Episodio n.° 2 5 de diciembre de 1932

FIVE STAR THEATRE

PRESENTA

BEAGLE, SHYSTER, Y BEAGLE

Reparto

Groucho Marx como Mr. Beagle

Chico Marx como Emmanuel Ravelli

Miss Dimple

Mr. Scrooge

Hombre

Poli

Mujer

(Música. Suena el teléfono.)

MISS DIMPLE: Oficina de los abogados Beagle, Shyster y Beagle… Ah, hola, cariño. Precisamente estaba pensando en ti… Ahora no puedo hablarte. Mi jefe, Mr. Beagle, acaba de entrar. Buenos días, Mr. Beagle.

GROUCHO: ¿Buenos días? ¿Y qué tienen de bueno? La lluvia entra por el tejado, el casero entra por la puerta, mi mujer entra a saco en mis bolsillos, yo no entro en los planes de los clientes de la ciudad, y dice usted que es un buen día. Miss Dimple, esta mañana ha vuelto usted a llegar tarde. ¿Dónde estuvo anoche?

MISS DIMPLE: ¿Anoche? ¿Por qué lo pregunta? Salí con usted.

GROUCHO: Con que salió conmigo, ¿eh? Miss Dimple, no es buena política mezclar los negocios con el placer.

MISS DIMPLE: Pero Mr. Beagle, yo…

GROUCHO (rápidamente): Oh, ya sé lo que me va a decir. Va a decirme que no fue un placer. Pues bien, tampoco yo me divertí mucho.

MISS DIMPLE: Pero fue usted quien me pidió que saliera.

GROUCHO: Sí, Miss Dimple, ¡pero podía haber esperado un poco más y no salir nada más terminar la segunda copa!

MISS DIMPLE: Sí, Mr. Beagle.

GROUCHO: Hoy es lunes. ¿Qué tenemos en los libros además de números rojos? ¿Qué hay en la agenda del juzgado para esta tarde?

MISS DIMPLE: Hoy tiene usted juicio.

GROUCHO: Naturalmente que hoy tengo juicio. ¿Espera usted que me presente aquí sin sesos? Lo único que me hace perder el juicio son noches como la de ayer. ¿Dónde está ese pasante que contraté la semana pasada?

MISS DIMPLE: ¿Mr. Ravelli? Acaba de telefonear.

GROUCHO: Así que acaba de telefonear. ¿Y de dónde ha sacado la moneda? Me ha estado tomando el pelo. Creí que le había mandado a perseguir ambulancias. ¿Cómo va a conseguir clientes si no encuentra accidentes? ¿Qué le dijo Ravelli?

MISS DIMPLE: Dijo que venía a verle.

GROUCHO: ¡Así que viene a verme! ¡Supongo que cree que no valgo suficiente como para que yo vaya a verle a él! Quizá se avergüence de que yo vea dónde vive. Por cierto, ¿dónde vive?

MISS DIMPLE: Ha estado viviendo aquí en la oficina desde que usted lo contrató.

GROUCHO: ¿En serio? No me extraña que tenga vergüenza. Pues le dice usted que esta noche tendrá que dormir en el rellano. Tengo gente invitada a cenar. ¿Hay alguna cita para hoy?

MISS DIMPLE: No, Mr. Beagle, no tiene usted ninguna cita.

GROUCHO: Bueno, pues conciérteme alguna, ¿o es que espera que me quede aquí solo sentado todo el día? ¿Piensa usted acaso que a mí no me afecta la soledad? ¿Por quién me toma usted? (Pausa.) Bueno, sigamos… Propóngame algo. (Llaman a la puerta.) Miss Dimple, levántese de mis rodillas y vaya a ver quién llama.

MISS DIMPLE (susurra): Seguramente es Mr. Scrooge, el casero, que debe de venir a buscar el dinero del alquiler.

GROUCHO: Dígale que busque en la puerta de al lado. Allí hay más luz… y también más dinero.

