Episodio n.° 1 28 de noviembre de 1932
FIVE STAR THEATRE
PRESENTA
BEAGLE, SHYSTER, Y BEAGLE
Reparto
Groucho Marx como Mr. Beagle, abogado
Chico Marx como Emmanuel Ravelli, su ayudante
Miss Dimple, secretaria
Mr. Jones, cliente
(Charanga de trompetas, etc.)
LOCUTOR: El Five Star Theatre presenta a Groucho y Chico Marx, por primera vez en antena.
(Sintonía musical.)
LOCUTOR: El Five Star Theatre aparece esta noche ante su audiencia con el primero de una serie de programas radiofónicos de un alcance, magnitud y variedad jamás reunidos anteriormente en una misma cartelera.
Bajo el patrocinio de las compañías Standard Oil de New Jersey, Pennsylvania y Louisiana, y de la compañía Colonial Beacon Oil, el Five Star Theatre ofrecerá cada noche de la semana, excepto sábados y domingos, una atracción radiofónica completamente nueva. Cinco producciones estelares semanales. Cada noche un estreno. Con los cantantes, músicos, actores, escritores y locutores más importantes del mundo colaborando en un gigantesco programa de espectáculos para su diversión. Este es, en una palabra, el Five Star Theatre, y aquí comienza el primer programa de la semana.
Esta noche, los inimitables Hermanos Marx, Groucho y Chico, en una serie cómica titulada: «Beagle, Shyster y Beagle, Abogados.»
El martes por la noche, a las diez, la Orquesta Sinfónica de Josef Bonime, con John Charles Thomas como solista invitado.
El miércoles, a las siete y media de la tarde, una dramatización del cuento «Aguas Frías», de Rex Beach, con el propio Mr. Rex Beach como voz principal.
El jueves, a las diez de la noche, la Aborn Opera Company con la ópera de Franz Lehar La viuda alegre, transmitida por un acuerdo especial con Tams-Witmark.
A las siete y media de la tarde del viernes, ese querido detective de ficción, «Charlie Chan», en una adaptación de El camello negro, de Earl Derr Biggers.
Como todos estos programas serán radiados por distintas emisoras, asegúrense de mirar cada noche en su periódico local la frecuencia de emisión del programa diario del Five Star Theatre.
Y ahora, vayamos con el programa de esta noche. Aquí está Groucho Marx, preparado para su debut en la radio: bigote negro, gafas de concha y todo lo demás. Y aquí está también Chico, con el mismo aspecto que en las películas. Sí, también se ha traído su acento italiano.
El estudio está lleno de distinguidos invitados al estreno. El conde Félix Von Luckner, famoso navegante, acaba de entrar; tendrán noticias suyas más tarde.
La orquesta está afinando, se inicia la obertura y el programa va a comenzar.
(La orquesta toca la obertura.)
LOCUTOR: El telón se levanta y aparece la oficina de Beagle, Shyster y Beagle, abogados. Miss Dimple está al teléfono y oiremos a Groucho Marx en el papel de Mr. Beagle.
(Suena el teléfono)
MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Beagle, Shyster y Beagle… No, Mr. Beagle no ha llegado aún… Está en el juzgado… Gracias. (Cuelga el auricular.)
(El teléfono suena de nuevo.)
MISS DIMPLE: Beagle, Shyster y Beagle… No, Mr. Beagle está en el juzgado… Le espero de un momento a otro… De acuerdo. (Cuelga el auricular.)
(Se abre la puerta; se oyen pasos.)
MISS DIMPLE: Buenos días, Mr. Beagle.
GROUCHO: Déjese de saludos. Póngame con el presidente Hoover. Hay una fotografía mía en la comisaría y no salgo favorecido. Parezco mi padre. En realidad, se trata de mi padre. Deje lo de llamar al presidente. Averigüe únicamente cuánto ofrecen de recompensa.
MISS DIMPLE: Mr. Beagle, tengo unas cartas para que me las firme.
GROUCHO (irritado): ¡Ahora no, ahora no! He tenido un día tremendo en el juzgado.
MISS DIMPLE: ¿De qué caso se trataba?
GROUCHO: Escándalo público, pero creo que me absolverán. ¿Y por qué no, si ella me pegó primero?
