Episodio n.° 11 6 de febrero de 1933

FIVE STAR THEATRE

PRESENTA

FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL

Reparto

Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel

Chico Marx como Emmanuel Ravelli

Miss Dimple

Mozo

Revisor del tren

Señora

Revisor del Pullman

Voz

Mujer del Club

Mahatma Rahpondi

Khayam

(Suena el teléfono.)

MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… No, Mr. Flywheel no está… Su pasante, Mr. Ravelli, tampoco. Han ido a Pine City para un caso… Oh, es usted, Mr. Melford. No le había reconocido la voz… Desdé, luego, están trabajando en su caso… sí, sí… Ese falso conferenciante indio, Mahatma Rahpondi, ya sabe, el hombre al que usted ha demandado, va a dar una charla en Pine City. Cobra quinientos dólares por la conferencia y Mr. Flywheel quiere intentar hacerse con el dinero para usted… Va a intentar incautárselo… Sí, Mr. Flywheel y Mr. Ravelli van ahora en el tren con los documentos legales… Adiós.

(El sonido de una locomotora crece gradualmente y se desvanece.)

GROUCHO: ¡Mozo, mozo!

MOZO: Sí, señor.

GROUCHO: Pare el tren. Creo que Ravelli se ha caído… Ha desaparecido. Me temo lo peor.

MOZO: ¿Se refiere al caballero que subió al tren con usted? No se preocupe. Anda por el tren. No se ha caído.

GROUCHO: ¿Ah, sí? Eso es lo que me temía.

MOZO: Ahí viene el caballero del que hablaba.

GROUCHO: Ravelli, ¿dónde se ha metido? ¿Dónde le han puesto ese ojo morado?

CHICO: No es un ojo morado, es un capricho. Me encapriché con una litera que no era la mía… Eh, jefe, mire, ahí viene el revisor pidiendo los billetes.

GROUCHO: Ravelli, he cogido medio billete para usted. Rápido, súbase los pantalones como si fuera un niño de ocho años… No, mejor que sea de siete. Hágase pasar por tonto… Simplemente sea usted mismo. (Muy amablemente.) ¿Cómo está usted, señor revisor?

REVISOR: Saquen sus billetes. Tengo que picarlos.

GROUCHO: Tengo una idea mejor. Yo me quedo con los billetes y usted pica a Ravelli.

REVISOR: Venga, déme esos billetes.

CHICO: Eh, jefe, creo que quiere los billetes.

GROUCHO: Chiss, Emmanuelito, o papá te dejará inconsciente de un golpe. Aquí están los billetes.

REVISOR: ¿De quién es el medio billete?

GROUCHO: De mi pequeño Emmanuel. Dale un besito al revisor, Emmanuel, pero primero deja de mascar tabaco.

REVISOR (escéptico): Dígame, ¿cuántos años tiene?

GROUCHO: Emmanuel tiene sólo ocho años.

CHICO: Eto es, revitor. Tengo tolo ocho y no me guta ete tren.

REVISOR: ¿Me quiere usted hacer creer que este enorme chapucero tiene sólo ocho años?

GROUCHO: Es un niño con una pinta repulsiva. Lo saco para ver si se me pierde en el campo.

REVISOR: Mire, si ese chico tiene ocho años, yo soy Washington.

CHICO: Oiga, a mí no me toma el pelo; usted no tiene aspecto de ser la capital de la nación. (Ríe.) Vaya chiste, ¿no?

REVISOR (amenazante): Oiga usted…

GROUCHO: No hagas caso a los hombres malos, Emmanuel. De todos modos, creo que ya es hora de darte el biberón.

CHICO: No queda nada en la botella. Nos la machacamos esta mañana. Papá ¿puedo machacar ahora al revisor?

REVISOR: Lo que debería dar a este chico es unas cuantas lecciones de buen comportamiento.

