Episodio n.° 18 27 de marzo de 1933

FIVE STAR THEATRE

PRESENTA

FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL

Reparto

Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel

Chico Marx como Emmanuel Ravelli

Miss Dimple

Coronel Thistledown

Charlatanes de Feria

Madame Zodiac

Zodiac

Spindello

Fenómeno

Hombre

Señora

Voces de la multitud

(Suena el teléfono.)

MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… Dígame. Oh, Alfred. Te he dicho que no me llames a la oficina… No, Alfred. A Mr. Flywheel no le gusta que me llamen hombres a la oficina… Adiós.

(Se abre la puerta.)

GROUCHO: Miss Dimple, ¿quién llamaba por teléfono?

MISS DIMPLE: Ejemm… bueno… ejemm, no era nadie, Mr. Flywheel.

GROUCHO: Vamos, vamos, Miss Dimple. Si quiere tomarme el pelo tendrá que madrugar mucho, pero no le servirá de nada porque, de todos modos, yo no estaré despierto. Miss Dimple, ¿es usted la que ronca?

MISS DIMPLE: No, no soy yo. No quería decirle nada, pero su pasante, Mr. Ravelli, está durmiendo debajo del escritorio.

GROUCHO: Ravelli, levántese del suelo. Se va a enfriar durmiendo ahí, tapado sólo con ese finísimo escritorio.

CHICO: O.K., jefe. Écheme otro escritorio por encima.

GROUCHO: No tenemos otro escritorio a mano, pero si se levanta le envolveré el cuello con esta silla. Oiga, ¿por qué no vino ayer a trabajar?

CHICO: Es que mi abuela se murió, jefe, y yo tuve que ir al béisbol.

GROUCHO: ¿Al béisbol? Pero si la temporada de béisbol no empieza hasta dentro de tres semanas.

CHICO: ¿Y qué?, yo puedo esperar.

GROUCHO: Así que puede esperar, ¿eh?; así que el señor puede esperar. Ravelli, si tuviera un caballo le azotaría con la fusta.

CHICO: Hombre, jefe, no se ponga así. Le voy a traer una estupenda manzana roja, pero tiene que darme la mitad.

GROUCHO: Si ya se ha comido usted media.

CHICO: Sí, pero era su mitad.

(Llaman a la puerta.)

MISS DIMPLE: Adelante.

(Se abre la puerta.)

CORONEL: Buenos días. Me llamo Thistledown.

GROUCHO: ¡Anda! Su cara me resulta familiar. ¿Le han dicho alguna vez que parece una rata?

CORONEL: Quiero contratar un abogado. ¿Dónde está Mr. Flywheel?

GROUCHO: ¿Y qué importa dónde esté yo? ¿Cuánto saco yo de esto?

CORONEL: Mr. Flywheel, he venido a verle por un asunto bastante resbaladizo.

GROUCHO: Bien, puede usted patinar con Miss Dimple. Yo tengo cosas más importantes que hacer. Ravelli, ¿dónde está mi rompecabezas?

CORONEL: Un momento, Mr. Flywheel. He venido por asuntos legales. Soy el coronel Oliver S. Thistledown.

CHICO: Oiga, jefe, ¿qué es un coronel?

GROUCHO: Está claro, Ravelli. Un coro en el que solamente canta él.

CORONEL: Mr. Flywheel, no vamos a andar con rodeos…

GROUCHO (induciéndole): Ah, sí, adelante. Y tonto el último que llegue, tonto.

CORONEL: ¡Por favor, Mr. Flywheel! Soy el propietario del famoso emporio Thistledown de anormalidades humanas, que ahora se exhibe en el gran parque de atracciones de Coney Island. Hablando claro, señor, dirijo un espectáculo de fenómenos de feria.

GROUCHO: Lo siento, coronel, pero no podemos unirnos a su espectáculo de fenómenos. Somos abogados.

CORONEL: Ya lo sé, señor, y por eso he venido. Mire, la semana pasada un advenedizo que se hace llamar Cyrus Braxley inauguró un espectáculo de fenómenos de feria justo en frente del mío. Hasta ese momento mi gran espectáculo era el único de su clase en Coney Island. Pero ahora… ahora la historia será diferente.

GROUCHO: ¿Por qué no se ciñe a la historia? Es bastante aburrida, pero me gustaría saber cómo acaba.

