Episodio n.° 10 30 de enero de 1933

FIVE STAR THEATRE

PRESENTA

FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL

Reparto

Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel

Chico Marx como Emmanuel Ravelli

Miss Dimple

Mrs. Willoughby

Primer-asalto Gombatz, boxeador

Jackson, promotor

Muchacho

Ayudante

Locutor

Arbitro

(Suena el teléfono.)

MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… ¿Mr. Flywheel? Un momento; le llamaré. (Le llama.) ¡Mr. Flywheel! Hay un hombre al teléfono. Dice que ha encontrado el libro que se le perdió a usted.

GROUCHO: Déme el teléfono. Hablaré con él. ¿Diga?… Sí, soy Flywheel… Así que encontró usted mi libro, ¿eh?… Ah, no se moleste en traerlo. Puede leérmelo por teléfono. Empiece por la página 150. Lo dejé ahí… ¡Oiga! ¡Oiga! Humm. (Despectivamente): Me ha colgado. ¡Después de tomarme la molestia de dejar a un lado mis asuntos legales sólo para hablar con él!

MISS DIMPLE: ¿Asuntos legales? Pero Mr. Flywheel, usted estaba haciendo un crucigrama.

GROUCHO: ¿Acaso resolver un crucigrama es ilegal? Oiga, ¿ha venido por aquí esta mañana Ravelli, mi pasante?

MISS DIMPLE: No, señor.

GROUCHO: Con que no, ¿eh? Bien, cuando llegue le dice que baje a correos a llenar nuestros tinteros. Y ya que va, que eche esta carta.

MISS DIMPLE: Pero esta carta no tiene sello.

GROUCHO: Bien, pues dígale que la eche al buzón cuando no mire nadie.

MISS DIMPLE: Pero Mr. Flywheel, un sello sólo cuesta tres centavos.

GROUCHO: Por tres centavos la reparto yo mismo.

MISS DIMPLE: De todas formas, esta carta pesa mucho para un solo sello. Será mejor que pongamos dos sellos.

GROUCHO: Tonterías. Si ponemos dos sellos en esta carta, aún pesará más. Pensándolo mejor, olvídese de la carta. Es sólo una notita a mi amigo Sam Jones, pidiéndole un préstamo de dos dólares. Pero el pobre de Sam seguramente tiene sus propios problemas. No creo que pueda prestármelos. E incluso si los tuviera, creo que sería reacio a dejarme la pasta. Es un poco agarrado en estos asuntos. Además, no creo que me los prestara aunque me viera con hambre. La verdad es que ese muchacho no me daría un centavo aunque estuviera muriéndome de hambre. Y se llama amigo mío… ese cerdo fanfarrón de pacotilla. Ya le enseñaré yo cómo escurrir el bulto. Escriba una carta a ese gusano y dígale que no tocaría sus dos dólares por nada del mundo. Y que si vuelve a acercarse por esta oficina, le romperé los huesos.

(Se oye llegar a CHICO silbando «Amapola».)

MISS DIMPLE: Aquí llega Mr. Ravelli.

(Se abre la puerta.)

CHICO: Hola, jefe. Hola Miss Dimp.

GROUCHO: No trate de cambiar de tema… ¿Dónde ha estado?

CHICO: Estuve en la barbería, cortándome el pelo.

GROUCHO: Muy bonito, cortándose el pelo en horas de oficina.

CHICO: Claro, el pelo crece en horas de oficina ¿no?

GROUCHO: Cuando esté en la oficina, quiero que se concentre en el trabajo. Puede dejarse crecer el pelo en casa.

(Suena el teléfono.)

MISS DIMPLE: Flywheel, Shyster y Flywheel… Sí, Mr. Ravelli está aquí… ¿De parte de quién? ¿Quién?… Mr. Ravelli, hay un hombre al teléfono que quiere hablar con usted. Dice que se llama Primer-asalto Gombatz.

