Episodio n.° 4 19 de diciembre de 1932
FIVE STAR THEATRE
PRESENTA
FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL
Reparto
Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel
Chico Marx como Emmanuel Ravelli
Miss Dimple
Mrs. Brittenhouse, una mujer de sociedad
Novia
Mayordomo
Hombre
(Suena el teléfono.)
MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… Sí, ya sé que antes el despacho se llamaba así, pero el jefe se ha divorciado y ahora vuelve a utilizar el nombre de Flywheel… ¿Quiere hablar con Mr. Ravelli? No está en este momento, señora. Mr. Flywheel sí que está. ¿Quiere hablar con él?… Ah, ¿no quiere usted hablar con Mr. Flywheel?
GROUCHO: ¿Quién no quiere hablar con Mr. Flywheel? Déme el teléfono, Miss Dimple. Le voy a soltar un par de cosas. Oiga… oiga… ¿así que no quiere usted hablar conmigo, señora?… No, no soy Ravelli, soy Flywheel… Efe de Flywheel, ele de fly, y griega de Flywheel, uve doble como en wheel y fly como el matamoscas… ¿Insiste usted en hablar con Ravelli? Escuche, señora, no pienso morderme la lengua, o sea que me comeré su pata de cerdo. ¡Adiós! (Cuelga el teléfono.) Me parece que la he puesto en su lugar. Aunque me pregunto en qué lugar vivirá. Me gustaría ir a verla. Miss Dimple, ¿qué tengo hoy?
MISS DIMPLE: Hoy no tiene nada que hacer.
GROUCHO: Vaya, hombre, igual que ayer. Bueno, Miss Dimple, ¡a trabajar se ha dicho! ¿Qué película dan esta tarde?
MISS DIMPLE: Gran Hotel, con John Barrymore.
GROUCHO: Preferiría una pequeña pensión con Greta Garbo.
MISS DIMPLE: ¡Oh, me encanta Greta Garbo!
GROUCHO: Yo creo que se hace mucho la sueca. A propósito, Miss Dimple, hoy hace mucho frío. Mire en la letra «I» del archivador y sáqueme la muda de invierno.
MISS DIMPLE: Su ropa interior no está ahí, Mr. Flywheel. Hoy la lleva puesta su ayudante.
GROUCHO: ¡Así que Ravelli lleva puesta mi muda! Rápido, Miss Dimple, mire en la letra «G» a ver si ha cogido mis calcetines de golf.
(Abre el cajón del fichero.)
MISS DIMPLE: ¿Sus calcetines de golf?
GROUCHO: Sí, ya sabe, los calcetines con dieciocho agujeros.
MISS DIMPLE: Aquí están, Mr. Flywheel.
GROUCHO: Sí, aquí están los calcetines, pero ahora tienen treinta y seis agujeros.
MISS DIMPLE: ¡Qué lástima! Seguramente las ratas han estado viviendo en ellos, Mr. Flywheel. Este despacho está lleno.
GROUCHO: ¿Ratas a estas alturas? ¿Y qué vamos a hacer?
MISS DIMPLE: ¿No cree que deberíamos comprar galletas matarratas?
GROUCHO: ¿Galletas? ¡Tonterías! ¡Estas ratas comerán lo mismo que nosotros o se morirán de hambre! ¿Se cree usted que esto es un restaurante?
(Se abre la puerta.)
MRS. BRITTENHOUSE: Buenos días. Le ruego me perdone si…
GROUCHO: ¿Qué?
MRS. BRITTENHOUSE: Le ruego me perdone.
GROUCHO: Lo siento, señora, pero en esta oficina no se hacen rogativas. Para ruegos y preguntas, en la puerta de al lado. Y además, tendrá que dejar fuera al perro.
CHICO: ¡Pero si no hay ningún perro! Soy yo, jefe.
GROUCHO: Ah, es usted, Ravelli. Bueno, pues tendrá usted que dejar fuera a su mujer.
MRS. BRITTENHOUSE: ¿Es esta la agencia de detectives?
GROUCHO: ¿La agencia de detectives? Señora, si de eso va a depender el que yo saque algo, considérese en Scotland Yard.