CORONEL: Bien… Ese Braxley no sólo me ha robado mis clientes sino que también se ha atrevido a desacreditar mi buen nombre.

CHICO: Pues el nombre tampoco es tan bueno.

CORONEL: Continuando con mi historia. Braxley ha dicho cosas de mí que no puedo repetir en público. Tengo la intención de demandarle por difamación. Ayer mismo se atrevió a llamarme… cochino ratero.

GROUCHO: Así que le llamó cochino ratero, ¿eh? Eso lo aclara todo. Coronel, nos encargaremos de su caso. Miss Dimple, anote el teléfono de este cochino ratero.

CORONEL: Señor, esas palabras manchan mi reputación.

GROUCHO: Con que sí, ¿eh? Entonces me lavo las manos de este caso. Miss Dimple, devuélvale el número de teléfono. (Rezongando.) ¡El cochino ratero!

CORONEL: Señor, le agradecería que no me insultara.

GROUCHO: No hay de qué, coronel. Sabía que acabaríamos poniéndonos de acuerdo. Y ahora, ¿qué piensa hacer, además de patinar con Miss Dimple?

CORONEL: En fin, señor, ese Braxley ha usado malas artes para robarme el negocio. Ha intentado que mis empleados rescindan sus contratos y me ha calumniado. Mr. Flywheel, creo que usted, en su calidad de abogado, está en posición de ayudarme.

GROUCHO: Si se da la vuelta, coronel, creo que estaré en posición de sacarle de la oficina de una patada en el culo.

CORONEL (enfadado): ¿Qué? En fin, he dicho lo que tenía que decir sobre este caso. Si les interesa, les espero en Coney Island esta tarde. (Volviéndose.) ¡Buenos días! (Portazo.)

GROUCHO: Ravelli, coja mi libro de leyes. Nos vamos a Coney Island.

CHICO: O.K., jefe, usted coja el libro de leyes y yo cogeré el metro.

GROUCHO: Necesitaremos dinero. Corra al banco y saque esos diez dólares que le mandé ingresar.

CHICO: No tuve tiempo de ir al banco, jefe, así que metí el dinero en la media de mi mujer. Aquí está.

GROUCHO: Espere un momento. Yo le di diez dólares y aquí sólo hay cuatro.

CHICO: Jefe, me olvidé decirle que la media tenía una carrera.

(Sube la música.)

(Ruido de organillo, voces y jolgorio. Se desvanece.)

CHICO: Qué divertido, ¿verdad, jefe? Oiga, ¡me gusta este Coney!

GROUCHO: Vamos, Ravelli, vamos. Tenemos que encontrar al coronel Thistledown y su colección de fenómenos.

PRIMER CHARLATAN (entra su voz en escena): ¡Bajo esta carpa, amigos, Madame Zodiac, la quiromántica más grande del mundo! Lee en su mano el pasado, el presente y el futuro. ¡Y sólo cuesta un cuarto de dólar, amigos!

CHICO: Vamos a entrar, jefe. Quiero que me lea la mano.

GROUCHO: Mírese las manos. ¿No le da vergüenza enseñarle a Madame Zodiac esas manos tan sucias?

CHICO: No me las verá. Me pondré los guantes.

ZODIAC (acercándose): Siéntense, caballeros. Por veinticinco centavos les miraré la palma.

GROUCHO: Sólo tengo uno, así que míreme las anginas.

CHICO: Aquí tiene mi mano, señora. Léamela en alto.

ZODIAC: No, esa mano no. La otra.

GROUCHO: Si quiere su otra mano, señora, la encontrará en su bolsillo.

ZODIAC (en tono místico): Ah, veo una hermosa mujer en su mano.

CHICO: ¿Dónde? Yo no veo nada.

ZODIAC: Silencio. Veo una hermosa mujer.

GROUCHO: Eche otro vistazo y mire a ver si tiene una amiga para mí.

ZODIAC: Oh, es tan dulce, tan joven, tan encantadora…

GROUCHO: Si es así, mire si tiene una amiga para Ravelli. Me quedo con ella.

ZODIAC: Caballeros, en su palma veo toda su vida: el pasado, el presente y el futuro. ¿Quieren preguntar algo?