CHICO: Ah, es mi nuevo boxeador. Hablaré con él. Hola, Primer-asalto… ¿Cómo te encuentras? Eso suena bien… ¿No me digas?… Está bien… Humm… Muy bien… Adiós. (A GROUCHO.) Jefe, me acaban de dar malas noticias.

GROUCHO: ¿Malas noticias? ¡Maravilloso!

CHICO (triste): Mi nuevo boxeador no se encuentra bien hoy.

GROUCHO: ¿Tiene usted un boxeador? ¿Y de dónde lo ha sacado?

CHICO: Muy fácil. Estaba en un combate viéndole pelear y el otro tipo lo noqueó lanzándolo justo encima de mis rodillas.

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«¿Cuánto tiene para invertir?» Groucho como el detective privado Wolf J. Flywheel intenta no babear mientras, en esta escena de Tienda de locos de la MGM, Margaret Dumont cuenta billetes uno a uno.

GROUCHO: Ah, y entonces usted lo recogió.

CHICO: No, yo no lo recogí. Lo recogieron tres acomodadores.

MISS DIMPLE: ¡Oh, pobre! ¿Y tuvieron que llevárselo a casa?

CHICO: No se lo llevaron a casa; se lo llevaron al hospital.

GROUCHO: Ravelli, me irían mejor las cosas si se lo hubieran llevado a usted.

CHICO: Que no, jefe. Vamos a forrarnos con Primer-asalto Gombatz. Va a firmar un contrato conmigo en cuanto aprenda a escribir su nombre.

GROUCHO: Esa sí que es buena. ¿Y quién va a firmar por usted?

CHICO: Gombatz. También está aprendiendo eso. Sí, jefe, muy pronto vamos a tener nuestro propio boxeador.

GROUCHO: ¿Va a ser nuestro? Fantástico. Vaya corriendo a la casa de empeños y mire a ver lo que podemos sacar por él.

CHICO: No sé lo que nos darían por él, pero a lo mejor lleva dentadura postiza.

(Golpe en la puerta.)

MISS DIMPLE: Adelante.

MRS. WILLOUGHBY: Perdone… Soy Mrs. Willoughby.

GROUCHO: ¿Irrumpe usted aquí sólo para decirnos eso?

MRS. WILLOUGHBY: No me entiende usted. He venido a su oficina para un negocio.

GROUCHO: ¿Quiere usar mi oficina para sus negocios?

MRS. WILLOUGHBY: No, no, no, caballeros. Estoy aquí para asesorarme legalmente… Acabo de heredar un gran patrimonio y una suma considerable de dinero. Creo que antes de hacer unas inversiones que tengo en mente debería consultar a un abogado.

CHICO: Señora, ha venido usted al lugar idóneo. ¿Le gustaría comprar un boxeador?

MRS. WILLOUGHBY: ¿Un boxeador?

GROUCHO: Sí, señora. Pega como una mula; si no se lo cree, puedo hacerle venir para que le pege un poco.

MRS. WILLOUGHBY: No, no. Quiero hacer unas inversiones más tradicionales. Me han hablado de unos ultramarinos al por mayor que puedo comprar por unos diez mil dólares.

GROUCHO: ¿Y qué ultramarinos quiere usted por valor de diez mil dólares, si puede tomarse una cena normal y corriente por sesenta y cinco centavos?

MRS. WILLOUGHBY: ¡Estoy hablando de inversiones!

GROUCHO: Bueno, ¿y por qué no lo ha dicho? ¿Cuánto tiene para invertir?

MRS. WILLOUGHBY: Aproximadamente unos… doscientos mil dólares.

GROUCHO: ¿Doscientos mil? Ravelli, cierre la puerta con llave y átela a esa silla. Señora, tengo precisamente lo que necesita: un boxeador.

MRS. WILLOUGHBY: ¡Yo no quiero un boxeador!