MRS. BRITTENHOUSE: Este hombre me dijo que me traía a una oficina de detectives.
CHICO: Está usted chiflada. Yo no le dije eso. Me paró usted en el vestíbulo; me dijo que quería un detective y yo le dije que fuera a ver a Flywheel. Usted me dijo que de acuerdo. Pues bien, aquí tiene a Flywheel.
MRS. BRITTENHOUSE: Caballero. ¿Es o no es usted detective? Mi tiempo es oro.
GROUCHO: Así que su tiempo es oro, ¿eh? Me pregunto si me podría prestar diez minutos para comer o media hora para pagar el alquiler.
MRS. BRITTENHOUSE: Por última vez, ¿es usted detective, sí o no?
GROUCHO: Señora, por primera vez soy detective.
MRS. BRITTENHOUSE: Pues no tiene usted mucha pinta de serlo.
GROUCHO: Eso es lo bueno, señora. ¿Ve? A usted ya la había engañado.
MRS. BRITTENHOUSE: ¿Es también detective el hombre que me trajo aquí?
CHICO: Pues claro que soy detective, y puedo probarlo. Señora, ¿ha perdido usted algo hoy?
MRS. BRITTENHOUSE: ¿Por qué? Creo que no. ¡Dios mío! Me ha desaparecido el monedero.
CHICO: Aquí está.
MRS. BRITTENHOUSE: ¿Dónde lo ha encontrado?
CHICO: Aquí mismo, en mi bolsillo.
GROUCHO: ¿No es maravilloso, señora? Tiene el olfato de un sabueso, y el resto de sus sentidos también se podría decir que son los de un perro.
MRS. BRITTENHOUSE: Bien, ustedes son los hombres que andaba buscando.
CHICO: ¿Estaba buscándonos? ¡Eh, no será usted detective!
MRS. BRITTENHOUSE: No, no. No me entiende. Mire, mi hija se casa esta tarde.
GROUCHO: Oh, ¿se casa su hija? Me encantan esas chicas anticuadas.
MRS. BRITTENHOUSE: Vamos a ofrecer una gran recepción y necesito que ustedes dos se encarguen de vigilar los regalos de boda. Son valiosos y quiero asegurarme de que no los roban.
CHICO: ¿Cuánto nos va a pagar? Ya sabe que cuesta mucho no robar nada.
MRS. BRITTENHOUSE: ¿Qué les parece cincuenta dólares? ¿Creen que es suficiente?
CHICO: ¿Suficiente? Tuve que dejar el último trabajo por coger cincuenta dólares cuando el jefe no miraba.
MRS. BRITTENHOUSE: De acuerdo, cincuenta dólares, aunque ustedes comprenderán que no deben mezclarse con los invitados.
GROUCHO: Bueno, si no tenemos que mezclarnos con los invitados, lo haremos por cuarenta dólares.
MRS. BRITTENHOUSE: ¡Oh, Dios mío! Debo darme prisa. Mi hija no puede casarse si no le llevo su trousseau.
CHICO: ¿Trousseau? ¿Quiere usted decir Robinson Trousseau?
GROUCHO: ¿Que su hija se casa con Robinson Crusoe hoy lunes? ¿No cree que Viernes sería mejor para la boda?
MRS. BRITTENHOUSE: Para que nadie sospeche nada, quiero que se vistan como mis invitados.
GROUCHO: Lo siento, señora, pero éste es el peor traje que tengo.
MRS. BRITTENHOUSE: No, no me entienden. Quiero que vayan de etiqueta.
CHICO: No insista, señora. No puedo llevar etiqueta por la sencilla razón de que mi traje nunca ha estado en la tintorería.
MRS. BRITTENHOUSE: Bueno, bueno, les espero esta tarde.
GROUCHO: Oiga ¿y por qué esperar hasta esta tarde si ahora ya nos tiene aquí?
MRS. BRITTENHOUSE: Es que ahora tengo que darme prisa. Adiós, caballeros.
(Se cierra la puerta.)
CHICO: Jefe, me parece que conseguimos un buen trabajo.