CHICO: Sí; me gustaría saber una cosa. Si para hacerle un abrigo de piel a un elefantito se necesitan ciento ochenta ardillas listadas, ¿cuánto le costará a una cucaracha con una pata de palo trepar a un trozo de jabón de cocina?

GROUCHO (indignado): ¡Un momento, Ravelli! Esta mujer es una quiromántica y no tiene tiempo para sus solemnes bobadas. Le haré una pregunta que he estado deseando hacerle desde que entré. Madame Zodiac, ¿ha comido usted cebolla?

ZODIAC: ¿Qué? ¡Fuera de aquí! ¡Largo de aquí, los dos! Insolentes, sinvergüenzas. ¡Fuera!

(De nuevo se escucha el organillo; se oyen disparos.)

CHICO: ¡Jefe, me está disparando! ¡Haga algo! Soy muy joven para morir.

GROUCHO: Tonterías, Ravelli; tiene la edad ideal. Desgraciadamente, nadie le está disparando; es la caseta de tiro de al lado.

(Unos cuantos disparos; después, la voz del SEGUNDO CHARLATAN; desaparece el ruido de disparos.)

SEGUNDO CHARLATAN: Suban, caballeros. Diez disparos por diez centavos. Aquí tienen, señores. Den en la diana y ganen un puro.

CHICO: Espere un momento, jefe. Quiero un puro. Déme esa escopeta, señor.

GROUCHO: Coja dos escopetas, Ravelli, y saque otro puro para mí.

SEGUNDO CHARLATAN: Aquí tiene, colega. Apunte al blanco.

CHICO: ¿Blanco? Yo lo veo todo negro.

SEGUNDO CHARLATAN: Preste atención, señor. Le enseñaré cómo hacerlo. (Se oye un disparo seguido del sonido de una campanilla.) ¿Ve? he dado en el blanco. Ahora inténtelo usted.

CHICO: Está tirado. Jefe, mire qué puntería tengo. Mire cómo suena la campana.

GROUCHO: Ravelli, ¿por qué no intenta dar al blanco, en vez de dar la paliza?

(Disparo, rompe un cristal.)

CHICO: ¡Anda! ¿A qué le he dado?

GROUCHO: Al cristal de una ventana en la casa que tiene detrás. Lo está haciendo muy bien. Un momento. No dispare.

CHICO: ¿Por qué no?

GROUCHO: Espere que me ponga delante de usted. Cuando tira, es donde más seguro está uno. Ahora, siga disparando.

CHICO: Vale, pero míreme. (Serie de disparos.) ¡Anda! Soy bueno, ¿eh, jefe?

GROUCHO: ¿Qué quiere decir? Aún no le ha dado a nada.

CHICO: Hombre, es que no estaba apuntando a ningún lado.

GROUCHO: Bueno, apunte a esos gallos, tal vez le dé a ese pajarraco y gane un premio.

CHICO: O.K., jefe. Ya sabe que más vale pájaro en mano que ciento volando. Vale, voy a intentar darle a esos gallos, como dice usted.

GROUCHO: Gracias por intentar agradarme, Ravelli.

CHICO: ¡Ahí voy, jefe! (Disparo.) Gallo. (Disparo.) Gallo. (Disparo.) Gallo. (Disparo.)

GROUCHO: Corra, Ravelli, corra. Ha dado a los tres gallos.

CHICO: Está bien. ¿Pero, por qué tengo que correr?

GROUCHO: Porque ha dado a los tres gallos y al propietario.

CHICO: No sabía que era el propietario.

GROUCHO: En fin, no le culpo por haberse confundido. Lleva pantalones de pata de gallo.

CHICO: Oiga, usted está mal de la cabeza. Los gallos no llevan pantalones.

(Sonido de noria y ruidos diversos; se apagan paulatinamente.)

GROUCHO: Deprisa, Ravelli. Me parece que estamos cerca del espectáculo de fenómenos del coronel.

TERCER CHARLATAN (a cierta distancia): Damas y caballeros, pasen por aquí al gran espectáculo…

CHICO: ¡Mire, jefe! Ahí está el coronel, encima de esa pequeña plataforma. ¿Qué cree usted que está haciendo?

GROUCHO: Está de enanos hasta las rodillas.

