Episodio n.° 13 20 de febrero de 1933

FIVE STAR THEATRE

PRESENTA

FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL

Reparto

Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel

Chico Marx como Emmanuel Ravelli

Miss Dimple

Abner Flywheel

Granjero

Squire Higbee, banquero

(Suena el teléfono.)

MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… Sí, Mr. Flywheel sí que está, pero no puedo molestarle.

GROUCHO: ¿Qué quiere decir con eso de que no puede molestarme? Ya me está molestando.

MISS DIMPLE: Mr. Flywheel, hay un hombre que quiere hablar con usted.

GROUCHO: Dígale que no puedo pagarle.

MISS DIMPLE: Pero si no sabe quién es.

GROUCHO: Sea quien sea, no puedo pagarle.

MISS DIMPLE: Le diré que llame más tarde. Oiga… Será mejor que telefonee a Mr. Flywheel mañana. Muy bien, adiós.

(Se acerca CHICO tarareando «Amapola».)

MISS DIMPLE: Me parece que llega Mr. Ravelli, su pasante.

(Se abre la puerta.)

CHICO: Adiós, jefe.

GROUCHO: ¿Adiós? ¿Qué significa eso de adiós? Si acaba usted de llegar.

CHICO: Claro. Pero me voy otra vez. Tengo que volver a la boda de mi hermano.

GROUCHO: ¿A la boda de su hermano? Pero si ayer al mediodía le dejé salir para ir a esa boda. ¿Aún no se ha casado?

CHICO: Ah, no, jefe. La boda fue anoche, pero la fiesta todavía continúa.

MISS DIMPLE: Caray, Mr. Ravelli, debe de ser una boda de campeonato para durar dos días.

CHICO: ¡Menuda fiesta! ¡Allí no falta nadie y se lo están pasando bomba! Todos besando a la encantadora novia. ¡Y vaya con la tía, menudo limoncito!

MISS DIMPLE: ¿Limoncito? Querrá usted decir menudo bomboncito.

CHICO: No, no, limoncito. La apreté y me saltó a los ojos. (Ríe.) Buena broma, ¿eh?

MISS DIMPLE: ¿Iba usted vestido de chaqué?

CHICO: ¿De qué?

MISS DIMPLE: Ya sabe, ¿que si iba usted de etiqueta?

CHICO: ¿Etiqueta? Sí, claro: de la casa de empeños.

MISS DIMPLE: No me refería a eso. ¿Cómo iba vestido su hermano?

CHICO: No sé, no le vi.

MISS DIMPLE: ¿Era la boda de su hermano y no le vio?

CHICO: No. El chalado de mi hermano no apareció.

(Llaman a la puerta.)

MISS DIMPLE: Adelante.

ABNER (se abre la puerta): Buenos días, amigos, buenos días.

MISS DIMPLE (susurrando): Parece de pueblo.

ABNER: Acabo de venir a la ciudad y…

GROUCHO (cordial): Muy bien, siéntese. Quítese el abrigo. Quítese la barba y quédese un rato.

ABNER: Señor, me llamo Flywheel.

GROUCHO: ¿Flywheel? ¿Que se llama Flywheel? Ravelli, cierre la puerta con llave. Este hombre es un impostor.

ABNER: Pero caballeros, les digo… que…

GROUCHO: ¡Rápido, Ravelli! Desenmascárele.

CHICO: O.K., jefe.

ABNER (chilla): Ay, ay…

CHICO: Oiga, jefe, que no es broma. Es una barba de verdad. No se la puedo quitar.

GROUCHO: ¿Que es de verdad?… Está bien, granjero, salga de detrás de esos arbustos o disparo.

ABNER (con voz forzada): Me han asustado cuando me han tirado de la barba. Me han asustado y no podía hablar casi.

CHICO: Está claro, jefe. Con una barba así no se puede hablar.

ABNER: Verá, soy Abner Flywheel, de Hickory Corners. He venido a la ciudad a buscar a un sobrino, abogado, del que perdí la pista hace tiempo.

