Episodio n.° 24 8 de mayo de 1933
FIVE STAR THEATRE
PRESENTA
FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL
Reparto
Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel
Chico Marx como Emmanuel Ravelli
Miss Dimple
Mr. Moody
Varias voces
Mujer
(Suena el teléfono.)
MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… ¿Quién? ¿Quién?… Ah, Mr. Moody. Casi no le oigo… Ah, sí… Mr. Flywheel esperaba noticias suyas… ¿Qué?… Sí, se alegrará de verle… Acaba de llegar… Puede pasarse ahora mismo. Adiós.
GROUCHO: Miss Dimple, en esta oficina huele a humo. ¿Ha fumado usted?
MISS DIMPLE: Por supuesto que no, Mr. Flywheel.
GROUCHO: Entonces debo de ser yo. O soy yo o se quema el edificio.
MISS DIMPLE: ¡Pero Mr. Flywheel! Tiene usted un puro en la boca.
GROUCHO: ¡Ja! ¡Ja! ¡Así que soy yo! Tenía la respuesta en las mismísimas narices. En fin, ¿ha habido alguna llamada?
MISS DIMPLE: Sí, Mr. Flywheel, ha llamado un tal Mr. Moody.
GROUCHO: ¿Ha llamado Moody? ¿Qué ha dicho?
MISS DIMPLE: Me parece que dijo que venía hacia aquí. No se le entendía muy bien. Creo que estaba acatarrado.
GROUCHO: ¿Tenía catarro? Bueno, puede que así escupa el dinero que me debe. (Se abre la puerta.)
MISS DIMPLE: Buenos días, Mr. Ravelli.
CHICO: ¡Hola, Miss Dimp! ¿Qué hay, jefe? Deberían salir a la calle. ¡Qué día! Los pájaros cantan, la primavera está a punto de llegar… las flores, los árboles. (Beso.) ¡Oh, cariño, qué día!
GROUCHO: Perfecto, Ravelli; si en la calle es todo tan maravilloso, ¿para qué ha venido?
CHICO: He venido porque quería hacer ejercicio.
GROUCHO: ¿Andando? Me alegro que haya venido por su cuenta.
CHICO: Oiga, eso me recuerda algo. Su cuenta no está bien. Fui al banco a sacar dinero y me dijeron que ha firmado demasiados cheques y no le queda nada.
GROUCHO: ¿Qué es eso de que no me queda nada? Mire todos los cheques que me quedan en el talonario.
CHICO: Eso es lo que le dije al del banco. Le dije que usted tenía dinero. Le vi ingresarlo el año pasado.
GROUCHO: Sí, pero los intereses se lo han comido. A propósito, ¿ha visto un sobre por aquí que ponía «Confidencial»?
CHICO: Sí, jefe. Lo eché al buzón.
GROUCHO: ¿Que lo echó al buzón? ¡Usted es idiota! No tenía la dirección puesta.
CHICO: Pues por eso. Vi que en el sobre ponía «Confidencial», y pensé que usted no quería que nadie se enterase de adonde lo mandaba.
(Llaman a la puerta.)
MISS DIMPLE: Adelante.
MOODY (abre la puerta): Buenas, Flywheel.
GROUCHO: ¿En qué puedo servirle?
MOODY: Pues vengo por esa deuda de trescientos dólares.
GROUCHO: Escuche, buen hombre, no me gusta su actitud. No le puedo pagar los trescientos dólares. ¿Por qué no vino ayer? Ayer yo no estaba en la ciudad.
MOODY: Pero yo…
GROUCHO: Si digo que no puedo pagar, es que no puedo pagar. En los tiempos que corren, los acreedores tienen que tener paciencia.
MOODY: Flywheel, me ha quitado las palabras de la boca. Me llamo Moody. Le debo trescientos dólares y no se los puedo pagar. ¡Ja! ¡Ja! Sí señor, cuando dijo que los acreedores tienen que tener paciencia, me quitó las palabras de la boca.
GROUCHO: En ese caso, me las volveré a tragar. ¡Venga, afloje esos trescientos o le mando a la cárcel, ladrón!