CORONEL: Caballeros, bienvenidos a mi emporio ¿Ven ustedes cómo ese sinvergüenza de Braxley me está arruinando el negocio? Miren cómo va la gente a su espectáculo.

GROUCHO: No se preocupe, coronel. Lo arreglaremos. Mientras tanto, vamos a echar un vistazo a sus fenómenos.

CORONEL: Por aquí, Mr. Flywheel. Entre a esta tienda. Es un placer presentarle mi colección de anormales. Este es Bravura, el único tragasables vivo.

GROUCHO: ¿Este hombre es un tragasables? Le está tomando el pelo, coronel. Le acabo de ver tragarse una navaja.

CHICO: Puede que esté a régimen.

CORONEL: Y aquí tenemos a Spindello, el hombre más flaco del mundo. Mire qué costillas.

GROUCHO: ¿Cree que le convenceré para que venga a mi casa el lunes que viene? Tengo que dar una cena a base de costillas con chucrut y sólo tengo el chucrut.

SPINDELLO (acercándose): Coronel Thistledown.

CORONEL: ¿Qué hay, Spindello?

SPINDELLO: Abandonamos su espectáculo. Lleva semanas sin pagarnos. Y además, Braxley nos ofrece más dinero por trabajar ahí enfrente; nos unimos a él.

CORONEL: No podéis abandonarme, Spindello.

SPINDELLO: Pues sí, nos vamos todos. El hombre-toro; Bravura, el tragasables; Almira, la mujer-foca; los liliputienses y todos los demás. Venga, vosotros, vamonos con Braxley.

FENÓMENOS: Muy bien. De acuerdo. Estamos contigo.

GROUCHO: ¡Como una familia unida y feliz, Ravelli! Me pongo malo al recordar mi casa.

CHICO: Bah, jefe. Usted no está malo en casa. Se pone malo aquí. (Carcajada.) Es broma, jefe.

CORONEL (desesperado): ¡Se marchan! ¡Me abandonan! ¡Deténgales, Mr. Flywheel! ¡Deténgales!

GROUCHO: Ravelli, manos a la obra. Tenemos que detenerles. Usted agarre al hombre-toro. Yo me encargo del liliputiense. (Se oye forcejear.) ¡Socorro, Ravelli! ¡Este liliputiense me estrangula!

CHICO: ¿Que le estrangula el liliputiense?

GROUCHO: Me está estrangulando las rodillas.

CHICO (carcajada): ¿Me quiere estrangular de risa, jefe?

CORONEL: ¡Esto es terrible! ¡Espantoso! ¿Qué voy a hacer?

(Se oye forcejear y ruidos fuertes.)

GROUCHO: Ravelli, salga de detrás de la gorda y luche como un hombre.

CHICO: No puedo moverme, jefe, la tengo encima.

SPINDELLO: Vamos. Vámonos todos. Dejadles solos. Vamonos con Braxley.

FENÓMENOS: Venga. Vamos con Braxley. (Volviéndose.) Esto enseñará a Thistledown a no pagarnos.

CORONEL: Caballeros, mis fenómenos me han abandonado. Estoy arruinado, hundido.

CHICO: ¿Usted cree que está hundido? Pues mire como me ha dejado a mí la gorda.

GROUCHO: Venga, Ravelli, vamos. A lo hecho, pecho.

CHICO: Pues a eso voy, jefe. Me ha hundido el pecho.

(Sube la música.)

CORONEL: Pero Mr. Ravelli ¿se puede saber qué está haciendo ahí fuera, frente a mi tienda, con esa mesita?

CHICO: Mire, coronel, no se apure. Los fenómenos se le han escapado, pero aún nos tiene a mí y a Flywheel.

CORONEL: Está bien, ¿qué piensan ustedes hacer?

CHICO: Acabo de aprender un juego nuevo. Nos haremos ricos.

CORONEL: ¿Un juego nuevo? ¿De qué se trata?

CHICO: El juego se llama: «confíe usted y verá». El cliente pone el dinero y yo la confianza en podérmelo llevar.

CORONEL: ¿Y cómo se juega?

CHICO: Mire, le voy a enseñar. Aquí tengo tres cáscaras de nuez. (Sonido de cáscaras sobre la mesa.) Y aquí esta bolita. Pongo la bolita debajo de la cáscara. Muevo las cáscaras así, de un lado para otro. La mano va más rápida que la vista. Y ahora, ¿qué se apuesta a que no adivina debajo de qué cáscara está la bolita?

