Episodio n.° 6 2 de enero de 1932
FIVE STAR THEATRE
PRESENTA
FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL
Reparto
Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel
Chico Marx como Emmanuel Ravelli
Miss Dimple
Taxista
Poli
Mrs. Van Regal
Guardia de la Cárcel
Director de la Cárcel
Alguacil
Secretario Del Juzgado
Juez
Fiscal Del Distrito
Presidente del Jurado
(Sonido de máquina de escribir; suena el teléfono.)
MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… ¿Quiere usted hablar con Mr. Flywheel? Está ocupado. Aquí está Mr. Ravelli. Si quiere puede hablar con él.
CHICO: ¿Diga? ¿Dice que quiere hablar con Mr. Flywheel? Pues ahora no puede hablar con él. Está reunido… ¿Que quién está con él? Nadie. Sólo está practicando… Adiós.
MISS DIMPLE: Mr. Ravelli, Mr. Flywheel desea verle. El… ¡pero Mr. Ravelli! ¿Qué le ha pasado en la mano? ¿Por qué la lleva vendada?
CHICO: La culpa es de Mr. Flywheel. Ayer vine a trabajar a las tres en punto y va el jefe y se pone como loco. Me dijo que aunque fuera contra reloj debía llegar a la hora. Pues acabo de luchar contra el reloj.
MISS DIMPLE: ¿Que le ha dado al reloj con el puño?
CHICO: Sólo una vez, Miss Dimple. El jefe quiere que vuelva a hacerlo a las cinco, pero que ni lo piense. La próxima vez usaré un palo.
(Se oye el silbato del cartero.)
MISS DIMPLE: Perdone, Mr. Ravelli. Ahí llega el cartero.
(Se abre la puerta.)
CARTERO: Buenos días. Vamos a ver… Hoy sólo hay una carta. Es para Mr. Flywheel.
MISS DIMPLE: Gracias.
CHICO: Eh, cartero. Creo que tiene usted un par de cartas para mí.
CARTERO: ¿Cartas para usted? ¿Cómo se llama?
CHICO: ¿Que cómo me llamo? Lo pone en las cartas.
CARTERO: ¿En qué cartas?
CHICO: En cualquiera. De poker… de vinos… Tal vez tenga usted una carta de embarque.
CARTERO: Usted no sabe lo que dice.
CHICO: ¿Que no? Pues usted tampoco sabe lo que digo.
CARTERO: ¡Buenos días!
(Portazo, se abre la puerta de Groucho.)
GROUCHO: Miss Dimple, ¿ha venido el cartero?
MISS DIMPLE: Sí, Mr. Flywheel.
GROUCHO: Estupendo, hágale pasar y echaremos una partidita de cartas. ¡Ah, Ravelli, está usted aquí! Creí que le había mandado a la Western Union a mirar la hora exacta.
CHICO: Ah, sí, miré la hora esta mañana. Aquí la tengo, la apunté en este trozo de papel. La manecilla grande estaba en las nueve en punto, la pequeña en las siete. Creo que eran las doce y media… pero el reloj no corría.
GROUCHO: ¿No corría? Pues habérmelo dicho. He apostado dinero a ese reloj. Sí que es usted lento, Ravelli. ¿Hay algo en lo que sea rápido?
CHICO: Claro que sí: me canso rápido. Jefe, esta noche no he pegado ojo.
GROUCHO: Es raro, porque de día duerme usted bien.
CHICO: Ayer me pasé toda la noche andando sonámbulo y estoy agotado.
GROUCHO: ¿Anda usted dormido? Pues eso tiene remedio: la próxima vez que se meta en la cama, llévese un billete de autobús.
CHICO: No tengo billetes, no tengo nada, no me paga usted nunca y quiero mi dinero, jefe.
GROUCHO: ¿Que quiere su dinero? Querrá usted decir mi dinero.
CHICO: Mr. Flywheel, me debe usted trescientos pavos y los voy a cobrar.
GROUCHO: De acuerdo, vamos a ver cuánto tengo. Cincuenta, sesenta, ochenta, ochenta y cinco, noventa, un dólar… Pues no. No tengo más que un dólar.
CHICO: Vale. Lo cojo.
GROUCHO: Lo siento, Ravelli, pero resulta que es el monedero de Miss Dimple. Le diré lo que vamos a hacer. No tengo los trescientos dólares, así que le regalo el negocio y yo trabajaré para usted.
