca que tiene que darme otra habitación.
MRS. RIVINGTON: ¿Otra habitación? ¿Qué pasa con la que le di? Es la mejor habitación de la casa.
CHICO: Quizá, pero está llena de serpientes.
MRS. RIVINGTON: ¿Qué? ¿Serpientes en su habitación?
GROUCHO: Oiga, Mrs. Rivington, podríamos meter las serpientes en su habitación.
CHICO: ¡Ah, no! Las serpientes no lo soportarían.
GROUCHO: Bien, señora, ya ve usted que no tiene un pelo de tonto. Seguramente porque es calvo. Y otra cosa, Ravelli, menudo aspecto tiene. Parece como si hubiera dormido con la ropa puesta.
CHICO: Bueno, es que duermo con la ropa puesta.
GROUCHO: Pues lo menos que puede hacer es arreglar sus zapatos. Veo cómo le asoman los dedos.
CHICO: ¿Y cómo se arreglan los zapatos?
GROUCHO: Con ante.
CHICO: ¿Qué?
GROUCHO: Ante. ¡Piel! ¿Sabe lo que es la piel? La parte de afuera de una vaca.
CHICO: ¿Que afuera hay una vaca? Bueno, pues que entre. A mí no me da miedo.
MEADOWS: Perdone, señora.
MRS. RIVINGTON: ¿Qué pasa, Meadows?
MEADOWS: Los señores de la prensa están aquí.
MRS. RIVINGTON: Hágales pasar.
MEADOWS: Sí, señora.
MRS. RIVINGTON: Sir Roderick, ¿por qué no le cuenta algo a la prensa?
GROUCHO: Bien. De hecho ya he preparado la cuenta. Ravelli, ¿dónde está la cuenta?
CHICO: Aquí tengo la cuenta, jefe. Le cuento que nos debe catorce dólares. Son nuestras dietas. Si hubiéramos comido bien le habríamos cobrado más barato.
MEADOWS: Los señores de la prensa.
GROUCHO: ¿Ha enviado el Star algún periodista?
PERIODISTA l: Yo soy del Star.
GROUCHO: Bueno, pues quiero que se vaya y le diga al director que no me gusta su periódico. No vale para nada. Cada vez que lo uso para dormir en el parque se me rompe.
PERIODISTA 2: Sir Roderick, me gustaría preguntarle algo.
CHICO: ¡Eh!, primero pregunto yo. ¿Por qué los indios duermen con la cabeza al lado del fuego?
GROUCHO: Vale, amigo, ¿por qué los indios duermen con la cabeza al lado del fuego?
CHICO: Para calentarse las plumas. ¡Ja! ¡Ja! Es bueno, ¿eh, jefe?
PERIODISTA 3: Sir Roderick, ¿qué piensa usted del matrimonio?
GROUCHO: Creo que el matrimonio es una noble institución. Es la base del hogar americano. Pero lo que no se puede hacer es imponerla. Se la colaron a los americanos mientras nuestros muchachos andaban por ahí. Usted me ha preguntado muchas cosas. Ahora le haré yo una pregunta: ¿cuándo se van a largar ustedes y van a dejarme dormir, pelmazos?
MEADOWS: Mrs. Rivington, sus invitados están reunidos en el salón.
MRS. RIVINGTON: Me temo, señores periodistas, que tendrán que excusarnos.
PERIODISTA 3: Ah, Sir Roderick, una última pregunta. ¿Cree usted en las ligas de mujeres?
GROUCHO: Prefiero los ligueros.
MRS. RIVINGTON: Vamos, Sir Roderick. (Se abre la puerta, murmullo de voces.) Pase.
GROUCHO: ¡Ah, no! Pase usted primero. Ya me han gastado antes esa broma. No me va a dar usted la patada.
MRS. RIVINGTON: Muy bien, como usted quiera. (Se cierra la puerta.) Mire, todos mis huéspedes están sentados esperando que empiece la charla.
CHICO: Es gracioso. Yo sólo espero que acabe.
MRS. RIVINGTON: Sir Roderick, pensé que no le importaría contarnos alguna experiencia africana antes de cenar.