CORONEL: Está debajo de la de en medio.

CHICO (Se ríe): Se equivoca. Está debajo de esta otra. ¿A que me sale bien?

CORONEL: ¡Maravilloso, maravilloso!

CHICO: Ahora no tiene más que esperar, coronel. Vamos a arrasar. Vuelva dentro de un rato para que vea lo que le he conseguido.

CORONEL: De acuerdo, que tenga suerte. Hasta luego.

CHICO (gritando): ¿Alguien quiere apostar? ¿Desean hacer una apuesta? ¿Quién quiere jugar al «confíe usted y verá»? ¿Quiere alguien que le arregle las cuentas? ¿Qué dice usted, incauto?

HOMBRE ¿Eh? ¿Qué tiene usted ahí?

CHICO: ¿Quiere jugar conmigo? Le enseñaré que la mano es más rápida que la vista. ¿Ve esta bolita? ¿Qué se apuesta a que no sabe decirme debajo de qué cáscara la he puesto?

HOMBRE Vale. Acepto la apuesta. Me apuesto un dólar.

CHICO: Vale, tío. Mira con atención. Te probaré que la mano es más rápida que la vista. (Ruido de las cáscaras al moverse.) Y ahora, ¿dónde dices que está?

HOMBRE Está debajo de la de la izquierda.

CHICO: Espera un momento que mire. (Ligera pausa, luego quejumbrosamente): ¿Le digo una cosa? Le doy otra oportunidad.

HOMBRE No quiero otra oportunidad. He visto que estaba debajo de la de la izquierda.

CHICO: Oiga, eso no vale. Ha mirado.

HOMBRE Vamos. Déme mi dólar.

CHICO: Vale, vale.

HOMBRE (volviéndose): Gracias. Hasta la vista.

CHICO: Es curioso. No ha funcionado. Bueno, a ver la próxima vez. ¿Alguien quiere apostar? ¿Hay alguien que quiera perder en el «confíe usted y verá»? ¿Qué me dice, señora? Le enseñaré cómo la mano es más rápida que la vista.

SEÑORA: ¿Qué tiene usted ahí?

CHICO: Usted no se preocupe. Yo no corro riesgos. Se lo explicaré cuando haya acabado. Empujo esta bolita debajo de la cáscara. Muevo las cáscaras rápidamente. (Ruido de cáscaras moviéndose.) Ya sabe usted que la mano es más rápida que la vista. Ahora, señora, le diré qué cáscara tiene que elegir. Usted dice que la bola está en la del medio, ¿no?

SEÑORA: Pero si no está en la del medio. Está en la de la derecha.

CHICO: Oiga, señora, ¿quién está jugando este juego, usted o yo? Coja la del medio.

SEÑORA: Insisto que está en la de la derecha. Mire, yo misma la levantaré. ¿Lo ve?, ya se lo dije.

CHICO: Bueno, tal vez me he confundido. Igual es que el ojo va más rápido que la mano.

SEÑORA: Mi dólar, por favor. ¿Quiere jugar otra vez?

CHICO: No, señora, no puedo permitírmelo. Me parece que es un juego de ricos.

SEÑORA: Adiós.

CHICO: ¿Alguien me compra un bonito juego de cáscaras de nuez? ¿Quiere alguien un abogado? ¿Alguien quiere un abogado?

GROUCHO (acercándose): ¿Qué hace, Ravelli? ¿Se puede saber a qué juega?

CHICO: Acabo de perder dos pavos jugando a la cáscara.

GROUCHO: Le han cascado con la cáscara, ¿eh?

CORONEL (acercándose): ¡Mr. Flywheel, Mr. Flywheel!

GROUCHO: ¿De qué se queja ahora, coronel Thistledown?

CORONEL: Mire cómo entra la gente en la carpa de Braxley. ¡Es terrible, espantoso!

GROUCHO: No se preocupe, coronel, un Flywheel jamás se echa atrás ante un deber —a no ser que tenga una cama a mano. El espectáculo tiene que continuar. Se me ha ocurrido una idea. Ravelli, métase en la tienda y salga cuando yo le llame.

