Episodio n.° 5 26 de diciembre de 1932

FIVE STAR THEATRE

PRESENTA

FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL

Reparto

Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel

Chico Marx como Emmanuel Ravelli

Poli

Horace, niño de siete años

Pierre del guardarropía en el restaurante

Jefe de comedor

Hombre

Pierre

Señora

Director

(Aporrean la puerta.)

GROUCHO: Esto es un atropello, Ravelli: dejarnos fuera de nuestra propia oficina el día de Navidad. Yo, un ciudadano americano, y usted, que ni siquiera es americano. ¡Bonito día de Navidad! Cuando me despierto esta mañana lo primero que hago es mirar en el zapato que puse bajo el árbol y ¿qué me encuentro? Su pie.

CHICO: ¿Y qué pasa? Usted me dio ese zapato.

GROUCHO: ¿Que yo le di ese zapato?

CHICO: Claro, ayer por la noche; le pregunté qué me iba a regalar para Navidad y usted me dijo que un zapatazo.

GROUCHO: Precisamente por eso, Ravelli, no le he hecho ningún regalo.

CHICO: ¿Que me ha hecho usted un regalo, jefe? ¡Qué bien! ¿Qué es?

GROUCHO: No puedo decírselo, Ravelli, es una sorpresa.

CHICO: ¿Y para que quiero yo una compresa?

GROUCHO: Si pega otro golpe a la puerta como ése, acabará necesitándola.

CHICO: Voy a pegarle unas cuantas patadas más, hasta que la reviente.

(Aporreando con fuerza.)

GROUCHO: Más fuerte, Ravelli, más fuerte. Tenemos que entrar en este edificio.

CHICO: ¿Por qué no le da usted también alguna patada a la puerta?

GROUCHO: Ya me gustaría, Ravelli, pero se me ha dormido el pie.

CHICO: ¿Que se le ha dormido el pie? Pues despiértelo.

GROUCHO: No, Ravelli, yo siempre he creído en el dicho aquel de «No por mucho madrugar amanece más temprano».

CHICO: Vale, entonces seguiré dando patadas yo.

(Más golpes.)

GROUCHO: Eso no le servirá de nada. A este paso seguiremos aquí cuando den las uvas.

CHICO: No sabía que dieran uvas. Mire, jefe, aquí viene un poli.

POLI (acercándose): Eh, ustedes, ¿qué están haciendo aquí?

GROUCHO: ¿Y usted, agente, qué está usted haciendo por aquí?

CHICO: Oiga, jefe, a lo mejor él también está esperando a que le den las uvas.

POLI: ¿Por qué quieren ustedes entrar en este edificio?

CHICO: Vivimos en este edificio, señor agente.

POLI: Ah, con que viven ustedes aquí. ¿Y esperan que me lo crea? Por este camino no irán a ninguna parte.

GROUCHO: Ni por este ni por otro, ése es el problema. Si pudiéramos ir, entraríamos todos juntos. Oiga, oficial, usted tiene unos hermosos pies, ¿qué le parece si golpea con ellos la puerta un ratito?

POLI: ¡Menudo sinvergüenza! Escuchen bien; si hoy no fuera Navidad, les metía en chirona a los dos. (Retrocediendo.) Y ahora, largo de aquí inmediatamente.

GROUCHO: Bueno, Ravelli, hemos empezado bien el día. Esta mañana, he debido levantarme por el lado izquierdo de la mesa. Definitivamente Santa Claus se ha olvidado de nosotros.

CHICO: Tal vez Santa Claus no ha querido bajar por nuestra chimenea porque le daba miedo que le disparasen.

GROUCHO: ¿Que le disparasen en la chimenea?

CHICO: Claro. Seguro que ha oído usted hablar del tiro de la chimenea.

GROUCHO: Mire, Ravelli, no eche más leña al fuego. La culpa de todo esto la tiene usted. Si no se hubiera levantado sonámbulo y yo no hubiera estado durmiendo con usted, no habríamos salido jamás de la oficina.

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Groucho como Ulysses H. Drivel (Ulysses H. Drivel en el boletín informativo del programa), «el rastreador de noticias con vista de lince», y Chico, como el «panazas» ayudante Penelli, en su breve comedia para la CBS los domingos por la noche durante la primavera de 1934.

