Episodio n.° 8 16 de enero de 1933
FIVE STAR THEATRE
PRESENTA
FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL
Reparto
Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel
Chico Marx como Emmanuel Ravelli
Miss Dimple
Mrs. Jackson
Taxista
Poli
(Charanga. Trompetas.)
LOCUTOR: El Five Star Theatre presenta a Groucho y Chico Marx.
(Sintonía musical.)
LOCUTOR: El Five Star Theatre está patrocinado por las compañías Standard Oil de New Jersey, Pennsylvania y Louisiana, y la Colonial Beacon Company, distribuidora de la gasolina Colonial. Todas estas compañías distribuyen Essolube, el conocido aceite hidrorrefinado para motor y gasolina Esso.
El lunes por la noche es noche de comedia en el Five Star Theatre y estamos a punto de escuchar a esos Locos Marx, Groucho y Chico, en otra de sus comedias en tres actos sobre las aventuras de Flywheel, Shyster y Flywheel.
Pero antes de entrar en el programa, nos gustaría pedir a todos nuestros radioyentes que nos hicieran un favor, algo que no lleva aparejado ni gasto ni obligación y que nos será de gran ayuda.
Durante muchos años, hemos disfrutado del favor de una legión de leales seguidores. Agradecemos enormemente su apoyo y en correspondencia deseamos darle tan sólo lo mejorcito de la programación radiofónica.
Hemos diversificado los programas del Five Star Thatre acomodándonos a los diferentes talantes y gustos. Cada semana se incluye comedia moderna, maravillosa música sinfónica, estrellas de ópera, música popular y teatro de misterio. Nosotros y los artistas queremos saber si les gusta nuestra oferta y hemos ideado un sencillo sistema para que pueda votar su programa favorito del Five Star. Pare en cualquier gasolinera Esso, pida al vendedor una papeleta, vote el programa que le guste más y déselo al vendedor. Sus votos nos permitirán darle el tipo de programa que usted prefiere.
Y ahora, vamos con los Locos Marx. Este programa les llega hoy desde Hollywood, California. Aquí tenemos a Groucho. Tiene el mismo aspecto que el que ustedes ven en el escenario y en las películas, con esas negrísimas cejas y el famoso bigote. También Chico está aquí, con sombrerito verde y traje de pana. El público está aplaudiendo. (Aplausos.) Nuestro director de orquesta, Harry Jackson, les ha preparado unos magníficos temas para esta noche. Está levantando la batuta, comienza la obertura y el programa está a punto de empezar. (La orquesta toca un potpourri partiendo de «Dulce Adelina».)
(Suena el teléfono.)
MISS DIMPLE: ¿Diga? Oficina de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel. Diga… ¿Quién? ¿Con quién quiere hablar?… No le entiendo… Mr. Flywheel, no entiendo lo que dice este hombre. Será mejor que hable usted con él.
GROUCHO: Déme el teléfono. ¡Diga… diga! ¿Quién es? ¿Que quiere usted hablar con Mr. Tilson? ¿Mr. Tilson padre o hijo?… ¡Ah, no sabe! Bueno, ¿es alto o bajo? ¿Es bajo? Ah, se refiere usted a Mr. Tilson hijo. Bien, pues aquí no vive nadie con ese nombre. Se debe haber equivocado de número. Adiós.
MISS DIMPLE: Pero Mr. Flywheel ¿por qué lleva ese cordel atado al dedo?
GROUCHO: ¿Cordel? Ah, sí. Me lo puse anoche para acordarme de pedirle que me hiciera algo esta mañana.
MISS DIMPLE: ¿Y qué quiere que haga?
GROUCHO: No tengo ni idea, a no ser que quisiera que me desatara el cordel. Ah, ahora me acuerdo. Tenía que ingresar en el banco los diez centavos que encontramos ayer. A propósito, ¿dónde están los diez centavos?
MISS DIMPLE: Están en ese cajón, Mr. Flywheel, donde usted los puso anoche.
(Abre el cajón.)
GROUCHO: ¿En este cajón? ¡Mire, Miss Dimple, mire, han desaparecido! ¡El dinero ha desaparecido!
(Se oye a Chico tarareando a lo lejos «Amapola».)
MISS DIMPLE: Viene su pasante, Mr. Ravelli. Puede que él sepa algo de esto.
(Se abre la puerta.)