MISS DIMPLE: El casero ha venido ya cinco veces mientras usted no estaba.

(Se abre la puerta.)

GROUCHO: ¿Es él?

MISS DIMPLE (susurra): Sí, es Mr. Scrooge.

GROUCHO: Hágale pasar. Hablaré con él.

SCROOGE (acercándose): ¿Es usted Mr. Beagle?

GROUCHO: ¿Que si soy Mr. Beagle? ¿Y qué derecho tiene usted a entrar en la oficina de un hombre para insultarle? ¿Alguna vez le ha echado la vista encima a ese Mr. Beagle?

SCROOGE: No, llevo mucho tiempo buscándole pero nunca le encuentro.

GROUCHO: Entonces, le hablaré con toda franqueza. De hombre a hombre, le aconsejo que renuncie a la búsqueda.

SCROOGE: ¿Cómo se llama usted?

GROUCHO: ¿Que cómo me llamo, eh? Hummm. Eso es ignorancia por parte suya. Tengo un hijo de diez años que lo sabe.

SCROOGE: Ya está bien. ¿Cuándo viene Beagle?

GROUCHO: Ahora pregunto yo: ¿cuándo se marcha usted?

SCROOGE (perplejo): ¿Que… cuándo…?

GROUCHO: Le he sorprendido, ¿eh? Bueno, pues ahora le haré otra pregunta. ¿Qué mueble de oficina tiene dos letras?

SCROOGE (molesto): Pues, no sé…

GROUCHO: ¿Se rinde? La respuesta es mesa de despacho.

SCROOGE: ¿Mesa de despacho? ¡Eso tiene muchas más de dos letras!

GROUCHO: En mi mesa hay sólo dos. Las demás las rompí o las devolví al banco.

SCROOGE: ¿Está usted loco?

GROUCHO: ¿No hace usted nunca nada sin preguntar? ¿No sabe otro juego? Le enseñaré uno. Sale usted al vestíbulo, se esconde y yo le apuesto diez contra uno a que no le encontramos. Le apuesto veinte contra uno a que ni siquiera le buscamos.

SCROOGE: Me quedaré aquí hasta que Beagle vuelva.

GROUCHO: ¿Tiene usted hecha la reserva? En estos momentos estamos hasta los topes. Creo que podré encontrarle algo en marzo. No, ahora que lo pienso, me llevará más tiempo organizarle algo. ¿Qué tal está su hígado hoy?

SCROOGE: Mi hígado está perfecto.

GROUCHO: Muy bien, pónganos medio kilo. Miss Dimple, compre un poco de bacon para acompañar ese hígado y ya tenemos la comida. Puede que Mr. Stooge quiera acompañarnos.

SCROOGE (enfurecido): No me llamo Stooge, sino Scrooge y quiero ver a Mr. Beagle para hablar con él del alquiler. No pienso quedarme aquí sentado esperándole. Dígale cuando venga que si no me paga los seis meses de alquiler que me debe, le demandaré.

GROUCHO: ¿Así que le va a demandar? Me quedo con el caso, Mr. Scrooge. Cobraremos ese alquiler aunque le cueste a usted hasta el último centavo.

SCROOGE: ¡No voy a perder el tiempo hablando con un besugo como usted! Adiós. (Portazo.)

GROUCHO: Con que soy un besugo, ¿eh? Eso me recuerda que hoy no he comido. Miss Dimple, ¿queda aún algo de esa guía de teléfonos? Si no recuerdo mal ayer comí hasta Levy, y eso era la página noventa y tres. A propósito, Miss Dimple, ¿sabe usted hacer pavo relleno?

MISS DIMPLE: Por supuesto que sé hacer pavo relleno.

GROUCHO: Pues la próxima vez que pase por una pollería, rellénese el bolsillo con uno y tráigaselo aquí.

(Llaman a la puerta.)

GROUCHO: Si ese Scrooge vuelve a aparecer por aquí, yo he salido.

MISS DIMPLE: Voy a ver quién es.