GROUCHO: ¿Buen comportamiento? ¿Pero no se da usted cuenta de que fue por buen comportamiento por lo que le dejaron salir de la cárcel?

REVISOR: ¿De la cárcel? Creí que había dicho que tenía ocho años.

CHICO: Bueno, tenía ocho, pero eso fue antes de que me metieran en la cárcel.

REVISOR: Ya me parecía a mí. Por este tío tiene usted que pagar billete entero.

GROUCHO: ¿Espera usted que pague billete entero por un medio tonto?

REVISOR: Naturalmente que sí. Por lo menos tienen ustedes billetes de ida y vuelta; me quedaré con los dos. (Retrocediendo.) Y tienen suerte de que no les eche del tren. (Sale el revisor.)

CHICO: Oiga, jefe, me ha puesto usted en un buen aprieto. Me lleva a Pine City para que luego no pueda volver.

GROUCHO: Ravelli, no sabe usted el descanso que supone para mí. Creo que le va a encantar Pine City. Está en pleno campo. Y usted podría convertirse en un señor granjero; eso, claro, si fuera un señor.

CHICO: Yo no quiero quedarme allí. No me gusta el campo.

GROUCHO: Bueno, pues si no le gusta el campo ¿por qué no vuelve por donde ha venido? ¡Mozo, mozo!

MOZO: Sí, señor.

GROUCHO: ¿A qué hora llegamos a Pine City?

MOZO: Llegaremos allí mañana por la mañana, a las seis y cuarto, señor.

GROUCHO: Pues dígale al maquinista que aminore la velocidad. Nunca me levanto tan pronto.

CHICO: Tengo una idea mejor, jefe. Dígale al maquinista que pare el tren. No puedo dormir con tanto traqueteo.

GROUCHO: Oye, el tren está empezando a ir más suave. Debemos haber descarrilado. Mozo, tengo sueño. ¿Y si nos prepara la litera?

MOZO: Ya la tienen preparada, señor. Traeré la escalera para que pueda subir a la de arriba.

CHICO: ¿Tengo que dormir en ese estante? ¿Por qué no puedo dormir abajo?

MOZO: Mire, señor, la tarifa de la litera de abajo es más alta que la de la de arriba.

GROUCHO: Un momento, mozo, ¿está tratando de decirnos que la más baja es más alta que la de arriba?

CHICO: No, jefe. Se lo voy a explicar. Quiere decir que la de la de arriba es más baja que la de la de abajo, pero si queremos una de las bajas para esta noche, tendremos que subir un poco más arriba.

MOZO: Sí, ah… bueno; si me perdonan, señores, creo que será mejor que suban a su litera porque me tengo que llevar la escalera al vagón de cola… allí hay pasajeros que quieren usarla.

GROUCHO: ¿Y por qué les va a llevar la escalera? Que vengan aquí a usarla. Vamos, Ravelli, arriba.

(Pausa mientras sube.)

CHICO: Hey, jefe, no puedo dormir en esta mini hamaca.

GROUCHO: Eso no es una hamaca, Ravelli, se ha acostado en la red para equipajes. Venga, écheme una mano.

CHICO: ¡Aupa, ale hop! Jefe, me pregunto quién habrá debajo… Eh, es una anciana. Le voy a gastar una broma. Le voy a dar con un zapato… ¡Cuidado!

(La señora grita.)

CHICO (ríe): Hola, señora. Me llamo Ravelli. Yo y Mr. Flywheel acabamos de mudarnos al segundo piso… Tal vez luego bajemos a hacerle una visita.

SEÑORA: ¡Caballero! ¿Cómo se atreve usted? ¡Mozo, mozo!

MOZO: Sí, señora. ¿Me llamaba?

SEÑORA: Sí, hay un idiota en la litera de arriba que me está molestando.

GROUCHO: Señora, eso me ofende. Somos dos aquí arriba.

MOZO: Ustedes dos, caballeros, será mejor que paren de hacer ruido, porque no dejan dormir a esta señora.