GROUCHO: ¿Por qué no nos saltamos África y vamos directamente a cenar?
MRS. RIVINGTON: ¡Oh, Sir Roderick! No me irá a dejar en ascuas, ¿verdad?
GROUCHO: Bueno, solo no podría hacerlo, pero si Ravelli me ayudase lo intentaría.
MRS. RIVINGTON: Espere un momento. Le presentaré. (Levanta la voz.) Y ahora me gustaría presentarles a Sir Roderick Mortimer, el famoso explorador, que ha accedido amablemente a charlar sobre su último viaje a África. Sir Roderick.
(Aplauso cerrado.)
GROUCHO: Amigos míos, estoy aquí para hablarles del gran continente misterioso que llamamos África. África pertenece al cazador. Y el cazador puede conseguirla. Bueno, dejamos New York borrachos, temprano, la mañana del 13 de febrero. Después de quince días en el agua y seis en el barco, llegamos por fin a África. Nos dirigimos enseguida al corazón de la jungla donde maté un oso polar.
MRS. RIVINGTON: Pero Sir. Roderick, yo creía que los osos polares vivían en el Polo Norte.
GROUCHO: Y generalmente así es; pero éste estaba anémico y no podía soportar el clima.
CHICO: Y además era un oso rico y podía permitirse viajar al extranjero en invierno.
GROUCHO: Mire, Ravelli, usted preocúpese de sus animales y yo me preocuparé de los míos. Llevamos una vida activa desde el mismo día que llegamos. La primera mañana nos levantamos a las seis, desayunamos y de vuelta en la cama a las siete. Durante los tres primeros meses esta fue nuestra rutina diaria. Finalmente conseguimos poder volver a la cama a las seis y media.
MRS. RIVINGTON: Pero Sir. Roderick, prometió hablarnos sobre la vida salvaje en África.
GROUCHO: Y eso es lo que he hecho. Un día salimos a explorar. Olfateamos un rebaño de cabras. He de decirles que un rebaño de cabras apesta. Al día siguiente, mientras estábamos de pie frente a la cabaña, abatí a seis leones.
MRS. RIVINGTON: ¿Abatió a seis leones?
CHICO: Claro, estaban muy abatidos cuando les dijo que se largaran, pero se quedaron dando vueltas por allí todo el día.
GROUCHO: Ahora, niños, los animales más importantes que viven en la jungla africana son: el ciervo, el alce, el ante y todos los demás cornudos. Caza mayor. El primer día, disparé a dos antes machos. Me figuro que todos ustedes saben qué son los antes machos.
CHICO: Yo sí, jefe, ya verá como me acuerdo. Los antes son vacas del revés.
GROUCHO: En fin, como les iba diciendo, los ciervos son distintos de los antes. Los ciervos se quedan en las colinas la mayor parte del año, pero en la primavera bajan a celebrar su convención anual. Es muy interesante verles llegar al charco, tendrían que ver ustedes cómo salen pitando cuando descubren que sólo es un charco de agua.
CHICO: Claro, jefe. Lo que van buscando esos ciervos son charcos de cierveza.
GROUCHO: Una mañana le disparé a un elefante en pijama. Lo que no sé es cómo se metió en mi pijama. Luego intentamos quitarle los colmillos, pero los tenía tan encajados que no pudimos ni movérselos. Fue el colmo de los colmillos. Hicimos algunas fotos de las nativas, pero las estropeamos las fotos y las nativas. Volveremos otra vez. Ahora me gustaría pasar el sombrero, pero me temo que no me lo devolverían.
MRS. RIVINGTON: Una charla muy instructiva, Sir Roderick.
(Aplauso.)
GROUCHO (más aplausos): ¿Les gustaría que volviera a repetírsela o prefieren que mi mono amaestrado, Mr. Ravelli, toque al piano unas canciones populares africanas? O tal vez les gustaría verle colgarse de la lámpara del techo. Personalmente, preferiría verle colgado de la lámpara. ¿Hay un trozo de cuerda en la casa?
MEADOWS: Mrs. Rivington, Mrs. Rivington.
MRS. RIVINGTON: Ahora no, Meadows. ¿No ve que nos estamos divirtiendo?