CHICO: ¿Que trabajará usted para mí? ¿Y cómo le voy a pagar el sueldo?
GROUCHO: Verá, en cuanto usted me deba trescientos dólares, me devuelve el negocio, y luego vuelve a trabajar para mí.
CHICO: De acuerdo. Tendremos que poner mi nombre en la puerta.
GROUCHO: ¡Es usted un magnífico hombre de negocios, Ravelli! Cuesta dos dólares cambiar el nombre de la puerta pero el suyo lo podemos cambiar por nada. Vamos a ver… Flywheel, Shyster y Flywheel. Yo soy los dos Flywheels y Shyster no pertenece a la empresa.
CHICO: Entonces, ¿por qué está ahí su nombre?
GROUCHO: Verá, Shyster se escapó con mi mujer, y yo puse su nombre en la puerta en señal de gratitud. Oiga: ¿por qué no usa usted el nombre de Shyster?
CHICO: Muy bien, me cambio de nombre. De ahora en adelante seré Shyster Ravelli.
(Llaman a la puerta.)
GROUCHO: Adelante.
(Se abre la puerta.)
MISS DIMPLE: ¡Dios mío! ¡Un policía!
GROUCHO: Se ha equivocado, oficial. El garito está en el piso de arriba.
POLI: No busco ningún garito; lo que quiero saber es si trabaja aquí un tipo llamado Ravelli.
CHICO: Yo soy Ravelli.
POLI: Bien, tengo una citación para usted.
GROUCHO: ¡Citas en nuestra casa!
POLI: Escúcheme; estoy aquí para entregar esta citación.
CHICO: No quiero ninguna.
POLI: Eche un vistazo a esto; vengo a llevarme a Ravelli.
CHICO: ¿A llevarme a mí? ¿Para qué me quiere? Yo no he hecho nada.
GROUCHO: Yo doy fe de eso, oficial. No ha hecho nada desde el día que lo contraté. No se lo lleve, por favor. Es todo lo que me queda. Y eso le dará una remota idea de lo mal que me van las cosas.
POLI: ¡Ya vale! ¡Le arresto en nombre de la ley!
CHICO: ¿En nombre de la ley? Se ha equivocado de tipo. Mi nombre es Ravelli.
POLI: Sí, es usted y me lo llevo a la cárcel.
GROUCHO: ¿Cuál es el cargo, oficial? Espero que no sea muy elevado, ya que me he dejado la cartera en el pantalón de repuesto y éste es el pantalón de repuesto.
POLI: ¿Quiere saber de qué cargos se le acusa? Pues se lo diré… aquí está. Léalos usted mismo y dese prisa porque el coche celular está esperando abajo.
GROUCHO: Escuche esto, Ravelli. Es muy interesante. Uno: injurias a mujeres en Pine Street. Dos: pelea callejera. Tres: injurias a mujeres en la Calle 7. Cuatro: obstrucción del tráfico. Cinco: injurias a mujeres en Central Avenue y arrojar un ladrillo a un escaparate. Seis: resistencia a la autoridad. Siete: injurias a mujeres en Broadway y Main Street. Ravelli ¿tiene usted algo que alegar?
CHICO: Desde luego que sí, jefe. Se ha equivocado en todas las calles.
(Sube la música.)
MRS. VAN REGAL: Guardia, me gustaría hablar con el director.
GUARDIA: Pase, Mrs. Van Regal. La está esperando.
MRS. VAN REGAL: ¿Cómo está, señor director?
DIRECTOR: Hola, Mrs. Van Regal. Hacía tiempo que no la veíamos por aquí.
MRS. VAN REGAL: Bueno, ya sabe usted que éste no es el único servicio social que desempeño. La beneficencia navideña me ocupa todo el tiempo. ¿Hay algún prisionero nuevo a quien pueda ayudar?
DIRECTOR: No sé, tenemos a un tipo nuevo que se llama Ravelli. Lleva una semana con nosotros y su juicio se celebra el lunes. Nos está resultando imposible manejarlo.
MRS. VAN REGAL: ¿Por qué no me dejan que hable con él?
DIRECTOR: Puede que sea un poco peligroso, pero si quiere hablar con él yo no tengo inconveniente. Está al fondo de esta galería.
(Se oye, cada vez más cerca, la voz de Ravelli cantando «Vuelven los días felices».)