GROUCHO: Bueno, tampoco nosotros podemos dormir si va a gritar cada vez que le caiga un zapato. Dígale que se calle. Y despiértenos a tiempo para bajar en Pine City.

MOZO (retrocediendo): Sí, señor. Buenas noches, señor.

CHICO (gime): Ayyy, jefe.

GROUCHO: ¿Qué pasa, Ravelli? (CHICO vuelve a gemir.) ¿Se encuentra mal? ¿Se encuentra mal? ¡Hábleme, hábleme!

CHICO (con voz ahogada): Agua… agua.

GROUCHO: Ravelli, ¿es que le han envenenado? ¿Qué le pasa? ¡Hable, hombre, diga algo!

CHICO: ¡Agua… agua!

GROUCHO: Le traeré agua. Voy a bajar.

(Golpe; la SEÑORA lanza un chillido agudo.)

SEÑORA: Oh, me ha pisado la cara.

GROUCHO: Señora, ¿y cómo iba yo a saber que era su cara? Hay un hombre muriéndose ahí arriba. ¿Dónde está el agua?

(Diversas voces: «¿Qué pasa?» «¿Qué sucede?» «¿Qué ocurre?» «¿Quién está enfermo?»)

GROUCHO: Que todo el mundo conserve la cabeza. Quédense donde están. Tengo la situación bajo control. (Sonido de agua corriendo.) Ya llego, Ravelli. Sea valiente. Flywheel va corriendo con el agua. Apártese de mi camino, señora, estoy haciendo una obra de caridad.

CHICO (agonizante): Agua… agua… agua.

GROUCHO (acercándose): Aquí estoy, Ravelli. Ya llego, compañero. ¿Puede sostener el vaso? Deje, yo se lo sostendré. Beba, Ravelli. (Ruido al beber.) Muy bien, ¿cómo se encuentra, Ravelli? ¿Está usted bien?

CHICO: De maravilla, jefe. Ahora me siento fenómeno.

GROUCHO: ¿Que se siente fenómeno? ¡Qué alivio! Y ahora dígame, ¿qué le pasaba?

CHICO: ¡Que me moría de sed!

(Sube la música.)

(Suena el silbato del tren; los ruidos en el interior del tren se desvanecen; ronquidos.)

MOZO: Despierte, señor. Despierte. Hora de levantarse. (Otra vez profundos ronquidos.) Faltan cinco minutos para las seis.

CHICO (soñoliento): ¿Qué dice?

MOZO: Le digo que son las cinco cincuenta y cinco.

CHICO: ¿Cinco cincuenta y cinco? Oiga, buen resultado. Vuelva cuando haya acabado el partido y me da el resultado final.

MOZO: Pero señor, ustedes dijeron que querían bajar en Pine City. Llegaremos dentro de diez minutos.

CHICO: ¿Dentro de diez minutos? ¡Eh, jefe, jefe! ¡Despierte, despierte! (Ruido de ronquidos.) ¡Despierte!

GROUCHO (despertándose asustado): Eh… ¿qué?… ¿qué es este jaleo? Ravelli, ¿por qué no me ha despertado? Ya sabe que no puedo dormir cuando hay ruido.

MOZO: Oigan, caballeros, será mejor que se den prisa y se vistan o se les pasará la estación.

GROUCHO: ¿Hasta dónde va este tren, mozo?

MOZO: Bueno, hace todo el recorrido hasta California, pero no llegaremos allí hasta dentro de tres días.

GROUCHO: Qué bien. Despiérteme cuando lleguemos.

MOZO: ¿Pero no tenían que bajar en Pine City? Aquí viene el revisor del Pullman a recoger sus billetes de litera.

CHICO: ¿El revisor? Eh, mozo, corra al vagón restaurante y tráigame una manzana.

MOZO: ¿Una manzana?

