Episodio n.° 16 13 de marzo de 1933
FIVE STAR THEATRE
PRESENTA
FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL
Reparto
Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel
Chico Marx como Emmanuel Ravelli
Miss Dimple
Plunkett
Spike, fotógrafo
Periodista
Fiscal Del Distrito
Juez
Portero
Alguacil
(Tecleo de máquina de escribir; el teléfono suena dos veces; al descolgar el auricular se interrumpe la segunda llamada.)
MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… No, me parece que se ha equivocado… Adiós. (Cuelga el auricular, vuelve a teclear; llaman a la puerta.) Adelante.
(Se abre la puerta.)
JUEZ (con tono afectado): Buenos días. Soy el juez Maxwell. ¿Está Mr. Flywheel?
MISS DIMPLE: No. ¿Tenía cita con él?
JUEZ: Bueno, no exactamente… pero es que, verá, me presento a la reelección para juez del tribunal supremo y quiero conseguir que Mr. Flywheel apoye mi candidatura.
MISS DIMPLE: Mr. Flywheel está al llegar. Si es usted tan amable de sentarse y esperar…
JUEZ: Muy bien, esperaré.
(Vuelve el tecleo de la máquina de escribir y a lo lejos se oye una voz cantando «Amapola».)
MISS DIMPLE: Me parece que ése es Mr. Ravelli. Es el pasante de Mr. Flywheel. Tal vez pueda ayudarle.
(Se abre la puerta.)
CHICO: Hola, Miss Dimp.
MISS DIMPLE: Mr. Ravelli, es el juez Maxwell.
CHICO: ¿Juez Maxwell? Oiga, señor, ¿es usted pariente de Jonjuez Washington?
JUEZ: No, no. Soy juez. ¿Sabe cuándo vendrá Mr. Flywheel?
CHICO: ¿Y para qué preocuparse de Flywheel? Ya tengo bastantes preocupaciones.
MISS DIMPLE: ¿Qué le pasa, Mr. Ravelli?
CHICO: Nada, que compré un perro precioso y mi hijo pequeño le tiene miedo.
MISS DIMPLE: ¿Y qué piensa hacer?
CHICO: No lo sé. Creo que venderé al niño.
JUEZ: Oiga, joven, un niño no se puede vender.
CHICO: ¿Ah, no? Pues entonces tal vez lo rife.
MISS DIMPLE: Mr. Ravelli, estoy segura de que no quiere decir eso. Usted nunca renunciaría a su niño.
CHICO: Bah, creo que tiene razón, Miss Dimp. Ese chico y yo lo pasamos bien juntos. Las Navidades pasadas le regalé un trineo y nos turnábamos para usarlo. Yo lo cogía para bajar la colina y él la volvía a subir.
(Se oyen pasos.)
MISS DIMPLE: Señor juez, me parece que oigo a Mr. Flywheel.
(Se abre la puerta.)
MISS DIMPLE: Buenos días, Mr. Flywheel.
GROUCHO: ¿No sabe decir otra cosa? Todos los días me repite lo mismo.
JUEZ: Hola, Mr. Flywheel. Supongo que se acuerda de mí, el juez Maxwell. Hace tiempo que pensaba pasarme por aquí para hablarle de las próximas elecciones.
GROUCHO (impaciente): Ya lo sé. Ya lo sé.
JUEZ: ¿De verdad? ¿Y cómo lo sabe?
GROUCHO: Porque me lo acaba de decir usted.
JUEZ: Mr. Flywheel, mientras he sido juez del tribunal supremo he luchado por la reforma social, la reforma de los impuestos, la reforma de las prisiones y…
CHICO: Oiga, ¿y qué hay del cloreforma?
GROUCHO: Muy bueno, Ravelli. Me parece que le daré un poco.
JUEZ: Mr. Flywheel, una facción de políticos corrompidos se opone encarnizadamente a mi reelección. Su líder es Big Boss Plunkett quien, como ya sabrá, va a ser juzgado por soborno poco después de las elecciones. No quiere que yo esté en el estrado porque sabe que soy insobornable.
