Episodio n.° 12 13 de febrero de 1933
FIVE STAR THEATRE
PRESENTA
FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL
Reparto
Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel
Chico Marx como Emmanuel Ravelli
Miss Dimple
Vendedor
Bardwell
Gasolinero
Crookley
Slim
Buck
Alguacil
Juez
Secretario
Fiscal Del Distrito
(Ruido de máquina de escribir; suena el teléfono.)
MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… No, Mr. Flywheel no ha llegado aún. Está en el juzgado tratando el caso de su marido… Sí… sí… (Se abre la puerta.) Un momento… aquí está… (A GROUCHO): Mr. Flywheel, Mrs. Watson está al teléfono.
GROUCHO: Muy bien, ahora precisamente la iba a llamar. (Jovial.) Hola, ¿Mrs. Watson? Ah, sí, quería decírselo… Le cayeron cinco años de cárcel… Pero no se preocupe, Mrs. Watson, tengo una sorpresa muy agradable para usted. Le voy a rebajar el diez por ciento de la factura… Adiós. Miss Dimple… (Cuelga el teléfono.) Miss Dimple, ponga ese listín en la biblioteca. Esta oficina no es lugar para ratas sabias.
MISS DIMPLE: Sí, Mr. Flywheel.
GROUCHO: ¿Ha llegado el correo esta mañana?
MISS DIMPLE: Sí, hay una carta de la empresa de máquinas de escribir. Dicen que no ha pagado todavía la máquina de escribir.
GROUCHO: ¿Y por qué iba yo a pagar la máquina de escribir?. Usted es quien la usa.
MISS DIMPLE: Pero Mr. Flywheel, yo…
GROUCHO: No importa. Mande una carta a esos miserables oportunistas. Veamos… Caballeros… Yo nunca pedí esa máquina de escribir. (Pausa.) Si lo hice, ustedes no la mandaron… Si la mandaron, yo no la recibí… Si la recibí, la pagué… Y si no lo hice, no lo haré. Con mis mejores deseos…
MISS DIMPLE: ¿Algo más, Mr. Flywheel?
GROUCHO: Sí… Amor y besos. Pero no se los mande. Son para usted… Y, ahora… una carta a la Peerless Building Supply Company. (Pomposamente): Caballeros, no aceptaré ni un centavo menos de cincuenta dólares por la instalación eléctrica de mi oficina. En caso de no tener noticias suyas, daré por hecho que no desean pagar más de doce dólares… Por tanto, y a fin de no perder más tiempo, aceptaré los doce dólares.
MISS DIMPLE: ¡Pero Mr. Flywheel! ¡No puede usted vender la instalación eléctrica! ¡Es propiedad del casero!
GROUCHO: Bueno, debería estar contento. Vendo su instalación eléctrica para poder pagarle su alquiler… Oiga, dígale a Ravelli que empaquete la araña del techo.
MISS DIMPLE: ¿A Mr. Ravelli? No ha llegado todavía.
GROUCHO: Bueno, pues cuando venga, será mejor que le diga que se haga otro seguro de incendio. Le voy a bajar los humos.
(Se abre la puerta.)
MISS DIMPLE: Mire, aquí llega. Hola, Mr. Ravelli.
CHICO: Hola, Miss Dimp. Hola, jefe.
GROUCHO: Ravelli, ¿se da usted cuenta de que llega media hora tarde?
CHICO: No pude evitarlo, Mr. Flywheel. Me caí rodando por las escaleras.
GROUCHO: ¿Me va a decir que le costó media hora bajar rodando las escaleras? No me creo ese cuento.
CHICO: Muy bien, si no se cree ese cuento, le contaré otro… he llegado tarde porque tuvimos problemas de dinero en casa.
MISS DIMPLE: ¿Problemas de dinero, Mr. Ravelli?
CHICO: Ya lo creo. Mi hermano pequeño se tragó una moneda.
MISS DIMPLE: ¿De veras? ¿Y qué hicieron?
CHICO: Pues como su cumpleaños es la semana que viene, le dejé que se quedara con ella.
GROUCHO: Venga, deje de parlotear y limpie mi mesa de despacho.
CHICO: La limpié ayer… De ahí saqué la moneda.
(Golpe en la puerta.)
MISS DIMPLE: Adelante.