(Se abre la puerta.)

MISS DIMPLE: Es su pasante, Mr. Ravelli. ¿Puede usted verle?

GROUCHO: ¡Pues claro que no puedo! Es imposible ver nada con el polvo que hay aquí. Quítelo y hágalo pasar.

CHICO (entra cantando): «Porque no hay nada como el hogar,

no hay nada como el hogar.

Porque no hay nada como el hogar,

no hay nada como el hogar.

Porque no hay…»

GROUCHO: Ravelli, ¿qué canta usted?

CHICO: «Hogar, dulce Hogar.»

GROUCHO: Suena espantoso.

CHICO: Es que mi hogar es espantoso. (Vuelve a cantar.)

GROUCHO: Ravelli, ¿quiere dejar de hacer ese maldito ruido?

CHICO: No es ruido, es una canción.

GROUCHO: Pues si eso es una canción, haga un poco de ruido. Y a propósito, ¿se puede saber por qué canta?

CHICO: Sólo para matar el rato.

GROUCHO: Pues ha encontrado usted un arma de primera. ¿Qué ha hecho durante toda la semana?

CHICO: Perseguir carretillas de helado.

GROUCHO: ¿Qué?

CHICO: Perseguir carretillas de helado. Entré aquí para calentarme.

GROUCHO: Yo creí que le había mandado perseguir ambulancias.

CHICO: Y lo hice, pero las ambulancias corren demasiado.

GROUCHO: Esa sí que es una buena ocurrencia. Una de las mejores que he oído en toda mi vida.

CHICO: ¿Le importaría apoquinar algo de pasta?

GROUCHO: Quiere pasta y ni siquiera tenemos harina. Escuche, Ravelli: si no me trae algún cliente, nos van a echar de aquí.

CHICO: Bueno, de todas formas este sitio tampoco me gusta mucho.

GROUCHO: No, ¿eh? Mire, Ravelli. Estoy hablando del negocio. Va a quedarse usted en la calle, frente a esta oficina, hasta que me traiga un cliente, aunque le cueste la vida.

CHICO: ¿Que me tengo que quedar en la calle y conseguir clientes? Eso no me parece bien. Imagínese que me ve mi mujer.

GROUCHO: ¿Pero está usted casado? ¿Dónde está su esposa?

CHICO: ¿Mi mujer? En casa.

GROUCHO: ¡Ja! ¿Y cómo sabe usted que está en casa?

CHICO: Porque llevo puestos sus zapatos.

(La música sube de volumen.)

(Ruido callejero y de tráfico desvaneciéndose.)

CHICO (gritando): ¡Abogado! ¡Abogado! ¿Quién quiere abogado? ¿Quiere usted un abogado, señora? ¡Hoy, un abogado a buen precio! ¡Venga, que por preguntar no se cobra! Eh, señor, ¿no quiere usted abogado?

HOMBRE No, no quiero un abogado.

CHICO: ¿Y entonces qué quiere?

HOMBRE Quiero que me deje solo.

CHICO: Eso no es bueno. ¿Qué otra cosa quiere? ¿Tal vez un kilo de delicioso abogado fresco? Hoy tengo delicioso abogado.

HOMBRE A mí no me interesa su abogado.

CHICO: Bueno, yo tampoco le intereso, pero tengo que conseguir un cliente.

HOMBRE Pero, dígame, ¿qué pretende usted? ¿Qué clase de juego es éste? ¡Déjeme en paz! ¡Lárguese o llamo a la policía!

CHICO: ¿Quiere demandarme? Tengo un buen abogado para usted.

HOMBRE (retrocediendo): Muy bien… Oficial, ¿quiere usted quitarme de encima a este pelmazo?

POLI (irlandés): ¡Vamos… circule… trasládese a otro lado, está usted obstruyendo el tráfico!

CHICO: No puedo trasladarme, oficial. No pagamos el alquiler.