MISS DIMPLE: ¡Mr. Beagle! ¿Pegó usted a una mujer?
GROUCHO: Bueno, era de mi estatura. Incluso más pequeña. Además, si no fuera por mis propios arrestos, nunca tendría un caso. ¿Alguna llamada?
MISS DIMPLE: Sí, sus acreedores han estado llamando toda la mañana. Dicen que están cansados de telefonear y que habrá que hacer algo.
GROUCHO: Muy bien. Haremos algo. Mandaremos que se lleven el teléfono.
MISS DIMPLE: Vale.
GROUCHO: Es usted una chica estupenda. Le aumento el sueldo diez dólares.
MISS DIMPLE: Gracias, Mr. Beagle.
GROUCHO: No hay de qué. Por cierto, ¿por qué no me presta esos diez hasta fin de mes?
MISS DIMPLE: Pero Mr. Beagle, hace semanas que no cobro. Además, usted pasa por alto…
GROUCHO: Paso por alto muchas de las cosas que ocurren aquí. ¡Buena secretaria está usted hecha! ¿En qué ocupa usted el tiempo? El suelo está sin fregar, las ventanas sucias, y mis pantalones sin planchar siquiera.
MISS DIMPLE: Pero Mr. Beagle…
GROUCHO: Ya vale de hablar de esto. ¿Dónde están esos diez dólares?
MISS DIMPLE: No tengo ni un centavo.
GROUCHO: ¿Y quién le está pidiendo un centavo? Si quisiera un centavo rompería la hucha de mi hijo —si tuviera un hijo. Ahora estaré en mi oficina. Si suena el teléfono, no conteste. Puede que se hayan equivocado de número.
(Pasos; se cierra la puerta; llaman a la puerta.)
MISS DIMPLE: Adelante.
CHICO: ¡Hola! Me llamo Emmanuel Ravelli. ¿Está el jefe?
MISS DIMPLE: Está ocupado. ¿Tiene usted una tarjeta?
CHICO: Claro, pero si me da otra me la quedo encantado. Quiero ver al jefe.
MISS DIMPLE: ¿Para qué le quiere ver?
CHICO: Bueno, ¿sabe usted?, quiero el divorcio.
MISS DIMPLE: Mr. Beagle es un hombre muy ocupado. Tendremos que redactar un informe. Dice usted que se trata de un divorcio… Veamos. ¿Hijos?
CHICO: Desde luego. Seis, o puede que siete. No sé muy bien. Espere, déjeme ver. Está Tony, está Josie, está Pasquale, está Angelino, está Jake… no, Jake no, no hay ningún Jake. Jake es el chiquillo de la vecina. Ya ve, los confundo. Y además tenemos otro crío.
MISS DIMPLE: ¿Otro? ¿Es niño o niña?
CHICO: No lo sé; aún no habla.
MISS DIMPLE: ¿Cuánto tiempo lleva usted casado?
CHICO: Se equivoca usted, señora, yo no estoy casado. Es mi hermano el que está casado.
MISS DIMPLE: Oh, es él quien desea divorciarse.
CHICO: No, qué va, él no quiere divorciarse. A él le gusta su mujer. El es feliz, aunque yo creo que está un poco chiflado.
MISS DIMPLE (atónita): ¿Me está usted diciendo que desea que él se divorcie sólo porque a usted no le gusta su esposa?
CHICO: Qué va, a mí ella me gusta, es una chica muy maja, pero no sabe guisar.
MISS DIMPLE: ¿Y su hermano se queja?
CHICO: No. El está satisfecho. Come cada día fuera.
MISS DIMPLE: ¿Y por qué no come usted fuera?
CHICO: Bueno, mire usted, yo no me lo puedo pagar. No tengo trabajo.
MISS DIMPLE: ¿Y por qué no se pone usted a trabajar?
CHICO: Vale, vale, deje lo del divorcio. Me quedo con el trabajo.
MISS DIMPLE: Hablaré con Mr. Beagle. ¿Dónde puedo contactar con usted?
CHICO: No lo sé señora. Sabe usted, tengo muchas cosquillas.
MISS DIMPLE: Quiero decir que dónde vive usted.
CHICO: Vivo con mi hermano.