VOCES (lejanas): ¡Cierra el pico…! ¡Eh, tú! ¿Vas a parar de cantar de una vez?… ¡Cállate!… ¡Ya vale!…
DIRECTOR: Aquí es, Mrs. Van Regal. Ravelli, Ravelli, ésta es Mrs. Van Regal.
CHICO: Bueno, pues póngala en la celda de al lado. Aquí no me queda sitio.
DIRECTOR: Atienda un momento, Ravelli. Esta amable dama está aquí para ayudarle.
MRS. VAN REGAL: Sí, para ayudarle a llevar una nueva vida.
CHICO: No quiero una vida nueva. Aún no he acabado con la vieja.
MRS. VAN REGAL: ¡Pobre alma descarriada! Tal vez yo pueda enseñarle la luz.
CHICO: No se preocupe por la luz, señora. Me parece que está usted mucho mejor a oscuras. (Canta): «Vuelven los días felices…».
DIRECTOR: ¡Cállese, Ravelli! ¿Se da cuenta de con quién tratamos, Mrs. Van Regal? Aun así, si cree que puede hacer algo por él, adelante. Si me necesita, estaré en mi oficina.
CHICO: Vale, y si usted me necesita a mí, estaré aquí mismo.
MRS. VAN REGAL: ¡Pobre desgraciado! ¿Por qué está en la cárcel? ¿Qué ha hecho?
CHICO: Yo no he hecho nada, señora. Había dos tipos pegándose. Ni siquiera los conocía.
MRS. VAN REGAL: ¿Le han metido en la cárcel porque dos desconocidos se estaban pegando?
CHICO: Claro, se estaban pegando conmigo.
MRS. VAN REGAL: ¿Empezaron ellos la pelea?
CHICO: ¡Y tanto que la empezaron!… Justo después de que yo tirara el ladrillo. (Canta): «Vuelven los días felices…».
MRS. VAN REGAL: Por favor, Mr. Ravelli, su caso me interesa. ¿Cree usted que las tendencias criminales se las ha transmitido su padre?
CHICO: No señora, mi padre aún conserva las suyas.
MRS. VAN REGAL: No acabo de entenderle. Tal vez debería ponerme en contacto con sus padres. ¿Cómo se llaman?
CHICO: ¿Que cómo se llaman? Pues mamá y papá… (Canta): «Vuelven los días felices…».
MRS. VAN REGAL: Parece como si le gustara estar en la cárcel.
CHICO: ¿Que si me gusta? Me chifla. Como, duermo, duermo, como, no veo a Flywheel, mi jefe, nadie me da la paliza… hasta que llegó usted. Oiga, ¿y para qué ha venido?
MRS. VAN REGAL: He venido para ayudarle.
CHICO: ¿Quiere ayudarme? Muy bien, pues haga la segunda voz. (Canta): «Vuelven los días felices…». (Canta en voz baja las dos estrofas que siguen.)
AYUDANTE (a lo lejos): No puede usted entrar ahí; Ravelli ya tiene visita.
GROUCHO: Escúcheme bien, sicario; Flywheel no tiene por costumbre quedarse fuera de la cárcel. Quítese de en medio o le parto la cara. Ravelli, Ravelli… ¿dónde está?
CHICO: Si es Flywheel, dígale que he salido.
GROUCHO: Le he oído, Ravelli. Con que ha salido, ¿eh? Y yo, que me tomé la molestia de gastarme el dinero en comprarle un maravilloso pastel de chocolate y de traerlo hasta aquí, atravesando calles abarrotadas de gente y tráfico… Sólo me queda una cosa que decirle.
CHICO: ¿Qué es, jefe?
GROUCHO: Que me alegro de haberme comido el pastel.
CHICO: No importa, no me gusta el pastel con letras.
MRS. VAN REGAL: ¿De qué clase de pastel está hablando?
CHICO: Del pastel de chocolate que te trae un letrado.
GROUCHO: Ravelli, debería dejarlo aquí. Pero tenerle en la cárcel es una vergüenza para la firma Flywheel, Shyster y Flywheel. Ya es bastante vergonzoso tenerlo fuera.
MRS. VAN REGAL: Mr. Ravelli, ¿no se da cuenta de que los dos queremos ayudarle? ¿No es verdad, Mr…?
GROUCHO: Ravelli, ¿quién es esta pánfila?
MRS. VAN REGAL: ¿Pánfila? Jamás en toda mi vida me habían insultado de esta forma.
GROUCHO: Señora, toda su vida ocupa un espacio muy largo. Y no me importa decirle que también usted ocupa su buen espacio. Mejor será que haga algo con él antes de que lo tiren abajo y construyan un bloque de oficinas en su lugar.