GROUCHO (indignado): Oiga, juez Maxwell, ¿ha venido aquí para comprar mi voto?
JUEZ: Hombre, no, por supuesto que no.
GROUCHO: Entonces, me está haciendo perder el tiempo… y mi tiempo vale dinero. ¿Se da cuenta de que mientras usted está aquí diciendo tonterías, yo podría estar durmiendo en mi mesa?
JUEZ: Usted no me entiende, Mr. Flywheel. He venido para conseguir su apoyo a mi campaña electoral.
CHICO: Está bien, déme dos botellas.
JUEZ: ¿Dos botellas de qué?
CHICO: Dos botellas de campaña. (Risotada.)
JUEZ: ¡He dicho campaña, no champaña!
CHICO: ¡Oh, claro! Yo también sé qué es una campana, y un campanón. Jack Sharkey, es el campanón de los pesos pesados. Oiga, ¿quiere boxear?
JUEZ: ¡Caballeros! Lo único que deduzco de su actitud es que simpatizan con Boss Plunkett y sus podridos políticos. Me marcho.
CHICO: Un momento, juez, quiero hacerle una pregunta.
JUEZ: Hágala.
CHICO: Si para llegar a un cuarto de galón se necesitan dos pintas, ¿cuánto se necesitará para llegar a Filadelfia?
JUEZ: Ya he oído bastante. Buenos días.
(Portazo.)
GROUCHO: Ravelli, estoy avergonzado de usted. Le he visto sacar la mano del bolsillo del juez Maxwell.
CHICO: Hombre, en algún momento la tenía que sacar.
(Llaman a la puerta.)
MISS DIMPLE: Hay alguien en la puerta. (Llaman más fuerte.) Adelante.
(Se abre la puerta.)
MISS DIMPLE (susurrando): ¡Pero si es Boss Plunkett, el político!
PLUNKETT: Hola, Flywheel, ¿cómo se encuentra usted?
GROUCHO: Pues muy fácilmente. Me levanto por la mañana, me miro al espejo y encuentro que soy yo. Ravelli, coja el sombrero de Plunkett.
CHICO: Cójalo usted, jefe. No es de mi talla.
PLUNKETT: Flywheel, amigo. Joe Crookley me ha contado que si no llega a ser por cómo le defendió usted en el juicio, se habría pasado veinte años en la cárcel. Dice que es usted un abogado muy astuto.
GROUCHO (tímido): Bah, no voy a tomarme en serio su adulación. Ese Joe Crookley es sólo un viejo asesino imbécil.
PLUNKETT: Escuche, Flywheel, vamos a hablar en cristiano.
GROUCHO (susurrando): Mejor será que me hable en inglés, no quiero que Ravelli nos entienda.
PLUNKETT: Mire, Flywheel, yo estoy en contra de la reelección del juez Maxwell. Ocupo un cargo por el que puedo designarle a usted oponente a Maxwell, siempre que esté dispuesto a aceptar lo que se le pida.
CHICO: ¡Oiga! A lo mejor puede emplear a mi hermano. El sirve pedidos… de spaghetti.
GROUCHO: Es verdad, Plunkett, el último pedido que recibió su hermano fue del Instituto de la Salud Pública. Le pidieron que dejara de vender esos spaghetti.
PLUNKETT: Bueno, Flywheel, ¿qué me dice? Sí se incorpora a nuestro partido, me ocuparé de que le nombren juez.
GROUCHO: Plunkett, estoy dispuesto a aceptar el nombramiento, pero me temo que no pueda incorporarme a su partido.
PLUNKETT: ¿Pero, por qué?
GROUCHO: Francamente, no me he traído la ropa de deporte.
(Sube la música.)
(Ruido de bocinas, gente nerviosa, ruidos de la calle.)