CHICO: Hola jefe, hola Miss Dimp.
GROUCHO: Déjese de saludos, Ravelli. ¿Qué ha pasado con los diez centavos que había en ese cajón?
CHICO (inocentemente): Regístreme.
GROUCHO: Registrarle… una magnífica sugerencia, Ravelli. Sujétele, Miss Dimple. (Pausa.) ¡Aja! ¡Lo sabía! Los tiene aquí en el bolsillo. Ahora, Ravelli, me figuro que no me vendrá con la misma canción de siempre.
CHICO: Vale. ¿Quiere que le cante el Tico Tico?
GROUCHO: ¿El Tico Tico?
CHICO: Pues claro. «Tico y tico ton tiez.»
GROUCHO: ¡Devuélvame ese dinero! Mire, Miss Dimple, una moneda de diez y dos centavos. ¿Y de dónde salen los dos centavos? Oiga, este dinero está empezando a producir interés. Tal vez sea mejor guardarlo en el bolsillo de Ravelli que en el banco. Y ahora, ¿tiene algo que alegar?
CHICO: Jefe, es cierto que cogí los diez centavos, pero fue por equivocación. ¿Sabe una cosa? Creí que era una moneda de un cuarto.
GROUCHO: Ravelli, me deja usted de piedra; robar a su jefe y amigo diez centavos… una miserable moneda de cambio.
CHICO: Es que el médico me dijo que me sentaría bien un cambio.
GROUCHO: Ya veo. Muy bien, Miss Dimple, suéltele. Ravelli, suelte usted a Miss Dimple.
CHICO: Por favor, jefe, perdone, se me había olvidado lo que estaba haciendo.
GROUCHO: Se le olvidaría hasta la cabeza si no la tuviera en el hombro de Miss Dimple. ¿Dónde ha estado toda la mañana?
CHICO: De pie, en la esquina, contemplando un accidente.
GROUCHO: ¿Un accidente? ¿Un buen accidente? ¿Habrá juicio? ¿Qué pasó?
CHICO: Pues mire, un caballero se metió debajo del carro del panadero. Tuvo la culpa el panadero. Tenía que haber girado a la izquierda.
Este perfil de los cuatro hermanos Marx señalaba: «Los cuatro juegan a la bolsa. Esta es la razón de por la que siguen en el mundo del espectáculo.» (De The New Movie Magazine, enero de 1932.)
GROUCHO: ¡Qué tontería! El panadero no tenía elección. Ya sabe usted, al pan, pan…
CHICO: Pues ha sido culpa del panadero. Estaba sentado conduciendo al mismo tiempo que se comía un trozo de pastel.
GROUCHO: ¿Conducía y comía a la vez y se tragó un stop?
CHICO: Sí, se lo zampó enterito. No dejó ni las migas para el caballo.
GROUCHO: ¿Qué? ¿No le dio a ese pobre caballo ni un trocito de pastel?
CHICO: No sé, jefe. Tal vez era porque no tenía caballo. Conducía un automóvil.
(Se abre la puerta.)
MISS DIMPLE (Susurra): Aquí llega una señora. Tiene pinta de cliente.
MRS. JACKSON: Perdone. ¿Es usted Mr. Flywheel?
GROUCHO: ¿Que si soy Mr. Flywheel? Antes de contestar, quiero saber una cosa. ¿Es usted Mrs. Flywheel?
MRS. JACKSON: Por supuesto que no.
GROUCHO: Perfecto, entonces sí que soy Mr. Flywheel. Y me apuesto algo a que adivino quién es usted.
MRS. JACKSON: Vale, ¿quién soy?
GROUCHO: Me rindo, ¿quién es?
CHICO: Aunque yo no esté jugando, también me rindo.
MRS. JACKSON: Soy Mrs. Jackson y he venido para que me ayuden con mi declaración de renta.
GROUCHO: ¿Ayudarla con su declaración de renta? ¿A una mujer hecha y derecha como usted? Lo siento mucho pero tendrá usted que pagar de su propio bolsillo sus impuestos.
CHICO: Eh, yo tengo un hermano que tiene un puesto.
GROUCHO: Cállese, estamos hablando de impuestos, de dinero, contante y sonante.
CHICO: Pues eso, un puesto ambulante.
GROUCHO: Ravelli, ojalá fuera usted sordo; sería sordomudo.