GROUCHO: ¿Me está diciendo que es usted Abner Flywheel… uno de los Flywheels de Joplin, Missouri?

ABNER: Nunca he oído hablar de esa rama de la familia.

GROUCHO: ¿Es usted el que escapó a Australia a los tres años y murió allí?

ABNER: No, yo jamás me he escapado de ningún sitio.

GROUCHO: Entonces, ¿es usted el Flywheel que metieron en la cárcel en 1891 por. introducir chinos de contrabando en China?

ABNER: No, seguro que no soy ése. Yo nunca he estado en la cárcel.

CHICO: ¿Que no ha estado nunca en la cárcel? Oiga, jefe, este no puede ser un auténtico Flywheel.

GROUCHO: Se equivoca, Ravelli. Ha pasado la prueba. Es mi tío Abner, del que no sabía nada hace mucho tiempo. Traiga una silla para que el tío Abner se siente. Se merece un descanso.

ABNER: Hombre, esto ya es otra cosa. Así que tú eres el pequeño Waldorf. Bueno, bueno, bueno, la verdad es que no has cambiado mucho.

GROUCHO: No me vengas con esas, tío Abner. No parezco tan joven.

ABNER: No, no me refería a eso, pero siempre comentábamos en casa que eras el niño más tonto de la familia.

CHICO: ¡Vaya que si es su tío! Le conoce bien.

GROUCHO: Escuche, Ravelli, es un tío por parte de padre. Y si él está de parte de mi padre, yo pelearé a favor de mi madre.

ABNER: De todas formas, Waldorf, eras un mocosillo encantador. Me acuerdo de que andabas ya antes del año.

CHICO: Bah, eso no es nada. Conozco a un perrito que ya anda y sólo tiene seis meses.

GROUCHO: Sí, pero un perro tiene el doble de patas.

ABNER: Oye, Waldorf, ¿quién es este enano? No me gusta su cara.

CHICO: Oiga, tío, si yo pudiera verle la cara, tampoco me gustaría.

ABNER: Waldorf, me estoy haciendo viejo y quiero que alguien se encargue de la granja cuando yo me haya ido.

CHICO: Eso está bien. ¿Dónde se va?

ABNER: En resumen, Wal, estoy buscando un heredero.

CHICO: ¿Que está buscando un aradero? ¿Y por qué no se compra un arado?

ABNER: Quiero decir un heredero al que dejar mi granja. He pensado dejártela a ti siempre que sepas cómo hacerte cargo de ella.

GROUCHO: No te preocupes por mí, tío Abner. Tú no tienes más que tumbarte y morirte, yo ya me espabilaré.

ABNER: ¿Sabes una cosa? Iba a dejarle la granja a tu primo Nicholas, pero él no sirve. No le pienso dejar ni un zapato.

GROUCHO: ¿Qué? ¿Vas a dejar a Nicholas sin zapatos?

ABNER: Sí, Nicholas trabajó en la granja cuarenta y tres años, y, luego, de repente, se largó.

GROUCHO: Eso es muy de los Flywheel, siempre en marcha.

ABNER: Recuerda, Waldorf, que antes de dejarte la granja tienes que venir y demostrarme que de verdad sabes llevarla. Ya conozco a los chicos de ciudad como tú. (Se ríe entre dientes.) Me apuesto lo que quieras a que no eres capaz de reconocer una vaca de Jersey.

GROUCHO: ¿Una vaca de Jersey? Pero si eso está tirado.

ABNER: Vale, ¿cómo reconoces a una vaca de Jersey?

GROUCHO: Muy fácil. ¡Lo único que hay que hacer es mirarle la matrícula!

(Sube la música.)

(Se oye salir un tren.)

GROUCHO: Bueno, Ravelli… ésta es la estación de Hickory Corners, pero no veo la ciudad por ninguna parte.

CHICO: Es cierto, jefe. Me pregunto por qué han construido la estación tan lejos de la ciudad.

GROUCHO: No tengo ni idea, a no ser que haya sido porque querían que la estación estuviese cerca de la vía. En fin, estoy pensando dónde vivirá tío Abner. Me cansa verle llevar esas dos maletas tan pesadas.