MRS. VAN REGAL: Yo me lavo las manos en este caso.
CHICO: Pues, de paso, lávese también el cuello.
MRS. VAN REGAL: Informaré de esto al director. (Sale.)
GROUCHO (gritando tras ella): Si va a ver al director, dígale que he traído un rompecabezas para el hombre que cortó en pedacitos a su mujer. Ahora, Ravelli, sobre eso de sacarle a usted de aquí…
CHICO: Váyase, jefe. Me gusta estar aquí. (Canta): «Vuelven los días felices…».
GROUCHO: ¿Le gusta estar aquí después de cómo le tratan? Mire el tamaño de su habitación. La del director es diez veces más grande y sólo la usa para trabajar. Ravelli, el tipo de vida que lleva usted aquí no es el apropiado para un hombre valorado en cinco mil dólares.
CHICO: ¿Valgo yo cinco mil pavos?
GROUCHO: Bueno, eso es lo que ofrece la policía de Albany.
CHICO (indignado): ¿La policía de Albany ofrece cinco mil pavos por mí? Son unos infelices. La de Boston…
GROUCHO: ¿Qué quiere decir con eso de la de Boston?
CHICO: Pues que ofrecen siete mil pavos, vivo o muerto. Pero a mí no me la dan, porque sé que muertos no pueden pagar.
GROUCHO: ¿Que ofrecen siete mil dólares? Oiga, eso no está nada mal. Creo que lo tomo. Aunque pensándolo mejor, primero podríamos mirar un poco más en otros sitios. ¿Ha estado alguna vez en Chicago?
CHICO: Claro, abrí allí un pequeño negocio.
GROUCHO: ¿Que abrió usted un negocio?
CHICO: Sí, abrí un pequeño banco… cuando no miraba el vigilante.
GROUCHO: Eso es magnífico. Le entregaré a la policía de Chicago, pero no bajaré ni un centavo de nueve mil.
CHICO: ¿Me va a entregar? Oiga, si van a pagar nueve mil, me entrego yo solo.
GROUCHO: Así es usted, pensando únicamente en sí mismo cuando hay fama y dinero suficiente para los dos. Haremos esto: primero, yo le saco a usted de esta cárcel donde no hace más que perder el tiempo; después, será un placer para mí entregarle a la policía de Chicago. Dividiremos la recompensa en tres partes: tres mil para mí, tres mil para usted y tres mil para el tipo que le entregue, que por una extraña coincidencia sucede que soy yo.
CHICO: ¡Ja, ja, ja!
GROUCHO: ¿De qué se ríe?
CHICO: La última vez que me entregó un amigo sólo recibí veinte pavos.
GROUCHO: Ravelli, un buen amigo le entregaría a usted por nada.
(Sube la música.)
(Murmullo de voces.)
SECRETARIO DEL JUZGADO: ¡Silencio, silencio! Queda abierta la sesión de este juzgado hasta el próximo aplazamiento.
(Más murmullos.)
SECRETARIO DEL JUZGADO: ¡Silencio en la sala! ¡Su señoría, el juez!
ALGUACIL: Buenos días, señor juez.
JUEZ: Buenos días, alguacil.
Goucho, como el abogado J. Cheever Loophole, maneja su caso en Una tarde en el circo, de la MGM (1939).
SECRETARIO DEL JUZGADO: Buenos días, señor juez.
(Todos estos buenos días permiten al juez llegar hasta el estrado.)
JUEZ (Da un golpe con el mazo): La corte se reúne hoy por tercer día para juzgar el caso Ravelli. Señor fiscal del distrito, ¿quiere proceder con el caso?
FISCAL DEL DISTRITO: Señoría, damas y caballeros del jurado, estimado oponente, abogado de la defensa, Mr. Flywheel, la fiscalía de este estado determina…
GROUCHO: Ah, la fiscalía termina ¿verdad? Supongo que usted espera que haga yo todo el trabajo mientras usted ha terminado. Señoría, todo este juicio está resultando una vergüenza, una burla… ¡una perfidia!
CHICO: Yo me sé esa canción.
GROUCHO: ¿Qué canción?
CHICO: Sí, hombre, sí, la de «Perfidia». (Canta): «Mujer, si quieres tú…».
(El JUEZ golpea con la maza.)
GROUCHO: Eso es, juez. Cambiaré la defensa y alegaré locura.