MRS. JACKSON: Caballeros, no veo por qué tienen que discutir.
GROUCHO: Bien, señora, ojos que no ven, corazón que no siente, y eso le pone a usted, prácticamente, a salvo de casi todo.
MRS. JACKSON: ¡No he venido aquí a que me insulten!
CHICO: Pues se debe haber equivocado de oficina.
GROUCHO: ¡Cállese, Ravelli! ¡Yo me sé defender solo! Y ahora, señora, ¿qué pasa con esa declaración de renta?
MRS. JACKSON: Precisamente tengo aquí un ejemplar…
GROUCHO: Yo también tengo otro. Se llama Ravelli.
MRS. JACKSON: Quiero decir que tengo aquí un impreso de declaración de la renta y hay unas cositas que no entiendo.
GROUCHO: Señora, déjeme ver ese impreso. Hummm. Esta declaración de renta no es una lectura muy entretenida. ¿Por qué no se ha traído usted una declaración de principios, en lugar de esto?
MRS. JACKSON: Me temo que es bastante complicado.
GROUCHO: ¿Complicado? Pero si esto lo entendería hasta un niño de cuatro años. Ravelli, salga a ver si encuentra un niño de cuatro años. Yo no le encuentro ni pies ni cabeza.
CHICO: Esto es una birria. No tiene dibujos.
GROUCHO: Bueno, vamos a ver. Empezaremos por el principio. Aquí dice: «¿Reside usted en los Estados Unidos?».
CHICO: ¡Ja, ja! ¡Vaya chorrada! El papel quiere saber si esta señora preside los Estados Unidos. Todo el mundo sabe que quien preside en los Estados Unidos es Mr. Hoover.
GROUCHO: Mira, aquí hay una buena. Dice: «Un fiduciario que presentara declaración de propiedades en proceso de administración puede reclamar»; atienda esto, es para morirse, «in lieu de esta deducción estipulada en la Sección 162 (a) del Decreto de 1928 (b)». ¿Qué le parece, Ravelli?
CHICO: Ese es muy fácil, pero yo me sé un acertijo mucho mejor. Eh, señora, hay trece hombres debajo de un paraguas y sólo uno se moja ¿Por qué?
MRS. JACKSON (impacientándose): ¡No tengo ni la más remota idea!
CHICO: ¡No llovía!
MRS. JACKSON: ¿Y cómo se mojó ese hombre?
CHICO: Ah, sí. Porque fue a su casa a darse un baño.
MRS. JACKSON: Por favor, caballeros. ¿Qué hay de mi declaración de renta?
GROUCHO: ¿Su declaración de renta? ¿No tiene usted nada más en qué pensar? ¿Cómo se gana usted la vida?
MRS. JACKSON: Tengo una sombrerería.
CHICO: Eh, mi hermano pequeño también tiene una sombrillería. Alquila sombrillas en la playa.
MRS. JACKSON: Bueno, todo esto está muy bien, pero desearía que se ocuparan de mi declaración de renta.
GROUCHO: Señora, si los deseos fuesen caballos, la llevaría cabalgando a casa. Sin embargo, déjeme el impreso y esta tarde me pasaré por su tienda para informarle de lo que tiene que pagar.
MRS. JACKSON: De acuerdo, les espero esta tarde.
GROUCHO: Muy bien, y ahora juguemos a la papelera.
MRS. JACKSON: ¿A la papelera?
GROUCHO: Claro, mientras yo leo el papel Ravelli la echa fuera.
(Sube la música.)
(Ruidos en la calle.)
GROUCHO: ¡Taxi! ¡Taxi!
CHICO: Pero jefe ¿para qué quiere un taxi?
GROUCHO: ¿Espera usted que yo, Flywheel, vaya andando a la tienda de Mrs. Jackson? ¿Qué impresión le causaríamos? ¿Dónde está su amor propio, Ravelli?
CHICO: Ay, jefe, ni amor propio ni ajeno; ni siquiera tengo novia.
GROUCHO: ¡Taxi! ¡Taxi! (Se acerca un taxi.)
TAXISTA: Hola, ¿dónde vamos?
GROUCHO: Queremos ir a la sombrerería de Mrs. Jackson, en el 555 de Boulevard Avenue.
TAXISTA: De acuerdo, amigo. Adentro.
(Portazo, el coche se pone en marcha.)