MISS DIMPLE (impaciente): Siéntese un momento. Llamaré a Mr. Beagle. (Llama a la puerta.) ¡Mr. Beagle!
GROUCHO (ausente): ¿Qué? ¿Consiguió usted los diez pavos?
MISS DIMPLE: No; hay un hombre aquí fuera que quiere hablar con usted de un trabajo. (Se aproximan pasos.)
GROUCHO: Dígale que lo acepto. Pero que no trabajaré por menos de veinte dólares a la semana.
MISS DIMPLE: Se equivoca usted. El quiere un trabajo aquí.
GROUCHO: Ah, es él quien quiere un trabajo. Bien, creo que le puedo poner a trabajar.
CHICO: Yo no quiero trabajar. Sólo quiero un trabajo.
GROUCHO: ¿Y qué hay de las referencias?
CHICO: Bueno, así ya vale. Usted no necesita referencias. Me gusta su cara.
GROUCHO (tímidamente): Y a mí me gusta la suya —si es que eso es una cara. Es usted exacto a un tipo que yo conocía, se llamaba Emmanuel Ravelli. Dígame una cosa: ¿es hermano suyo?
CHICO: Emmanuel Ravelli soy yo.
GROUCHO: ¿Es usted Emmanuel Ravelli?
CHICO: Yo soy Emmanuel Ravelli.
GROUCHO: Entonces no me extraña que me recuerde a él. Pero sigo insistiendo en que hay un parecido.
CHICO: ¡Oiga! No hemos hablado de dinero.
GROUCHO: Eso me parece maravilloso. Si me promete no decir ni palabra del tema, yo tampoco lo mencionaré.
CHICO: Está bien, pero yo necesito más dinero.
GROUCHO: Le diré qué pienso hacer. Le daré seis dólares a la semana y usted se trae la comida.
CHICO: Bueno, pero…
GROUCHO: Voy a ir incluso más lejos. Le daré seis dólares a la semana y también me trae la comida a mí.
CHICO: Seis dólares semanales… seis… Oiga, jefe, yo no puedo vivir con seis dólares a la semana.
GROUCHO: Así que no puede vivir con seis dólares a la semana… Eso me hace totalmente feliz. Queda usted contratado.
CHICO: ¿Cuándo empiezo?
GROUCHO: Bueno, ahora es la una en punto. Si empieza ahora, puede estar de vuelta con la comida a las tres. Me trae un sándwich de tomate y una limonada.
CHICO: No tengo limonada, pero puedo traerle una cerveza.
GROUCHO: Muy bien, pues que sea negra.
CHICO: Lo siento pero la llevo encima.
GROUCHO: ¿Que lleva usted encima una negra?
CHICO: Sí, mi gabardina.
GROUCHO: Oiga, ¿qué le parecería coger una pulmonía doble?
CHICO: No la necesito. Soy soltero. Además, tengo que ganar más dinero.
GROUCHO: ¿Tiene usted alguna experiencia?
CHICO: ¡Y tanto! Soy músico desde hace quince años.
GROUCHO: ¿Y cuánto saca a la hora?
CHICO: Pues si toco, diez dólares.
GROUCHO: ¿Y cuánto saca por no tocar?
CHICO: Doce dólares a la hora.
GROUCHO: Eso está mejor.
CHICO: Ahora bien, por ensayar hago un precio especial: quince dólares a la hora.
GROUCHO: ¿Y cuánto saca por no ensayar?
CHICO: Oh, usted no podría pagárselo. Mire, si no ensayo, no toco. Y si no toco, eso hace que suba el precio.
GROUCHO: ¿Y qué pediría por subir a un terrado?
CHICO: Sólo el precio de la consumición.
GROUCHO: Pues a ver si se deja caer alguna vez.
CHICO: ¿Del terrado?
GROUCHO: Me parece que está claro.
CHICO: No, no está claro. Ahora, vamos a hacer cuentas. Ayer no vine, eso le cuesta a usted quince dólares. Hoy he venido…
GROUCHO: Me debe usted veinte.
CHICO: Mañana me voy. Eso asciende a unos…
GROUCHO: Un millón. Pero no juguemos con el dinero. Le ofrecí seis dólares. Le subo dos.
CHICO: Si usted sube dos, yo aumento tres.
GROUCHO: Voy. ¿Qué tiene?