MOODY: Pero Mr. Flywheel, no tengo dinero; es la pura verdad.
GROUCHO: Siempre he oído que la verdad duele, pero esta me está matando.
MOODY: Caballeros, estoy sin blanca y ya conocen el dicho: no se puede pedir peras al olmo.
CHICO: Oiga, que no queremos peras. Queremos los trescientos pavos.
GROUCHO: Si tuviera trescientos dólares, no comería peras.
MOODY: En fin, caballeros. Soy un hombre de honor. No estoy tratando de timarles. Como usted sabe, trabajo en el negocio del automóvil y voy a dejarles en prenda uno de mis microbuses hasta que consiga reunir el suficiente dinero en efectivo.
CHICO: ¿Quiere decir que nos va a dejar un automóvil? ¡Estupendo!
GROUCHO: No se meta en esto, Ravelli. Escuche, Moody. ¿Dónde está el vehículo ese?
MOODY: Lo encontrarán abajo. El número de matrícula es X-13. Aquí tienen las llaves. Ahora tengo que irme volando. Buena suerte con el autocar. Hasta pronto.
(Portazo.)
GROUCHO (llama): ¡Oiga, Moody! ¡Moody! (Abre la puerta.) Oiga, espere un momento.
CHICO: Jefe, vamos a bajar y echamos un vistazo a nuestro vehículo nuevo.
GROUCHO: Bueno, le echaré un vistazo. No me hace mucha gracia esta propuesta. Tengo muchos prejuicios contra los vehículos desde que le atropello a usted uno.
CHICO: Gracias, jefe, pero no me hizo mucho daño.
GROUCHO: Bien, ya estamos en la calle y aquí está el edificio. Mire, Ravelli, ya sabía yo que ese Moody no era de fiar. No hay ningún vehículo aparcado frente a este edificio. Sólo ese autocar turístico.
CHICO: ¡Eh, Mr. Flywheel! Mire la matrícula de ese autocar: X-13.
GROUCHO: ¿Qué? No puede ser el vehículo de Moody. Ese autocar es un impostor.
CHICO: Pero mire la matrícula, jefe, es X-13.
GROUCHO: En fin, me he llevado un chasco al ver este autocar. Me había imaginado un cupé. Esta barca es más grande que una casa.
CHICO: Tal vez sea una casa flotante.
GROUCHO: No puede ser una casa flotante, no tiene agua debajo. Además, ni siquiera tiene techo. Ah, ya veo, es un microbús descapotable.
CHICO: Mire, ahí viene un poli.
POLI (acercándose): Oiga, ¿es suyo ese autocar panorámico?
CHICO: Pues claro. ¿Quiere comprarlo?
POLI: Escuchen. Lo han aparcado justo delante de esa boca de riego.
CHICO: No importa, señor policía, no tenemos sed.
POLI: Suban a ese autocar y quítenlo de mi vista. Están bloqueando el tráfico. Vamos, ¡arriba!
GROUCHO: Vale, vale. Ya subimos.
POLI: Venga. Suban.
GROUCHO: Ravelli, ¡en marcha!
CHICO: Oiga, jefe, que yo no he cogido nunca un volante. ¿Cómo lo hago?
GROUCHO: A ser posible con las manos.
CHICO: ¡Qué divertido!, ¿eh, jefe? Mire cómo conduzco. Oiga, le reto a una carrera.
GROUCHO: ¿Cómo vamos a hacer una carrera si vamos los dos en el mismo vehículo?
CHICO: Es fácil, jefe. Usted se sienta en un lado y yo en el otro. (Pone el vehículo en marcha.) Me gusta conducir este vehículo.
GROUCHO: Vigile por dónde va. Ravelli, aminore hasta que la parte trasera del autocar nos alcance. Va una manzana por detrás nuestro.
CHICO: No se preocupe, jefe. Esto es tan fácil para mí como llevar una bicicleta.
GROUCHO: ¿Monta usted en bicicleta?
CHICO: Montaría si no me cayera siempre.