CHICO: No pude evitarlo. Soñaba que una señora guapísima me invitaba a una cena de Navidad y nos dirigíamos hacia su casa. Luego me desperté y… ni señora, ni cena, ni casa. Sólo Flywheel.

GROUCHO: Oiga, no se acordará por casualidad de la dirección de esa dama, ¿verdad?

CHICO: Si ya se lo he dicho, jefe: se fue en dirección a su casa.

HORACE (a lo lejos): ¡Buaaaaa!

CHICO: ¿Qué es eso?

HORACE (más cerca): ¡Buaaaaaa!

GROUCHO: Si mi memoria no me falla, es un niño. Fíjese, Ravelli, no tiene más de siete años. ¿Qué te pasa, caballerete? ¿También se te ha cerrado la puerta de la oficina? ¿Cómo te llamas?

HORACE: Me llamo Horace y me he perdido. ¡Buaaaa!

GROUCHO: Mire para otro lado, Ravelli, ¿no ve que está asustando al niño? ¿Qué te pasa, Horace? ¿Estás enfermo?

HORACE: No, tengo hambre. Mi papá me llevaba a una cena de Navidad y oímos a unos niños cantando villancicos… él fue a darles dinero y yo me perdí.

CHICO: ¿Ganan dinero cantando? Eso no está mal; yo canto muy bien.

GROUCHO: Tal vez todavía podamos sacarle algo a esta Navidad. Lo malo es que a la única que conocía se casó y se fue de la ciudad… y además, ahora que me acuerdo, se llamaba Natividad.

CHICO: Oiga, yo me sé dos villancicos.

GROUCHO: Si se sabe dos, cante uno.

CHICO (con voz de tenor): «Nevadá, Nevadá, blanca Nevadá…»

HORACE: ¡Buaaaa!

GROUCHO: Eso es espantoso, Ravelli. Cante usted el otro.

CHICO: Vale. Cantaré el otro. (Con voz de bajo): «Nevadá, Nevadá, blanca Nevadá…».

GROUCHO: Pero si es el mismo.

CHICO: Sí, pero éste se refiere al norte de Nevada. (Comienza a cantar de nuevo.)

HORACE: ¡Buaaaa!

GROUCHO: Está usted en muy mala forma. Escuche, Ravelli, Horace está llorando y suena mejor que usted.

CHICO: Sabe, jefe, es que yo canto de oído.

GROUCHO: ¿Que canta de oído? Y por qué no intenta alguna vez usar la boca. Notará una mejoría.

HORACE: ¡Buaaaa! Quiero comer.

GROUCHO: Oye, estás empezando a ser un problema. ¿Quieres comer? ¿Cuánto dinero llevas encima?

HORACE: No llevo dinero.

GROUCHO: ¿No llevas dinero? Ravelli, mire a ver si el chico tiene algún diente de oro.

CHICO: ¡Ayyyy! Me ha mordido el dedo, jefe. Debe tener hambre.

GROUCHO: ¿Que tiene hambre? Pues iremos al mejor restaurante de la ciudad y tomaremos una buena cena de Navidad.

CHICO: ¡Eh, jefe!, ¿está usted loco? No tenemos dinero.

GROUCHO: Ya me ha oído usted, Ravelli. Al mejor restaurante de la ciudad. Cuanto mejor sea el restaurante, más viejos serán los camareros. Y cuanto más viejos sean los camareros, menos daño nos harán cuando nos echen a patadas.

(Sube la música.)

PIERRE:  ¿Guardarropa, señor? ¿Guardarropa?

GROUCHO: ¿Guardarropa? Yo no quiero guardar mi ropa. ¿Para qué son esas barras?

PIERRE:  Señor, si va a comer en el restaurante tendrá que dejarme su abrigo.

GROUCHO: Escuche, nena, tengo una idea mejor. Mando mi abrigo al comedor y yo me quedo aquí con usted.

CHICO:  Venga, jefe, tengo hambre.

HORACE: ¡Buaaaaa…! Quiero comer.

GROUCHO: Muy bien, jovencita, aquí tiene mi abrigo. Y asegúrese de lanzármelo con tino cuando me echen fuera de aquí.

PIERRE:  Gracias, señor. ¿Su abrigo, por favor, señor?

CHICO: ¿Qué me va a dar por él?