CHICO: Pero señora, es un luchador limpio y fino. Mire, ayer mismo le traje un gran trozo de carne podrida, y antes de comérsela la frotó bien, limpiándola con la manga.

GROUCHO: ¿Le trajo a nuestro boxeador carne podrida? ¿Y por qué no le trajo carne buena?

CHICO: Anda, porque si se la traigo buena no me deja nada.

MRS. WILLOUGHBY: No tengo ningún interés en su boxeador.

GROUCHO: Señora, si el precio es un inconveniente, no tiene usted de qué preocuparse. Puede comprar a nuestro boxeador según un plan de inversiones. A la baja y a la alta. Diez dólares cuando caiga y diez cuando se levante.

MRS. WILLOUGHBY: Le repito que no quiero a su luchador.

CHICO: Tal vez tenga razón, jefe. No sirve de nada comprar a Gombatz si no se compra también al árbitro.

MRS. WILLOUGHBY: Caballeros, me temo que me están asesorando mal.

GROUCHO: ¿Que la estamos asesorando mal? Señora, pues es usted la que va a pagarlo.

MRS. WILLOUGHBY: Por enésima vez, caballeros, ¡no quiero un boxeador!

GROUCHO: Muy bien, ¿y qué le parece un púgil?

MRS. WILLOUGHBY: Tal vez no me explico bien. He dicho claramente que no quiero nada de eso.

GROUCHO: Perfecto, olvidémonos del tema. Mrs. Willoughby, ¿qué le parecería invertir una cierta suma de dinero en un peso pesado?

MRS. WILLOUGHBY: ¡No, no y no, Mr. Flywheel! Lo que yo quiero son títulos importantes y seguros. ¿Está ahora claro?

GROUCHO: Sí, perfectamente claro. Le conseguiré títulos importantes, pero le advierto que comprar todos los combates no resultará barato.

(Sube la música.)

MISS DIMPLE (al teléfono): Hola, ¿es el 3355 de Morningville?… ¿Residencia de Mrs. Willoughby?… No cuelgue. Mr. Ravelli, ya tengo la llamada que me pidió.

CHICO: Ah, muy bien. Me pongo… ¿Cómo está? ¿Está Mrs. Willoughby en casa?… ¿Está? Bueno, dígale que llame tan pronto como salga. Adiós… ¿Qué?… ¿Que quiere hablar conmigo?… Muy bien… Hola, Mrs. Willoughby. ¿Qué tal se encuentra?… ¡Oh, qué lástima!… ¿Que tiene usted calentura? Será por la gordura. ¡Ja, ja, ja! Qué chiste más bueno ¿eh?… ¿Qué?… Ah, sí, ¿nuestro boxeador? Mire, no se preocupe de Primer-asalto Gombatz. Tenemos una gran pelea para él mañana por la noche. Peleará con Ciclón Wilson… Pues claro, Gombatz está en buena forma. Hoy le sacarán del hospital… ¿Eh? Ah, no se preocupe. Después del combate lo mandamos de vuelta al hospital… Se lo aseguro. Adiós.

MISS DIMPLE: Ah, Mr. Ravelli, quería decirle que Primer-asalto Gombatz viene hacia aquí. Mr. Flywheel quiere que usted le dé las instrucciones para la pelea de esta noche. (Golpe en la puerta.)

MISS DIMPLE: ¡Oh! Aquí llega Mr. Gombatz.

GOMBATZ (un simplón sonado): Qué hay, Mr. Ravelli.

CHICO: Hola, grogui.

GOMBATZ (lerdo enfadado): Oiga, ¿cómo se le ocurre eso de «Hola, grogui»?

CHICO: ¿Y qué te crees tú? ¿Que no te voy a decir hola porque estés siempre grogui?

GOMBATZ: Déjese de chistes y déme mis cosas. Mr. Flywheel me ha dicho que me daría un nuevo equipo: zapatos, calzón y todo lo demás.