GROUCHO: ¡Muy bueno, imbécil! ¡Ojo! ¡Un semáforo rojo delante nuestro!
CHICO: Está bien, jefe. No le daremos. Está colgado en el aire. (Pausa.) ¿Lo ve? Hemos pasado por debajo.
(El autobús se para.)
GROUCHO: ¿Cómo se le ocurre la brillante idea de pasar en rojo y luego parar?
CHICO: Recordé que la luz roja quiere decir peligro. Quería pasarlo rápidamente.
GROUCHO: Vale, de acuerdo, pero ¿por qué paró después de pasarlo?
CHICO: Es que este autocar no rueda bien.
GROUCHO: Me parece que tal vez deberíamos comprar unos neumáticos nuevos de baja presión.
CHICO: Es inútil. No tenemos la presión baja.
(Ruido de bocinas.)
VOZ: ¡Eh! Quítense de ahí en medio.
CHICO: ¡Eh, Flywheel! ¿Qué es todo ese jaleo?
VOCES: Están cortando el tráfico de toda la calle. ¿Adonde pretenden ir?
GROUCHO: ¿Dónde nos sugiere usted? ¿Conoce algún sitio que esté bien?
VOCES: Sigan. No se detengan. Muévanse.
CHICO: ¡Eh, jefe! ¿Qué hago?
GROUCHO: Bien, Noé, creo que será mejor sacar de aquí este arca. Me parece que veo tierra.
(El autocar se pone en marcha; el ruido de bocinas se va apagando.)
CHICO: Bueno, ya estamos en marcha otra vez. Jefe, ¿no soy todo un conductor?
GROUCHO: Ojalá lo supiera, Ravelli. Me sentiría mucho más seguro.
CHICO: Mire, mire esa señora que cruza la calle. ¡Vaya bombón!
GROUCHO: ¡Cuidado, Ravelli! ¡Cuidado! (Sotto voce.) Es inútil (Chilla.) ¡Cuidado, señora!
CHICO: ¡Eh, la hemos perdido!
GROUCHO: Creo que aún la puede pillar, Ravelli. Rápido, súbase a la acera antes de que entre en ese edificio.
CHICO: Yo soy el que conduzco este autocar. ¡Eh, jefe!, ¿adonde quiere ir?
GROUCHO: Pues, conduciendo usted, me gustaría ir a mi casa, y meterme en la cama.
CHICO: O.K. Demos la vuelta y vamonos a la cama.
GROUCHO: No baje por esa calle. ¿Ve esa señal? Pone: «Escuela: cuidado con los niños».
CHICO: ¿Y quién teme a los niños?
(Sube la música.)
(Ruidos callejeros.)
CHICO: ¡Eh, jefe! Ya casi no puedo conducir. Si los polis no nos dejan aparcar este autocar en algún sitio, me voy a poner enfermo. Puede que algún poli nos deje aparcar aquí.
GROUCHO: Me encanta su optimismo. Oiga, mire, mire. Métase ahí. ¡Rápido! Podemos parar aquí. Nos están esperando.
CHICO: ¿Qué quiere decir con que nos están esperando?
GROUCHO: Ahí hay una señal que dice: «Parada de autocar».
CHICO: Oiga, jefe, mire todas esas señoras esperando ahí de pie. ¿Qué esperarán?
GROUCHO: Seguramente es un comité de bienvenida. Creo que hemos batido el récord de vuelo sin escala.
CHICO: ¿Dice usted que nos paremos aquí?
GROUCHO: Deténgase junto al bordillo. (Pausa.) Le he dicho junto a él, no encima.
CHICO: O.K. (El autocar para.) Hola, señoras. ¿Qué les ha parecido el amarre?
MUJER: Bueno, conductor, ya era hora de que llegara. Vamos, chicas, subid.
(Parloteo de mujeres en voz alta.)
GROUCHO: Señoras… ¡Señoras!
CHICO: Eh, jefe, ¡vaya éxito que hemos tenido! Todas estas carrozas se nos suben al autocar.