POLI: Oiga… ya sé que usted no pretende hacer nada malo…

CHICO: ¿Y cómo lo sabe? ¡Pues claro que lo pretendo!

POLI: ¡Así que va usted de listo!

CHICO: ¡Qué va! Mi jefe, Mr. Beagle, él si que es listo. ¿Quiere usted un abogado?

POLI: ¿Y para qué iba a querer yo un abogado?

CHICO: No sé. Siempre puede llevárselo a casa, lavarlo, enseñárselo a los niños.

POLI: Pero oiga, ¿se puede saber qué pretende?

CHICO: Mr. Beagle, mi jefe, me mandó bajar a buscar clientes.

POLI: Pues no va a encontrar usted clientes quedándose aquí parado.

CHICO: ¿Y cómo puedo agenciármelos?

POLI: Será mejor que circule y busque algún accidente. Así es como se encuentran clientes. Y ahora circule. (Retrocediendo.) Si le encuentro aquí cuando vuelva, le enchirono.

CHICO (para sus adentros): ¡Me enchirona! ¡Me enchirona! (grita): ¿Alguien quiere un abogado? ¿Alguien quiere un abogado? ¿Alguien tuvo un accidente? ¿Alguien tuvo un hermoso accidente fresco? Eh, señor, ¿ha tenido usted algún accidente?

HOMBRE ¿Un accidente? ¿De qué me habla usted?

CHICO (para sus adentros): Muy bien, muy bien. Me montaré mis propios accidentes. (Sonido de cascos de caballos.) ¡Aja!, aquí llega un carretón. Perfecto. Al próximo tipo que pase, lo empujo. (Confusión general; bocinas de taxi; rechinar de frenos; relinchos de caballo; gentío murmurando; se desvanece poco a poco)

GROUCHO (aproximándose): ¿Quién me ha empujado? ¡A mí, Waldorf T. Beagle, un transeúnte totalmente inocente! Bueno, bastante inocente. Así que ha sido usted, Ravelli. ¿Cómo se le ha ocurrido empujarme? ¿No sabe que podía haber matado a ese caballo?

CHICO: ¡Ja, ja! No sabía que era usted, Mr. Beagle. ¡Ha sido sólo una broma!

GROUCHO: ¿Con que ha sido sólo una broma? ¡Pues a mí casi me desloma! ¿Ha tenido alguna vez un caballo encima del estómago?

CHICO: No, pero una vez me pusieron una pistola en el pecho.

GROUCHO: ¡Bueno, vale ya de tonterías! ¿Dónde están esos clientes?

CHICO: Me pasé tres horas de arriba abajo. Pregunté a todo el mundo, pero nadie quiere verle.

GROUCHO: ¡Qué me dice usted! Escuche, Ravelli, lo que tenemos que hacer es lograr que América se entere de quién es Beagle. Que se vaya preparando América.

CHICO (sin mucha convicción): ¿Alguien quiere un abogado? ¿Alguien quiere un abogado?

GROUCHO: ¡Shhh, tenga cuidado, alguien podría oírle!

CHICO: No creo. Nadie me ha oído hasta ahora.

GROUCHO: Ravelli, lo que usted necesita es técnica. Por mi parte, lo que yo necesito no es asunto de nadie. Y lo que necesito aún más, son los asuntos de alguien.

CHICO: Ya que usted es tan listo, seguro que puede conseguir clientes.

GROUCHO: ¿Me toma usted el pelo? Pues bien, se tragará usted esas palabras, y si no consigo pronto algo de comer me las tragaré yo. Pero no podemos quedarnos aquí todo el día. El próximo cliente que pase, déjemelo a mí.

CHICO: Vale, vale. Ahí viene una señora.

GROUCHO: ¡Una señora! ¡Preste atención, Ravelli!

MUJER: Caballeros, ¿serían tan amables de indicarme la confluencia de la Calle 42 y Times Square?

CHICO: Esto marcha. Ya tenemos un caso. Buenos días, señora.