GROUCHO: Ravelli, por una vez creo que le he subestimado. Le subo el sueldo. De ahora en adelante, le deberé veinte dólares semanales en vez de quince.
CHICO: Jefe, es usted muy amable por cuidarme tan bien.
GROUCHO: Y por qué no iba a cuidarle, Ravelli. Yo he cuidado hasta cerdos.
CHICO: Humm, me figuro que darán bien de comer en esa boda.
GROUCHO: Y a usted qué más le da, si no va a comer.
CHICO: Aunque no coma, me gusta que la comida sea buena.
GROUCHO: ¡Maldita sea, Ravelli! ¡Estamos arruinados, hundidos!
CHICO: ¿Qué pasa, jefe?
GROUCHO: ¡Nos olvidamos de apuntar la dirección de esa mujer!
CHICO: No se ponga nervioso. Yo sé dónde vive.
GROUCHO: ¿Que sabe dónde vive?
CHICO: Claro que lo sé. Tengo la dirección aquí.
GROUCHO: ¿Dónde?
CHICO: ¡Aquí! Me quedé con el monedero de la señora.
(La música sube de volumen.)
(Se oye música suave a cierta distancia; se desvanece. Murmullo de voces que se van apagando.)
MRS. BRITTENHOUSE: ¿Cómo está, Mr. Flywheel? ¿Y usted, Mr. Ravelli? Por fin han llegado.
CHICO: Sí, tuvimos problemas con el coche.
MRS. BRITTENHOUSE: ¡Qué contrariedad! ¿Algo grave?
CHICO: No demasiado. Al final conseguimos despistar al motorista.
MRS. BRITTENHOUSE: Está bien, les llevaré hasta la mesa donde están expuestos los regalos.
GROUCHO: Señora, antes de seguir adelante, permítame decirle que tiene usted la colección de invitados más ridículos que se pueda imaginar.
MRS. BRITTENHOUSE: ¡Cómo se atreve! Mis invitados son la crema de la sociedad.
GROUCHO: Pues menudo empacho.
MRS. BRITTENHOUSE: Este es mi mayordomo. Hives, estos son los detectives de los que le hablé.
GROUCHO: ¡Así que ha estado usted haciendo comentarios con los sirvientes a nuestras espaldas!
MRS. BRITTENHOUSE: Hives, coja los abrigos y sombreros de estos caballeros y enséñeles dónde tienen que situarse para vigilar los regalos.
HIVES: Muy bien, señora.
GROUCHO: Muy bien, estupendo. ¿Y quién va a vigilar nuestros abrigos y sombreros mientras nosotros vigilamos los regalos?
CHICO: Buena pregunta. No quiero perder ese abrigo. No es mío. Es de un amigo.
GROUCHO: ¡No me diga que tiene un amigo! ¿Y dónde está?
CHICO: Estará buscando el abrigo.
MRS. BRITTENHOUSE: Bueno, Hives se ocupará de ustedes. ¡Ay, Dios mío, me pongo siempre tan nerviosa en las bodas! Realmente, hoy parece que no soy yo.
GROUCHO: Con que no es usted, ¿eh? Pues sea quien sea, no es usted moco de pavo.
MRS. BRITTENHOUSE: Hives, atienda a estos caballeros y enséñeles lo que tienen que hacer. Yo me voy volando.
GROUCHO: Buen aterrizaje.
(Se cierra la puerta.)
HIVES: Acompáñenme, caballeros. Los regalos están ahí.
CHICO: No se preocupe por los regalos. Queremos ver dónde está la cocina.
GROUCHO: ¡Qué cosas tiene, Ravelli! ¿Qué pensará Hives de usted? ¿Cómo ha podido llegar hasta este punto?
CHICO: ¿No se acuerda? En el ascensor, con usted.
GROUCHO: No le haga caso, Hives. No ha vuelto a ser el mismo desde que se le cayó el sombrero por la ventana de un cuarto piso.
HIVES: ¿Qué se le cayó el sombrero por la ventana, señor? No lo entiendo.