PIERRE: Un recibo, señor.

CHICO: Ah, ¿lo quiere comprar? Entonces no quiero recibos, lo quiero al contado.

GROUCHO: Vamos, Horace. Vamos, Ravelli. Es un restaurante muy elegante. Será un honor que nos echen de aquí.

MÂITRE: ¿Mesa para tres, señor?

GROUCHO: Sí, jefe, y que esté cerca de la puerta. ¿No pueden poner una mesa en la calle? Nos gustaría comer fuera.

MÂITRE: ¿Comer fuera, señor?

CHICO: Pues claro, nosotros siempre comemos fuera de horas.

MÂITRE: Aquí mismo tiene una buena mesa, señor.

CHICO: ¿Y qué tiene de bueno esta mesa?

MÂITRE: Pues que está cerca de la ventana, señor. Pueden ver la calle.

GROUCHO: No se preocupe: veremos la calle bien pronto.

CHICO: Vale, nos quedamos esta mesa. Pero tendrá que llevarse el mantel.

MÂITRE: ¿El mantel, señor?

CHICO:  Por supuesto, no queremos pagar cubierto.

HORACE: ¡Hurra, hurra, hurra! ¡Comida, comida, comida! Ya era hora de que comiéramos.

MÂITRE: ¿Qué tomarán los señores?

GROUCHO: Pues… yo no quiero nada. He desayunado hace poco. Fue a finales de agosto. Aunque pensándolo bien, creo que tomaré el menú de dos dólares. ¿A cuánto sale?

CHICO: Creo que a un dólar y medio.

GROUCHO: Muy bien, camarero. Tomaré el de dos dólares y me debe cincuenta centavos.

HORACE:  Vaya, y yo que pensaba que no tenían dinero.

GROUCHO: Ja, ja, ja, ¡qué listo es este chiquillo! Rápido como un tragaperras. Ojalá se atragante.

MÂITRE: ¿Y usted, señor, qué tomará?

CHICO: De primero, quiero minestrone; después, ravioli y unos spaghetti con queso; luego, spaghetti sin queso; seguiré con un poco de queso sin spaghetti y para terminar creo que tomaré pastafazole.

MÂITRE: ¿Tomará algo de postre?

CHICO: ¿Postre? De postre creo que tomaré el menú de dos dólares.

HORACE:  ¡Ja, ja, ja! No tenéis dinero. ¡Ja, ja, ja! No tenéis dinero.

GROUCHO: ¡Ja, ja, ja! ¡qué simpático es! Se pasa el día diciendo que no tenemos dinero.

MÂITRE: Me gusta. ¡Ojala tuviera yo un niño así!

GROUCHO: Pues rebájenos medio dólar la cuenta y se lo queda.

MÂITRE: ¿Cómo?

GROUCHO: De acuerdo, que sea un cuarto, pero tendrá que quedarse también con Ravelli.

CHICO: Vamos, jefe, cállese. Venga, señor camarero, traiga la comida. Estoy listo.

MÂITRE: Enseguida, señor. (Sale.)

GROUCHO: Ravelli, ¿por qué se desabrocha la camisa?

CHICO: Acabo de acordarme de que el médico me ha dicho que cuando coma tengo que vigilar mi estómago. Eh, jefe, rápido, mire: ¿quién es ese gordo que viene hacia aquí?

HOMBRE Perdonen, caballeros. No querría ser un pesado…

GROUCHO: Ya lo es bastante pero si se abotona el abrigo nadie notará su barriga.

HOMBRE Perdonen, pero estoy seguro de que nos hemos visto antes.

GROUCHO: Dígame: no será usted por casualidad Flywheel, el abogado, ¿verdad?

HOMBRE No, me temo que no.

GROUCHO: Bueno, tampoco hay tanto que temer; no sabe usted la suerte que tiene.

HOMBRE Caballeros, quiero presentarme. Soy un millonario que…

CHICO: No nos importa quién es usted. Lo que nos interesa es saber si tiene dinero.

HOMBRE Tengo muchísimo dinero. Más del que puedo gastar. Pero ¿qué es el dinero sin un hogar… y sin seres queridos?

GROUCHO: ¿Qué es el dinero sin un hogar? Esa si que es una buena adivinanza. Me apuesto algo a que la acierto.