MUJER: Bueno… bueno… Conductor, ¿por qué no continúa la marcha?
CHICO: Oiga, señora, que no nos vamos. Acabamos de llegar.
MUJER: ¡Tonterías! Tengo contratado este autocar toda la tarde para una salida de nuestra asociación de profesoras. Chicas, ¿tenéis todas las cestas de la merienda?
GROUCHO: ¡Bien, chicas, espero que tengan un par de cestas más para Ravelli y para mí!
CHICO: Oiga, jefe, yo no quiero. No me gusta comer cestas.
MUJER: Bien, conductor, ¿qué nos va a enseñar?
GROUCHO: ¿Les gustaría que les enseñara un par de trucos de cartas? ¿Alguna de estas viejas cacatúas tiene una baraja?
MUJER: Oiga, pero ¿por qué no nos ponemos en marcha?
CHICO: No encuentro la cosa que se pisa.
(Explosión tremenda.)
CHICO: Eso no puede ser.
GROUCHO: ¡Eso es rapidez de reflejos, Ravelli! Pise otra cosa. No, eso no, es una profesora.
CHICO: Me parece que ya lo tengo, jefe.
(El autocar se pone en marcha.)
MUJER: Pare. Pare.
CHICO: ¿Que pare? Oiga, acaba de decirme que me pusiera en marcha.
MUJER: Va demasiado deprisa.
GROUCHO: ¿Es que nunca está usted satisfecha?
MUJER: Bueno, espero que este autobús tenga frenos en las cuatro ruedas.
CHICO: Me parece que ni siquiera tiene cuatro ruedas.
MUJER: ¿Es que no piensa enseñarnos nada?
GROUCHO: Naturalmente que sí, señora. Si mira a su izquierda, verá un perro. Y ahora, déjeme en paz.
MUJER: Cuando contratamos este viaje, el hombre nos dijo que nos darían una charla durante el camino.
CHICO: ¿Una charla? De acuerdo, señora, mire por la ventanilla y cuando la vea, paramos.
MUJER: Insisto en que nos den la charla. Para eso pagamos.
GROUCHO: De acuerdo, señora. Tendrá su charla y usted será la primera en lamentarlo. Señoras y Ravelli: poco acostumbrado como estoy a hablar en público… Bueno, ya me estoy acostumbrando.
CHICO: Oiga, jefe, siéntese.
GROUCHO: Ravelli, tal vez no le guste mi charla, pero hay quien aprecia las cosas selectas de la vida. Señoras, acostumbrado como estoy al público…
(Batacazo, porrazo, gritos.)
GROUCHO: ¿Quién me ha pegado? ¿Quién me ha dado ese batacazo? Ravelli, nos atacan.
CHICO: Ya le dije que se sentara, jefe. Era un túnel demasiado bajo.
GROUCHO: ¡Y tan bajo! Uno de los túneles más bajos que he visto en mi vida. Mira que atacarme cuando estaba de espaldas… Desde ahora, cuando hable les daré la espalda a las mujeres, aunque no sé qué es peor. Bueno, ¿dónde estaba?
CHICO: Estaba usted a mi lado, de pie en el asiento.
GROUCHO: Bueno, tendré que empezar de nuevo.
CHICO: ¿Quiere que dé la vuelta y vuelva a pasar por ese túnel otra vez?
GROUCHO: Escuche, ya hemos tenido bastante túnel por esta tarde.
MUJER: ¿Qué es ese gran edificio que acabamos de pasar?
CHICO: ¿Qué edificio?
GROUCHO: Tendrá que hablar más deprisa, señora, ya ha pasado.
MUJER: Bueno, pues ¿cuál es ese edificio que viene ahora?
CHICO: Tendrá que hablar más despacio, aún no hemos llegado.
MUJER: Bueno… ¿por dónde pasamos ahora?
GROUCHO: Pero… ¡Oh!… es la tumba del General Grant.
MUJER: ¡Qué tontería! La tumba de Grant está en Riverside Drive, al norte de Nueva York.