CHICO: Eso está bien, jefe. Tiene usted un poco pinta de loco.
JUEZ: Defensor Flywheel, el tribunal no puede aceptar a estas alturas un cambio de alegación. El fiscal ha presentado tres testigos que vieron a Ravelli peleando e injuriando a unas mujeres.
GROUCHO: Eso no es nada, juez. Yo puedo aportar tres mil testigos que no le vieron pelearse ni injuriar a ninguna mujer.
JUEZ (indignado): Defensor Flywheel, ¿están sus testigos preparados?
GROUCHO: No, señoría, y de eso me quejo. Aquí sólo hay tres testigos y yo pagué a ocho.
JUEZ: Así que untando a los testigos. ¿Qué les dio usted?
CHICO: Untanto.
JUEZ: ¿Qué?
CHICO: Untanto. Un tanto por ciento de lo que pedían.
FISCAL DEL DISTRITO: Su señoría, solicito que se saque eso del atestado.
JUEZ: Taquígrafa, saque eso del atestado.
CHICO: Eh, jefe, van dos saques y dos saques hacen una doble falta. Un saque más y ya estoy fuera.
JUEZ (golpea con la maza): Caballeros, este tribunal les advierte que no tolerará sus insolencias por más tiempo. Mr. Ravelli, ¿quiere tomar el estrado?
CHICO: ¿Y dónde lo llevo, señor juez?
JUEZ (furioso): Mr. Flywheel ¿quiere usted subir a su cliente al estrado?
GROUCHO: De acuerdo, juez, pero recuerde que es usted quien lo manda. Venga, Ravelli, súbase usted a mis espaldas.
CHICO: Gracias, jefe, pero ya veo bien desde donde estoy.
GROUCHO: ¡Ravelli, suba al estrado!
CHICO (irritado): Vale, vale, ya voy. (Camina hacia el estrado.)
SECRETARIO: Emmanuel Ravelli, está usted a punto de prestar juramento. Levante su mano derecha.
CHICO: ¿Y por qué tengo que levantar la mano? No necesito salir de la sala.
SECRETARIO: ¡Levante esa mano! Ahora, ¿jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
CHICO: Antes quiero consultar con mi abogado.
SECRETARIO: ¡Conteste sí o no!
CHICO: Muy bien. ¡No!
JUEZ: ¡Orden! ¡Orden! (Golpea con la maza.)
CHICO: Pero oiga, ¿qué es eso de hacer tanto ruido? Muy bonito, un viejo como usted jugando con un martillito.
JUEZ: Defensor Flywheel, por favor, proceda usted al interrogatorio.
GROUCHO: Ravelli, ¿quién lo hizo y dónde estuvo usted la noche del cinco de diciembre?
CHICO: ¿Qué quiere decir con «quién lo hizo y dónde estuvo»?
GROUCHO: Tengo prisa y le estoy haciendo dos preguntas a la vez.
CHICO: Jefe, ¿le puedo hacer yo una?
GROUCHO: Dispare.
CHICO: ¿Disparo? Ahí va.
(Dispara un arma. Voces en la sala, golpes de maza.)
GROUCHO: Ravelli, deje de disparar al juez. No tiene usted permiso de armas.
JUEZ: Defensor Flywheel, para ser miembro de esta corte, su conducta está siendo de lo más indecorosa.
GROUCHO: ¿Indecorosa? ¿Cree que sería más decorosa si me pusiera una camisa?
JUEZ (golpea con la maza): ¡Abogado defensor! ¿Quiere usted hacer el favor de proceder al interrogatorio?
GROUCHO: Muy bien, señoría. Seguiré con las preguntas, pero ya sabe que no tiene por qué enfadarse tanto. Después de todo, esto no es un examen final. Ravelli, nombre tres presidentes de los Estados Unidos.
CHICO: ¡Ja, ja! No me tome el pelo, jefe. Sólo hay un presidente de los Estados Unidos.
FISCAL DEL DISTRITO: Señoría, el Ministerio Público protesta por esas preguntas irrelevantes. ¿Por qué el defensor Flywheel no pregunta a su defendido si injurió a esas mujeres?
GROUCHO: No sea idiota. Esa pregunta es muy fácil. El viejo zorro Flywheel tiene su propio método de trabajo. Observe cómo atrapa a este testigo. Ravelli, diga un número del uno al diez.
CHICO: El once.