GROUCHO: Bueno, señora, ya era hora de que apareciera. Aunque no es que tenga usted muy buena apariencia. Ravelli, bájese de esa boca de riego y déjele el sitio a la señora. Y bien, ¿en qué podemos servirle? ¿Qué le parece si le conseguimos el divorcio? Sería un precioso regalo de Navidad para su esposo.

MUJER: ¿El divorcio? Yo sólo le he preguntado cómo llegar a la Calle 42 con Times Square.

GROUCHO: No se ande por las ramas. Usted necesita un divorcio. Yo necesito un divorcio. Necesito su divorcio, si he de pagar el alquiler. Y ahora, señora, ¡al grano! ¿Cómo empezó todo?

CHICO: Pues que ella llega y nos pregunta cómo llegar a Times Square.

MUJER: ¿Cómo? La verdad…

GROUCHO: Ya lo entiendo todo. Usted se casó con ese hombre, ese inocente hombrecillo… ¡Ay, no!… eso le pasó a otro cliente.

CHICO: Eh, jefe, ¿tenemos otro cliente?

MUJER: Le aseguro que no pienso aguantar esto.

GROUCHO: ¿Quién está contando la historia, usted o yo? Usted se casó con él cuando era sólo una chiquilla. El sólo era un hombre. Hasta aquí todo encaja bastante bien.

CHICO: Sí, y si no anda usted con ojo, a los que van a encajonar va a ser a nosotros.

MUJER: ¿Quieren hacer el favor de decirme de qué están hablando?

GROUCHO: Usted le dio todo… ¡todo!, ¿y qué ha sacado a cambio? Y durante todo este tiempo, esa mala bestia liado con rubias sensuales, lascivas y despampanantes. Eh, Ravelli, ¿adonde va?

CHICO: Es que me acaba de dar una idea.

GROUCHO: Vuelva aquí.

MUJER: No aguantaré esto ni un minuto más.

GROUCHO: No la culpo. Pero no se preocupe: Beagle va tras sus huellas. Y ahora, ¿en qué terreno nos podemos apoyar para conseguir su divorcio? ¿Qué le parece si nos apoyamos en el terreno del Club de Polo? A propósito, creo que le encantaría el terreno del Polo, especialmente si usted decide jugar al béisbol con nosotros. Luego podríamos canjearla a usted por Babe Ruth u otro jugador de primera. Podríamos incluso canjearla por un Buick o un Mercedes Benz. Nos va a resultar usted muy útil. No entiendo por qué su marido quiere divorciarse de usted. Tal vez podamos hablar con él. Por cierto, ¿dónde está?

MUJER: ¿Dónde está quién?

GROUCHO: ¿Tendré que volver a repetírselo todo otra vez?

CHICO: Sólo quiere saber dónde está su marido.

MUJER: Yo no tengo marido.

AMBOS: ¿Qué?

MUJER: No estoy casada y no me casaré hasta agosto.

GROUCHO: Entonces, perfecto, le conseguiremos el divorcio para septiembre.

(La música sube de volumen)

CHICO (agotado): ¿No quiere alguien un abogado? ¿No quiere alguien un abogado?

SCROOGE: ¿Se puede saber qué hace usted ahí plantado?

CHICO: Yo no quiero estar aquí plantado. ¿No tendría usted una silla?

SCROOGE: Escuche, para venta ambulante puede usted estacionarse frente a ese edificio.

CHICO: Así que usted también lo ha descubierto. ¿Qué es lo que usted no vende?

SCROOGE: Yo no vendo nada.

CHICO: Bueno, yo tampoco. Chóquela. (Receloso.) Usted no querrá un abogado, ¿verdad?

SCROOGE: ¿Cómo sabe que no?

CHICO: De todas formas, no querrá éste.

SCROOGE: Pues a decir verdad, quiero un abogado sea como sea.

CHICO: Si es así, tengo el hombre que necesita. Es terrible.

SCROOGE: ¿Se llama así?