PORTERO: Muchachos, no pueden entrar por esta puerta. Si quieren oír el debate político Flywheel Maxwell, den la vuelta por la entrada principal.
FOTÓGRAFO: ¡Pero si somos de la Prensa!
PERIODISTA: Queremos entrevistar a uno de los candidatos, Mr. Flywheel, sobre las elecciones de mañana.
FOTÓGRAFO: Y yo quiero sacar unas fotos.
PORTERO: O.K., adelante. (Se abre la puerta, se desvanecen los ruidos de la calle.) Waldorf Flywheel está en el piso de abajo, en el vestíbulo. (Volviéndose.) La primera puerta a la derecha.
FOTÓGRAFO: Gracias.
PERIODISTA: Es curioso cómo este hombre, Flywheel, ha saltado de repente a primera plana.
FOTÓGRAFO: Bueno, cuando Big Boss Plunkett anda detrás de un candidato es como si ya le hubieran elegido… Aquí está la habitación… Creo que deberíamos llamar.
(Llaman a la puerta.)
GROUCHO (desde dentro): Adelante.
(Se abre la puerta y se vuelve a cerrar.)
FOTÓGRAFO: Buenas tardes, Mr. Flywheel.
PERIODISTA: Mr. Flywheel, somos del Express.
GROUCHO: Bueno, pues pasen y prepárenme uno bien cargado.
PERIODISTA: No, nos referimos al periódico. Venimos a hacerle una entrevista.
GROUCHO: Periodistas, ¿eh? Bueno, pueden escribir que he dicho que (con un pronunciado acento francés) estoy encantado con su magavilloso país. Creo que sus hegmosas mujegues ameguicanas son, como se dise en su magavillosa lengua, ¡ma-ga-vi-llo-sas! Y sus atragtivos hombges, son tan fuegtes, pego sólo piensan en el dinego, dinego, dinego. Pero en su vieho país… oh… ellos siempre están pensando en el dinego, dinego, dinego.
PERIODISTA: No, no, Mr. Flywheel. Lo que queremos saber es su opinión sobre las elecciones de mañana.
(Se abre la puerta y se vuelve a cerrar.)
CHICO (irrumpe nervioso): ¡Oiga, jefe!
GROUCHO: ¿Qué pasa, Ravelli?
CHICO: Hay un montón de gente ahí fuera. Cuando trataba de entrar, un policía quiso pegarme.
GROUCHO: ¿Y cómo sabe que quiso pegarle?
CHICO: Porque me pegó. ¿Qué piensa hacer, jefe?
GROUCHO: Ahora estoy ocupado. Pero más tarde iré a darle las gracias.
PERIODISTA: Mr. Flywheel, nuestro periódico quisiera una lista de las cosas que ha hecho usted en esta ciudad.
CHICO: Venga, no deis la tabarra a mi jefe. Podéis conseguir la lista en la comisaría.
GROUCHO: Cierra el pico, Ravelli. Periodista, me gustaría decir que todo lo que soy se lo debo a mi bisabuelo, el viejo Cyrus Tecumseh Flywheel. Si aún viviera, el mundo entero hablaría de él.
PERIODISTA: ¿Por qué, Mr. Flywheel?
GROUCHO: Porque si estuviera vivo, tendría ciento cuarenta años.
PERIODISTA: Pero Mr. Flywheel…
CHICO (interrumpiendo): Por favor, perdone, señor periodista. Tengo que preguntar a mi jefe una cosa muy importante. Oiga, Mr. Flywheel, ¿era tónico capilar lo que tenía usted en esa botella de su mesa?
GROUCHO: No, era cola.
CHICO: ¿Cola? (Risotada.) ¡No me extraña que no pueda quitarme el sombrero!
(Se abre la puerta.)
CHICO: Mire, ahí llega Big Boss Plunkett. Viene como loco.
PLUNKETT: ¡Flywheel, Flywheel!