GROUCHO: Lo perdió todo en la Bolsa y tuvo que trasladarse a un barrio más barato. ¿Tienen alguna otra idiotez que preguntar?
MUJER: ¿Qué es esa cosa tan curiosa que hay a su derecha?
GROUCHO: No se alarme, es Ravelli.
MUJER: No me refiero al imbécil de su amigo.
GROUCHO: Bueno, eso le quitará un gran peso de encima.
CHICO: Señora, podría usted dejar de quejarse.
MUJER: ¡Joven! No me gusta cómo conduce usted este vehículo. ¿Tiene carnet de conducir?
CHICO: Bueno, me dijeron que me lo darían.
MUJER: ¿Pero lo tiene ahora?
CHICO: No, aún no he aprendido a conducir.
MUJER: ¡Nunca había oído una cosa igual!
CHICO: Señora, usted habla demasiado.
GROUCHO: ¿Esa es manera de dirigirse a una señora? ¿No sabe que debe ser siempre educado con el sexo inferior?
MUJER: ¡Nunca me habían insultado de este modo!
GROUCHO: Por favor, señora, cierre el pico; habla usted demasiado.
CHICO: Eso es lo que yo dije, jefe.
GROUCHO: Ya lo sé, Ravelli, pero no dijo por favor.
MUJER: Todo este asunto me saca de quicio y ya me estoy cansando. Salimos de excursión para ver cosas y ustedes aún no nos han hablado de nada.
CHICO: Oiga, le acabamos de decir que se calle. ¿Qué más quiere?
GROUCHO: Muy bien, señora. Haré cualquier cosa para que se calle. ¿Ve ese gran edificio de ahí?
MUJER: No, ¿dónde?
GROUCHO: El que tiene a su izquierda, el de las chimeneas altas y el portal grande.
MUJER: Ah, sí. Ahora lo veo. ¿Qué es?
GROUCHO: No tengo ni la más remota idea. Supongo que un edificio.
MUJER: Es usted un guía magnífico. Sé yo más de esta ciudad que usted.
CHICO: Claro, señora, pero es que usted ya ha estado antes aquí.
MUJER: Ya sabía yo que usted no conocía la ciudad.
GROUCHO: ¿Piensa usted que no conozco esta ciudad? Pues bien, le diré que ésta es la zona residencial más selecta de la ciudad. A su derecha, la fábrica de gas. A su izquierda, el basurero municipal, donde pararemos a la vuelta para comer. Y aprovechando que estamos allí, podremos tirar a Ravelli.
MUJER: ¡Conductor! ¡Conductor! ¿Dónde vamos? Parece que salimos de la ciudad.
GROUCHO: ¡Ya lo creo! Ravelli, ¿cómo se le ha ocurrido semejante cosa? Pare y dé la vuelta.
CHICO (susurra): Oiga, jefe, que no sé parar.
GROUCHO (susurra): ¿Qué quiere decir con que no sabe parar?
CHICO: Sí que sé parar, pero no puedo parar este trasto. Se me olvidó decírselo antes; los frenos de este vehículo no están bien. Me parece que se han roto.
GROUCHO: Bueno, tal vez le sería más fácil si levantara el pie del acelerador.
CHICO: El acelerador también está roto.
GROUCHO: ¿Hay algo en este vehículo que no esté roto?
CHICO: Claro que sí, jefe, el volante; pero no funciona.
GROUCHO: Ahora, señoras, volvamos a la charla. En estos momentos, dejamos la ciudad y nos dirigimos a campo abierto. Mientras circulamos hacia lo desconocido, nos acercamos a uno de los últimos símbolos de la civilización: un carro de carbón.
MUJER: ¡Cuidado, conductor! Casi choca contra ese cargamento de carbón.
CHICO: No se preocupe, señora, no nos hubiéramos hecho daño. ¡Sólo es carbón vegetal!
(Sube la música.)
(Ruido de autocar.)
MUJER: ¡Conductor, conductor! ¿Vamos a volver a la ciudad o no? Hace horas que circulamos por el campo y las chicas y yo tenemos que coger el tren.