CHICO: Pues claro. Una manzana al día, mantiene al revisor en la vía. (Se ríe.) ¿Lo ha cogido?

REVISOR: Billetes de litera, por favor. (Levantando la voz.) ¿Cuántos hay en esa litera de arriba?

GROUCHO (en tono de reconvención): Aquí arriba sólo hay uno, revisor. Aquí tiene el billete.

REVISOR: ¿Con que sólo uno, eh?

CHICO: Tiene razón, revisor. Sólo uno de los dos está aquí arriba… yo y Flywheel.

REVISOR (enfadado): ¿No me diga? Bueno, el otro revisor ya me ha hablado de ustedes dos, muchachos. Venga, denme el otro billete.

GROUCHO: No tenemos billetes pero le podemos dar tres entradas para la conferencia de Mahatma Rahpondi en Pine City.

REVISOR: Yo no quiero ninguna entrada. Se van a bajar en Pine City aunque tenga que echarles en pijama.

CHICO: No puede echarnos en pijama. Llevamos camisones… me figuro que eso le bajará los humos, ¿eh, jefe?

GROUCHO: No se entera de nada, Ravelli. Los que vamos a bajar somos nosotros.

REVISOR: ¡Venga! ¡Cojan su ropa!

GROUCHO: Por cierto, ¿dónde está mi ropa? Ravelli, ¿dónde puso mis pantalones?

CHICO: Guardé toda nuestra ropa para que no pudieran robárnosla. La puse en este armarito aquí arriba.

GROUCHO: Bien, pero no se siente. Sáquela. Estamos casi en la estación.

CHICO (nervioso): Jefe, ¡ha desaparecido! No hay nada en el armario.

GROUCHO: ¿Armario? ¿Qué armario? ¡Eso es el ventilador! Ravelli, ¡ha tirado nuestra ropa por la ventana!

CHICO: Ya decía yo que había demasiado sitio en ese armario.

(El tren silba y aminora la marcha.)

VOZ (a lo lejos): ¡Estación de Pine City!

REVISOR: Vamos, ustedes dos se bajan aquí.

GROUCHO: Pero revisor, ¿y qué pasa con nuestra ropa?

REVISOR: Con ropa o sin ropa, se bajan aquí. Venga, abajo.

(Choque y ruido de pelea; para el tren, silbido de los frenos neumáticos; confusión fuera.)

CHICO: Oiga, ¿a quién empuja? ¿A quién empuja?

REVISOR: ¡Le empujo a usted! ¿Qué pretende sacar de todo esto?

GROUCHO: Pretendo sacar un par de pantalones.

CHICO: Se ha quedado pronto sin pantalones, ¿eh, jefe? Ya sabe que yo sé cómo conseguir que los pantalones sean lo último que se gaste.

GROUCHO(tolerante): Muy bien, Ravelli, dígame cómo lograr que los pantalones sean lo último que se gaste.

CHICO: Haciéndose primero la chaqueta. (Se ríe.) Ay, jefe, me muero de risa.

REVISOR: Bajen esos escalones.

(Choque, golpe.)

VOZ (a lo lejos): ¡Todos arriba!

(El tren se pone en marcha, coge velocidad y desaparece poco a poco; un silbido largo.)

CHICO: Mr. Flywheel, escuche ese silbido. Parece que el maquinista ha perdido el perro. Oiga, ese revisor nos puso de patitas en la calle como un rayo, ¿eh, jefe?

GROUCHO: La verdad es que sí. Debe de ser un pararrayos. Ravelli, tenemos que conseguir ropa. No podemos buscar un Mahatma indio en camisón.

CHICO: Tiene razón, jefe. Acabo de mirar en mi camisón y no había ningún indio. Eh, mire, ¡ahí llega una señora!

GROUCHO: ¿Una señora? Escóndase, Ravelli, escóndase. Pero no detrás de mí, imbécil.

SEÑORA (acercándose): Caballeros, caballeros. Es un gran placer…

GROUCHO: Me apuesto algo a que ésta no se divierte mucho en casa.