CHICO: Ases. ¿Qué tiene usted?
GROUCHO: Ganas de echarle de la oficina.
CHICO: Muy bien, acepto la apuesta.
(La música sube de volumen.)
MISS DIMPLE: Beagle, Shyster y Beagle… Ah, hola Charlie. Llámame luego. Viene alguien.
JONES: Me llamo Edgar T. Jones. Deseo ver a Mr. Beagle.
MISS DIMPLE: Está en su oficina. Pase.
JONES: Gracias. (Se abre la puerta; pasos.) Ejem… ejem… encantado, Mr. Beagle. Un amigo mío me dijo que era usted un buen abogado.
GROUCHO: Pues no debe de ser tan amigo. Siéntese. ¿Tiene usted un par de puros?
JONES: Pues no… lo siento.
GROUCHO: ¿Por qué no envía a alguien a por unos? Si tiene usted veinticinco centavos de dólar, iré yo mismo.
JONES: De ninguna manera, Mr. Beagle.
GROUCHO (con indignación): ¿Qué pasa? ¿No se fía usted de mí?
JONES (molesto): ¿Por qué? Bien, me gustaría hablar con usted. Tengo problemas con mi esposa.
GROUCHO (indignado): ¡Por favor! Oiga usted, también yo tengo problemas con mi esposa y no voy por ahí aireándolo. (Despectivo) Humm. Debería avergonzarse. (Llamando fuera): Miss Dimple, muéstrele la puerta a este caballero. O no, pensándolo bien deje la puerta en paz. Ya la vio cuando entró.
JONES: Pero Mr. Beagle, he venido a pedirle consejo. Déjeme que le cuente la historia. Mi esposa está enamorada de dos hombres y…
GROUCHO (riendo aparatosamente): ¡Ja, ja, ja! No es una mala historia. Todo el mundo la comenta en el club. Ahora, déjeme que le cuente yo a usted una. Había dos viajantes llamados Pat y Mike…
JONES: No, no, Mr. Beagle. He venido aquí con un problema.
GROUCHO: Bueno, ¿por qué no le dice que pase?
JONES: Usted no lo comprende. Estoy buscando pruebas contra mi esposa.
GROUCHO: Hombre, ¿y por qué no lo ha dicho antes? Déjeme mirar mi libro de leyes y sentencias… Aquí lo tenemos (pasando páginas)… aquí está… el caso de Emory T. Gribble contra la Compañía de Ferrocarril del Monte y Western. Caray, yo siempre había pensado que Western era una película de vaqueros.
JONES: Pero Mr. Beagle, está mirando el reglamento de ferrocarriles.
GROUCHO: ¿Y eso qué importa? Tiene ochocientas páginas y está limpio como los chorros de oro. Si tuviera un chorro de oro se lo enseñaría.
JONES: Pero yo quiero llevar a la corte a mi esposa.
GROUCHO: ¿Y por eso me tengo yo que comprar otro código? ¿Por qué no le hace la corte al ferrocarril? El ferrocarril tiene más dinero que su esposa. Y además no le reclamará pensión de alimentos.
JONES: Por favor, Mr. Beagle, no quiero discutir. Me siento cansado, nervioso, atropellado.
GROUCHO: ¿Atropellado? Aja, ahora sí que tenemos un caso. ¿Atropellado por el ferrocarril?
JONES: Mr. Beagle, está usted poniendo a prueba mi resistencia.
GROUCHO: Me da igual. Tiene usted que pasarse por aquí otro día y probar la mía. Estoy preparando una combinación nueva.
JONES: ¿Una combinación? ¿Qué combinación?
GROUCHO: Una combinación nueva para mi caja fuerte de alta resistencia. Buen chiste, ¿eh? En fin, no se trata más que de una broma. Por lo que he entendido, lo que usted realmente necesita es alguien que siga a su esposa. Tengo el hombre que busca, mi nuevo pasante, Emmanuel Ravelli. Parece idiota y habla como un idiota. Pero no permita que le engañe: realmente es un idiota. Usted y Ravelli se entenderán de maravilla.
JONES: Mr. Beagle, mi tiempo vale dinero. Permítame ponerle al corriente de los hechos. Me casé con mi esposa en secreto.