GROUCHO: Ravelli, me voy a mi despacho. Cuando vuelva no quiero pillarle ganduleando.
CHICO: Vale. Pero si usted no quiere pillarme ganduleando, será mejor que silbe antes de entrar.
(Golpe en la puerta.)
MISS DIMPLE: Adelante, he dicho. (Entra alguien; a CHICO): Mr. Ravelli, creo que es un vendedor.
VENDEDOR (muy airoso): Bien, bien, bien. Precisamente lo que quería ver… una oficinita laboriosa con bonitas caras sonrientes.
CHICO: ¡Bah, cállese!
VENDEDOR: Ah… hum… hum… Verá, disculpe, soy representante de la Compañía Excelsior de Mercancías Puertaa-Puerta…
CHICO: Aquí no hay nadie que se llame así. Esto es el despacho de Mr. Flywheel.
VENDEDOR: No me entiende. Si me concede unos minutos de su tiempo, le enseñaré un magnífico surtido de corbatas, navajas de afeitar de seguridad, tónico capilar… Escuche, permítame que le diga algo sobre este tónico. Es auténtico.
CHICO: De acuerdo. Déjeme probarlo.
VENDEDOR (intentando ser paciente): No, no, espere que termine de explicarle. Antes de empezar a usar este tónico, me estaba quedando sin pelo…
CHICO: Pues no es que ahora tenga demasiado.
VENDEDOR: Pruébelo sólo una vez. Garantizamos cada una de las botellas.
CHICO: La botella tiene buena pinta, pero me parece que lo de dentro no es bueno… Oiga, ¿cuánto vale esa corbata?
VENDEDOR: Ya que se ha fijado en ella, se la vendo por un dólar.
CHICO (incrédulo): ¿Un dólar?
VENDEDOR: Sí, hermano, y a ese precio es un regalo.
CHICO: Oiga, si fuera un regalo me la llevaría gratis.
VENDEDOR: Un dólar y la corbata es suya. Mire, yo la compré a noventa y cinco centavos.
CHICO: Y si usted la compró a noventa y cinco, ¿por qué tengo yo que pagar un dólar?
VENDEDOR: Hombre, los cinco centavos son mi ganancia. Sabe usted, tengo esposa que alimentar.
CHICO: ¿Y se cree usted que le voy a ayudar a alimentar a su mujer? A la mía no la alimenta nadie… ni siquiera yo. Le diré una cosa, usted me deja la corbata y yo le enviaré los noventa y cinco al cementerio Woodlawn.
Chico, Zeppo, Groucho y Harpo rodean un micrófono indefenso en esta fotografía alrededor de 1933.
VENDEDOR (indignado): ¿Al cementerio Woodlawn? Esa no es mi dirección.
CHICO: Bueno, lo será cuando yo le mande los noventa y cinco centavos. (Ríe.) Buen chiste, ¿eh?
VENDEDOR (furioso): Bah, ya veo que aquí estoy perdiendo el tiempo.
CHICO: Pues sí que le ha costado darse cuenta.
VENDEDOR: ¡Adiós!
(Portazo.)
GROUCHO (desde la otra puerta): ¿Ha venido alguien?
CHICO: Y tanto, un chico muy listo. Quería cinco centavos y me decía que era por su mujer.
GROUCHO: ¿Cinco centavos por su mujer? Pues es bastante barato… ¿Y era guapa?
(Golpe en la puerta.)
CHICO: Vamos, pase.
(Se abre la puerta.)
BARDWELL: Mr. Flywheel. Permítame que yo mismo me presente. Soy Bertram T. Bardwell. Imagino que ha oído usted hablar de mis obras de caridad y mi lucha contra la delincuencia.
GROUCHO: Oh, sí. Llevo un montón de años oyendo hablar de usted y estoy empezando a estar hasta las narices.
BARDWELL: En fin, bueno… yo estaba en el juzgado esta mañana cuando su conmovedor discurso al jurado envió para cinco años a ese hombre a la cárcel, que es donde tiene que estar.
GROUCHO: ¿Mi discurso le envió a la cárcel? (Se ríe.) Les gasté una buena broma a los del jurado. Yo era el defensor de ese tío.
BARDWELL: Un momento, Mr. Flywheel. Permítame hacerle una pregunta.
CHICO: Eh, yo también quiero preguntarle una cosa, jefe. ¿A qué animal le gusta la suciedad, siempre juega en el barro y come de todo?