CHICO: ¿Y qué más da cómo se llame? Usted no le conoce.

SCROOGE: Escuche, mi nombre Scrooge y tengo un inquilino que me debe el alquiler de seis meses. Quiero un abogado que lo desahucie. Vamos, echaré un vistazo a su hombre.

CHICO: Creo que será mejor que lo contrate primero y lo vea después.

SCROOGE: No es usted muy buen vendedor. ¿Dónde tiene su oficina?

CHICO: ¿Que dónde está su oficina? Aquí mismo, en este edificio. Vamos, se la enseñaré.

SCROOGE: ¿Tiene su oficina en este edificio?

CHICO: Claro, y también vive aquí. Yo también vivo aquí. Venga.

SCROOGE: ¿Y no sabe que va contra la ley vivir en un bloque de oficinas?

CHICO: ¡Y a nosotros qué nos importa! También cocinamos aquí. Ayer comimos col con cecina. Estaba buenísima. Todos los demás inquilinos se quejan, pero el casero no nos dice nada. Nos tiene miedo.

SCROOGE: O sea que les tiene miedo, ¿eh?

CHICO: ¡Y tanto! Es un gallina. (Pausa.) Le gustará este abogado. Espero que tenga tiempo para recibirle. Es un hombre muy rico. No acepta muchos casos.

SCROOGE: Ya lo creo que me recibirá.

CHICO: Ya hemos llegado. No, no es ahí, es la puerta de al lado, Beagle, Shyster y Beagle. Quédese aquí. Voy a ver si Mr. Beagle puede verle.

SCROOGE: Bien, no tarde.

CHICO: No se mueva de aquí.

(La puerta se abre y se vuelve a cerrar.)

CHICO: Eh, Miss Dimple, adivine qué tengo ahí fuera.

MISS DIMPLE: ¡Chsss! Mr. Beagle está ocupado.

CHICO: Bien, pues despiértele. Me agencié un cliente.

GROUCHO: Le he oído, Ravelli. ¡Que ha conseguido un cliente! A mí no me mienta. No he nacido ayer. Si fuese un recién nacido no llevaría pantalones largos.

CHICO: Jefe, le aseguro que no le estoy mintiendo. Me agencié un cliente.

GROUCHO: ¿Un cliente? Rápido, Miss Dimple, mis zapatos. Y quite esos ratones de la máquina de escribir. Enséñeme a ese cliente, Ravelli. O mejor no, déjelo. Hágale pasar y ya le enseñaré yo.

(Se abre la puerta.)

CHICO: Ya puede pasar.

SCROOGE: Gracias.

CHICO: Este es mi jefe, Mr. Beagle. Jefe, este es nuestro nuevo cliente, Mr. Scrooge.

SCROOGE: ¿Es usted Mr. Beagle?

GROUCHO: Eso es exactamente lo que dijo la última vez que vino aquí. Estoy de usted hasta las narices.

SCROOGE: Así que usted es Mr. Beagle. Ahora atienda un momento, Beagle: no voy a volverle a repetir lo de ese alquiler…

GROUCHO: Es un alivio. Estoy contento de que por fin haya adoptado mi punto de vista. Probablemente, éste es el principio de una hermosa amistad, Scrooge. Cuando entró usted en la oficina, sentí como una chispa y ahora vuelvo a notar otra. Tendrá que apagar ese puro. Se me están quemando los pantalones.

CHICO: ¡Que ardan! Será la primera vez en todo el invierno que haga un poco de calor en este edificio.

SCROOGE: Si pagasen el alquiler tendrían suficiente calor.

CHICO: Si pudiéramos pagar el alquiler, nos iríamos de esta oficina.

SCROOGE: Escuche, Beagle. Estoy de usted hasta las narices. Su amigo me dice que es usted rico y yo quiero mi alquiler.