GROUCHO: Por desgracia, lo llevaba puesto en aquel momento. Ahora, Hives, pasemos al trabajo. ¿Ha visto hoy, rondando por aquí, algún tipo con pinta sospechosa… además de usted?
HIVES: Oh, no, señor. Todos los invitados son amigos íntimos de la novia y el novio.
GROUCHO: Hummm. A propósito, ¿quién es ese tipo de la esquina?
HIVES: ¿El hombre de la esquina? Es el novio, señor.
GROUCHO: Me acaba de echar una mirada un poco turbia. Habría que subirle y darle un baño; así la novia tendría un novio limpio y aseado. Si yo fuera la novia, no le aguantaría.
CHICO: Si usted fuera la novia, tampoco él le aguantaría.
HIVES: Miren, los regalos están en estas dos mesas de aquí. Por favor, vigílenlos con mucha atención. (Retirándose.) Ahora tengo que dejarles.
GROUCHO: Ravelli… quite las manos de esa mantequillera.
CHICO: ¿De esta mantequillera?
(Catacrash.)
GROUCHO: Muy bien, perfecto. Un regalo menos que robar, a no ser que traigan escoba. Ahora, a trabajar. Usted siéntese en esta silla a vigilar los regalos… Yo me tumbaré allí a vigilarle a usted.
CHICO: De acuerdo; pero, ¿quién va a vigilarle a usted?
GROUCHO: ¿Que quién me va a vigilar? No había pensado en eso. Ravelli, este trabajo está empezando a ser demasiado para dos. Tal vez tengamos que buscar un ayudante.
(Golpe en la ventana.)
CHICO: Oiga, ¿qué ruido es ése?
GROUCHO: Creo que hay alguien en la ventana. Será mejor que le deje entrar.
CHICO: Jefe, es un tío enorme y parece de lo más duro.
(Se repiten los golpes.)
GROUCHO: Ravelli, abra la ventana, no hay nada que temer. En fin… si me necesita, estaré escondido debajo de la mesa.
CHICO: Vale, jefe. Abriré la ventana y le preguntaré qué quiere. (Abre la ventana.) Eh, tú, grandullón, ¿qué quieres?
HOMBRE (acercándose): ¿Quién ha tenido la gran idea de dejarme ahí fuera con este frío?… Pregunto que quién ha tenido la gran idea.
GROUCHO: Bah, no es una idea tan grande, es sólo una pequeña cosilla que se me ha ocurrido.
HOMBRE Con que sí, ¿eh?
CHICO: Pero, ¿usted, quién es?
HOMBRE ¡A ti qué te importa! Y vosotros, ¿quiénes sois?
CHICO: Somos una pareja de detectives.
HOMBRE ¿Vosotros una pareja de detectives? ¡Ja, ja, ja! ¡Esa sí que es buena!
GROUCHO: Bueno, las he oído mejores, pero sí, es bastante buena.
CHICO: En serio, somos detectives. Si no nos cree, llame a la señora de la casa y lo comprobará.
HOMBRE Un momento, idiotas. Llamad a la señora y os machaco. Quiero darle a la chica una sorpresa. Pero la mayor sorpresa llegará cuando me largue de este garito. Y vosotros, ¿se puede saber para qué estáis aquí?
CHICO: Yo vigilo los regalos y Mr. Flywheel me vigila a mí, pero no tenemos a nadie que vigile a Mr. Flywheel.
HOMBRE ¿Flywheel? ¿De quién hablas? ¿Quién es ese Flywheel?
GROUCHO: ¿No ha oído usted hablar de mí? ¿De Flywheel, el viejo zorro gris? ¿Del orgullo de Scotland Yard?
HOMBRE De acuerdo. Vosotros, pareja de inútiles, podéis esfumaros. Yo haré vuestro trabajo. No vais a tener ni que vigilar los regalos. Yo me ocuparé de eso. Y para que veáis que soy un buen tío, no os cobraré ni un centavo.
GROUCHO: Forastero, me apuesto algo a que daría usted hasta la camisa. Eso es muy bonito por su parte… más de lo que puedo decir de su camisa.
HOMBRE ¡Venga, lárguense, aire! Yo cuidaré los regalos. No se preocupen. Me ocuparé de ellos como si fueran míos.