CHICO: Está bien, jefe. ¿Qué le parece si las lleva usted un rato?

GROUCHO: Hombre, no estoy tan cansado.

CHICO: Yo creía que su tío Abner vendría a esperarnos a la estación.

GROUCHO: Dijo que vendría a buscarnos… que vendría a esperarnos el sábado al tren de las cinco y cuarto, y hemos llegado en el de las cinco y cuarto.

CHICO: Pero hoy no es sábado. Es lunes.

GROUCHO: Ya lo sé. Pero tampoco se hubiera muerto por esperar.

(Se oye ruido de caballo y carreta acercándose.)

CHICO: Eh, mire. Aquí llega un tipo en una carreta. Puede que sepa dónde vive su tío.

(Llega el caballo y la carreta.)

GROUCHO: ¡Eh, oiga, señor! ¡Señor!

GRANJERO: ¡Soooooo, Molly!

GROUCHO: Oiga, buen hombre, ¿sabe dónde vive Abner Flywheel?

GRANJERO: Claro que sé dónde vive ese viejo tacaño.

GROUCHO: Ojo, forastero, cuando llame a mi tío Abner tacaño, sonría.

GRANJERO: ¿Su tío? (Ríe.)

GROUCHO: He dicho que sonría, no que se ría.

GRANJERO: Bien, ese tío suyo es un tipo intratable. Su casa está allí.

GROUCHO: ¿Cuánto nos cobra por llevarnos?

GRANJERO: Bah, unos veinte centavos.

GROUCHO: Y por las maletas, ¿cuánto?

GRANJERO: Las maletas se las llevaré gratis.

CHICO: Muy bien, entonces llévenos las maletas y nosotros iremos andando.

GRANJERO: Vaya, ¡qué listos! Ya se pueden ir andando ustedes y sus viejas maletas. ¡Arre, Molly!

(Ruido de cascos de caballo.)

GROUCHO: ¡Ravelli! ¡Ravelli! ¡Una serpiente de cascabel!

CHICO: No necesito ningún cascabel, jefe. No soy ningún gato… Venga. Saltemos esa valla.

GROUCHO: ¿Pero es que no ha visto el letrero? Dice «No pasar. Y me refiero a usted».

CHICO: ¿Que se refiere a mí? ¿Y cómo sabían que iba a venir?

(Bramidos a lo lejos.)

GROUCHO: Corra, Ravelli, corra. Es un toro. ¡Le va a embestir!

CHICO: No me puede embestir, jefe. Yo ya estoy vestido.

(Un bramido tremendo.)

CHICO: ¡Eh, jefe! ¡Que viene a por mí!

GROUCHO: ¡Rápido! ¡Saltemos esa valla!

CHICO: Ya voy.

(Chapoteo, gruñidos de cerdo.)

GROUCHO: ¡Ay, estamos salvados! (Farfullando.) ¡Oh, Ravelli, Ravelli! … ¡Hemos caído en una pocilga!… ¿Dónde está usted, Ravelli?… Ah, está aquí. Le echaré una mano. (El cerdo hace «oink, oink, oink».) Perdóneme, señor cerdo, creía que era Ravelli.

CHICO: Estoy aquí, jefe.

GROUCHO: ¿Y cómo sé que es usted? Ya me he equivocado una vez.

CHICO: Seguro que soy yo. Pregúnteme algo y se lo demostraré.

GROUCHO: Eso me parece justo. Bien, ¿cuántas son tres más ocho?

CHICO (se ríe): Esa es fácil. Treinta y ocho.

GROUCHO: Eso me vale. De acuerdo, es usted Ravelli. No hay cerdo que sea tan burro. Venga, salgamos de esta pocilga.

ABNER (acercándose): ¡Eh! ¡Eh! ¿Qué están haciendo ustedes en mi pocilga? Alto o disparo.

CHICO: ¡Jefe, jefe! Es su tío Abner y lleva un arma.