CHICO: Vale, tongo, vale. Aquí tienes tus cosas.

GOMBATZ: Espere un minuto. Aquí sólo hay un zapato.

CHICO: Claro, eso fue idea de Flywheel. Me dijo que sus zapatos necesitaban media suela y le vendí uno al conserje.

GOMBATZ: ¡Calcetines de color rojo! Cantan muchísimo.

CHICO: Bueno, cuanto más canten menos se le dormirán los pies. ¡Ja, ja, ja! Vaya chiste, ¿eh?… Ahora vamos. A trabajar se ha dicho.

GOMBATZ: ¿Qué quiere usted que haga?

CHICO: Creo que hacer un poco de ejercicio te pondrá en forma. Vas corriendo hasta la playa y después vuelves.

GOMBATZ: ¡Eh, eso está muy lejos! Hay diez millas.

CHICO: ¿Pero qué dices? ¡Diez millas! ¿No voy a ir yo contigo?

GOMBATZ: ¿Y qué?

CHICO: Pues entonces son sólo cinco millas para cada uno.

GOMBATZ: ¡Anda! No lo había pensado nunca.

(Se abre la puerta.)

CHICO: Cierra la boca, tongo, que llega el gran jefe, Mr. Flywheel.

GOMBATZ: Hola, Mr. Flywheel. Quería decirle que…

GROUCHO: Un momento, Gombatz. He tenido un día durísimo en el juzgado.

CHICO: ¿Qué ha pasado, jefe?

GROUCHO: Pues que un prestamista acusó a mi cliente de robarle un reloj de su esposa y…

CHICO: ¿Ganó usted el caso?

GROUCHO: Bueno, llegamos a un acuerdo: el prestamista se quedó con el reloj y a mi cliente le pusieron las esposas.

GOMBATZ: Oiga, Mr. Flywheel, estoy preocupado por esa pelea. No confío demasiado en mi buena forma.

GROUCHO: Estarás en buena forma. Te dejaremos pelear con una faja. Sin embargo, pronto descubriré si estás en buenas condiciones o no. Ravelli, consígame un par de guantes de boxeo. Quiero echarle un tiento a Gombatz.

CHICO: No hay guantes, jefe. Pero le puede pegar con esta silla.

GOMBATZ: Eh, espere un momento. ¿Qué voy a sacar yo de esta pelea?

GROUCHO: Gombatz, esta mañana he estado haciendo cálculos. Me parece que… por mi participación como manager… cinco mil dólares sería una cantidad razonable. Después, por supuesto, hay otras partidas: gastos de entrenamiento, cuarenta centavos; entradas de cine para mí y mi novia, un dólar y medio; bueno, como ella pagó las entradas, dejémoslo en un dólar. Y ahora, vamos a ver. Quedan dos dólares con ochenta centavos justos para ti.

CHICO: Oiga, jefe. ¿Y yo, qué?

GROUCHO: Tiene razón, Gombatz. Creo que Ravelli debería quedarse con esos dos dólares ochenta.

GOMBATZ: ¡Pero yo pensaba que había una bolsa de mil dólares!

CHICO: Eh, tongo, para el dinero que te vas a llevar no necesitas ninguna bolsa.

GOMBATZ: ¿Quiere usted decir que no voy a sacar nada de esta pelea?

GROUCHO: Ahora no se ponga nervioso. Ya le hemos comprado algo.

GOMBATZ: ¿No me diga? ¿Qué me han comprado?

GROUCHO: Hemos comprado al árbitro.

(Golpe en la puerta.)

MISS DIMPLE (susurrando): Creo que es Mrs. Willoughby.

CHICO: Me pone malo hablar con ella. Miss Dimp, me voy a la otra oficina. Le dice que no estoy.

MISS DIMPLE: Pero Mr. Ravelli, no me creerá si le digo que no está.

CHICO: Muy bien, pues me quedaré aquí y se lo diré yo mismo. (Se abre la puerta.)