CHICO: Muy bien, señora, usted encuentre el tren y ya lo perseguiré.
MUJER: Insisto en que nos lleven de vuelta. Debemos de estar a muchas millas de la ciudad. ¿Cómo se llama ese pueblo que acabamos de atravesar?
GROUCHO: No se preocupe por los detalles, señora. Lo que quiero saber es en qué estado estamos.
MUJER: ¡Qué vergüenza! El sol se está poniendo. Dentro de una hora ya será de noche.
GROUCHO: ¿Y es eso culpa nuestra? Ravelli, estas mujeres me están poniendo malo. ¿No puede parar el autocar y tirarlas?
CHICO: No. Ahí hay un cartel que dice: «Prohibido arrojar basura».
MUJER: ¡Conductor, conductor! Nos acercamos a un paso sin barrera. El cartel dice: «Paren, miren y escuchen».
CHICO: Bueno, señoras, pueden ustedes mirar y escuchar lo que quieran, pero no podemos parar.
GROUCHO: Ravelli, ojo con los baches. Vamos a pasar la vía.
(El autocar se para.)
CHICO: Mire, jefe, ¡es maravilloso! He conseguido parar el autocar. Soy un chico listo, ¿eh?
MUJER: Ha parado usted justo en medio de la vía. Dé marcha atrás. Arranque. Salga de ahí. Está usted en la vía.
GROUCHO: Tómeselo con calma, señora. La cabeza de Ravelli siempre ha estado en vía muerta.
(Silbato del tren a lo lejos.)
MUJER: ¡Rápido! ¡Rápido, viene un tren! ¡Salga de los raíles!
(El autocar se pone en marcha, el tren pasa a toda velocidad.)
GROUCHO: Bueno, ese maquinista no olvidará así como así el susto que le hemos dado.
MUJER: ¡Dios mío! ¡Qué espanto!
GROUCHO: Nada de espanto; era un expreso.
MUJER: Este incidente me ha echado diez años encima.
CHICO: Eso es imposible, señora. No hay nadie tan viejo.
GROUCHO: Bueno, Ravelli, ¿qué le parece si paramos y damos la vuelta?
CHICO: No puedo hacerlo.
GROUCHO: ¿Qué quiere decir? Lo ha parado hace un minuto.
CHICO: Sí, jefe, pero no sé cómo lo hice.
MUJER: ¡Es intolerable! No podemos continuar así. Primero nos saca al campo, y luego pone en peligro nuestras vidas.
GROUCHO: Señora, me sentiría feliz si pudiéramos hacer parar o bien el autocar o bien sus graznidos.
MUJER: ¡Pero mire en qué bosque nos estamos metiendo! ¡Es espantoso!
CHICO: ¡Ojalá pudiera acordarme de lo que hay que pisar para parar este autocar!
MUJER: ¡Pero si estamos en pleno bosque! Ha anochecido. Chicas, mirad hacia atrás, ¡se nos viene encima una tormenta!
CHICO: ¿Dónde, señora? ¿Por dónde?
GROUCHO: Ravelli, Ravelli, esté alerta. Vigile por dónde va. (Choque, colisión.) Bueno, Ravelli, ésa ha sido una buena forma de parar.
CHICO: Oiga, jefe, no me gusta tener que decírselo porque se pone siempre como un loco, pero me parece que le hemos dado a un palo de telégrafos y tengo la impresión de que nos lo hemos cargado.
GROUCHO: No se preocupe. Aunque sea un palo para alguien, para nosotros no es un palo porque no es nuestro palo.
MUJER: ¿No puede tener más cuidado? ¿Por qué no mira usted por dónde va?
GROUCHO: Ravelli, me parece que ya sé cuál es el problema. Tenemos los neumáticos desinflados
CHICO: Espere un momento, jefe; voy a mirar… Pues no, no tenemos los neumáticos desinflados.
GROUCHO: Así que le parece que no, ¿eh? ¿Y cómo llamaría usted a estas damas?