CHICO: Yo me sé un acertijo mejor. ¿Qué se usa para cepillarse los dientes y sentarse?

HOMBRE (confuso): ¿Cepillarse los dientes y sentarse?

CHICO: ¿Se rinde? ¡Un cepillo de dientes y una silla!

GROUCHO: Ravelli, tiene la cabeza en las nubes, y cuanto más tarde en bajarla mejor para usted.

HORACE: ¡Buaaaa! Tengo hambre.

HOMBRE Caballeros, me pregunto si podrían hacerme un gran favor. Soy un viejo solitario y adoro los niños. Me preguntaba si ustedes dos, caballeros, y su niño, serían tan amables de ser mis invitados a la cena de Navidad.

GROUCHO: ¡Qué tontería! No queremos ni oír hablar de eso. Usted será nuestro invitado. Pero le dejaremos pagar la cena.

HOMBRE ¡Espléndido, espléndido! Eso es precisamente lo que quería. Y ahora, caballerito, ¿qué te apetece?

HORACE: Me apetece que se largue usted.

GROUCHO: ¡Horace! ¿Es así como pagas la amabilidad de este caballero?

CHICO: ¿Pagarle? Si era él quien nos pagaba a nosotros.

HORACE: ¡Buaaaa!

GROUCHO: ¡Cállate, Horace!

HOMBRE No riña al niño. Estoy seguro de que no quería decir eso.

HORACE: Sí que quería decirlo. No me gusta usted. Le odio.

HOMBRE ¿Qué?

GROUCHO: ¡Ja, ja, ja! Siempre dice lo mismo a la gente que quiere, ¿verdad, Horace?

HORACE: No, no lo digo. Se lo digo a él, que es un pedazo de besugo.

HOMBRE Pero… pero… jamás me habían…

CHICO: Horace, cierra la boca. ¡Ja, ja! Eso si que es llamar a las cosas por su nombre, ¿verdad, pedazo de besugo?

HOMBRE ¡Es lo que me faltaba por oír! ¡Ya pueden ustedes pagarse la cena!

GROUCHO: ¿Que nos podemos pagar la cena? ¿Y qué le hace pensar que podemos?

HOMBRE ¡Se acabó! Adiós.

GROUCHO: Horace, quítate las gafas.

(Golpe, a lo lejos.)

CHICO: Eh, ¿qué ha sido eso?

GROUCHO: ¡Camarero, camarero! ¿Qué ha sido ese ruido?

MÂITRE: Ah, no ha sido nada, señor. Acaban de echar afuera a un tipo que no podía pagar la cuenta.

CHICO: Creo que se me ha pasado el apetito.

MÂITRE: No se preocupe, señor, todo está en orden; sólo le han roto una pierna.

GROUCHO: Camarero: pensándolo mejor, creo que no vamos a cenar aquí. Anule esas tres cenas.

MÂITRE: No puedo anularlas ahora, señor. Ya he pasado la nota a cocina.

GROUCHO: ¿Que no puede anularlas?

MÂITRE: No, señor.

GROUCHO: Entonces, muy bien, me gustaría añadir algo más. Con el postre, tráiganos tres cojines y un frasco de linimento.

(Sube el volumen de la música.)

MÂITRE: Muy listos, ¿eh? Creían que iban a cenar de gorra, ¿no? Pues van a quedarse en esta cocina a lavar platos hasta que paguen la comida. Venga, venga.

CHICO: Oiga, ¿a quién cree que está empujando?

MÂITRE: Le estoy empujando a usted.

GROUCHO: Ravelli, tiene razón. Vi con mis propios ojos cómo le empujaba. Ahora le empujaremos nosotros a él a ver si adivina quién lo hace.

MÂITRE: ¡Deténganse!… ¡Paren! (Ruido de platos rotos.) Miren lo que han hecho: han roto todos esos platos.

GROUCHO: ¡Perfecto!, así no tendremos que lavarlos.

MÂITRE: ¡Estúpidos! ¿Se dan cuenta de que se han cargado unos cien platos?

CHICO: ¡Anda, jefe, ha sido peor de lo que creía! Los platos se han roto por los dos lados.

MÂITRE: ¡Pierre! ¡Pierre! Venga aquí.