MRS. WILLOUGHBY: Oh, caballeros, he estado…

GROUCHO (con exagerada cordialidad): ¡Hombre! pero si es nuestra cara, carísima Mrs. Willoughby. ¿Sabe, Willoughby? cada día tiene mejor aspecto.

MRS. WILLOUGHBY (coquetona): Oh, Mr. Flywheel, exagera usted.

GROUCHO: Bueno, tal vez sí. Pero admitirá conmigo que a peor no puede ir.

MRS. WILLOUGHBY: Por favor, no entremos en el terreno personal… Mr. Flywheel, he estado pensando en la curiosa inversión que me propuso usted que hiciera; me refiero a ese boxeador.

GOMBATZ: ¿Se refiere usted a mí?

CHICO: ¡Cállate la boca, Gombatz! No sabes de lo que está hablando.

MRS. WILLOUGHBY: Parece que todo lo que hago es gastar dinero en ese púgil. La factura del hospital, dinero para entrenadores… ¿Y qué hay de esos quinientos dólares que le di a usted la semana pasada? Creí que iban a habilitar un gimnasio.

GROUCHO: También yo pensé que íbamos a habilitar un gimnasio. Pero, en lugar de eso, como no tenía nada que ponerme para la pelea, me compre un par de trajes nuevos.

MRS. WILLOUGHBY: Eso lo aclara todo. He terminado con todo este follón. He acabado con usted. He acabado con el boxeador… He…

GROUCHO: ¡No lo abandone, señora! Primer-asalto Gombatz necesita los cuidados de una mujer. En el fondo es sólo un chiquillo. Tendría usted que verle recortando muñecas de papel.

MRS. WILLOUGHBY: Mr. Flywheel, yo… (repentinamente sorprendida por lo que ve.) ¡Oh, Mr. Ravelli! ¿Le acabo de ver a usted metiéndome la mano en el bolsillo del abrigo?

CHICO: Me parece que sí que me ha visto. Pero le apuesto algo a que la próxima vez no me ve.

GROUCHO: Ravelli, ¿no le dije que si dejaba de robar le daría un dólar?

CHICO: Ya lo sé, jefe. Pero quería ahorrarle el dólar.

MRS. WILLOUGHBY: Mr. Flywheel, estoy dispuesta a olvidar lo que he gastado en este boxeador. Doy ese dinero por perdido. Pero ¿qué hay del otro dinero, los cinco mil que iba usted a invertir en algo más seguro?

GROUCHO: ¿Ah, ése? No tiene por qué preocuparse, Mrs. Willoughby. Con esos cinco mil tuve la suerte de meterla a usted en una inversión sólida.

MRS. WILLOUGHBY: Bien, estoy contenta de que haya usted hecho, al menos, algo razonable. Ahora dígame, Mr. Flywheel, ¿qué hizo con el dinero?

GROUCHO: Cogí los cinco mil dólares y los aposté a favor de Primer-asalto Gombatz.

(Sube la música.)

(Pabellón del combate, el público grita: «¡Mátale!», «¡Menudo golpe!», etc.)

JACKSON (promotor): Eh, Flaco, parece que esta pelea no va a durar mucho. Baja a los vestuarios y di a los muchachos del próximo combate, Wilson y Gombatz, que estén listos.

MUCHACHO: O.K., Mr. Jackson.

(Continúan los gritos de los aficionados durante unos cinco segundos, luego se desvanecen; el muchacho llama a la puerta.)

GROUCHO (desde dentro): Adelante.

MUCHACHO (abre la puerta): Mr. Flywheel, la pelea Wilson-Gombatz es la siguiente. Vaya preparando a sus hombres.

GROUCHO: Un momento, hijo. Baja al vestíbulo y dile a Ciclón Wilson que entre a ensayar un momento.

MUCHACHO: No sé de qué me habla. Pero mejor será que se dé prisa.