GROUCHO: Espera un momento, muchacho, quiero presentarte a los periodistas. Periodistas, éste es mi amigo y manager, Big Boss Plunkett. Hay un par de cosas que quiero decir de Plunkett. La primera, que no ha estado nunca en la cárcel. Y la segunda, que no me lo explico.
PLUNKETT: Oiga, Flywheel, ¿qué clase de campaña es ésta? Ha empapelado la ciudad con carteles diciendo «Flywheel está a favor de la cerveza y contra ella».
GROUCHO: Por supuesto. Quiero los votos de las dos partes.
PLUNKETT: ¿Y quién ha puesto su fotografía por toda la ciudad, con el eslogan «Vote por Roosevelt» debajo?
CHICO (satisfecho): He sido yo, Mr. Plunkett.
PLUNKETT: ¿Que ha sido usted?
CHICO: Pues claro; es un eslogan estupendo. Es el mismo que usó nuestro presidente y ganó.
PERIODISTA: Siento interrumpir, Mr. Plunkett, pero tenemos que volver al periódico. Y antes nos gustaría hacer una foto a Mr. Flywheel.
GROUCHO: ¿Una foto mía? No faltaba más. Esperen que me ponga el sombrero.
PERIODISTA: Pero Mr. Flywheel, si lo lleva puesto.
GROUCHO: Ya lo sé, pero un candidato necesita dos sombreros. Uno para llevarlo puesto y otro para quitárselo ante las tonterías que hay que decir.
FOTÓGRAFO: Siga sonriendo, Mr. Flywheel. ¡Ahí va! (Explosión del flash.) ¡Gracias! ¡Y hasta la vista!
(Se abre la puerta y se vuelve a cerrar.)
PLUNKETT: Atiendan una cosa, muchachos, no he querido decirlo delante de los chicos de la prensa, pero…
GROUCHO: ¿Y ahora de qué va a protestar?
PLUNKETT (acusando fríamente): Faltan mil dólares de los fondos de la campaña.
CHICO: De acuerdo, Plunkett. Usted repone quinientos, yo repondré otros quinientos y nos olvidamos del tema.
(Llaman a la puerta.)
PLUNKETT: Adelante.
PORTERO: Es la hora del debate.
PLUNKETT: Vamos, chicos… por esa puerta. (Se abre la puerta.) Este es un atajo al estrado. (Se oyen sus pasos.) Recuerde, Ravelli, que me fue muy difícil conseguirle este trabajo de moderador del debate. ¿Sabe lo que es un debate?
CHICO: ¡Hombre, claro! Se lo voy a explicar. Cuando se juega al béisbol, se usa un bate.
GROUCHO: Ahí tiene usted, Plunkett. Tendrá que buscar mucho para encontrar un moderador mejor que Ravelli. Y me gustaría que empezara a buscar cuanto antes.
PLUNKETT (molesto): ¡Venga! Sigamos por esta puerta. (Se abre la puerta, ruido del público vitoreando, bocinas y gritos espontáneos de «Queremos a Flywheel», «Flywheel, juez», «Viva Maxwell», «Queremos a Maxwell».)
VOZ DE HOMBRE: Señoras y señores, el debate sobre la reforma judicial entre el juez Herbert Maxwell y Waldorf Tecumseh Flywheel está a punto de empezar. Les presento ahora al moderador del debate, Mr. Emmanuel Ravelli.
(Aplauso.)
CHICO (en tono oratorio): Vale, que todo el mundo cierre la boca, por favor. El primer sujeto que les voy a presentar es un hombre por el que todos andan locos. Un hombre astutísimo, bueno con los pequeños y también con los grandes… y no tiene miedo a nada. Damas y caballeros, ¡ese hombre soy yo! (Fuerte aplauso.) Y ahora, llamo a Georgie Maxwell.
(Aplauso.)
JUEZ: Señor moderador, señoras y señores. Nací en esta ciudad hace cuarenta y ocho años. Estudié derecho aquí. Me casé aquí. Y no vacilo en decir que en todos estos cuarenta y ocho años, hombre y muchacho, juez y hombre de leyes…
GROUCHO: Un momento, moderador.