GROUCHO: Esta vez sí que lo sé, Ravelli. A usted.
CHICO (frustrado): Ahhh… se lo ha dicho alguien.
BARDWELL (disgustado): Mr. Flywheel, mi organización está librando una batalla sin tregua contra los maleantes en esta ciudad y me parece que usted es un hombre que puede ayudarnos a hacer una buena limpieza de ellos.
CHICO: ¿Y por qué los vamos a limpiar? Que sigan sucios.
GROUCHO: Bien dicho, Ravelli.
BARDWELL: Miren, caballeros, mi grupo está decidido a librar a la ciudad de su enemigo público n.° 1, Big Joe Crookley. Aunque el propio Crookley se esconde, ha organizado el gran negocio del crimen. En realidad, algunos de sus gangsters tienen una oficina a sólo dos puertas de aquí.
GROUCHO (dramáticamente): Bardwell, yo soy la persona que buscaba. Esta ciudad no es lo bastante grande para alojar a la vez a una banda de gangsters y a mí, Waldorf T. Flywheel. Por eso pensamos abrir un gran hotel la primavera que viene.
CHICO: Jefe, déjemelo a mí. Ravelli es un chico listo. Me acercaré a esa oficina y les diré a esos gangsters que se vayan.
GROUCHO: Una idea excelente, Ravelli. Pero espere un momento. Lleva el sombrero al revés.
CHICO (desde la puerta): Es que aún no sé hacia qué lado voy. Por cierto; si ve a mi hermano, le dice que me espere.
GROUCHO: Yo no conozco a su hermano.
CHICO: No se me había ocurrido. Vale, pues le dice que no me espere. Adiós.
(Se cierra la puerta.)
BARDWELL: Mr. Flywheel, veo que es usted un hombre de acción. Cuando pase un cierto tiempo, me gustaría poder captarle para nuestras obras de caridad.
GROUCHO: Obras de caridad… Hummm… Bardwell, yo no soy el tipo de individuo al que le gusta hablar de sus buenas obras, pero le interesará saber que envío cheques sustanciosos a varias organizaciones de beneficencia y que estas organizaciones ni siquiera saben que el dinero lo mando yo.
BARDWELL (preguntando con suavidad): Pero Mr. Flywheel, no lo entiendo. ¿No pueden saberlo por la firma de los cheques?
GROUCHO: No, no, soy tan modesto que ni siquiera firmo los cheques.
MISS DIMPLE: ¡Mire, Mr. Flywheel! ¿Qué es esto? Alguien ha introducido una nota debajo de la puerta.
GROUCHO: Pues levante la puerta y cójala.
MISS DIMPLE: Dice… ¡ay, Dios mío! Es de los gangsters de Crookley. Han secuestrado a Mr. Ravelli por meterse en sus asuntos.
BARDWELL: ¿Secuestrado?
MISS DIMPLE: Escuchen esto: «A no ser que nos envíen diez mil dólares, mataremos a Emmanuel Ravelli».
BARDWELL: ¿Lo matarán? Mr. Flywheel, ¿qué vamos a hacer?
GROUCHO: Tranquilo, Bardwell. Miss Dimple, mande esta carta a Big Joe Crookley. «Querido Joe: He recibido su carta del día cinco del corriente, en la que manifiesta que a menos que envíe diez mil dólares matará a Ravelli. No tengo el dinero pero la propuesta suena muy atractiva. Envíe más detalles.»
(Sube la música.)
(Golpe en la puerta; el segundo golpe más fuerte.)
SLIM (murmullo ronco): ¿Quién está ahí?
CROOKLEY: Abre la puerta. Soy yo, Crookley.
SLIM: O.K., jefe. Estaba asustado pensando que podía ser la poli.
CROOKLEY: Pues no te asustes. La poli no encontrará este escondite. ¿Dónde está ese tipo, Ravelli?
SLIM: Está ahí dentro, comiendo. Es lo único que ha hecho desde que le agarramos hace una semana. Oiga, jefe, ¿cree usted que el abogado ese, Flywheel, va a traernos la pasta?
CROOKLEY: Creo que sí. Debe de estar viniendo hacia aquí.
SLIM: Oiga, ¿y si trae a la poli?