CHICO: Jefe, jefe, ¿cómo vamos a pagar el taxi?
GROUCHO: Ravelli, no quiera cruzar el puente antes de llegar. (Chirrido de frenos.) Y eso también va por usted, taxista.
CHICO: Eh, conductor, ¿por qué no se fija por dónde se mete con este trasto viejo?
GROUCHO: Oiga, Ravelli, deje de meterse con esta lata. ¿O se cree usted un abrelatas?
TAXISTA: Oigan, amigos, si no les gusta este coche, bájense y vayan andando.
GROUCHO: Qué tipo más listo.
TAXISTA: Pues sí, soy un tipo listo. ¿Tiene algo que decir?
GROUCHO: Bien, si es tan listo, contésteme a esto. Si echo esta carta al correo hoy, ¿la repartirán en Filadelfia mañana por la mañana?
TAXISTA: Claro que la repartirán. Llegará a primera hora de la mañana.
GROUCHO: Pues se equivoca. No llegará a Filadelfia por la mañana. Esta carta va dirigida a Boston.
CHICO: Eh, jefe, jefe. Mire a ese poli que viene corriendo por ahí. ¿Qué pasa?
(Sonido de disparos.)
GROUCHO: Ha saltado al estribo del coche. Eh, oficial, ¿se puede saber qué hace? No le hemos invitado a venir con nosotros.
POLI: Usted cierre la boca. Oiga, conductor, siga a ese turismo que va delante. Está lleno de pistoleros y acaban de asaltar un banco. Vamos, conduzca como una flecha y ojo con los disparos.
TAXISTA: O.K., jefe, cazaremos a esas ratas.
CHICO: ¿Ratas? Pues podemos parar en la tienda de la esquina y comprar un poco de queso.
POLI: ¿Queso? ¿Para qué?
CHICO: Para mi almuerzo.
POLI: Ustedes, muchachos, será mejor que se tumben en el suelo si no quieren que les peguen un tiro.
(Disparos de metralletas y rotura de cristal.)
GROUCHO: Córrase, Ravelli. Rápido. Deje a Flywheel un poco de sitio en el suelo.
CHICO: ¡Huy, huy, ay, ay!
POLI: ¿Le han dado, amigo?
CHICO: No me han dado en el ombligo, pero casi me dan en el cuello.
(Bang, bang, bang.)
GROUCHO: Gire a la derecha en el próximo cruce, conductor. Quiero pasar por delante de la casa de mi chica. Se lo va a pasar bomba viendo cómo disparan a Ravelli.
POLI: ¡Cierre el pico! Taxista, siga a ese coche. ¡Ya le he dicho que esos tipos acaban de robar cien mil dólares!
GROUCHO: Mire, oficial, usted puede continuar persiguiendo a ese coche si le da la gana, pero yo no tengo la costumbre de ir tras la gente sólo porque tengan dinero. Oficial, puede que usted sea pobre, pero estoy seguro que es tan encantador como esos tipos ricos a los que va persiguiendo.
POLI: Le estoy diciendo que esos tipos son ladrones, bandidos.
GROUCHO: Bueno, yo sigo insistiendo que usted no tiene nada que envidiarles. Lo que pasa es que tiene usted complejo de inferioridad.
POLI: Cuidado, pichón, que le van a dar.
CHICO: ¿Están cazando pichones?
(Más disparos.)
GROUCHO: Si fuese usted un hombre, oficial, arrestaría a esos tipos. La temporada del pichón aún no se ha abierto.
(Ruido de metralletas y rotura de cristales.)
CHICO: ¡Ojalá estuviera aquí mi padre! Es un bala perdida.
POLI: ¿Un bala perdida?
CHICO: Sí. Se perdió hace tres años.
POLI: ¡Cuidado! Han tirado una granada de mano.
CHICO: Eh, jefe, mire lo que he cogido, parece una pina.
POLI (muy agitado): ¡Eh, tire eso por la ventana, es una granada de mano!
(Ruido de explosión.)
GROUCHO: Muy bien, Ravelli, ¡sí que sirve usted de ayuda! Lástima que no tiraran una neumonía. Me hubiera gustado que la cogiese.
POLI: Más rápido, taxista. Esos mostrencos sólo nos sacan una calle.
CHICO: ¡Mostrencos! Flywheel, ése sí que es un mostrenco, pero, en fin, no vamos a hablar de eso.