GROUCHO: ¡Tío Abner!… ¡Tío Abner! ¡No dispares. No dispares! Soy Waldorf, tu sobrino. No puedes disparar a tu sobrino. Tenemos el mismo apellido y eso pesa; además Ravelli es más espeso que cualquiera de los dos.

ABNER: ¡La leche!

GROUCHO: Eso me parece bien, tío Abner. Ravelli, vaya usted mismo a ordeñar una vaca.

CHICO (sotto voce): Eh, jefe, está loco de remate. Será mejor darle la razón. (En voz alta.) Eh, tío de Flywheel, que majos que son los cerdos que tiene en esa pocilga.

ABNER: Y tan majos. Cuestan a diez dólares la pieza.

CHICO: ¿Diez dólares por una pieza? ¿Y cuánto vale un cerdo entero?

ABNER: El cerdo entero cuesta diez dólares.

CHICO: ¿No me diga? ¿Y por cuánto lo va a vender?

ABNER: El precio ha bajado, pero espero venderlos a diez dólares en la primavera.

CHICO: Compra los cerdos a diez dólares y los vuelve a vender a diez. ¿Cómo puede usted ganar dinero así?

GROUCHO: No lo hace para ganar dinero, Ravelli, sino por disfrutar de la compañía de los cerdos durante todo el invierno.

ABNER: Ya hemos llegado, Waldorf. Aquí está la granja que vas a heredar si me demuestras que tienes idea de cómo llevarla.

GROUCHO: Déjalo en mis manos, tío Abner. En un par de días no vas a reconocer este lugar.

ABNER: Haz todas las mejoras que quieras, Waldorf. Pero tómate el tiempo necesario. Recuerda que Roma no se construyó en un día.

GROUCHO: Porque no me encargaron a mí ese trabajo. Tenga cuidado, Ravelli. Me parece que esa vaca le va siguiendo.

ABNER: Esa vaca se dirige al establo a que la ordeñen. Y mejor será que vayáis vosotros también allí.

CHICO: ¿Que vayamos al establo? ¡Eh, que nosotros no queremos que nos ordeñen!

ABNER: Ahí está el cubo, Mr. Ravelli. Vamos a ver cómo se le da lo de ordeñar vacas.

CHICO: Vale. Aquí, vaca… aquí está el taburete. Pasa y siéntate. (La vaca muge.) Vale, levántate. Mira si tengo cuidado que… Vamos, vaca bonita, aquí está tu balde… ¡llénalo de leche!

ABNER: Trate de usar las dos manos. Ahorra tiempo.

GROUCHO: Eso es ridículo, tío Abner, esa vaca tiene tiempo de sobra.

ABNER: Muchachos, vosotros podéis echar una ojeada por ahí mientras yo entro a preparar un tentempié para cenar. (Retrocediendo.) Como si estuvieseis en vuestra casa.

CHICO: Vale, yo acabaré con esta vaca. ¡Eh, amito, amito!

GROUCHO: ¿Qué quiere, Ravelli? Y haga el favor de dejar de hablar como una criatura.

(La vaca muge, da una patada al balde y sale corriendo.)

CHICO: Mire, jefe, la vaca ha estirado la pata y ha tirado el balde.

GROUCHO: ¡Qué pena! No sabía siquiera que estuviera enferma.

CHICO: No está enferma. Ha salido corriendo. Rápido, Mr. Flywheel, saltemos a ese carro de heno y vayamos tras ella.

GROUCHO: O.K., Ravelli, hágase a un lado. Déjeme el sitio del conductor.

CHICO: Vale, yo me subo encima del heno.

GROUCHO: Tenga cuidado ahí arriba, no vaya a tirar todo ese heno.

CHICO: Oiga, se está cayendo. ¡Cuidado! ¡Cuidado!

(Ruido del heno al caer.)

ABNER (acercándose): ¿Qué pasa aquí? ¿A quién se le ha ocurrido tirar todo ese heno? Me costó dos horas cargar el carro.

CHICO: No se preocupe, lo volveré a cargar.

ABNER: Está bien, no importa. Primero venid a cenar.

CHICO: Vale, yo voy a cenar, pero a mi jefe, Mr. Flywheel, no le gustará.