CROOKLEY: No te preocupes. No soltará prenda. Ya le dije a Flywheel lo que tenía que hacer. Y ahora tendré una pequeña charla con Ravelli.
SLIM: Por aquí, jefe. (Abre la puerta.)
CROOKLEY: ¿Qué hay, Ravelli? (Ruido de platos.) Ravelli, deja ese plato. Te estoy hablando.
CHICO (animado): Hola, Mr. Crookley. Siéntese y tome un trozo de empanada. Me acabo de comer tres trozos y no quiero comer más.
CROOKLEY: ¿Cómo?
CHICO: Pues claro, si como demasiada acabaré con una empanada mental.
CROOKLEY: Escucha una cosa, incauto. Te hemos tratado de maravilla, y ¿sabes por qué? Porque si Flywheel no aparece hoy con los diez mil del ala, no vas a vivir mucho tiempo.
CHICO: Pero ¿está usted bien de la cabeza? ¿Por qué piensa que no voy a vivir si me encuentro estupendamente? Me parece que voy a comer un poco más de empanada.
(Golpe en la puerta.)
CROOKLEY: ¿Quién es?
SLIM: Oiga, jefe, viene un tipo. Me parece que es el tal Flywheel.
CHICO: ¿Flywheel? No le deje entrar hasta que esconda la empanada.
CROOKLEY: Tráele aquí.
SLIM (desde lejos): O.K., jefe… Por aquí, amigo.
CROOKLEY: Bien, Flywheel, yo…
GROUCHO: Déjese de formalidades. ¿Cuándo van a matar a Ravelli?
CHICO (asustado): Eh, jefe. ¿Eso es lo que quieren hacer?
GROUCHO: No se asuste, Ravelli. Lo tengo todo arreglado. He escrito una nota de despedida a su esposa y enviado flores a su amiguita. También he dispuesto un encantador funeral sencillo y tranquilo. Habrá ocho coches para su familia y una motocicleta para sus amigos.
CROOKLEY: Déjate de rodeos, Flywheel. ¿Has conseguido el dinero?
GROUCHO: Por supuesto que he conseguido el dinero, pero por desgracia tuve que gastármelo en el funeral de Ravelli.
(Golpe en la puerta.)
CROOKLEY: Adelante.
SLIM: Eh, jefe, tengo que hablar con usted.
CROOKLEY: Vale, ahora mismo voy. Escucha, Flywheel: tú y Ravelli no os mováis de aquí… Por aquí, Slim. ¿Qué pasa?
SLIM (susurra en voz ronca): Jefe, Butch acaba de llamar y dice que será mejor que escondamos a esos dos tíos. La poli anda cabreada con lo del secuestro… y pueden sospechar de usted.
CROOKLEY (en voz baja): O.K. Trataré de hacerme con la pasta y me libraré de esos dos.
SLIM (susurrando): Vale… (Retrocede.) Puede que sea lo más prudente, jefe.
(La puerta se abre y se vuelve a cerrar.)
CROOKLEY: Escucha una cosa, Flywheel, olvídate de esos diez mil. Dame cinco de los grandes y Ravelli se puede largar con viento fresco.
CHICO: No, prefiero quedarme. Detesto las corrientes.
CROOKLEY: Bien, ¿y qué hay de esos cinco mil?
GROUCHO: ¿Cinco mil? Crookley, ¿no puede arreglárselas con tres mil?
CROOKLEY: De acuerdo, me arreglaré con tres mil.
GROUCHO: Así se habla, Crookley. Y ahora, si usted se las arregla con dos mil, yo me las arreglaré con mil… No tengo los mil en efectivo pero le firmaré una letra a treinta días, y si no se la pagan entonces puede quedarse con la letra.
CROOKLEY: Ya estoy harto. Os doy exactamente cinco minutos para decidiros. Cuando vuelva, o aflojáis la pasta o tenéis las horas contadas, ¿entendido? Y eso va por los dos. (Retrocediendo.) Así que decidíos.
(Se cierra la puerta.)
CHICO: Jefe, estamos en un aprieto. ¿Qué vamos a hacer?
GROUCHO: Antes que nada, Ravelli, me parece que voy a comerme otro pedazo de esta empanada. Tómese usted también otro trozo.
CHICO: Gracias, jefe, pero estoy lleno.
GROUCHO: Bueno, pues guárdatela en los bolsillos.
CHICO: También los tengo llenos.