GROUCHO: Ravelli, ese tipo es realmente una joya. Salgamos rápidamente de aquí antes de que cambie de opinión. (Se abre la puerta.) Vamos.
CHICO: Ya voy. (Se cierra la puerta.) ¡Eh, cuidado! Aquí llega la señora de la casa.
MRS. BRITTENHOUSE: Y bien, caballeros, ¿cómo es que no están vigilando los regalos?
CHICO: No hace falta que los vigilemos. Ya sabemos dónde están.
MRS. BRITTENHOUSE: Pero… bueno… ustedes…
GROUCHO: Discúlpenos, señora, estamos muy ocupados. Debemos investigar algo inmediatamente. Tengo que interrogar a los sirvientes ahora mismo.
MRS. BRITTENHOUSE: ¿Interrogar a los sirvientes? ¿Para qué?
GROUCHO: Quiero averiguar cuándo comemos.
(La música sube de volumen.)
CHICO: Eh, jefe, ahí está otra vez esa chica tan guapa.
NOVIA: Oigan, ¿quiénes son ustedes dos? Estoy empezando a cansarme de que me sigan.
CHICO: Yo no la sigo. Sigo a mi jefe, Mr. Flywheel. El es quien la sigue.
NOVIA: Pues no me gusta.
GROUCHO: Estoy de acuerdo en eso, guapa. A mí tampoco me gusta. Esta es la peor boda que he visto nunca, quitando la mía. Una cosa: ¿qué te parece si tú y yo nos largamos de aquí y nos vamos a algún otro sitio?
NOVIA: ¿Sabe usted quién soy yo? La novia.
GROUCHO: ¿Usted es la novia? Oiga, si es la novia, ¿dónde tiene la cola?
CHICO: Ha perdido la cola. Por eso corre tanto. Ja, ja, esto sí que es bueno.
NOVIA: ¡Salgan ahora mismo o llamo a mi padre!
CHICO: Yo no quiero a su padre. Llame a otra chica y salimos todos juntos.
NOVIA: La verdad es que no conozco a ninguna chica que pueda salir con ustedes.
CHICO: Nosotros tampoco. Por eso se lo preguntamos a usted.
GROUCHO: Sigo creyendo que es una boda muy aburrida. Tal vez podamos animarla. ¿Le gustan los acertijos?
NOVIA: ¡No!
GROUCHO: Muy bien, entonces le pondré uno. ¿Qué tiene ocho patas y canta?
NOVIA: No lo sé.
GROUCHO: ¿Se rinde? Un ciempiés.
NOVIA: ¡Pero un ciempiés tiene cien patas!
GROUCHO: Sí, pero no sabe cantar.
NOVIA: Escúchenme: si a ustedes dos les han contratado para esta boda, deben permanecer fuera de aquí. Los sirvientes tienen sus propios cuartos.
CHICO: Ah, no, señora. Hemos estado jugando a los dados con ellos y ya no les quedan más cuartos.
NOVIA: Muy bien, han colmado ustedes mi paciencia, así que, por favor, apártense de mi camino.
GROUCHO: Ravelli, ya has oído lo que ha dicho la novia. Fuera del camino nupcial. Hasta luego, encanto.
CHICO: Es una chiquilla encantadora. Eh, jefe, ahí llega esa vieja foca otra vez. ¡Anda!, viene como loca. Creo que será mejor que vuelva a vigilar los regalos.
GROUCHO: Ah, Ravelli, ¿así que me deja solo ante el peligro? En lo único que piensa es en salvar su propio pellejo. Y creo que comete un error salvándolo. Muy bien, vaya a vigilar los regalos.
MRS. BRITTENHOUSE (desde lejos): ¡Mr. Flywheel!
CHICO: Vale, jefe, hasta luego.
MRS. BRITTENHOUSE: ¡Mr. Flywheel, creí que estaría usted en la habitación vigilando los regalos!
GROUCHO: No podía soportar estar solo en esa habitación. Tenía que volver a verla. Y ahora que la he visto, no quiero demorarme en volver con los regalos.