GROUCHO: Vieja aduladora.
MEADOWS: Pero Mrs. Rivington, acabo de oír que se ha escapado un león del circo que hay carretera abajo. Cuando le vieron por última vez se dirigía hacia aquí.
CHICO: ¿El qué? ¿El circo?
MEADOWS: No, señor, ¡el león!
(Gritos, comentarios. «¿Qué vamos a hacer?» «Hay un león por ahí suelto.» «¿No es espantoso?»)
MRS. RIVINGTON: ¿Anda suelto un león? Qué suerte que esté entre nosotros Sir Roderick Mortimer, el cazador de leones más famoso del mundo. El sabrá lo que hay que hacer, ¿verdad, Sir Roderick?
GROUCHO: Desde luego. ¡Pero no creo que haya sitio para todos debajo de mi cama!
(Sube la música.)
(Comentarios: «¡Esta incertidumbre es terrible!» «¿Nos van a dejar toda la noche encerrados en el salón?» «¿Por qué no rastrean la finca?» «¿Creen ustedes que habrán capturado ya al león?»)
MRS. RIVINGTON: Tranquilos. ¡Tranquilo todo el mundo! No hay ningún peligro. Aunque el león estuviera en la finca, no podría entrar aquí. Además, tenemos en la casa a Sir Roderick Mortimer.
GROUCHO: Naturalmente que estoy aquí. Está usted loca si pensaba que iba a salir.
(Se abre la puerta.)
MRS. RIVINGTON: Meadows, ¿han cogido al león?
MEADOWS: Señora, hemos rastreado la finca de arriba abajo y no hemos encontrado ni rastro del león por ningún sitio. A estas horas seguro que los del circo ya lo han cogido.
(Murmullo de alivio.)
MRS. RIVINGTON (en voz alta): Espero que no permitirán que este susto sin importancia nos estropee la fiesta. Vamos, vamos, que no hay peligro. Salgamos todos al jardín. Las rosas están preciosas a la luz de la luna.
(Se van apagando las risas y las voces hasta desaparecer.)
CHICO: Eh, Mr. Flywheel, ¡Mr. Flywheel! ¿Dónde se ha metido usted?
GROUCHO: Chsss. ¿Se han ido todos?
CHICO: Sí, jefe, han salido todos al jardín.
GROUCHO: Vamos, Ravelli, por esa ventana. No estaremos a salvo hasta que salgamos de aquí. (Ruido de la ventana al abrirse.) Será mejor que nos larguemos antes de que el verdadero Sir Roderick aparezca. Esa Mrs. Rivington es capaz de encontrar un rinoceronte para que juguemos con él. Bueno, allá voy. (Batacazo.)
CHICO: Eh, jefe. ¡Jefe!, ¿dónde está?
GROUCHO (a cierta distancia): ¡Salte, imbécil!
CHICO: ¡Allá voy!
(Gran batacazo. GROUCHO se queja en voz alta.)
CHICO: Eh, Mr. Flywheel, me parece que he aterrizado encima de alguien.
GROUCHO (respirando con dificultad): Ya lo sé, ¡idiota! ¡Encima mío!
CHICO: Mr. Flywheel, alguien viene.
GROUCHO: No podemos ser nosotros. Nosotros nos vamos. Rápido, detrás de ese arbusto.
(Estrépito entre los arbustos.)
CHICO: Ahí está, jefe. Creo que es un hipopótamo.
GROUCHO: No, pero casi. Es Mrs. Rivington.
MRS. RIVINGTON: ¿Quién está ahí?
GROUCHO: ¿Dónde?
MRS. RIVINGTON: Pero Sir Roderick. ¿Qué hace usted en este lado de la casa? Todos mis invitados están en el jardín de las rosas.
GROUCHO: Bueno, señora, Ravelli y yo queríamos asegurarnos de que la casa estuviera a salvo, así que pensamos inspeccionar los arbustos para buscar leones. Inspeccionar. Oiga, no resulta fácil decirlo. Inténtelo usted alguna vez.
MRS. RIVINGTON: ¿Han encontrado algo?