(Golpe en la puerta.)
CHICO: (susurrando): ¡Es Crookley!
GROUCHO: ¿Crookley? Seguramente nos trae el reloj para contar las horas.
CROOKLEY (al otro lado de la puerta): Eh, vosotros, mejor será que os deis prisa. Os quedan dos minutos.
GROUCHO: Ravelli, esto hay que pensárselo mucho.
CHICO: Eh, jefe, tengo una idea.
GROUCHO: ¡Cállese! ¡No me deja oírme cuando hablo!
CHICO: Está bien. No se pierde usted gran cosa. (De repente.) Oiga, hace frío en esta habitación.
GROUCHO: Sí, hace un poco de fresco. Mire lo que marca el termómetro.
CHICO: Bah, no se puede hacer caso de este termómetro. Un día marca quince y al día siguiente, dieciocho; no vale para nada.
GROUCHO: Lo lógico sería que estuviera a veintiuno.
CHICO: Eso tiene fácil arreglo. Enciendo una cerilla debajo y mire.
(Se oye encender una cerilla.)
GROUCHO: ¡Ravelli! ¡Tenga cuidado con esas cortinas!
CHICO: ¡Jefe! Están ardiendo ¡Mamma mía! ¡Mire qué fuego!
GROUCHO (llamando en voz alta): ¡Eh, Crookley!
CROOKLEY (al otro lado de la puerta): ¿Qué pasa?
GROUCHO: ¿Puedo usar su teléfono?
CROOKLEY: ¿Te crees que estoy loco?
GROUCHO: Primero responda a mi pregunta. ¿Puedo usar su teléfono?
CROOKLEY (despectivamente): Sí, para avisar a la poli, ¿no?
GROUCHO: Ni por lo más remoto; sólo quería llamar a los bomberos, y preguntarles dónde está la alarma más próxima… Crookley, no quiero ser agorero, pero su casa está ardiendo.
CROOKLEY (desde fuera): ¿Qué? ¿Qué significa eso? (Se abre la puerta, la voz de CROOKLEY se acerca al micro.) ¿Pero qué habéis hecho?… ¡Slim! ¡Buck!
SLIM y BUCK (desde fuera; nerviosos): ¿Qué sucede? ¿Qué pasa?
CROOKLEY: ¡Rápido! Traed agua.
GROUCHO: La mía que sea con gas.
CHICO: Y yo tomaré otro poco de empanada. Eh, me sé una canción sobre la empanada. (Empieza a cantar.) … «Una casita chiquitita en Panadá…»
GROUCHO: Oiga, Crookley, ¿por qué no llama a los bomberos? Me conozco a los chicos del Coche de Bomberos 78. Dígales que se traigan una baraja de pinacle.
CROOKLEY: ¡Ni hablar! No quiero a la poli ni a los bomberos husmeando por aquí.
CHICO: Tiene razón, jefe. Ya no vale la pena llamar a los bomberos. La casa está ardiendo por los cuatro costados.
GROUCHO: Ravelli, ¡abra las ventanas!, ¡abra las ventanas! ¡El humo me está ahogando!
CHICO: Y tanto, aquí hay una humareda terrible. Será mejor que apague el puro.
SLIM: ¡Chicos! El fuego se extiende rápidamente. Mejor será largarse de aquí.
CHICO: En, Mr. Flywheel, yo me sé un buen sitio donde ir.
GROUCHO (nervioso): ¿Dónde, Ravelli, dónde?
CHICO: A Panadá. O lo que es lo mismo, a Canadá o Panamá. (Se ríe.) Tela, ¿eh, jefe?
(Se acercan coches de bomberos y sirenas de policía.)
CROOKLEY: ¡Slim! ¡Buck! ¡Son los bomberos… y la poli también! Cuidado con el escalón.
(Golpe violento en la puerta; rotura de cristales.)
VOCES: ¡Por aquí!… ¡Creo que hay alguien ahí dentro!
SLIM: ¡Corre, Crookley! Mejor será que te escabullas.
CROOKLEY: No te preocupes, Slim. Los polis de por aquí no me conocen. Escucha, Flywheel, nada de soltar que soy Joe Crookley o ya sabes lo que te espera.
GROUCHO: Cuente conmigo, muchacho. Me cuidaré de que no se mencione su nombre… ¡Policía! ¡Policía!