ABNER: Vamos.

CHICO: Iré, pero ya le digo que a mi jefe no le gustará.

ABNER: Pero, ¿por qué no?

CHICO: Porque está debajo del heno.

(Sube la música.)

(Llaman a la puerta.)

ABNER: ¡Entre!

BANQUERO: ¿Qué tal, Abner?

ABNER: Hola, Squire Higbee. Hacía siglos que no te veía por estas tierras.

BANQUERO: Bueno, ya sabes que estoy muy ocupado con el banco. Pero pasaba por aquí y he pensado entrar a ver qué tal estabas y a hablar un poco de negocios.

ABNER: Pues claro que sí, Squire. Yo tenía intención de pasar a verte. Ya sabes que tengo que pagar el plazo de la hipoteca la semana que viene y…

BANQUERO: Bueno, eso no me preocupa. Siempre has sido buen pagador.

ABNER: Gracias, Squire, pero en esta ocasión me gustaría pedirte. un poco más de plazo. No es que no tenga dinero, pero mi sobrino, Waldorf Flywheel, se va a encargar ahora de llevar la granja y está deseando hacer algunas mejoras.

BANQUERO: Bueno, me gustaría charlar con ese sobrino tuyo. Sólo para saber en qué va a gastar el dinero.

(Se oye fuera a CHICO tarareando «Amapola». Se abre la puerta y entra.)

BANQUERO: ¿Este que entra es tu sobrino?

ABNER: No, es su asociado, Emmanuel Ravelli.

CHICO: Hola, tío de Flywheel.

ABNER: Ravelli, éste es Squire Higbee.

CHICO: Bueno ¿y quién dice que no lo sea?

BANQUERO: Mr. Ravelli, puesto que usted va a tener un interés financiero en esta granja, y dado que yo soy el banquero, supongo que nos será de utilidad tener una pequeña charla. ¿Dónde vive usted?

CHICO: Vivo con mi hermano.

BANQUERO: Bueno, ¿y dónde vive su hermano?

CHICO: Vive conmigo.

BANQUERO: Bien, ¿y dónde viven ustedes?

CHICO: Vivimos juntos.

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Anuncio comercial de Plumas de caballo, septiembre de 1932.

BANQUERO: Bueno, dejémoslo. ¿Le importaría decirme a qué se dedica?

CHICO: ¿Cuándo?

BANQUERO: Cuando trabaja, por supuesto.

CHICO: ¡Ah! Cuando trabajo, trabajo. Soy el pasante de Mr. Flywheel.

BANQUERO: ¿Pasante?… ¿Sabe algo de granjas?

CHICO: Pues claro, me encanta la leche y el queso. (Se ríe.) Buena broma ¿eh?

(Alboroto; ruido de alguien corriendo.)

GROUCHO (acercándose): ¡Tío Abner! ¡Tío Abner! Hay un ratón en mi habitación.

ABNER: ¿Mi sobrino asustado por un ratoncito?

GROUCHO: Bueno, le hubiera hecho frente, pero venía apretando el gatillo.

ABNER: ¿Que el ratón le seguía con un revólver?

GROUCHO: No, con un gatillo. Un gatillo peludo.

ABNER: ¡Oh, Waldorf!… Ejem, éste es Squire Higbee…

GROUCHO: Bueno, pues que vaya a la tienda a por comida de ratas. Si no tienen comida para ratas, dígale que traiga alguna comida apetitosa.

ABNER: No te preocupes, Waldorf. Puedo llamar por teléfono a la ciudad. ¿Quieres que les diga a los de la tienda que nos manden un poco de veneno para las ratas?

GROUCHO: No, que no se molesten, tío. Ya les mandaré allí las ratas. (Se oye un golpe en el reloj del abuelo.) Ravelli, ¿qué está haciendo en el reloj del abuelo?

CHICO: ¡El reloj del abuelo! (Se ríe.) Me he equivocado. Usted habló de llamar a la tienda y yo me creí que era una cabina.