(Más disparos.)
POLI: ¡Les estamos ganando terreno!
GROUCHO: Lo que está usted ganando es peso. Yo en su lugar dejaría de comer patatas.
CHICO: Sí, eso me recuerda una cosa ¿Sabe qué pesaba ayer, jefe?
GROUCHO: No. ¿Qué pesaba?
CHICO: Un kilo de azúcar. Ja, ja, buen chiste ¿eh? Jefe, mire lo que marca el taxímetro.
GROUCHO: Por todos los dioses, seis dólares y cuarto. ¡Oficial, oficial!
POLI: ¿Qué pasa ahora?
GROUCHO: ¿Se puede saber adonde vamos?
(Bang, bang.)
POLI: Se dirigen a campo abierto y vamos a seguirles.
GROUCHO: Bien, me pregunto si podría pedirles usted a esos pistoleros un gran favor.
(Bang, bang.)
POLI: ¿Qué quiere?
GROUCHO: Saber si ellos tendrían inconveniente en que les siguieran en dirección a la sombrerería de Mrs. Jackson. Tenemos allí una cita de negocios a las tres en punto y ya vamos con retraso.
(Sube la música.)
(Sonido del taxi circulando.)
CHICO: Jefe, ha sido una suerte que esos bandidos atravesaran la frontera del estado y escaparan. Por un momento tuve miedo de que pudiéramos alcanzarles.
TAXISTA: Bueno, ya hemos llegado. Esta es la dirección que me dieron, el 555 de Boulevard Avenue.
GROUCHO: Sí, ésta es. Sombrerería de Mrs. Jackson. (Se abre la puerta.) Gracias por este delicioso paseo, conductor. Tiene que venir alguna vez a vernos para ir de caza juntos. Vamos, Ravelli.
TAXISTA: Oiga, espere un momento. Espere un momento. ¿Quién paga esta carrera?
GROUCHO: ¿Qué carrera?
TAXISTA: Son cincuenta y seis dólares y treinta centavos.
GROUCHO: ¡Cincuenta y seis dólares con treinta! ¡Imposible!
TAXISTA: Mire una cosa, amigo, después de la carrera que nos hemos pegado por todo el estado, no se va a quedar ahí plantado discutiéndome esos cincuenta y seis dólares con treinta centavos.
GROUCHO: ¡Discutir sobre el precio! Naturalmente que no. No voy a discutir sobre ese tema. Lo que pienso hacer es no pagar ni un centavo.
TAXISTA: ¡Y tanto que va a pagar!
CHICO: No se pongan nerviosos. Usted espérese aquí hasta que salgamos. Tenemos que hablar de negocios con esa señora.
TAXISTA (amenazando): ¡Por supuesto que esperaré!
GROUCHO: Si dentro de diez minutos no hemos salido, no se moleste en esperar más.
TAXISTA: ¡No se preocupe, no me moveré de aquí!
GROUCHO: Y yo estaré allí, aunque no puedo asegurarle que no me preocuparé. Vamos, Ravelli.
CHICO: Oiga, es una tienda preciosa.
(Abre la puerta.)
MRS. JACKSON: Bueno, Mr. Flywheel, bonitas horas de llegar.
(Se cierra la puerta.)
GROUCHO: No se preocupe de eso. Lo más importante es saber si este lugar tiene puerta trasera.
MRS. JACKSON: ¿Y qué hay de mi declaración de renta?
GROUCHO: Primero responda a mi pregunta. ¿Tiene este lugar puerta trasera?
MRS. JACKSON: No, no tiene.
GROUCHO: Bueno, en ese caso, debe usted al gobierno cincuenta y seis dólares con treinta centavos.
CHICO: Anda, jefe, ¡qué divertido! Es justo lo que le debemos al taxista: cincuenta y seis con treinta.
MRS. JACKSON: ¡Pero eso es muchísimo! No pienso pagarlo.
GROUCHO: Bueno, pues ya somos tres que no pensamos pagar. Por cierto, Mrs. Jackson, ¿sabe usted el mejor remedio para evitar la caída del cabello?
MRS. JACKSON: Cómo, yo…
GROUCHO: Mire, es muy sencillo. La próxima vez que lo vea caer, quítese rápidamente del medio. Y ahora, hablemos de esos cincuenta y seis dólares con treinta. A no ser que usted pueda hacer una puerta trasera, los cogeremos en metálico.