OFICIAL: ¿Qué pasa?
GROUCHO: Quiero que conozca a Emmanuel Ravelli, el tipo que empezó el fuego…
OFICIAL: ¿Qué?
GROUCHO: Y antes de que se me olvide: cuando informe sobre este incendio, no mencione el nombre de Joe Crookley porque hay orden de detención contra él. (Nerviosismo.)
(Sube la música.)
(Murmullo de conversación; golpes de maza.)
ALGUACIL: Silencio en la sala… Su señoría, el juez… Pónganse en pie.
SECRETARIO (en tono monótono): Atención, atención, atención, el juzgado municipal inicia la vista hasta que se levante la sesión.
(Zumbido de conversación.)
JUEZ (golpea con la, maza): ¿Cuál es el caso siguiente, secretario?
SECRETARIO: Su señoría, es la audiencia preliminar del caso de Joseph «Big Joe» Crookley, acusado del secuestro de Emmanuel Ravelli.
JUEZ: Proceda con la vista.
BARDWELL: Su señoría, quisiera pronunciar unas palabras en nombre del Comité de Ciudadanos Contra el Crimen.
JUEZ: Desde luego, Mr. Bardwell.
BARDWELL: Mi organización considera este caso enormemente significativo y desea hacer constar desde esta corte su reconocimiento a Mr. Flywheel por su noble, valiente y cívica acción al poner en manos de la justicia al enemigo público número uno, Joe Crookley.
(Aplausos.)
GROUCHO: Gracias, amigos. Gracias… He esperado y luchado mucho tiempo por recibir este honor. Porque yo empecé yendo descalzo por las calles…
CHICO: Eso no es nada, jefe. Cuando yo nací estaba desnudo.
(Golpes de maza.)
JUEZ: Caballeros, la corte desea que se prosiga con el caso.
GROUCHO: Muy bien, su señoría. Si usted y Ravelli mantienen la boca cerrada, proseguiré… Como estaba a punto de decirles, antes de que el juez metiera las narices, cuando yo era un niño de corta edad me dejaron en un orfanato…
CHICO: ¿Que le dejaron un orfanato? ¿Y qué hizo con él?
(Golpes de maza.)
JUEZ: ¡Mr. Flywheel! La corte le ordena que se siente. Y ahora, señor fiscal del distrito, proceda con la acusación.
FISCAL DEL DISTRITO: Si su señoría lo tiene a bien, el Comité de Ciudadanos ha solicitado a la oficina del fiscal del Estado que permita a Mr. Flywheel hacerse cargo de la acusación, dado su espléndido trabajo al perseguir y atrapar a Joe Crookley.
JUEZ: Muy bien. Joseph Crookley, ¿dónde está su abogado?
CROOKLEY: Juez, he ofrecido un montón de dinero, pero no he podido encontrar en toda la ciudad un abogado con suficiente energía para encargarse de mi caso. He llegado a ofrecer hasta cinco mil pavos.
GROUCHO (dando un bote, emocionado): Un momento, su señoría. Ahora no hablo como Flywheel el abogado sino como Flywheel el hombre, el defensor de los derechos humanos. En un tribunal de justicia, su señoría, todos los hombres tienen ciertos derechos inalienables. Todo hombre tiene derecho al asesoramiento y consejo de un abogado, especialmente si ese hombre tiene cinco mil pavos. Crookley, yo me haré cargo de su caso. Suelte los cinco mil pavos del ala.
(Murmullo en la sala.)
JUEZ: Mr. Flywheel, la corte tenía la impresión de que usted iba a acusar a Crookley.
GROUCHO: Bueno, yo también la tenía… hasta que oí lo de los cinco mil. Empecemos con la vista. El primer testigo de la defensa es Emmanuel Ravelli.
JUEZ: Mr. Flywheel, no puede llamar a Ravelli como testigo de la defensa. El es la supuesta víctima del secuestro.
GROUCHO: ¡Ah, con que ésa es la historia que ha estado difundiendo! Pues bien, Ravelli es un mentiroso.
CHICO: Eh, ¿qué pretende usted llamándome mentiroso?
GROUCHO: Usted es un mentiroso. Yo no le he llamado mentiroso… le he llamado Ravelli ¿Lo ve, su señoría? No dice la verdad ni bajo juramento. Ravelli, levántese y venga aquí a prestar juramento.