PIERRE: Alors! ¿Qué pasa ahoga? ¿No saben que estoy ocupado con la cosina? ¡Gecuegden que soy el chef… el cosinego… el chef!

GROUCHO: Decídase, ¿es usted el cocinero o el chef?

CHICO: Oiga, yo quiero un chef.

MÂITRE: ¿Que quiere usted un chef?

CHICO: Claro, tomaré un bischef y una tajada de liebre.

MÂITRE: Pierre, estos tipos no han pagado la cena y me han insultado, ¡a mí, el mâitre! ¡Ponga a este hombre a trabajar en la cocina!

CHICO: Oiga, eso no es justo. Flywheel me dijo que si no pagábamos nos arrestarían, que a lo mejor nos pondrían de patitas en la calle; pero no dijo nada de trabajar.

MÂITRE: O se ponen a trabajar o les sacudo el polvo de esa porquería de pantalones que llevan hasta que lo hagan.

GROUCHO: Escuche un momento, camarada: bajo esa porquería de pantalones que él lleva, tal vez se esconda un corazón de oro.

MÂITRE: Respecto a usted, salga y atienda una de las mesas.

GROUCHO: ¿Pretende que me tienda en una de esas mesas tan pequeñas? Ni hablar. Podría caerme al suelo.

MÂITRE: Ya ha oído lo que le he dicho. Tenga, lleve este plato de roast-beef a la mesa veintiocho.

GROUCHO: ¿Por qué a la veintiocho? Me lo puedo comer aquí mismo, en la cocina.

MÂITRE: ¡Ese plato es para un cliente! Venga conmigo. Le enseñaré dónde tiene que llevarlo.

GROUCHO: Usted puede cocinarlo pero no lo puede servir, ¿no? Vamos.

CHICO: Eh, jefe, un momento, ¿dónde está el pequeño Horace?

GROUCHO: Le han puesto también a trabajar. Está pesando víveres.

CHICO: ¿Pesando víveres? Oiga, ese es un trabajo muy pesado para un renacuajo.

GROUCHO: Pesa sólo cosas pequeñas.

MÂITRE: Usted siga y deje de hablar con él. Tiene que lavar platos.

GROUCHO: ¿Por qué no nos vamos todos al cine y dejamos los platos en el fregadero hasta que volvamos?

CHICO: Vale, jefe. Quiero ver esa película tan rara que ponen ahí al lado. Fui ayer y me partí. No me gustó nada.

GROUCHO: ¿Se partió de risa y no le gustó?

CHICO: Pues claro que no me gustó, por eso me partí… me partí del cine en cuanto empezó la película.

GROUCHO: Ravelli, dice usted unas bobadas que son para morirse. ¿Por qué no se muere de una vez?

MÂITRE: Vamos, Flywheel.

(Salen; Chico tararea «Amapola».)

PIERRE: Mon Dieu! Cállese y dedíquese a los platos. Pego lávelos, animal, póngalos en agua y lávelos.

CHICO: ¡Pero usted qué se ha creído! ¿Que soy un perro de aguas?

PIERRE: ¡Un tipo listo! Pensaba que iba a comeg gratis, ¿eh?

CHICO: No entiendo lo que me dice. Me parece que no habla usted muy bien.

PIERRE: Con que no entiende, ¿eh? Puede que este bastón le ayude a entendeg. ¿Sabe lo que voy a haseg con esta maza?

CHICO: Claro que lo sé, mazadonia de frutas. Oiga, cocinero: ¿ha hecho usted alguna vez ñam-ñam de tomate?

PIERRE: ¿Ñam-ñam de tomate? Jamás he oído semejante cosa.

CHICO: Pues está muy bueno. Le enseñaré cómo se hace. Primero coge un poco de espinaca, las mezcla luego con un manojo entero de espinacas. Después lo pone todo en… a ver… me parece que es media libra de espinaca fresca. Luego, lo deja cocer un par de horas y, ¡chico, está para comérselo! ¡Buenísimo! A mí me encanta.

PIERRE: Pego usted dijo ñam-ñam de tomate y esto son pugas espinacas.

CHICO: Ya lo sé. Lo llamo ñam-ñam de tomate porque no me gustan las espinacas.

(Se abre la puerta.)

GROUCHO (acercándose): ¡Oh, chef!

PIERRE: ¿Sí?