MRS. JACKSON: ¡Vaya idiotez! Si es cierto que debo tanto dinero al gobierno, yo misma lo enviaré.
CHICO: ¿Cuál es el problema, señora? ¿No confía usted en mí?
MRS. JACKSON: Oh, no me malinterpreten. No es que no confíe en ustedes, es que yo siempre pago mis impuestos a plazos, cada tres meses.
CHICO: Eso no vale. No podemos tener a ese taxi esperando tanto tiempo.
MRS. JACKSON: Y ahora, caballeros, dejando a un lado lo que debo al gobierno, ¿cuánto les debo a ustedes por su trabajo?
GROUCHO: Un momento, voy a calcularlo. (Murmurando en voz baja.) Veamos. Tres horas de trabajo, jornada y media de horas extras, una hora para comer, caballo, un dólar. Esto hace cuatro por cuatro, veintiocho y doce por traerlo treinta y dos, menos lo de Ravelli… sube a… (con voz radiante): Mrs. Jackson, nos debe exactamente cincuenta y seis dólares con treinta centavos.
MRS. JACKSON: ¡Pero eso es lo que usted me dijo que debía a Hacienda! Mr. Flywheel, ¿le importaría decirme cómo ha llegado usted a esa cifra?
GROUCHO: ¿Quiere usted saber cómo he llegado? Pues bien, se lo diré. Salimos de la ciudad por Hemingway Avenue, retrocedimos por la Calle Diez, atravesamos Billy Boulevard y en un santiamén nos hemos plantado en cincuenta y seis dólares con treinta centavos.
MRS. JACKSON: Estoy confusa. Me gustaría que subieran a mi oficina y me lo demostraran sobre el papel.
GROUCHO: O.K., muñeca. Usted me dice por dónde y yo iré delante. Ravelli, quédese aquí a vigilar la tienda.
MRS. JACKSON: Sí, Mr. Ravelli, y si entra algún cliente, por favor llámeme.
CHICO: Vale, señora.
MRS. JACKSON: Vamos, Mr. Flywheel.
(Se abre la puerta y vuelve a cerrarse; CHICO empieza a cantar «Completamente solo»; se abre la puerta.)
TAXISTA: ¡Eh, usted! ¿Hasta cuándo me van a tener esperando?
CHICO: Hola, señor taxista. ¿Quiere comprar algo?
TAXISTA: Quiero mis cincuenta y seis dólares, ahora mismo.
CHICO: ¿Quiere cincuenta y seis dólares? ¿Y qué hay de los treinta centavos que faltan? Bueno, de todos modos se ha equivocado usted de hombre. Yo no le conozco a usted de nada.
Venga, anímese a comprar algo. Bonito sombrero de señora, ¿verdad?
TAXISTA: ¿Y qué quiere que haga yo con un sombrero de señora?
CHICO: Ande, pruébeselo. Es un sombrero precioso.
TAXISTA: Pues hombre, no está mal. Igual a la mujer le queda mejor. ¿Cuánto es?
CHICO: Vale exactamente cincuenta y seis dólares con treinta. ¿Quiere que se lo envuelva o se lo lleva puesto?
TAXISTA: Oiga, ¿está usted de cachondeo? ¿Cincuenta y seis dólares con treinta por este sombrerito?
CHICO: Vale, vale. Aquí tiene uno más grande y no le costará ni un centavo más de cincuenta y seis con treinta.
TAXISTA: Oiga, ¿es que quiere usted tomarme el pelo? ¡Yo le conozco! Es uno de los dos tipos que estoy esperando que me paguen. ¿Dónde se ha metido el del bigote?
CHICO: ¡Está dentro, afeitándoselo!
TAXISTA: ¿Y por qué hace eso?
CHICO: Se lo está afeitando para que usted no le reconozca.
TAXISTA: Así que se cree que me puede tomar el pelo, ¿no?
CHICO: No, se equivoca, se trata del bigote de él, no del suyo.
(Se abre la puerta.)
MRS. JACKSON: ¡Mr. Flywheel, esto es un atropello! No ha puesto usted un solo número en este impreso. Creo que ni siquiera se lo ha mirado.
GROUCHO: En eso tiene razón. Lo tengo todo aquí, en la cabeza; si tuviera usted un aparato de rayos X, se lo demostraría.