CHICO: O.K., jefe.
(Maza.)
SECRETARIO: ¡Orden! ¡Orden! Emmanuel Ravelli, ¿jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
CHICO (molesto): Oiga, ¿quiere que me quede sin trabajo?
GROUCHO: Emmanuel Ravelli, ¿dónde nació usted?
CHICO: Yo no nací. Tenía madrastra.
JUEZ: Vamos, vamos, Mr. Ravelli, diga a la corte cuándo es su cumpleaños.
CHICO: ¿Para qué lo quiere saber, juez? Usted no me va a comprar nada.
GROUCHO: Ravelli tiene razón, su señoría. Usted no ha comprado nada desde que compró el cargo que ocupa.
JUEZ: Mr. Flywheel, la corte no tendrá en cuenta su comentario.
CHICO: Eh, juez, eso es lo que me pasa a mí.
JUEZ: ¿El qué?
CHICO: Que nunca tengo cuenta en ningún sitio. (Ríe.) Buena broma, ¿eh?
(Golpes de maza.)
JUEZ: ¡Orden, orden! ¡Que prosiga la audiencia! Mr. Ravelli, ¿sería usted tan amable de decirnos su edad?
CHICO: Claro que sí, señor juez, acabo de cumplir veintiocho.
JUEZ: ¿Veintiocho? ¡Pero si hace dos años, cuando compareció ante esta corte, dijo usted que tenía veintiocho!
CHICO: Bueno, cuando Ravelli declara algo en un juicio siempre lo mantiene.
GROUCHO: Ahí tiene usted, su señoría. Imagino que eso le hará reflexionar un rato. Solicito que se retiren los cargos contra mi cliente.
CHICO: Vaya tío, jefe. Apoyo la moción.
(Golpe de maza.)
JUEZ: ¡Moción denegada! Mr. Flywheel, ¿tiene usted más testigos? No creo que éste sea lo bastante inteligente para entender el proceso de esta corte.
GROUCHO (ríe): ¿Ha oído eso, Ravelli? Su señoría, sólo para que vea usted el ridículo que está haciendo, someteré a mi testigo a un test de inteligencia. Ravelli, ¿cuál es la primera letra del alfabeto?
CHICO: Déme una pista.
GROUCHO: ¿La pregunta es demasiado difícil para usted?
CHICO: No, la pregunta es fácil pero la respuesta es difícil.
GROUCHO: Muy bien, probaré con otra. ¿Dónde se firmó la Declaración de Independencia?
CHICO: En la esquina derecha y abajo.
GROUCHO: ¡Muy bien!
(Golpes de maza.)
JUEZ: ¡La corte no puede evitar considerar todo esto como irrelevante y ajeno al caso! Mr. Flywheel ¿pretende usted decir ahora que Crookley no secuestró a Ravelli? ¿Y cómo se explica que Crookley se encontrara en la escena del crimen, en el lugar donde se mantenía prisionero a Ravelli?
GROUCHO: Francamente, juez, eso también me extrañó a mí… Aunque tal vez fue Ravelli quien secuestró a Crookley.
(Murmullos de agitación en la sala.)
JUEZ (golpeando con la maza): Silencio en la sala.
GROUCHO (mostrándose elocuente): Su señoría, en un caso tan importante como éste no podemos dejarnos arrastrar por las emociones. ¡Debemos considerar los hechos de una forma fría y rigurosa! (Poniéndose sentimental y lacrimógeno.) Recuerde, yo también tengo una niña… La conocí en un baile… y, como su señoría comprenderá no podría volver a casa y enfrentarme a mi chica si viera que estaba defendiendo a un hombre culpable.
JUEZ: Espere un momento, Mr. Flywheel. Aún no hemos oído a la acusación. ¿Va usted a seguir hablando?
GROUCHO: Por supuesto. Cuanto más tiempo hable yo, más tiempo estará mi cliente en libertad. Su señoría, la verdad es que Joe Crookley tiene un corazón de oro. Es muy bueno con su familia… nunca les molesta porque nunca aparece por su casa. Se pasó un año entero sin hablar con su mujer. ¿Y por qué no habló con su mujer? Porque no quería interrumpirla. Su señoría, solicito un habeas corpus.
JUEZ (atónito): ¿Un habeas corpus?
GROUCHO: No se avergüence, juez, yo tampoco sé lo que significa.