GROUCHO: Pues claro que sí. Encontramos tres docenas de horquillas para el pelo y cinco botellas de ginebra vacías, Pero no se desanime, señora, seguiremos en ello. Encontraremos una botella de ginebra llena aunque nos cueste toda la noche.
MRS. RIVINGTON: ¿Le gustaría hablarles a mis invitados sobre alguna otra de sus experiencias en África?
GROUCHO: No, quiero hablar con usted, aquí. Oh, Mrs. Rivington, me muero por una chica como usted. Tiene belleza, encanto, dinero. Tiene dinero, ¿verdad? Porque si no lo tiene, rompemos ahora mismo.
MRS. RIVINGTON: Oh, Sir Roderick, me ha dejado usted sin respiración.
CHICO: A mí también me dejó sin respiración la última vez que me pegó en el estómago.
GROUCHO: Ravelli, le agradecería que se meta en sus asuntos. Gracias. (Suavemente.) Mrs. Rivington, desde que la conocí he perdido la cabeza. Algo ha pasado en mi mente. Algo me abrasa el cerebro. Debo hacerle una pregunta.
MRS. RIVINGTON: ¿De qué se trata, Sir Roderick?
GROUCHO: ¿Me lavaría usted un par de calcetines?
MRS. RIVINGTON: ¡Pero Sir Roderick! ¡Me sorprende usted!
GROUCHO: Para usted será una sorpresa, pero yo llevo meses dándole vueltas a la cabeza. Es mi modo de decirle que Ravelli y yo la queremos. Deseamos casarnos con usted. ¿Qué le parece, tierna paloma?
CHICO: ¿Tierna paloma? Oiga, me parece que tiene que estar dura como una piedra.
MRS. RIVINGTON: Caballeros, no tengo palabras…
GROUCHO: Bueno, pues asegúrese de seguir así. Bien, una vez que los tres nos hayamos casado…
MRS. RIVINGTON: ¡Pero Sir Roderick! No puedo casarme con usted. Ya tengo un marido.
GROUCHO: Así es usted, siempre pensando en sí misma; ¡vaya tema más aburrido para pensar!
MRS. RIVINGTON: Pero es que usted no lo comprende. Si me caso con usted, sería bígama.
GROUCHO: Pues seamos bígamos, trígamos y todos saldremos ganando. Seamos polígamos para variar. Estoy harto de todos esos matrimonios convencionales. Lo de una sola mujer con un solo hombre estaría bien para su abuela, pero ¿quién quiere casarse con su abuela? Nadie, ¡ni siquiera su abuelo!
MRS. RIVINGTON: Esto es una solemne tontería. Llévenme con mis invitados.
GROUCHO: Bueno, la llevaré junto a sus invitados. Pero seguramente están tan hartos de usted como yo. Ravelli, espere aquí. (Se vuelve.) Vuelvo dentro de un momento.
CHICO (bosteza): Me parece que me voy a echar un rato. (Ruido de arbustos.) ¿Quién anda ahí? (Más ruido de arbustos.) Tal vez es Mr. Flywheel que vuelve. Eh, Mr. Flywheel (Rugido de león a una cierta distancia.) ¿Qué le pasa, Mr. Flywheel? ¿Está ronco? (El león vuelve a rugir más cerca.) No parece Flywheel. Debe de ser un conejo. (Estrépito entre los arbustos, el león ruge más cerca.) Es el conejo más grande que he visto en mi vida. ¡Pero si no es un conejo! ¡Es un perro traidor! (El león ruge muy cerca.) Nunca había visto un perro con cuello de piel. Eh, perro, ¿cómo te llamas? (Rugido.) Vamos, hombre, no seas impertinente. Anda, igual se ha perdido. ¿Te has perdido, perrito? Mira, me parece que te voy a regalar a Miss Dimple. Siempre ha querido tener un perrito faldero. Me apuesto algo a que este perro tiene la lengua más larga que ella ha visto jamás. Ven aquí, perrito, perrito, perrito. Ven aquí. (Rugido.) No tengas miedo. No te voy a hacer daño. Ven aquí, perrito bonito, perrito bonito. (Rugido espantoso.) Ah, te resistes, ¿eh? (Grrrr. El león ruge como un vendaval.) Ahora, Pirata, ¿vas a ser bueno? Está bien. Alguna vez que yo no tenga hambre te daré un trozo de hígado. (El león ruge.) Oye, estoy cansando de estar aquí sentado. Vamos, Pirata, te llevaré a la casa para que Mr. Flywheel te vea. Me apuesto lo que quieras a que le gustas. (Otro rugido.) Vamos. ¡No me hagas repetirlo! Eso es. Colócate detrás mío. Muy bien, y ahora, Pirata, ¡en marcha!