(Se abre la puerta; se oyen vítores lejanos. Se cierra la puerta; los vítores cesan.)

GROUCHO (hablando como un preparador): Escucha los vítores de esa multitud. Te quieren, Gombatz. Quieren que ganes… Pero ganes o pierdas, esperan verte muerto.

GOMBATZ: ¿Qué?

GROUCHO: Gombatz, dentro de un momento estarás ahí fuera, peleando ante ese público… Tu madrecita está en casa, junto a la radio…

GOMBATZ: No tengo madre.

GROUCHO: Bueno, al menos tendrás radio ¿no? Gombatz, tan sólo recuerda que hemos hecho por ti todo lo que hemos podido. Hemos pagado al árbitro para que vote en tu favor. Hemos pagado al otro boxeador para que te deje ganar. Ahora, Gombatz, el resto corre de tu cuenta. Y no olvides, hijo mío, que tengo grandes planes para ti. Si ganas esta pelea, te dejaré pelear con mi casero.

GOMBATZ: ¿Y por qué voy a pelear con su casero?

GROUCHO: Puedes pelear con él por el importe del alquiler. (Golpe en la puerta.) Adelante.

CHICO (abre la puerta): Hola, jefe. Hola, Gombatz.

GROUCHO: Hombre, al fin llega usted, Ravelli. Otra vez tarde. ¿No le dije que viniera aquí pronto?

CHICO: Bueno, verá usted, jefe, salí de casa demasiado tarde para llegar pronto.

GROUCHO: Vale, ¿y por qué no salió de casa pronto?

CHICO: No pude. Era demasiado tarde para marcharme pronto. De todas formas, en la esquina un tipo perdió una moneda y había un montón de chiquillos buscándola por allí alrededor.

GROUCHO (con desdén): ¡Y supongo que usted se quedó allí plantado mirándoles!

CHICO: No; yo estaba plantado encima de la moneda.

AYUDANTE (abre la puerta): Próxima pelea, Gombatz-Wilson. ¡Quedan tres minutos!

GROUCHO: ¿Tres minutos? Ravelli, dese prisa. Corra al vestuario de Ciclón Wilson y dígale que se ponga calzón rojo para que Gombatz le reconozca cuando se lo encuentre en el ring.

CHICO: ¿Wilson? Todavía no ha llegado. Está en casa durmiendo.

GROUCHO: ¿Qué? ¡Nos quedan sólo tres minutos para empezar y Wilson ni siquiera se ha duchado!

CHICO: ¿Para qué se iba a volver a duchar? Vi cómo el portero le subía a las tres de la mañana y lo metía bajo la ducha.

GROUCHO (nervioso): ¡Por todos los dioses! ¿Estaba colocado?

CHICO: Ya le acabo de decir que estaba colocado. ¿O cree usted que si el portero no le hubiera colocado bajo la ducha la habría tomado por propia voluntad?

GROUCHO: ¡Rápido! Gombatz, baja a buscar a Jackson, el promotor de esta pelea. (Se abre la puerta.)

GOMBATZ: Aquí llega Jackson.

JACKSON: ¡Mr. Flywheel!, tengo malas noticias. Wilson nos ha dejado plantados… No lo encontramos por ningún lado.

CHICO: No se preocupe, Mr. Jackson. Gombatz es mucho mejor cuando pelea solo.

JACKSON: Le digo que tenemos que encontrar a alguien que pelee con Gombatz.

GROUCHO: Yo mismo subiría a pelear con él si no fuera porque llevo gafas. Ravelli, es cosa suya.

CHICO: Eh, jefe, ¿no tiene usted otro par de gafas? Yo tampoco quiero pelear con él.

GROUCHO: ¡Venga! Va a pelear usted en lugar de Wilson.

CHICO: Vale. Entraré a pelear en lugar de Wilson si alguien entra a pelear en lugar mío.

GROUCHO (dando órdenes): ¡Póngase esos guantes!