MUJER: Bueno, ¿a qué esperamos? Nos sube a este vehículo y nos saca precipitadamente de la ciudad, conduce como un loco y luego se para en este lugar solitario justo cuando se nos viene encima una tormenta. ¿Qué piensa hacer al respecto?
GROUCHO: Mire, estoy tan harto de esto como usted. Vamos, Ravelli. Hay que salir de aquí. ¡Deprisa! Pise el acelerador y arranque el trasto.
CHICO: O.K., jefe.
(Ruido metálico, rotura de cristal, batacazo.)
GROUCHO: Oiga usted, imbécil, ¿cómo se le ha ocurrido semejante idea?
CHICO: Usted me dijo que pisara el acelerador y lo arrancase.
GROUCHO: Ya lo sé. Pero no le dije que rompiese el parabrisas con él.
(Trueno.)
MUJER: Va a ponerse a llover de un momento a otro.
GROUCHO: Bueno, después de la lluvia estarán más limpias.
MUJER: Me parece que nos hemos perdido.
GROUCHO: Cállese, señora. No estaremos perdidos mucho tiempo. Hay un cartel ahí mismo, junto al vehículo. Ravelli, salga y mire lo que pone.
CHICO: No veo lo que pone, jefe. Está muy oscuro.
GROUCHO: Vamos, vamos, si no lo ve desde ahí abajo, trepe y léalo.
CHICO: O.K., jefe. Allá voy.
(Pausa.)
GROUCHO: Bueno, Balboa, ¿qué pone?
CHICO (desde arriba): Ya lo tengo, jefe. Me parece que pone: «Verdura fresca».
GROUCHO: ¿Verdura fresca? ¿De qué va la broma?
CHICO: ¡Ah! Me he equivocado. Pone: «Pintura fresca.»
GROUCHO: ¡Buen trabajo, Ravelli! Quédese ahí arriba hasta que se seque.
(Trueno.)
MUJER: ¡Dios mío! Mírenle, está cubierto de pintura. ¡Vaya facha!
CHICO: ¿No quería usted ver fachadas? Pues aquí me tiene.
(Empieza a llover.)
MUJER: Está lloviendo. Es terrible. Lejos de casa y lloviendo.
CHICO: ¿Y qué más da? También debe de estar lloviendo en casa.
MUJER: Conductor, nos estamos quedando heladas.
GROUCHO: Pues si ahora se están quedando heladas, ya verán cómo estarán cuando les pasemos la factura.
MUJER: Por lo menos podían ustedes poner el techo. ¡Deprisa!
GROUCHO: Vamos, Ravelli. Usted coja este lado, ese otro… y la parte de atrás también. Mientras, yo vigilaré.
CHICO: Está bien, yo le ayudaré a vigilar, pero usted tiene que ayudarme a colocar el techo.
GROUCHO: Me encantaría, pero me temo que es una capota individual.
CHICO: O.K. Empujaré.
GROUCHO: Eso es. Ahora… empuje hacia arriba. Tenga cuidado con el lado. Despacio. No se hernie. Acuérdese de mi operación.
MUJER: ¡Deprisa, deprisa! Estamos como una sopa.
CHICO: Sí, como una sopa aguada. Buena broma, ¿eh?
GROUCHO: Ahí va… ahí va.
(Se oye un tremendo desgarrón, ruido fortísimo de la lona al desplomarse, gritos ahogados de las mujeres.)
MUJER (con voz ahogada): ¡Socorro! ¡Socorro! Nos asfixiamos. Se nos ha caído la capota encima. Levántenla.
GROUCHO: Oiga, ¿es que no hay modo de tenerlas contentas? Me están entrando ganas de mandar todo este asunto al traste.
CHICO: Eh, jefe, ¿dónde se han metido las viejas?
GROUCHO: Están debajo de la capota, Ravelli. Oiga, esto se está convirtiendo en un circo. Salga y cómpreme unos cacahuetes.
MUJER: Quítennos esto de encima. ¡Deprisa! ¡Deprisa!
GROUCHO: Está bien, está bien.
(Sonido de la lona agitándose.)