SEÑORA: ¡Oh, Mahatma Rahpondi! Soy la presidenta del comité de recepción. Lleva usted un traje maravilloso.

GROUCHO: ¿Le gusta? Pues se lo cambio por un par de pantalones.

SEÑORA: ¿Sabe una cosa, Mahatma? Su aspecto es completamente distinto al que yo esperaba.

GROUCHO: Bueno, a decir verdad, señora, yo tampoco esperaba tener este aspecto.

SEÑORA: Ya sabe, Mahatma, que su conferencia no está programada hasta las diez. ¿Qué les parecería, a usted y a su secretario, dar un paseo hasta el club y comer allí conmigo?

CHICO: Eso sí que no, señora; si se trata de comer no vamos a ir paseando. Iremos corriendo.

GROUCHO: Ravelli, no puede usted comer así. Mírese. Tiene la cara limpia, pero ¿cómo se ha puesto esas manos tan sucias?

CHICO: ¿Las manos? Pues de lavarme la cara.

(Sube la música.)

SEÑORA: Pasen, caballeros. Esta es la antesala del salón de conferencias. Si miran a través de ese telón, verán al público.

(Murmullo de las voces del público.)

GROUCHO: Y si usted mira a través de esta tela que llevo puesta, me verá a mí.

SEÑORA: Caballeros, si tienen sed, en esa mesa hay bebidas.

CHICO: No puedo beber ese ponche. Está lleno de grumos.

GROUCHO: Ravelli, se ha equivocado de mesa. Está usted bebiendo de la pecera.

SEÑORA: Oh, casi lo olvidaba. Les voy a pagar ahora. Aquí tienen, quinientos dólares.

GROUCHO: Lo siento, señora. No puedo coger su dinero.

SEÑORA: ¿Que no lo puede coger?

GROUCHO: No, no tengo sitio donde meterlo. Pensándolo mejor, déme el dinero. Se lo meteré a Ravelli en la boca.

SEÑORA: Ah, por cierto, ¿cómo tengo que presentarles? ¿De qué ciudad de la India dicen ustedes que son?

GROUCHO: Hummm. ¿Qué ciudades hay en la India?

CHICO: Yo me sé una, jefe, Indianápolis.

GROUCHO: Indianápolis no está en la India. Usted está pensando en Minneapolis.

CHICO: Eso es lo que yo siempre digo. Mil polis al día echan al ladrón de la vía.

GROUCHO: Eso no es lo que dijo la última vez. Dijo usted revisor.

SEÑORA (confundida): Mahatma, evidentemente su secretario no es indio.

CHICO: Pues claro que soy indio. Escuche.(Lanza gritos de guerra indios.)

SEÑORA (molesta): ¡Por favor, caballeros! Ahora, si espera un momentito aquí, Mahatma, saldré a presentarle. Cuando me oiga usted decir «Señoras, ahora les presento al gran Mahatma Rahpondi», sale usted a dar su conferencia.

GROUCHO: ¿Conferencia? ¿Y no les puedo contar un cuento? Sin ir más lejos la semana pasada envié un cuento que había escrito y me pagaron cien dólares.

CHICO: ¿Cien dólares? ¿Quién se los pagó, jefe?

GROUCHO: Correos. Perdieron el cuento y yo cobré el seguro.

(Se oye un murmullo de voces de la sala de conferencias.)

SEÑORA: El público se está impacientando, Mahatma. Será mejor que salga y anuncie su conferencia. Y recuerde, tiene usted que salir tan pronto como me oiga decir «Señoras, ahora les presento al gran Mahatma Rahpondi». (Retrocede.) Prepárese, voy a anunciarle.

(Ruido de aplausos en la sala; se desvanecen.)

GROUCHO: Menudo lío. Jamás me imaginé que tendría que hablar delante de quinientas mujeres sin vestir.