CHICO: ¿Qué quiere, jefe?
GROUCHO: Si ese sujeto va a seguir hablando todo el rato de él, yo me voy a casa.
JUEZ: Por favor, Mr. Flywheel, usted tendrá oportunidad de hacerlo luego… Señoras y caballeros, un grupo de hombres deshonestos, corruptos y prostituidos se opone a mi candidatura y me está haciendo la pascua.
CHICO: Gracias, juez, lo mismo le deseo.
JUEZ: ¿Que me desea qué?
CHICO: Pues eso, ¡felices Pascuas y próspero año nuevo!
JUEZ: Permítame continuar, por favor. (Al público.) Señoras y caballeros, mi oponente mantiene ahora una postura ambigua en relación con la Ley Seca. Pero, ¿no es cierto, Mr. Flywheel, que usted votó a favor de la prohibición?
GROUCHO: Bueno, es que aquel día estaba borracho. Sin embargo, no dejen que eso les confunda, amigos. Lo único que bebo es soda, aunque la soda combina bien con cualquier cosa.
JUEZ: Mr. Flywheel, ¿me permite seguir en el uso de la palabra? Amigos, mis opiniones políticas son un libro abierto. No tengo inconveniente en someterme a las preguntas que cualquier persona de este gran auditorio desee hacerme.
CHICO: Muy bien. Le haré una pregunta. ¿Qué tiene tres ruedas y mosquea? ¿Se rinde? Un carro de la basura roto. (Se ríe.) ¡Vaya chiste!, ¿eh, tío?
JUEZ (rabioso): Señor moderador, ¿piensa usted dejarme continuar con mi discurso o no? Conciudadanos, siento que…
CHICO (golpea con la maza): Ya vale, Georgie. Se acabó el tiempo.
JUEZ (atónito): ¿Que se me ha acabado el tiempo? ¿Pero cuánto tiempo he hablado?
CHICO: No lo sé. No tengo reloj. Siéntese. (Al público): Y ahora, el personal va a oír a mi jefe, Mr. Flywheel, ganador de este debate. Adelante, Flywheel.
(Murmullo de asombro.)
GROUCHO: Bueno, amigos, siento que mi discurso se haya atrasado, pero Maxwell se empeñaba en seguir hablando. (Elocuente): Conciudadanos, estoy aquí para deciros que si mañana elegís al juez Maxwell, este gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo… caerá en manos del pueblo… Y Big Boss Plunkett no lo consentirá. Un voto para Flywheel significa un voto a la libertad de expresión, a la libertad de prensa, libertad de transporte y libertad para vitorear a la roja, blanca y azul. (Aplausos.) Mi estimado oponente… está que arde. ¿Y por qué? Porque he roto algunas promesas. Bueno, pues haré otras nuevas tan buenas como las anteriores. Y a vosotras, mujeres de la audiencia, sólo puedo deciros que estoy con vosotras. Hay algo que nunca olvidaré, mientras pueda recordarlo… y es que las madres de algunos de nuestros mejores hombres eran mujeres. (Aplauso.) El juez Maxwell ha hablado de restablecer la franquicia. Amigos, soy lo bastante patriota para decir que los ojos de los francos no son más bonitos que los de los americanos. (Aplausos.) En palabras de un inmortal poeta, de cuyo nombre no me acuerdo en este momento, quiero decir (dramático):Titila, titila, estrellita
Me pregunto dónde estás
En lo alto del cielo, arribita…
CHICO (interrumpiéndole nervioso): ¡Oiga, jefe! ¿Se puede saber de qué habla?
GROUCHO: ¡Calla, Ravelli! Intento captar el voto de los niños.
JUEZ: Mr. Flywheel, puesto que se ha permitido poner en duda mi integridad, me gustaría hacerle una pregunta. ¿No es verdad que su organización ha comprado veinte mil votos para manipular a su favor las elecciones de mañana?