MRS. BRITTENHOUSE: Desde luego, Mr. Flywheel.
GROUCHO: No me llame Mr. Flywheel; llámeme Héroe mío, y yo le llamaré mi Heroína.
MRS. BRITTENHOUSE: Pero yo no me llamo Heroína. La heroína es una droga.
GROUCHO: Y usted también.
MRS. BRITTENHOUSE: Oh, Mr. Flywheel, adoro las cosas que dice.
GROUCHO: Oh, Mrs. Brittenhouse, ya sé que me considerará usted un viejo chocho sentimental, pero ¿me daría usted un mechón de sus cabellos?
MRS. BRITTENHOUSE (tímidamente): ¡Mr. Flywheel!
GROUCHO: Se lo estoy poniendo fácil, iba a pedirle la peluca entera.
MRS. BRITTENHOUSE: Bueno, discutiremos eso luego. Es una pena que no pueda unirse a nosotros para tomar un refrigerio; de todas formas, a lo mejor una de estas noches le gustaría tenerme en alguna de sus cenas.
GROUCHO: ¿Tenerla a usted en mi cena? En fin, si no hay nada mejor que comer, no me importaría, pero personalmente preferiría una lata de salmón.
HIVES: ¡Mrs. Brittenhouse! ¡Mrs. Brittenhouse!
GROUCHO: ¿Es que no puede haber intimidad en esta casa, o qué?
MRS. BRITTENHOUSE: Sí, Hives. ¿Qué pasa?
HIVES: ¡Los regalos! ¡Los regalos!
MRS. BRITTENHOUSE: ¿Qué pasa con los regalos?
HIVES: Han desaparecido. ¡Los han robado!
GROUCHO: ¿Robado? ¿Dónde está Ravelli? ¡Rápido, busquen a Ravelli!
CHICO: Aquí estoy, jefe. ¿Cómo se las va arreglando?
GROUCHO: Escuche, Ravelli, creo que le dije que vigilara los regalos.
CHICO: Eso es precisamente lo que estuve haciendo.
GROUCHO: ¿Lo ve, Mrs. Brittenhouse? No tiene por qué preocuparse.
HIVES: Pero, señora, los regalos han desaparecido.
MRS. BRITTENHOUSE: ¡Desaparecido!
GROUCHO: Bien, tendremos que interrogar a algunos invitados. Ravelli, hay que machacar a preguntas a toda esa gente.
MRS. BRITTENHOUSE: ¿Machacar a mis invitados?
CHICO: Pues claro, somos un par de matones.
MRS. BRITTENHOUSE: Pero Mr. Flywheel, si su ayudante estaba vigilando los regalos, ¿cómo han podido desaparecer?
GROUCHO: Pues, digamos que… Eso que usted dice es muy interesante, Mrs. Brittenhouse, muy interesante. Ravelli, tal vez pueda usted desvelar el enigma.
CHICO: Claro que puedo desvelarlo. Pero si no nos damos prisa en salir de aquí, a quienes van a desvelar es a nosotros, y además a golpes.
MRS. BRITTENHOUSE: Pero yo les contraté para vigilar los regalos, y resulta que han desaparecido en sus mismísimas narices. No es posible que los hayan estado vigilando. ¿Cómo ha podido pasar? ¡Contéstenme! ¡Contesten!
GROUCHO: Ravelli, conteste a esta encantadora dama y le daré un par de monedas para que se compre una caja de matarratas. ¿Vigiló usted los regalos?
CHICO: Los vigilé como un sabueso, jefe. ¿Recuerda usted el tipo grandullón? Entró en la habitación mientras yo los vigilaba…
TODOS: Sí…
CHICO: Entró y cogió los regalos mientras yo seguía vigilándolos…
TODOS: Sí…
CHICO: Los sacó por la ventana, los puso en una camioneta y yo seguí vigilándolos…
TODOS: Sí…
CHICO: Pero cuando la camioneta se puso en marcha… ya no pude vigilarlos más.
GROUCHO: Es usted un genio. Y ahora, Mrs. Brittenhouse, ¿qué hay de nuestros cincuenta dólares?
(Sintonía musical.)