CHICO: ¿Para qué, jefe?

GROUCHO: Da igual. Usted salga cada vez que yo le llame. Coronel, dentro de diez minutos la tienda estará hasta la bandera. Usted atento.

CORONEL: Si pudiera hacerlo, se lo agradecería toda mi vida.

GROUCHO: Muy generoso, pero si sólo estuviera una pizca más muerto de lo que ahora está, habría que enterrarle. Pero no se preocupe. Flywheel, el cable viviente, electrizará al público. Ahora, coronel, quédese aquí y coloque las sillas. Ravelli, usted prepárese para cuando le llame.

CHICO: O.K., jefe.

GROUCHO: Ahí voy. (Se oye el murmullo creciente del público durante un momento.) Hola, hola, ¿cómo están ustedes? Damas y caballeros, no pierdan el tiempo y el dinero en el espectáculo de Braxley. Vengan a perderlos aquí. (Crece el murmullo entre el público.) Amigos míos, entre estos muros de lona que tengo detrás mío, se ocultan maravillas de la naturaleza como ustedes no han soñado siquiera.

VOZ: ¡Enséñanoslas! Yo soy de Missouri.

GROUCHO: ¿Es usted de Missouri? Oiga, eso es muy interesante. Yo tengo un hermano en Missouri.

VOCES: Bah, corta el rollo. ¿Qué tienes que enseñarnos? ¡Que empiece ya!

GROUCHO: Muy bien, damas y caballeros; ahí fuera hay una muestra del milagroso espectáculo que están a punto de ver por la pequeña cantidad de diez centavos, la décima parte de un dólar. La primera exhibición corre a cargo del general Tom Thumb Ravelli, el liliputiense. Ravelli, ¿está usted preparado?

CHICO: Aquí estoy, jefe.

GROUCHO: Aquí lo tenemos, amigos. El general Tom Thumb Ravelli, el liliputiense.

VOCES: ¡Es un timo! ¡No es un liliputiense; es un hombre normal! ¡Pero si es más grande que yo!

GROUCHO: Ah, eso es lo extraordinario. ¡El general Tom Thumb Ravelli es el liliputiense más grande del mundo!

VOCES: ¡Fuera! ¡Tongo! ¡Retírate! ¡Largo!

GROUCHO: Eso es todo, general. Ahora, ya puede entrar. A continuación, damas y caballeros, tengo el gran placer de presentarles a Goliath Ravelli, el gigante. Goliath, salga de una zancada.

CHICO: Oiga, jefe, acabo de salir.

GROUCHO: Pues vuelva a salir otra vez.

CHICO (se ríe): Es divertido, ¿eh, jefe? ¿De qué hago ahora?

GROUCHO: Damas y caballeros, ante ustedes Goliath Ravelli, el gigante más pequeño del mundo.

VOCES: Es el mismo hombre. ¡Ese tío estaba aquí mismo! Le hemos visto antes.

GROUCHO: ¡Ah, damas y caballeros! Parece difícil de creer, pero éste es el hermano gemelo de Tom Thumb. Eso es todo, Goliath.

VOCES: ¡Buuuu! ¡Tongo! ¡Farsante! ¡Estafador!

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Pistoleros de agua dulce, el primer guión original para la pantalla de los Marx, se encargó a los escritores S.J. Perelman y a Will B. Johnstone, pero los chicos no estaban contentos con el guión y encargaron a Arthur Sheekman y a Nat Perrin que lo rehicieran. Este fue el primer encargo en Hollywood del joven Perrin.

GROUCHO: Gracias, amigos. Y ahora, el asombroso número estelar que corona nuestro espectáculo. Estoy a punto de mostrarles algo que no creerían aunque lo vieran. La verdad es que ni yo mismo me lo creo. Damas y caballeros, estoy a punto de enseñarles la pinacoteca viviente: el mismísimo marinero Ravelli, el hombre más tatuado del mundo. Mirarle es como conseguir un título de Bellas Artes. Verle por segunda vez es como un viaje alrededor del mundo. Marinero, salga aquí.

VOCES: ¡Buuuuu!

CHICO: Oiga, jefe, me parece que no les gusto mucho.

VOCES: ¡Buuuuu!