GROUCHO (a cierta distancia): ¡Ravelli! ¡Ravelli! ¿Dónde está? Es muy importante.
CHICO: ¡Aquí, jefe! ¡Estoy aquí!
GROUCHO (acercándose): Rápido, tenemos que salvar el pellejo. El verdadero Sir Roderick ha llegado. Mrs. Rivington está agasajándole. ¡La muy veleta!
CHICO: O.K., jefe, vaya usted delante. Yo le sigo. (Silbido.) Vamos, Pirata.
(El león ruge.)
GROUCHO: ¿Qué es eso?
CHICO: Mr. Flywheel, tengo una gran sorpresa para usted. Tenemos un perro. Ven aquí, chucho.
(El león vuelve a rugir.)
GROUCHO: ¡De perro, nada! ¡Es el león! ¡Corra! (El león ruge.) ¡Cuidado, Ravelli! ¡Nos sigue!
CHICO: ¿El león? ¡Vamos! ¿A qué esperamos? (Ruido de pisadas corriendo y jadeos.) Más deprisa, jefe ¡más deprisa!
GROUCHO: ¿Le vamos sacando distancia? Mire usted, ¡yo no me atrevo!
CHICO: Mr. Flywheel… ¡viene corriendo detrás nuestro! (El león ruge.) ¡Vete a casa, Pirata! ¡Vete! Eh… ¡todavía nos sigue!
GROUCHO: Debe… gustarle usted… Ravelli. No sé lo que ha visto en usted.
CHICO: Tal vez haya visto su cena.
(El león ruge más cerca.)
GROUCHO: ¡Noto su… aliento… caliente… en mis… pantalones!
CHICO: Eh, Mr. Flywheel… ¡mire! En el… camino. Hay una especie de jaula… sobre un coche. Debe… debe ser la casa del león. Me imagino que lo traían ahí… los del circo.
(El león ruge.)
GROUCHO: La puerta de la jaula está abierta, Ravelli. Si logramos… meternos ahí… estamos salvados.
CHICO: O.K., jefe. ¡Salte!
(Un porrazo, otro porrazo.)
GROUCHO: ¡Rápido, Ravelli!… ¡Cierre la puerta!
(Portazo al cerrarse la puerta de hierro. El león ruge.)
CHICO: ¡Ahhhh!… ¡lo conseguimos! ¡Estamos salvados!
GROUCHO: ¡Guau! ¡Hemos escapado por los pelos! La verdad es que cada día se pone más difícil escapar.
(El león retrocede.)
CHICO: Ahí va el león, jefe, baja por el camino, al otro lado de la verja.
GROUCHO: Bien, ahora tenemos que salir de aquí. Abra la puerta de la jaula.
(Traqueteo de la manilla de la puerta.)
CHICO: ¡No puedo, jefe! Está cerrada con llave. Mire, Mr. Flywheel, ahí llega Mrs. Rivington con un par de hombres. Tal vez puedan ayudarnos a salir.
MRS. RIVINGTON (acercándose): Bueno, me temo que ha escapado.
POLICÍA 1 (con voz ronca): Me pregunto qué camino habrá cogido esa rata asquerosa.
CHICO (gritando): No era una rata, ¡era el león! Salió por la verja.
MRS. RIVINGTON: ¡Miren! Están ahí. Los dos. ¡Ahí dentro!
POLICÍA 1 (se ríe): ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Vaya, ¡quién lo hubiera dicho! ¡Qué suerte! Venga, Mike, monta en el sitio del conductor. ¡Nos vamos!
POLICÍA 2: O.K.
(El coche arranca.)
GROUCHO: Oiga, ¿dónde nos llevan? ¡No queremos volver al circo!