ABNER: ¡Por favor, chicos! Squire Higbee está aquí para hablar de negocios. Ya sabéis que tiene una hipoteca sobre esta granja y…

GROUCHO (en tono dramático): ¿Una hipoteca? ¿Por qué me lo ocultaste, tío Abner? Yo, ahí en la ciudad, malgastando el tiempo como sólo los jóvenes saben hacerlo, mientras tu pobre cabeza calva encanecía y ese lobo junto a la puerta se sentaba en tu sala, bebiéndose tu venenoso licor de maíz y zampándose tus entrañas. Pero no te preocupes, tío, no te preocupes. No utilizará esa hipoteca si mi opinión cuenta para algo.

BANQUERO: Señor, su opinión no cuenta para nada.

GROUCHO (jovialmente): En ese caso, tío, me figuro que sí que liquidará el préstamo.

CHICO: ¿Un préstamo liquidado? Eso no está bien. Para líquido, prefiero el ron.

GROUCHO: Bien hablado, Ravelli. Ahora, suba a lavarse la cara. Podría decirle lo que ha desayunado esta mañana.

CHICO: Muy bien, si es usted tan listo, dígamelo.

GROUCHO: Huevos. Aún tiene un poco pegado en la barbilla.

CHICO: Está usted mal de la cabeza. Los huevos me los comí ayer.

BANQUERO: Escuche, joven Flywheel. He decidido aplazar la hipoteca. Pero como soy un hombre de negocios, me gustaría conocer las mejoras que tiene previsto hacer.

GROUCHO: Bien. En primer lugar, Higbee, estoy empezando a hartarme de madrugar para ordeñar a esas vacas. Sería mucho más sencillo si nos trajeran la leche embotellada a la puerta, como a la gente de la ciudad.

ABNER: Eso es ridículo, Waldorf. Estás hablando de lecheros y…

GROUCHO: Eso mismo. ¿Por qué no vendemos las vacas y nos compramos un lechero?

CHICO: Hombre, puede que podamos conseguir leche de elefante. Conozco a una cría de tres meses que bebe leche de elefante y pesa cuarenta y tres kilos.

BANQUERO: ¿Una cría de tres meses que pesa cuarenta y tres kilos?

CHICO: Claro, es una cría de elefante. (Se ríe.) ¡Esta vez sí que ha sido buena!

BANQUERO: Vamos a ver, caballeros. Soy un hombre ocupado; díganme únicamente qué mejoras piensan hacer en esta granja.

GROUCHO: ¿Mejoras? Pues primero me parece que me libraré del tío Abner.

BANQUERO: ¿Qué?

GROUCHO: Por supuesto que no echaremos fuera al viejo idiota si no podemos hacerlo sin herir sus sentimientos.

ABNER: ¿Así que eso es lo que piensas hacer, Waldorf? ¿Te gustaría librarte de mí? Pues tendrás que espabilar pronto para tomarle el pelo a tu tío Abner.

GROUCHO: ¿Qué te parece a las nueve?

BANQUERO: Escuchen un momento ustedes dos. ¿Se puede saber a qué juegan?

CHICO: Yo al pinacle, pero tengo que usar mis propias cartas.

BANQUERO: Abner, si crees que esto son mejoras, no podemos hacer negocios juntos. Si no pagas el miércoles, liquidaré la hipoteca.

ABNER: No te preocupes, Squire. Ya veo que me equivoqué en lo de dejar a mi sobrino manejar el dinero. Te pagaré el plazo de la hipoteca. Waldorf, ¿dónde están esos dos mil dólares que te di?

GROUCHO: ¿Esos dos mil? Hombre, tú me dijiste que querías un tractor nuevo.

ABNER: ¿Dos mil dólares por un tractor? Me dijiste que podías comprar uno de primera por trescientos.

GROUCHO: Bueno, el que he comprado no es de primera. De todos modos, el distribuidor no tenía tractores, así que me compré un Cadillac.

BANQUERO: Abner, si él ha malgastado tu dinero, es asunto tuyo, no mío. Te has cavado tu propia tumba; ahora…

CHICO: Oiga, tío de Flywheel, si ha cavado su propia tumba ¿por qué no cavó también la mía?