JUEZ: Mr. Flywheel, ya ha hecho usted perder suficiente tiempo a esta corte. Señor fiscal del distrito, llame a declarar a su testigo.
FISCAL DEL DISTRITO: Su señoría, la acusación está perpleja en este caso. Habíamos contado con Emmanuel Ravelli como testigo y puesto que él ha pasado a ser testigo de la defensa, me temo que nos hemos quedado sin caso.
JUEZ: En estas circunstancias, me veo obligado, muy en contra de mi voluntad, a desestimar los cargos y dejar en libertad al defendido, Joseph Crookley. Crookley, queda usted en libertad.
CROOKLEY: Gracias, juez. (Retrocediendo.) Hasta la vista, Flywheel.
GROUCHO: Juez, ¡está abandonando la sala! ¡Hágale volver!
JUEZ: ¿Hacer volver a Crookley? ¿Para qué?
GROUCHO: Me debe cinco mil dólares.
CHICO: Jefe, está usted mal de la cabeza. Nosotros somos los que le debemos cinco mil dólares.
GROUCHO: ¿Que nosotros le debemos cinco mil dólares?
CHICO: Y tanto. El tenía diez mil en la billetera…
GROUCHO: ¿Y?
CHICO: Pues que yo tengo su billetera.
(Sube la música.)
COLOFON
LOCUTOR: ¡Permanezcan ustedes sentados! La función no ha terminado. Es cierto que el loco de Mr. Flywheel y su chalado pasante, Mr. Ravelli, han terminado por esta noche. Pero Groucho y Chico Marx aún siguen con nosotros y van a ofrecernos algo auténticamente original. Ellos han ideado un pequeño número titulado «Los Hermanos Marx al volante». Escenario: una gasolinera Esso en cualquier lugar de Maine a Texas. Personajes: Groucho, Chico y un empleado de la gasolinera Esso. ¡Aquí los tenemos!
(Ruido de un coche que se acerca; bocinazos, chirrido de frenos.)
CHICO: ¡Guau! ¡A eso lo llamo yo ir volando! Groucho, ¿sabes que ibas a ciento veinte por hora?
GROUCHO: Bueno, es que tenía prisa. Los frenos de este coche no funcionan y quería llegar antes de que tuviéramos un accidente.
CHICO: ¿Y qué vamos a hacer aquí?
GROUCHO: En principio, cambiar el aceite.
CHICO: ¿Y por qué quieres cambiarlo? ¿Es que ya no te gusta?
GROUCHO: Pues claro que me gusta. Pero hemos recorrido muchos kilómetros con él y está sucio.
CHICO: ¿Sucio? ¿Entonces por qué piensas que te lo querrán cambiar? Ese tipo de ahí no querrá tu aceite sucio.
GROUCHO: Puede que tengas razón. Creo que, en vez de eso, cogeré un poco de aire gratis. ¡Eh, oiga!
EMPLEADO: Sí, señor. ¿Le cambio el aceite? Essolube le compensará con creces.
GROUCHO: Magnífico, ¿cuánto paga?
EMPLEADO: Le paga en calidad, señor. Essolube es el primer aceite con cinco cualidades que se haya hecho jamás. Hasta que se desarrolló, la gente tenía que elegir entre dos tipos de aceite…
CHICO: Ya lo sé, aceite de oliva o aceite de ricino.
EMPLEADO: No, quiero decir dos tipos de aceite de motor. Uno tenía tres de las cinco cualidades que un aceite moderno necesita. El otro tenía dos. Pero no había ningún aceite con las cinco. Entonces, tras muchos años de trabajo en un gran invento, tan importante que ganó el premio Nobel, mi compañía consiguió el hidrorrefinamiento. Y fabricó Essolube, el primer aceite de cinco estrellas.
GROUCHO: Me suena a muy caro. Mejor será que me llene el motor con aceite de ricino.
EMPLEADO: Pero si no es caro. Esa es la otra cosa sorprendente de Essolube. Tiene un precio normal. Seguramente le costará menos que el aceite que lleva usted ahora.
GROUCHO: ¡Fantástico!
EMPLEADO: ¿Qué le parece un par de litros para su coche?
GROUCHO: ¿Un par de litros por este coche? ¡Vendido! Dénos el aceite y quédese con el coche.
(Sintonía musical.)