POLICÍA 1: ¿Al circo? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Oiga, amigo, esto es un coche celular. ¡Les estamos llevando a la cárcel!
CHICO: ¿A la cárcel? Oiga, espero que nos den nuestra habitaciones de siempre.
GROUCHO: Escuche, policía ¿sabe por casualidad si ha llegado allí alguna carta a nombre de Waldorf Tecumseh Flywheel?
(Sube la música.)
ANUNCIO DE CIERRE
LOCUTOR: Esta noche, en el Five Star Theatre, Groucho y Chico Marx les han divertido con su comedia en tres partes «Flywheel, Shyster y Flywheel, Abogados.» (Aplausos.)
Señoras y señores, no se levanten porque Groucho y Chico volverán dentro de un momento.
El Five Star Theatre está patrocinado por las Compañías Standard Oil de New Jersey, Pennsylvania y Louisiana y la Compañía Colonial Beacon Oil.
No lo olviden. El 2 de junio, los patrocinadores de este programa sacarán al mercado un nuevo producto que marcará un hito en la historia del combustible para coches. Esta nueva gasolina supone un reto para todas las demás. Es un producto de los laboratorios más grandes del mundo
Busquen anuncios de este nuevo producto en los periódicos, o mejor aún, el 2 de junio, diríjanse a la gasolinera Esso —escrito E-S-S-O— más cercana o a su distribuidor habitual y descúbranlo ustedes mismos.
Con la emisión de esta noche, llegamos por esta temporada al final del programa de los lunes en el Five Star Theatre. A lo largo de todo el invierno los patrocinadores han presentado, para su entretenimiento, una amplia variedad de las mejores actuaciones radiofónicas que es posible reunir. En el Five Star Theatre han aparecido los comediantes número uno del mundo; los grandes de la ópera y el concierto; historias salidas de la pluma de los escritores de cuentos y de misterio más importantes de América; sinfonías y música popular. Si han disfrutado con estos programas y les gustaría que el Five Star Theatre volviera a estar en antena el próximo otoño, les agradeceríamos que nos lo hicieran saber.
(La orquesta y el coro interpretan «Auld Lang Syne». Aplauso.)
LOCUTOR: Bueno, veo que Groucho y Chico están ya otra vez en el estrado…
COLOFON
CHICO: Damas y caballeros. Las emisiones de esta temporada han acabado y quiero decir que nos hemos divertido musho cada semana.
GROUCHO: Un momento, Chico. No digas que nos hemos divertido musho. Di mucho. Pronuncia la «ch».
CHICO: Muy bien. ¡Che! Nos hemos divertido musho. Y ahora, radioyentes, quiero que todos ustedes vengan esta noche a cenar a mi casa.
GROUCHO: ¡Chico! ¿Sabes lo que estás haciendo? Has invitado a millones de personas y en tu casa no caben más de diez o quince.
CHICO: Bueno, tal vez algunos no puedan venir. Oye, Groucho, ¿qué te parece si vienes esta noche a cenar a casa?
GROUCHO: ¿A cenar esta noche? ¿Y no podría ser mañana por la noche?
CHICO: ¿Por qué mañana por la noche?
GROUCHO: Porque tu mujer ya me ha invitado a cenar a tu casa mañana por la noche.
CHICO: Sí, le encantan las fiestas y esas cosas, pero yo soy diferente. Si tuviera dinero, me iría a un rancho, lejos de aquí.
GROUCHO: Si el rancho estuviera bien lejos, yo te daría el dinero para el pasaje.
CHICO: Qué bien. Podría llevar un rancho y montar a caballo y todo eso.
GROUCHO: ¿Montar a caballo con Esso? Estás loco con Esso, la gasolina más poderosa, móntate en un coche.
CHICO: Yo no he dicho Esso. He dicho lasso, la cuerda para hacer un lazo.
GROUCHO: Quieres decir Essolube.
LOS DOS (rápidamente): El aceite hidrorrefinado de motor.
GROUCHO: Bueno, también hemos salido de ésta. Buenas noches, señoras.
LOS DOS (cantando): Buenas noches, señoras.
(Sintonía musical.)