GROUCHO: Mire, Maxwell, me alegro de que haya sacado a relucir eso. Hemos comprado veinte mil votos.
JUEZ: ¿Qué?
GROUCHO: Pero no se ponga nervioso. Tengo buenas noticias para usted.
JUEZ: ¿Buenas noticias?
GROUCHO: Sí, compramos cinco mil más de los que necesitamos, así que se los venderé a precio de costo.
(Sube la música.)
SPIKE: Oye, Plunkett, el juez Flywheel ya puede estar agradecido.
PLUNKETT: Y que lo digas, le serví la elección en bandeja.
SPIKE: Tienes suerte de que tu juicio se celebre en su juzgado.
PLUNKETT: ¿Suerte? ¿Y para qué te crees que he conseguido ponerle en esa oficina? Él juez Maxwell me hubiera echado veinte años por esa acusación de soborno. Pero con Flywheel en el estrado, despacharemos el asunto en un par de horas.
SPIKE: ¿Y qué me dices del abogado que te has buscado, ese Ravelli? No me parece muy listo.
PLUNKETT: Ah, Ravelli, está muy bien. Flywheel me pidió que le contratara. Me figuro que lo han apañado todo entre ellos.
SPIKE: ¿Tú crees?
PLUNKETT: Claro, no voy a pedir ni jurado. Lo dejo todo en manos del juez Flywheel. Entremos. La sala se está llenando.
(Murmullo de voces, golpe de maza.)
ALGUACIL: Silencio, silencio. Da comienzo la vista hasta que se levante la sesión. Todo el mundo en pie. Su señoría, el juez Flywheel. Buenos días, su señoría.
GROUCHO: Bah, déjelo estar, alguacil. No me empiece a hacer la pelota porque ahora soy juez. Cuando no era juez, nunca me llamaba usted «su señoría».
ALGUACIL: Pero su señoría…
GROUCHO: Ya vale con eso. ¿Dónde está el taquígrafo de la sala? Quiero que escriba una carta a mi mujer.
ALGUACIL: Pero es que él no puede escribirle una carta a su esposa.
GROUCHO: ¿Que no puede? Pues alguno podrá. Mejor será que vaya a buscar un taquígrafo nuevo. Y mientras está en ello, busque a alguien que le sustituya también a usted. ¿Cuál es el primer caso?
ALGUACIL: Es el caso de Harry Hillbert, acusado de regentar una sala de juego a menos de trescientos metros de una escuela.
GROUCHO: ¿Una sala de juego a trescientos metros de una escuela? Es una vergüenza. Ordene que trasladen esa escuela. No quiero que los niños tengan que andar tanto. Alguacil, ¿qué día es hoy?
ALGUACIL: Jueves, su señoría.
GROUCHO: ¿Jueves ya? Entonces, ya es hora de ir a comer.
ALGUACIL: Pero juez Flywheel, aún no ha juzgado ningún caso.
GROUCHO: Muy bien, haga pasar a uno. Probaré lo que haga falta.
ALGUACIL: El próximo caso en la agenda es el juicio a John H. Plunkett, acusado de soborno a funcionarios.
GROUCHO: ¿Dónde está su abogado, Plunkett?
PLUNKETT: ¿Se refiere a Mr. Ravelli? Aún no ha llegado, señor juez.
CHICO (desde lejos): Aquí estoy, Mr. Flywheel.
GROUCHO: Escuche, Ravelli ¡llámeme juez!
CHICO: ¡Pero qué pasa! ¿Se ha cambiado de nombre?
GROUCHO: Ravelli, ¿es usted el abogado del acusado?
CHICO: ¡Qué va! Yo soy el abogado de este maleante de Plunkett.
PLUNKETT: ¡Oiga! ¿Qué pretende usted diciendo que soy un maleante?
CHICO: Vale, vale. No sabía que fuera un secreto.