GROUCHO: ¿Cómo se sienten ahora, señoras?
MUJER: ¿Qué están intentando hacernos? ¿Es que pretenden ahogarnos?
CHICO: Jefe, es una idea magnífica ¿Cómo se le ocurrió?
GROUCHO: Es mi instinto maternal reprimido.
LOS DOS (a la vez): ¡Buena broma!, ¿eh?
CHICO: Mire el agua de la carretera. Está subiendo.
GROUCHO: Es cierto, Ravelli. Eche el ancla antes de que empecemos a ir a la deriva.
CHICO: No tenemos ancla. Echaré a una de estas señoras.
MUJER: Insisto en que ponga el vehículo en marcha inmediatamente.
GROUCHO: Muy bien, señora. Lo único que tiene que hacer todo el mundo es salir y empujar. ¡Vamos! Que nadie se esconda. Todo el mundo afuera. Volveremos a la ciudad en seguida. (Las mujeres protestan.) Vamos, Ravelli, suba. Usted y yo conduciremos este vehículo hasta la carretera.
(Las mujeres gruñen y refunfuñan.)
CHICO: ¡Eh, jefe!, se está moviendo. ¡Se mueve!
GROUCHO: Vamos, chicas, empujad fuerte. Podéis hacerlo mejor.
MUJER (jadeando): Conductor, ¿hasta dónde tenemos que empujar este autocar?
GROUCHO: Señora, si hay suerte, encontraremos una ciudad en unos quince o veinticinco kilómetros. Y me gustaría que se dieran prisa. Ravelli y yo nos estamos calando en este asiento de aquí arriba.
MUJER: ¿Qué? ¿Quiere decir que no pueden arrancar el vehículo?
CHICO: No, señora, más vale que vuelva usted atrás y empuje un poco más.
MUJER: No les empujaremos ni un metro más. ¡Animales!
GROUCHO: ¡Muy bien, señora! En ese caso me temo que tendrán que ir andando.
MUJER: ¿Ir andando desde aquí? Jamás había oído nada igual. Nos sacan a dar un paseo en autocar y esperan que volvamos andando a casa.
GROUCHO: ¿De qué se queja? Me apuesto lo que quieran a que ésta es la primera oportunidad que tienen unas focas de volver a casa andando después de un chapuzón.
(Sube la música.)
COLOFON
GROUCHO: Señoras y caballeros, mi hermano Chico quiere hacer unas cuantas observaciones sobre los problemas de las granjas. Chico, cuando quieras me haces señas para empezar.
CHICO: No, las señas ya las doy yo. Vivo en el 661 de Maine Street.
GROUCHO: Estás diciendo mi papel. Está claro que habría que restringir la inmigración. Pon atención, estúpido. Se supone que tienes que hablar sobre las granjas: maquinaria, vacas, cerdos…
CHICO (recordando de repente): ¡Ah, sí, los cerdos! ¿Saben una cosa, señoras y caballeros? El primer tipo que se le ocurrió llamar cerdos a los cerdos sabía lo que se hacía. Porque los cerdos son verdaderamente unos cerdos.
GROUCHO: Bueno, me parece que eso lo dice todo. Excepto tu boca. Pero ya se ocuparán de ella mis pies.
CHICO: ¡Bah, Groucho, no te pongas así! Mira, te voy a llevar a una fiesta sorpresa que va a dar un tipo de nuestro edificio.
GROUCHO: No puedes llevarme a esa fiesta sorpresa. No me han invitado.
CHICO: No importa. Si apareces, la sorpresa será mayor. Te gustará el tipo para el que dan la fiesta. Ha dado la vuelta al mundo en barco, y me han dicho que en cada puerto tenía una distinta.
GROUCHO: No me interesa la variedad. Lo que me interesa es que en cada puerto haya Esso, la gasolina más poderosa, y Essolube, el aceite hidrorrefinado para vehículos.
CHICO: Lo que a mí me interesa es dar las buenas noches.
LOS DOS (cantando): Buenas noches, señoras…
(Sintonía musical.)