CHICO: No necesito guantes, jefe. No tengo las manos frías.

(Se abre la puerta.)

AYUDANTE: Mr. Jackson, el público vocifera que empiece la pelea.

GROUCHO: O.K.; estamos listos. Gombatz, no lo olvide, usted se tumba hasta la cuenta de cuatro en el tercer asalto. Ravelli, usted se tumba hasta la cuenta de tres en el cuarto asalto. (Confundido). No, usted se tumba hasta que cuenten cuatro… no, hasta tres… Bueno, no importa. El árbitro tiene todas las instrucciones. Abran la puerta… Adelante.

(Se oyen vítores cuando se dirigen al ring.)

CHICO: Eh, jefe, bajemos por el otro pasillo… Ahí llega Mrs. Willoughby.

MRS. WILLOUGHBY: Oh, Mr. Flywheel… Le he estado buscando. El asiento que me dio está justo detrás de una columna.

GROUCHO: Bueno, vuelva usted mañana y habremos tirado la columna.

MRS. WILLOUGHBY: ¿Y qué me dice del dinero que arriesgamos en Gombatz… mi apuesta de cinco mil dólares?

GROUCHO: ¿Su apuesta? Señora, su suerte está echada; ahora intentaremos levantarla.

MRS. WILLOUGHBY: Pero Mr. Flywheel…

GROUCHO: Deje de refunfuñar… esfúmese. Tengo que cuidar de esos dos desgraciados. Ahora, Ravelli, va a subir usted a ese ring y es posible que no baje de él jamás. Antes de atravesar las cuerdas, ¿desea decir algo?

CHICO (con solemnidad): Sí, jefe, me gustaría preguntar una cosa. ¿Qué edificio tiene más de trescientas plantas y no tiene ascensor?

GROUCHO: Me rindo, Ravelli. ¿Qué edificio tiene trescientas plantas y no tiene ascensor?

CHICO: Una floristería. ¡Ja, ja, ja! Buen chiste ¿no?

GROUCHO: ¡Vamos! Suba al ring. Pero no se olvide que se supone que le tienen que dar una paliza. Y mientras se la dan, recuerde que yo estaré ahí fuera animando y aplaudiendo.

(Suena el gong.)

LOCUTOR: La pelea más importante de la velada… A diez asaltos… En esta esquina Primer-asalto Gombatz, el terror de la Costa Este. (Vítores.) Y en esta otra, Emmanuel Ravelli, el orgullo del Distrito Este. (Vítores.)

GROUCHO: ¡Espere un momento!… Ravelli, ¿es una herradura lo que noto en su guante?

CHICO (se ríe): Claro, me la he puesto ahí para que me dé buena suerte.

(Suena el gong.)

GROUCHO: Muy bien, muchachos, adelante. Si me necesitáis, estaré en el micrófono.

(Vítores y gritos de «Mándale al infierno», «Apagad las luces, que quieren estar solos»…)

GROUCHO (saltando hasta el micrófono): Hola, amigos, con ustedes Flywheel, retransmitiendo en directo este gran combate asalto por asalto. ¡Aquí los tenemos!… Gombatz lleva la delantera, pero Ravelli está justo detrás… persiguiéndole alrededor del ring. Ravelli está acorralado en una esquina… Responde a los golpes de un modo salvaje… haciendo cierto el viejo dicho de que rata acorralada se revuelve. ¡Oh, chicos, chicos, ah, muchachos, qué batalla!… amigos, voy a acercar el micrófono al ring para que puedan oír el rugido de los gladiadores, el golpe del cuero sobre el cuero… Escuchen esto.

(Silencio.)

CHICO (susurrando): Eh, Gombatz, ¿qué pasa contigo?… Esta vez me has tocado.

GOMBATZ (susurra): ¿Y tú, qué? Me has puesto perdido de sangre.

CHICO (susurra): Ya lo sé, pero es mi sangre. (En voz alta.) Eh, Mr. Flywheel, estoy cansado… pare el asalto.