CHICO: ¿Quinientas mujeres sin vestir? Déjeme hablarles a mí.

GROUCHO: Contrólese, Ravelli. Mahatma Flywheel nunca ha eludido su deber.

SEÑORA (fuera): Señoras, ahora les presento al gran Mahatma Rahpondi.

GROUCHO: Me apuesto algo a que eso se lo dice a todos. A nosotros nos dijo lo mismo hace sólo un minuto.

SEÑORA (fuera): Señoras, ahora les presento al gran Mahatma Rahpondi.

CHICO: Lo está repitiendo otra vez.

GROUCHO: Perfecto. Seguramente se ha atascado. Puede que si sigue diciéndolo, la gente se vaya a casa y yo no tenga que dar la conferencia.

SEÑORA (muy alto): Señoras, ahora les presento al gran Mahatma Rahpondi.

GROUCHO: Caray, está poniéndose pesada. Hasta yo lo haría mejor.

SEÑORA (acercándose muy nerviosa): ¡Mahatma! ¡Mahatma! Las señoras están esperando oírle. Por favor, suba al estrado.

CHICO: ¿Qué va a hacer, jefe?

GROUCHO: Voy a ser sincero con esas señoras. Me han dado los quinientos del ala y yo les voy a dar la conferencia. Ravelli, usted quédese aquí y vigile que la puerta trasera esté abierta. Señora, adelante.

(Ruido de aplausos; se oye a GROUCHO hablar a lo lejos: «Señoras de Pine City…»; crece gradualmente el sonido de golpes en la puerta.)

CHICO: Pase, adelante.

KHAYAM: Por aquí, sire.

CHICO: ¡Eh, ustedes dos! ¿No pueden entrar de una vez y estarse calladnos? Mi jefe está dando una conferencia.

KHAYAM: ¡Quítate de en medio, imbécil! Este es el gran Mahatma Rahpondi, conocedor del pasado, presente y futuro.

CHICO: Eso está bien, mientras no conozca a Flywheel.

MAHATMA: Silencio, perro. Khayam, ¿lleva usted nuestros trajes de ceremonia?

KHAYAM: Sí, sire.

MAHATMA: Entonces nos cambiaremos de ropa aquí mismo.

CHICO: ¿Se van a quitar la ropa? Perfecto. A mí no me quedará bien, pero puede que a Flywheel sí.

KHAYAM: ¡Atrás, imbécil! ¿No sabe que el gran Mahatma es sagrado?

CHICO (susurro ronco): Está bien, no se lo diré a nadie. Sé guardar un secreto.

MAHATMA: Vamos, Khayam. Ya me he puesto la ropa de ceremonia. Podemos dejar aquí la de viaje.

KHAYAM: Sí, sire. Salgamos a saludar a nuestro público.

CHICO: Eh, esperen un momento. Tengo una idea. Me pongo su ropa y salgo a decir a las señoras que ya están preparados.

KHAYAM: Tiene razón, sire. No podemos salir al estrado sin que nos anuncien. Muy bien, sal a anunciarnos y ojo con nuestra ropa.

CHICO (retrocediendo): No se preocupe, amigo. La trataré como si fuera mía.

GROUCHO (crece gradualmente su voz): Como les iba diciendo, chiquillas, el viajante…

CHICO (interrumpiéndole): Eh, Mr. Flywheel.

GROUCHO (volviéndose hacia atrás): Cállese, Ravelli, déjeme terminar esta conferencia. (En tono de conferencia.) Y como les iba diciendo, chiquillas, entonces el viajante preguntó al granjero dónde podía dormir. Y el granjero le envió a un hotel. (Ríe.) Por supuesto, con historias de estas uno no se hace rico. ¿Alguna pregunta que hacer?

CHICO: Tengo una pregunta, jefe. Es un acertijo. ¿Cuál es el mejor modo de mantener vivo un pez fuera del agua?