GROUCHO: ¿Se casó con ella en secreto? ¿Quiere decir que no le consultó sobre el tema? No es de extrañar que se vaya con otros hombres.
JONES: Mr. Beagle, tenemos que conseguir el divorcio; quiero que su ayudante, Ravelli, siga a mi esposa.
GROUCHO: Cada cosa a su tiempo. Consigamos primero el divorcio y luego ya seguiremos todos a su esposa.
JONES (confuso): Yo… Mr. Beagle, la verdad es que no entiendo la operación; pero lo dejo en sus manos. Usted es el abogado y, como buen doctor en ley…
GROUCHO: ¿Que yo soy el doctor? ¡Perfecto! El lunes le quitaré las amígdalas. El martes le quitaré a su esposa. El miércoles…
JONES: ¡Un segundo, Beagle!
GROUCHO: Doctor Beagle, para usted. Saque la lengua y vuelva el próximo miércoles.
JONES: Llame a su ayudante, haga el favor. Quiero darle una descripción de mi esposa.
GROUCHO (con indignación): Muy bien, Mr. Jones. Si es eso lo que quiere, le llamaré. ¡Ravelli, Ravelli!… Miss Dimple, despierte a Ravelli… Mr. Jones, ¿quiere usted entrar, despertar a Miss Dimple y dejarle dicho que me despierte a las nueve?
CHICO: Aquí estoy, jefe. ¿Llamaba usted a Ravelli?
GROUCHO: Atienda una cosa. No me gusta que duerma en la oficina.
CHICO: A mí tampoco me gusta acostarme en ella. ¿Por qué no me compra usted una cama?
GROUCHO: Ravelli, quiero que conozca a Mr. Jones.
CHICO: Vale, ¿dónde tengo que encontrarme con él?
JONES: Mr. Ravelli, me siento muy feliz de trabar conocimiento con usted.
CHICO: No entiendo de qué habla.
GROUCHO: Quiere decir que está encantado de conocerle, lo que confirma mi suposición de que probablemente está loco.
JONES: Mr. Ravelli, acabo de contarle a Mr. Beagle que, aunque sienta decirlo, mi esposa no se comporta como debiera. Va por ahí con otros hombres.
CHICO: ¿Que se va por ahí con otros hombres? Eso está bien. Oiga, ¿cree que yo le gustaría?
GROUCHO: Ya veo que tienen mucho de qué hablar. Además, ahora que me acuerdo, tengo una reunión de consejo de dirección en el billar de enfrente. Así que si me disculpan, me largo.
JONES (atónito): ¡En el billar! Mr. Beagle, tengo la impresión de que las cosas no se tratan aquí de una forma muy profesional. En medio de una reunión se va usted para jugar al billar.
GROUCHO: No me queda más remedio. No puedo jugar al billar aquí dentro; no hay mesa. Buenos días, caballeros.
(Se cierra la puerta.)
JONES: Bien, Mr. Ravelli, puesto que usted va a seguir la pista a mi esposa, creo que debería describírsela. Es de mediana estatura y… pero, no importa, tengo una fotografía suya. Mire, aquí tiene, Mr. Ravelli.
CHICO: ¡Eh! ¡Está muy bien! Vale, me quedo una docena.
JONES: No están en venta.
CHICO: ¿Quiere usted decir que no valen nada?
JONES: Eso es.
CHICO: Vale, entonces me llevo dos docenas.
JONES (irritado): De momento, con una foto será suficiente. Ahora, Mr. Ravelli, sepa usted que hay un hombre al que mi esposa ha estado dedicando especial atención. Cuento con usted para averiguar quién es. ¿Cree que lo conseguirá?
CHICO: Por supuesto, déjemelo a mí. Me enteraré rápido de quién es el hombre que se ve con su mujer. Lo sabré enseguida.
JONES: ¿De verdad? ¿Cómo lo va a hacer?
CHICO: Bien, primero me disfrazaré…
JONES: Sí…
CHICO: Luego, me buscaré un sabueso…
JONES: Sí.
CHICO: Después, iré a su casa…
JONES (con creciente interés): Sí…
CHICO: Y le preguntaré a su mujer.
(Sube el volumen de la música.)
(Tecleo de máquina de escribir; suena el teléfono.)
MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Beagle, Shyster y Beagle… No, Mr. Beagle no ha llegado todavía. Pero le espero de un momento a otro… (Sorprendida.) Ah, hola Mr. Jones. No había reconocido su voz… Sí, Mr. Ravelli está siguiendo el rastro a su esposa… pero no hace mucho… sólo dos semanas. Esperamos que Mr. Ravelli venga a la oficina esta mañana. Dice que tiene noticias… de acuerdo, le diré a Mr. Beagle que vendrá usted… Adiós.
(Se reanuda el tecleo; se abre la puerta.)
MISS DIMPLE: Buenos días, Mr. Beagle.
GROUCHO: ¡Rápido! Llame a Warburton, McAllister, Throckmorton y Bruce y pregunte por Mr. Schwartz. Dígale que quiero que me preste un par de calcetines.
MISS DIMPLE: ¿Que le preste un par de calcetines?
GROUCHO: ¿Por qué no? Cuando él vino a verme me dejó sin camisa. Claro que la camisa era suya; pero los puños eran míos. ¿Tenemos algún cliente nuevo, Miss Dimple?
MISS DIMPLE: No señor.
GROUCHO: Humm. No hay clientes. Siempre que dejo el despacho a su cargo, no hacemos ningún negocio. Ayer me quedé por aquí y ¿qué pasó? Tuvimos un gran día.
MISS DIMPLE: ¿Que ayer fue un gran día?
GROUCHO: Pues claro, ¿no fue ayer cuando vendí la alfombra?
MISS DIMPLE: Sí, pero…
GROUCHO: Por cierto, Miss Dimple, antes de que me olvide, llame a Ravelli y dígale que se asegure de quedarse dormido.
MISS DIMPLE: Es que ha telefoneado diciendo que venía enseguida.
GROUCHO: En ese caso, me vuelvo inmediatamente al billar. (Abre la puerta.)
MISS DIMPLE: Pero Mr. Jones viene hacia aquí. Quiere hablarle de su divorcio.
GROUCHO: Es de lo único que me habla. Me está empezando a hartar.
MISS DIMPLE: Pero Mr. Beagle, es su asunto.
GROUCHO: Bueno, pues preferiría que dejase de meter las narices en mis asuntos.
MISS DIMPLE: ¡Chss! Alguien viene. Creo que es Mr. Jones.
(Se abre la puerta.)
MISS DIMPLE: Encantada de verle, Mr. Jones.
JONES: El gusto es mío, Miss Dimple. Buenos días, Mr. Beagle. Sobre lo de mi divorcio…
GROUCHO: ¡Divorcio! ¿Va a empezar otra vez con eso? Escuche, Jones, ¿puedo venderle una entrada para el Baile de Bomberos? Vale cinco dólares, pero es suya por uno y medio.
JONES: ¿Qué? Pero… ¡si es una entrada del año pasado!
GROUCHO: Ya lo sé, pero el espectáculo del año pasado fue mejor.
JONES (agotada la paciencia): Mr. Beagle, ¿cuándo voy a saber algo de mi divorcio?
GROUCHO: Mire, Jones, no cambie de tema. ¿Qué hay de esa entrada?
JONES: No quiero parecerle impaciente, Mr. Beagle, pero se suponía que su ayudante traería pruebas contra mi esposa. ¿Dónde está Mr. Ravelli?
CHICO (abre la puerta): ¿Qué ocurre? ¿Quién llamaba a Ravelli? Aquí estoy.
JONES: Ah, Mr. Ravelli. Me gustaría saber los resultados de su investigación. ¿Siguió usted a mi mujer?
CHICO: Desde luego, como un sabueso. Oiga, ¿se acuerda usted de cuando me dio la foto de su mujer?
JONES: Sí.
CHICO: Bien, pues me puse en marcha inmediatamente. Como un sabueso, se lo aseguro. Y en una hora, incluso en menos de una hora…
JONES (con ansiedad): Sí…
CHICO: Perdí la foto.
GROUCHO: Ahí tiene usted, Jones. Todo eso en menos de una hora.
JONES: Así que no siguió usted los pasos a mi mujer.
CHICO: Por supuesto, seguí su rastro todo el día como un enamorado.
JONES: ¿Qué día fue?