GROUCHO: ¿Sabe ese delicioso trozo de roast-beef que acaba de darme, con patatitas asadas crujientes y trufas y guisantes a un lado?

PIERRE: Sí, sí. Es mi espesialidad, mi obga maestga.

GROUCHO: ¿Su obra maestra? Pues acaba de caérseme.

PIERRE: ¡Oh, es teguible, ese magavilloso plato pog los suelos!

GROUCHO: No se alarme, franchute. No se ha caído al suelo. Se me cayó encima del cliente.

PIERRE: ¡Oh… usted me saca de quicio!

GROUCHO: Pero si no me toca sacar a mí; ahora saca usted. Se lo enseñaría si llevara aquí las raquetas y las pelotas.

CHICO: Eh, cocinero, yo me sé esa canción.

PIERRE: ¿Qué canción?

CHICO: Si te llevara… «Si te llevara de vuelta a la Vieja Virginia.»

(Se abre la puerta.)

MÂITRE: Oiga, Flywheel: ¿qué está haciendo aquí? Vuelva a su trabajo. Se pasa la mitad del tiempo dando la lata.

CHICO: No está mal. Media lata es mejor que nada.

MÂITRE: Mire una cosa: el último tío que estuvo dando la lata por aquí perdió su trabajo y…

GROUCHO: Bueno, es mejor haber tenido una lata alguna vez y perderla que no haberla tenido nunca.

MÂITRE: Escuche, Flywheel. ¿Ve usted esa señora de la mesa doce?

Es uno de nuestros mejores clientes y quiero que se tome con ella todas las molestias del mundo.

GROUCHO: Parece fácil, jefe. Sólo verla, ya me molesta todo.

MÂITRE: Vaya a atender esa mesa.

(Se abre la puerta.)

SEÑORA (desde lejos): ¡Camarero, camarero!

GROUCHO: ¿Qué ocurre, nena?

SEÑORA: Mire este filete. ¡Está quemado!

GROUCHO: ¿Quemado? Sólo un poco tostadito. Frótelo con vaselina.

SEÑORA: ¡Eso es ridículo! Quiero que me traiga otra cosa.

GROUCHO: Muy bien, ¿qué le parece un trozo de cordero? Hoy está muy bueno Yo mismo lo he troceado —con un hacha.

SEÑORA: No quiero cordero. Quisiera el menú de pollo.

GROUCHO: ¿El menú de pollo? Muy bien. Le traeré un poco de pan duro.

SEÑORA: ¿Pan duro?

GROUCHO: Pues claro. Ese es el menú del pollo; a los nuestros les encanta. ¿Y qué le parece el menú de dos dólares?

SEÑORA: ¿Dos dólares por un poco de pollo? En el restaurante de al lado tienen lo mismo por setenta y cinco centavos.

GROUCHO: ¿Y por qué no se va al de al lado?

SEÑORA: Ya estuve, pero no les quedaba más pollo.

GROUCHO: Claro, si a nosotros no nos quedara más pollo, lo podríamos vender a sesenta centavos. Además, no se puede comparar nuestro restaurante con ese garito de ahí fuera. Fíjese qué maravilla de lugar. Mire qué cuadros. ¿No cree usted que esto también se paga?

SEÑORA: Me importan un rábano sus cuadros.

GROUCHO: Muy bien, le daré de cenar por setenta y cinco centavos, pero tendrá que hacerlo con los ojos cerrados.

SEÑORA: Dese prisa, por favor. Ya estoy harta de esto.

GROUCHO: ¿Ya está harta? Muy bien, entonces le traeré la cuenta.

SEÑORA: ¡Mâitre, mâitre!

MÂITRE: Sí, señora.

SEÑORA: He sido vulgarmente insultada por este camarero. No volveré a comer jamás en este restaurante.

GROUCHO: Señora, estoy con usted. La comida está podrida, los clientes son unos besugos y la única pasta que se gana es la italiana.

SEÑORA: ¡Buenas noches!

MÂITRE: Pero señora…

(Golpe de platos rotos.)

MÂITRE: ¡Cielos! ¿Qué pasa en la cocina?

CHICO (entra corriendo en escena): ¡Eh, Flywheel, eh, jefe!

GROUCHO: ¿Qué pasa?

CHICO: He visto un ratón en la cocina.