GROUCHO: Correcto. Ahora, Ravelli, responda a este tribunal. ¿Injurió usted a esa mujer?
CHICO: ¿A qué mujer?
GROUCHO: A la que llamó viejo espantapájaros desgalichado.
CHICO: No la insulté, jefe. Sólo le dije que si mejoraba un poco de aspecto parecería una vaca.
GROUCHO: Ravelli, me siento agraviado. Mi mujer también parecía una vaca.
FISCAL DEL DISTRITO: Señoría, el Ministerio Público protesta. El acusado está alterando su testimonio. Se ha desviado.
CHICO: ¿Qué quiere usted decir con que me he desviado? Me peleo, injurio a mujeres, pero no soy ningún desviado.
JUEZ (Golpea con la maza): Mr. Ravelli, no dirija sus comentarios al fiscal del distrito. Hable usted al jurado.
CHICO: Vale, hablaré al jurado. Hola, jurado ¿cómo están? Es fantástico eso de que el juez no les cobre nada por dormir aquí.
JUEZ (golpea con la maza): ¡Un momento!… ¡Un momento! Defensor Flywheel, prosiga con el interrogatorio.
GROUCHO: Estoy harto de ser yo quien hace las preguntas. ¿Por qué no hace algunas el fiscal del distrito?
FISCAL DEL DISTRITO: Ejem. Su señoría, el Ministerio Fiscal no tiene preguntas que hacer. El propio testimonio del acusado es, a nuestro entender, suficientemente incriminatorio como para declararle culpable de todos los cargos que se le imputan.
GROUCHO: ¡Oh, usted y sus rimbombantes palabras! Tratando tan sólo de impresionar al juez. Bien, pues tampoco él las entiende, ¿verdad, juez? Damas y caballeros del jurado: les pido que presten atención a mi discurso final. Me pueden prestar ahora una parte y el resto cuando termine el discurso. Señores, lo que Ravelli necesita es una rehabilitación.
CHICO: Eh, jefe, yo no quiero rehabilitación. Lo único que quiero es una habitación.
GROUCHO: ¿Saben una cosa, caballeros? El sueño de toda mi vida ha sido ganar un caso y miren con lo que he venido a dar. Denle una tregua. Condénenle la próxima vez que venga aquí, con otro abogado. Caballeros, permítanme contarles la vida de Ravelli. Desde que cometió su primer crimen, a los nueve años, le han arrestado treinta y cuatro veces, pero sólo le han condenado treinta y tres. Caballeros, ésta es una prueba concluyente de que es un buen chico, pero tiene malos amigos. Pero, por favor, no me malinterpreten. Su trayectoria criminal no está nada mal. En la prisión de San Quintín quedó primero en el concurso de trituradores de piedra. Cuando se graduó allí, fue a Sing-Sing. Abandonó la cárcel durante la gran evasión. Quiero decir que fue una gran evasión para los de la cárcel el que se fuera.
CHICO: ¡Muy bien, jefe!. (Canta) «Vuelven los días felices…».
JUEZ (golpea con la maza): ¡Orden!
GROUCHO: Ravelli, ¿quiere hacerme usted el favor de poner la cabeza debajo de la maza del juez? El Ministerio Fiscal les dijo que Ravelli pasó tres años en la penitenciaría. Eso es una mentira malintencionada. Escapó a la segunda semana. No se hubiera quedado tanto tiempo, pero es que le chiflaba la comida. El fiscal del distrito les ha dicho que Ravelli pasó seis meses en la prisión del estado. Caballeros, eso es cierto. Pero la acusación no les ha dicho por qué pasó seis meses en la prisión del estado. No, caballeros, no. Yo les diré por qué Ravelli pasó seis meses en la prisión del estado: porque se quedó encerrado dentro y además no quería separarse de su padre.
JUEZ: Damas y caballeros del jurado, como juez que preside este caso les insto a retirarse a deliberar y dar su veredicto de culpable o inocente.
PRESIDENTE DEL JURADO: Su señoría, el jurado ha llegado ya a un veredicto. Declaramos al acusado, Emmanuel Ravelli, inocente.
(Vítores.)
GROUCHO: Felicíteme, Ravelli. Soy todo un tío, ¿eh?
JUEZ: Miembros del jurado, considero su veredicto de lo más insatisfactorio. Despido a este jurado sin nada que agradecerle.
GROUCHO: Espere un momento, juez. No puede usted despedirlos, fui yo quien los contrató.
(Sintonía musical.)