GROUCHO: Así que le dijo que yo era rico, ¿eh? En fin, no es más que un soñador. ¿Y no lo somos todos en cierta medida? Escuche, Scrooge, yo no le culpo. Usted sólo cumple con su deber. No es más que un simple diente dentro del engranaje, una persona limpia, a pesar del aspecto de su camisa. ¿Qué tal lo estoy haciendo, Ravelli?

CHICO: De maravilla, jefe. Me parece que le está gustando.

SCROOGE: Por última vez, Beagle, ¿me va a pagar el alquiler o no?

GROUCHO: ¿Tengo elección?

CHICO: ¿Canción? Claro que sí, yo me sé una canción. (Canta «Amapola».)

GROUCHO: ¿También tú, Ravelli? (Suena el teléfono.) Perdone, Mr. Scrooge. Es el teléfono. Hola… ¿Me oye?… Yo también le oigo. (En un aparte.) Magnífico invento, esto del teléfono. Ah, así que es usted, Astorbilt. ¿Cuántas veces tengo que decirle que no me moleste en horas de oficina?… Que quiere que yo represente a su compañía de ferrocarril… Bueno, ya sabe usted mis condiciones. Envíeme inmediatamente un anticipo de cinco mil dólares. Ah, sí, y medio kilo de mantequilla.

CHICO (susurrando): ¿Lo ve usted, Mr. Scrooge? Todo el mundo va tras él y usted dándole la tabarra con una menudencia como lo del alquiler.

SCROOGE (susurrando): Bien, es probable que me haya mostrado un poco impaciente.

GROUCHO: Escúcheme, Astorbilt, no consideraría siquiera su propuesta si no estuviera enamorado de su mujer. Pero como lo estoy, me lo volveré a' pensar. Le diré lo que voy a hacer: lo consultaré con la almohada. Siempre que el portafolios que uso como almohada no resulte demasiado incómodo. Le llamaré por la mañana. Adiós.

SCROOGE: Bien, Mr. Beagle, no tenía idea de que tuviera entre manos casos tan importantes. Será mejor que vuelva en otro momento que no esté usted tan ocupado.

CHICO: Eso está bien. Y mejor si no vuelve más.

SCROOGE: ¿Están seguros de que no tienen ninguna queja de la oficina?

GROUCHO: Pues, ahora que lo dice, hay unas cuantas cosas de este lugar que no me gustan. La verdad es que no me gusta que usted esté aquí, aunque siempre podríamos pintarlo. Incluso darle una mano de barniz. ¡Qué mano le podríamos dar! Un manotazo.

SCROOGE: Bueno, volveré a verles.

GROUCHO: Déjese caer por aquí, viejo. Siempre encontrará el bienvenido en el felpudo. Y siempre encontrará el felpudo en la casa de empeños. Y cierre la puerta cuando salga.

SCROOGE: Sí, Mr. Beagle.

(La puerta se abre y vuelve a cerrarse.)

GROUCHO: Y ahora, Ravelli…

CHICO: Sí, jefe.

GROUCHO: Las estadísticas dicen que en esta ciudad hay unos ocho millones de personas. Dos millones pasan a diario por delante de esta oficina. ¡Y de esos dos millones, usted ha tenido que ir a elegir al casero para traerlo aquí! ¿Tiene algo que alegar en su defensa?

CHICO: Que me podría subir el sueldo.

GROUCHO: Eso suena razonable. Y también me resulta familiar. ¿De dónde cree que voy a sacar el dinero?

CHICO: Usted le acaba de decir a Astorbilt que no cogería un caso ni de un millón de dólares.

GROUCHO: ¿Astorbilt? Era la compañía telefónica.

CHICO: ¿Le ofrece casos de un millón?

GROUCHO: No, imbécil. Ha llamado para notificar que van a cortar la línea.

CHICO: ¿Que van a cortar la línea? ¡Vaya faena! ¿Y cómo va a llamar por la mañana a Astorbilt?

GROUCHO: Ravelli, la próxima vez que cruce usted la calle, asegúrese de que el semáforo está en rojo.

(Sintonía musical.)