GROUCHO: ¿Y qué esperaba encontrar en la cocina, un elefante?

CHICO: No sé… no buscaba un elefante.

MÂITRE: ¡Esto ha ido demasiado lejos! Aquí llega el propietario. Se asegurará de que ustedes dos den con sus huesos en la cárcel. ¡Mr. Cordwell!

DIRECTOR: ¿Qué pasa?

MÂITRE: Mr. Cordwell, estos dos hombres se han tomado una cena opípara y no tenían dinero para pagarla. Han destrozado la cocina e insultado a nuestros mejores clientes.

DIRECTOR (apenado): No me molesten. Estoy muy deprimido. Terriblemente deprimido. Mi hijo ha desaparecido. ¡Mi pequeño!

CHICO: ¿Un chico pequeño? ¿Ha perdido usted un chico pequeño? ¿Un niño pelirrojo, aproximadamente de metro veintitrés, que se llama Angelo?

DIRECTOR: No.

CHICO: ¿No? Entonces debe de ser Horace.

DIRECTOR: ¡Horace! Ese es el nombre de mi hijo. ¿Le han visto? ¿Dónde está?

HORACE (acercándose): Papá, papá. ¿Dónde te has metido?

DIRECTOR: Horace, ¡hijo mío, hijo mío! (Se abrazan.)

GROUCHO: Y ahora, Mr. Cordwell, ¿qué hay de la recompensa?

DIRECTOR: ¿Quién ha hablado de recompensa?

CHICO: Acaba de decirlo mi jefe, Mr. Flywheel, ¿no se acuerda?

DIRECTOR: Caballeros, me temo que nunca podré pagarles.

CHICO: ¿Que no puede pagarnos? Pues entonces nos quedamos con Horace.

GROUCHO: ¡Eso es una idea! La peor idea que he oído en mi vida.

CHICO: Si nos quedamos con Horas no me hará falta comprarme reloj.

DIRECTOR: Caballeros, ustedes entenderán que… quiero que sepan lo agradecido que les estoy. ¿Hay algo que pueda hacer por ustedes?

GROUCHO: Sí.

DIRECTOR: Díganme qué es.

GROUCHO: Mr. Cordwell, usted es el dueño de este restaurante.

DIRECTOR: Sí.

GROUCHO: Bien, pues entonces dénos un dólar para que podamos ir al restaurante de al lado a tomar una cena decente.

(Interludio musical.)

CIERRE DEL PROGRAMA

LOCUTOR: Acaban ustedes de escuchar otra de las aventuras de Flywheel, Shyster y Flywheel, Abogados, que presentamos para su entretenimiento cada lunes por la noche a esta misma hora. Groucho y Chico Marx, comediantes famosos en todo el mundo, son las estrellas del programa. Acaban de dejar el escenario y están saludando. El público les dedica un caluroso aplauso.

(Aplauso.)

LOCUTOR: Ahora escucharán unas palabras de Groucho Marx y otras pocas de Chico Marx.

GROUCHO: Lo bueno si breve, dos veces bueno. Apártate de ese micrófono, Chico.

CHICO: Señoras y caballeros…

GROUCHO: Ya vale, Chico. Puedo seguir sin tu ayuda.

CHICO: Pero ¿qué te pasa conmigo, Groucho?

GROUCHO: Que eres un sinvergüenza.

CHICO: Señoras y caballeros…

GROUCHO: No vamos a hablar del producto…

CHICO: No. Vamos a hablar de Essolube.

GROUCHO: Cierra la boca, Chico. Nuestra misión consiste en vender espíritu navideño y no Essolube.

CHICO: Ya, pero si no vendemos Essolube, nos quedamos sin trabajo.

GROUCHO: Escucha, Chico, no vamos a mencionar el producto.

CHICO: Vale. No hablaremos de Essolube.

GROUCHO: Como sigas, te voy a dar un golpe que te van a saltar los sesos. Recuerda que lo único que vendemos es Navidad.

CHICO: De acuerdo, señoras y caballeros, no vendemos otra cosa que no sea Navidad. Así que vayan a la gasolinera más próxima y que les cambien el aceite del cárter y se lo llenen de Navidad. Y yo y mi jefe, les deseamos muy feliz Essolube.

(Sintonía musical.)