GROUCHO: Me ha pillado, Ravelli. ¿Cuál es el mejor modo de mantener un pez vivo fuera del agua?

CHICO: Tampoco yo lo sé, jefe. Por eso se me murió el pez.

GROUCHO: Ahora cierre la boca. Voy a entrar en trance. (Con voz de médium.) Oigo voces del pasado… de otro mundo. ¿Qué traen ante mis ojos?

CHICO: Dos pares de pantalones, jefe.

GROUCHO: Muy bien. Ahora veo una mujer partida en dos. Si vuelven el próximo lunes a la misma hora, intentaré recomponerla. (Las mujeres le abuchean.) Mientras tanto, ¿alguna de ustedes, señoras, me podría prestar un sombrero de seda? ¿No? Bueno, tal vez puedan dejarme unos pantalones.

CHICO (murmura): ¡Mr. Flywheel! ¡Eh, Mr. Flywheel!

GROUCHO (con voz de médium): Oh, oigo la voz del pequeño Periwinkle que me habla desde el más allá.

CHICO: Jefe, tenemos que salir de aquí.

GROUCHO: ¿Qué me dices, Periwinkle?

CHICO (nervioso): Que el verdadero Mahatma está aquí. Tenemos que largarnos.

GROUCHO: Un momento, Ravelli. Y ahora, señoras, llegamos al momento más sensacional de mi conferencia. La famosa desaparición de Mahatma Rahpondi. Páseme esos pantalones y vámonos, Ravelli.

CHICO: Por aquí, jefe.

(De aquí al final, van creciendo los murmullos de irritación, llegando a un punto álgido.)

CHICO: ¡Ojo! Ahí viene el verdadero Mahatma.

GROUCHO: ¿Rahpondi? Rápido, ponte el abrigo y los pantalones. Nos largamos de aquí.

VOCES: ¡Arresten a ese Mahatma! ¡Echen a ese impostor!

GROUCHO: Eh, Mahatma, su público le reclama.

MAHATMA: Estoy preparado. Pero primero tenemos que cobrar quinientos dólares.

CHICO: No se preocupe, Mahat. Tiene los quinientos pavos en el bolsillo de su pantalón. Lo malo es que Flywheel lleva puestos sus pantalones. ¡Adiós!

COLOFON

CHICO: Señoras y caballeros, yo… (repentinamente): Oye, Groucho, ¿dónde vas?

GROUCHO: Vuelvo en seguida. Sólo voy a llamar a mi mujer para decirle que no iré a cenar esta noche. Vendrán unos amigos y si aparezco seremos catorce a la mesa; catorce es un mal número.

CHICO: ¡Oye, estás loco! El número malo es el trece.

GROUCHO: Pues catorce aún es peor, cuando tu mujer sólo ha preparado comida para tres.

CHICO (de forma expansiva): Ah, claro, ya entiendo. Hoy es tu cumpleaños. No creas que se me olvidaba. Voy a comprarte una maravillosa pluma azul con una pequeña tira de oro con tu nombre grabado.

GROUCHO: Es un detalle encantador, Chico, pero curiosamente tengo una pluma exactamente así.

CHICO: Bueno, ya no la tienes. La tiré por la ventana.

GROUCHO (despectivo): Así que la tiraste por la ventana. Si no hubiera tanta gente aquí, te ibas a acordar de eso.

CHICO: ¿Esso? ¿Quieres decir Essolube?

GROUCHO: No, Essolube es el famoso aceite de motor hidrorrefinado y, por supuesto, tú ya conoces Esso, la mejor gasolina que hay.

CHICO (a la manera de un cantante vocalizando): Mi, mi, mi, mi.

GROUCHO: ¿Qué haces, Chico?

CHICO: Estoy entonando para cantar buenas noches.

GROUCHO: Adelante, pues.

LOS DOS (cantando): Buenas noches, señoras. Buenas noches, señoras.

(Sintonía musical.)