GROUCHO (responde en voz alta): No podemos, Ravelli. El cronometrador no encuentra el reloj.

CHICO: Dígale que se lo devuelvo, que mire en el bolsillo de atrás de mi pantalón.

GROUCHO (retomando el micrófono): ¿Oyen esto, amigos?… ¡Qué pelea!… ¡Qué pelea!… Gombatz está magnífico… Gombatz ha caído… Tumbado aún está mejor… escuchen la cuenta.

ARBITRO: Uno… dos… (Continúa la cuenta.)

GROUCHO (chillando): ¡Levántate, Gombatz… levántate!

CHICO (respondiéndole): Déjele ahí tumbado, jefe. Tiene hasta diez para levantarse y son sólo las nueve y media.

ARBITRO: … seis… siete…

GROUCHO: ¡Levántate, Gombatz! ¿Cómo se lo voy a explicar a Mrs. Willoughby?

ARBITRO: nueve… diez… ¡FUERA! ¡Vencedor, Emmanuel Ravelli!

(Vítores de la audiencia.)

GROUCHO (enfadado): ¡Ravelli, Ravelli, venga aquí!

CHICO: Me parece que me ha salido bien ¿eh, jefe?

GROUCHO: Se suponía que iba usted a perder.

CHICO: Y perdí… (Dándose cuenta de repente.) Es cierto, jefe, en vez de perder el combate he perdido la paciencia. Mire, ahí viene Mrs. Willoughby. Mejor será que vuelva al ring.

MRS. WILLOUGHBY: ¡Mr. Flywheel, esto es terrible! Con su descabellada apuesta, han volado mis cinco mil dólares.

GROUCHO: Tranquilícese, Mrs. Willoughby. Tengo una agradable sorpresa para usted. Después de todo, no aposté sus cinco mil dólares.

MRS. WILLOUGHBY (encantada): ¿No los apostó?

GROUCHO: No, usé el dinero para comprarme una casita en el campo.

MRS. WILLOUGHBY: ¿Que se compró una casa con mi dinero?

GROUCHO: Sí, tiene que venir a visitarme alguna vez. Pero si le pesco pisando el césped, haré que la arresten.

(Sube la música.)

COLOFON

CHICO: ¡Señor director, señora directora, pequeños directores, señoras y directores!

GROUCHO: Chico, ¿en qué idioma hablas?

CHICO: Menudo discursito acabo de soltar, ¿eh?

GROUCHO: Te pondrás bien, Chico. Creo que lo que tienes es sólo exceso de trabajo. Lo que deberías hacer es jugar al golf durante seis meses para quitarte el trabajo de la cabeza, y después de los seis meses empezar a trabajar para quitarte el golf de la cabeza.

CHICO: No me gusta el golf. No sé llevar la cuenta de los golpes, pero en cambio sí que sé llevar a mi jefe donde quiera sin necesidad de coche.

GROUCHO: ¿Que no necesitas coche para llevar a tu jefe?

CHICO: Desde luego. Le llevo por el camino de la amargura. ¡Ja, ja, ja! Vaya chiste, ¿eh?

GROUCHO: ¡No y no, Chico! Se suponía que tenías que decir algo de llevar a alguien en coche y luego yo tenía que decir unas palabras sobre el producto. ¿Te acuerdas, ahora?

CHICO: No me lo digas. Quiero acertarlo.

GROUCHO: Nada de Esso. Porque, desde luego, Esso es mejor que cualquier gasolina. Ya sabe usted que Essolube es el famoso aceite para motor hidrorrefinado.

CHICO: ¿Y ahora ya podemos decirlo?

GROUCHO: ¿Qué quieres que digamos?

CHICO: Buenas noches a la gente.

GROUCHO (paternal): Creo que sí.

LOS DOS (cantando): Buenas noches, señoras.

(Sintonía musical.)