TAXISTA: Hombre, aquí está el otro individuo. Oiga usted, estoy cansado de esperarle.
GROUCHO: Chófer, creí que le había dicho que esperase fuera con mi coche.
CHICO: ¿Ahora hemos comprado el coche?
MRS. JACKSON: Estoy harta de esta payasada. No le pagaré ni un centavo. Ahora mismo me voy directamente a la oficina de la delegación de Hacienda y que me lo rellenen allí.
GROUCHO: ¿Va usted ahora mismo a la oficina de la delegación? Ravelli, llame un taxi para Mrs. Jackson. Pensándolo mejor, chófer, lleve usted a Mrs. Jackson adonde ella quiera.
TAXISTA: Vale, pero del dinero ¿qué?
GROUCHO: Chófer, la señora tiene prisa. Mrs. Jackson, usted pagará al taxista lo que marque el taxímetro cuando lleguen a su destino, ¿verdad?
MRS. JACKSON: Naturalmente. ¡Yo siempre pago lo que marca el taxímetro!
GROUCHO: Ahí lo tiene usted, señor taxista. Mrs. Jackson cogerá su taxi.
MRS. JACKSON: Muy bien.
TAXISTA: O.K., jefe. Supongo que ya vale así. Vamos, señora.
(Se abre la puerta y se cierra.)
GROUCHO: Por aquí, Mrs. Jackson. Permítame ayudarla a subir.
CHICO: Adiós, señora.
MRS. JACKSON: ¡Adiós!
CHICO: Bueno, jefe, hemos salido de ésta bastante bien.
GROUCHO: ¡Qué hemos salido de ésta! ¿Y cómo vamos a volver a la oficina?
CHICO: ¿Por qué? ¿Estamos muy lejos?
GROUCHO: Hombre, a unas cuarenta millas en línea recta y a unas sesenta en línea quebrada.
CHICO: No se apure, jefe, llamaré a Miss Dimple y le diré que venga aquí inmediatamente.
GROUCHO: ¿Y de qué nos va a servir? Tampoco ella tiene ni cinco.
CHICO: Bueno, pero por lo menos podemos volver a casa andando los tres juntos.
(Sube la música.)
LOCUTOR: Acaban ustedes de escuchar otra de las aventuras de Flywheel, Shyster y Flywheel, Abogados, el programa de la noche de los lunes del Five Star Theatre. Groucho y Chico Marx son las estrellas de este programa. Ahora salen a saludar y el público del estudio aplaude frenéticamente.
(Aplauso.)
LOCUTOR: Y aquí tenemos de nuevo a Groucho y Chico.
CHICO: ¡Zeñoraz y… ah, zí… zeñorez! Sabía que me acordaría. Señoras y señores, yo…
GROUCHO: Eso ha estado muy bien, Chico, pero que muy bien.
CHICO: Oye, creo que incluso lo puedo mejorar.
GROUCHO: No resulta difícil de creer. Afortunadamente tenemos poco tiempo y…
CHICO: ¿Qué hora es?
GROUCHO: No sé. Pero no pueden ser las siete porque yo tenía que estar en casa de un amigo a las siete y aún no estoy allí.
CHICO: ¿Y por qué no miras el reloj?
GROUCHO: Mi reloj no va.
CHICO: ¿Por qué? ¿No han invitado a tu reloj?
GROUCHO: Ya te veo, te estás quedando dormido. Ahora, da las buenas noches a esta encantadora audiencia y te llevaré a la cama.
CHICO: ¿Vas a hacer Esso?
GROUCHO: Sí, Esso, la mejor gasolina, y Essolube también, el aceite de motor hidrorrefinado. Oye, qué bien nos ha quedado Esso. Vamos a dar las buenas noches antes de que lo estropeemos. Buenas noches. Buenas noches.
(Aplauso.)
LOCUTOR: No se olvide de ir esta semana a la gasolinera Esso más cercana y rellenar con su voto la papeleta de los más populares del Five Star Theatre. No le costará un centavo, no le obligará a nada. Sólo entre y pida al encargado una papeleta, marque su voto y él nos lo enviará. Estamos ansiosos por saber cuál de los distintos programas del Five Star Theatre, comedia, música clásica, cuentos famosos o teatro de misterio, prefiere. Votando, ustedes pueden ayudarnos a seleccionar el programa que más les guste. Muchas gracias.
(Sintonía musical.)