BANQUERO: Abner, me voy. Y si no se efectúa el pago, liquidaré la hipoteca.

GROUCHO: ¡Espere un momento! Squire Higbee, si le queda un poco de decencia, póngame medio kilo. El pobre tío Ab siente lo que hizo. (Dramático.) Mírele ahí sentado, remordiéndole la conciencia.

CHICO: Es lo que yo digo siempre, jefe. Con ciencia no se come.

BANQUERO: Abner, no aguanto más tonterías. Tú sabes muy bien las veces que he salido en tu defensa…

GROUCHO: ¿Pues por qué no sale de aquí ahora? Pensándolo bien, no se preocupe. Le podemos echar nosotros.

CHICO: Claro, jefe. Le echaré fuera. Y a patadas.

GROUCHO: Y para qué esperar a que esté fuera. Puede empezar a patearle ahora mismo.

BANQUERO: ¡Esto es el colmo! (Retrocediendo.) ¡Me voy! ¡Buenos días!

ABNER: ¡Squire! ¡Squire! (Portazo.) Sinvergüenzas, le habéis echado.

GROUCHO (jovial): Bueno. Charlemos ahora de esas mejoras en la granja.

ABNER: ¡Largo de mi casa! ¡Fuera de aquí los dos!

GROUCHO: ¿Qué? ¿Te crees que somos la clase de individuos que te dejaríamos tirado cuando más nos necesitas?

ABNER: Muy bien. Tal vez esta escopeta os haga cambiar de idea.

CHICO: ¡Oiga, cuidado! ¡Baje esa escopeta!

GROUCHO: ¡Ravelli, atrás! No luche con el tío Abner mientras tenga la escopeta en las manos.

(Ruido de forcejeo rápido.)

ABNER: ¡Estése quieto!… Quítele las manos de encima a mi escopeta o… (Se dispara la escopeta y se rompe un cristal.) ¡Baje la escopeta! ¡Me ha roto una ventana!

CHICO: Vamos, jefe. Me parece que está molesto con nosotros.

LOS DOS: Adiós, tío.

(Portazo.)

GROUCHO: Ravelli, no debería haberle agarrado el arma. ¿Se da cuenta de que casi le pega un tiro a mi tío?

CHICO: Es cierto. Cuando lleguemos a casa, le doy permiso para que le pegue un tiro al mío.

(Sube la música.)

COLOFON

GROUCHO: Bien, oyentes… Y malolientes también… Si lo han pasado tan bien escuchando este programa como nosotros radiándolo, si han disfrutado tanto escuchando este programa como nosotros disfrutamos haciéndolo, y lo que es más…

CHICO: Oye, Groucho.

GROUCHO: ¿Qué quieres, Chico?

CHICO: ¿Me das una moneda para un pobre viejo que está gritando ahí fuera?

GROUCHO: ¿Y qué grita?

CHICO: «¡Cacahuetes, palomitas, helados!»

GROUCHO: Chico, ¿no te dije que no me interrumpieras cuando empezase a hablar?

CHICO: Bueno, no te pongas así. Sólo ha sido la pimera vez.

GROUCHO: No digas la pimera.

CHICO: Vale, entonces será la segunda. (Farfullando resentido): Siempre que digo algo…

GROUCHO: Señoras y caballeros…

CHICO (refunfuñando todavía): Siempre que digo algo te pones a gritar y…

GROUCHO: Chico, ¿quieres dejar de conducirte como un niño?

CHICO: No dejaré de conducir. Conducir es maravilloso cuando uso Essolube, ese famoso aceite de motor hidrorrefinado.

GROUCHO: Chico, tu dentista lo debe de tener crudo cuando te anestesia. ¿Cómo puede saber cuándo has perdido la conciencia?

CHICO: Yo no voy al dentista a por crudo. Para eso me voy a una gasolinera Esso, mejor que cualquier otra gasolina.

GROUCHO: Bueno, imagino que eso lo disculpa todo.

LOS DOS (cantando): Buenas noches, señoras. Buenas noches, señoras.

(Sintonía musical.)