FISCAL DEL DISTRITO: La acusación está preparada para proceder al juicio contra John H. Plunkett. Nuestro primer testigo es Leo Greenbury.
GROUCHO: Ah, no. Greenbury no puede ser testigo en esta sala.
FISCAL DEL DISTRITO (atónito): ¿Por qué no, su señoría?
GROUCHO: Pues porque le dijo al carnicero de mi mujer que no votara por mí. ¡El muy cobarde!
FISCAL DEL DISTRITO: Nunca he oído nada tan indecoroso de labios de un juez.
GROUCHO: ¡Vaya! Pues mire por dónde, le voy a multar con veinte pavos por desacato al tribunal.
FISCAL DEL DISTRITO: Pero su señoría…
GROUCHO: Está bien. Puede pagarme con un vale. Lo usaré esta noche en una partida de poker que tengo en mi casa.
FISCAL DEL DISTRITO: Lamento decir, su señoría, que considero su comentario indigno de un juez.
GROUCHO: ¿Qué ha dicho usted?
FISCAL DEL DISTRITO: He dicho que su comentario es indigno de un juez.
GROUCHO: Oiga, es la segunda vez que lo dice. Por lo tanto le impongo una multa de cien pavos. A que no me insulta otra vez.
FISCAL DEL DISTRITO: Déjelo.
GROUCHO (induciéndole): Venga. El próximo insulto se lo dejo tan sólo en cincuenta pavos.
FISCAL DEL DISTRITO: Su señoría, estos procedimientos no son en absoluto jurídicos. Propongo que se traslade el juicio.
CHICO: ¿Adonde quiere que se traslade?
FISCAL DEL DISTRITO: Por favor, no interrumpa, Mr. Ravelli. No sé con qué derecho aparece usted en este caso. No es siquiera miembro del tribunal.
CHICO: Ah, ¿quiere librarse de mí? Vale, pues le voy a poner veinte pavos de multa por desacato al tribunal.
GROUCHO: Ravelli, ¿cómo voy a poner yo multas de cien pavos si se deja usted insultar por veinte?
CHICO: Cierre el pico, juez, o le pongo veinte pavos de multa.
GROUCHO: En ese caso, yo le pongo otros veinte y estamos en paz. Plunkett, atento al marcador; si le deja ganar le multo también a usted con veinte.
CHICO: ¿Más pavos? Esto parece una granja.
FISCAL DEL DISTRITO: Su señoría, no creo que la acusación pueda lograr un juicio justo en esta sala. Solicito un cambio de tribunal.
GROUCHO: Lo siento, colega, pero no nos queda de eso. ¿Le bastaría con un bonito auto de comparecencia?
CHICO: ¿Auto de comparecencia? Usted está loco, jefe. Querrá usted decir un auto de compraventa… Venga, Plunkett, suba al estrado de los testigos, le haré unas preguntas.
PLUNKETT: Muy bien, Mr. Ravelli.
ALGUACIL: ¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
PLUNKETT: Lo juro.
El Tribunal Supremo de Freedonia en todo su esplendor en Sopa de ganso, que utilizó muchas de las jugarretas que aparecen en los juicios de los episodios 12 y 16 de Flywheel.
ALGUACIL: ¿Cómo se llama?
PLUNKETT: John H. Plunkett.
CHICO (llamando): John Plunkett, bajo juramento…
PLUNKETT: John H. Plunkett. Olvida usted la H.
CHICO: ¿La hache? Vale. Le pongo su hache. ¿Cuántos años tiene?
PLUNKETT: Cuarenta y cinco.
CHICO: Oiga, juez, me opongo.
GROUCHO: ¿Que se opone a la respuesta de su propio testigo? ¿Por qué motivo?
CHICO: No sé. Ha sido lo único que se me ha ocurrido.
GROUCHO: Objeción aceptada.
FISCAL DEL DISTRITO: Su señoría, ¿en qué se basa para aceptar la objeción?