GROUCHO: Damas y caballeros, tengan la amabilidad de callarse. Esperen hasta que vean lo que están a punto de contemplar. En el pecho del marinero Ravelli hay un cuadro del destructor de guerra Maine. En uno de sus brazos un aguafuerte.

CHICO: Oiga, jefe, también echo agua por la nariz.

GROUCHO: Cállese, Ravelli. Corriendo de arriba a abajo por su brazo, un aguafuerte de Acorazado, el caballo de carreras más famoso de todos los tiempos. El caballo puede correr el doble, pero es que el marinero tiene el brazo lleno de barro.

CHICO: Oiga, jefe, no se le olvide hablarles del lunar del hombro.

VOCES: ¡Buuuu! ¡Es la segunda vez que nos toma el pelo! No le creemos; ¡quítate la camisa! ¡Venga, desnúdate!

GROUCHO: Y ahora, amigos, en la espalda del marinero podrán ver… en fin, ver para creer. Ravelli, ¡quítese la camisa!

CHICO: Oiga, yo no me la quito. Voy a pescar un resfriado.

GROUCHO: Si todo lo que pesca es un resfriado, se puede dar con un canto en los dientes. ¡Quítese esa camisa! (Pausa.) ¡Atención, damas y caballeros! Deleiten su vista en esta obra de arte viviente. Tatuado de los pies a la cabeza con cuadros. ¡Cuadros maravillosos! Cada vez que se mueve, es como ver una película.

VOCES: Yo no veo nada. ¿Dónde están los cuadros? ¡No está tatuado!

GROUCHO: Damas y caballeros, se confunden ustedes; no saquen conclusiones precipitadas. Ravelli, el marinero, está tatuado. Es el único hombre del mundo tatuado con tinta invisible.

VOCES: ¡Fuera! ¡Tongo! ¡Agarradlo! ¡Coged al tramposo! ¡Matadlo!

GROUCHO: Vamos, Ravelli, entre rápido a la tienda. Nos persiguen. Ha resultado usted un fracaso.

CHICO: Oiga, jefe, que no encuentro mi camisa. ¿Dónde está mi camisa?

GROUCHO: Olvídese de la camisa. ¡Rápido! ¡Quítese de en medio, coronel Thistledown!

CORONEL: ¿Dónde van, caballeros?

GROUCHO: Dejamos el negocio. A Ravelli no le gusta.

CORONEL: Pero ¿por qué no?

GROUCHO: Sólo lleva dos horas en el mundo del espectáculo y ya ha perdido la camisa.

(Sube la música.)

COLOFON

CHICO: Señoras y señores de la desatendida audiencia radiofónica. Por favor, cállense porque les voy a contar un cuento. Érase una vez, hace mucho tiempo… oh, hace mucho tiempo… había tres osos: Antonio, Angeles y Salvador. Este oso, Salvador, tenía las orejas muy grandes, por lo que le empezaron a llamar Oregón.

GROUCHO: ¡Un segundo, Chico! ¡Un segundo! ¡Bonito cuento se te ocurre ahora!

CHICO: No, Groucho, no es bonito. Es un cuento de miedo para dormir.

GROUCHO: ¡Ah, ya! ¿Sabes? Ese cuento es muy a propósito para la cena sorpresa que celebro mañana por la noche.

CHICO: ¿Celebras una cena sorpresa? ¿Y cuál es la sorpresa?

GROUCHO: Que no habrá cena. La verdad es que tampoco se celebra nada.

CHICO: Pues muy bien. Allí estaré.

GROUCHO: ¿Ah, sí? Pues si es seguro que vienes, no estaré en casa.

CHICO: Perfecto. Ya sé dónde está la nevera. ¿Tienes buen rosbif?

GROUCHO: Me parece que sí, Chico. ¿Cómo lo prefieres magro o graso?

CHICO: ¿Magro o graso? (Gran carcajada.) Oye, que te confundes. Eso es grasolina.

GROUCHO: No, cuando hablo de gasolina digo Esso, la gasolina más poderosa. Igual que cuando hablo de aceite de motor siempre digo Essolube.

CHICO: ¿Y qué dices cuando dices buenas noches?

GROUCHO: Digo… (cantando): Buenas noches, señoras.

LOS DOS (armonizando): Buenas noches, señoras. Buenas noches, señoras.

(Sintonía musical.)