CHICO: El día de los enamorados. Fui directo a su casa.
JONES (con ansiedad): ¿Y qué encontró?
CHICO: Encontré que su mujer había salido.
JONES: ¿Así que ha perdido usted dos semanas?
CHICO: ¡No, qué va! El lunes sigo a su mujer. El martes voy al partido de béisbol y ella no aparece. El miércoles va ella al béisbol y no aparezco yo. El jueves hay partido doble: no aparecemos ninguno de los dos. El viernes llueve todo el día y, como no hay partido, me voy a pescar.
JONES: ¿Y qué tiene que ver eso con mi esposa?
CHICO: Pues que no pesqué peces, pero pesqué a su esposa.
JONES: ¿Pescó a mi esposa… con un hombre?
Chicolini (Chico) y Brownie (Harpo) hablan con el embajador de Sylvania, Trentino, en Sopa de ganso: «El lunes vigilamos la casa de Firefly, pero él no salió, no estaba en casa. El martes fuimos al béisbol pero nos jugó una mala pasada, no apareció. El miércoles fue al béisbol y nosotros se la jugamos a él, no aparecimos. El jueves había partido doble, no apareció nadie».
CHICO: Claro.
JONES: ¿Quién era?
CHICO: No quiero decirlo.
JONES: Insisto en saber el nombre de ese hombre.
CHICO: No quiero decirlo.
GROUCHO: Escuche, Jones, mi ayudante no es el tipo de individuo que pondría el buen nombre de alguien de boca en boca.
JONES: Por última vez, caballeros, ¿quién era el hombre?
GROUCHO: Aclárelo, Ravelli. ¿Quién era el hombre que estaba con la mujer de Mr. Jones?
CHICO: Vale, vale. Si me obligan, se lo diré. Mr. Jones, el hombre que estaba con su mujer era mi jefe, Mr. Beagle.
JONES: ¡Esto es un ultraje! ¡Mi abogado saliendo con mi esposa!
GROUCHO: ¿Qué quiere decir con eso de un ultraje? ¿Acaso cree que no soy lo suficientemente bueno para ella?
JONES (indignado): ¡Me buscaré otro abogado!
GROUCHO: ¿Cree usted que no podemos buscarnos otro cliente?
JONES (indignado): ¡Buenos días! (Portazo.)
GROUCHO: Ravelli, hizo usted un trabajo ejemplar. Puede tomarse vacaciones durante el resto del año. Y si no vuelve nunca, le daré una bonificación.
CHICO: Bien, jefe, pero hay algo que quiero decirle.
GROUCHO: Adelante. No le escucho.
CHICO: ¿Usted quiere que no vuelva más?
GROUCHO: En una palabra: sí.
CHICO: Vale, jefe, le propongo una cosa. Si quiere que no vuelva nunca más, tengo que cobrar más.
GROUCHO: De acuerdo.
(Aplausos.)
CIERRE DEL PROGRAMA
LOCUTOR: Esta noche, el público que llena el estudio tributa una gran ovación a los Hermanos Marx. Esperamos que la audiencia haya disfrutado con ellos tanto como nosotros. Groucho y Chico volverán el próximo lunes a la misma hora.
Ahora, el conde Luckner les dirigirá unas palabras. El es el famoso héroe de guerra alemán, ciudadano honorífico de Gran Bretaña y residente en Nueva York. Conde Luckner…
(Aplauso.)
LUCKNER: Gracias a todos. ¡Vaya! Me siento feliz de estar con el Five Star Theatre y, por lo que he visto esta noche, espero no perderme ni uno de sus programas.
Supongo que se están preguntando por qué estoy aquí. Pues bueno, les contaré. Estoy aquí, en este gran país, en misión de buena voluntad y encantado de hablarles desde un programa que es un vivo ejemplo de la magnífica cooperación económica entre América y Europa, al haber reunido a grandes químicos alemanes y norteamericanos y creado, para ustedes, un nuevo y mejor aceite lubricante. Pero me estoy adelantando. Esta noche quería contarles algo sobre mi barco y mis aventuras durante la guerra al cruzar el asedio británico.