GROUCHO: Tampoco a mí se me ocurre otra cosa que decir. Ravelli, proceda con su interrogatorio.
CHICO: O.K., jefe. Mr. Plunkett, ¿qué tiene trompa, anda sobre una pelota y está en el circo?
FISCAL DEL DISTRITO: Su señoría. Eso es irrelevante.
CHICO: ¿Irrelefante? ¡Eso es! ¡Respuesta acertada! Hay un pelotón entero de elefantes en el circo.
FISCAL DEL DISTRITO: Por favor, Mr. Ravelli. ¿Por qué no pregunta usted a Plunkett sobre los incidentes que se mencionan en la acusación? ¿Por qué no le pregunta sobre el papel que jugó en el episodio del hotel?
CHICO: ¿Está loco? No hay ningún hotel Episodio. Querrá usted decir Hotel Ritzodio.
FISCAL DEL DISTRITO: Mr. Ravelli, quisiera recordarle que Plunkett está acusado de haber pagado mil dólares al alcalde a cambio de la promesa de permitirle abrir un garito. Afortunadamente para la gente de esta ciudad, el alcalde no cumplió su promesa.
CHICO: ¿Lo dice en serio? Entonces demandaremos al alcalde por incumplimiento de promesa, ¿eh, Plunkett?
FISCAL DEL DISTRITO: Si su señoría tiene a bien, el fiscal desea…
GROUCHO: Bah, cállese y dé una oportunidad a los demás. Habla usted más que mi mujer. Por eso no me he casado nunca. Ahora, oídas ambas partes en este juicio, estoy absolutamente convencido de que en este país hay demasiado divorcio. ¿Cómo empieza el divorcio?
CHICO: ¡Lo sé, jefe! Empieza con d…
GROUCHO: ¡Cállese, Ravelli! Amigos, les diré cómo empieza el divorcio. El marido va a París, la mujer a Japón y así, poco a poco, van separándose.
FISCAL DEL DISTRITO: Protesto, su señoría. ¡Este no es un caso de divorcio! ¡JOHN PLUNKETT ESTA ACUSADO DE SOBORNO!
GROUCHO: ¿Soborno? ¿Por qué no me informaron? Yo no cuento para nada ¿verdad? Ah, claro que no. Aquí no soy más que el juez. Plunkett, le voy a dar a escoger su sentencia: diez años de cárcel o diez de prisión.
PLUNKETT: ¿Cómo?
GROUCHO: Muy bien. Lo dejamos en veinte de trabajos forzados.
PLUNKETT: Espere un momento, su señoría. Me están juzgando. El fiscal no ha probado que soy culpable de soborno.
GROUCHO: El fiscal no tiene que probar nada. Yo sé que es usted culpable.
PLUNKETT: ¿Y cómo sabe que soy culpable?
GROUCHO: ¿Me está tomando el pelo, Plunkett? ¿No se acuerda? Me sobornó a mí. Por eso me convertí en juez.
PLUNKETT: ¡Maldito traidor! Llevaré el caso al tribunal supremo.
CHICO: O.K., Plunkett, hay un tribunal precioso ahí arriba.
(Murmullo en la sala.)
MAXWELL (a distancia): Por aquí, por aquí.
CHICO: Jefe, ahí llega el juez Maxwell.
MAXWELL: Mr. Flywheel, venimos del colegio electoral. Es absolutamente ilegal que esté usted sentado en ese tribunal. Acabamos de descubrir que Emmanuel Ravelli votó más de una vez.
GROUCHO (alterado): ¿Es eso cierto, Ravelli? ¿Votó más de una vez?
CHICO: En fin, a ver. (Pensativo.) Hummm, tal vez sí.
GROUCHO (alterado): Bueno, ¿lo hizo o no? ¡Piense, hombre, piense!
CHICO (con lentitud): Voté una… dos… tres… Sí, voté tres mil veces.
(Música de cierre)