Hace dieciséis años, surcaba yo el océano con mi buque. Era el año 1916, cuando el bloqueo inglés había dejado a los alemanes sin suministros de materias primas. Necesitábamos nitrato para fabricar pólvora y necesitábamos aceite. ¡Caramba!, estábamos en un aprieto; los químicos alemanes cogieron sus tubos de ensayo y empezaron a experimentar. ¿Y qué creen ustedes que hicieron? Al final, sacaron nitrato del aire y aceite del carbón. Y de este modo, tuvimos a los aliados haciendo todo tipo de conjeturas. No sabían de dónde sacábamos el aceite. Ignoraban que nuestros químicos habían descubierto nuevos sistemas secretos añadiendo hidrógeno al carbón y, así, habían conseguido obtener petróleo y aceite. Utilicé el nuevo petróleo y aceite alemán en mi motor de mil caballos de potencia y me abrí paso a través del cerco británico.
Cuando terminó la guerra, la Standard Oil Company de New Jersey averiguó de donde habíamos sacado el aceite y dijo: «Esos químicos han hecho algo maravilloso. La guerra ha terminado: ¡unámonos!». Y así, el verdadero proceso secreto alemán fue traído aquí y los mejores químicos norteamericanos continuaron trabajando en este avance. Desarrollaron un sistema completamente nuevo llamado hidrorrefinamiento, por el que el petróleo se transforma en un aceite refinado para coches. Y, ¡mira por dónde!, este nuevo aceite lubricante perfeccionado es Essolube. Durante dieciséis años he estado al tanto del desarrollo de este gran proceso y siempre he pensado que algún día los químicos norteamericanos darían con este sistema de hidrorrefinado. Y ahora, por fin, aquí tenemos, al alcance de cualquier conductor, Essolube para su coche.
LOCUTOR: Gracias, conde Luckner. Así termina esta noche la presentación de nuestro Five Star Theatre, que llega hasta ustedes por gentileza de la Standard Oil Company de New Jersey, Pennsylvania y Louisiana, y la Beacon Oil Company. Estas compañías asociadas mantienen un servicio de gasolineras y distribuidores desde Maine hasta Texas. Son fabricantes y vendedores de Essolube, el nuevo aceite lubricante del que les ha hablado el conde Luckner; de Esso, el combustible de gigantesca energía; de Atlas Tires y otros accesorios para el motor. Acuda a una gasolinera Esso para cualquier necesidad de su coche.
No olviden el programa del Five Star Theatre mañana: a las diez de la noche, hora de la Costa Este, la Orquesta Sinfónica de Josef Bonime con Charles Thomas como solista invitado. El grupo más estupendo que jamás se haya reunido en la radio. Será un gran regalo para los amantes de la música. Consulten su periódico local para conocer la emisora.
COLOFON
CHICO: Señoras y caballeros. Lo que les voy a decir es muy importante, así que primero les diré lo que les voy a decir, luego se lo diré, y después les diré lo que les he dicho.
GROUCHO: Tómatelo con calma, Chico. Estás empezando a sudar.
CHICO (ríe): Pero no es por el discursito, Groucho. Es por el traje que me he comprado.
GROUCHO: ¿El traje que te has comprado?
CHICO: Sí, es un traje con dos pantalones, y en un local cerrado llevar dos pares de pantalones puestos da mucho calor.
GROUCHO: Ya, ya. Bien, es humano equivocarse, y tú eres sólo humano, aunque nadie lo diría al verte.
CHICO: ¡Ay!, Groucho, ¿por qué serás tan gruñón? ¿Por qué no haces algo para alegrar a la gente?
GROUCHO: Me parece que ya lo hago. Ayer fui a visitar al tío Charlie y se sintió muy feliz. Pero eso no es todo. Cuando me marché, después de una hora, se sintió mucho más feliz.
CHICO: Sí, no sé qué se puede hacer con el tío Charlie. Es un cascarrabias. Tiene muchos cambios de humor.
GROUCHO: ¿Cambios de humor o de marcha? Bueno, Essolube, ese famoso aceite de motor hidrorrefinado, es lo mejor del mundo para las cajas de cambios.
CHICO: ¡Eh!, no digas tonterías de Esso, la gasolina más poderosa.
GROUCHO: Bien, hablaremos de Esso la semana que viene. Así que…
AMBOS: Buenas noches, señoras… buenas noches, señoras…
(Sintonía musical.)